lunes, 4 de marzo de 2024

Roma locuta causa finita. ¿Qué es el Magisterio? (2/4)

Es posible corregir la opinión personal de un Papa a la luz de la Escritura y la Tradición. Pero no es posible hacerlo cuando se trata del Magisterio pontificio, porque el Magisterio pontificio nos transmite el significado de la Escritura y la Tradición. Martín Lutero se engañó gravemente confundiendo el Magisterio pontificio con opiniones privadas y además falsas, pretendiendo por tanto refutar el Magisterio pontificio a la luz de la Escritura, cuando es precisamente la Escritura la que está iluminada por el Magisterio pontificio. Marcel Lefebvre se engañó gravemente acusando al Concilio Vaticano II y al Magisterio pontificio postconciliar como opiniones privadas modernistas, pretendiendo por tanto refutar el Magisterio pontificio a la luz de la Tradición, cuando es precisamente la Tradición la que está iluminada por el Magisterio pontificio. [En la imagen: fragmento de "El Concilio de Trento", vigésima tercera sesión, 15 de julio de 1563, en la nave central de la Catedral de San Vigilio, Trento. óleo sobre lienzo pintado entre 1550 y 1600, por autor anónimo, obra anteriormente atribuída a Tiziano, conservada en el Museo del Louvre, París, Francia].

El patrimonio de la Revelación está contenido y explicado
por los dogmas definidos y por los no definidos
   
----------La colección de los dogmas que han sido explícitamente definidos como tales por la Iglesia no agota todas las verdades de fe, que es necesario conocer para salvarse, sino que la lista de dogmas definidos es necesario integrarla con el Catecismo, que contiene y custodia también declaraciones doctrinales y dogmas no definidos, porque la proclamación o definición solemne de un dogma, aunque sin duda está orientada a hacer conocer una verdad salvífica, sin embargo no está motivada por la general voluntad del Romano Pontífice de anunciar al mundo todas las verdades evangélicas.
----------Para ello es suficiente la común labor catequética de las familias, de las parroquias, de los institutos religiosos, así como la obra misionera. Por el contrario, el Romano Pontífice se decide a proclamar un nuevo dogma sólo por motivos especiales, raros y gravísimos, comprometiendo su insustituible responsabilidad, o para poner definitivamente término a una importante controversia acerca de la cuestión de si una determinada proposición es o no de fe, o para satisfacer una insistente petición o súplica proveniente del pueblo de Dios o para erradicar alguna herejía contraria. Éstos son los motivos para la proclamación de un dogma. En efecto, el Papa no ha tenido nunca la intención de recoger sólo en la colección de los dogmas todas las verdades de fe. Esta colección, en cambio, está hecha en los catecismos.
----------En resumen, como he dicho, estos motivos que impulsan a un Papa, ya sea por sí solo o con el concilio ecuménico, a proclamar o definir un dogma, son motivos de emergencia, contingentes, dictados ya sea por la necesidad de rechazar alguna herejía contraria (para que los dogmas se puedan conocer también por las herejías contrarias condenadas) o dictados por la oportunidad de poner término definitivamente a una discusión sobre si una dada doctrina es o no es de fe, o bien son dictados por la aceptación de una petición proveniente del pueblo de Dios o bien dictados por la voluntad discrecional del Papa, por motivos pastorales y para favorecer el progreso del conocimiento de la Palabra de Dios, de confirmar, dogmatizándola, la tesis de algún teólogo o alguna creencia popular tradicional sobre la doctrina de la fe.
----------Por cuanto respecta al concepto de Revelación, ésta, como enseña el Concilio Vaticano II (Constitución dogmática Dei Verbum, n.2.), no es ciertamente sólo una comunicación verbal, sino que implica, en Cristo, también gestos significativos, ya que el hombre no se comunica sólo con el lenguaje verbal, sino también con el gesto, con las obras, con las expresiones del rostro o de la mirada, con la risa y con el llanto, con los silencios y cosas similares. Existe también un lenguaje del cuerpo. Y Cristo así se ha comportado con nosotros.
----------Sin embargo, como bien explica el Concilio Vaticano II, el gesto por sí solo no podría ser comunicador de contenidos conceptuales si no fuera acompañado de la palabra, que precisamente expresa un concepto y, por tanto, en último análisis, un dogma, una proposición de fe. Por eso, sólo la palabra puede significar de modo inequívoco el mensaje inteligible, que puede provenir del gesto. Cito alguna bibliografía al respecto: R. Garrigou-Lagrange, De Revelatione per Ecclesiam catholicam proposita, Libreria Editrice Religiosa F. Ferrari, Roma 1932; Y. Congar, La foi et la théologie, Desclée, Tournai 1962; A. Gardeil, Le donné révélé et la théologie, Les Editions du Cerf, Tournai 1932; Antonio Livi, Vera e falsa teologia. Come distinguere l’autentica "scienza della fede" da un’equivoca "filosofia religiosa", Casa Editrice Leonardo da Vinci, Roma 2012.
----------La divina Revelación cristiana es, por tanto, un mensaje conceptual que explica el acontecimiento o un acontecimiento que se manifiesta en el concepto expresado por la palabra, aun cuando es verdad que Cristo en ciertas circunstancias, se manifiesta de modo inexpresable, como en el episodio de la Transfiguración o en ciertas apariciones como Resucitado.
----------Una idea errónea de la divina Revelación es la de Karl Rahner, pues según él Dios se revela originariamente, experimentalmente, inmediatamente y atemáticamente a todos, de modo que el concepto y en consecuencia el dogma no es más que un ente o una representación mental construida por el hombre, una "idolillo", dice Rahner, con el cual el "creyente" -el así llamado "cristiano anónimo"- rinde homenaje a su "experiencia trascendental" de Dios que se revela, sólo para adaptarse a las exigencias del ambiente eclesial en el cual vive y para hacerse aceptar por ese ambiente.
----------La dogmática de Karl Rahner, por lo tanto, no es una dogmática de convicción, sino de conveniencia, similar a la "ética provisoria" de René Descartes, consistente en asumir los valores comúnmente aceptados por el propio ambiente. En efecto, si Descartes hubiera extraído en moral las consecuencias del cogito, en lugar de la moral cristiana habría obtenido la moral de los nazis. Por ello prefirió mantener durante toda su vida la "moral provisoria" para escapar a la vigilancia de la Inquisición.
----------Así, si Rahner hubiera vivido en China, habría sido confuciano; si hubiera vivido en la India, habría sido hinduista. Su dogmática, por tanto, aunque se decía católico, no surgió de la preocupación de ser plenamente fiel a la doctrina católica, sino de hacerse aceptable al modernismo. Rahner, por lo demás, no ha tenido los escrúpulos de Descartes, y de su teología moral ha extraido las consecuencias inmorales de su gnoseología idealista y de su metafísica panteísta. La Revelación cristiana es Revelación del Misterio de Dios. También en esto Rahner está en error. De hecho, para él decir que Dios en el cristianismo revela Su misterio no significa que Cristo nos lo haga inteligible en los conceptos y por tanto, al fin de cuentas, en el dogma. Para Rahner el misterio divino no puede ser en absoluto conceptualizado, porque es totalmente oscuro.
----------Por eso, según Karl Rahner, afirmar que nuestro Señor Jesucristo nos revela el misterio no significa que de este misterio comprendamos algo en el concepto de fe. No. Según Rahner, del Misterio no entendemos absolutamente nada. Pero entonces ¿en qué sentido se dice que es revelado el misterio? Es revelado, según Rahner, en el sentido de que Dios se nos revela precisamente como misterio. Por lo tanto, según Rahner, no se trata de que nosotros en el misterio revelado -por ejemplo la Santísima Trinidad- comprendamos algún aspecto, aunque sea de manera analógica y limitada, sino que su significado se nos escapa, porque nos supera infinitamente. Entonces, en Rahner, como hemos visto, no comprendemos conceptualmente nada. Sin embargo, tenemos esa experiencia de la cual se habló antes. La cual, lamentablemente, es una invención de Rahner. Él nos asegura que todos la tenemos. ¿Pero quién puede creerle?
----------También el apofatismo y el misticismo exagerado ponen en peligro el dogma. Y aquí -y esto me desagrada decirlo, pero debo decirlo- es necesario hacer una severa nota al gran Dionisio el Areopagita, fundador de la teología mística, que ha hecho escuela en las grandes corrientes místicas desde el Medioevo hasta nuestros días, sobre todo en Oriente, la mística dominicana, franciscana, carmelitana, cisterciense, benedictina, autor del importante tratado sobre los Nombres Divinos comentado por santo Tomás de Aquino, ese Dionisio, el cual, al concluir su sublime Teología Mística, presa de un deseo incontrolado de apofatismo iconoclasta, niega todos los atributos bíblicos de Dios, como el de la Eternidad, del Poder, de la Razón, del Intelecto, de la Decibilidad, de la Ciencia, de la Sabiduría, de la Verdad, de la Vida, de la Luz, de la Bondad, de la Paternidad, de la Filiación, del Espíritu. ¡Y es el mismísimo autor de De divinis nominibus!
----------El único atributo que queda -nadie sabe por qué- en Dionisio es el atributo de "causa primera". Al menos se sabe de qué está hablando. Y de esa causa primera Dionisio dice: "De ella no hay palabra ni nombre ni conocimiento; no es oscuridad ni luz, ni extravío, ni verdad; de ella no se da ni afirmación ni negación". No, no podemos estar acordes con esto. La verdadera mística no es el silencio que suprime la palabra y, por tanto el dogma, sino que es el silencio que surge de la palabra y, por tanto, del dogma.
----------También la masonería, como es sabido, rechaza la Revelación cristiana del misterio de Dios. ¿Y esto por qué? Porque el Dios de la masonería no es un Dios creador, un Dios personal distinto de la razón humana, sino que es meramente un Dios "arquitecto del universo". Ahora bien, la razón humana ya es capaz de organizar racionalmente la naturaleza. Por tanto, no es un Dios que nos trascienda y que pueda tener misterios que revelarnos. Todo lo que de Dios podemos saber es lo que ya nos dice la razón. Y por eso el masón Fichte decía que Dios no es otro que la razón humana. ¿Qué puede revelarnos un Dios así que no  sepamos ya? Aquí tenemos el gnosticismo condenado por el papa Francisco.
   
La autoridad magisterial de las doctrinas del Concilio Vaticano II
   
----------Una especial dificultad está por el discernimiento del grado de autoridad de las doctrinas del Concilio Vaticano II. No están formuladas en cánones con el respectivo tradicional anáthema sit para los transgresores, que constituía una señal muy clara en los Concilios precedentes. En el caso del Vaticano II es necesario hacer un cribado que no es fácil, dada la mole enorme de los documentos.
----------Además, ciertas doctrinas y algunos ordenamientos prácticos del Concilio Vaticano II presentan un carácter de tal novedad, cambiando antiguas usanzas o creencias, lo cual ha motivado que algunos se hayan preguntado o hayan tenido la impresión de que estas enseñanzas estuvieran en contraste con lo que ya había sido definido, y hayan pensado que no se habría debido cambiar.
----------Algunos han sacado a relucir la "Tradición" pero sin tener de ella una idea correcta. De hecho, no la han entendido en sentido teórico, como deberían haberlo hecho si querían recurrir a un válido argumento, sino en el sentido de la duración temporal. Ahora bien, el simple hecho de que una tradición sea milenaria no constituye de por sí motivo suficiente para que no se la pueda abandonar.
----------Pero para entender si, en el ámbito de la doctrina católica, una tradición es inmutable (vale decir, no abrogable), es necesario considerar el contenido teórico especulativo o práctico de esa tradición. Ahora bien, si se trata de la Sagrada Tradición, como modalidad de la divina Revelación (y esto es lo único que puede ser válidamente citado en tal discusión) es necesario tener presente cuáles son sus efectivos contenidos, con prescindencia de la mayor o menor antigüedad de esa tradición.
----------En definitiva, para que podamos determinar en el ámbito de la fe y de la moral si una tradición debe o no debe ser conservada, no es necesario verificar si es antigua o no es antigua o si lo es más o si lo es menos, sino si es verdadera o no es verdadera, si es bueno o no es bueno el contenido de esa tradición. ¿Y cómo se hace para saberlo? Precisamente debemos confiarnos en el Magisterio de la Iglesia y en este caso específico, en el concilio ecuménico. Son los concilios los que nos explican los verdaderos contenidos de la Tradición, separándolos de las tradiciones caducas meramente humanas.
----------Por lo tanto, se equivocan aquellos que, tanto ayer como hoy, arrogándose conocer los contenidos de la Tradición mejor que el Concilio Vaticano II o que el Papa, han pretendido, en base a su concepto de Tradición, encontrar en el Vaticano II doctrinas "contrarias" a la Tradición. Lo cierto es todo lo contrario: todo Concilio Ecuménico y por tanto también el Vaticano II, por más innovador que sea, es el testimonio cualificado e infalible de la Tradición, en cuanto heraldo de aquella Revelación, que Cristo ha confiado a su Iglesia para ser transmitida a la humanidad hasta el fin de los siglos. Por tanto, si a alguien le parece que el Vaticano II rompe con la Tradición, estúdielo mejor y con humildad y se dará cuenta de que no es así.
----------Y por otra parte, contra una cierta interpretación de los documentos conciliares que los considerara sólo pastorales, se debe decir en cambio, como han aclarado los Papas del post-concilio, que los textos finales del Concilio Vaticano II contienen verdaderas y propias doctrinas, por más nuevas que sean, que vinculan al fiel católico en conciencia y que por consiguiente no pueden ser falsas ni falsificables.
----------Entre las doctrinas nuevas, por ejemplo, nunca hasta el Concilio Vaticano II la Iglesia había dicho que Cristo como acontecimiento nos ha hablado no sólo con la palabra, sino también con los gestos; nunca había hablado de la liturgia como fuente y cumbre de toda la vida cristiana; nunca había dicho que en la celebración de la Misa nosotros realizamos nuestra salvación; nunca había dado un juicio favorable sobre el Dios del Corán; nunca había dicho que puede salvarse también quien no tiene un conocimiento explícito de Dios; nunca había abierto a la mujer el acceso a los ministerios litúrgicos no ordenados ni al doctorado de la Iglesia; nunca había dicho que el derecho a la libertad religiosa está fundado en la divina Revelación; nunca había reconocido que conservamos verdades de fe en común con los no-católicos; nunca había hablado de sacerdocio común de los fieles; nunca había enseñado el deber de la inculturación en la obra misionera; nunca había enseñado que en la resurrección encontraremos mejorados todos los bienes de esta tierra. Pero estas doctrinas no son otra cosa que la explicitación de la verdad que la Iglesia conoce y siempre ha enseñado.
   
Tres grados de autoridad de las doctrinas
   
----------Al respecto, es necesario hacer presente que el Magisterio doctrinal de la Iglesia presenta tres grados de autoridad, esto es, un grado máximo o primer grado, un grado medio o segundo grado, y un grado mínimo o tercer grado. ¿Cuál es la razón de estos tres grados? Tenemos dos razones: 1. la mayor o menor importancia de la materia, y 2. la mayor o menor urgencia de la materia.
----------1. Primera razón. Las verdades de fe no tienen todas la misma importancia, aunque todas son necesarias para nuestra salvación. En efecto, en el concierto de los valores teóricos y prácticos de la fe, la acción está ordenada a la contemplación, lo humano está ordenado a lo divino, la puesta en práctica es más importante que el simple saber, las obligaciones religiosas son más importantes que las obligaciones civiles, el amor a Dios es más importante que el amor al prójimo, la cristología es más importante que la mariología, las virtudes teologales son más importantes que las virtudes humanas, etc.
----------En consecuencia, los dogmas conexos con estos valores son más o menos importantes según la mayor o menor importancia de los valores que ponen en juego. De esto resulta que los dogmas constituyen un conjunto doctrinal orgánico, coherente, ordenado y unitario como el conjunto de los órganos de un mismo viviente. Después de todo, es más que lógico, promanan todos de esa divina Sabiduría que ha proyectado el plan de la salvación del hombre y la celestial glorificación del hombre en Cristo. Por eso, el Concilio Vaticano I habla de un "nexus mysteriorum" (Denz. 3016), es decir, de una relación recíproca de los dogmas entre sí, mientras que el Concilio Vaticano II habla de una "jerarquía" de las verdades de fe (Concilio Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, del 21 de noviembre de 1964, n.11).
----------Este nexo de las verdades entre sí no aparece inmediatamente de la simple lectura de la Sagrada Escritura y de la historia de los dogmas. Sino que nos damos cuenta de ello situándonos desde un punto de vista especulativo, que se interroga no sobre cuanto es narrado por la Escritura ni sobre cómo y por qué la Iglesia de hecho ha establecido, además del Canon bíblico, el orden de sucesión de los libros de la Sagrada Escritura, sino que nos preguntamos, tratándose de verdades eternas, aunque referidas a hechos históricos, sobre cuál podría ser la conexión lógica y sistemática de estas verdades entre sí.
----------En efecto, aun tratándose de verdades supra-racionales, no pueden estar contra la razón y de hecho no lo están. Sucede entonces que la razón encuentra en ellas un orden inteligible de tipo puramente especulativo. De tal modo, el nexo no sólo histórico-temporal, sino también teórico, de los dogmas entre sí da fundamento a la teología sistemática (cf. Juan Pablo II, Constitución Apostólica Sapientia christiana acerca de las Universidades y Facultades eclesiásticas, del 15 de abril de 1979 y Normas aplicativas de la Congregación para la Educación Católica, del 29 de abril de 1979). Al mismo tiempo, los dogmas más importantes son objeto de la fe de primer grado, mientras que los menos importantes pueden ser situados en el segundo o tercer grado.
----------2. Segunda razón. La Iglesia, por motivos pastorales, a lo largo de la historia, a su discreción, subraya o enfatiza mayormente una verdad de fe respecto a otra, tal como hacemos nosotros cuando, por ejemplo, mientras leemos subrayamos una frase interesante, o como los titulares de los periódicos que dan más o menos resalte a una noticia dependiendo de la importancia que quieren atribuirle.
----------Sucede, por otra parte, también en la labor de los medios de comunicación, que una noticia inicialmente sea de poco interés, pero subsecuentemente, por ulterior confirmación, se vuelve más cierta y más importante. Es necesario entonces anunciarla de nuevo con mayor fuerza. Así, de manera similar, cuando una maestra quiere hacer entender una cosa importante a sus alumnos un poco duros de entendederas, y le parece que se la toman a la ligera, alza la voz. Pues bien, algo similar ocurre en el Magisterio de la Iglesia. Jesús mismo, cuando quiere mostrar que se preocupa de modo especial por ciertas enseñanzas Suyas, las hace preceder de la fórmula "en verdad, en verdad os digo" (amen, amen dico vobis).
----------También sucede a veces que la Iglesia promueva en grado superior una verdad de fe o eleve a verdad de fe una doctrina teológica o eleve a dogma definido un dogma definible, ya se trate de un dogma especulativo o bien se trate de un dogma moral. Por cuanto respecta en cambio a la pastoral, a la disciplina y al derecho, fundados sobre el poder de las llaves (véase Mt 16,19), que es el poder de legiferar, gobernar y santificar, en este campo un Papa no es impecable y puede faltar a su deber de diversas maneras, ya sea a la prudencia, o faltando por excesiva indulgencia, o por excesiva severidad, o por oportunismo, o por descuido, o por parcialismo, o por acepción de personas o faltando contra la justicia.
----------Un Papa puede eventualmente cambiar decisiones pastorales o disciplinarias de un papa precedente. Está claro, además, que el Romano Pontífice no puede cambiar la ley moral, tanto la natural como, con mayor razón, la ley divina. En efecto, por voluntad de nuestro Señor Jesucristo, el Papa es infalible en la enseñanza del dogma moral ("confirma a tus hermanos", Lc 22,32) y disfruta, por voluntad de Cristo, de una forma especialísima de prudencia reinante sobrenatural, exclusivamente propia de la Papa ("tú eres Pedro", Mt 16,18), pero por otra parte no infalible ("apacienta mis corderos", Jn 21,15), que permite al Papa gobernar la Iglesia con sabiduría y justicia hacia el Reino de los Cielos.
----------Además, Cristo ha conferido a Pedro y a sus sucesores el poder de santificar mediante los sacramentos, es decir, de "atar y desatar" (cf. Mt 16,19) -el así llamado "poder de las llaves"- es decir, de perdonar o no perdonar los pecados, o sea de acoger y conservar en la Iglesia o de excluir de la Iglesia, poder que Cristo ha extendido también a los Apóstoles y sucesores con subordinación al Papa (Mt 18,18).
----------Naturalmente el Papa gobierna sobre la Iglesia de la tierra y no sobre la del cielo. Por eso no está dicho que un excomulgado quede con eso mismo excluido de la Iglesia celestial, como intrépidamente Savonarola le dijo a su verdugo. Y no está dicho que todos aquellos que no son visiblemente parte de la Iglesia, si son honestos y están en buena fe, no puedan pertenecerle inconscientemente e invisiblemente.
----------Sin embargo, mientras que en lo que respecta al don de la infalibilidad doctrinal, aquí el Espíritu guía infaliblemente al Romano Pontífice, en todos y cada uno de los tres grados de autoridad, por cuanto respecta al gobierno pastoral y disciplinario de la Iglesia, el Papa ciertamente tiene a su disposición un don del Espíritu, pero puede también no usarlo y por tanto pecar. Por esta razón los profetas, por ejemplo, una santa Catalina de Siena, un Dante Alighieri, un Savonarola, un san Bernardo, un san Pedro Damián, un beato Rosmini, corrigen a los Papas en la pastoral, pero no en la doctrina.
----------Es posible corregir la opinión personal de un Papa a la luz de la Escritura y la Tradición. Pero no es posible hacerlo cuando se trata del Magisterio pontificio, porque el Magisterio pontificio nos transmite el significado de la Escritura y la Tradición. Martín Lutero se engañó gravemente confundiendo el Magisterio pontificio con opiniones privadas y además falsas, pretendiendo por tanto refutar el Magisterio pontificio a la luz de la Escritura, cuando es precisamente la Escritura la que está iluminada por el Magisterio pontificio. Marcel Lefebvre se engañó gravemente acusando al Concilio Vaticano II y al Magisterio pontificio postconciliar como opiniones privadas modernistas, pretendiendo por tanto refutar el Magisterio pontificio a la luz de la Tradición, cuando es precisamente la Tradición la que está iluminada por el Magisterio pontificio.
----------Un Papa, por tanto, en línea de principio, puede muy bien introducir cambios jurídicos disciplinarios o pastorales respecto a lo obrado por un papa precedente, sin que esto tenga nada que ver con el dogma o con la ley moral enseñada por la Iglesia, sobre todo si se trata de ley moral dogmatizada.
----------A continuación, examinaremos en detalle todos y cada uno de los tres grados de autoridad del Magisterio.

34 comentarios:

  1. Me parece que no termina de definir claramente qué es magisterio pontificio y diferenciarlo de la opinión personal de un papa. La distinción es muy importante, porque usted le asigna valor infalible a todo el magisterio pontificio, posición muy minoritaria si hay alguna, entre los hermeneutas del magisterio, excepción hecha de los ultramontanos tan brillantemente refutados por San John Henry Cardenal Newman e incluso por la carta de Monseñor Dupanloup aprobada por Pío IX.
    Por otra parte, al decir que la Escritura o la Tradición es iluminada por el magisterio pontificio, le asigna a éste un valor de fuente de la revelación que está en directa contradicción con el magisterio conciliar (DV), y que aparece en algunos manuales ultramontanos de la primera mitad del siglo XIX ya superados., que hablaban del magisterio como una fuente próxima de la Revelación, hipertrofiando su valor.
    Pero bueno, echo en falta la definición del magisterio pontificio. Si estamos hablando del magisterio ordinario, formulado con intención manifiesta de enseñar, a toda la Iglesia y reiterado en documentos formales a lo largo de mucho tiempo, sin contradicción con pronunciamientos anteriores y concorde con la Escritura y la Tradición estaríamos hablando del llamado magisterio ordinario infalible. Pero sólo con estos recaudos. Por ejemplo, la doctrina sobre la anticoncepción. Y por supuesto, no son parte de este magisterio los juicios fenomenológicos que no procuran enseñar sino describir una realidad a ojos del autor (buena parte de los documentos del Concilio, especialmente Gaudium et Spes). Tampoco las iniciativas pastorales contaminadas de mala doctrina (bendición a parejas homosexuales o comunión a adúlteros, aunque en estos casos hay errores notorios condenados previamente por el magisterio pontificio).

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    1. Estimado RP ("Ludovicus"),
      el magisterio pontificio es la actividad magisterial del Papa como Sucesor de Pedro y Maestro de la fe. Cuando él, bajo este título, enseña en materia de fe y de moral a toda la Iglesia, disfruta del don petrino de confirmar a los hermanos en la fe, de modo tal que enseña siempre la verdad y, tratándose de verdades de fe y de moral, se trata de doctrinas irreformables y no falsificables.
      El magisterio pontificio está sujeto a tres grados de autoridad:
      El 1° grado es el más importante y se refiere a la definición de nuevos dogmas, por lo cual aquí tenemos el dogma definido. Se trata aquí de verdades de fe, que deben ser creídas con fe divina o teologal. Éste es el magisterio extraordinario y solemne.
      En el 2° grado, el Papa enseña doctrinas definitivas en materia de fe o de moral, que son dogmas definibles. Ellas deben ser recibidas con fe en la Iglesia. La materia aquí puede ser o de pura fe (dato revelado) o bien de razón conexa con la fe (próxima a la fe). Esto es magisterio ordinario y es infalible.
      En el 3° grado tenemos el magisterio ordinario auténtico, también él infalible, que debe ser acogido con religioso obsequio de la inteligencia y de la voluntad. Aquí la materia sigue siendo de fe y de moral, que pueden ser declarada doctrina definitiva.
      Esta doctrina ya era referida, aunque no en estos términos tal como aquí la expreso, en buenos tratados teológicos de los años 1950 del siglo pasado.
      Por cuanto respecta a su opinión personal, el Papa puede tratar temas de fe o de moral, pero sin intención de enseñar como Papa. Se trata de pronunciamientos en los cuales el Papa habla, pero no como Papa, sino como simple cristiano y por tanto sujeto a la falibilidad. Ofrezco algunos ejemplos: como cuando el papa Francisco, en una entrevista televisiva concedida a Fazio, ha expresado como voto personal la esperanza de que todos se salven, precisando que no tenía intención de pronunciar un dogma ni hablar como Pontífice. Otro ejemplo es el del papa Benedicto XVI, quien en su trilogía cristológica ha afirmado expresar opiniones personales, como teólogo y no como Pontífice, invitando a la discusión.
      Por último, respecto a la expresión de que el Papa ilumine la Tradición y la Escritura, no es ésta una expresión del todo precisa, y debe ser bien entendida. Más preciso es decir que el Papa interpreta la Tradición y la Escritura de modo infalible. Es él quien es iluminado por la Escritura y por la Tradición y, interpretándolas, a su vez nos ilumina a nosotros como Maestro de la fe.
      Por ello no es lícito citar la Escritura o la Tradición para cuestionar o contestar el Magisterio doctrinal del Papa.

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    2. Sin embargo, padre Filemón, usted en el artículo dice claramente:

      "Martín Lutero se engañó gravemente confundiendo el Magisterio pontificio con opiniones privadas y además falsas, pretendiendo por tanto refutar el Magisterio pontificio a la luz de la Escritura, cuando es precisamente la Escritura la que está iluminada por el Magisterio pontificio. Marcel Lefebvre se engañó gravemente acusando al Concilio Vaticano II y al Magisterio pontificio postconciliar como opiniones privadas modernistas, pretendiendo por tanto refutar el Magisterio pontificio a la luz de la Tradición, cuando es precisamente la Tradición la que está iluminada por el Magisterio pontificio".

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    3. Estimado Pablo,
      su objeción es correcta y se refiere, si he entendido bien, al significado que se debe dar a la palabra "iluminar".
      En mi artículo, efectivamente, se entiende, por el contexto (no sólo en lo que ya se ha publicado, sino en las dos últimas partes que publicaré en los próximos días), que uso la palabra iluminar, pero en el sentido de interpretar, es decir, de dejar claro el significado del texto, como cuando decimos por ejemplo "arrojar luz sobre un texto".
      En cambio, en otros artículos de este blog referidos al mismo tema, he usado indistintamente la palabra "interpretar", con el mismo indicado sentido de iluminar.
      Ahora bien, en mi comentario anterior, considerando que iluminar puede significar también "poseer una luz superior que instruya al discípulo", entendiendo la palabra en este sentido, he dicho que el Papa no ilumina la Escritura o la Tradición en este sentido, sino que al contrario, que por ellas es iluminado.
      En otras palabras, no es que el Papa nos ilumine porque él posea una luz superior a la que proviene de la Escritura y de la Tradición, sino que nos ilumina en el sentido de que arroja luz mejor que nosotros sobre estas verdades, porque tiene de Dios el don de interpretarlas para nosotros infaliblemente.

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    4. Acá la cuestión hay que focalizarla en lo que ud llama tercer grado de magisterio, ya que no discutimos que lo que el Papa enseña ex cathedra sea infalible, y tampoco lo que constituye el magisterio ordinario infalible. Pero lo que usted llama el tercer grado nadie serio hoy lo considera infalible, sobre todo después del documento del cardenal Ratzinger en la CDF "Instrucción sobre la Vocación Eclesial del Teólogo", donde claramente dice que las proposiciones pertenecientes a esta categoría son no definitivas y no infalibles. En esto recoge la tradición que arranca con Fessler y san John Newman, contra el pensamiento ultramontano que adjudica infalibilidad a las proposiciones que no son ex cathedra o que no cuentan con pronunciamientos definitivos en la tradición o el magisterio.
      Su posición, adjudicando infalibilidad automática a pronunciamientos del Papa que no sean ex cathedra está completamente superada, propia del pensamiento ultramontano e ignora el trabajo clarificador del cardenal Ratzinger.

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    5. IHS

      Estimado fray Filemón:

      Si el Magisterio eclesiástico llamado "auténtico" es, como Ud. dice (y es algo que parece sólo Ud. sostener, a mi entender sin fundamento), si es (repito) infalible, entonces la interpretación dada por los obispos de la región de Buenos Aires a Amoris laetitia, según la cual interpretación es lícito en determinados casos administrar la sagrada Comunión a los que viven objetivamente adulterando (es decir, a los separados que viven "more uxorio" con otra persona que no es su cónyuge (todavía vivo), entonces tal interpretación sería infaliblemente verdadera (según su posición): no sólo porque el Sumo Pontífice la aprobó diciendo "No hay otras interpretaciones", sino porque en el Rescriptum que figura en las AAS dice, refiriéndose a la Carta de los obispos de Bs. As. y a la respuesta del Santo Padre: "Summus Pontifex decernit ut duo Documenta quae praecedunt edantur per publicationem in situ electronico Vaticano et in Actis Apostolicae Sedis, velut Magisterium authenticum".

      Ergo, si tal doctrina (claramente errónea) es, según su posición, infaliblemente verdadera, Ud. debería aceptarla...

      Le pido que por favor tenga la deferencia de publicar y contestar a este mi comentario.

      Muchas gracias.

      Un cordial saludo.

      In Domino,

      Federico Ma.

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    6. Ludovicus: che, Peretó, ¿desde cuando vos sabés teología?

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    7. Estimado RP ("Ludovicus),
      en este comentario y en los siguientes, le reporto los pasajes del Documento que se refieren al 2º o al 3º grado.
      Cuando hablo del 3° grado, me refiero al 3° grado del cual habla la carta Ad tuendam fidem y la Nota Doctrinal explicativa adjunta:
      https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_1998_professio-fidei_sp.html
      Por cuanto respecta a la expresión "ex cathedra", ella significa "de la cátedra de Pedro", vale decir, se refiere a los actos del Magisterio doctrinal pontificio en los cuales el Sumo Pontífice enseña a toda la Iglesia en materia de fe o de moral, en cuanto Sucesor de Pedro.
      Ahora bien, la Nota ilustrativa de la CDF de 1998, anexa a la Ad tuendam fidem, firmada por el cardenal Ratzinger, habla de Magisterio de la Iglesia o Magisterio Pontificio en materia de fe y de moral en los tres grados.
      Por otra parte, el término "infalibilidad" hace referencia a una doctrina siempre verdadera, cual es la doctrina de fe y de moral, enseñada en todos y cada uno de los tres grados.
      En cuanto a la cualificación de "definitivo", es usada en el 1º y el 2º grado. Pero el hecho de que ella no sea usada en el 3° grado, no quiere decir que se trata de doctrinas no definitivas, sino que significa que aquí la Iglesia simplemente no pretende usar esta palabra, para evidenciar que se trata de una autoridad inferior a la del 1° grado y 2° grado.
      En realidad, que se trate de doctrinas definitivas y siempre verdaderas, o sea irreformables, se deduce del hecho de que también aquí la Iglesia enseña en materia de fe y de moral y, por lo tanto, también aquí la enseñanza no puede ser más que infalible, es decir, siempre verdadera.

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    8. Estimado R.P. ("Ludovicus"),
      Respecto al otro documento por usted citado: la Instrucción Donum Veritatis sobre la vocación eclesial del teólogo,
      https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19900524_theologian-vocation_sp.html
      cito los siguientes pasajes:

      16. El oficio de conservar santamente y de exponer con fidelidad el depósito de la revelación divina implica, por su misma naturaleza, que el Magisterio pueda proponer "de modo definitivo" enunciados que, aunque no estén contenidos en las verdades de fe, se encuentran sin embargo íntimamente ligados a ellas, de tal manera que el carácter definitivo de esas afirmaciones deriva, en último análisis, de la misma Revelación.
      Lo concerniente a la moral puede ser objeto del magisterio auténtico, porque el Evangelio, que es palabra de vida, inspira y dirige todo el campo del obrar humano. El Magisterio, pues, tiene el oficio de discernir, por medio de juicios normativos para la conciencia de los fieles, los actos que en sí mismos son conformes a las exigencias de la fe y promueven su expresión en la vida, como también aquellos que, por el contrario, por su malicia son incompatibles con estas exigencias. Debido al lazo que existe entre el orden de la creación y el orden de la redención, y debido a la necesidad de conocer y observar toda la ley moral para la salvación, la competencia del Magisterio se extiende también a lo que se refiere a la ley natural.
      Por otra parte, la Revelación contiene enseñanzas morales que de por sí podrían ser conocidas por la razón natural, pero cuyo acceso se hace difícil por la condición del hombre pecador. Es doctrina de fe que estas normas morales pueden ser enseñadas infaliblemente por el Magisterio.

      17. Se da también la asistencia divina a los sucesores de los Apóstoles, que enseñan en comunión con el sucesor de Pedro, y, en particular, al Romano Pontífice, Pastor de toda la iglesia cuando. sin llegar a una definición infalible y sin pronunciarse en "modo definitivo", en el ejercicio del magisterio ordinario proponen una enseñanza que conduce a una mejor comprensión de la Revelación en materia de fe y costumbres, y ofrecen directivas morales derivadas de esta enseñanza.
      Hay que tener en cuenta, pues, el carácter propio de cada una de las intervenciones del Magisterio y la medida en que se encuentra implicada su autoridad; pero también el hecho de que todas ellas derivan de la misma fuente, es decir, de Cristo que quiere que su pueblo camine en la verdad plena. Por este mismo motivo las decisiones magisteriales en materia de disciplina, aunque no estén garantizadas por el carisma de la infalibilidad, no están desprovistas de la asistencia divina y requieren la adhesión de los fieles.

      18. El Romano Pontífice cumple su misión universal con la ayuda de los organismos de la Curia Romana, y en particular de la Congregación para la doctrina de la fe por lo que respecta a la doctrina acerca de la fe y de la moral. De donde se sigue que los documentos de esta Congregación, aprobados expresamente por el Papa, participan del magisterio ordinario del sucesor de Pedro.

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    9. Estimado R.P. ("Ludovicus"), sigo citando de Donum Veritatis:

      23. Cuando el Magisterio de la Iglesia se pronuncia de modo infalible declarando solemnemente que una doctrina está contenida en la Revelación, la adhesión que se pide es la de la fe teologal. Esta adhesión se extiende a la enseñanza del magisterio ordinario y universal cuando propone para creer una doctrina de fe como de revelación divina.
      Cuando propone "de modo definitivo" unas verdades referentes a la fe y a las costumbres, que, aun no siendo de revelación divina, sin embargo están estrecha e íntimamente ligadas con la Revelación, deben ser firmemente aceptadas y mantenidas.
      Cuando el Magisterio aunque sin la intención de establecer un acto "definitivo", enseña una doctrina para ayudar a una comprensión más profunda de la Revelación y de la que explícita su contenido, o bien para llamar la atención sobre la conformidad de una doctrina con las verdades de fe, o en fin para prevenir contra concepciones incompatibles con esas verdades, se exige un religioso asentimiento de la voluntad y de la inteligencia. Este último no puede ser puramente exterior y disciplinar, sino que debe colocarse en la lógica y bajo el impulso de la obediencia de la fe.

      33. El disenso puede tener diversos aspectos. En su forma más radical pretende el cambio de la iglesia según un modelo de protesta inspirado en lo que se hace en la sociedad política. Cada vez con más frecuencia se cree que el teólogo sólo estaría obligado a adherirse a la enseñanza infalible del Magisterio, mientras que, en cambio, las doctrinas propuestas sin la intervención del carisma de la infalibilidad no tendrían carácter obligatorio alguno, dejando al individuo en plena libertad de adherirse o no, adoptando así la perspectiva de una especie de positivismo teológico. El teólogo, por lo tanto, tendría libertad para poner en duda o para rechazar la enseñanza no infalible del Magisterio, especialmente en lo que se refiere a las normas particulares. Más aún, con esta oposición critica contribuiría al progreso de la doctrina.

      38. Por último, el recurso al argumento del deber de seguir la propia conciencia no puede legitimar el disenso. Ante todo porque ese deber se ejerce cuando la conciencia ilumina el juicio práctico en vista de la toma de una decisión, mientras que aquí se trata de la verdad de un enunciado doctrinal. Además, porque si el teólogo, como todo fiel debe seguir su propia conciencia, está obligado también a formarla. La conciencia no constituye una facultad independiente e infalible, es un acto de juicio moral que se refiere a una opción responsable. La conciencia recta es una conciencia debidamente iluminada por la fe y por la ley moral objetiva, y supone igualmente la rectitud de la voluntad en el seguimiento del verdadero bien.

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    10. Está claro: " sin llegar a una definición infalible y sin pronunciarse en modo definitivo": no son infalibles, ¿cómo se lo tienen que decir para que deje de repetir que son infalibles? Otra cosa es el grado de seguridad o la obligatoriedad de una doctrina, es un tema aparte.

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    11. Estimado R.P.,
      la expresión "definición infalible" es usada sólo para el 1° grado para subrayar la importancia y la solemnidad de la proclamación de un nuevo dogma.
      Le hago presente una vez más que la expresión "infalible" simplemente significa "siempre verdadero". Ahora bien, la Iglesia enseña la verdad de fe también en el 2° y en el 3° grado, por lo cual también para estos dos grados se puede hablar de infalibilidad. Por lo tanto, aunque la expresión "definición infalible" no es usada para los otros dos grados, no quiere decir que cuando la Iglesia trata de materia de fe o de moral en los dos grados inferiores pueda cometer errores o cambiar doctrina o retractarse de lo que ha dicho. La terminología sirve para distinguir los tres grados de nivel de autoridad.
      En pocas palabras: algunos dogmas definidos en el 1º grado han sido expresados a lo largo del tiempo en el 2º y en el 3º grado. Hay una especie de ascenso de grado, a medida que la Iglesia, con el pasar del tiempo, logra una certeza cada vez mayor con respecto a las doctrinas de fe y de moral. Por otra parte, los tres grados corresponden a tres modalidades progresivamente crecientes en las cuales la Iglesia pretende subrayar la importancia de una determinada doctrina.
      Por cuanto respecta a los contenidos, en el 1º grado tenemos los puros y simples misterios revelados. En el 2° grado se trata de una verdad de razón conexa con la verdad de fe. En el 3° grado se trata de dos verdades de razón conectadas entre sí y con la verdad de fe.
      Por ejemplo, la ciencia conduce a la filosofía, la filosofía es el presupuesto de la fe. Si se niega el valor de la ciencia, colapsa la metafísica, si la metafísica colapsa, la fe es imposible.
      Finalmente, tenga también en cuenta que los grados de seguridad o de obligatoriedad aumentan con el aumentar de la importancia de la verdad enseñada por la Iglesia. Por lo cual, si en el 3° grado la Iglesia pudiera ser falible, no daría ninguna seguridad ni certeza de lo que dice.
      Ludovicus: reflexione serenamente sobre esto que le digo, repase serenamente los documentos por usted mismo citados, y verá que todo se armoniza sin dificultades.

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    13. Estimado Federico,
      la aprobación de la propuesta de los obispos argentinos por parte del Santo Padre no tiene el carácter de una enseñanza doctrinal, sino de una elección pastoral, la cual de por sí no es infalible, tanto es verdad estoque un futuro Papa podría volver a las disposiciones de san Juan Pablo II en la Familiaris Consortio al n.84.

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    14. Estimado fray Filemón:

      Su respuesta se pasa olímpicamente por alto el pasaje que cité de las AAS, en el que se dice expresamente que tanto la interpretación de los obispos de Bs. As. como la respuesta de Francisco constituyen "magisterio auténtico".

      In Domino,

      F.M.

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    15. Estimado Federico,
      aquí el Santo Padre, con la expresión "magisterio auténtico", evidentemente no se refiere a magisterio doctrinal o dogmático, porque no se trata de materia de fe, sino que se trata solamente de magisterio pastoral, desde el momento que es evidente que la cuestión de si los divorciados vueltos a casar pueden o no pueden hacer la Comunión es una cuestión que atañe solamente a la disciplina eclesial en la administración de los Sacramentos, materia acerca de la cual el Sumo Pontífice tiene facultad de conservar, mejorar, innovar, abrogar o cambiar a su discreción, tanto es verdad esto que como el papa Francisco ha cambiado aquello que había decidido san Juan Pablo II, un Papa que siguiera a Francisco podría cambiar lo que ha hecho él.
      La inmutabilidad de las enseñanzas magisteriales se refiere a las materias doctrinales o dogmatizables o bien a los dogmas mismos, pero no se refiere a las disposiciones pastorales, que están vinculadas a las circunstancias cambiantes de tiempo, lugar y de persona.

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    16. Estimado Filemón:

      Sostener que algo es lícito o ilícito es una enseñanza doctrinal.

      Ud. dice: "que atañe solamente a la disciplina eclesial en la administración de los Sacramentos, materia acerca de la cual el Sumo Pontífice tiene facultad de conservar, mejorar, innovar, abrogar o cambiar a su discreción".

      Sed contra:

      "La prohibición establecida en ese canon, por su propia naturaleza, deriva de la ley divina y trasciende el ámbito de las leyes eclesiásticas positivas". "Teniendo en cuenta la naturaleza de la antedicha norma (cfr. n. 1), ninguna autoridad eclesiástica puede dispensar en caso alguno de esta obligación del ministro de la sagrada Comunión, ni dar directivas que la contradigan" (PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS TEXTOS LEGISLATIVOS, DECLARACIÓN SOBRE LA ADMISIBILIDAD A LA SAGRADA COMUNIÓN DE LOS DIVORCIADOS QUE SE HAN VUELTO A CASAR).

      In Domino,

      F.M.

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    17. Estimado Federico,
      el papa Francisco en la AL hace presente que los DR (divorciados resposados) pueden estar en estado de gracia. Sin embargo, es cierto que los dos podrían también no estar en gracia. Es evidente que, si hacen la Comunión sin estar en gracia, cometen sacrilegio. Pero el problema es: ¿es cierto que en todos los casos los DR están privados de la gracia divina, es decir, en pecado mortal? ¿Cómo puede saberlo el sacerdote que distribuye la Comunión?
      Nadie duda que la indisolubilidad del matrimonio sea de ley natural. Y nadie duda de que el adulterio, si se comete con plena advertencia y deliberado consentimiento, es pecado mortal.
      En este punto nosotros debemos distinguir la ley natural de la ley eclesiástica. La primera manda la indisolubilidad del matrimonio. La segunda es una norma prudencial de facultad del Papa, donde un Papa puede también cambiar lo que ha hecho un Papa precedente.
      Esto no debe escandalizar a nadie, porque el permitir o el no permitir a un fiel hacer la Comunión Sacramental no tiene nada que ver con la ley natural, por lo cual el permitirlo a un fiel, que en el pasado ha pecado contra la indisolubilidad del matrimonio, no tiene nada que ver con la aprobación del adulterio, porque, aun suponiendo que cuando cometió adulterio lo haya hecho con malicia, es de suponer que desde entonces el fiel se ha arrepentido y ha sido perdonado por Dios. Ciertamente en el presente los dos miembros de la pareja tienen una relación concubinaria, cosa evidentemente contraria a la ley natural. Sin embargo, no podemos excluir que, incluso en una alternancia de pecado o de justicia, ellos al momento de la Comunión se encuentren en gracia. ¿Por qué pueden estar en gracia? Porque Dios puede perdonar, si están arrepentidos, incluso sin los Sacramentos.
      Este es el motivo por el cual el papa Francisco ha dicho que pueden estar en gracia. Ahora bien, este juicio del Papa no tiene nada que ver con la aprobación del adulterio.
      Todo esto significa que aquí no se trata en absoluto de ofender la ley natural, sino de dejar al Papa la responsabilidad de reglamentar la administración de los Sacramentos.
      Por otra parte, cabe señalar que esta concesión hecha por el papa Francisco presupone una situación de los DR tal por la cual, por causas de fuerzas mayores, no se pueden separar, al menos en el corto plazo. He aquí las famosas atenuantes, de las cuales habla el papa Francisco.

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  2. Serafín Savelloni6 de marzo de 2024, 15:13

    Estimado padre Filemón,
    los comentarios del señor Ludovicus me hacen recordar a una persona que conozco y a quien, a pesar de la enorme distancia que existe entre mi fe católica y sus ideas, sigo considerando mi amigo, aunque la realidad de nuestra relación diste mucho de lo que dice strictu sensu la definición de "amigo".
    Tocado por el virus lefebvriano, o más bien filo-lefebvriano, desde hace digamos unos cuarenta años, en una diócesis regida por uno de esos Obispos que, habiendo participado en el Concilio Vaticano II y votando unánimemente con la mayoría a favor de los textos promulgados por el Papa Pablo VI, luego volvió a su diócesis a la que rigió casi como si el Concilio no hubiera tenido lugar.
    Mi amigo recibió todo eso, y ahora sufre las consecuencias.
    Él parte de unos presupuestos que, explícitos o no, se pueden resumir en un puñado de ideas: el Concilio es la avanzada modernista en la Iglesia, el Papa sólo es infalible en sus definiciones solemnes y cuando repite literalmente el magisterio precedente, y el Papa que siga las directrices del Vaticano II siempre queda a un paso de convertirse en hereje. De hecho creo que mi amigo cree que el papa Francisco lo es en muchos aspectos.
    ¿Cómo se hace para cambiar su arraigada ideología filo-lefebvriana a alguien que ha bebido de ella durante cuarenta o cincuenta años?
    Es cierto que no hay nada imposible para Dios, salvo el pecado y lo contradictorio. Pero...
    Pues bien, Ludovicus me recuerda mucho a este amigo mío, por quien rezo todos los días...

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    1. Creo que todo consiste en seguir a Cristo y sólo a Cristo..., y no a los idolillos que ponemos en lugar de Cristo... por santos que fueren... llámense Lutero, Lefebvre, Newman, o quien sea... Si se sigue de veras a Cristo... entonces se seguirá a Aquel que ha dicho "sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia" y también "confirma a tus hermanos" y también "Pedro, he rezado por tí, para que tu fe no desfallezca"... Vistas así las cosas, todo consiste simplemente en seguir lo que Cristo dijo e hizo...

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    2. Estimado padre Serafín,
      me alegro del hecho que usted haya conservado su amistad con esa persona de la cual me habla.
      Yo también tengo desde hace muchos años relaciones con católicos ligados al preconcilio. En cierto modo yo un poco los entiendo, porque efectivamente con el Concilio se ha producido un giro epocal, que no ha sido fácil de entender y fue malinterpretado por muchos, tanto para alegrarse por ese punto de inflexión, como es el caso de los modernistas, como para entristecerse por él, como es el caso de los filo-lefebvrianos.
      ¿Qué podemos hacer nosotros, que por gracia de Dios, hemos sabido evitar estos dos opuestos extremismos? Debemos hacer todos los esfuerzos posibles para llamar a estos hermanos a volver a un catolicismo pleno, equilibrado, completo, normal y coherente, en la plena comunión con el Santo Padre y en la auténtica comprensión del significado del Concilio Vaticano II.

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    3. Estimada Rosa Luisa,
      usted ha captado la substancia y el fondo de la cuestión con mucha sabiduría cataliniana, recordando simplemente que el Papa es el Sucesor de Pedro, dotado de un carisma de infalibilidad en el conservar, interpretar, proclamar, defender y hacer conocer siempre cada vez mejor el depósito de la fe, sea cual sea su grado de autoridad, ya sea que se exprese de modo solemne y extraordinario, definiendo un nuevo dogma de fe, o ya sea que se exprese de modo ordinario en grados menores de autoridad, pero siempre comunicándonos la verdad de fe o ligada a la fe, verdad infalible, inmutable, irreformable, no falsificable y perenne.

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    1. ¡Ay de los idolillos!... ¡Ay de las idolatrías!...
      Seguir a Cristo... simplemente seguir a Cristo... y ser simples y fieles hijos de la Madre Iglesia...

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    2. ¡Ay Peretó!... Te conocen...
      ¿Cuál es el motivo para que te metas a discutir de teología?
      ¿Justamente vos?

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    3. Si Peretó dice que no es lefebvriano, no podrá evitar que lo califiquen de pro-lefebvriano.

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    4. Disculpen, alguien me puede aclarar si cuando hablan de Ludovicus, o Peretó, se refieren a Rubén Peretó Rivas?

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    5. Estimada Rosa Luisa,
      no hace falta que repita mi anterior parecer acerca de su comentario: está usted señalando la cuestión que subyace a toda esta discusión.
      Efectivamente, se trata de seguir al Papa en cuanto Vicario de Cristo, es decir, representante de Cristo en esta Iglesia peregrina en la tierra.
      ¿Acaso podemos dudar que el Vicario de Cristo nos enseñe siempre la verdad en materia de fe y de moral? Sería dudar de las promesas de Cristo.

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    6. Estimados Víctor, y Anónimos,
      les pido que no me pongan en la obligación de tener que eliminar intervenciones de lectores porque no se ajustan al respeto interpersonal y a las normas del buen dialogar y sincero respeto por las evidencias.
      Por lo tanto, les pediría que se limiten a discutir sobre el tema del artículo publicado o sobre cuestiones a él conexas.
      Es probable, no lo dudo, que ustedes conozcan la identidad de tal o cual lector que ha preferido manifestarse bajo un seudónimo. En ocasiones yo también conozco tales identidades. Pero debemos respetar la decisión de tal o cual lector de usar un seudónimo.
      Por favor, dialoguemos sobre los temas que se han planteado, y no sobre personas en concreto.

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    7. Anónimo: por supuesto que sí, se trata de quien usted menciona.

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  4. Sergio Villaflores7 de marzo de 2024, 5:36

    En estas discusiones que aquí se han producido acerca del concepto de "infalibilidad" por parte de algunos comentaristas, es inevitable advertir una mentalidad "indietrista" como dice Papa Francisco. Yo la llamaría simplemente mentalidad lefebvriana, herética y cismática.
    Me da la impresión, no, mejor voy a ser sincero: se me hace evidente que tanto Ludovicus, Peretó o como se llame, y Federico, tienen mentalidad lefebvriana, y parten del prejuicio de considerar la infalibilidad como una propiedad que sólo tiene la proclamación solemne de un dogma, tal como ha sido expresado en el Concilio Vaticano I.
    Pero eso es del siglo XIX. Ha corrido mucha agua bajo los puentes desde entonces. Hoy la Iglesia sabe mucho más de sí misma que hace 150 años!
    En el rechazo que Ludovicus y Federico expresan a lo expuesto por el padre Filemón en su artículo, advierto simplemente un rechazo del Magisterio de la Iglesia que se ha explicado a sí mismo en sus documentos, como la carta Ad tuendam fidem y la Nota doctrinal añadida. ¿No es éste un simple rechazo a un texto pontificio del postconcilio como lo vienen haciendo una y otra vez los lefebvrianos desde hace cincuenta años?...
    Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    1. Estimado Sergio,
      estoy plenamente de acuerdo con usted en el señalar la tendencia lefebvriana de los dos mencionados lectores, aún en el caso que ellos rechazan o rechacen este título, pero yo presto atención a los hechos y no a las palabras.
      Desgraciadamente, ésta se trata de la actitud típica de aquellos a quienes el Santo Padre llama "indietristas". Este indietrismo se puede notar en el hecho de que, como usted ha señalado, para poder justificar sus acusaciones de herejía hechas contra las doctrinas del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Papas del postconcilio, apelan a la famosa definición de la infalibilidad pontificia del Concilio Vaticano I para considerarse dispensados de aceptar el magisterio pontificio, del cual he hablado en las cuatro partes de mi artículo y en las respuestas que a estos dos lectores les he ofrecido.
      Sin embargo, a causa de su indietrismo, así como se niegan a aceptar la Nota a la Ad Tuendam Fidem, la cual explica cómo el Papa, en cuanto sucesor de Pedro, es infalible no sólo en el 1° grado, que se refiere a las definiciones dogmáticas, sino también en los dos grados inferiores, se deduce que ellos se permiten sostener que el Papa, en los dos grados inferiores, puede cometer errores.
      ¿Cuál es el propósito de toda esta operación? No es difícil entenderlo. El objetivo es lo que dije anteriormente, es decir, acusar de modernismo toda la enseñanza de la Iglesia después de Pío XII, que iniciando con el Concilio llega hasta el papa Francisco.

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    2. Vaya por delante que concuerdo perfectamente con usted. Más aún su blog es desde hace tiempo una guía para mi vida y pensamiento como católico, en estos tiempos no tan fáciles, en estos años nada sencillos para discernir la Verdad en la mole de enseñanzas del papa Francisco, a quien respeto y obedezco como Vicario de Cristo, Maestro de la Fe y Pastor Universal hacia el Reino de los Cielos, pero también reconozco a un hombre con sus debilidades y flaquezas, a las que hay que apartar, cribando el oro fino de sus enseñanzas.
      Concuerdo también en su juicio acerca de los aportes aquí publicados por algunos lectores (Federico, Ludovicus, alesolap, etc.).
      Quiero aclararle que conozco sin ningún tipo de dudas quienes son, bajo sus pseudónimos. Y es de lamentar que su blog, padre Filemón, ha servido (sin esa ser su intención) para revelar la farisaica hipocresía de quienes en otros foros son más diabólicos que el propio Satanás en sus críticas al Papa, y que, vistiéndose el traje de intelectuales, o de teólogos, que no lo son, se acercan a este blog con sofismas para socavar la doctrina católica.
      Quizás este mi comentario no sea publicado por usted, pero al menos quiero advertirle acerca de lobos vestidos con piel de oveja, vestidos aquí en este blog, porque en otros sitios de la web se manifiestan en todo su ropaje original: lobos feroces que toman al Papa de Roma como su principal enemigo con blasfemias que superan ampliamente a las que en su tiempo propaló Lutero.
      Tenga cuidado, y no sea tan ingenuo, padre Filemón.
      Bastaría que usted para rebuscar un poco en la web lo que Ludovicus, Peretó Rivas, Sosa Laprida, y otros, dicen contra el Papa, y el modo como lo dicen, para evitar que jueguen a doble cara en este su magnífico blog.
      Y adelante. No desmaye en su tarea. Dios le dará fuerzas y gracia para seguir adelante.

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    3. Estimado Gerardo,
      conozco perfectamente lo que usted dice.
      Las blasfemias contra el Papa, las críticas impiadosas hacia sus humanas flaquezas, el malinterpretar heréticamente su predicación y su pastoral lamentablemente ambiguas (pero no por eso carentes de verdad, si la sabemos encontrar), se han puesto de manifiesto sobre todo entre algunos argentinos (como los que usted menciona) que han sido incapaces de admitir que el ex arzobispo de Buenos Aires hoy sea el Vicario de Cristo y que en estos once años haya sido por voluntad de Cristo y como Él, la piedra en la que tropiezan. Se cumple una vez más la profecía: nadie es profeta en su tierra.
      De modo que conozco lo que usted testimonia. De hecho he dialogado y sigo dialogando con Sosa Laprida, Peretó Rivas y otros, ocultos tras diversos pseudónimos.
      Sé también que suelen expresarse en este blog de modo distinto a como lo suelen hacer en sus propios blogs o publicaciones, pues si aquí se expresaran del modo como lo suelen hacer habitualmente, sus comentarios aquí no serían publicados. De hecho, he debido eliminar muchas de sus intervenciones, que no son publicadas.
      Sin embargo, si asumimos nuestra condición de colaboradores de Cristo, de co-redentores con Cristo, no debemos eximirnos del trabajo, del esfuerzo, del empeño, e incluso del sufrimiento, que nuestra condición de cristianos conlleva; sobre todo si somos sacerdotes.
      Se trata de dejar de lado el pecado, y dialogar con el pecador, buscando solamente su conversión y su salvación.

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