Cincuenta años después, la herida sigue abierta en el corazón de la Iglesia. ¿Qué ocurre cuando la obediencia y la comunión se ponen a prueba? Hay aniversarios que no se celebran: se recuerdan con dolor y con esperanza. Una historia que interpela a la fidelidad, a la unidad y al futuro de la Iglesia. [En la imagen: fragmento de "Extravagantes", acuarela sobre papel, 2017, obra de P.F. colección privada].
Cincuenta años de un tristísimo acontecimiento
----------La Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX) nació con la aprobación del obispo de Friburgo, Mons. François Charrière, el 1 de noviembre de 1970, gozando en sus primeros años de un reconocimiento diocesano ordinario. Sin embargo, en 1975 perdió toda aprobación episcopal y, desde aquel entonces, pasó a operar sin fundamento jurídico en la Iglesia. Aun así, los lefebvrianos siguen hasta hoy auto-considerándose “católicos”, rechazan que se los considere “cismáticos”, aunque los Papas han dicho que lo son; también ponen mala cara cuando se les recuerda que “no están en comunión plena con la Iglesia”. Un anciano y sabio cura amigo mío, ya fallecido, me dijo una vez: “Tal vez habría que ensayar otros adjetivos, a ver si estos tipos entienden. ¿Qué tal el de extra‑vagantes?”. La expresión, con su doble resonancia etimológica y canónica, describe bien a quienes caminan fuera del cauce de la comunión eclesial, aunque pretendan permanecer dentro. Medio siglo después, la paradoja sigue interpelando a la Iglesia y a sus fieles.
----------La sonrisa con la que aquel viejo amigo acompañaba su ocurrencia, indicaba en él que su idea no era mera broma y, eximio canonista como él era, me explicó también que en la tradición jurídica medieval, se llamaban extravagantes a ciertas colecciones de decretales pontificias que quedaban “fuera” (extra vagari) del cuerpo principal del Corpus Iuris Canonici. El término, por tanto, no significa solo “raro” o “excéntrico”, sino “fuera del cauce normativo”. Aplicado a la situación de la FSSPX, subraya su condición de grupo que se mueve fuera del ordenamiento canónico ordinario, aunque pretenda permanecer dentro de la Iglesia.
----------Las primeras objeciones de la Santa Sede a la hermandad lefebvriana se remontan a febrero de 1975. El 4 de febrero de 1975, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, bajo la prefectura del cardenal Pericle Felici, dirigió una circular al obispo de Friburgo, Mons. Pierre Mamie (sucesor de Charrière). En ella se señalaba que la llamada “Declaración de Écône” y las actividades de la FSSPX carecían de base canónica suficiente, y se instaba al ordinario a retirar la aprobación concedida en 1970 (cf. Acta Apostolicae Sedis 67, 1975, pp. 504–505).
----------El 6 de mayo de 1975, Mons. Marcel Lefebvre, fundador de la FSSPX, fue recibido por una comisión de tres cardenales (Tabera, Wright y Garrone), convocada por mandato del papa san Paulo VI, aunque sin constituir un proceso judicial formal. En esa audiencia se declaró que la “Declaración de Écône” era “inaceptable en todos sus puntos” y se recomendó al obispo Mamie retirar la aprobación diocesana. Con ello, la Fraternidad quedó privada de todo reconocimiento jurídico como sociedad clerical.
----------El 27 de octubre de 1975 —o sea hace hoy exactamente cincuenta años— el cardenal Jean Villot, Secretario de Estado, envió una nota a las conferencias episcopales del mundo. En ella se prohibía la incardinación de sacerdotes de la FSSPX y se afirmaba que la sociedad “había sido suprimida”. Aunque jurídicamente sólo el Romano Pontífice puede dictar un decreto de supresión (c.493 CIC 1917), esta instrucción tuvo un efecto práctico equivalente: la Fraternidad quedó desprovista de toda missio canonica y de cualquier posibilidad de incardinación legítima (cf. Acta Apostolicae Sedis, 68, 1976, p. 1023).
----------La consecuencia canónica es clara: desde aquel día de 1975, la FSSPX carece de reconocimiento jurídico en la Iglesia. Sus seminarios, su gobierno interno y las ordenaciones realizadas desde entonces se desarrollan sin fundamento en el Derecho Canónico. Los actos sacramentales celebrados por sus ministros son válidos en cuanto a la sacramentalidad, pero ilícitos en cuanto a la legitimidad eclesial. Sólo un acto expreso de la Sede Apostólica podría restituirle el estatuto jurídico perdido.
El árbol cismático nacido de Marcel Lefebre
----------Comencemos por la que podemos considerar la genealogía principal. Marcel Lefebvre [1905–1991] fundó en 1970 la FSSPX en Écône, con aprobación diocesana de Mons. François Charrière. Tras la retirada de ese reconocimiento en 1975, la Fraternidad pasó a operar sin estatuto canónico, organizándose en “distritos” continentales (Europa, América, Asia) pero sin mandato pontificio.
----------En 1983 surgió la Society of Saint Pius V (SSPV), fundada por el P. Clarence Kelly, como escisión crítica frente a lo que consideraban concesiones de Lefebvre hacia Roma. Este grupo mantenía el rito tridentino, rechazaba el Concilio Vaticano II y cuestionaba la primacía pontificia, derivando en posiciones sedevacantistas parciales. Durante la década de 1980 aparecieron otras comunidades, como la Congregation of Mary Immaculate Queen (CMRI), vinculada a la línea de Mons. Ngô Đình Thục y a sacerdotes como Daniel Dolan y Donald Sanborn, que consolidaron estructuras de corte sedevacantista.
----------El 30 de junio de 1988, en Écône, Lefebvre realizó las consagraciones episcopales ilícitas de Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Alfonso de Galarreta y Richard Williamson. Los tres primeros permanecieron en la FSSPX; Williamson fue expulsado en 2012. Estas consagraciones, realizadas sin mandato pontificio, constituyeron un acto cismático en sentido estricto.
----------En los años 1990 se consolidaron líneas difusas de sedevacantismo, con figuras como Dolan, Sanborn y Joseph Santay, que dieron origen a nuevas estructuras independientes (SSPV, CMRI, seminarios propios).
----------Desde 2015, tras la consagración ilícita de Jean-Michel Faure por Richard Williamson, se configuró la llamada “Resistencia”: una red de obispos y comunidades que se presentan como herederos “auténticos” del lefebvrismo. Entre ellos figuran Tomás de A. Ferreira da Costa (2016), Gerardo Zendejas (2017), Giacomo Ballini (2021), Paul Morgan y Michał Stobnicki (2022). En este mismo entorno se ha especulado con la figura de Carlo Maria Viganò, aunque sin confirmación de vínculos formales.
----------Por ende, para que resulte más claro a los lectores, mencionemos las principales comunidades derivadas. De la matriz lefebvriana han brotado múltiples ramas, cada una con rasgos propios pero todas fuera de la comunión eclesial: Fraternidad Sacerdotal San Pío X (1970, Lefebvre): rito tridentino, sin estatuto canónico. Society of Saint Pius V (1983, Clarence Kelly): rechazo del Vaticano II, sedevacantismo parcial. Congregation of Mary Immaculate Queen (década de 1980, línea Dolan-Sanborn): sedevacantista, con instituciones educativas y sanitarias. Society of Saint Joseph the Patriarch (2005, Donald Sanborn): combina sedevacantismo con tradición lefebvriana. Congregation of Saint Pius V (ca. 2000, disidentes de la SSPV): reivindica una “línea pura” de Lefebvre, sin reconocimiento canónico. Institute for Catholic Traditions (España, década de 2000, ex-SSPX): academia de formación tradicionalista. Tridentine Mass Society of Canada (2005, laicos y sacerdotes ex-SSPX): grupo cultural y litúrgico. Catholic Traditionalist Church (Reino Unido, ca. 2010, disidentes de la SSPX): estructura paralela con sínodo propio. Orthodox Roman Catholic Movement (2015, ex-miembros de la SSPX en Europa): rechaza el sedevacantismo, con énfasis ritual. Eucharistic Apostles of Divine Mercy (2010s, línea Williamson): devociones marianas y eucarísticas en clave tradicionalista.
----------En definitiva, el “árbol lefebvriano” muestra cómo, a partir de la actitud cismática del obispo Lefebvre, se han desarrollado tres grandes oleadas, todas ellas cismáticas respecto al Papa: 1. La propia FSSPX (1970–presente), privada de estatuto canónico. 2. Escisiones tempranas en los años 1980 (SSPV, CMRI, sedevacantistas). 3. Nuevas ramas tras las consagraciones de 1988 y, más aún, las posteriores de Williamson (2015–2022), que alimentan comunidades que se autoproclaman “auténticamente lefebvrianas”. Todas estas derivaciones mantienen rasgos rituales y doctrinales propios, pero incurren en cisma al no reconocer la primacía del Romano Pontífice ni la autoridad de la Iglesia en comunión con Roma.
Las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II
----------Está claro que las raíces del cisma lefebvriano están en su rechazo del Concilio Vaticano II [1962–1965], convocado por san Juan XXIII y clausurado por san Paulo VI. El Concilio constituye un hito en la vida de la Iglesia. Bajo la asistencia del Espíritu Santo, la Iglesia universal promulgó 16 documentos: 4 constituciones, 9 decretos y 3 declaraciones. Estos textos no introducen nuevos dogmas en sentido estricto, sino desarrollos doctrinales de la misma fe católica (dogmas en sentido amplio), en continuidad con la Tradición viva. En ellos se manifiesta la promesa de Cristo de conducir a su Iglesia a la plenitud de la verdad (cf. Jn 16,13). Podemos en tal sentido indicar los principales desarrollos dogmáticos conciliares:
----------La Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, presenta a la Iglesia como Pueblo de Dios, subraya la colegialidad episcopal en comunión con el Papa y proclama la vocación universal a la santidad. La Constitución dogmática sobre la divina Revelación, Dei Verbum, integra Escritura y Tradición como una única fuente de la Palabra de Dios, fomenta la exégesis científica y la participación de los fieles en la lectura orante de la Biblia. La Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, impulsa la participación plena, consciente y activa de los fieles en la liturgia, autoriza la reforma de los ritos y el uso de las lenguas vernáculas para favorecer la comprensión y la comunión eclesial. La Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, redefine la misión de la Iglesia en diálogo con la cultura, la política y la ciencia, abordando cuestiones de justicia, paz y desarrollo humano integral.
----------Como no intento aquí hacer un resumen de todos los textos conciliares, tan sólo menciono otros documentos relevantes: la Declaración sobre la libertad religiosa, Dignitatis humanae, afirma la libertad religiosa como derecho humano fundado en la dignidad de la persona. La Declaración sobre las religiones no cristianas, Nostra aetate, inaugura un marco de diálogo interreligioso y respeto recíproco con todas las religiones. El Decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, establece el ecumenismo como tarea de la Iglesia, reconociendo elementos de santificación en las comunidades cristianas separadas. El Decreto sobre la actividad misionera, Ad gentes, recupera la dimensión misionera universal, promoviendo la inculturación de la fe. La Declaración sobre la educación cristiana, Gravissimum educationis, subraya la responsabilidad de la familia, la escuela y los laicos en la formación integral. El Decreto sobre la formación sacerdotal, Optatam totius, renueva la preparación de los seminaristas en clave teológica, pastoral y humana.
----------El tema de las llamadas "doctrinas nuevas" del Concilio es una cuestión que ya he tratado en este blog repetidamente y profundamente, de modo que me limitaré ahora a indicar un listado de las más importantes nuevas doctrinas del Concilio: ante todo la noción de Iglesia como Pueblo de Dios, la colegialidad episcopal, la doctrina de la Iglesia de Cristo que subsiste en la Iglesia Católica; el concepto de divina Revelación no sólo como revelación de doctrinas, sino como Dios que se revela en Cristo, y por lo tanto esta Revelación no es solo de las palabras de Jesús sino también de sus hechos, de sus gestos y, en definitiva, el hecho mismo de Jesucristo. Otras doctrinas nuevas son el concepto de Tradición, salvaguardando la unidad de ambas fuentes de la Revelación, Escritura y Tradición, la posibilidad de salvación también para aquellos que no han llegado a un conocimiento explícito de Dios, y la existencia de verdades teológicas presentes en otras religiones. Este elenco de "doctrina nuevas" no es exhaustivo, sino sólo una lista de ejemplos.
----------Por cierto, y dado que en este artículo estoy tratando de la FSSPX, recordemos que en 2009, cuando el papa Benedicto XVI levantó las excomuniones de los cuatro obispos lefebvrianos ordenados en 1988, aclaró explícitamente que se mantenía su grave situación cismática mientras no aceptaran las "doctrinas nuevas" del Concilio. Pero el rechazo de tales doctrinas no ha sido ni es sólo por parte de los lefebvrianos. Apenas concluido el Concilio, se manifestaron esos rechazos, algunos más velados y clandestinos y otros más explícitos, encolumnados de modo general en dos extremas corrientes que se apartan de la comunión eclesial precisamente por negar estos desarrollos conciliares, aunque por vías opuestas.
----------Por un lado, están el modernismo y el filomodernismo, que aceptan formalmente el Concilio, pero lo desbordan reinterpretándolo según categorías filosóficas modernas. Desplazan el acento de la Revelación objetiva hacia la experiencia subjetiva y el sentimiento religioso, relativizando el Magisterio. Y por otro lado está el pasadismo o indietrismo lefefebvriano o filolefebvriano, que rechaza frontalmente el Concilio, fijando el Magisterio en 1958–1962; repudia la liturgia en vernáculo, la colegialidad, la libertad religiosa y el diálogo interreligioso, pretendiendo congelar la vida eclesial en un estadio preconciliar. Ambas posturas, en distinta medida a la vez cismáticas y heréticas, aunque opuestas, ponen en riesgo la comunión: el neo-modernismo diluye el contenido objetivo de la fe; el pasadismo fragmenta la unidad orgánica de la Iglesia.
----------El Concilio Vaticano II, en fidelidad al inmutable depósito de la fe, ha ofrecido desarrollos doctrinales que han sido confirmados y a la vez desarrollados por el Magisterio posterior (un compendio para los fieles es indudablemente el Catecismo de la Iglesia Católica, que es de lamentar haya aparecido recién treinta años después del Concilio). Las corrientes que rechazan el Concilio —ya sea por exceso (neo-modernismo) o por defecto (pasadismo)— se sitúan al margen de la comunión eclesial. La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, custodia y desarrolla la misma fe de siempre, sin rupturas, en continuidad viva con la Tradición.
La FSSPX es una comunidad de cristianos cismáticos
----------Existe hoy confusión en torno a la FSSPX. Semas atrás ya he señalado que la inclusión de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en la agenda del Jubileo 2025 en Roma ha generado la percepción de un reconocimiento canónico que en realidad no existe. La peregrinación en el Colle Oppio y en la Basílica de San Juan de Letrán, con su visibilidad litúrgico-pastoral, puede haber inducido a muchos fieles a pensar que la hermandad lefebvriana goza actualmente de estatuto eclesial pleno, cuando en realidad de verdad permanece sin reconocimiento canónico ni facultades ministeriales legítimas.
----------¿Qué comparación canónica podemos hacer entre la FSSPX y otras comunidades cristianas separadas? El Código de Derecho Canónico define el cisma como “el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos” (c. 751 CIC). Pues bien, la FSSPX, al no aceptar en plenitud el Concilio Vaticano II ni el magisterio pontificio posterior, se sitúa de facto en una posición análoga a la de otras comunidades cristianas separadas, por ejemplo, luteranos, anglicanos, protestantes en general y las Iglesias ortodoxas orientales. Todas estas comunidades son reconocidas por el Concilio como “hermanos separados” (Lumen gentium, n.15), pero ninguna posee estatuto canónico en la Iglesia Católica ni ejerce ministerios legítimos bajo la autoridad del Romano Pontífice.
----------Santo Tomás de Aquino enseña que la unidad de la Iglesia es condición necesaria para la salvación, pues la verdad sobrenatural recibida de Cristo se custodia en comunión bajo un solo Pastor (cf. S.Th. II-II, q. 39, a. 1). El Magisterio reciente ha confirmado esta doctrina. Como he dicho, Benedicto XVI, en su Carta a los obispos del 10 de marzo de 2009, subrayó que, mientras la FSSPX no acoja el Concilio Vaticano II en continuidad con la Tradición, carece de status iuridicus y de ministerium legitimum en la Iglesia.
----------Indudablemente esto tiene implicaciones prácticas. La presencia de sacerdotes y fieles laicos de la FSSPX en actos litúrgicos en Roma, como ocurrió recientemente, no altera su situación jurídica: se trata de actos de peregrinación personal, no de reconocimiento institucional. Conviene repetirlo: el levantamiento de las excomuniones a los cuatro obispos consagrados ilícitamente en 1988 (enero de 2009) fue un gesto de clemencia disciplinar, no una restauración de estatuto eclesiástico. La Secretaría de Estado, en su nota del 4 de febrero de 2009, precisó que la comunión plena exige la adhesión íntegra al Concilio Vaticano II y al magisterio posterior.
----------En conclusión, la claridad pastoral exige afirmar que las diversas comunidades lefebvrianas constituyen una comunidad de hermanos cristianos separados, cuya situación canónica se asemeja a la de los cristianos ortodoxos orientales y a la de los cristianos protestantes. Reconocerlos litúrgica o pastoralmente sin precisar su estatus real alimenta la confusión entre los fieles y diluye la noción de comunión eclesial plena.
Las decisiones de Roma respecto a la FSSPX
----------El 21 de enero de 2009, la Congregación para los Obispos, por mandato del papa Benedicto XVI, remitió la excomunión de los cuatro obispos consagrados ilícitamente en 1988 por el obispo Lefebvre. Este gesto fue de naturaleza disciplinar, no un reconocimiento canónico ni doctrinal. Pocas semanas después, tanto la Secretaría de Estado como el propio papa Ratzinger aclararon que, sin aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio posterior, no puede hablarse de plena comunión.
----------Posteriormente, el 4 de febrero de 2009, apareció una Nota de la Secretaría de Estado publicada en la edición italiana del L’Osservatore Romano de ese día, que precisaba: “La remisión de la excomunión ha liberado a los cuatro obispos de una pena canónica gravísima, pero no ha cambiado la situación jurídica de la Fraternidad San Pío X, que en el momento actual no goza de ningún reconocimiento canónico en la Iglesia Católica. Además, los cuatro obispos, si bien ya no están excomulgados, no tienen una función canónica en la Iglesia y no ejercitan lícitamente un ministerio en ella. Para un reconocimiento futuro de la Fraternidad, es condición indispensable el pleno reconocimiento del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Papas Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI.”
----------Esta es la formulación más explícita de la condición doctrinal para cualquier eventual normalización: pleno reconocimiento del Vaticano II y del magisterio postconciliar.
----------Por otra parte, la ya mencionada Carta de Benedicto XVI a los Obispos, del 10 de marzo de 2009, publicada por la Sala de Prensa de la Santa Sede y recogida en AAS 101 (2009), pp. 400–405, es un acta pontificia en la que el Papa explicó el sentido del gesto y reafirmó el núcleo doctrinal pendiente: “Hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia.” Y añadió: “No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962 —lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad—. El Concilio Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia.” El papa Ratzinger, aunque no emplea la fórmula técnica de “no plena comunión”, describe exactamente esa situación: sin acuerdo doctrinal, incluida la aceptación del Vaticano II en continuidad con la Tradición, no hay comunión plena ni estatuto canónico.
----------La interpretación de estas actas pontificias exigirían un desarrollo que aquí podemos obviar, para decir simplemente lo fundamental: remisión de excomunión ≠ plena comunión. Vale decir, la condición indispensable para la plena comunión es la aceptación de las enseñanzas del Concilio Vaticano II y del magisterio posterior (cf. Lumen gentium, n.25; Dei verbum, n.8). Mientras no se cumpla esta condición, la FSSPX permanece en situación irregular, sin status iuridicus y sin ministerium legitimum en la Iglesia. En conclusión, las decisiones de la Sede Apostólica en 2009 establecen un principio claro: el levantamiento de las censuras fue un gesto de misericordia disciplinar. La comunión eclesial plena exige la adhesión íntegra al Vaticano II y al magisterio de los Papas posteriores. Sin esta aceptación, la Fraternidad San Pío X continúa sin reconocimiento canónico y sus ministros no ejercen legítimamente ningún ministerio en la Iglesia.
La cuestión de los sacramentos en la FSSPX
----------Una cuestión que debemos considerar en un apartado independiente es la de la validez y licitud sacramental. La teología sacramental distingue entre validez y licitud. La validez expresa que el sacramento produce realmente la gracia si se cumplen materia, forma e intención del ministro. La licitud expresa que el sacramento se celebra conforme a las normas canónicas, con jurisdicción y facultades legítimas.
----------En la FSSPX (hablo de ella y también de las diversas divisiones que ha tenido en medio siglo), los sacramentos suelen ser válidos (por sucesión apostólica y uso de la forma tridentina), pero en la mayoría de los casos son ilícitos, al carecer de jurisdicción ordinaria y de estatuto canónico.
----------Ahora bien, respecto al estado actual de los sacramentos en la FSSPX, hago referencia a los más significativos. En cuanto al Orden sacerdotal: es válido (los obispos de la FSSPX poseen sucesión apostólica); pero es ilícito (consagraciones sin mandato pontificio, cf. can. 1382 CIC 1983). Respecto a la Eucaristía: es válida (materia, forma e intención correctas); pero es ilícita (celebrada sin misión canónica ni estatuto jurídico). Respecto al sacramento de la Penitencia, antes de 2015: el sacramento era válido en cuanto a forma, pero ilícito por falta de jurisdicción (cf. can. 966 §1). Desde el Jubileo de la Misericordia (2015) y confirmado por el motu proprio Misericordia et misera, del 20 de noviembre de 2016, la Confesión es válida y lícita en todo el mundo, por concesión expresa del papa Francisco. Por último, con respecto al Matrimonio, en principio es inválido o ilícito por falta de delegación del Ordinario o párroco (cf. can. 1108). Pero desde la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 17 de febrero de 2017, se alienta a los obispos diocesanos a delegar a sacerdotes de la FSSPX para recibir válidamente el consentimiento matrimonial de sus fieles.
----------En resumen, en cuanto a los fundamentos y límites de las concesiones pontificias, se debe decir que Misericordia et misera ha concedido facultades universales para confesar válida y lícitamente, y que la Instrucción de la CDF sobre matrimonios, ha concedido posibilidad de delegación diocesana para validar matrimonios. Pero estas medidas son auxilios pastorales, no un reconocimiento canónico de la Fraternidad. La FSSPX sigue careciendo de status iuridicus y de ministerium legitimum en la Iglesia.
----------Digamos a modo de conclusión canónica: la FSSPX administra sacramentos válidos en virtud de la sucesión apostólica. Salvo en los casos expresamente autorizados por el papa Francisco (confesión y matrimonios con delegación), su ministerio permanece ilícito. Estas concesiones no alteran el estatuto irregular de la Fraternidad ni constituyen aceptación de su régimen interno.
¿Ecumenismo o diálogo intraeclesial?
----------Esa es la pregunta que debemos finalmente plantear: el trato con la FSSPX ¿es de carácter ecuménico o no? Pues bien, aunque la Fraternidad San Pío X está separada de la plena comunión, la Iglesia no la incluye en el ámbito formal del ecumenismo. Sabemos bien que el ecumenismo se refiere al diálogo con Iglesias y comunidades cristianas reconocidas externamente (ortodoxos, anglicanos, luteranos y protestantes en general), bajo la competencia del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, según Unitatis redintegratio y el Directorio para la Aplicación de Principios y Normas en el Ecumenismo (1993).
----------La FSSPX, en cambio, se encuentra desde hace medio siglo en un estado canónico irregular: sus censuras fueron remitidas en 2009, pero carece de estatuto jurídico y de ministerio legítimo. La FSSPX reclama para sí identidad católica y no se reconoce a sí misma como “otra Iglesia”. Por ello, si queremos ser precisos, el diálogo con la FSSPX es un proceso de reconciliación interna, no un diálogo ecuménico. Se desarrolla (o quizás debemos decir, se desarrollaba hasta hace algún tiempo) en comisiones bilaterales (Santa Sede–FSSPX), bajo la autoridad pontificia, con vistas a la plena integración canónica.
----------La particularidad del irregular estatuto jurídico de la hermandas o hermandades lefebvrianas se aprecia al contrastar con los Veterocatólicos: tras el Concilio Vaticano I, los Veterocatólicos se organizaron en Iglesias nacionales autónomas (Unión de Utrecht). Son reconocidos como comunidades eclesiales separadas y figuran en el diálogo ecuménico oficial del Dicasterio para la Unidad. La FSSPX, en cambio, no es reconocida como “otra Iglesia”. Su situación se rige por el derecho canónico interno: incursa en cisma (can. 751), sin estatuto jurídico. El diálogo con ella es de reconciliación intraeclesial, no ecuménico. El criterio canónico es el siguiente: el ecumenismo se aplica a comunidades cristianas externas (cf. can. 747 §3), mientras que la reconciliación interna se aplica a cismas dentro de la Iglesia (cf. can. 1364, 1371).
----------¿Qué podemos decir acerca del diálogo actual de la Sede Apostólica con la FSSPX? Recordemos que en 2019, el papa Francisco suprimió la Comisión Ecclesia Dei y trasladó sus competencias a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Hoy el diálogo con la FSSPX se gestiona directamente desde el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, con apoyo de la Secretaría de Estado. Por lo tanto, formalmente hablando, no se trata de ecumenismo, sino de “reconciliación interna”, la cual, como se ha dicho, requiere aceptación del Vaticano II y del magisterio postconciliar como condición indispensable para la plena comunión.
----------Sin embargo, si enfocamos esta cuestión desde el punto de vista pastoral, no podemos más que decir que la Iglesia aplica hacia la FSSPX actitudes semejantes a las del ecumenismo: escucha, paciencia, oración común, reconocimiento de las verdades en común, reconocimiento de la sucesión apostólica y del deseo de unidad. San Juan Pablo II habló de este “ecumenismo de los hermanos extraviados”. Hay quienes hablando, con buen fundamento de un “ecumenismo de retorno”. Esto no equivale a reconocimiento canónico, sino que se trata de un puente pastoral que facilite el retorno o reintegración.
----------En conclusión, el trato con la FSSPX no es ecuménico en sentido estricto, sino un proceso de reconciliación intraeclesial. Sin embargo, pastoralmente conviene aplicar métodos de caridad y escucha propios del ecumenismo, sin confundir planos: formalmente, la competencia es del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, con exigencia de aceptación de las doctrinas del Concilio Vaticano II; mientras que pastoralmente se debe tener un espíritu de respeto y paciencia, para favorecer el retorno a la plena comunión.
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 27 de octubre de 2025

Querido padre Filemón: Agradezco sinceramente el artículo, porque ayuda a poner en claro un punto que suele quedar difuso en muchos debates: la Fraternidad Sacerdotal San Pío X no ocupa un lugar dentro de la comunión de la Iglesia, sino por fuera de ella. Aunque se trate de un grupo minoritario, sus ideas ejercen una influencia desproporcionada en ciertos ambientes pasadistas o indietristas filolefebvrianos, que hoy resultan particularmente molestos en no pocas diócesis. Allí donde aparecen, constituyen una prueba y un desafío: la caridad pastoral exige acoger a las personas, pero sin dejar de señalar con claridad que la comunión eclesial no puede ser sustituida por nostalgias ideológicas ni por fidelidades parciales.
ResponderEliminarSergio Villaflores (Valencia, España)
Sergio: pensá bien lo que decís. Estaríamos más cerca de los judíos postcristianos a quienes llamamos hermanos mayores en la fe que a la FSSPX con quienes compartimos el Credo y los sacramentos.
EliminarAnónimo: te equivocas completamente, y estoy absolutamente seguro de lo que escribí. Compartimos con la FSSPX el Credo y los sacramentos en su validez (pero no en su licitud), pero la comunión plena exige también obediencia al Magisterio y reconocimiento efectivo del Papa. Con los judíos el diálogo es interreligioso; con la FSSPX se trata de una reconciliación intraeclesial. Por eso no basta con lo común: falta la comunión doctrinal y también la canónica, que constituyen a la Iglesia.
EliminarSergio Villaflores (Valencia, España)
Hermanos mayores en la fe no es una categoría teológica.
EliminarAnónimo: no he sido yo el que usó la expresión “hermanos mayores en la fe” sino tú (a menos que tú no seas el Anónimo anterior). En todo caso, la ha usado san Juan Pablo II en un contexto pastoral. Yo no sé a qué llamas "categoría teológica". ¿Lo puedes explicar? Se ve que te gusta hablar muy vagamente.
EliminarAhora bien, otra cosa es que me digas que no es una categoría dogmática estricta. Eso sí, pero es un recurso teológico‑pastoral legítimo: los teólogos y pastores pueden acuñar expresiones para iluminar realidades, aunque no tengan rango de definición dogmática. Por eso conviene no confundir niveles: una cosa es el lenguaje pastoral, otra las categorías dogmáticas, y otra la comunión eclesial en sentido canónico.
Sergio Villaflores (Valencia, España)
Claro que es un lenguaje pastoral. Y en ese lenguaje pastoral en el que los judíos son llamados nuestros hermanos mayores en la fe, ¿cómo llamamos a los lefevbristas?
EliminarSimple: cristianos hermanos separados.
EliminarSergio Villaflores (Valencia, España)
Te da cuenta que pastoralmente a los que niegan a Cristo les decimos hermanos mayores en la fe y a estos con los que compartimos TODO el Credo querés que les digamos hermanos separados?
EliminarNo tiene gollete.
Anónimo: la diferencia es clara. Con los judíos hablamos de un vínculo histórico‑salvífico único, no de comunión eclesial. Con la FSSPX, en cambio, compartimos el Credo —aunque con reservas, en cuanto al magisterio dogmático posterior—, pero falta la aceptación de las doctrinas del Concilio Vaticano II, del magisterio de los Papas recientes, la obediencia disciplinar al Papa y la regularidad canónica: por eso la Iglesia los considera “hermanos separados”. No es un juicio de valor, sino precisión teológica y canónica. ¿Acaso no llamamos también “hermanos cristianos separados” a ortodoxos y protestantes, con quienes compartimos igualmente el Credo (también con reservas)? La situación es análoga.
EliminarSergio Villaflores (Valencia, España)
Los lefevbristas no niegan ningún dogma, los otros grupos que mencionaste sí.
EliminarEnorme diferencia.
A los judíos los llamamos hermanos mayores en la fe y niegan la divinidad de Cristo.
Anónimo: conviene precisar. No todo se reduce al dogma solemnemente definido ex cathedra. En la tradición de la Iglesia se habla también de dogma en sentido amplio: toda la doctrina de fe y moral propuesta por el Magisterio universal es vinculante. El Vaticano II tiene Constituciones dogmáticas, y Ad tuendam fidem dejó claro que es infalible lo que el Papa enseña a toda la Iglesia en estas materias. Por eso, cuando la FSSPX rechaza el Concilio y el magisterio reciente, no se trata solo de disciplina: está negando un cuerpo doctrinal que la Iglesia considera parte de su enseñanza dogmática vinculante.
EliminarAnónimo: ya te dije antes que tú hablabas con mucha vaguedad. ¿Es que simplificas a propósito para confundirlo todo, o porque en realidad no alcanzas a entender lo que es simple?...
EliminarNo se trata solo de negar o no un dogma definido solemnemente. No sólo esos son los dogmas de la Iglesia. La doctrina de la Iglesia es un todo: el Concilio Vaticano II y el magisterio posterior forman parte del Magisterio infalible que debe ser recibido con obediencia. Por eso, aunque los lefebvristas no nieguen explícitamente un artículo del Credo, rechazan enseñanzas que la Iglesia considera vinculantes. ¿Lo entiendes? Con los judíos, en cambio, hablamos de un vínculo histórico‑salvífico único, no de comunión eclesial. Son planos distintos, y confundirlos solo oscurece la cuestión. Pero todos son nuestros "hermanos en la fe", los judíos, los protestantes, los ortodoxos, los lefebvrianos...
Estimados Sergio, Anónimo y Domna Mencía,
Eliminaragradezco las intervenciones de todos ustedes, porque, aún en las diferencias que los separan, junto a los puntos que los unen, han permitido individuar e iluminar puntos que suelen confundirse.
Ante todo, ciertamente no basta con decir que las diversas corrientes cismáticas nacidas del obispo Lefebvre “no niega dogmas”, i.e. dogmas en sentido estricto (definido solemne y extraordinariamente), pues de hecho afirmar eso es precisamente una incorrecta manera que vienen usando las corrientes lefebvrianas para excusarse de tener al Papa por Cabeza visible.
Lo dogmático y vinculante no se agota en los dogmas en sentido estricto, o en el Simbolo de la fe, o en la treintena de dogmas definidos por magisterio extraordinario, claro que no. Pues la fe de la Iglesia no se reduce a esas pocas definiciones solemnes, sino que abarca todo el magisterio de fe y moral que debe ser recibido con obediencia, también del magisterio ordinario, como ya queda bien claro desde el Concilio Vaticano I, y ha sido aún más aclarado por el magisterio posterior. En ese sentido, el rechazo del Concilio Vaticano II y del magisterio pontificio reciente no es un detalle disciplinar, sino una herida en la comunión eclesial, comunión que sabemos se da por la fe común. En tal sentido nuestra fe no es plenamente común con la fe de los luteranos, o de los anglicanos, o de los protestantes en general, o de los ortodoxos orientales o de las distintas corrientes nacidas del cisma de Lefebvre. Son todos ellos hermanos nuestros en la fe, claro que sí, pero la única que tiene la plenitud de la fe es la Iglesia en comunión con Pedro y sus sucesores, con el Papa actual, con la Sede Apostólica.
Por consiguiente, con los judíos hablamos de un vínculo histórico‑salvífico único; con ortodoxos, protestantes o lefebvrianos, de una comunión imperfecta que reclama reconciliación.
Por eso la Iglesia distingue planos y lenguajes: no para etiquetar, sino para ser fiel a la verdad de la comunión. Y en todos los casos, la caridad pastoral nos pide cercanía fraterna, pero sin confundir la comunión plena con la mera afinidad doctrinal parcial.
Permítanme una observación desde mi terruño. Vivo a pocas cuadras del priorato de la Fraternidad en Godoy Cruz, y no hablo de oídas: aquí se percibe bien la tensión entre la autopercepción de “católicos fieles” y la realidad de una comunión quebrada. En la historia medieval, extravagantes eran decretales que quedaban fuera del corpus jurídico, aunque pretendieran pertenecer a él. Algo semejante ocurre: comparten el Credo, sí, pero rehúsan aceptar el magisterio conciliar y la disciplina de la Iglesia. Esa es la diferencia entre vínculo histórico‑salvífico (como con Israel) y comunión eclesial efectiva. No es cuestión de etiquetas simpáticas o antipáticas, sino de precisión: la comunión no se mide solo por lo que se confiesa, sino también por la obediencia y la regularidad canónica.
ResponderEliminarEs cierto que la Santa Sede no los trata en el ámbito ecuménico, sino en el de la Doctrina de la Fe y la Secretaría de Estado; pero en el plano pastoral, nuestra actitud hacia ellos se parece mucho a la que debemos tener con ortodoxos o protestantes: cercanía fraterna, sí, pero sin confundir la comunión plena (de la que está lejana la FSSPX) con la mera afinidad doctrinal, parcial, a causa de rechazar el Novus Ordo Missae, el magisterio del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio (de estos tres puntos son sospechosos de herejías los lefebvrianos, y digo sospechosos por decir lo menos).
Estimada Domna Mencía,
Eliminarcomparto en lo substancial su comentario. Si queremos ir a lo decisivo: se trata de no perder de vista que la comunión eclesial no se mide solo por la validez de los sacramentos ni por la confesión del Credo o Símbolo de la Fe, sino por la fe común, cuya plena custodia es competencia de la Sede Apostólica, custodia que no se la puede arrogar nadie más en la Iglesia, ni laico, ni religioso, ni sacerdote ni obispo, ni siquiera ningún Cardenal. Compete sólo al Papa.
Ciertamente que se conserva mucho en común con nuestros separados hermanos cristianos, pero la plenitud de la fe está custodiada por el Papa. Por eso la Santa Sede distingue con cuidado los planos: diálogo fraterno, sí, pero sin confundir afinidad doctrinal parcial con plena comunión.
Los judíos niegan la divinidad de Cristo y pastoralmente los llamamos hermanos mayores en la fe. Los lefevbristas no niegan ningún dogma de fe ni los sacramentos aunque tengan irregularidad canónica y pastoralmente los vamos a llamar sospechosos de herejía y los vamos a asimilar a los protestantes que niegan sacramentos???
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarusted insiste en contraponer situaciones que no son comparables. Nosotros, los católicos, con los judíos hablamos de un vínculo histórico‑salvífico único, no de comunión eclesial; por eso el lenguaje pastoral es distinto. Es la tercera vez que se lo digo. ¿Lo he explicado bien? ¿Qué es lo que no entiende usted?
Con la FSSPX, en cambio, la cuestión no es solo “irregularidad canónica”: rechazar el Magisterio vivo de la Iglesia —incluido el Concilio Vaticano II y el magisterio de los Papas posteriores— toca el corazón mismo de la doctrina, que no se limita a unos pocos dogmas definidos, sino que abarca todo el depósito de la fe custodiado por la Iglesia.
La Iglesia no los asimila, como usted dice, a los protestantes. Por eso la Santa Sede no los trata en el ámbito del ecumenismo, sino en el de la Doctrina de la Fe: no se los equipara a protestantes, pero tampoco se puede hablar de plena comunión. Recuerde lo que ya señaló san Paulo VI en tiempos de Mons. Lefebvre: que lo que defendían eran errores contra la fe. Recuerde también lo que dijo Benedicto XVI tras levantar magnánimamente la excomunión a los cuatro obispos: que mientras no aceptaran el desarrollo dogmático del Concilio Vaticano II, se mantendrían en situación cismática. Y recuerde lo que el papa Francisco subrayó en 2021, al señalar la persistencia de esa misma situación.
La caridad pastoral nos pide cercanía fraterna, sí, pero la verdad doctrinal exige llamar a las cosas por su nombre: mientras no haya obediencia al Magisterio y regularidad canónica, la comunión permanece herida. ¡Y vaya si la Sede Apostólica ha mostrado caridad hacia ustedes!: basta ver cómo, a pesar de las expresiones duras de sus líderes contra el Papa y los obispos en comunión con él, la Iglesia sigue tratándolos como católicos, aunque en situación irregular, y no en el ámbito del ecumenismo.
Estimado Anónimo: ¿me he explicado bien? Estas cosas ya se le han dicho varias veces. No volveré a repetirlas. Si usted insiste en reiterar las mismas frases y eslóganes, es probable que el moderador del blog opte por no publicar sus comentarios. Aquí dialogamos con argumentos: si los aporta, será escuchado y respondido con gusto.
Estimado Filemón, me alegro que estés de vuelta en Mendoza.
ResponderEliminarIluminadora tu nota sobre la SSPX. Esclarecedora en cuanto a en qué sentido corresponde el tratamiento ecuménico, o no corresponde. Mi impresión es que éste es un caso más de la lentitud con que Roma se toma (sabiamente) estos sucesos, pues 50 ó 60 años no son nada, a decir verdad, para que toda la Iglesia tenga perfectamente en claro que se trata de un hecho cismático. Lo de "ecumenismo de retorno" es una buena expresión para indicar la paciencia de Roma, cuando aún no se han cumplido ni siquiera dos generaciones del cisma de Lefebvre. Ahora bien, ¿cuándo este "ecumenismo de retorno" pasará a ser para Roma "ecumenismo" a secas? A mi entender, cuando pase más tiempo, cuando se cumplan dos generaciones, cuando se ordenen más obispos, en una segunda consagración, y en una tercera, cuando haya generaciones de lefebvrianos que no hayan abandonado el catolicismo, sino que hayan nacido en el cisma, etc. Llegado ese momento, creo que algún Papa determinará que ya no tiene sentido no poder a la hermandad lefebvriana en la categoría de "otras iglesias cristianas". Es cuestión sólo de tiempo, y de que algún Papa determina si hacer eso es necesario o no. Cuestión de prudencia, que le llaman.
Bienvenido nuevamente a Mendoza, y ¡ad multos annos!
Padre Filemón: Estuve el martes pasado en la conferencia del Padre Joaquín Cortes en el Priorato San José de la Fraternidad, en Godoy Cruz. Habló sobre la situación de la Fraternidad en la actualidad. Confirma todo, absolutamente todo lo que usted dice. Es un buen ejemplo de la confusión que aqueja a estos hermanos nuestros. Usted habla de "eslóganes", pues sí, llenó a todos los presentes de eslóganes sin fundamentos, sin argumentos. Pura ideología autorreferencial. Viven en una burbuja, ya lejos de la Iglesia, creyéndose que ellos son la Tradición, y que el Papa es el que debe convertirse. Obviamente, dijo que los Papas vienen diciendo herejías desde el Concilio, que ellos jamás celebrarán la Misa nueva, y rechazan completamente el Vaticano II. Por supuesto, el Papa León es "más de lo mismo". Mientras que ellos son los bomberos del incendio en que se encuentra la Iglesia, y que están dispuestos a apagarlo, si los llaman, a condición de que "cierren la llave del gas", o sea, a condición de que la Iglesia rechace completamente el Concilio Vaticano II.
ResponderEliminarEsta gente vive en las nubes.
Con el debido respeto, me permito una observación. Creo que no conviene insistir demasiado en hablar de la FSSPX. Al fin y al cabo, es algo contingente que la Santa Sede gestione su relación con la Fraternidad a través del Dicasterio para la Doctrina de la Fe o de la Secretaría de Estado. Nada impediría que un Papa, en otro momento, decidiera derivar el asunto al Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y entonces quedarían en la misma mesa que ortodoxos o protestantes.
ResponderEliminarY, sin embargo, ¿cuánto hablamos de los ortodoxos o de los protestantes en nuestra vida ordinaria de fe? Muy poco. Entonces, ¿por qué dar tanta centralidad a los lefebvrianos? Me parece más provechoso no sobredimensionar su situación y mantener la mirada en lo esencial: la vida de la Iglesia en su conjunto, la fidelidad al Evangelio y la comunión con el Papa.
Sergio Villaflores (Valencia, España)
Coincido con lo que dice Sergio: no conviene dar a la Fraternidad más centralidad de la que realmente tiene. Vivo a pocas cuadras del priorato aquí en Godoy Cruz, y le aseguro que, fuera de su círculo, la vida parroquial sigue su curso con normalidad. La Iglesia no se juega en cada homilía lo que pase o no pase con la FSSPX.
ResponderEliminarEn la Edad Media también hubo grupos que parecían ocupar todo el horizonte —pienso en los cátaros o en los movimientos de espiritualidad radical—, y sin embargo la vida de la Iglesia siguió adelante, con sus luces y sombras. Algo semejante ocurre hoy: la Santa Sede sabrá en qué dicasterio ubicar el expediente, pero para la mayoría de los fieles lo esencial sigue siendo vivir la fe en comunión con el Papa y en la vida concreta de la parroquia.
¿Qué puede importar para un católico que un cura lefebvriano, ideologizado en La Reja, hable del “incendio de la Iglesia”, se crea “bombero” y pretenda conocer mejor que el Papa la divina Revelación, como para decirle al Papa que se tiene que convertir? No es más que un ruido marginal, que no debería quitarnos la paz ni distraernos de lo esencial.
Por eso, dejemos de lado las cosas que no nos competen y, sin negar la importancia del tema, me parece más sano no sobredimensionarlo: la Iglesia es mucho más amplia que el perímetro de un priorato.
Hablan mucho de la Fraternidad... como si la Iglesia se jugara en un priorato... pero la fe se juega en el corazón de cada misa bien celebrada... y en la obediencia sencilla de cada día... lo demás hace ruido... y el ruido pasa...
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