domingo, 10 de marzo de 2024

La mujer y el varón, y su complementariedad recíproca (2/2)

La pareja consagrada adquiere plenitud en la resurrección. En efecto, como ha sido afirmado con fuerza por el papa san Juan Pablo II, y ya había sido sostenido por santo Tomás de Aquino siguiendo la sugerencia de san Agustín, la resurrección del cuerpo implicará también la resurrección del sexo, dado que el cuerpo humano por su naturaleza es sexuado. En particular, Juan Pablo ha enseñado que en el cielo de los resucitados estará presente la feminidad y esto evidentemente confirma la doctrina de la Iglesia ahora adquirida a partir del papa Pío XII, según la cual el ser mujer ya no es considerado una masculinidad imperfecta o no alcanzada, sino una cualidad peculiar de la naturaleza humana, recíprocamente complementaria a la masculinidad. [En la imagen: una fotografía del inicio del Congreso Internacional "Hombre-Mujer Imagen de Dios. Por una antropología de las vocaciones", inaugurado por papa Francisco el pasado 1° de marzo en el Vaticano].

El sexo no es un accidente del individuo, sino una propiedad diferencial de la naturaleza humana
   
----------El accidente en sentido ontológico es alguna cosa que se añade a la sustancia ya constituida, le es inherente o la circunda extrínsecamente sin entrar a constituir su esencia. Normalmente la perfecciona, pero, considerando todo, esté o no esté ahí, la sustancia sigue siendo la misma; no pierde mucho. Por ejemplo, si yo soy delgado o gordo, si he nacido en Mendoza y no en Buenos Aires, si tengo 5 años o ya he tenido 50, si me encuentro aquí o me encuentro allá, que yo tenga este hábito religioso o que tenga otro para vestir, que tenga o no tenga un pañuelo en el bolsillo, en cualquier caso, yo soy siempre yo.
----------Pero el hecho de que yo sea varón, y varón en una cierta modalidad individual que sólo me pertenece a mí, no es en absoluto extraño a la esencia individual de mi persona, sino que entra como parte o componente esencial de mi ser personal compuesto de materia y espíritu.
----------Ciertamente, en la definición de la naturaleza humana en general, no entra el hecho de ser varón o mujer, ya que tanto el varón como la mujer son idénticamente animal racional y precisamente en esto radica el fundamento de la conciencia moderna de la igualdad varón-mujer. La diferencia de sexo aquí es accidental. Pero no es en absoluto accidental para este individuo humano ser varón o mujer, sino que es esencial.
----------Por el contrario, la visión pasada y ya superada de la superioridad del varón sobre la mujer, se basaba en la idea de que el varón realice la naturaleza humana mejor que la mujer. Es decir, antiguamente (y hasta incluso un siglo atrás) se concebía tal superioridad en analogía con el hecho de que el adulto es más hombre que el menor o el cuerdo o sano de mente es más hombre que el demente. Se tendía a dar a la naturaleza humana caracteres masculinos, por lo cual en consecuencia la mujer era concebida como un varón defectuoso, no del todo realizado o exitoso, "mas occasionatus", varón causado por una causa no suficiente, por la cual nació algo menor, precisamente, la mujer. De tal modo no se advertía la diferencia específica, sino que la diversidad era concebida sólo según el modelo de más varón y menos varón.
----------Esta era precisamente la teoría de Aristóteles que, aceptada por santo Tomás de Aquino, ha sido común entre los teólogos prácticamente hasta Pío XII, el primer Papa que, entrando en la materia, durante todo su Pontificado, ha enseñado la igualdad de naturaleza y de personalidad entre varón y mujer en la mutua complementariedad y todo esto por ley de naturaleza, como si se dijera por voluntad inmutable del Creador. En Italia, fue publicado en los años Sesenta un volumen que recogía los discursos de Pío XII sobre la mujer. Desde entonces los Romanos Pontífices hasta el papa Francisco no han dejado de entrar en este tema de diversos modos, precisando también aquellas que son las cualidades propias de la mujer. A este respecto sigue siendo famosa la encíclica del papa san Juan Pablo II Mulieris dignitatem.
----------Desde este punto de vista de la esencia del hombre, indudablemente el ser varón o mujer es del todo accidental. Pero aquí estamos en el plano de la esencia abstracta. Ciertamente la esencia como tal es real, está presente en todos los individuos, unum in multis et de multis, es universal, no somos ockhamistas; sin embargo, es cierto, como dice Ockham, que no existe ni subsiste la "naturaleza humana" en sí a la manera platónica, sino que existen concretamente varones y mujeres.
----------Ahora bien, el individuo humano considerado en concreto es siempre varón o mujer. Pero no es en absoluto accidental, como he dicho, que María sea mujer y que José sea varón. Son propiedades esenciales, necesarias de su naturaleza individual, de su personalidad. José no es accidentalmente, sino esencialmente varón, y María no es accidentalmente, sino esencialmente mujer.
----------Por consiguiente, el individuo humano no puede tratar a su propio sexo como podría tratar con un vestido: confeccionándoselo, poniéndoselo, quitándoselo o cambiándoselo. Es ésta una gravísima y horrible ilusión de una cierta concepción moderna del sexo, del todo irrespetuosa de su dignidad y de su esencial e insuprimible integrarse en la sustancia de la persona humana individual.
----------Los así llamados "cambios de sexo" son en realidad o se supone que sean, para no ser monstruosidades, el complemento artificial de un determinado sexo patológicamente incompleto. En cuanto a una cierta moderna concepción tecnológica del sexo, ella es cuanto de más horrible e inhumano se pueda imaginar respecto a la condición humana. Ciertamente la tecnología o la cirugía médica tienen preciosos servicios que prestar en el campo de las disfunciones, de las deformaciones o de las enfermedades sexuales, pero a condición de que operen al servicio de la naturaleza y para curarla o favorecer la naturaleza y no para sustituirla o construirla o cambiarla o mejorarla, como si el hombre fuera una máquina ideada y construida por el hombre y no un ente ya constituido en su esencia y en sus leyes, preexistente a la conciencia que el yo tiene de ella, y por tanto a las posibilidades que el yo tiene de operar sobre sí mismo y sobre los otros yo.
----------Por lo tanto, la medicina, el arte médico, no debe ser confundido con la magia, que cree poder operar divinamente sobre el hombre o como si fuera la materia de un artista, sino que en la medicina se supone humildemente la existencia del médico y del paciente; debe por lo tanto operar en la consciencia de sus propios límites, con los instrumentos adecuados y en el respeto de las leyes de la naturaleza y no tiene en absoluto como propósito determinar o cambiar la naturaleza a voluntad, si no quiere confundir el progreso humano con la eventual creación de monstruos destructivos de la humanidad.
   
Naturalidad y convencionalidad del sexo
   
----------La idea del sexo como accidente contingente, artificial e intercambiable, está ligada a la generalizada convicción de que la distinción entre varón y mujer no sea natural sino convencional o, como se dice, "cultural". Sobre esta materia la literatura es inmensa. Ella, confrontando diferentes épocas, lugares y civilizaciones, nos pone hoy a disposición una cantidad interminable de datos positivos. Los partidarios de esta teoría dicen estar convencidos de que las diferencias varón-mujer, que el sostener que son naturales, que deben existir y deben ser respetadas, que el hablar de una identidad de la mujer diferente a la del varón, sería sólo discursos ideológicos dirigidos precisamente a mantener a la mujer en un estado de sujeción al confinarla a roles estereotipados, limitados y modestos, prohibiéndole sobrepasar esos roles para acceder a roles más altos y de mayor prestigio, que el varón explotador y prepotente quiere mantener sólo para sí.
----------A esta teoría, que a decir verdad es actualmente ya muy vieja, de casi un siglo de antigüedad, la respuesta le ha llegado y es muy clarificadora: a la mujer, desde hace mucho tiempo, en los países más civilizados, le son accesibles de derecho y a menudo de hecho, todas las oportunidades en el campo de las sociedades, del trabajo, de la industria, de las profesiones, del poder judicial o magistratura, de la cultura, de la ciencia, del arte, de la economía, de la política, de la dirección del Estado. En muchos casos, por no decir todos los casos, al menos en los países más avanzados, a la mujer le son concedidos los mismos puntos de partida, los mismos medios y las mismas chances o posibilidades que al varón. Sin embargo, se mantiene el hecho de que poquísimas son las mujeres, que llegan allí donde los varones tradicionalmente se imponen, excepto en algunas tareas importantes en las que hoy ellas triunfan notablemente, por ejemplo en la medicina, en la magistratura, en la industria, en la economía, en la política, en la misma dirección del Estado.
----------Evidentemente esto es señal no de un persistente y prepotente machismo, sino simplemente del hecho de que en ciertos campos la mujer no puede hacerlo. Debería reconocerlo humildemente, tanto más porque ella posee bellísimos recursos en el campo de la sensibilidad, del gusto, del corazón, de la afectividad, de la praxis, del pensamiento, de la inteligencia, de la intuición y de las virtudes, incluso las más sublimes, que el varón no tiene. De ahí la mutua complementariedad.
----------El hecho de que el varón tenga sus propios campos en los que la mujer sólo tiene éxito limitadamente, no debería por tanto perturbar ni preocupar absolutamente a nadie, si no fuera para esos grupos feministas que continúan obstinadamente e inapropiadamente lamentándose y protestando.
----------Cuestión aparte es la del sacerdocio femenino, que aquí ahora no tocaremos porque atañe a la doctrina de la fe, mientras que aquí nos detenemos en la cuestión de los derechos humanos y de las diferencias naturales o convencionales entre varones y mujeres. La mujer, para superar al varón, no debe imitarlo allí donde no puede, sino que debe ser simplemente ella misma en sus propios campos, con los dones preciosos que Dios le ha dado, donde el varón no puede hacerlo. ¡Oh mujer, si no quieres sentirte frustrada y quieres estar orgullosa de ti misma, descúbrete a ti misma a la luz de Dios!
----------La moderna psicología de los sexos ha aclarado hoy, en los estudios más serios y documentados, la existencia de cualidades psicológicas diferentes entre varón y mujer, por lo demás en consonancia con la visión tradicional, más abierta e igualitaria, que siempre en el fondo ha existido en la historia de las civilizaciones más avanzadas. Varón y mujer se diferencian no sólo físicamente, lo que es evidente desde siempre, sino también psicológicamente. Y es muy importante captar estas características diferenciales, que permiten realizar en la práctica la igualdad en la mutua complementariedad.
----------En este punto podríamos mencionar la cuestión del sacerdocio de la mujer. Como es sabido, en un importante documento de 1994, el papa san Juan Pablo II, como doctor de la fe, ha declarado que el sacerdocio ministerial está reservado al varón. Esta enseñanza del Papa puede servirnos para hacernos comprender mejor la importancia de las diferentes cualidades psicológicas propias del varón y de la mujer.
----------A la mujer no le es accesible el sacerdocio no porque, como se pensaba antiguamente, ella sea inferior al hombre, sino porque ella tiene cualidades suyas peculiares, que el varón y, por tanto, el sacerdote, no posee y no puede poseer, así como es verdad que sólo el varón puede ser sacerdote porque el sacerdocio concuerda de modo especial con cualidades psicológicas que son propias del varón.
----------Pero también aquí vale el discurso que he venido desarrollando desde líneas arriba acerca de la pareja consagrada: así como varón y mujer son necesarios en su reciprocidad para la creación de la familia y la edificación de la sociedad, así de modo similar la reciprocidad entre el sacerdote y la mujer, de modo especial la religiosa, son necesarios para la edificación de la Iglesia.
----------Ciertamente, estos argumentos no pretenden dar una explicación racional a la enseñanza del papa san Juan Pablo II, que afecta a la fe; sin embargo, son útiles argumentos de conveniencia que facilitan la adhesión de fe a la doctrina del Santo Padre, que es doctrina de fe o revelada (la "voluntad de Cristo"), que él presenta con notas que se acercan a una verdadera y propia definición dogmática.
----------Ahora bien, por cuanto respecta a los roles convencionales del varón y la mujer, obviamente ellos tienen su importancia y su interés. Ciertamente, como tales, pueden cambiar y de hecho varían según las civilizaciones y las épocas. En este campo puede manifestarse un cierto machismo y desde este punto de vista son necesarias correcciones y ajustes. Pero hoy existe también un cierto feminismo irracional que tiene necesidad de ser corregido recordando a la mujer su naturaleza, y todo esto en interés de la originalidad y de la insustituible preciosidad de la vocación que Dios les ha dado.
----------Sin embargo, vigen en este campo, sujeto a las más diversas determinaciones, una libertad y una creatividad que tienen por objetivo no el sustituir a la naturaleza, sino el completarla con el genio y la inventiva del varón y de la mujer. Las condiciones de actuación de estas cualidades son justas y legítimas, cuando varón y mujer se sienten a su gusto según la naturaleza propia de su sexo, lo que los lleva a dar, según esas cualidades baturales sus capacidades, lo mejor de sí mismos.
   
La diferencia específica en el único género animal racional
   
----------Pues bien, los estudios modernos acerca de las características psicológicas del ser varón o mujer nos han conducido a comprender con meridiana claridad que existe una diferencia específica entre masculinidad y feminidad científicamente definibles como diferencias específicas del género animal racional (véase en este blog mi artículo titulado ¿Qué diferencia hay entre el alma del hombre y la de la mujer?, referente a este mismo tema). La masculinidad se define como el ser humano de la racionalidad abstracta y de la deliberación deductiva, mientras que la feminidad es el ser humano de la intuitividad afectiva.
----------En el pasado, cuando todavía no estaba clara esta diferencia específica, pero, como ya se ha dicho, la esencia humana era reconducida a la masculinidad, mientras que la feminidad era vista como su realización imperfecta, se consideraba a la diferencia sexual, para usar una expresión de Tomás de Aquino, como "accidente del individuo", por lo cual la diferencia entre varón y mujer no era formal o específica, sino puramente accidental y cuantitativa, como la diversidad entre el mismo individuo en edad menor y en edad adulta. La mujer tenía menos de los caracteres esenciales del animal racional que se actuaban en plenitud en el varón.
----------Con la toma de conciencia de la esencia universal de la masculinidad en cuanto distinta de la animalidad racional por una parte y por la otra, con la puesta en luz en la mujer de características propias de la humanidad que sobresalían sobre las masculinas, nos hemos dado cuenta de que el animal racional no es una pura y simple especie o diferencia específica del género animal, sino que es género inferior al género animal, bajo el cual se ubican inmediatamente el individuo varón y el individuo mujer.
----------Por consiguiente, se ha entendido que entre varón y mujer, desde el punto de vista psicológico, no existe sólo una diferencia material, numérica o individual, carente de interés científico y por tanto no universalizable o no definible con caracteres esenciales e inmutables, como se creía en el pasado, sino que el individuo verdadero está bajo el animal racional sólo mediante el género inferior mas y foemina, que así devienen dos especies del género animal racional, el cual respecto al género superior animal siempre sigue siendo una diferencia específica, pero aparece como género inmediato de la diferencia mas y foemina. Estas dos especies, varón y mujer, por tanto, tienen inmediatamente bajo de sí a los individuos, de modo que se puede decir: Paola y María son mujeres; Francisco y José son varones, predicando masculinidad y feminidad de modo científico, no sólo en relación a las características físicas, como siempre se lo ha hecho, sino también en relación a las características psicológicas, que es lo que tan sólo recientemente ha surgido como fundamento personalista de la igualdad y reciprocidad entre el varón y la mujer, que pone finalmente término para siempre al antiquísimo prejuicio de la superioridad del varón sobre la mujer.
   
La futura resurrección comprende también la existencia del varón y de la mujer
   
----------La consagración de la pareja tiene su culminación en la resurrección. En efecto, como ha sido afirmado con fuerza por el papa san Juan Pablo II, y ya había sido sostenido por santo Tomás de Aquino siguiendo la sugerencia de san Agustín (cf. De Civitate Dei, XXII, c.17, PL 41,778), la resurrección del cuerpo conllevará también la resurrección del sexo, dado que el cuerpo humano por su naturaleza es sexuado.
----------En particular, el papa san Juan Pablo II ha enseñado que en el cielo de los resucitados estará presente la feminidad y esto evidentemente confirma la doctrina de la Iglesia ahora adquirida a partir del papa Pío XII, según la cual el ser mujer ya no es considerado una masculinidad imperfecta o no alcanzada, sino una cualidad peculiar de la naturaleza humana, recíprocamente complementaria a la masculinidad.
----------Juan Pablo II también ha explicado que las palabras de Cristo "serán como ángeles" (del Evangelio de Mateo 22,30) en relación con la condición de la humanidad futura, no deben ser entendidas como si la feminidad estuviera ausente, sino en relación al hecho de que ya no habrá reproducción de la especie.
----------Por tanto, debemos pensar que la unión del varón con la mujer conducirá a perfección la prospectiva protológica del capítulo 2 del Libro del Génesis que hemos visto, y considerando que el Concilio Vaticano II presenta la vida religiosa como prefiguración de la condición de los resucitados, podemos pensar que la pareja consagrada entendida como colaboración entre religiosos y religiosas debe ser vista como un signo precursor de esa unión entre varón y mujer que existirá en la resurrección y que desde ahora constituye un punto de referencia escatológico también para los desposados.

17 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón,
    acabo de leer su artículo, y le agradezco que lo haya publicado. Se trata de una doctrina que debe ser difundida hoy más que nunca, y aún más desarrollada.
    Compruebo que esta clase de trabajos acerca de antropología filosófica y teológica se van multiplicando en el curso de los años, sobre todo en desarrollo a aquella que ha sido la llamada "teología del cuerpo", desarrollada en las catequesis de Juan Pablo II de los años 1980s.
    En relación a esta temática, y en el marco de esta temática, desconozco si usted haya tratado un punto hoy debatido y muy actual, que me parece que tiene su ámbito adecuado en la antropología teológica.
    Me refiero al tema del sacerdocio uxorado.
    En el marco de los rumores que hoy existen de que la Santa Sede estuviera considerando la viabilidad del sacerdocio uxorado (aunque sabemos que Francisco adelantó que no sería él quien lo instaurara), me pregunto si esta temática de la "complementariedad varón-mujer", no vendría a aportar argumentos a favor del sacerdocio uxorado, en cuanto la perfección del hombre estaría dada por la unión varón-mujer ("no es bueno que el hombre esté solo").
    Y también intuyo que reflexionar sobre esta relación temática, podría indicar al Romano Pontífice (actual o futuro) la conveniencia de desarrollar la doctrina enseñada por san Juan Pablo II acerca de la complementariedad varón-mujer.

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    1. Estimado Gabriel,
      comienzo por decir una cosa bien conocida, a saber, que el celibato no es un ingrediente del sacramento del Orden, sino que es una práctica tradicional que suele ser muy recomendable para el sacerdote, que quiere desarrollar a tiempo completo su precioso e insustituible ministerio al servicio de las almas.
      Esto significa que, si el papa Francisco no tiene la intención de conceder el sacerdocio uxorado, no se excluye que pueda concederlo, naturalmente en casos especiales, el próximo Papa. En este sentido se puede tomar en consideración la propuesta de los obispos alemanes.
      Sin embargo, existe un elemento que desaconseja el sacerdocio uxorado, por el hecho de que, si se desposa, su primer deber es cuidar de la familia y realizar una actividad laboral que permita el mantenimiento de la familia. Por el contrario, el fraile o el sacerdote disfrutan económicamente de los bienes que provienen de la comunidad a la que pertenece.
      Además, sin la obligación de loa deberes familiares, tienen mucho más tiempo para dedicarse al servicio del prójimo. Finalmente, la abstinencia sexual por motivo ascético, como sabemos por la tradición de los santos, es un excelente método que asegura una mayor libertad y fecundidad espirituales.
      Por cuanto respecta a la complementariedad recíproca, que san Juan Pablo II ilustró tanto desde el punto de vista protológico como escatológico, no requiere necesariamente la relación sexual, sino que se puede y se debe realizar en todo caso a nivel moral, psicológico y espiritual, tanto en el horizonte de la sociedad civil como de la comunión eclesial.
      Por otra parte, debemos distinguir el celibato del voto de castidad. Si bien un fraile casado no tendría sentido, un sacerdote casado podría tenerlo. En concreto, ¿cómo se podría concebir la complementariedad mutua en la actividad del sacerdote? Incluso si la Iglesia pretende mantener el celibato, podrían haber muchas sugerencias e iniciativas. Me detendré aquí en sólo algunos ejemplos. En primer lugar, hoy la Iglesia ha aclarado que junto a los ministerios masculinos existen ministerios femeninos. Además de la educación y formación religiosa, proporcionada por el sacerdote, existe una educación complementaria femenina laical o religiosa. En el ámbito administrativo, la mujer hoy es más importante que en el pasado y por tanto puede ser excelente colaboradora del párroco.
      Otra cosa, que por otro lado ya forma parte de la tradición, es la fundación de nuevos institutos, cuyos fundadores suelen ser un hombre y una mujer, que suelen ser un sacerdote y una religiosa. Esta unión entre ellos podría asimilarse a la fundación de una gran familia, que en este caso no es una familia en el sentido físico, sino en el sentido espiritual.

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    2. Estimado padre Filemón,
      comienzo por decir que no hay nada que yo pueda objetar a lo que usted me dice, y que estoy completamente de acuerdo en toda su exposición.
      Mi única intención es sólo hacer algunos subrayados que complementan y desean poner (a mi entender) un poco más de equilibrio a los subrayados que usted ha hecho. Y hablo de subrayados en cuanto se trata de opiniones que pueden inclinar la balanza de la decisión prudencial del Papa hacia una postura o hacia otra, es decir, la de prohibir el sacerdocio uxorado en la Iglesia de rito romano, como hasta ahora, o la de permitirlo, digamos de modo opcional o bajo ciertas condiciones.
      Se trata, como usted bien ha dicho, de una cuestión disciplinar, de valor contingente, que no es ingrediente esencial del sacramento del Orden, sino que es una práctica de uso tradicional, con sus pro y sus contra.
      Menciona usted que los obispos alemanes ven hoy los pro del sacerdocio uxorado. Pues bien, en el contexto de la crisis que sin duda ha venido produciendo el "camino sinodal" en la Iglesia de Alemania, quizás este sea (el sacerdocio uxorado) una concesión que podría generar una fuente de paz en la grieta que hoy se ha producido entre Roma y los católicos alemanes.
      Aclaro ante todo que no estoy dudando de las ventajas del sacerdocio uxorado o, lo digo en términos que me parecen mejores: de la opción en libertad que debe tener el candidato al presbiterado de elegir una vida celibataria o una vida matrimonial. Opción en libertad que desde hace siglos la Iglesia de rito romano no ha concedido, y que ha producido desde hace décadas el alejamiento del ministerio sacerdotal a miles y miles de sacerdotes que han descubierto su vocación a la par al matrimonio, la cual, en esencia, no es ni contradictoria ni incongruente con la vocación al sacerdocio.
      No dudo tampoco, y en esto también estoy de acuerdo con usted, en que el sacerdocio uxorado implicaría por parte del sacerdote casado la necesidad de trabajar civilmente para ganarse el sustento de su familia (san Pablo también tenía su oficio, como narran los Hechos de los Apóstoles), e implicaría también que no sería sacerdote a tiempo completo.
      Ello llevaría a una clara distinción entre presbíteros célibes y presbíteros casados, que se reflejaría claramente en la vida de las comunidades: los primeros con mayor entrega a la comunidad, los segundos con menor entrega, pero con la ventaja de sentir de cerca las instancias del Pueblo de Dios, más integrados en la vida laical. Al fin de cuentas, Cristo, en cuanto hombre, fue toda su vida un "laico", no un sacerdote, y sólo ha sido sacerdote en la entrega de su vida, tal y como también lo puede ser un laico.
      Por otra parte, tengo perfectamente en claro lo que usted dice: la complementariedad recíproca varón-mujer, ilustrada por san Juan Pablo II, no requiere necesariamente la relación sexual, sino que se puede y se debe realizar en todo caso a nivel moral, psicológico y espiritual, tanto en el horizonte de la sociedad civil como de la comunión eclesial.
      Estoy perfectamente de acuerdo con ello. Y también con lo que usted dice líneas después, de que en el ámbito administrativo y pastoral, la mujer hoy es más importante que en el pasado y por tanto puede ser excelente colaboradora del párroco. En Argentina, ha habido grandes sacerdotes que lo entendieron, pero a destiempo, allá por los años sesenta, y fueron apartados de su ministerio. Algunos hubo que fueron apartados de su ministerio por razones políticas, pero utilizando como pretexto tal colaboración buscada en alguna mujer de la comunidad, sin que hubieran tenido intención inicial de abandonar su condición de célibes. Un caso paradigmático ha sido ese gran Obispo argentino que fue mons. Jerónimo Podestá. En una época, la inmediata posterior al Concilio, con un Episcopado argentino liderado por una línea conservadora que no llegaba a comprender la renovación impulsada por el Concilio, molestaba un obispo como Podestá (me parece que ni siquiera Eduardo Pironio llegó a comprenderlo).

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    3. Estimado Gabriel,
      por cuanto respecta a la propuesta de los obispos alemanes, puede ser que en línea de principio su implementación favorezca la comunión con Roma. Sin embargo, sabemos bien que al papa Francisco no le agrada esta perspectiva. Por tanto, los obispos alemanes deben aceptar de buen grado la voluntad del Papa.
      Por cuanto respecta a la propuesta que usted hace de la libre opción concedida al candidato al sacerdocio de elegir entre la perspectiva matrimonial y la renuncia al matrimonio es en sí misma una propuesta legítima, pero no figura actualmente en el orden del día de la Iglesia. A lo sumo, lo que se puede imaginar por ahora es la concesión del sacerdocio a hombres ya casados.
      En cuanto al problema de que los sacerdotes se den cuenta de que tienen vocación al matrimonio, esto en sí mismo no es imposible. De hecho, en línea de principio, el sacerdocio puede asociarse al matrimonio, porque el celibato no es parte integrante del sacramento del Orden.
      Sin embargo, esta es una idea que actualmente está completamente fuera de la disciplina eclesiástica de la Iglesia Católica Romana.
      En base a lo que hemos dicho, la hipótesis de sacerdotes casados junto a sacerdotes célibes es realista. Sin embargo, hay que tener cuidado de no discriminar, como si a priori debiéramos creer que el sacerdote célibe es necesariamente más celante o más virtuoso que el sacerdote casado.
      Ahora bien, hay que decir que no es en absoluto cierto que las cosas deban ser siempre así, porque, suponiendo que uno y otro sacerdote respondan al llamado divino, tanto uno como otro son llamados a la santidad y podría suceder que un sacerdote casado sea más santo y celante que un sacerdote célibe.
      Por último, hay que decir que indudablemente Cristo no fue sacerdote según la Antigua Alianza, pero ya la Carta a los Hebreos dice que fue sacerdote según el orden de Melquidesek, es decir, un sacerdocio no por generación, sino por vocación espiritual.

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    4. Estimado padre Filemón,
      me alegro que usted admita la posibilidad de que la implementación de la propuesta de los obispos alemanes pueda ser, en línea de principio, favorecedora de la comunión con Roma. Por supuesto que sé que al papa Francisco no le agrada esta perspectiva. Pero mi pregunta no se dirigía a las posibilidades actuales, sino a los principios de la acción. Por supuesto, los obispos alemanes deben aceptar de buen grado la voluntad del Papa. Pero esto no quita que su respetuoso disenso deba ser respetado, y que en el futuro otro Papa advierta la prudencia de cambiar esta costumbre o tradición en la Iglesia de rito romano.
      Me complace también que usted reconozca como legítima la propuesta de la libre opción concedida al candidato al sacerdocio de elegir entre la perspectiva matrimonial y la renuncia al matrimonio. Y, como he dicho para el punto anterior, no me refería a su viabilidad actual, que yo tampoco veo posible. Pero lo importante es reconocer que podría ser prudente cambiar la actual tradición en la Iglesia de rito romano
      En general, veo que usted me ha respondido haciendo siempre la salvedad de que esto y aquello "están completamente fuera de la disciplina eclesiástica de la Iglesia Católica Romana", o que "no está en la agenda de este Papa cambiar". Eso es sabido. Pero lo importante es reconocer que esta es una práctica contingente y mutable.
      Respecto al último punto, en ningún momento yo dije que en principio el sacerdote célibe tuviera más posibilidades de alcanzar la santidad, lo cual es otro tema, independiente de ser sacerdote célibe o uxorado. El punto que he querido subrayar es que el sacerdote uxorado podría aportar al clero un punto de vista menos clericalista que el que hoy sufre el clero, dada su inevitable y beneficiosa inserción en el mundo real, es decir, el ámbito laical.
      Por último, le agradezco la aclaración que me ha hecho acerca de la naturaleza del sacerdocio de Cristo.

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    5. Estimado Gabriel,
      respecto a la desventura que le ha sucedido al obispo Podestà y a otros sacerdotes, sabemos cómo puede suceder que, a pesar de hacer el bien, seamos incomprendidos o bien incluso podamos causar escándalo. Si esto le ha sucedido a Jesús, debemos esperar lo mismo para nosotros también, esperando que algún día los que han entendido mal comprendan la verdad.
      Hoy, gracias a Dios, hay una mentalidad más abierta y una mayor comprensión, por lo cual los buenos fieles están más dispuestos a comprender que a difamar.
      Créame que conozco bien la vida y la obra apostólica de monseñor Jerónimo Podestá (en cuya tradición intelectual y pastoral, de algún modo yo también he recibido en mis años de formación), y he leído varios de sus libros, escritos algunos en coautoría con su compañera, Clelia. Sé también que en su agonía, en terapia intensiva, recibió la visita del Cardenal Jorge Bergoglio, y hasta hubo un hecho que sorprendió a los presentes, pues estando Podestá en coma, apretó la mano del Cardenal, como su último gesto. Nunca renunció a su ministerio y a su condición de sacerdote y Obispo, aunque el Episcopado Argentino y la Santa Sede no parece que hayan sido totalmente justos hacia él.

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    6. Estimado Gabriel,
      a propósito del sacerdote uxorado, debiendo tratar eventualmente en confesionario o en la dirección espiritual, la cuestión de las relaciones íntimas, está claro que puede dar consejos más concretos que el sacerdote célibe, que sólo sabe las cosas en teoría. Con esto no quiero decir que el sacerdote célibe no pueda dar óptimos consejos, en cuanto ministro del Sacramento como realidad de fe.
      Respecto al clericalismo, es claro que una sana experiencia humana beneficia al sacerdote para hacerlo capaz de comprender al prójimo, como las realidades educativas y sociales, evitando por lo tanto ese clericalismo que consiste en la imposición de datos de fe, sin el debido tacto pastoral.

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    7. Estimado padre Filemón,
      mi principal temor, y yo diría el único, acerca de la posibilidad (viable quizás en lo inmediato, en éste o en el próximo pontificado) de la existencia de presbíteros uxorados, a partir de la ordenación de hombres casados.
      Es un problema pastoral, pero que afecta lo doctrinal.
      En Argentina, habiendo escuchado la predicación de diáconos permanentes (que reciben una formación acelerada y superficial para acceder al diaconado), se trata de predicaciones lamentables, por lo general sensibleras, psicoligizantes, o peor aún modernistas y relativistas.
      Si este mismo tipo de predicación se advierte en presbíteros célibes que han recibido una formación de por lo general 6 años o menos, porque el último año, de diaconado, lo pasan en alguna parroquia (prácticamente ya no quedan cursos de 8 años como era antes), me imagino qué es lo que podría suceder con la formación de los hombres casados que accederían al presbiterado.
      El futuro en el horizonte sobre este tema, no lo veo muy esperanzador.

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    8. Estimado Gabriel,
      el problema que usted plantea es un problema exquisitamente pastoral y de formación cristiana, teológica y moral. Por lo tanto, la perspectiva de ordenar a hombres casados ​​no debería, en línea de principio, generar preocupaciones acerca del nivel de formación de estos sacerdotes.
      Todo radica, por parte de la Iglesia, en organizar un plan o un itinerario formativo adecuado a este tipo de vocación.
      Podríamos plantearnos la pregunta de quiénes podrían ser los varones casados más idóneos para afrontar el camino hacia el sacerdocio. Pienso que se necesitará elegir hombres que ya sean cristianamente maduros, de modo que ya estén en posesión de una formación de base.
      De hecho, para llegar al sacerdocio se necesitan estudios que están por encima de la formación laical común. Será necesario formar a los candidatos en la administración de los Sacramentos, que constituyen el normal ministerio sacerdotal, en particular el Sacramento de la Eucaristía y el de la Penitencia.
      Comprendo el riesgo de que surjan sacerdotes modernistas, pero entonces los obispos tendrán que vigilar con celo la formación, respetando las normas de la Iglesia.

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  2. Perfecto. Pero entonces una pregunta: ¿por qué se ha dado tan poca consideración a la familia cristiana, es decir, consagrada por el matrimonio? ¿Y la devastación ocurrida en el Instituto de la Familia, fundado por Juan Pablo II? ¿Quizás porque la familia está en línea con Dios y la patria, la tradición y la memoria antigua?

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    1. Estimado Bruno,
      la enseñanza de Amoris Laetitia es de gran riqueza y desarrolla la precedente enseñanza de san Juan Pablo II. Sé que los cambios introducidos por el papa Francisco en el Pontificio Instituto para la Familia han sido objeto de críticas. Sin embargo, debemos pensar que la sustancia de la enseñanza de la Iglesia en este campo delicadísimo de la moral, ha permanecido sustancialmente inalterada.

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    2. Se redactan documentos que "intentan", o no, permanecer anclados a la "traditio". Sin embargo, de hecho, algunos hechos concretos, sin embargo, lo desmienten. En otras palabras, los escritos muchas veces quedan con los "dubia" (nunca aclarados). Los hechos, pasan, pero de momento dejan señales que, sin quererlo, quedan permanentes en la conciencia.

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    3. Estimado Bruno,
      es cosa bastante común que ciertas enseñanzas pontificias hagan surgir dudas. Por otro lado, es posible que el Papa no tenga tiempo para responder a todos. Por eso hay Pastores y estamos también nosotros los teólogos. Este blog mío está diseñado precisamente para responder a las dudas.

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  3. Me alegro que lo haya vuelto a decir, para aclarar las cosas otra vez... se necesita hacerlo más seguido porque la "sordera" de muchos parece ilimitada.
    El Papa quiere el bien del hombre y por bien se entiende también, y sobre todo Jesús, lo que Él nos ha transmitido...
    Acusando al Papa cada vez de quién sabe qué herejías y muchas más, claramente 'gritadas' en cada esquina, es algo aberrante y diametralmente opuesto a lo que profesamos los católicos, y a quien tratamos de imitar: Jesucristo.
    Hacerlo en lo íntimo, como se debería, llegado el caso, acompañado de una oración que ilumine si somos capaces de vaciarnos de nosotros mismos para escuchar lo que el Espíritu nos envía, es la prerrogativa básica de quien busca ser cristiano.
    ¡Fuerza, padre Filemón!

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    1. Estimado Ernesto,
      comparto tus expresiones de devoción hacia el Santo Padre.

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    2. Querido padre Filemón: Cada uno tiene su propia sensibilidad y preferencias al respecto. Personalmente siento cercanía y admiración hacia algunas personas y distanciamiento hacia otras. Esto también lo experimento con mis familiares. Creo que también puedo decirlo. Pero si ese disenso se convierte en un ataque descarado y a malsalva, en un juicio farisaico etc. etc., creo que tales personas no se comportan como hijos de Dios… sino de otro...
      Creo que es Jesús quien nos lo ha enseñado.

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    3. Querido Ernesto,
      comparto también estos pensamientos tuyos, que me parecen coherentes con nuestro ser de católicos.

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