miércoles, 16 de julio de 2025

Sobre el incidente de Antioquía y la infalibilidad del Papa. Acerca de algunas distorsiones pasadistas en torno al texto de la Carta a los Gálatas 2,11-14, en particular del padre Javier Olivera Ravasi

Presento esta vez a los lectores una lectura católica del reproche de Pablo a Pedro, narrado en la Carta a los Gálatas 2,11-14, frente a las distorsiones pasadistas: entre la fidelidad crítica y la sospecha doctrinal, entre la comunión apostólica y la tentación de la autarquía ideológica. [En la imagen: fragmento de "Dos viejos discutiendo" o "La disputa de los santos Pedro y Pablo", óleo sobre tabla, ca. 1628, obra de Rembrandt Harmenszoon van Rijn, conservado y expuesto en la National Gallery of Victoria, Melbourne, Australia].

“A los que yerran, repréndelos delante de todos,
para que los demás también teman.” (1 Tim 5,20)

Cuando se invoca a Pablo para relativizar a Pedro
   
----------En estos tiempos de confusión, sacudidas doctrinales y reconfiguraciones eclesiológicas, algunos sectores autodenominados “tradicionalistas” -que en realidad anclan su teología en una hermenéutica del pasado congelado- vuelven a invocar un antiguo pasaje paulino con intenciones contemporáneas. Se trata del célebre "incidente de Antioquía" narrado en Gál 2,11-14, en el que san Pablo reprende públicamente a san Pedro. Para ciertos autores, este episodio sería la evidencia de que el primer Papa no solo erró pastoralmente, sino incluso doctrinalmente, y que por tanto los Papas actuales pueden y deben ser corregidos por los “fieles esclarecidos” y "custodios de la ortodoxia católica" cuando se desvían de la verdad.
----------Pero, ¿es eso lo que enseña el texto sagrado? ¿Puede la Sagrada Escritura ser utilizada para justificar una desconfianza sistémica hacia el magisterio pontificio? ¿No se corre el riesgo, en nombre de una fidelidad selectiva, de abrir la puerta a una desobediencia revestida de ortodoxia?
----------Este artículo tiene un doble propósito: por un lado, ofrecer una lectura teológicamente fundada del episodio de Antioquía, distinguiendo con claridad lo doctrinal de lo pastoral, y, por otro lado, mostrar cómo ciertas interpretaciones pasadistas del mismo ignoran o contradicen el desarrollo legítimo del Magisterio de la Iglesia sobre la infalibilidad y la autoridad del Sucesor de Pedro.
   
Exégesis y contexto del incidente de Antioquía
   
----------San Pablo Apóstol relata con intensidad un episodio que, a primera vista, podría escandalizar al lector moderno. Se trata del momento en que se enfrentó abiertamente a Pedro, “porque era reprensible” (Gál 2,11). Pero este pasaje, lejos de minar la autoridad de Pedro, ilumina la dinámica real de una Iglesia que discierne, corrige y camina hacia la verdad en comunión. Actitud sinodal de la hoy también habla el papa León.
----------A fin de comprender lo que nos manifiesta la Palabra de Dios en este pasaje de la Carta a los Gálatas, tengamos ante todo en cuenta el contexto histórico y pastoral. Recordemos que la comunidad cristiana de Antioquía reunía tanto a judeocristianos como a gentiles convertidos. Pedro, como huésped allí, compartía la mesa con todos, superando las restricciones alimentarias de la Ley mosaica, lo que implicaba una aceptación efectiva de la libertad cristiana. Sin embargo, al llegar algunos “de parte de Santiago”, Pedro “comenzó a retraerse y apartarse por temor a los partidarios de la circuncisión” (Gál 2,12). Esta actitud provocó un efecto dominó, pues tambien Bernabé fue arrastrado por esa incoherencia.
----------¿Qué lectura teológica debemos hacer del reproche de Pablo a la actitud de Pedro? Es claro que Pablo reprocha a Pedro una incoherencia pastoral, no una enseñanza doctrinal errónea. No se está disputando la verdad de fe, sino la forma en que se vive esa verdad ante la comunidad. La expresión “no caminaban rectamente según la verdad del Evangelio” (v.14) revela que la fe ya estaba definida: la justificación viene por la fe en Cristo, no por las obras de la Ley (cf. Gál 2,16).
----------El problema no era de contenido doctrinal, sino de conducta pastoral ambigua, que podía escandalizar a los gentiles y sembrar confusión sobre la universalidad de la salvación. De ahí que puede entenderse fácilmente que la intensidad de la reacción y reproche de Pablo se fundaba en el hecho de que Pablo sabía que Pedro estaba al tanto de la verdad doctrinal, y no podía no ser de otro modo, pues Pedro era el designado y asistido por Cristo y su Espíritu para confirmar a la comunidad en la fe. Esto ha sido puesto muy en claro por Benedicto XVI, por ejemplo, cuando se refirió explícitamente al incidente de Antioquía en su audiencia general del 1 de octubre de 2008, y allí hizo una observación muy significativa sobre el comportamiento de Pedro.
----------En aquella ocasión, el papa Ratzinger explicó que Pedro conocía la verdad, vale decir, la libertad cristiana frente a la Ley mosaica, pero guardó silencio por temor a escandalizar a los cristianos provenientes del judaísmo. Benedicto lo expresó así: “Pedro sabía que el Señor quería la comunión entre cristianos de origen judío y cristianos de origen pagano, y sabía que esta comunión debía realizarse en la fe en Jesucristo, que es el Señor de todos. Pero cedió por temor a los judaizantes, y así se apartó de los paganos. Pablo lo reprocha: ‘Tú conoces la verdad, pero no la manifiestas con claridad’.”
----------Este silencio, según Benedicto, no era simplemente una omisión, sino una incoherencia pastoral que podía poner en riesgo la unidad de la Iglesia. Pablo, al confrontarlo, no lo hace por una cuestión doctrinal, sino por la necesidad de vivir la verdad del Evangelio con transparencia ante la comunidad. Es ésta ciertamente una escena que revela la tensión entre prudencia pastoral y fidelidad profética, o sea fidelidad doctrinal (que no se puede dudar de Pedro), y Benedicto la interpreta como una lección para todos: la verdad no puede ser silenciada por temor, aunque su proclamación requiera valentía y pueda generar conflicto.
----------En la tradición patrística ha habido múltiples reacciones de los Padres a este pasaje de la Carta a los Gálatas. San Agustín de Hipona defiende la autenticidad del conflicto, viendo en él una llamada a la caridad que corrige con verdad. Para él, Pablo actuó por celo evangélico y Pedro aceptó con humildad el reproche. San Jerónimo, en cambio, interpreta el episodio como un acuerdo estratégico entre Pedro y Pablo para enseñar a la comunidad, una interpretación que hoy es minoritaria. De todos modos, tanto Agustín como Jerónimo coinciden en que la fe de Pedro no estaba en juego, sino su actitud temporal, imperfecta, y por tanto corregible.
----------Por tanto, la conclusión exegética que debemos extraer respecto de este texto neotestamentario es que el incidente de Antioquía no prueba que Pedro erró doctrinalmente, sino que actuó con temor humano, de forma contradictoria con una verdad ya reconocida. El reproche de Pablo no quebranta su comunión con Pedro, sino que la fortalece al invitarlo a la coherencia y a la unidad visible del Evangelio.
   
La infalibilidad del Papa: desarrollo doctrinal y grados del magisterio
   
----------Dado que el incidente de Antioquía no puede interpretarse como un error doctrinal de Pedro, ¿cómo entiende la Iglesia católica la infalibilidad del Sucesor de Pedro? La respuesta requiere un recorrido doctrinal que no se agota en el Concilio Vaticano I como pretenden, por ejemplo, los cismáticos lefebvrianos para fundamentar sus acusaciones a los Papas del Concilio Vaticano II y del postconclio, a quienes califican de herejes. De hecho, los lefebvrianos no sólo malinterpretan lo declarado por el Vaticano I recortando sus enseñanzas, sino que niegan que el dogma de la infalibilidad de Pedro y de sus sucesores ha sido clarificado y enriquecido por enseñanzas del Magisterio posteriores al Concilio Vaticano I.
----------El Vaticano I ciertamente cuenta con una definición solemne de la infalibilidad en la constitución Pastor Aeternus (1870), donde estableció que el Romano Pontífice goza de infalibilidad: cuando habla ex cathedra, es decir, como pastor y doctor supremo de todos los fieles, definiendo una doctrina sobre fe o costumbres, que debe ser sostenida por toda la Iglesia. Este acto es extraordinario y poco frecuente, pero su solemnidad ha llevado a algunos a creer, erróneamente, que solo estos actos tienen autoridad doctrinal plena.
----------Vale decir, aunque el dogma de la infalibilidad papal definido por el Concilio Vaticano I se refiere explícitamente al magisterio extraordinario, el mismo texto también afirma que "la Sede Apostólica permanece libre de error" incluso en su enseñanza ordinaria. En el capítulo IV de la constitución Pastor Aeternus, se dice: “Esta Sede de San Pedro siempre permanece libre de todo error, según la divina promesa de nuestro Señor y Salvador al príncipe de sus discípulos: ‘Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos’ (Lc 22,32).” Y más adelante: “Este carisma de una fe verdadera y nunca defectuosa fue, por tanto, divinamente conferido a Pedro y a sus sucesores en esta cátedra, para que pudieran desempeñar su elevado oficio para la salvación de todos, de modo que todo el rebaño de Cristo se mantuviera alejado del alimento venenoso del error y nutrido con el sustento de la doctrina celestial.” Aunque no se trata de una definición dogmática sobre el magisterio ordinario, el texto sugiere que la asistencia divina al Papa no se limita a los actos solemnes, sino que preserva la doctrina apostólica en su conjunto, incluso cuando no se pronuncia de forma definitiva. Esto ha sido más explicitado en años recientes.
----------A este respecto, la Carta apostólica Ad tuendam fidem explicita la distinción de tres grados del magisterio doctrinal. Precisamente para corregir lecturas reduccionistas (obviamente como la lectura reduccionista que hacen los cismáticos lefebvrianos y a veces los filolefebvrianos) el papa san Juan Pablo II promulgó en 1998 este documento acompañado por una Nota doctrinal de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Allí se explicita que el Papa enseña con distintos niveles de autoridad, todos con valor vinculante.
----------Esta doctrina muestra que la infalibilidad no se limita a las definiciones solemnes, sino que se extiende a todo el magisterio doctrinal propuesto de manera definitiva, incluso sin solemnidad formal.
----------¿Por qué el Código de Derecho Canónico presenta tres grados de autoridad doctrinal? ¿Cuál es el motivo y el criterio de esta multiplicidad? ¿Sobre qué se basa?
----------¿Por qué san Juan Pablo II con la Carta Apostólica Ad tuendam fidem de 1998 ha hecho añadir un segundo párrafo en el can.750, es decir, un tercer grado de autoridad doctrinal del Papa, un grado intermedio entre los dos (cann. 749-750, primer párrafo) del texto canónico anterior?
----------Porque se había dado cuenta de un subterfugio al cual recurrían los lefebvrianos, quienes, con el pretexto de que el Vaticano I declaraba como dogma que el Papa enseña infaliblemente cuando solemnemente "ex cathedra" define un nuevo dogma, ahora, así como ni el Concilio Vaticano II ni los Papas del postconcilio se han valido de este poder excepcional del Magisterio doctrinal, es decir, no han definido solemnemente nuevos dogmas, los lefebvrianos creían entonces tener la puerta abierta para poder acusar al Concilio Vaticano II y a los Papas postconciliares de herejía o cuanto menos considerarlos falibles por el hecho de que nunca han usufructuado del poder pontificio dogmatizado por el Concilio Vaticano I.
----------San Juan Pablo II, con la mencionada intervención, bloquea esa operación deshonesta intentada por los lefebvrianos, precisando que el Romano Pontífice, Vicario de Cristo, es infalible no solamente en el magisterio extraordinario como el contemplado por el Concilio Vaticano I, sino también en el magisterio ordinario, incluso cuando propone nuevas doctrinas, porque también en este caso enseña como maestro de la fe, en materia de fe, desde la cátedra de Pedro, es decir, como Sucesor de Pedro ("ex cathedra").
----------De este modo, del Derecho Canónico así perfeccionado por el papa san Juan Pablo II, resulta que el pronunciamiento papal del cual habla el Concilio Vaticano I es solo el primer y más alto grado de una autoridad doctrinal que es infalible, es decir absolutamente verídica, no solo en ese primer grado, siempre verdadera y nunca falsificable, sino que lo es también en los otros dos que tiene debajo de sí: el segundo (Can. 750, párrafo segundo, grado medio) y el tercer y último grado (Can. 752).
----------En base a cuanto he dicho sobre los grados de autoridad doctrinal del Papa, está claro que a cada uno de estos grados corresponde un grado de credibilidad de la materia de fe tratada en ese grado y objeto del correspondiente grado de autoridad del Papa, mientras que en el fiel existirá el grado de fe correspondiente al grado de credibilidad de la materia de fe y al grado de autoridad según el cual el Papa la enseña.
----------Es necesario entonces ver ahora la relación autoridad-materia de fe (dogma-fe) en cada uno de los tres grados. Anticipo que el supremo contenido de fe, después de la misma Palabra de Dios y de Cristo contenida en la Escritura y en la Tradición, es el Símbolo de la fe; son estos los individuales artículos de fe contenidos en el Credo. Estos contenidos son los llamados "dogmas". El dogma en general es una proposición elaborada por la Iglesia como interpretación y explicación de la Palabra de Dios.
----------La referencia al dogma está contenida en los tres grados de doctrina que hemos venido examinando líneas arriba, porque en esos tres grados de doctrina siempre se trata de verdades de fe. Al dogma en el sentido más fuerte se refiere el primer grado citado por el primer párrafo del Can. 750, el cual utiliza estas palabras: "todo lo que está contenido en la Palabra de Dios escrita o transmitida y que la Iglesia, sea con juicio solemne, sea con magisterio ordinario y universal, propone para creer como divinamente revelado". Aquí tenemos el dogma formalmente y explícitamente definido como dogma.
----------En el segundo párrafo tenemos el dogma referido al segundo grado de autoridad: "todas y cada una de las cosas que vienen propuestas definitivamente por el magisterio de la Iglesia acerca de la fe y las costumbres, es decir, aquellas que son requeridas para custodiar santamente y exponer fielmente el mismo depósito de la fe". Es claro que este "exponer" sobrentiende el desarrollo o progreso doctrinal en la continuidad.
----------En el tercer grado de dogma o autoridad doctrinal, al que se refiere el Can. 752 del derecho canónico, el dogma aparece solo a un nivel embrionario e implícito y no declarado; aparece como simple doctrina de fe del magisterio ordinario sin ninguna solemnización y reconocimiento como dogma y, sin embargo, es también esta doctrina susceptible, si la Iglesia lo considerara oportuno, de ser solemnemente y explícitamente dogmatizada ascendiendo al segundo grado y de éste al primero.
----------De tal manera que aquí es llamado el dato de fe: "doctrina sobre la fe y las costumbres enunciada por el Sumo Pontífice y por el Colegio de los Obispos". Estas doctrinas podrán eventualmente algún día pasar al primer grado de autoridad doctrinal. Así ha sucedido, por ejemplo, con la doctrina de la creación o de los ángeles, que ha sido elevada a dogma en 1215, o con la doctrina de los condenados del infierno elevada a dogma por el Concilio de Quierzy del 856, o con la doctrina de la visión beatifica, elevada a dogma en 1336 o con la doctrina de la inmortalidad del alma elevada a dogma en 1513, o con la doctrina de la Inmaculada, elevada a dogma solo en 1854, o con la doctrina de la demostrabilidad de la existencia de Dios, elevada a dogma por el Concilio Vaticano I, todas doctrinas inicialmente de tercer grado, luego elevadas al primero.
----------Una doctrina hoy en día apenas de tercer grado, dado que es bastante discutida, es la doctrina de la Corredentora. Pero suponiendo que una buena mariología consiga eliminar cualquier sospecha de maximalismo mariano, se podría auspiciar la elevación al segundo grado. Y suponiendo un progreso en el diálogo ecuménico con los protestantes, tal como para disipar en ellos toda preocupación, el Papa podría festejar este eventual acontecimiento exitoso dogmatizando el título en el primer grado. Sería un triunfo estupendo de María Madre de todos los cristianos, Reina de paz y de reconciliación.
----------¿Qué es lo que induce a la Iglesia a elevar de grado una doctrina revelada o de fe? Pueden ser dos los motivos: un motivo pastoral: la Iglesia en un determinado momento histórico juzga que es necesario evidenciar una determinada verdad con particular fuerza, o bien un motivo de defensa de la fe: responder a los ataques de los herejes. Por ejemplo, lo que el Concilio de Trento enseñó contra Lutero: el número de los sacramentos, la Misa como sacrificio, la transustanciación, el sacerdocio.
----------Por cuanto respecta al acto de fe que acoge las verdades de fe en esos tres grados, digamos: el acto de fe con el cual el fiel acoge el dogma definido de primer grado es "el acto de fe divina y católica" (Can. 750, párrafo primero). El acto de fe con el cual el fiel acoge la doctrina de segundo grado, es decir el dogma próximamente definible, es la "fe en la asistencia del Espíritu Santo al magisterio y sobre la doctrina católica de la infalibilidad del magisterio (doctrinas de fide tenenda)" (Nota Doctrinal, n.8).
----------Por cuanto respecta al asentimiento a las doctrinas del tercer grado, como tratan todavía de materia de fe, es todavía un asentimiento de fe en la autoridad de la Iglesia, acto que es designado por el Código de Derecho Canónico como "religioso obsequio de la inteligencia y de la voluntad" (Can. 752). Nunca, por tanto, está justificado el disenso porque también aquí la Iglesia enseña una verdad divina que no cambia, sabiendo que no se equivoca sino que guía a los hombres hacia la salvación (para más detalles recomiendo consultar el libro todavía actual del padre Sisto Cartechini SJ, De la opinión al dogma. Valor de las notas teológicas, Ediciones de la Civiltà Cattolica, Roma 1953).
----------Aceptar esta doctrina de la infalibilidad no tiene nada que ver con el vicio de la papolatría. Por el contrario, se debe tener presente al respecto un equilibrio propiamente católico: autoridad sin absolutismo, libertad sin sospecha. Vale decir, el Papa no es infalible en toda expresión personal, ni en sus decisiones prudenciales o disciplinares. Pero tampoco es un maestro parcial, cuya voz valga solo cuando pronuncia fórmulas solemnes (lo cual ocurrió en rarísimas ocasiones históricas). El católico está llamado a un discernimiento obediente, que no se convierte en juicio privado del magisterio, sino en adhesión confiada, crítica y filial.
   
Tres errores en la lectura pasadista del incidente de Antioquía
   
----------A pesar de su aparente celo por la ortodoxia, ciertos sectores pasadistas filolefebvrianos caen en graves desajustes teológicos al utilizar el relato de Gál 2,11-14 para deslegitimar el magisterio pontificio. Su uso de este pasaje neotestamenterio revela tres errores fundamentales, que conviene exponer con claridad.
----------En primer lugar, de modo parecido a los cismáticos lefebvrianos, los sectores pasadistas filolefebvrianos caen en la reducción del magisterio al Vaticano I, pues toman exclusivamente la definición solemne de la constitucion Pastor Aeternus, como si fuera la única doctrina vigente sobre el magisterio petrino, dejando de lado lo que dice también el Vaticano I acerca de la infalibilidad del Papa también en su magisterio ordinario. Y además, se ignora que la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, ha continuado desarrollando doctrinalmente esa enseñanza, especialmente en el magisterio de los siglos XX y XXI, como es el caso de la Carta Ad tuendam fidem, en que se establece con claridad los tres grados del magisterio doctrinal, todos ellos vinculantes. Negarlos o silenciarlos supone mutilar la comprensión católica del oficio petrino.
----------En segundo lugar, los sectores católicos pasadistas filolefebvrianos suelen caer en una interpretación doctrinal del reproche de Pablo a Pedro en el ya examinado incidente de Antioquía. Algunos de ellos interpretan que Pablo reprendió a Pedro porque “se desvió doctrinalmente”, como si el primer Papa hubiese caído en error de fe. Esta lectura no resiste el análisis exegético ni teológico, pues como ya hemos demostrado, Pedro no enseñó nada contrario al Evangelio, sino que actuó con temor humano, de modo incoherente con una verdad ya reconocida. Sugerir que Pedro erró doctrinalmente equivale a imputar herejía a quien goza de asistencia divina en el ejercicio de su oficio. Como hemos visto, ya el Concilio Vaticano I declaró explícitamente que “el Romano Pontífice no yerra cuando proclama doctrina de fe o costumbres”.
----------En tercer lugar, los sectores pasadistas filolefebvrianos suelen caer en el error de una reducción funcional de la autoridad pontificia. Vale decir, sostienen que el Papa debe ser obedecido sólo cuando define dogmas solemnes (reduciendo a ello la noción de "ex cathedra"), lo cual vacía de contenido su misión como “maestro supremo de todos los fieles”. Esta visión funcionalista convierte al Sucesor de Pedro en un notario esporádico de la fe, en lugar de reconocerlo como principio visible de unidad y custodio vivo de la Tradición. Negar valor vinculante al magisterio ordinario es abrir paso al juicio privado como criterio final de adhesión, lo cual es ajeno a la fe católica y afín al principio protestante de libre examen.
   
Un caso ejemplar: la lectura pasadista del padre Javier Olivera Ravasi
   
----------Entre los diversos representantes del pensamiento pasadista filolefebvriano contemporáneo, el padre Javier Olivera Ravasi destaca por su capacidad de articulación pública y por el alcance de su blog Que no te la cuenten, donde publica homilías, conferencias, artículos y reflexiones en clave, según dice él, "apologética y contracultural". Aunque en los doce años de pontificado del papa Francisco no ha solido nombrar directamente al Papa, su omisión sistemática del Magisterio reciente y sobre todo su marcada tendencia a citar selectivamente la tradición magisterial anterior al Concilio Vaticano II, lo convierten en un referente explícito de esa lectura pasadista filolefebvriana que este artículo busca refutar con serenidad teológica.
----------En su homilía titulada Sermón sobre el primado de Pedro”, publicada el 29 de junio de 2025, el padre Olivera interpreta el incidente de Antioquía del modo siguiente: “Pedro se separó de los gentiles por temor a los judaizantes y se desvió, al menos momentáneamente, de la coherencia doctrinal del Evangelio.” Y Olivera concluye: “Esto prueba que ni siquiera el Papa es infalible siempre, sino solo cuando habla ex cathedra, como definió el Concilio Vaticano I.” Este doble planteo manifiesta dos errores graves:
----------Primero. Una interpretación doctrinal del reproche de Pablo, que sugiere que Pedro habría errado en materia de fe. Lo cual ya hemos demostrado que se trata de una interpretación equivocada.
----------Segundo. Una reducción de la infalibilidad papal únicamente a definiciones solemnes "ex cathedra", desconociendo no sólo el desarrollo doctrinal propuesto por la Carta Ad tuendam fidem de  1998, que establece los tres grados del magisterio pontificio vinculante, sino también la propia enseñanza del Concilio Vaticano I acerca de la inerrancia del Papa también en su magisterio ordinario (además de reducir la enseñanza "ex cathedra" del Papa solamente a las definiciones solemnes extraordinarias y rarísimas).
----------Para evaluar debidamente esta postura ideológica del padre Olivera Ravasi es necesario considerar que en su discurso habitual se constata una omisión sistemática del Magisterio reciente. En efecto, a lo largo del blog Que no te la cuenten, activo desde hace más de una década, se constata, por un lado, la ausencia casi total del magisterio del papa Francisco, incluido el silencio sobre encíclicas doctrinales como Laudato Si’ (puesta de relieve por el papa León al promulgar y ser el primero en celebrar la Misa por el Cuidado de la Creación), Evangelii Gaudium o Fratelli Tutti. Por otro lado, se constata en el blog de Olivera la falta de reconocimiento del Concilio Vaticano II como fuente viva de enseñanza, citándolo solo cuando se lo puede interpretar en continuidad estricta con el Magisterio preconciliar. Y además se constata el uso frecuente de autores preconciliares como únicos intérpretes legítimos de la fe, sin referencia a los desarrollos contemporáneos como Donum Veritatis, de 1990, o la mencionada Ad tuendam fidem, de 1998.
----------Es obvio que este patrón silencioso no es accidental, sino expresivo de una teología implícita de la sospecha, donde el Papa y el Concilio Vaticano II son tolerados sólo si confirman una tradición recortada y ahistórica. ¿Hace falta aclarar que este recurrente patrón teológico se acerca peligrosamente al riesgo de caer en los mismos planteos cismáticos y heréticos lefebvrianos?
----------Un ejemplo muy grave al respecto es el artículo del 8 de septiembre de 2017, donde Olivera Ravasi acusa al Concilio Vaticano II de error doctrinal. Su artículo Los errores del Vaticano II (o la religión del hombre)”, publicado el 8 de septiembre de 2017, es una de las piezas más explícitas de esta postura pasadista filo-lefebvriana sumamente extrema, al riesgo de caer en explícito lefebvrismo.
----------En ese artículo, el padre Olivera afirma: “La libertad religiosa no puede ser un derecho. Lo dijo Pío IX en el Syllabus. Y el Vaticano II, al contradecirlo, cayó en ambigüedad doctrinal, cuando no en error frontal.” Y añade: “El Concilio Vaticano II, en varios de sus documentos, incurre en afirmaciones que no pueden conciliarse con el magisterio anterior sin forzar los textos o reinterpretarlos hasta vaciarlos de contenido.”
----------Estas afirmaciones de Olivera Ravasi acusan al Vaticano II de error doctrinal, algo inadmisible en una eclesiología católica. Niegan la asistencia del Espíritu Santo al Magisterio conciliar colegial, lo que atenta contra la fe misma en la Iglesia como cuerpo vivo y docente. Rompen la comunión doctrinal con la Iglesia universal, al negar la legitimidad de un acto magisterial solemne aprobado por el Romano Pontífice.
----------Como aclaró Benedicto XVI en su discurso a la Curia del 22 de diciembre de 2005, el magisterio del Vaticano II, incluyendo Dignitatis humanae, constituye un desarrollo legítimo y profundo del depósito de la fe. La oposición frontal a este desarrollo no representa fidelidad a la tradición, sino ruptura con su continuidad viva.
----------Por su parte, el papa Francisco ha hecho afirmaciones muy claras en ese sentido. En su audiencia del 30 de enero de 2021, con la Oficina Catequética Nacional de la Conferencia Episcopal Italiana, dijo: “El Concilio [Vaticano II] es Magisterio de la Iglesia. O estás con la Iglesia y por lo tanto sigues el Concilio, y si no sigues el Concilio o lo interpretas a tu manera, a tu voluntad, no estás con la Iglesia. Debemos ser exigentes y estrictos en este punto”. Esta declaración se enmarca en su insistencia sobre la fidelidad al Concilio Vaticano II como expresión viva del magisterio eclesial. Francisco incluso advirtió contra una exigencia de comunión eclesial que incluye la recepción del Vaticano II como parte constitutiva de la identidad católica.
----------En fin, las citadas expresiones del padre Javier Olivera Ravasi se enmarcan en lo que podemos llamar una teología general de la sospecha, en la cual, un errado concepto de Tradición se contrapone al magisterio vivo. En otros términos, el pensamiento del padre Olivera, como ha quedado documentado, se articula en torno a una sospecha sistemática hacia el Magisterio reciente, y particularmente hacia los documentos del Vaticano II.
----------Las consecuencias doctrinales de esta postura son profundas: por un lado, subordina el Magisterio vivo a una tradición idealizada del pasado, con criterios de validación que en última instancia dependen del juicio privado (pariente del libre examen protestante). Por otro lado, niega o relativiza el carácter vinculante del Magisterio ordinario y universal, reduciendo la enseñanza papal a un formalismo ocasional y excepcional. Minimiza la continuidad doctrinal entre los Papas recientes (Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco), sembrando en cambio una narrativa de ruptura, traición o ambigüedad que socava la comunión.
   
El magisterio silenciado: omisiones reveladoras en la teología pasadista
   
----------En el oficio de enseñar, tanto las palabras como los silencios hablan. Lo que un autor no menciona -especialmente si lo hace con recurrencia- puede configurar una cosmovisión tan elocuente como su discurso explícito. En el caso de algunos publicistas pasadistas, como ocurre con el padre Olivera, la omisión sistemática del magisterio postconciliar y pontificio reciente configura un marco doctrinal paralelo, donde el Papa solo es visible si se ajusta a una tradición recortada y anacrónica.
----------En los doce años de pontificado del papa Francisco, el Papa no citado es indudablemente una exclusión deliberada. A lo largo del blog Que no te la cuenten, resulta llamativa la ausencia de toda referencia positiva al magisterio del papa Francisco. Documentos fundamentales como la encíclica Laudato Si’, o la exhortación Amoris Laetitia o la encíclica Fratelli Tutti, no son comentadas ni citadas, ni siquiera para matizarlas o discutirlas. Tampoco aparece mencionada la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, de tanta importancia por su condena del gnosticismo, y que traza el horizonte evangelizador del pontificado de Francisco.
----------Este silencio selectivo del padre Olivera Ravasi no puede considerarse accidental, pues contrasta con la abundancia de citas de documentos y autores anteriores a 1965, lo cual construye un “canon doctrinal” deformado, donde lo contemporáneo se invisibiliza.
----------Otro detalle a tener en cuenta es que en el blog de este sacerdote argentino el Concilio Vaticano II queda bajo citación condicional. Lo que intento decir es que el Vaticano II no se rechaza formalmente, pero solo se lo cita cuando puede ser interpretado en línea con un magisterio anterior idealizado. De este modo, documentos como Dignitatis humanae o Nostra aetate -que expresan claros desarrollos doctrinales en el magisterio- están ausentes o son abiertamente rechazados, como en el artículo del 8 de septiembre de 2017. Y además, no se reconoce al Concilio Vaticano II su status de acto legítimo del magisterio supremo de la Iglesia, celebrado con plena autoridad colegial y promulgado por el papa san Paulo VI.
----------En última instancia, para la ideología con la que permanece intoxicado el padre Olivera Ravasi, la Tradición es entendida como muro en lugar de puente. ¿Qué quiero decir con esto? Que lo tradicional es presentado no como un río vivo, para recurrir a la metáfora usada por Benedicto XVI, sino como una muralla que delimita lo legítimo. La fidelidad se mide por el apego al lenguaje, a las fórmulas y a los gestos del pasado. Esto conduce a una inversión metodológica: el Magisterio se valida por la Tradición, en lugar de entender que el Magisterio interpreta y custodia la Tradición con autoridad. En esta lógica, cualquier novedad magisterial es sospechosa, a menos que se pliegue perfectamente al molde preconciliar. El efecto es un aislamiento teológico que neutraliza la enseñanza viva de la Iglesia, al relativizarla por omisión.
----------¿Y cuáles son las consecuencias eclesiales de este silencio de Olivera respecto al Magisterio de nuestro tiempo? Esta estrategia del silencio implica que la comunión con el Papa se debilita por defecto, no por enfrentamiento directo. Se genera un “estado práctico de reserva”, en el que la voz del Sucesor de Pedro no tiene peso normativo real. El fiel (vale decir, cada uno de los miles de seguidores de Olivera en su canal de Youtube) ya no recibe su enseñanza como criterio de unidad y verdad, sino que debe sopesarla, juzgarla, y en su caso ignorarla. Esta actitud desnaturaliza el sensus fidei, que no es un ejercicio de selección individual de doctrinas, sino una adhesión común y confiada a la fe transmitida por la Iglesia.
   
A modo de conclusión pastoral
   
----------El incidente de Antioquía no es una grieta en el edificio eclesial, sino una de sus piedras de fundación más transparentes. En él no vemos a Pablo destronar a Pedro ni a Pedro errando en la fe, sino a dos apóstoles unidos por la verdad del Evangelio que, en medio de tensiones pastorales, discernieron con franqueza y caridad cómo vivir la libertad cristiana en una Iglesia llamada a la unidad. Su confrontación es, en realidad, una escena de comunión depurada. El incidente de Antioquía no nos enseña lo que ideologiza Olivera Ravasi, sino que nos enseña la fidelidad sin sospecha y la corrección sin cisma.
----------Frente a las lecturas pasadistas filolefebvrianas como la del padre Javier Olivera Ravasi, que pretenden utilizar este episodio como munición para desautorizar doctrinalmente al Papa -como si Pablo fuera el precursor de una “oposición leal”- es necesario afirmar con claridad que el reproche de Pablo no cuestionó la doctrina de Pedro, sino su coherencia práctica; que la infalibilidad papal no se reduce a las definiciones solemnes, sino que se ejerce en distintos grados, como enseña Ad tuendam fidem; y que la crítica que niega o relativiza el magisterio ordinario del Papa quiebra la comunión, aun si se presenta bajo formas piadosas o “fieles”.
----------La Iglesia no es perfecta por inmunidad humana, sino por asistencia divina. Y esa asistencia no convierte al Sucesor de Pedro en un oráculo, pero sí le confiere una autoridad real, viva, concreta, que compromete la fe y la obediencia de todos los fieles. Una tradición que desconfía sistemáticamente del magisterio vivo no es tradición, sino que es de hecho arqueología ideológica.
----------Como decía el cardenal san John Henry Newman: “Diez mil dificultades no hacen una sola duda”. La fidelidad católica es exigente, pero no paranoica; es crítica, pero no inquisitorial. Y sobre todo, es filial: se ejerce de rodillas, con la Escritura en la mano y el corazón anclado en nuestro Señor Jesucristo.
----------El incidente de Antioquía nos enseña que la corrección fraterna no implica ruptura, y que la autoridad no excluye la humildad, pero también que la doctrina ya recibida no puede ponerse en duda sin consecuencias graves. No todo lo que brilla como celo es luz apostólica. A veces, detrás de una invocación a Pablo, se esconde una negación velada de Pedro. Y eso, en una Iglesia fundada sobre ambos, no edifica comunión, sino que siembra desconfianza y disloca el Cuerpo de Cristo místico, que es la Iglesia.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 9 de julio de 2025

6 comentarios:

  1. Yo no hubiera hecho tanto aspaviento por lo que ha dicho el padre Olivera Ravasi sobre el incidente de Antioquía relatado en la carta a los gálatas. Cualquiera que conozca sus discursos, sabe que él no tiene ni competencia bíblica ni teológica para hablar en estos ámbitos. Todo lo suyo es muy simple y esquemático, muy limitado. Encima de ello, si solo se ha reducido a leer libros del preconcilio, nadie seriamente puede llevarle el apunte, salvo los que prefieren quedarse encerrados en el mundillo pasadista...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No es el padre Olivera Ravasi el problema…
      …es lo que muchos ven en él como virtud:
      un pasadismo blindado, hecho de citas sin plegaria y conclusiones sin temblor.
      Hay discursos que se escriben desde la nostalgia…
      …y hay nostalgias que nunca leyeron la historia.
      Decir que lee solo libros del preconcilio no es un desprecio…
      …es apenas constatar una dieta: demasiadas conservas, poca carne viva.
      Lo que él dice del incidente de Antioquía huele más a esquema que a Escritura.
      Más a estrategia que a temor de Dios.
      No lo digo con rabia.
      Lo digo como quien mira un pan viejo…
      …y sabe que ya no alimenta.

      Eliminar
    2. Ravasi tiene razón. Para este tema no hay “preconciliar” porque es un tema de hace 2000 años

      Eliminar
    3. Estimado Anónimo,
      le agradezco sinceramente su intervención, que plantea una objeción comprensible respecto de la competencia teológica del padre Olivera Ravasi en relación con la exégesis del incidente de Antioquía. Es cierto que abordar el texto de Gálatas 2,11–14 exige una formación sólida, así como conciencia de las múltiples tradiciones exegéticas que lo han interpretado.
      Sin embargo, quisiera invitar a que nuestras críticas se dirijan con claridad a los argumentos y no tanto a las personas. En este blog buscamos una discusión franca, pero también fraterna. No contribuye al discernimiento eclesial la descalificación de quienes, con mayor o menor solvencia, intentan leer y pensar la fe desde su lugar. Incluso cuando sus lecturas resultan insuficientes o esquemáticas o incluso erróneas, pueden servirnos de ocasión para precisar lo que creemos y cómo lo creemos.
      Respecto del “mundillo pasadista”, me permito señalar que el pasado -incluso el preconciliar- no es por definición sospechoso. Hay textos de ese período que conservan una fuerza teológica admirable. El problema no es mirar hacia atrás, sino mirar con rigidez o sin sentido histórico. El Espíritu no ha dejado de hablar, pero tampoco ha anulado todo lo dicho.
      Por eso, más allá de lo limitado que pueda resultar el enfoque del padre Olivera Ravasi en este caso, lo verdaderamente fecundo es usarlo como ocasión para pensar mejor -con mayor profundidad, con mayor respeto- y así seguir descubriendo juntos el misterio de la Iglesia que camina entre los de Antioquía y los de Jerusalén, buscando con temor y temblor la verdad que salva.

      Eliminar
    4. Estimada Rosa Luisa,
      su palabra es pan fresco para este espacio. Ha dicho con estilo poético lo que muchos intuyen con desasosiego: que no basta con citar, si no se ora; que no basta con concluir, si no se ha temblado. Me conmueve su imagen del pan viejo, porque en ella hay compasión, no desprecio. Y también hay hambre, vale decir hambre de Escritura viva, de teología que se arrodille antes de hablar.
      Coincido totalmente con usted, el problema no es el padre Olivera Ravasi, sino el modo en que ciertos discursos se blindan contra la historia, contra el temblor, contra el Espíritu. Cuando el esquema reemplaza al escándalo de la gracia, algo se enfría en el corazón de la Iglesia.
      Agradezco entonces por su lucidez sin acritud. Que sigamos buscando juntos ese pan que alimenta, y no solo conserva.

      Eliminar
    5. Estimado Anónimo de las 0:05,
      le agradezco su intervención. Es cierto que el incidente de Antioquía pertenece a los orígenes apostólicos de la Iglesia, y que su interpretación exige volver a las fuentes. Pero también es cierto que la manera en que la Iglesia ha leído, meditado y enseñado ese episodio ha atravesado siglos de tradición, concilios, controversias y plegarias. Por eso, hablar de “preconciliar” no es una etiqueta cronológica, sino una forma de referirse a ciertas lecturas que se nutren de un momento histórico y teológico determinado.
      No se trata de negar la antigüedad del texto, sino de reconocer que toda lectura está situada. Y que, como decía el cardenal Newman, la doctrina cristiana se desarrolla en el tiempo, no por traición sino por fidelidad al misterio.
      Le agradezco su convicción, aunque me preocupa el tono. En Linum Fumigans buscamos que incluso las certezas se expresen con temblor. Porque la verdad, cuando se dice sin caridad, se vuelve menos verdadera.
      Que el Espíritu nos conceda leer la Escritura no solo con inteligencia, sino con humildad. Y que el pan de la Palabra no se endurezca por nuestras disputas, sino que siga alimentando a quienes tienen hambre de Dios.

      Eliminar

Los comentarios que carezcan del debido respeto hacia la Iglesia y las personas, serán eliminados.
Se admiten hasta 200 comentarios por artículo.