domingo, 3 de marzo de 2024

Roma locuta causa finita. ¿Qué es el Magisterio? (1/4)

Mi artículo del pasado 26 de febrero, señalando los graves errores de una interpretación "indietrista" o pasadista o filo-lefebvriana acerca de la naturaleza, el alcance y los límites del Magisterio pontificio (véase aquí), ha dado lugar a una serie de ricos y útiles comentarios en el foro; tal como ha sucedido con otros artículos en este blog en el que hemos analizado los errores de las interpretaciones modernistas acerca del Magisterio de la Iglesia. Me ha parecido útil, por consiguiente, que nos aboquemos (una vez más) a la tarea de exponer esta temática de modo católico, y lo haremos en este artículo compuesto de cuatro notas sucesivas. Sugiero a los lectores que si en la lectura de estas notas les surgen dudas u objeciones, demoren en plantearlas hasta tener un conocimiento completo de lo que expondré en las cuatro publicaciones, para no adelantarse a eventuales cuestiones que iré desarrollando. [En la imagen: fragmento de "Sacerdote enseñando a los niños el Catecismo", litografía de Jules Alexis Meunier, publicada en Le Petit Journal, Supplement illustre, 5 de junio de 1898].

Una necesidad urgente para el hoy de la Iglesia
   
----------Si abro el envase de un medicamento recién adquirido en la farmacia del barrio, encuentro una nota con las instrucciones que me explican para qué sirve y cómo usarlo. Si compro un computer, viene acompañado de un folleto que me dice cómo usarlo y qué hacer para mantenerlo eficiente.
----------Así Dios, el cual es Quien nos ha creado y por eso sabe cómo debemos comportarnos para hacer buen uso de nosotros mismos y alcanzar el fin para el cual nos ha creado, ya que con el pecado original habíamos perdido el librito de las instrucciones, nos ha enviado a Su Hijo para ayudarnos a salir de los problemas en los cuales nos habíamos metido con el pecado y para mostrarnos el camino para salvarnos.
----------Pues bien, los dogmas de la Iglesia católica son precisamente las indicaciones para el uso de nuestro yo o -y me sigo ayudando de las metáforas anteriores-, para servirnos de los medicamentos que debemos tomar para sanar, ya que ellos nos hacen volver a la senda perdida del camino que debemos recorrer para llegar a la patria celestial a contemplar para siempre, cara a cara, el Rostro del Padre.
----------Los dogmas de la Iglesia, por consiguiente, abarcan los dos grandes ámbitos de la vida humana: uno es el ámbito del saber (dogmas especulativos) que se refiere al simple conocimiento de la verdad, y el otro ámbito (dogmas morales) es el que se refiere al saber práctico y a las normas de conducta humana a fin de conseguir la beatitud. Los dogmas, en efecto, suponen que el saber no siempre está encaminado al actuar, pues es mucho más importante un saber puramente especulativo, o sea, la pura contemplación de la verdad, la visión de Dios, a la que está ordenado el propio saber práctico.
----------Es importante distinguir el dogma moral del precepto moral o jurídico de la Iglesia, que se expresa en la prudencia pastoral y en la ley eclesiástica, y así, en las normas de la liturgia y del derecho canónico. El dogma moral confirma e interpreta la ley moral natural, fundamento de las virtudes morales y la ética evangélica o revelada, fundamento de las tres virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. Aquí tenemos los dogmas de la creación del hombre, del pecado original, de la Redención, de la gracia, de la Iglesia, de los sacramentos, del perdón de los pecados, del mérito, del paraíso del cielo, del infierno, del purgatorio, de la comunión de los santos, de la visión beatífica y de la resurrección del cuerpo masculino y femenino.
----------Los dogmas morales obviamente son inmutables, porque ellos tocan valores universales basados en la universalidad de la naturaleza humana y por tanto de la igualdad humana, aquella que el papa Francisco llama "fraternidad humana", valores "no negociables", el intrinsece bonum et malum del hombre en cuanto tal, de todos los hombres. Aquí la ley es igual para todos. Sin embargo, la Iglesia no suele proclamar en campo moral definiciones dogmáticas, como en cambio sí lo hace en el campo especulativo. Lo cual, sin embargo, no significa en absoluto que el dogma moral no sea objeto de fe divina.
----------Los dogmas también están relacionados con hechos históricos incontrovertibles, llamados "hechos dogmáticos" (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de la Professio Fidei, a la Carta Apostólica Ad Tuendam Fidem de san Juan Pablo II del 18 de mayo de 1998, n.11), verdades históricas o de facto, de carácter empírico, pasadas y presentes, las cuales, si fueran refutables o negables, provocarían el colapso del dogma relacionado con ellas. Por ejemplo, si Adán y Eva no hubieran existido realmente en el paraíso terrenal, el dogma de la creación del hombre y del pecado original sería cancelado o se convertiría en un mito o una fábula. Si el camarlengo de la Santa Romana Iglesia que anunció al mundo con las palabras rituales "habemus Papam" hubiera mentido o se hubiera equivocado, toda la enseñanza doctrinal del actual pontífice quedaría anulada, o si la Iglesia pudiera equivocarse al canonizar a un santo sería falso creer que la Iglesia nos guía por el camino de la salvación. Por eso, el negar un hecho dogmático no es directamente herejía, pero es cosa próxima a la herejía. Negarlo provoca la herejía.
----------De manera similar, el dogma está a menudo conectado lógicamente con alguna verdad de razón, faltando la cual, también el dogma quedaría anulado. Pongamos un ejemplo: negar la inmortalidad del alma humana, de por sí no es una herejía, sino que se trata de un simple error filosófico. Pero como el Concilio Lateranense V [1512-1517] ha definido ser de fe la afirmación por la cual el alma humana es inmortal, he aquí entonces que quien niega la inmortalidad del alma basándose en su propia razón, indirectamente es hereje, aunque de por sí se trate de un simple error filosófico, y esto sucede por el vínculo lógico que tiene la afirmación filosófica de la inmortalidad del alma con la afirmación de fe.
----------Por lo tanto, la pregunta que todavía hoy, tras dos mil años de historia de la Iglesia, se hace el creyente en Dios es la siguiente: ¿qué debo saber y qué debo hacer para salvarme? Es la pregunta que todavía hoy el discípulo de Cristo hace a Cristo y a sus representantes en la tierra, comenzando por el Sumo Pontífice. Y la respuesta no le parece siempre fácil al fiel católico, tanto porque no tiene contacto directo con Cristo como porque el Magisterio de la Iglesia y de los pontífices hoy es de tal manera abundante, que muchos comunes fieles, sumidos por las obligaciones de este mundo, no se hacen el tiempo para leer toda esta masa de documentos, sin mencionar que con cada documento del Papa, sobre todo de este Papa, surge una infinidad de discusiones entre especialistas sobre la interpretación de lo que ha dicho, ya sea porque no todos aceptan lo que dice, o porque otros todavía lo malinterpretan por interés propio o por malicia.
----------En siglos pasados, las encíclicas papales se extendían aproximadamente unas 15 o 20 páginas y rara vez aparecían. Frecuentemente el texto era claro. Inmediatamente recibían una interpretación auténtica por parte de los obispos, quienes tomaban medidas para difundirla y hacerla explicar por los párrocos.
----------Hoy en día estas mediaciones suelen ser algo problemáticas o no funcionan como deberían. Periodistas facciosos e incompetentes y teologastros se interponen en el camino, creando confusión y equívocos. Por otra parte, ¿cómo hacen estos pobres fieles con encíclicas de 150 páginas que salen cada tres o cuatro años? Por no hablar de todos los demás documentos de la Santa Sede Apostólica, de los sínodos mundiales de obispos, de las Conferencias episcopales, hasta las cartas de los ordinarios diocesanos.
----------Hubo un tiempo en que los Papas hablaban raramente y de manera oficial, dirigiéndose a toda la Iglesia. La difusión y explicación de las enseñanzas pontificias estaba bien organizada. Hoy el papa Francisco habla casi todos los días en modalidades no oficiales sino informales y no siempre es fácil entender lo que quiere decir y en calidad de qué: si como Papa o para expresar discutibles opiniones o impresiones personales, o a quién se dirige, si a toda la Iglesia o sólo a los interlocutores que tiene delante.
----------Naturalmente, sobre todo para nosotros, los teólogos, es posible, es debido y es necesario hacer este discernimiento para ayudar a los fieles perplejos o desorientados por enemigos del Papa o engañados por falsos amigos, astutos aduladores del Papa, que lo instrumentalizan en beneficio propio.
   
¿Por qué ha venido Jesucristo entre nosotros?
   
----------De hecho, debemos recordar siempre que Jesucristo ha venido a revelarnos el camino a seguir para llegar un día al Cielo, guiados por el Espíritu Santo, para ver el rostro del Padre. Su enseñanza, que completa la doctrina del Antiguo Testamento, ha sido en parte registrada en los escritos del Nuevo Testamento y en parte recibida y transmitida oralmente y "con los ejemplos y las instituciones" (cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum del 18 de noviembre de 1965, n.7) de la Tradición apostólica, que nos llega hasta hoy en el magisterio vivo de la Iglesia bajo la guía del Sumo Pontífice, Sucesor de aquel Pedro, a quien Cristo ha confiado el oficio, divinamente asistido, de confirmar a los hermanos en la fe, es decir, de conservar, interpretar y explicar sus palabras, escritas en los Evangelios y transmitidas por la Tradición.
----------Por tanto, para conocer las verdades salvíficas no basta la pura y simple lectura de la Escritura hecha por nuestra cuenta. Quien se acerca al texto sagrado siente inmediatamente la necesidad de que alguien le explique el sentido de ciertas frases. Ciertamente, muchas cosas que Cristo dice de Sí mismo o sobre el misterio de Dios o sobre la moral, son claras. Pero esto no siempre sucede. ¿A quién nos debemos dirigir? Cristo mismo en la Escritura encarga a los Apóstoles este servicio de ser intérpretes. Y por lo demás es lógico: si nosotros no entendemos el sentido de una frase de un libro, ¿a quién debemos interpelar? ¡Al autor del libro!
----------Ahora bien, por cuanto respecta a la Sagrada Escritura, nosotros podemos consultar a los sucesores de los Apóstoles, aquellos que han puesto por escrito la Palabra de Dios. De hecho, el dogma no es otra cosa que la explicación de ciertas palabras de Nuestro Señor, difíciles, oscuras o pasibles de ser tergiversadas. Es evidente que aquellas palabras de Cristo que resultan claras valen más que el dogma, que, en definitiva, es siempre obra humana, por más que sea infaliblemente verdadera; mientras que al leer las mismas palabras de nuestro Señor Jesucristo nos ponemos directamente en Su escuela.
----------Por eso el dogma no coincide exactamente con la misma Palabra de Dios de la Escritura, con los dichos del Señor registrados en el Evangelio o recordados y transmitidos, oralmente o por escrito, de generación en generación por la Tradición apostólica, sino que constituye de ella una interpretación infalible o una mediación explicativa o una deducción hecha por la Iglesia a lo largo de los siglos, para hacer que los fieles comprendan mejor la doctrina de nuestro Señor Jesucristo, evitando posibles o reales interpretaciones erróneas. De hecho, ciertas palabras del Señor son tan claras, y tan pacíficamente aceptadas por los comunes y honestos fieles, que no necesitan comentarios o explicaciones.
----------Para cumplir esta tarea de intérpretes y maestros de la fe, los Papas han pensado, desde los inicios del cristianismo, en intervenir en oportunas ocasiones o necesidades, para reiterar o aclarar o explicar ciertos dichos del Señor, que por su misteriosidad y trascendencia respecto a los límites de la humana razón, podían resultar difíciles o suscitar discusiones, o bien para explicitar ciertos significados ocultos o implícitos en esos mismos dichos, porque su contenido es tan rico de significado, que por mucho que la mente humana lo profundice una y otra verz, el trabajo nunca estará terminado sino que siempre hay algo nuevo por descubrir o algo ignorado por conocer. Ya lo había dicho Nuestro Señor: "Cuando venga el Espíritu de la verdad, los guiará para que puedan entender la verdad completa" (Jn 16,13), y así hasta el fin de los siglos.
----------Dada esta función de los dogmas, comprendemos cómo ellos, si bien son una ayuda indispensable para comprender el dato revelado y no caer en malentendidos que nos podrían llevar a la herejía, no pueden en absoluto sustituir una frecuentación nuestra directa y personal de la Sagrada Escritura y del Evangelio, donde recurramos a esa divina Sabiduría de la cual surgen los mismos dogmas.
----------De ahí que si es útil memorizar los dogmas, aún más útil para nuestra vida espiritual es rumiar, masticar y volver a masticar la misma Palabra de Dios, como alimento indispensable para nuestra alma. Es aquí donde encontramos el todo del mensaje bíblico; la dogmática es, al fin de cuentas, sólo aquello que nosotros, incluso como Iglesia, entendemos de ella, la Palabra de Dios.
----------En cualquier caso, desde los mismos inicios del cristianismo, los Papas, para cumplir convenientemente su gravísimo mandato de maestros de la fe, conscientes de sus limitaciones y falibilidad humanas, han pensado en hacerse ayudar o han permitido y aceptado propuestas de colaboración por parte, ante todo, de los Obispos, entre los cuales en el siglo XII surgió el rol del Colegio Cardenalicio.
   
Qué han hecho y qué hacen los Papas para cumplir su mandato magisterial
   
----------Una primera tarea que los Papas han llevado a cabo para cumplir su oficio de Supremo Maestro de la Fe. fue la de presidir los concilios en colaboración con obispos y teólogos para agrupar las principales verdades o artículos de fe en resúmenes sintéticos y breves, adecuados al pueblo y fáciles de aprender de memoria, los así llamados "Símbolos de la fe", lo que hoy llamamos el "Credo".
----------Se comenzó con resúmenes extremadamente breves, de tipo trinitario, y con el pasar de los siglos y el creciente conocimiento del dato revelado, estos Símbolos se fueron enriqueciendo con nuevos artículos, no para añadir nuevas cosas a aquellas que Cristo había revelado, ya que Él ya había dicho todo a los Apóstoles, pero para explicitar lo que ya estaba contenido en el depósito de la Revelación.
----------Así, por ejemplo, la Iglesia ha pasado del llamado Símbolo de los Apóstoles al llamado Símbolo Niceno-Constantinopolitano. La famosa adición del Filioque en este Símbolo al precedente no contrasta para nada, como fue sostenido por los teólogos de Constantinopla, con la fe precedente, sino que se trata de una explicitación completamente justificada, como explicó santo Tomás de Aquino, para poder distinguir al Hijo del Espíritu Santo en su común origen del Padre. La Iglesia, sin embargo, no impuso esta adición a los católicos de Oriente. De hecho, los artículos de los Símbolos no pretenden en absoluto elencar a todos los dogmas, sino sólo a los principales; entre estos diferentes elencos algunos tuvieron una función magisterial, mientras que otros fueron incluidos posteriormente en la liturgia eucarística en los siglos V y VI.
----------El cuidado de proclamar los dogmas no agota ciertamente la solicitud que han tenido y tienen los Papas por nutrir abundantemente al pueblo con la auténtica Palabra de Dios, sino que desde los inicios del cristianismo, los Romanos Pontífices han emprendido muchas otras iniciativas o han satisfecho a razonables peticiones o propuestas provenientes de los fieles y de los pastores. Las enumeramos a continuación.
----------1. Ante todo, como he dicho, los Papas se han ocupado de la formación de los Símbolos de la fe, que han sido recogidos en una breve fórmula para ser recitada en especiales circunstancias, como por ejemplo en la Misa solemne o en la asunción de cargos eclesiásticos.
----------2. Han aprobado y apoyado la obra de los Padres de la Iglesia, los principales testigos de la Tradición y fundadores de la dogmática cristiana, que para la formación de los dogmas han utilizado la filosofía de Platón y el derecho romano. El máximo exponente es san Agustín de Hipona.
----------3. Emanan documentos doctrinales, sobre todo constituciones apostólicas y encíclicas para importantes declaraciones doctrinales y, a veces, incluso nuevas definiciones dogmáticas.
----------4. También los Papas han ido constituyendo comisiones de expertos exégetas, filósofos, historiadores, teólogos, moralistas, juristas, filólogos, científicos, para ayudarles a afrontar y resolver las cuestiones atinentes a la doctrina y la herejía: en el siglo XII, la Inquisición, que luego se convirtió en el siglo XVI en el Santo Oficio, que a su vez tras el Concilio Vaticano II pasó a ser la Congregación para la Doctrina de la Fe, y con el papa Francisco el actual Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
----------5. En el siglo XII, los pontífices han dado inicio a las Facultades de teología, semilleros de la teología escolástica, ciencia docta de lo virtualmente revelado, es decir, de lo que se puede deducir del dato de fe, y de lo que prepara e introduce a la fe, también llamada apologética.
----------6. En el mismo siglo, el Papa, cumpliendo su tarea de Pastor universal de la Iglesia, en obediencia al mandato de Cristo a Pedro de "apacienta mis corderos" (Jn 21,15), presidió la fundación del Código de Derecho Canónico por obra de Graciano. De hecho, la proclamación y enseñanza del dogma tiene una estrecha relación con el derecho canónico, porque éste configura en términos de justicia la acción pastoral del pontífice, e indudablemente la proclamación y la enseñanza del dogma no es sólo una cuestión de Magisterio, sino que también es una cuestión de justicia o de prudencia, relativas al grave deber que tiene el Papa de apacentar el rebaño de Cristo y al deber del rebaño de seguir al Pastor.
----------7. En el siglo XIII el Papa ha reconocido a una orden religiosa, como ayuda de los obispos y del propio Papa, dedicada específicamente a la predicación y a la defensa de la doctrina de la fe, la Orden de los Frailes Predicadores, también llamados Frailes Dominicos.
----------8. Gracias a la contribución de santo Tomás de Aquino, que recurre a Aristóteles para explicar el dogma, la dogmática antropológica bajo la dirección del Papa, a partir del Concilio de Vienne de 1311-1312, evita el peligro del dualismo antropológico platónico y supera la antropología egológica agustiniana para abrazar plenamente la concepción antropológica bíblica hilemórfica, apta para explicar mejor la universalidad objetiva de la naturaleza humana y el dogma de la resurrección del cuerpo.
----------9. Con el Concilio de Trento, recién en el siglo XVI, los Papas han comenzado a publicar el Catecismo, el cual se trata de un resumen o exposición sintética en forma popular de la doctrina católica confiada a los párrocos para la educación del pueblo, empezando por los niños.
----------10. En el año 1748, el papa Benedicto XIV, en la Carta Dum praeterito al inquisidor supremo de España, distinguía, en cuanto a la facultad de constatar herejía, por un lado, el oficio del inquisidor y del obispo, y por otro lado, el oficio del teólogo, precisando que los primeros y el segundo tienen la facultad de señalar a un fiel en herejía, pero que los inquisidores y los obispos, al señalar herejía, "no deben atenerse a las notas que los doctores opongan entre sí en sus discusiones, sino que deben atenerse al hecho de que las notas de herejía sean aquellas pronunciadas por la Santa Sede" (Denz. 2565). Esto no quita la utilidad, para el Magisterio, del hecho de que un teólogo señale a la Iglesia la existencia de alguna nueva herejía, porque el Magisterio puede convalidar el informe y hacer suya la censura del teólogo. El Papa, sin embargo, se atiene a precisar que una cosa es la sentencia del teólogo, posible objeto de discusión, y otra cosa es la sentencia de la Santa Sede, acerca de la cual no se puede ya discutir. Roma locuta, causa finita.

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