miércoles, 20 de marzo de 2024

Fascismo y nazismo: orígenes, doctrina y actualidad (7/9)

El exterminio de los Hebreos fue motivado por la necesidad, teorizada por el nazismo, de eliminar al enemigo del pueblo alemán como pueblo elegido por Dios para dominar la tierra. Pero encuentra justificación también en la teoría del Estado de Carl Schmitt, que sostiene que el Estado tiene el derecho de suprimir a los enemigos internos que se oponen al bien del Estado. Ahora aquí debemos suponer al Estado nazi, que considera a los Judíos presentes en él como un peligro mortal para el Estado. Los argentinos podemos sentir estas ideas muy cercanas a nuestra historia reciente. ¿Cómo no advertir las mismas ideas sustentando el accionar de las últimas dictaduras militares que consideraron un deber eliminar a miles de argentinos por considerarlos enemigos opuestos al bien del Estado? Se trata de las mismas ideas nazifascistas. [En la imagen: fotografía de la llegada de judíos húngaros al campo de exterminio nazi de Auschwitz en el verano de 1944].

El exterminio de los Hebreos
   
----------El modo como fue organizado en el siglo pasado el exterminio de seis millones de Judíos es un clarísimo testimonio del extremo hasta el que puede llegar la maldad humana, cuando la inteligencia se ve empañada por ideas aberrantes acerca del bien y acerca del fin del hombre, y cuando el hombre puede disponer de manera abundante de los bienes de la tierra y de los instrumentos de la técnica.
----------No se había registrado en toda la historia de la humanidad una empresa criminal colectiva de similares proporciones y de tan refinada y estudiada maldad, y el hecho es que esto se ha verificado en una poderosa y civilizada nación animada por 1300 años de cristianismo, aunque ya corrompido por varios siglos de herejía y de idealismo panteísta. Así como la sublimidad del bien va más allá del marco de nuestras categorías ordinarias de comprensión, lo mismo ocurre con el mal inspirado por el demonio.
----------El exterminio de los Judíos, que fue teorizado, querido, planificado, organizado y llevado a cabo con la típica meticulosidad y disciplina de los alemanes, y con el uso de medios de impresionante alcance, que uno desearía que se hubieran utilizado para una causa digna. Y en cambio...
----------El exterminio de los Hebreos fue motivado por la necesidad, teorizada por el nazismo, de eliminar al enemigo del pueblo alemán como pueblo elegido por Dios para dominar la tierra. Pero encuentra justificación también en la teoría del Estado de Carl Schmitt, que sostiene que el Estado tiene el derecho de suprimir a los enemigos internos que se oponen al bien del Estado. Ahora aquí debemos suponer al Estado nazi, que considera a los Judíos presentes en él como un peligro mortal para el Estado. Los argentinos podemos sentir estas ideas muy cercanas a nuestra historia reciente. ¿Cómo no advertir las mismas ideas sustentando el accionar de las últimas dictaduras militares que consideraron un deber eliminar a miles de argentinos por considerarlos enemigos opuestos al bien del Estado? Se trata de las mismas ideas nazifascistas.
----------Todo hace suponer que la teoría del filósofo y jurista Carl Schmitt [1888-1985] acerca del derecho del Estado a la destrucción total del enemigo, que luego sirvió a los nazis para el exterminio de los Judíos, tiene una conexión con la práctica hebrea vétero-testamentaria del herem, es decir, precisamente del exterminio total del enemigo, como es narrado en la destrucción de Jericó.
----------No hay lugar para dos primados: o existe uno o existe el otro. Hay una lógica, por más perversa que sea, en el modo de razonar de los nazis hacia los Hebreos, pues si el pueblo elegido por Dios para someter a sí a la humanidad es el pueblo judío, no hay lugar para el pueblo alemán. Ahora bien, dado que, en cambio, según Schmitt, Dios eligió al alemán cristiano (entiéndase luterano), y no Judío, ergo...
----------De tal modo, los nazis, considerándose a sí mismos como el verdadero pueblo elegido de Dios, quisieron imitar a Israel en la ocupación del territorio de los otros pueblos. Al igual que los Islámicos, ellos estaban convencidos de que Dios había destinado para ellos toda la tierra, por lo cual les pertenecía a ellos por legítimo derecho. Por tanto, ocupar las tierras de los otros no era para ellos una invasión, sino apropiarse de aquello a lo que tenían derecho, también en base a la teoría del "espacio vital", sostenida por el propio Hitler. La tierra entera, que Dios había prometido a los nazis, no era más que territorio alemán.
----------Ahora bien, la superioridad de la raza alemana respecto a la raza judía, superioridad teorizada abundantemente por los nazis, es el símbolo de la superioridad espiritual cristiana de los alemanes respecto a la espiritualidad judía teorizada por Alfred Rosenberg [1893-1946].
   
El voluntarismo de Nietzsche
   
----------En el voluntarismo de Nietzsche, el saber es idéntico al ser, que a su vez es idéntico al querer. En sustancia, como señala bien Heidegger en su Nietzsche, para Nietzsche ser quiere decir querer y precisamente voluntad de poder. La metafísica de Nietzsche es la metafísica de la violencia, de la agresión, de la guerra, del conflicto. Cabe señalar que la dialéctica hegeliana no está tan lejana de esta visión de Nietzsche.
----------La diferencia es que Hegel tendría una pretensión de lógica, que está totalmente ausente en Nietzsche, que es un exaltador de lo irracional, de lo bestial o, como él dice darwinianamente, de la "selección natural". No hay en Nietzsche ninguna compasión por los débiles, los frágiles y los enfermos: deben sucumbir, porque deben sobrevivir los sanos y los fuertes. Éste es el principio de la metafísica nazi puesto en luz por Heidegger sobre la base de Nietzsche y visto como explicación final del cogito cartesiano:
----------El modo como Martín Heidegger se expresa es el siguiente: "Nietzsche dice que la búsqueda cartesiana de una certeza inquebrantable es una 'voluntad de verdad': 'voluntad de verdad' como 'no quiero ser engañado' o 'no quiero engañarme' o 'quiero convencerme y afirmarme', como formas de la voluntad de poder" (cf. Nietzsche, Ediciones Destino, Barcelona 2000, Tomo II, pp.149-150).
----------Pero no creo que Heidegger dé exactamente en el blanco. No se trata en Nietzsche, como por lo demás en Descartes, de la voluntad de verdad, cosa que presupondría la adaequatio intellectus et rei, sino que se trata del concepto cartesiano de verdad, que reaparece en Nietzsche al final de la parábola idealista: no me atengo a lo verdadero, sino que decido yo lo que es verdadero. El cogito, como bien dice Fabro, y en consecuencia el concepto nietzscheano de verdad, es un quiero: quiero que sea así. Sit pro ratione voluntas. La voluntad del Führer es ley. Para el Estado nazi-fascista, Estado que se personifica en el gobernante, en el Führer, no hay ley objetiva, sino ley subjetiva: para el gobernante no hay ley, hay "mi ley".
   
La doctrina nazi del Estado
   
----------La doctrina nazi, estando en la base de la organización estatal de toda una gran nación como la alemana, obviamente no podía dejar de poseer una doctrina del Estado. Y en efecto, esta ha sido sustancialmente la de Hegel (lo explica muy bien Maritain, en "La filosofía moral..."), con un giro tomado del Príncipe de Maquiavelo, para justificar la figura del Führer como déspota absoluto cuyo fin es el poder sobre la masa, para lo cual aquí interviene también el superhombre nietzscheano, expresión de la voluntad de poder, de esa voluntad, como dice Hegel, que se quiere a sí misma, por lo cual no está regulada por una ley natural o divina, sino sólo por sí misma, porque ella misma es divina y ocupa el lugar de Dios.
----------Para comprender la doctrina nazi del Estado es necesario considerar que su principio guía, y también principio informador, es el llamado Führerprinzip, el "principio-Führer". ¿De qué se trata? Para comprenderlo debemos referirnos a la concepción hegeliana del Estado en conjunción con el concepto nietzscheano de voluntad de poder. Hegel ve al Estado como Sustancia divina de carácter orgánico, que se autodetermina en la pluralidad de órganos que son los ciudadanos y las entidades infra-estatales, según el modelo de la concepción cristiana de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo.
----------El Estado es la absoluta y subsistente voluntad de poder, donde los ciudadanos son determinaciones particulares y fenoménicas de esta Sustancia. Ellos tienen en esa Sustancia su ser, y ella es el vértice de su esencia y poder. El yo del ciudadano es el yo del Führer y el yo del Führer es el yo del ciudadano.
----------Por tanto, "el Estado es sustancia ética consciente de sí; la cual mediante el principio del querer que se conoce y es activo por sí, recibe al mismo tiempo la forma de la universalidad conocida. Tiene por contenido y propósito absoluto la subjetividad que sabe; es decir, quiere por sí esta racionalidad" (Enciclopedia de las ciencias filosóficas en compendio, Alianza Editorial, Madrid 2005, p.551). "La esencia del Estado es lo universal en sí mismo, la racionalidad de la voluntad" (Ibid., p.551). "El Estado, como Espíritu vivo, sólo se organiza como totalidad y se distingue en actividades particulares" (Ibid., p.552). El pueblo se expresa en el Estado: "El pueblo como Estado es el Espíritu en su racionalidad sustancial, por tanto el poder absoluto sobre la tierra" (Rasgos fundamentales de la Filosofía del Derecho, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid 2000, p.382).
----------"El Estado, como la realidad de la voluntad sustancial, a la cual posee en la autoconciencia particular elevada a su universalidad, es lo racional en sí y para sí. Esta unidad sustancial es auto-finalidad absoluta e inmóvil, en la que la libertad llega a su derecho supremo, así como ese fin último tiene el derecho supremo frente a los individuos cuyo supremo deber es el de ser miembros del Estado. [...] El Estado es el Espíritu objetivo; el individuo mismo tiene objetividad, verdad y ética sólo en la medida en que es miembro de la misma" (Ibid., pp.302-303). "El Estado es voluntad divina, como Espíritu presente, como Espíritu que se explica como figura y organización real de un mundo" (Ibid., p.318).
----------Prosigue diciendo Hegel: "En el derecho absoluto, en el Estado, la objetividad perfectamente concreta de la voluntad, es la personalidad del Estado, su certeza de sí mismo. Esto último, que supera toda particularidad en el simple sí mismo, ajusta el balanceo de las causas y contra-causas entre las cuales siempre permanece indeciso, y los decide por el yo quiero e inicia toda acción y realidad. Pero además, la personalidad y la subjetividad en general, como infinita referencia de sí a sí misma, sólo tienen verdad y a saber, su más próxima verdad inmediata, en cuanto persona, en cuanto sujeto que es para sí, y lo que es para sí es, asimismo, puramente uno. La personalidad del Estado sólo como una persona, el monarca, es real" (Ibid., p.338), es decir, el Führer. El Estado es una persona que se identifica con el Führer. Pero es también la Sustancia de los individuos. Ahora bien, la persona es voluntad. Estado, Führer, pueblo, ciudadano individual, son todos la misma cosa, la única Sustancia divina. Por tanto, la voluntad de los individuos es la voluntad del Führer y la voluntad del Führer es su voluntad. Al querer su voluntad, quieren lo que quiere el Führer. Al querer lo que quiere el Führer, quieren su propia voluntad. Este es el Führerprinzip.
----------Siempre sobre la concepción nazi del Estado, si queremos resumir el pensamiento de Carl Schmitt al respecto, podemos decir que, la estadidad se caracteriza gracias al derecho por la eliminación los enemigos externos e internos del Estado. Los primeros pueden identificarse gracias al ius belli, los segundos gracias a la identificación y eliminación de quienes "perturban la tranquilidad, la seguridad y el orden" del Estado.
----------Esta concepción del "enemigo interno" fue ampliamente utilizada como justificación de la idea de raza defendida en el congreso de juristas nacionalsocialistas alemanes en Leipzig en 1933. Sin esta idea de uniformidad racial, un Estado nacionalsocialista no podría haber existido. El Estado de Schmitt es, por tanto, una unidad política suprema, fundada en la unidad sustancial de todos sus miembros, y muestra su fuerza en la posibilidad de deshacerse de los enemigos internos y externos, llegando incluso a su aniquilación si es necesario. Es notable el parentesco de estas ideas a las aplicadas en Argentina tres o cuatro décadas después, en la implementación de la llamada "doctrina de la seguridad nacional", actuada como política exterior de los Estados Unidos, tendiente a que las fuerzas armadas de los países latinoamericanos modificaran su misión natural o constitucional, para dedicarse con exclusividad a garantizar el orden interno, luchando contra los "enemigos internos", bajo el pretexto de cambiar ideologías en el contexto de la Guerra Fría de aquella época, así como fomentar la cooperación entre las dictaduras militares de aquellos años.
----------Carl Schmitt es la figura más eminente del jurista teórico del derecho nazi. Schmitt era católico, y hombre cultísimo, que supo compaginar con extrema habilidad entre su ser católico y su actividad como colaborador de primer orden del régimen en el campo del derecho. Probablemente desempeñó un papel destacado en la estipulación del concordato entre la Santa Sede y el régimen en 1933. Es más, el propio Hitler y muchos jerarcas nazis se consideraban católicos, aunque prevalecieron los protestantes, los cuales se jactaban de ser los verdaderos representantes del cristianísimo pueblo alemán, siguiendo lo que Lutero había enseñado. Schmitt fue acusado de colaboracionismo en el juicio de Nuremberg, pero con su muy hábil dialéctica y gracias a la fama internacional que había conseguido, logró salvar su vida.
----------Es sobre la base de estas tesis de Schmitt que el régimen nazi decretó el exterminio de los Judíos, por considerarlos "enemigos internos", por lo cual se concedería al Estado la "posibilidad de deshacerse de los enemigos internos y externos, llegando incluso a su aniquilación, si fuera necesario".
----------El Estado nazi, como es bien sabido, no admitía una pluralidad de partidos políticos. El Único Partido fue el Nacionalsocialista que se identificaba con el Estado totalitario. Disentir de la línea del gobierno significaba ser enemigos del Estado. El Estado nazi, como todo Estado totalitario y por tanto también como el fascista y comunista, no distingue entre una oposición a los principios del Estado y una oposición política a nivel de opiniones, sino que la opinión contraria a las opiniones de los gobernantes era calculada como oposición a los principios del Estado. Se entiende entonces la pena de muerte para simples opositores políticos, como fue el caso del pobre teólogo protestante Dietrich Bonhöffer y de muchos otros.
   
El nacionalsocialismo ha querido fundar una humanidad superior
   
----------El nacionalsocialismo, en todo caso, no ha sido una simple doctrina del Estado, no ha sido una simple doctrina de la "Deutschland über alles" del pangermanismo del siglo XIX, no ha sido sólo la visión de la tierra alemana como la tierra de lo Sacro, según la visión de Hölderlin, no ha sido sólo el despertar de la ancestral crueldad y anarquía de los antiguos Germanos y de su belicosa mitología religiosa, que tanto preocupó a Tácito y por la cual Roma nunca logró someter a los Germanos, sino que ha sido también el proyecto de una nueva y superior humanidad divina según el modelo super-homista de Nietzsche.
----------El nacionalsocialismo ha querido ser una nueva humanidad en los términos fijados por Nietzsche, a quien Hitler declaró su maestro. De hecho, como observa Heidegger, "Nietzsche asigna a la forma más alta del hombre el nombre de 'animal de presa' y ve al hombre supremo como 'magnífica bestia rubia que vaga ávida de presa y de victoria'" (cf. Nietzsche, Ediciones Destino, Barcelona 2000, Tomo 1, p.417).
----------Esta super-humanidad, fundada por el nacionalsocialismo, disfruta, según la concibe Nietzsche, de la "gaya ciencia", que "danza en el infierno", ciencia de la verdad (según la visión de Schelling), pero no de la verdad que conduce a la libertad, sino de la verdad fundada en la libertad, autora de la "muerte de Dios", "transvaluadora de todos los valores", plasmadora de sí misma a la manera de Fichte, operadora "más allá del bien y del mal", e incluso, como ilustró Heidegger, ha sido la verdadera metafísica, la cual, basándose en el cogito de Descartes, a través del idealismo alemán, en Nietzsche finalmente ha entendido que el ser es el eterno retorno de lo igual, el "anillo del retorno", como decía el italiano Emanuele Severino, simbolizado por la esvástica, símbolo del eterno ciclo muerte-vida; ser, que es voluntad de poder como afirmación del propio poder, que hace filosofa "a golpes de martillo" y aplasta sin piedad a la humanidad inferior.
----------Está absolutamente claro que el nazismo no reconoce la unidad del género humano, la igualdad ni la fraternidad humanas, y por tanto no reconoce una naturaleza humana universal, objetiva, fija y determinada, y por consiguiente no reconoce una ley natural ni un derecho natural vinculante para la ley positiva del Estado, sino que, como el Estado es divino y él mismo fuente de la moral ("Estado ético"), es el propio Führer, determinación individual y empírica de la voluntad del Estado, como Voluntad subsistente, Voluntad de poder, quien decide acerca de lo que es legítimo y lo que es ilegítimo en la conducta del ciudadano.
----------El nazismo sitúa a la humanidad en dos niveles o en dos planos o estratos, de modo similar a los gnósticos, que distinguían los "espirituales" de los "psíquicos" y de los "ílicos". Ahora bien, no es que esté prohibido cualquier graduación u oposición. San Pablo distingue un "hombre carnal" de un "hombre espiritual"; distinguimos a los doctos de los indoctos, a los sanos de los enfermos, a los justos de los impíos, a los jóvenes de los ancianos, sin que esto pueda impedir el pasaje de uno a otro estado y la común pertenencia de todos a la misma especie humana. El defecto de la acepción nazi reside en el poner entre las razas humanas barreras ontológicas, insuperables, como entre el animal y el hombre, por las cuales el alemán está por naturaleza destinado a dominar a los débiles o a los inferiores o a eliminarlos.
----------Como en la mentalidad de Carl Schmitt, quien fue organizador del derecho estatal nazi, el otro hombre está rígidamente dividido a los ojos del Estado en amigo y enemigo (cf. Le categorie del ‘politico’, Il Mulino, Bologna 2017, pp.108, 113, 128, 134, 138, 147), queda excluido el principio evangélico del amor al enemigo, ya detestado por Nietzsche. En el enemigo no hay nada bueno que pueda ser recuperado, como si fuera una maldad subsistente. La imagen de Dios incluso en el enemigo era totalmente ignorada. Se excluye la misericordia en favor de una libre manifestación del propio poder y, de hecho, es auspiciada la eliminación de los más débiles sobre la base de la ley de la selección natural de Darwin. Esta substancialización del mal, hecha por el nazifascista en el enemigo racial, tiene alguna relación con cierto modo de substancialización del pecado en el pecador, que es una actitud que hemos vuelto a notar recientemente, en la reacción de algunos sectores católicos fundamentalistas o integristas con respecto a las nuevas directrices pastorales de la Sede Apostólica relativas a las llamadas parejas irregulares.
----------Pero la diferencia está en que en el nazi falta el sentido del pecado y de la culpa. Al no tener que rendir cuentas ante Dios, y considerando su voluntad como fuente de la ley y del derecho, cree que todo lo que quiere es siempre correcto. Si cambia de conducta no es para remediar un pecado cometido contra Dios y contra el prójimo, sino porque le conviene para mantenerse a flote o para tener éxito.
----------El propio Hitler presentaba el nuevo concepto de humanidad en un discurso ante el Reichstag el 30 de enero de 1937. Estas fueron sus declaraciones: "Desde el punto de vista de los principios, en lugar del concepto de individuo o del concepto de humanidad, nosotros colocamos la idea del pueblo, del pueblo nacido de la sangre que corre por nuestras venas y del suelo que nos ha visto nacer. Por primera vez, quizás, en la historia de la humanidad, se ha proclamado en este país que de todos los deberes que competen al hombre, el más noble y el más elevado consiste en mantener la raza que viene de Dios, [...] Desde el punto de vista jurídico, se deriva la conclusión de que es falsa la concepción según la cual el derecho tiene por objetivo asegurar y mantener la protección del individuo en su persona y en sus bienes.
----------La revolución nacionalsocialista ha dado al derecho y a la ciencia jurídica un punto de partida claro y sin equívocos: la verdadera tarea de la justicia consiste en el conservar y en el defender al pueblo contra cualquier elemento que se sustraiga a estas obligaciones para con la comunidad o que cause perjuicio a los intereses de esta última". Por "pueblo" naturalmente se entiende al pueblo alemán, cuyo interés por tanto prevalece sobre el del "individuo", es decir, de la persona y de la humanidad misma.
----------Nótese cómo coinciden con cuanto dice aquí Hitler las siguientes palabras de Hegel sobre el pueblo dominante, que por supuesto es el pueblo alemán: "Al pueblo al cual compete el momento de su existencia geográfica y antropológica como principio natural, se le encomienda llevarla a cabo en el mismo proceso de desarrollo de la autoconciencia del Espíritu del mundo. Este pueblo es en la historia del mundo el pueblo dominante, para esta época el pueblo dominante".
----------E igualmente bien se adaptan a cuanto dice Hitler sobre el derecho estas palabras de Hegel: "El campo del derecho es, en general, lo espiritual y su lugar próximo y punto de partida la voluntad, la cual es libre, de modo que la libertad constituye su sustancia y su determinación, y el sistema del derecho es el reino de la libertad realizada, el mundo del espíritu producido desde el mismo como una segunda naturaleza. …
----------La voluntad contiene: el elemento de la pura indeterminación o de la pura reflexión del yo en sí mismo, en la que es disuelta toda limitación, todo contenido dado y determinado, sea por la naturaleza, las necesidades, los apetitos e impulsos existentes inmediatamente, sea de cualquier otro modo; la ilimitada infinitud de la abstracción absoluta o universalidad, el puro pensar de sí mismo" (Rasgos fundamentales de la Filosofía del Derecho, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid 2000, pp.87.89)..
----------"La voluntad que es en sí (an sich) y para sí es verdaderamente infinita, porque su objeto es ella misma y de este modo ella misma no es para sí misma otro ni un límite, sino que antes bien en ello sólo ha vuelto en sí (in sich) misma. Ella no es mera posibilidad, disposición, poder (potentia), sino que es lo infinito efectivo (infinitum actu), porque la voluntad es verdadera o más bien es la verdad misma, ya que su determinación consiste en ser en su existencia (es decir, en ser como cosa que está delante de sí) lo que es su concepto, es decir, el concepto puro tiene la intuición. de sí mismo como su meta y realidad" (Ibid., p.103s.).
----------Vemos cómo en el citado discurso de Adolf Hitler en 1937, está totalmente ausente cualquier referencia al derecho natural, una referencia que es siempre necesaria toda vez que se da una definición del derecho, y vemos cómo incluso estas palabras de Hegel, arriba citadas, coinciden con aquellas de Hitler, que precisamente excluyen la ley moral natural propia de la naturaleza humana.
----------En cambio, es necesario recordar, como afirmó Pío XI en la encíclica Mit brennender Sorge de 1937 contra el nazismo, que el derecho positivo, para ser justo, debe ser una determinación del derecho natural. La ley del Estado debe conformarse a la ley natural. El gobernante tiene derecho a ordenar lo que está dentro de la ley natural. La libre voluntad no es fuente del derecho, sino que debe ser usada para determinar y ordenar lo que es correcto y para obedecer a la ley. Debemos recordar también la condena de los errores del nazismo hecha por la Congregación de Seminarios y Universidades el 13 de abril de 1938.
----------El Führer aparece como el Yo profundo, la Sustancia absoluta de cada uno, de modo que cada ciudadano se siente libre precisamente en su total sumisión al Führer, ya que su voluntad es vista como la sustancia profunda de su propia voluntad. El yo, según el módulo idealista, se divide en el yo empírico y en el yo trascendental o absoluto. El yo como yo empírico está totalmente ordenado al Estado; el Estado concretizado en el Führer, corresponde al yo trascendental de cada individuo.
----------En ello no hay nada nuevo bajo el sol, pues Hegel ya lo expresaba así: "yo tengo la conciencia de que mi interés sustancial y particular está preservado y contenido en el interés y la finalidad de otro (aquí, en los del Estado), en cuanto en relación conmigo como individuo, por lo cual, precisamente, éste no es inmediatamente ningún otro para mí, y yo, en esta conciencia, soy libre" (Ibid., p.314).

24 comentarios:

  1. Estimado P. Filemón de la Trinidad, en el artículo de arriba Ud. escribe:

    "El defecto de la acepción nazi reside en el poner entre las razas humanas barreras ontológicas, insuperables, como entre el animal y el hombre, por las cuales el alemán está por naturaleza destinado a dominar a los débiles o a los inferiores o a eliminarlos.
    Como en la mentalidad de Carl Schmitt, quien fue organizador del derecho estatal nazi, el otro hombre está rígidamente dividido a los ojos del Estado en amigo y enemigo (cf. Le categorie del ‘politico’, Il Mulino, Bologna 2017, pp.108, 113, 128, 134, 138, 147), queda excluido el principio evangélico del amor al enemigo, ya detestado por Nietzsche. En el enemigo no hay nada bueno que pueda ser recuperado, como si fuera una maldad subsistente. La imagen de Dios incluso en el enemigo era totalmente ignorada. Se excluye la misericordia en favor de una libre manifestación del propio poder y, de hecho, es auspiciada la eliminación de los más débiles sobre la base de la ley de la selección natural de Darwin."

    Esto que usted dice sobre Carl Schmitt no está respaldado por nada ni en el único texto que usted citó ni en ningún otro lugar (salvo en aquello que, sin embargo, es inalcanzable, pero ciertamente inapelable y prejuicial, esto es, su "mentalidad") y, de hecho, usted así altera de manera infamante no sólo el pensamiento de Schmitt sino sus abiertas intenciones argumentativas. A breve título de ejemplo, en su nota usted cita seis páginas del texto de Schmitt (pero ningún pasaje directo) enumerando las dos primeras, 108 y 113, extrañamente pasando por alto las páginas intermedias, 111 y 112, que deberían haberle proporcionado la referencia explícita a la que debería haber tenido en cuenta para este tema. Le informo sobre el pasaje que usted ignoró con evidente descuido y que ciertamente se presta poco a convertir a C. Schmitt en un "jurista nazi":

    "El enemigo es el hostis, no el inimicus en sentido amplio, el πολέμιος no el ἐχθρός. El idioma alemán, como otros, no distingue entre 'enemigo' privado y político, por lo que en este campo son posibles muchos malentendidos y aberraciones. El citadísimo pasaje que dice 'amad a vuestros enemigos' (Mateo 5,44; Lucas 6,27) recita 'diligite inimicos vestros', ἀγαπᾶτε τοὺς ἐχθροὺϛ ὺμῶν, y no 'diligite hostes vestros'. En la lucha milenaria entre la Cristiandad y el Islam, nunca un cristiano ha pensado que se debiera ceder Europa, en lugar de defenderla, por amor a los Sarracenos o a los Turcos. No es necesario odiar personalmente al enemigo en sentido político, y sólo en la esfera privada tiene sentido amar al propio 'enemigo', es decir, a su propio adversario. Ese pasaje de la Biblia se refiere menos a la oposición política que a eliminar las distinciones entre bueno y malo, bello y feo. Sobre todo, no ordena que debamos amar a los enemigos del pueblo y que debamos apoyarlos contra nuestro pueblo".

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  2. Afirmaciones que, como fácilmente se puede constatar (ver Summa, II-II, q.11, art.39), no creo que Santo Tomás hubiera rechazado, a menos que se quisiera sostener que frente a los herejes (ex parte quidem ipsorum est peccatum per quod meruerunt non solum ab Ecclesia per excommunicationem separari, sed etiam per mortem a mundo excludi) también el Doctor Angélico, junto con la Iglesia que "[...] aliorum saluti providet [...]" (ibid.), faltara a la ciencia y caridad.

    Usted me perdonará si le señalo, por lo que se ha informado, que C. Schmitt parecería más culpable de ser un teórico político católico pre-conciliar (cronológicamente más emparentado con Santo Tomás) que un nazi al estilo Rosenberg (de hecho, usted parece ignorar los acontecimientos personales que involucraron a Schmitt entre 1936 y 1937, cuando fue el propio Rosenberg quien decretó despectivamente que era ajeno al nazismo, desacreditándolo como "papista" en la revista oficial de las SS. Por lo que yo sé, Carl Schmitt siempre profesó la fe católica). Personalmente, me permitiría recordarle que más a menudo es precisamente la mistificación intelectual la que traiciona invariablemente ese odio que, cuando se practica sin escrúpulos, suele esconderse detrás de las palabras que intentarían reprobarlo.

    Un cordial saludo en Cristo.

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    1. Agrego a lo dicho por el comentarista precedente, que el pensamiento político de Schmidt fue, por orden de Heydrich, estudiado por una comisión académica de las SS y declarado absolutamente incompatible con el nacionalsocialismo.
      Se abarata el análisis cuando se recurre a chichés indietristas de la guerra fría, que ignoraron la existencia de una fuerte corriente conservadora antinazi como fue Spengler, Schimdt, Jünger, el círculo de Kreisau y tantos otros. Y que dijeron cuando el atentado a Hitler que era una lucha intestina de nazis.
      Es el problema de informarse leyendo Selecciones del Reader's Digest.

      Erns Jünger

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    2. Estimado Samuel,
      no tengo dificultad en reconocer la diferencia entre el hostis y el inimicus.
      Puedo estar de acuerdo en que Schmitt, al hablar de enemigos del Estado, no se refiere a personas que odian al Estado, sino a personas que son un peligro para el Estado, y que ni siquiera sostiene que estas personas deban ser odiadas. Sin embargo, Schmitt sostiene que este enemigo debe ser destruido.
      Mi sospecha es que este marco jurídico, formulado por Schmitt, pudo haber servido para la eliminación de los Judíos. Hasta donde yo sé, Schmitt no menciona a los Judíos. Sin embargo, se puede comprender perfectamente cómo un principio semejante haya podido ser utilizado por los Nazis.
      Por cuanto respecta al pasaje del Evangelio, sé muy bien que aquí se trata del inimicus, y no del hostis. De hecho, es un principio bien conocido de la ética natural y cristiana el deber de defenderse del enemigo del Estado, lo cual constituye el principio de la guerra justa. Por el contrario, el enemigo del cual habla el Evangelio debe ser amado, no en cuanto enemigo, sino en cuanto también en el enemigo hay lados buenos, que por tanto son amables.
      Por cuanto respecta a mi interpretación de Schmitt, francamente no entiendo cómo lo estaría entendiendo mal. No tengo prejuicios contra él y, de hecho, me alegraría haberme equivocado. Sin embargo, le pediría que me explicara mejor en qué cosa yo me he podido equivocar.
      En cuanto al pasaje que usted me cita, yo lo conocía, pero no lo he citado, porque no servía para demostrar mi tesis, en cuanto me ha parecido que estaba en contradicción con el pasaje que he citado. Usted me preguntará seguramente: ¿por qué no he citado las palabras de las que he guardado silencio? Precisamente porque eran aceptables, compartibles, mientras que yo he querido resaltar la tesis contraria de Schmitt, que contradice a sus propias palabras anteriores.

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    3. Estimado P. Filemón de la Trinidad.
      Le agradezco por su amable respuesta (y perdón por la posible verbosidad de esta mía, dividida en varias partes).

      La cuestión es que Schmitt nunca fue nazi, salvo materialmente, en cuanto que se inscribió al partido porque era anticomunista o por mero oportunismo (la antología editada por Cantimori en 1935 fue publicada sin el consentimiento del autor y Schmitt tuvo que quejarse directamente al editor empezando por el título).
      En la distinción amigo/enemigo Schmitt no admite ninguna diferencia de naturaleza (como en cambio en realidad, y como usted también ha sostenido, sucede en la ideología nazi). Y la contraposición entre amigo y enemigo no pretende edulcorar de manera erudita un contraste jerárquico "entre las razas humanas", ni mucho menos poner entre ellas "barreras ontológicas insuperables, como entre el animal y el hombre, por las cuales el alemán está por naturaleza destinado a dominar al débil o al inferior o a eliminarlo" (aquí la matriz narrativa se dirigiría más bien al mitologema formulado por el antiguo monje J.L. von Liebenfels y su "Teozoología"). Schmitt no es, como usted afirma (sin citar directamente ningún pasaje), un pensador con una "mentalidad" racista; para él, los grupos humanos se distinguen entre sí en virtud de componentes histórico-socio-culturales, y la diferencia racial es sin duda una diferencia accidental indudablemente real (ciertamente psíquicamente y culturalmente incidentales, aunque no ontológicamente jeraárquizantes) que especifican la misma naturaleza humana que tiene siempre sin embargo concreción histórico-cultural. La identidad de la "estirpe", que para Schmitt determina la "colectividad creadora del derecho", significa la "descendencia étnica" respecto de la cual el complejo raza es sólo uno de los componentes materiales disposicionales. (Esto, a bien ver, se aplica también a aquel "Estado, movimiento, pueblo" de 1933 que puede ser considerado el texto más "comprometedor" desde este punto de vista, y ciertamente no "El concepto de lo político"). Para Schmitt, quien forma parte de una tal colectividad lo hace precisamente "existencialmente", no exclusiva o esencialmente por vía biológica: se trata de una determinación existencial, de un "condicionamiento" formal de la naturaleza, y no al revés.
      Admitido y no concedido como despreciable un tal "racismo" schmittiano, entonces tal sería también el expresado por ejemplo por un Pietro Palazzini en el "Diccionario católico de Teología Moral" (1962), en el cual no se pretende en absoluto desconocer ni siquiera la existencia de un real proceso de diferenciación psíquica, mediado culturalmente, coincidente con el genético, es decir, un proceso de realización concreta del hombre y de los pueblos pero que, como en Schmitt, no establece ninguna superioridad ontológica entre ellos; ni encontraría tampoco que esto contradiga ciertas implicaciones de la metafísica del actus essendi tomista con respecto al desarrollo del ente concreto reafirmado de últimas por el padre C. Fabro.
      "El enemigo, por tanto, es definido no por una connotación ética, estética o de valor, sino por una situación existencial: es aquel que vive en situación distinta respecto a la mía y no reducible a ésta, es externo a ella, extraño" (Michele Nicoletti, "Trascendencia y poder", Brescia 1990, p.263, cf. pp. 391-393. Un texto que ha hecho escuela en Italia entre todos los estudiosos acreditados de Schmitt).

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    4. En realidad, el "enemigo" en Schmitt no es algo que "deba" ser en sí destruido invariablemente, ya que sería parejamente negada también la posibilidad de la ontogénesis del "amigo", sino simplemente "reconocido" como tal, o bien dinámicamente contrapuesto en su concreto contenido histórico, de modo de permitir una delimitación que sea presagio de un recíproco desarrollo vital. Amigo y enemigo son correlativos, se implican dialécticamente entre sí, no se excluyen, so pena de su simultáneo decaer: "Si la relación amigo-enemigo debe valer lógicamente como una "diferencia", el amigo y el enemigo deben diferenciarse, no pueden ser solamente diferentes; de lo contrario habría entre ellos una pura diversificación. Pero si ellos se diferencian, su relación es dialéctica: esto significa una diferenciación de sí en el campo de los amigos. El "amigo" es entonces el concepto general que engloba todo; se contiene a sí mismo, es decir, al amigo, en cuanto general, y a su contrario, el enemigo, como específico" (cita de J. Schickel, "Vorbemerkung", en ibid. p. 266 en nota). "De esto se ve cómo en el centro del criterio de lo político para Schmitt no está el 'enemigo', sino la 'unidad política'" (ibid, p. 265).
      Es lo que la naturaleza de lo político impone reconocer, prescindiendo de cualquier orientación de alcance "liberal", que en cambio, pretendiendo eliminar en política -a la "manera esencialista"- la legitimidad de la contraposición, niega la legitimidad axiológica del adversario y considera, esta vez impolíticamente, al enemigo que nunca ha desaparecido, tout court un "enemigo de la humanidad". De hecho, Schmitt mantuvo una actitud discriminatoria típicamente católica hacia los judíos, pero fue completamente conforme con esa orientación realista fundamental que nunca ha cedido ni histórica ni argumentativamente a ninguna utilización homicida o exterminacionista (aunque no sin razón podría considerarse de acuerdo con una sentencia que los definió existencial y formalmente como "pérfidos" y culpables del pecado de deicidio), que sea, coherentemente, una discriminación de naturaleza política: "Ellos [esos autores judíos] fueron [...] un importante fermento de disolución de los ordenamientos concretos, espacialmente determinados". De esto se acusó a Schmitt, prisionero en las cárceles del Tribunal de Nuremberg, respecto de sus escritos, que luego se vio obligado a publicar al no poder imputársele ninguna prueba (ni podría haberla) de su colaboración con las políticas nazis de guerra y exterminio.
      Creo que la verdad es que en la Alemania del '33 se podía todavía pensar y esperar encontrar en campo católico puntos de contacto y dar una dirección constructiva a un gobierno político nacional-socialista legalmente elegido (si bien Schmitt ya antes de la elección se había declarado contrario al NSDAP) y que aún no había manifestado su desesperada y perversa naturaleza quiliasta. Esto lo demuestra el propio Reichskonkordat firmado por Eugenio Pacelli en nombre de Pío XI, -no obstante las cruces esvásticas que ondeaban y representaban a hombres militarizados ya desde hacía años- que data de 1933, mientras que la "Mit brennender Sorge" es en realidad de 1937, coincidentemente el mismo año en el que Schmitt, ahora descubierto y condenado al ostracismo por Rosenberg a través de las SS, se salvó por un pelo de su eliminación física.

      Le saludo de nuevo en Cristo.

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    5. Estimado Samuel,
      tomo nota del hecho de que Schmitt no era racista antisemita. Sin embargo, me temo que su concepto de enemigo del Estado, según ese pasaje de Schmitt que usted mismo cita, es decir, "el enemigo es definido no por una connotación ética, estética o de valor, sino por una situación existencial: es aquel que vive una situación diferente respecto a la mía y no reducible a ella, es externo a ella, extraño", podría prestarse a ser aplicado a los Judíos presentes en el suelo alemán, en cuanto que, según un concepto moralmente aceptable de enemigo, no es admisible concebirlo como "definido no por una connotación ética, estética o de valor, sino desde una situación existencial: es aquel que vive una situación diferente respecto a la mía y no reducible a ella, es externo a ella, extraño", un concepto inaceptable precisamente por el hecho de que en esta definición está expresamente excluida la connotación ética, necesaria para justificar éticamente la esencia legítima del enemigo.
      Moralmente, un Estado no puede hablar de "enemigo" excepto enmarcándolo en categorías morales, si quiere evitar la barbarie y la inmoralidad. El limitarse a hablar de "situación existencial diferente respecto a la mía y no reducible a ella, es externo a ella, extraño" no da ningún fundamento jurídico y moral a un Estado para hablar legítimamente de enemigo del Estado y, en consecuencia, justificar el uso de la fuerza o una acción bélica contra él.
      Pero éste es sólo un aspecto de la concepción errónea que Schmitt tiene del enemigo. Lo que es aún más grave es su asunción del concepto hegeliano del enemigo del Estado, como dice el propio Hegel, aprobado por Schmitt: "el enemigo es la diferencia ética (entendida en la 'eternidad del pueblo'), un extraño a NEGAR EN SU TOTALIDAD" (Las categorías de lo político, p.147).
      En esta visión alucinante, Schmitt tal vez no haya pensado en los Judíos, pero ¿cómo podría no haberle ofrecido a Hitler una apariencia jurídica para su loco proyecto criminal? Y, por lo demás, si Schmitt fue citado en Núremberg, por algún motivo debió haber sido. Si Schmitt ha resultado absuelto, el motivo probablemente fue dado por el hecho de que él con su teoría del enemigo no estaba pensando en los Judíos.
      ¿Pero, cómo habría podido no darse cuenta de la facilidad con la cual el concepto hegeliano del enemigo podía ser instrumentalizado en clave antisemita? Si Schmitt ha resultado absuelto, creo que se debió no sólo a su excepcional habilidad abogadesca, sino también a la fama internacional de la cual gozaba, así como a la benevolencia de los jueces, los cuales probablemente reconocieron en su conducta el efecto de la humana fragilidad delante de la tiranía, una actitud muy distinta del frenético fanatismo nazi de Rosenberg, quien fue justamente ajusticiado, mientras que Schmitt fue absuelto.

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    6. Estimado Erns,
      mi juicio sobre la teoría política de Schmitt, se basa en extensas citas extraídas de la obra "Le categorie del politico", editrice Il Mulino, Bologna, 2017.
      Conozco bien la filosofía del Estado de Hegel. Por eso me he dado cuenta con claridad que Schmitt se refiere a esta concepción del Estado. Por otra parte, es sabido que la concepción nazi del Estado se basa en la filosofía de Hegel.
      Por ello, el juicio de Heydrich, en mi opinión, está motivado por el hecho de que Schmitt era Católico, cosa que para un nazi no podía no ser ofensivo. De ahí la acusación hecha contra Schmitt de no haber comprendido la naturaleza del nazismo.
      Por cuanto respecta a la Guerra Fría entre Estadounidenses y Rsos, yo creo que los Estadounidenses hicieron bien en demandar a Schmitt, citándolo a juicio en Nuremberg, aunque él logró defenderse de las acusaciones con su habilidad oratoria.
      Por cuanto respecta a la oposición de Schmitt al régimen, puedo admitirla, en cuanto que, al fin de cuentas, Schmitt era Católico.

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  3. 1. Perdónenme, pero decir que "El enemigo es definido no por una connotación ética, estética o de valor, sino por una situación existencial" significa ni más ni menos que decir que el enemigo no puede ser definido como la encarnación del mal, de la fealdad y de la negatividad. Es decir, debe ser reconocido que tiene una paridad dialéctica de confrontación, o cómo decir, si se me permite dar una expresión sencilla ahora, "el honor de las armas". Es bien sabido que Schmitt se consideraba el último exponente del jus publicum europaeum, es decir, del ordenamiento político surgido de la Paz de Westfalia (aquella del cuius regio eius religio). Y además la cita no es de Schmitt sino, como oportunamente se ha señalado, de un pasaje del volumen de M. Nicoletti...

    2. Respecto a Hegel, con toda honestidad, no llego a entender a qué tipo de "aprobación" se refiere: la de Hegel es allí explícitamente llamada "una" de las definiciones de enemigo (no "la", como usted argumenta) y la cita de hecho, tiene importancia crítica. Objetivamente, me parece que el sentido de la cita hegeliana hecha por Schmitt sea otro, es decir, el que él mismo (si acaso hubiera tenido necesidad) se encarga de hacer explicito unas líneas más adelante: "Queda un problema abierto, y es establecer cuánto tiempo residió realmente el espíritu de Hegel en Berlín. [...] mientras Hegel avanzaba hacia Moscú, a través de Karl Marx y Lenin. Allí su método dialéctico demostró su fuerza concreta en un nuevo concepto concreto de enemigo [la "novedad" reside en la determinación en la praxis del método teórico -nota mía], el del enemigo de clase, y el método dialéctico mismo cambió como todo lo demás. [...] 'arma' de esta lucha" (Concepto de lo político, pp. 149-150). Aquí Schmitt se muestra abiertamente negativo respecto del alcance real de la influencia alemana y europea de la filosofía hegeliana, y lo llama expresamente precursor de la revolución bolchevique. ¡La teoría hegeliana del "enemigo" se considera, por tanto, nada menos que el antecedente teórico de la guerra civil de clases! Se puede ver con qué simpatía un anticomunista como Schmitt podía acreditar a Hegel como el progenitor de Lenin.

    La referencia política fundamental para Schmitt es, de hecho, Hobbes, a quien Schmitt usa precisamente para criticar la unilateralidad del concepto hegeliano de enemigo: "En Hobbes, un pensador de veras grande y sistemático, la concepción 'pesimista' del hombre, su exacta comprensión que es precisamente la convicción, presente en las dos partes antagónicas, de estar en el bien, en lo justo y en lo verdadero, provoca las más violentas hostilidades, y al final incluso el bellum de todos contra todos, deben ser entendidos no como parte de una fantasía espantosa y trastornada, y no sólo como filosofía de una sociedad burguesa fundada en la libre 'concurrencia', sino como los presupuestos elementales de un sistema de pensamiento específicamente político" (Concepto de lo político, pp. 140-150).

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  4. 3. Respecto a la benevolencia de los jueces del llamado "Tribunal Militar 'internacional' de Núremberg" hacia Schmitt (recluido en segregación durante más de un año sin cargos de acusación y luego admitido en el juicio simplemente como testigo), preferiría no pronunciarme. El hecho es que ese tribunal estaba presidido por un inglés y un francés (los dos estados que bombardearon a los prófugos civiles del este que se habían replegado a Dresde en 1945, bombardeos con fines puramente "terroristas", como escribió Churchill), un americano (cuyo país, con la guerra ya ganada, lanzó dos ojivas nucleares en dos ciudades japonesas compuestas únicamente por mujeres, ancianos y niños y de mayoría católica) y un soviético (cuyo país, por nombrar sólo uno, a principios de los años 1930 mató de hambre a más de cinco millones de civiles ucranianos). Perdón por la ironía, pero con tal pedigrí, ¿quién dudaría de que no estuvieran impulsados por ecuánimes instintos de benevolencia hacia sus enemigos? De todos modos, hicieron bien en juzgar a los nazis (aunque hubiera sido mejor si lo hubiera hecho un tribunal verdaderamente internacional), pero no habría estado nada mal en que ellos también se sentaran entre los imputados.

    4. Por último, usted habla, con intenciones que la verdad no me parecen precisamente encomiables, de la "excepcional habilidad abogadesca" de Carl Schmitt (con el debido respeto a los abogados). Sin embargo, ¿sería tan amable de indicarme la fuente de donde ha extraído esto de la carrera forense de quien, según tengo entendido, siempre ha sido un jurista académico?

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  5. Estimado Samuel,
    para que un Estado pueda declarar a buen derecho como enemiga a una colectividad o comunidad humana interna al Estado, es necesario que su ser enemiga no sea calificado por una simple situación existencial de incompatibilidad, sino que se necesita un motivo racional, un motivo fundado en razón, razonable, es decir, una válida calificación ética. Sólo en este caso el Estado puede tener razón para combatir esta colectividad.
    Pero incluso si tuviera tal razón, en ningún caso un Estado puede tener el derecho de exterminarla físicamente. Ahora bien, el concepto hegeliano de "enemigo", que Schmitt asume, prevé precisamente esta posibilidad.
    En efecto, la dialéctica hegeliana está basada exactamente en la exclusión recíproca de las dos polaridades dialécticas (amigo-enemigo), que quedan reducidas a las categorías del ser y del no ser, las cuales evidentemente se excluyen entre sí. Aplicando este principio a la conducta del Estado, se deduce que si un Estado juzga enemiga a una comunidad existente en lo interno del Estado, tiene derecho a exterminarla. Ahora bien, éste es un procedimiento contrario al más elemental sentido de humanidad, que dice que el enemigo del Estado, por más perjudicial que sea para el Estado, sigue siendo siempre una colectividad de personas humanas, cuya vida es sagrada, por lo cual la correcta conducta que debe seguirse contra ella sólo puede ser la defensa, el sometimiento o la tolerancia, pero nunca la destrucción física, que sólo es lícita en el caso de la pena de muerte para el individuo nocivo al bien común.
    También la aprobación dada por Schmitt a la concepción de Hobbes no hace más que agravar la posición de Schmitt. De hecho, retomo la propia cita que usted hace: "En Hobbes, un pensador de veras grande y sistemático, la concepción 'pesimista' del hombre, su exacta comprensión de que precisamente la convicción, presente en las dos partes antagónicas, de estar en lo bueno, en lo correcto y en lo verdadero, provoca las hostilidades más violentas, y al final incluso la guerra de todos contra todos, deben ser entendidas no como partes de una fantasía aterradora y perturbada, y ni siquiera sólo como filosofía de una sociedad burguesa fundada en la libre 'competencia', sino como los presupuestos elementales de un sistema de pensamiento específicamente político".

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  6. Ahora bien, todo esto demuestra que también aquí Schmitt no capta ese concepto de enemigo del Estado que autoriza moralmente y jurídicamente a un Estado a proceder contra él y menos que menos lo autoriza a exterminarlo. ¿Y cuál es este concepto? Lo he dicho una y otra vez, y ahora lo repito: el Estado debe usar como criterio para juzgar como enemiga a una formación humana residente en el territorio del Estado, no una cualquier indeterminada repugnancia existencial, sino el hecho de que objetivamente, comprobado por pruebas ciertas, la mencionada formación social lesiona gravemente los intereses legítimos del Estado, hasta el punto de poner en peligro su existencia. Por lo tanto, es necesario un criterio ético y no simplemente voluntarista o existencial, que puede ocultar motivaciones abominables, como fue el caso del antijudaismo nazi.
    De hecho, Hobbes se basa en una doble convicción errónea:
    1. la idea de que los hombres se odian por naturaleza ("homo homini lupus"), lo que en cambio es sólo una consecuencia del pecado original, mientras que en realidad Aristóteles tiene razón al decir que el hombre es por naturaleza un viviente social, animal político (zoon politikón), principio hoy firmemente reiterado por el Papa en su prédica sobre la fraternidad humana;
    2. Hobbes se funda en una concepción subjetivista del conocer, según la cual dos opiniones opuestas pueden ser ambas verdaderas. De esto se sigue la conclusión que en la guerra entre Hitler y los Aliados, dado que ambos estaban convencidos de que tenían razón, no es posible establecer de qué lado estuviera la razón y de qué lado el error. Así, Hitler parece haber tenido tanta razón como las democracias que lo combatieron. ¿A dónde va a acabar la justicia aquí? ¿Y el derecho? ¿Y la Ley? ¿Y la moral? ¿Y lo verdadero y lo falso? ¿Y el error y la razón? ¿Y el bien y mal? Todo entonces, como en Hegel, se contradice con todo, y se desemboca en la insanable contradicción, en la violencia, en la arbitrariedad y en el derecho del más fuerte. La esvástica era precisamente el símbolo de este ciclo inexorable e insuperable de amigo-enemigo o de vida-muerte-vida-muerte.
    La pregunta, entonces, es: ¿Cómo todo esto no habría sido conveniente y cómodo para Hitler?

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  7. Por tanto, mantengo mi convicción de que objetivamente la teoría de Schmitt del enemigo del Estado y del modo de proceder contra él (la destrucción total), con las premisas gnoseológicas (el subjetivismo), conductuales ("repugnancia existencial") y antropológicas ("homo homini lupus"), que están en su base, aunque vayan más allá o en contra de las intenciones de Schmitt, se podía prestar como justificación nazi para el exterminio de los Hebreos.
    Tomo nota del hecho de que Schmitt fuera anticomunista y esto me agrada, y también tomo nota del hecho de que hubiera entendido que el concepto marxista de enemigo de clase deriva del concepto dialéctico hegeliano de enemigo del Estado. Pero entonces, tanto más me sorprende cómo Schmitt haya podido asumir la concepción hegeliana.
    En cuanto al Tribunal de Nuremberg, estoy de acuerdo en que refleja la fragilidad de la justicia humana. Sin embargo, sabemos lo humano que es frecuentemente que a una acción violenta corresponda una reacción violenta de signo opuesto. Si Hitler no hubiera desatado su loca empresa, no habríamos tenido la reacción de los Aliados y no habríamos tenido Nuremberg. Si Hegel, en lugar de concebir al enemigo en la huella de la concepción de los antiguos germánicos, hubiera seguido el concepto tomista del bellum justum, entonces no habríamos tenido ni el comunismo ni el nazismo, ni Hitler ni Stalin, ni los cinco millones de ucranianos asesinados, ni Nagasaki ni Hiroshima, ni los campos de exterminio nazi.
    En cuanto a aquello que yo he llamado "habilidad abogadesca" de Schmitt, entendía hacerle a Schmitt un elogio y referirme al hecho que, aunque no fuera abogado de profesión, sabía defenderse habilísimamente y, en definitiva, todo sumado, estoy contento con ello y cree que había merecido la absolución de la acusación de haber sido el jurista del nazismo y en consecuencia fue absuelto del cargo de haber favorecido el exterminio de los Judíos.

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  8. 1. Estimado padre, puede que a usted no le guste Hobbes, pero la opinión de un Schmitt "hegeliano" no está, como hemos visto más arriba, corroborada por nada: Schmitt no asume el concepto hegeliano de "enemigo" (ver el punto 2 de mi respuesta anterior) y la referencia a Hobbes es lo que lo confirma definitivamente. El empirismo y el "materialismo" hobbesiano (para los cuales no vale la dicotomía ocasionalista entre res cogitans y res extensa) es históricamente la gran alternativa (y antítesis) a la dirección cartesiana y subjetivo-espiritualista que también sostiene el idealismo hegeliano y, de hecho, corresponde a una cierta recuperación del sustancialismo antiguo (pero éste sería un largo discurso...). Además de esto, Schmitt es pensador autónomo y la referencia a Hobbes no lo reduce a su escolástica (pero deberíamos estar al menos hermenéuticamente bien dispuestos a discutirlo). Las críticas a Hegel no captan nada de la filosofía política schmittiana.

    2. Usted insiste, como es su derecho, en repetir sus personales convicciones, pero no cita ningún lugar donde Schmitt hable de "exterminio" o de "destrucción total". Sin embargo, cuando toda su filosofía política es, en principio, un reconocimiento del enemigo (algo que falta desde hace años en Hegel) y del conflicto como inmanente posibilidad última de la confrontación, es decir, la última ratio mediante la cual la confrontación pasaría al plano de los medios prevalecientes (siempre que las contrapartes decidan por la confrontación bélica) y eso es necesario tenerlo presente, en sintonía con la sabiduría, que no es en absoluto nazi, que recitaba "si vis pacem, para bellum".

    Como escribe A. Caracciolo, profundo conocedor de Schmitt, ante críticas como la suya: "en estas críticas se evita en general la distinción entre la virtualidad del conflicto, siempre posible y sujeto a causas imponderables, y su continuación y deseabilidad concretas, casi como si nos moviera a una suerte de estética de la guerra apta para embriagar a los pueblos suscitando en ellos los instintos más bestiales. [...] Según el criterio de lo político, que demuestra así su actual relevancia, el elemento psicológico existencial de la hostilidad prescinde del medio bélico [...]. La búsqueda de la paz, que no es en absoluto ajena a la teoría, debe, por tanto, basarse en instrumentos políticos, no técnico-militares". Vea usted si luego el camino seguido por los Aliados en la gestión de los asuntos bélicos ha sido ante todo político -lo cual usted justifica- en nombre de una ley de poder que supera incluso la medida de la lex talionis.

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    1. 1. Respondo diciendo que la asunción schmittiana del concepto hegeliano del enemigo se deduce fácilmente de estas palabras elogiosas: "Hegel siempre sigue siendo político en el sentido más amplio del término. […] El genial escrito juvenil Die Verfassung Deutschlands es una documentación […] de la verdad filosófica según la cual todo el Espíritu está presente y es contemporáneo. […] Este es el hic Rhodus de Hegel y la pureza de una filosofía que no se abandona a fabricar trampas intelectuales. [...] Su dialéctica del pensamiento concreto es de naturaleza específicamente política. La expresión de la conversión de la cantidad en cualidad tiene un claro significado político y es una manifestación del punto culminante de lo político. […] Hegel finalmente propuso una definición del enemigo […] no en un sentido moral, sino desde el punto de vista de la vida absoluta. [...] El enemigo es UN EXTRAÑO A SER NEGADO EN SU TOTALIDAD EXISTENCIAL" (Le categorie del politico, pp.146-147). ¿Qué significa?

      Hegel, entonces, en los Lineamientos de la filosofía del derecho (Grundlinien der Philosophie des Rechts), al §358, 4, explica cuál es el enemigo mortal del pueblo alemán: es el pueblo judío, porque, con su Dios trascendente, se opone a la reconciliación que el "reino germánico" cristiano ha operado entre Dios y el hombre, haciendo a Dios inmanente al hombre ("Gott mit uns").

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    2. 2. La verdadera alternativa a la antropología dualista cartesiana no es la hobbesiana, sino la tomista, que explica al mismo tiempo la unión alma-cuerpo y el hecho de la maldad humana: la primera no como la unión de dos res, sino de la forma sustancial (alma espiritual) con la materia corpórea y la segunda, la maldad humana no como un estado de naturaleza, sino como una condición accidental y penal de miseria consecuente al pecado original, excluyendo por otra parte también la concepción opuesta rousseauniana de la bondad natural del hombre que ignora las consecuencias del pecado original.
      La simpatía de Schmitt por Hobbes es claramente resultante de la cita schmittiana de Hobbes que hice en mis respuestas precedentes.

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  9. 3. La "diferencia existencial" no es "repugnancia" (término de indudable acepción negativa y desconocido, hasta donde yo conozco, en el léxico de Schmitt) sino una discriminación de heterogeneidad normativa, de finalidades diferentes que no pueden sino entrar en conflicto, condicionadamente, en la prosecución de intereses cada vez más divergentes. Criterio que, sostenido argumentativamente por Schmitt, ha justificado siempre, desde Pablo IV a Pío V, en la Europa de la Cristiandad la delimitación preventiva de áreas intra-estatales en las cuales debieran vivir aquellos grupos humanos que, con razón, se consideraban culturalmente incompatibles con el Estado cristiano de acogida. Pero, como le decía, esto nunca ha dado lugar a ninguna voluntad homicida o exterminacionista, ni por eso veo por qué debería hacerlo en el caso del católico Schmitt.

    La neutralización ética del conflicto tiene precisamente como objetivo evitar su exacerbación, como p.ej. sucedió durante las guerras religiosas de los siglos XVI y XVII (de las cuales la tristemente famosa Noche de San Bartolomé, celebrada por Gregorio XIII, es sólo uno de los episodios más destacados) en las que nunca faltaron "calificaciones éticas válidas" del adversario, puestas en juego entre los beligerantes, como para prolongar incansablemente en las plazas de Europa un conflicto civil despiadado y muy sangriento durante todo un siglo. La reducción del conflicto a razones "materiales" (preservación del cuerpo y expansión de la vida) tiene como principal objetivo garantizar que éste no degenere en una masacre indiscriminada e irrefrenable a causa de convicciones y juicios inapelables. Pero esto no excluye, en verdad, la posibilidad de referencias fundacionales últimas de un cierto tipo incluso en Hobbes (aunque ausentes en Hegel, véase la nota 53 de "El concepto de lo político"). En efecto, si no es moralmente mala la fe de todos y la voluntad que sigue legítimamente los dictados de la conciencia errónea (Summa, I-II, q.19, a.5), lo que ad extra mitiga la pena e inflama la urgencia del proselitismo mediante la impetración de gracias y la oratoria sagrada, ab intra requiere la salvaguardia de la integridad de la verdad y el orden de la estructura social.

    4. En efecto, como usted me enseña, para que el pecado original no perjudique una conducta humana conforme a la naturaleza humana caída, se necesita una limpieza sobrenatural y ciertamente no una filosofía pagana, ni siquiera específicamente aristotélica. Es posible que Hobbes haya apoyado erróneamente sus consideraciones políticas con un materialismo empirista, pero ciertamente no quería ignorar cristianamente la concreción histórica demasiado corriente y activa del mal moral (atributo de la natura lapsa que, una vez más, no puede ser resuelta hegelianamente a pura negatividad lógica y moral) y que sería irresponsabilidad olvidar para cultivar pueriles y mistificadoras fantasías humanitaristas a la manera de un lessingiano "Natán el sabio".

    Renovando mi saludo más cordial en Cristo.
    ¡Viva Jesús, viva María!

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    1. 3. No tengo ninguna dificultad en reconocer que Schmitt no defendía el exterminio de los Judíos. Ya lo he dicho y lo repetiré y esto va sin duda en su honor. Pero él ha tenido la imprudencia o el oportunismo de admitir, como he demostrado, una concepción del enemigo, que podría ser entendida como aval del exterminio de los Judíos. En cuanto a Hegel, Hegel ciertamente no excluye la reconciliación con el enemigo, aunque ella sea de tipo dialéctico, es decir, no como una solución, sino como una "superación" (Uberwindung) del conflicto. Sin embargo, la dialéctica no asegura una verdadera reconciliación, porque mantiene la contradicción, sin la cual la dialéctica no existe. El fundamento de la verdadera reconciliación y de la verdadera paz no es una concepción equívoca del ser, como la hegeliana, sino que es la concepción analógica del ser de la Biblia y de Santo Tomás.

      Tomo nota con satisfacción la aceptación por parte de Schmitt del principio del derecho romano si vis pacem, para bellum. Pero siempre queda la aceptación simultánea del principio dialéctico hegeliano, mencionado anteriormente.

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    2. 4. No llego tan lejos como para acusar el concepto schmittiano de enemigo de estar dictado por un gusto sádico por la guerra; y, sin embargo, hablar de un "elemento psicológico existencial" no es suficiente para disipar la impresión de que el motivo del ser enemigo no pueda predicarse en categorías conceptuales de carácter moral, sean correctas o incorrectas, sino que es sólo porque el enemigo contrasta con tendencias existenciales concretas, como le podría suceder al búfalo que instintivamente siente hostilidad hacia el león.

      Si la razón falla, prevalece el instinto, o la emoción o la pasión. Entonces resulta espontáneo usar el término "repugnancia", incluso si la palabra no aparece en Schmitt. Pero ahí está el concepto. Y aquí radica el error de Schmitt, que nos lleva a considerar como enemigo a alguien que no tenemos razón para considerarlo como tal, sino que es enemigo sólo porque nos resulta antipático o desagradable, o urticante u ofensivo, o no coincide con nuestros gustos, no nos agrada, o en todo caso no nos gusta considerarlo amigo: una actitud de evidente inmadurez psíquica y moral, que viene muy adecuada para fundamentar y explicar el fanatismo y la crueldad de los nazis.

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    3. 5. Ya he explicado por qué he usado el término repugnancia. Y en cualquier caso, para considerar legítimamente a un pueblo como enemigo, no basta la "heterogeneidad normativa", o el conflicto o diversidad de fines o de intereses. Es necesario presentar razones jurídicamente y moralmente válidas y objetivas para ser enemigos de ese enemigo determinado. Y es necesario que un Estado demuestre con argumentos razonables ante la comunidad internacional por qué considera a un determinado pueblo como su enemigo. Y si tiene razón contra ese enemigo, es claro que ese enemigo deberá estar equivocado contra él, ya que no es posible que algo sea justo e injusto al mismo tiempo. Si algo es objetivamente correcto o incorrecto, no puede ser correcto sólo para mí, sino que también debe serlo para usted. Schmitt no es del todo claro y razonable al respecto, nos lanza humo a los ojos y da espacio para pensar no en la dinámica de la conflictualidad humana, sino en la del mundo animal. ¿Cómo podemos sorprendernos de que Schmitt haya sido utilizado por los nazis?
      Los Papas siempre han motivado el aislamiento territorial de los Judíos con razones tanto de defensa por su parte contra las acciones antisemitas, como de limitación de su proselitismo. Además, los Papas, guardianes infalibles de una ética objetiva y universal revelada por Dios, tienen razones graves y objetivas para proceder contra los herejes.
      Lo que sí es muy cierto es el conocido hecho histórico que ha durado siglos de la pena de muerte para los herejes, en lo que estuvimos implicados los Dominicos. Pero incluso en estos casos extremos, la Iglesia siempre se ha preocupado de justificar jurídicamente su severidad y si los herejes son enemigos de la Iglesia, la Iglesia hoy más que nunca no los considera enemigos, sino hermanos que deben salvarse.
      Aquí estamos a mil millas lejos de concebir un enemigo del Estado sobre la base de una "incompatibilidad existencial" y de una gnoseología subjetivista o relativista como la de Hobbes, avalada por Schmitt, según la cual dos enemigos movidos por ideas opuestas pueden ambos tener razón.

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    4. 6. Gregorio XIII estuvo inicialmente mal informado sobre la masacre de la Noche de San Bartolomé, pero la deploró severísimamente cuando descubrió la verdad. Evidentemente comparto el principio tomista y evangélico de la inocencia de la conciencia errónea, que Usted invocó con razón y que hoy la Iglesia respeta más que nunca con el derecho civil a la libertad religiosa. Por lo demás estoy de acuerdo con Usted.

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    5. 7. No me parece que la doctrina hobbesiana de la tendencia egoísta y belicosa del hombre derive de la doctrina del pecado original; por el contrario, Hobbes la ve como inherente a la naturaleza del hombre como tal, por lo cual rechaza la concepción aristotélica del hombre como animal social, sociable y abierto al bien común, doctrina en perfecta línea con la Escritura, que se concilia con la del pecado original, porque según la Escritura el hombre ha sido creado sociable y abierto al bien común, por lo cual, contrariamente a cuanto pensaba Lutero, el pecado original ciertamente ha debilitado esa tendencia natural, pero no la destruyó por completo. Por eso, si en la vida presente, dada esta tendencia egoísta del hombre, la guerra todavía puede tener una razón de existir como defensa del bien común o victoria sobre las formaciones humanas contrarias al bien del Estado o de la sociedad, ello no significa justificar una hostilidad sistemática, en la cual la paz es sólo el resultado del acuerdo de los egoísmos individuales.

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  10. Nico De Federicis, académico (hegeliano) estudioso del tema, en un artículo científico en el que hace balance de la cuestión de la relación entre Hegel y Schmitt, a la luz de la bibliografía y de los argumentos fundamentales, reitera en esencia lo siguiente: "Schmitt no es fiel ni al espíritu ni a la letra hegeliana; por un lado, oculta por completo la articulación dialéctica interna de la ética, dejando en su lugar un concepto de la esfera política como totalidad indiferenciada; por otro, no toma debidamente en consideración el hecho de que, al asociar su propio concepto del Estado a un 'organismo', Hegel pretendía referirse al espíritu del pueblo, es decir, a una entidad racional y no étnica. Por el contrario, en la definición de Schmitt irrumpe con extrema fuerza el elemento étnico, porque la esencia de la totalidad estatal remite a la idea de un pueblo concebido en sus profundas raíces políticas. [...] la concepción schmittiana del Estado debe considerarse irreductible a la concepción estatal de la tradición filosófico-política idealista [...]" (De Federicis, La presencia de Hegel en la filosofía política de Gentile y Schmitt, Political Philosophy, 3, 2000, 465-488; págs. 470-471). En otras palabras, sostener la existencia operativa en Schmitt de las nociones idealistas que articulan la doctrina política estatal hegeliana es una tesis desprovista de fundamento científico alguno (como lo demuestra más que suficiente el artículo citado al que me refiero) pero además, quisiera añadir que el primer capítulo de "Teología política" se cerraba significativamente con una cita elogiosa de Kierkegaard.

    Citar a un autor, acreditándole también aspectos centrales, no significa evidentemente compartir sus soluciones, ni justificar la posición que ellos ocupan respecto de los intereses del sistema general. Al hacerlo, también Tomás habría tenido que sufrir la justa condena de las tesis consideradas heréticas, por ser incompatibles con la fe católica, formuladas por Aristóteles (que culminaron en el averroísmo). Entonces no es posible exigir objetividad de argumentaciones cuando uno pretende ignorar voluntariamente el sentido (incluso si se hace explícito) del juicio expresado por Schmitt sobre el significado teórico-histórico general de la dialéctica hegeliana.

    Una última nota. El sentido de la referencia a la doctrina tomista de la conciencia errónea pretendía ser el de la "tolerancia religiosa" (para la cual, "schmittianamente", la represión positiva no siempre es un deber, cf. Pío XII, el discurso "Ci riesce" del 6 de diciembre de 1953), no del "derecho a la libertad religiosa", que no me parece tomísticamente aceptable precisamente en virtud de la indudable imputabilidad y punibilidad de los herejes "ex parte quidem ipsorum" (II-II, q.11. a.5).

    Con la esperanza de que este debate haya sido de algún modo fructífero, os ofrezco un cordial saludo en Cristo.

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    1. Estimado Samuel,
      el punto de nuestra discusión es si el concepto de "enemigo del Estado" en Schmitt se presta a ser utilizado por un Estado, como es el Estado nazi, fundado no en el derecho natural, sino en la voluntad absoluta de Hitler, completamente independiente de consideraciones de derecho natural. Ahora bien, a fin de que un Estado tenga el derecho a declarar como enemiga a una formación humana colectiva interna al Estado, este Estado debe demostrar ante la comunidad internacional su buen derecho, es decir, el hecho de que, en base a las exigencias y normas del derecho natural, esa comunidad determinada (que podrían ser los Judíos) era de grave perjuicio para el bien del Estado.
      Ahora bien, a partir de los pasajes de Schmitt que he citado, nada de todo esto resulta evidente. Y de hecho agrego también estas palabras de Schmitt, que agravan su posición y confirman su vínculo con la visión dialéctica hegeliana: "todos los conceptos, las expresiones y los términos políticos tienen un sentido polémico; ellos tienen presente una conflictualidad concreta, están vinculados a una situación concreta, cuya consecuencia extrema es el reagrupamiento amigo-enemigo, que se manifiesta en la guerra y en la revolución" (Le categorie del politico, p.113). "La contraposición política es la más intensa y extrema de todas y cualquier otra contraposición concreta es tanto más política cuanto más se acerca al punto extremo, el del reagrupamiento en base a los conceptos de amigo-enemigo" (p.112).
      No es cierto que "todos los conceptos, las expresiones y los términos políticos tienen un sentido polémico" y que "la contraposición política es la más intensa y extrema de todas, y toda otra contraposición concreta es tanto más política cuanto más se acerca al punto extremo, el del reagrupamiento en base a los conceptos de amigo-enemigo" (p.112). Existe también, gracias a Dios, una convivencia política democrática, amigable, serena, pacífica. Se ve aquí la influencia de Hobbes, además de la de Hegel.
      Los contrastes más profundos entre los hombres se encuentran en el nivel de su vida moral, espiritual y religiosa, porque es esto y no la política lo que involucra los intereses humanos más vitales, profundos y radicales. Resolver los intereses humanos en lo político quiere decir darle demasiada importancia a la política y dar espacio a una concepción totalitaria de la política como fue la de Hitler.
      Ahora bien, ¿cómo no rastrear en estas palabras el dialectismo inexorable, despiadado y cruel de la dinámica de la sociedad según Hegel? ¿Cómo no pensar en los nazis? Hegel fue reconocido teórico del Estado por el nazismo, que también se inspiró en Nietzsche. ¿Cómo hace entonces De Federicis para decir que "Schmitt no es fiel ni al espíritu hegeliano ni a su letra"?
      ¿Cómo hace por tanto usted para afirmar que yo "pretendo ignorar voluntariamente el sentido (incluso si se hace explícito) del juicio expresado por Schmitt sobre el significado teórico-histórico general de la dialéctica hegeliana", después de haberle citado el largo pasaje de las páginas 146-147 y también las palabras de las páginas 112-113?
      Y el concepto schmittiano de la "esfera política como una totalidad indiferenciada", ¿es un concepto aceptable de la esfera política? ¿O no es una expresión nebulosa, vaga e indeterminada, en la cual cualquier dictador o tirano o sinvergüenza político puede pescar en río revuelto y aguas turbulentas? Estamos lejísimos de una definición correcta de la esfera política que resulta de una sana filosofía política, por no hablar de la doctrina social de la Iglesia. A un concepto de este tipo, desprovisto de toda claridad moral, Hitler bien podría haber recurrido para sus fechorías.
      ¿Y la admiración de Schmitt por Hobbes? ¿Le parece a usted que este materialista cínico, desprovisto de principios morales, apologista del egoísmo humano, podría ser un digno teórico del derecho de un Estado para llamar enemiga a una colectividad humana que le es adversa? ¿O no hubiera podido ser también él muy conveniente para los nazis?

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