sábado, 9 de marzo de 2024

La mujer y el varón, y su complementariedad recíproca (1/2)

Ha dicho el papa Francisco días atrás: "Quisiera subrayar una cosa: es muy importante que haya este encuentro, este encuentro entre hombres y mujeres, porque hoy el peligro más feo es la ideología de género, que anula las diferencias. He pedido que se hagan estudios sobre esta fea ideología de nuestro tiempo, que borra las diferencias y hace que todo sea lo mismo; borrar la diferencia es borrar la humanidad. En cambio, el varón y la mujer se encuentran en una fructífera tensión". [En la imagen: el Papa durante el Congreso organizado por el Centre de Recerche et d’Anthropologie des Vocations (CRAV), guiado por el cardenal Marc Ouellet, prefecto emérito del Dicasterio para los Obispos, que se desarrolló en el Vaticano los días 1 y 2 marzo].

La complementariedad recíproca entre varón y mujer
   
----------El Santo Padre ha condenado en numerosas ocasiones la ideología de género. A veces la ha definido como "colonización ideológica", y otras veces como "expresión de frustración y resignación". Repetidamente ha dicho que se trata de una ideología "muy peligrosa", como hizo la última vez en su discurso de principios de este año al Cuerpo Diplomático. Al respecto, viene bien recordar que en los últimos Romanos Pontífices, y también en Francisco, la palabra "ideología", viene a decir lo mismo que "herejía". Días atrás, el 1° de marzo, el Papa ha vuelto a condenar el gender, anunciando que había "pedido que se hagan estudios sobre esta fea ideología de nuestro tiempo" que "anula las diferencias y hace que todo sea igual".
----------La ocasión propicia para este nuevo rechazo pontificio a la ideología de género, se ha producido el pasado 1° de marzo, cuando Francisco recibió a los participantes del Congreso Hombre-Mujer Imagen de Dios. Por una antropología de las vocaciones, un encuentro organizado por el Centre de Recerche et d'Anthropologie des Vocations (CRAV), dirigido por el cardenal Marc Ouellet, Prefecto emérito del Dicasterio para los Obispos, asamblea que ha tenido lugar en el Vaticano los días 1 y 2 de marzo, y ha reunido a diversos estudiosos, filósofos, teólogos, pedagogos con el propósito de reflexionar sobre la antropología cristiana, el pluralismo, el diálogo entre culturas, el futuro del cristianismo.
----------A causa del resfriado que le afectaba esos días, el Papa hizo leer el texto preparado de su discurso a su colaborador monseñor Filippo Ciampanelli, pero dijo unas palabras iniciales: "Pido leer, para no fatigarme tanto; todavía estoy resfriado y me cansa leer durante un buen rato", y enseguida agregó: "quisiera subrayar una cosa: es muy importante que haya este encuentro, este encuentro entre hombres y mujeres, porque hoy el peligro más feo es la ideología de género, que anula las diferencias. He pedido que se hagan estudios sobre esta fea ideología de nuestro tiempo, que borra las diferencias y hace que todo sea lo mismo; borrar la diferencia es borrar la humanidad. En cambio, el varón y la mujer se encuentran en una fructífera tensión".
----------De modo que podemos estar seguros que algún dicasterio romano ya está trabajando en esta temática, quizás el Dicasterio para la Educación Católica, o quizás mejor el propio Dicasterio para la Doctrina de la Fe, y esto segundo me parece lo más adecuado, por la necesidad que veo de integrar en el tema de la diferencia específica varón-mujer en la naturaleza humana los desarrollos doctrinales que se han producido en la Iglesia en las últimas décadas, por no decir en el último siglo, pero sobre todo a partir de las Catequesis que hace unos cuarenta años atrás desarrollara tan magníficamente el papa san Juan Pablo II. Pues bien, a la espera de ese texto que esperemos sea iluminador por parte de la Sede Apostólica, brindo aquí una reflexión sobre el tema de la complementariedad varón-mujer, que el Papa ha dicho que "se encuentran en una fructífera tensión".
   
La reciprocidad complementaria entre varón y mujer
   
----------Como es sabido, la Biblia enseña que Dios ha creado al hombre "varón y mujer" (Gn 1,27). En la actual cultura influenciada por el ateísmo, donde el hombre se considera creador de sí mismo proveniente de una evolución ascendente de la materia gobernada por el azar, una cierta dirección o corriente de molde exasperadamente liberal, en nombre de la creatividad, considera que el hombre tenga el derecho y el poder de realizar su sexualidad no sólo como diferencia entre varón y mujer, sino también de modo más amplio: así como en la lengua existen tres géneros: el masculino, el femenino y el neutro, así hoy algunos consideran que el sexo sea un "género" (gender) más amplio que las dos especies macho y hembra, establecidas por la naturaleza, y que por tanto el hombre esté llamado, por medio de la ciencia y de la técnica, a dominar y transformar la naturaleza para así obtener de ella lo que corresponde a sus deseos o necesidades, esté en definitiva autorizado a recabar del "género" sexual neutro, de por sí indeterminado y a disposición de su poder, otras formas de sexualidad, de las cuales la más conocida sería la homosexualidad, mientras que se prospectan otras formas intermedias o diferentes entre aquellas naturales, formas ideadas por el hombre y creadas artificialmente.
----------Como se desprende del modo mismo de enfocar la cuestión, la perspectiva constante y de fondo en estos proyectos, que no se debería dudar en calificar de criminales, perspectiva no siempre explícitamente reconocida pero siempre en realidad operante, más allá de las intenciones declaradas de tipo liberal y humanitario, es ciertamente una concepción de la vida de tipo hedonista, en la cual lo que sobre todo cuenta no es la búsqueda del bien honesto, sino del placer.
----------Ciertamente no es nuevo en la historia de la moral, basta recordar a Epicuro, de quien Dante enuncia el principio "si agrada, es lícito". Por ende, constante en todas estas perspectivas, digámoslo con franqueza, más allá de cualquier apariencia puritana, es siempre la búsqueda absoluta del placer sexual, del cual se buscan otras formas no previstas por la naturaleza, así como en el ámbito de las comidas el hombre busca crear alimentos agradables, además de aquellos que proporciona de forma espontánea la naturaleza. Hace algunas décadas, algunos dominicos holandeses publicaron un documento inspirado en las ideas de Schillebeeckx, en el cual se decía con todo candor que el principio de la moral es el "placer" (plaizir).
----------Nadie excluye la bondad del placer en sí mismo en general, creado por Dios ciertamente para la felicidad del varón y de la mujer. Por tanto, así como hay que rechazar la visión hedonista, así también hay que rechazar ciertas concepciones rigoristas o dualistas que desde la antigüedad, bajo el pretexto de austeridad o de santidad, han falseado la verdadera visión genesíaca sobre la relación varón-mujer, así como la normas de la ética sexual a seguir en el presente estado de naturaleza caída. La Iglesia ha condenado el rigorismo de Tertuliano, así como las visiones sexofóbicas del encratismo de los primeros siglos y del catarismo del siglo XIII. El mismo dualismo platónico con su desprecio por la mujer, no obstante su alta espiritualidad, ciertamente debe ser desaprobado por su pesimismo en el campo de la ética sexual, aunque también hay una interpretación de la estética platónica que por lo demás llega al hedonismo, como el platonismo florentino del humanismo del siglo XV.
----------Ciertamente el placer no es un bien absoluto, sino que debe ser regulado y moderado por el bien honesto o sustancial (bonum honestum). Por eso, mientras lo honesto, es decir el respeto a la ley moral natural, es un bien absoluto, "no negociable", el placer puede ser lícito o ilícito, honesto o deshonesto, casto u obsceno, según sea conforme o no conforme a la ley natural. Una de las tareas de la moral, que debe regular la conducta de un viviente como el hombre, compuesto de alma y cuerpo, y por tanto de espíritu y sexo, es la de asegurar, aunque sea mediante la renuncia y la ascesis, la conciliación del deleite espiritual con el placer sexual.
----------Ciertamente, siempre ha existido, sobre todo en los tiempos modernos, también la ilusión de poder reconstruir perfectamente en esta vida la felicidad genesíaca; el así llamado "milenarismo" repetidamente condenado por la Iglesia, y las visiones utópicas de la "edad de oro", del liberalismo, de la masonería y del marxismo no están exentos de esta idea, que parece ser una forma de secularización del ideal edénico. Por otra parte, la Iglesia hoy nos dice que, al fin de cuentas, la misma redención de Cristo tiene también por finalidad la de reconstruir, al menos inicialmente, ese estado originario feliz del hombre.
----------Sin embargo, el enfoque hedonista-liberal pierde de vista el hecho de que la diferencia varón-mujer, en el mundo animal y por tanto también en el mundo humano, está ordenada por la naturaleza a la reproducción de la especie, finalidad que en la especie humana es normalmente alcanzada por el matrimonio y por la familia. Lo que significa que la mencionada reproducción, si bien hoy también es posible por medio de la fecundación artificial, no debe entenderse de manera meramente instintiva o material, como ocurre entre las bestias, sino que, dado que el hombre es persona animada por un alma espiritual (recordemos que el hombre se define como animal racional), implica también un elemento que involucra la formación de la persona, formación que no puede realizarse de modo digno de la persona sin que la prole reciba también una educación, en la cual concurran ambos genitores o padres, varón y mujer, salvo en el caso de adopción.
----------En efecto, los genitores, según el plan de la naturaleza y por tanto del Creador, deben ser varón y mujer, porque, siempre según este plan, varón y mujer son creados para realizar entre ellos una reciprocidad que los completa mutuamente no sólo en el generar, sino también en el ser y en el actuar, en vista de la generación y de la educación de la prole. Pero la institución específica que en línea de principio garantiza esta posibilidad es precisamente el matrimonio natural o, como se da en la religión católico-ortodoxa, sacramento.
----------La fecundación artificial no es moralmente lícita, porque reduce la generación a una operación tecnológica, confundiendo a la prole con la producción de una máquina y, por tanto, faltando el respeto a la dignidad personal de la prole. En cuanto al así llamado "matrimonio" entre homosexuales, el término es evidentemente impropio, porque el verdadero y propio matrimonio requiere la reciprocidad varón-mujer como causa de la generación de la prole o al menos, en el caso de la adopción, como factor normal de la educación de la prole, excluido el caso legítimo de la viudez o de la separación legal.
   
¿Qué significa "pareja consagrada"?
   
----------La expresión que aquí uso, "pareja consagrada", se trata de un recordatorio del valor del bautismo. El Concilio Vaticano II, en su doctrina sobre la esencia del laicado cristiano, insiste en el hecho de que el bautismo es una verdadera consagración a Dios, extendiendo a este sacramento y por tanto a la vocación o condición o misión laical aquel carácter de consagración que en el preconcilio se prefería reservar para la vocación religiosa y para la misión sacerdotal. Se trata, en el fondo, de una evolución de aquella "consecratio mundi" de la cual ya hablaba Pío XII como oficio de la Acción Católica. El laico en la doctrina del Concilio aparece como miembro de ese "pueblo sacerdotal", ya anunciado por los profetas en referencia a Israel.
----------No viene abolida la distinción entre sagrado y profano, no desaparece la distinción entre laico y sacerdote, entre secular y religioso, pero el vínculo se vuelve más estrecho y el espacio de lo sacro se ensancha hasta el punto de animar lo profano ya en sus raíces. En este clima, lo sagrado sigue siendo siempre trascendente, perteneciente al mundo de lo divino o sobrenatural, pero en el vértice de un proceso de consagración, que inicia ya en las raíces de la existencia humana, precisamente gracias al bautismo, por lo cual la consagración religiosa y sacerdotal en la óptica del Concilio aparecen claramente como un desarrollo de la gracia bautismal. En esta visual, la relación varón-mujer, dentro o fuera del matrimonio, como por ejemplo en la vida religiosa, aparece siempre como cosa sacra, como consagración. De ahí la pareja consagrada.
----------Por lo tanto, por "pareja consagrada" entendemos en general la consagración de la unión del varón con la mujer y de su reciprocidad en vista de la transmisión de la vida. Esta consagración se actúa de dos modos fundamentales: tenemos la consagración de la relación conyugal que construye la familia para la reproducción de la especie y el progreso de la humanidad y de la civilización. Y tenemos la consagración de la colaboración entre religioso, sacerdote o no sacerdote, y religiosa, para una común tarea de salvación de las almas y de la edificación del reino de Dios.
   
Las dos finalidades de la reciprocidad entre varón y mujer
   
----------La Revelación bíblica enseña que Dios al inicio de los tiempos, después de haber creado el universo, creó al varón y a la mujer. Se trata de la pareja originaria, de la cual, según la enseñanza bíblica, ha tomado origen toda la humanidad hasta nuestros días. El venerable papa Pío XII en la famosa encíclica Humani generis excluye el poligenismo porque la culpa original según la Iglesia, tal como se desprende de la doctrina del apóstol san Pablo, es transmitida por generación, por lo cual, dice el papa Pacelli en la mencionada encíclica, no se ve cómo esto podría suceder si la humanidad tuviera origen de múltiples parejas: sería necesario admitir una pluralidad de pecados originales, lo que no aparece en absoluto en el relato bíblico. El pecado original, según el dogma, es una única culpa históricamente ocurrida, que se transmite a toda la humanidad. De multiples principios no puede venir un único efecto; un único efecto viene de una única causa.
----------La Sagrada Biblia, por lo tanto, enseñando la creación de esta pareja originaria de genitores, presenta lógicamente con ello mismo la diferencia sexual como algo esencial a la naturaleza del individuo humano, el cual siempre, al menos según la orientación de la naturaleza, que refleja la voluntad del Creador, es y debe ser o varón o mujer. Para la Biblia es inconcebible que una persona humana normal no sea o varón o mujer. Ciertamente se dan hoy y siempre se han dado casos de individuos en los cuales el sexo carece de algún dato esencial o tiene tendencias anormales; pero suponiendo el conocimiento de lo que es normal, es necio, como se hace frecuentemente hoy, confundir lo anormal con lo normal o entenderlos como si fueran simplemente e igualmente libres, diferentes y legítimas actuaciones de la sexualidad.
----------Por lo demás, una plena salud o normalidad sexual es muy rara, porque también en el sexo están presentes las consecuencias del pecado original, por lo cual se impone para todos, quien más quien menos, el deber de conformar la propia conducta sexual a las normas de una sexualidad sana y honesta.
----------La Sagrada Escritura, por otra parte, en muchos de sus pasajes, sobre todo en los libros sapienciales del Antiguo Testamento, como también ocurre en la cultura propia de todos los pueblos antiguos, muestra una superior estima por el varón, al que considera más importante que la mujer. Sin embargo, esto no aparece en absoluto en el relato del Libro del Génesis, que presenta el modelo originario de la humanidad querido por Dios; en el Génesis, en cambio, se tiene una perfecta igualdad de naturaleza que resulta del hecho de que Dios crea al hombre, no importa si es varón o si es mujer, "a su imagen y semejanza" (Libro del Génesis 1,27), aunque se precisa inmediatamente después que crea al hombre como varón y mujer.
----------En el Génesis aparece claro, a una lectura sin prejuicios, que la idea del dominio del varón sobre la mujer, y la idea de la mujer peligrosa tentadora del hombre, no corresponden en absoluto a ese plan divino originario, sino que, por el contrario, son el castigo del pecado, cuyo consecuencias se hacen sentir en la historia presente. Por esto, la tarea fundamental y el fin último de la ética sexual no es resignarse a este estado penoso y anormal de cosas, como si fuera irremediable, ni mucho menos considerarlo como querido por la naturaleza, sino hacer todo lo posible, con la ayuda de la gracia divina, para que la relación varón-mujer pierda su conflictividad y precariedad propias del estado presente y recupere gradualmente esa armonía, esa confianza, esa intimidad, esa fecundidad y esa estabilidad, de las cuales disfrutaba en el estado de inocencia.
----------La perspectiva ascética de la separación o alejamiento entre varón y mujer, que en la naturaleza caída es solamente un expediente de emergencia para asegurar la castidad de la misma relación, debe gradualmente, en la historia de la salvación, ser sustituida por la práctica de una comunión que ya no sea esclava de la tentación al pecado, sino verdadero, libre, gratificante y espontáneo ejercicio del amor. La tarea esencial de la ética sexual consiste, por lo tanto, en la reconciliación o nueva pacificación del varón con la mujer según la originaria voluntad divina presentada en el Libro del Génesis. La abolición luterana del voto de castidad fue ciertamente una miserable rendición a la presión de una concupiscentia irresistibilis, aquello que Freud llama libido, pero no se puede negar tampoco la instancia bíblica de una relación varón-mujer que pueda recuperar la intimidad, la ternura, la comunión y la fecundidad del proyecto genesíaco originario.
----------Un eco de esta instancia lo encontramos incluso en la filosofía de Hegel, cuando en sus Lecciones sobre la Historia de la Filosofía trata de la reforma luterana. Por lo tanto, suscita hoy un enorme estupor, con los progresos que ya se han producido en la exégesis bíblica y en las costumbres sexuales cristianas, el hecho de que durante siglos y hasta milenios la mentalidad general de los creyentes cristianos se haya equivocado tanto sobre este punto, tomando por voluntad de Dios esa idea de dominio del varón y esa idea de maldad de la mujer que eran simplemente la triste, por no decir horrible, consecuencia del pecado. Y naturalmente, dado que el hagiógrafo siempre fue un varón, si cualquier mujer hubiera podido desarrollar la tarea del hagiógrafo, ciertamente no habría dejado de acusar de maldad al varón.
----------Pero está claro que estas miserias humanas no afectan para nada la Palabra de Dios transmitida por la Escritura por medio del mismo hagiógrafo, el cual, como dice León XIII, ha dicho todo y sólo aquello que Dios quería que dijera, ciertamente, pero sólo en relación a la Revelación divina, en el sentido de que el hagiógrafo no ha quitado nada divino ni ha añadido nada presentándolo como divino. Pero esto no quita que el hagiógrafo en cuanto hombre falible haya añadido de lo suyo propio, que es necesario diligentemente identificar y descartar, si no queremos hacernos objeto de risa o escandalizar por parte de quienes hoy conocen la Biblia mejor que en el pasado o en todo caso conocen ciertas verdades que en el pasado no se conocían.
----------Ciertamente, en la vida presente esta conflictividad entre varón y mujer nunca podrá remediarse del todo, aunque podamos disfrutar de la presencia sacramental de Aquel que ha "reconciliado en sí todas las cosas". De ahí el permanente valor ascético e incluso místico de la abstinencia sexual, que sin embargo en un estado originario de la naturaleza no estaba en absoluto previsto ni era necesario.
----------Desde el punto de vista del Libro del Génesis, sin embargo, aparece una perfecta reciprocidad entre varón y mujer, que constituye, como dirá el Concilio Vaticano II, la raíz originaria de toda sociabilidad y comunión humanas. De hecho, Dios no quiere que Adán esté solo, por lo cual crea para él una "ayuda", una persona similar a él (Libro del Génesis 2,18), para que esta deliciosa creatura le parezca "por fin como hueso de sus huesos y carne de su carne"! (Libro del Génesis 2,23). Y esta es la mujer.
----------La mujer es creada para dos fines: a fin de que la pareja pueda engendrar (como se dice en el Libro del Génesis 1,28) y para colmar la soledad del hombre. Como hizo notar el papa san Juan Pablo II, Dios no se limita a decir que no es bueno que el hombre genere solo, sino que dice precisamente que no es bueno que el hombre esté solo: la mujer se encuentra con el hombre en una reciprocidad de existencia, que concierne al sentido mismo de la existencia y de la vida de la pareja.
----------Por otra parte, no se trata, como algunos equivocadamente traducen, de la "esposa" (baalá), sino simplemente de la "mujer" (ishshá), y ello está claramente significando que la visual bíblica va más allá del matrimonio para abrazar la relación varón-mujer como tal, en general. En el capítulo 2 del Génesis el fin es simplemente la unión, vale decir, el amor, pues dice: "el hombre se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne" (Libro del Génesis 2,24). Por lo tanto, no se habla de reproducción de la especie, aunque naturalmente ella no se excluye. Ciertamente no se teoriza la unión sexual independientemente de la finalidad procreativa, según los cánones hedonistas del freudismo o del epicureísmo.
----------Sin embargo, es indudable que en este capítulo 2 del Libro del Génesis está prospectada una unión varón-mujer que no se plantea como finalidad el aumento numérico de los individuos de la especie humana: entonces podemos y debemos pensar, a este respecto, en dos prospectivas donde no se da generación: una primera, la de la colaboración entre religiosos y religiosas para la edificación de la Iglesia terrena, y otra segunda, la pareja escatológica de la Iglesia del cielo, de la cual hablaré más adelante.
----------Es necesario entonces notar a este respecto que la práctica de la abstinencia sexual propia del voto de castidad no está prevista en el estado edénico, sino en el de la naturaleza caída, consecuente al pecado original; y esto por dos motivos: primero, el conflicto entre la carne y el espíritu, consecuente precisamente al pecado original, por lo cual es necesario o conveniente que, para obtener una más amplia libertad espiritual, y esta es la vocación a la vida religiosa, el sujeto sepa renunciar al ejercicio de la sexualidad; segundo, siempre en esta línea, una superior dedicación a Dios y al prójimo según una regla de perfección evangélica, siempre en la vida religiosa, que requiere la renuncia al matrimonio y a la familia.

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