lunes, 11 de diciembre de 2023

El papa Francisco y el gobierno de la Iglesia

Las recientes  decisiones de gobierno pastoral de la Iglesia tomadas por el papa Francisco respecto al obispo de Tyler, Joseph Edward Strickland, y del cardenal Raymond Leo Burke, que han causado algún revuelo y malestar en grupos pasadistas (o "indietristas" como dice el Papa) no deben sorprendernos, a no ser por la paciencia y la benevolencia mostradas por el Papa antes de tomar estas decisiones. En cualquier caso, lo ocurrido nos sugiere enfocar una vez más nuestra reflexión, al significado y al alcance del lugar de San Pedro y de sus sucesores, los Romanos Pontífices, en la Iglesia, tal como lo ha querido nuestro Señor Jesucristo.

El primado de jurisdicción de san Pedro y sus sucesores
   
----------Es dogma de fe, el que Cristo ha comunicado a san Pedro el primado de jurisdicción y su legítimo sucesor es el Papa de Roma. Esta verdad de fe ha sido definida por el Concilio Vaticano I, en la Constitución Dogmática I Sobre la Iglesia de Jesucristo, Sesión IV, usualmente denominada Pastor aeternus, que tras una breve pero importante introducción, enseña en cuatro capítulos sucesivos, también breves, las siguientes doctrinas: 1. De la institución del Primado Apostólico en la persona del Bienaventurado Pedro; 2. De la perpetuidad del primado del Bienaventurado Pedro en los Romanos Pontífices; 3. Del valor y naturaleza del Primado del Romano Pontífice; 4. Del magisterio infalible del Romano Pontífice.
----------Esta misma doctrina sobre el primado inmediato, pleno y universal, de jurisdicción sobre toda la Iglesia (particularmente lo enseñado en el mencionado capítulo 3 de la constitución Pastor aeternus), es confirmada por el Concilio Vaticano II en la constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, en sus nn. 22 y 23, y en el decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos, Christus Dominus, en sus nn. 2 y 9.
----------No es mi intención comentar ni explicar en el presente artículo, este dogma de fe acerca del universal, supremo, pleno e inmediato, poder de jurisdicción y gobierno del Romano Pontífice sobre toda la Iglesia. Doy por supuesto que el lector tiene claro y recto conocimiento de esta doctrina, que el Catecismo de la Iglesia Católica resume en su n.882, tomando precisamente palabras de los textos magisteriales antes citados: "882: El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles (LG 23). El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad (LG 22; cf. CD 2 y 9)".
----------De la recta consideración de aquellos cuatro capítulos de la constitución Pastor aeternus, del Concilio Vaticano I (una doctrina que, como se ha dicho ha sido confirmada por el Concilio Vaticano II y resumida en el Catecismo), surge como lógica consecuencia todo el alcance del oficio del Papa, por una parte, como infalible Maestro de la Fe en el cumplimiento estricto de su misión docente y, por otra parte, como Pastor de la Iglesia peregrina aquí en la tierra, con poder universal, pleno, supremo e inmediato, aunque en este caso falible.
----------Se trata de los dos oficios del Papa: su oficio doctrinal, infalible, en el que no se le puede encontrar error cuando enseña la Palabra de Cristo y, por ende, no puede ser juzgado ni corregido; y su oficio pastoral, donde en cambio, si bien goza de una especial gracia de estado para ejercerlo con sabiduría, prudencia y justicia, sin embargo es falible, puede equivocarse y pecar y, por ende, aunque sus directrices deban ser obedecidas en bien de la unidad de la Iglesia, pueden ser a veces respetuosamente criticadas.
----------Que tengamos siempre bien presente esta doctrina, no quiere decir que desconozcamos que hoy existan otros cristianos no-católicos que la rechazan, y que incluso en el mismo seno de la Iglesia existan sedicentes católicos que o bien la ponen en duda o bien le niegan carácter dogmático y vinculante. Así las cosas, no son pocos los que se hacen preguntas acuciantes. ¿Cristo verdaderamente ha entregado poder a alguien para gobernar a la comunidad de los discípulos? Si la respuesta es afirmativa, entonces surge otra de inmediato: ¿qué significa ese poder? ¿Ese poder se transfiere? ¿A quién?
----------Preguntas de este género podrían multiplicarse, se han venido planteando a lo largo de toda la historia del cristianismo, y siguen siendo muy actuales en nuestro tiempo, cuando se cuestiona, tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella, la existencia de una autoridad que tenga de Cristo el poder de vincular con sus actos de gobierno a comunidades y a personas individuales.
----------Enfocando ante todo nuestra reflexión en el oficio pastoral del Papa, se hace necesario decir que el primado romano de jurisdicción es un punto de conflicto en las relaciones entre la Iglesia católica y las diversas comunidades en las que se congregan los cristianos ortodoxos orientales. Este problema, por ejemplo, ha dificultado la institución de circunscripciones eclesiásticas católicas en Rusia y ha sido uno de los motivos del veto del patriarcado ruso a la visita del Romano Pontífice a ese país.
----------Asimismo, la potestad espiritual y de gobierno del Papa respecto de sus fieles católicos en todo el mundo es uno de los temas conflictivos de las relaciones entre la Santa Sede y la República Popular China, en especial en lo que respecta al nombramiento de obispos, tal como es de suponer se encuentra en el acuerdo firmado por ambas partes (aunque desconocido públicamente en sus detalles) y que permite que los católicos chinos tengan pastores en comunión con la Iglesia y a la vez reconocidos por la autoridad civil comunista de ese país.
----------También queda manifiesta la actualidad del tema del primado de jurisdicción romano, en el así llamado "camino sinodal" de la Iglesia en Alemania, que viene originando tensiones y problemas que han llevado al papa Francisco a escribir a los católicos alemanes una carta, recordando la necesidad de la unión con el Obispo de Roma para que la sinodalidad sea expresión de verdadera comunión eclesial.
----------Además de los arriba mencionados puntos conflictivos, que en la actualidad hacen referencia a las dificultades para aceptar el primado de jurisdicción del Romano Pontífice por parte de ámbitos externos a la Iglesia (como es el caso de las citadas relaciones ecuménicas, interreligiosas y diplomáticas), se suma el hecho de los conflictos que ese primado romano de gobierno universal, pleno, supremo e inmediato, ha originado también dentro mismo de la Iglesia, entre los propios católicos.
----------En tal sentido, existen hoy algunos católicos que, por diversos motivos, tienen dificultades para aceptar las decisiones pastorales y de gobierno del Papa, particularmente acicateados estos católicos desde hace ya cinco o seis décadas, por esas dos corrientes extremistas que tras el Concilio Vaticano II se encuentran en permanente combate entre sí, los modernistas y los pasadistas, dos ruidosas minorías que envenenan el aire en el mismo interior de la Iglesia y afectan la vida de los demás católicos normales, la inmensa mayoría o casi unanimidad, en comunión con el Romano Pontífice, precisamente porque ambos partidos, aún con diferencias entre sí, sin embargo, se unen en un común rechazo de la autoridad doctrinal y pastoral del Papa.
   
Las críticas legítimas al Papa, y las críticas ilegítimas
   
----------Actualmente no faltan algunos católicos que sostienen que el papa Francisco no es un buen Sumo Pontífice. Ahora bien, a estos tales, lo primero que se les podría responder, ciertamente de modo algo abrupto pero al fin de cuentas útil para poder focalizar rectamente la cuestión, es que el hecho de que el papa Francisco sea o no sea un buen Sumo Pontífice, es una cosa enteramente relativa, porque ante todo debe tenerse presente que Francisco es el legítimo sucesor de san Pedro Apóstol, lo que por ende debe relativizar todo lo demás. Si ha cumplido bien su alto cargo recibirá de Dios la merecida recompensa, si lo ha cumplido mal tendrá que temblar ante la advertencia del Santo Evangelio: "Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más" (Lc 12,48). Pero la existencia o no de falencias (que las hay) en el cumplimiento de su alto cargo pastoral, en absoluto elimina el puesto del Papa en la Iglesia y la naturaleza de su oficio, en cuanto institución divina, como principio de unidad para todos los cristianos.
----------Existen también otros católicos que dicen "Francisco no me cae simpático". Y entre ellos hay algunos que incluso manifiestan públicamente su antipatía por Francisco, extralimitándose con befas y ataques cotidianos. Pero a estos tales la simple respuesta que hay que suministrarles es que la simpatía o la antipatía por un determinado Romano Pontífice son también completamente relativas, pues no entra dentro del oficio del Sumo Pontífice el suscitar emotiva simpatía, sino católico y devoto respeto. Por consiguiente, el Papa debe ser seguido y obedecido, tanto sea que nos caiga simpático o nos caiga antipático.
----------Algunos existen también que, acotando un poco más el ámbito del debate, sostienen que el papa Francisco gobierna mal la Iglesia. Con ello, no se refieren a sus enseñanzas sino a sus directrices pastorales o de gobierno. Naturalmente, si fuera cierto que un Papa gobernara gravemente mal la Iglesia, inevitablemente esto causa perjuicios para todos los fieles que conforman la Iglesia peregrina en esta tierra. Ciertamente, el papa Francisco no está eximido de haber cometido errores pastorales en estos once años de pontificado, y él mismo más de una vez lo ha reconocido. Pero, vayamos también aquí al fondo de la cuestión, que implica la distinción entre lo substancial y lo accidental, lo absoluto y lo relativo y, por ende, aquello en lo que radica nuestra comunión eclesial y en lo que se basa esencialmente nuestro ser católico.
----------Y al respecto, decir que el Papa gobierne bien a la Iglesia o que la gobierne mal, es algo enteramente relativo. También podría decirse aún más: es mejor un Sumo Pontífice que gobierne incluso mal la Iglesia, pues causará daños mucho menos graves que un Sumo Pontífice que deja que la Iglesia sea gobernada por lobbies o agresivos grupos de poder, o que se deja él mismo gobernar, porque los daños producidos en este segundo caso serán mucho mayores que los producidos por un mal gobierno del Papa. Por consiguiente, es mejor un Sumo Pontífice que gobierne mal la Iglesia, cumpliendo sin embargo el apostólico poder de las llaves conferido por Cristo a Pedro y a sus Sucesores (cf. Mt 16,19), que un pío Pontífice que se deje sustraer las llaves consignadas por Cristo a Pedro, dejando que otros abran y cierren, aten y desaten.
----------Algunos hay también que (y este caso es bastante peor aún que los casos anteriormente indicados) se refieren al magisterio del Romano Pontífice, sosteniendo por ejemplo que "Francisco se expresa de modo ambiguo, difundiendo confusión en materia de doctrina y de fe, y por eso debe ser corregido". Esta afirmación nos marca ya el pasaje de lo relativo a lo absurdo, pues se olvida que el Sumo Pontífice es el supremo custodio del depósito de la fe, por lo cual, y por más paradójico que nos pueda parecer, puede ser legítimamente criticado con el debido respeto, pero no puede ser corregido.
----------La corrección, incluso la corrección fraterna (cf. Mt 18,15-17), implica que aquel que la ejercita, ya se trate de una sola persona o de un entero colegio de personas (como respecto al Papa podría ser el entero Colegio Episcopal), debiera estar dotado de una autoridad doctrinal y moral superior. El fiel católico debe saber que ni siquiera un concilio ecuménico, máximo órgano expresivo sinodal de la Iglesia, podría definir nada sin la aprobación del Supremo Jefe de la Iglesia. Criticar (siempre de prudente modo y con el debido respeto) al Sumo Pontífice, en aquellos ámbitos en los cuales la crítica es legítima y posible, implica el ejercicio de la libertad de los hijos de Dios, mientras que el pretender corregir al Sumo Pontífice en lo que respecta al ámbito doctrinal, vale decir, el referente a su específico y singular oficio de Maestro de la Fe, implicaría el ejercicio de una autoridad superior a la suya, la cual autoridad por nadie en este mundo es detentada.
   
El caso Strickland y el caso Burke
   
----------Ciertos publicistas, comentaristas y opinionistas, se han rasgado días atrás las vestiduras, llorando por la que ellos denuncian como "persecución" que ha terminado en la destitución de mons. Joseph Edward Strickland, de la Diócesis texana de Tyler, en los Estados Unidos. Pocos días después, volvieron a rasgarse las vestiduras por el cardenal Raymond Leo Burke, al cual el Sumo Pontífice ha decidido revocar el beneficio del alojamiento gratuito en Roma, que gestiona la APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), y del "piatto cardinalizio", o como se la llama hoy: "asignación cardenalicia".
----------También en lo ocurrido en estos dos publicitados casos, es necesario entender que hay diferencia entre una crítica que puede ser considerada legítima y otra que no lo es. Expliquémoslo con un ejemplo: si yo afirmo que ha sido imprudente invitar al reciente Sínodo de los Obispos a una figura cuestionable y problemática como lo es el activista italiano Luca Casarini (ex defensor del movimiento Tute Bianche, y actual cabeza visible de Mediterranea Saving Humans, la plataforma de rescatadores del mar de los migrantes), en este caso yo estaría expresando una opinión crítica completamente legítima, y al mismo tiempo podría sugerirle al Santo Padre, de manera también legítima, que tal vez sería oportuno exigir cuentas y razones a aquellas personas de confianza que le han presentado como candidato al Sínodo a ese personaje, sin explicarle de manera prudente, precisa y detallada que se trata de un ideólogo que desde hace tiempo, tanto en el ámbito del debate como en el de la acción política, no deja de crear graves divisiones y fuertes contraposiciones.
----------Esas, mis personales críticas, que pueden muy bien ser compartidas o no por otros, serían del todo legítimas. Pero otra cosa muy distinta sería si, como ha hecho el obispo de Tyler antes del Sínodo y luego durante el reciente Sínodo sobre el tema de la Sinodalidad, yo hubiera afirmado que esa asamblea de diálogo y debate eclesial es gravemente dañosa para la doctrina de la fe, y para la recta vida de la Iglesia y del Pueblo de Dios, porque si yo hubiera expresado eso, no habría sido una opinión crítica del todo legítima, sino un juicio de una gravedad inaceptable, también porque contiene la implícita acusación de que el Sumo Pontífice no estuviera en grado de vigilar sobre la doctrina de la fe y, por tanto, de custodiarla.
----------Por otra parte, es bien sabido que el cardenal Burke lleva años manteniendo encuentros y conferencias deambulando por todo el mundo y de hecho socavando, aunque de modo siempre ambiguo y solapado, el magisterio del Sumo Pontífice, invitando a sus fieles a una nebulosa y no mejor especificada "resistencia" (que hoy otros suelen llamar "contrarrevolución"), sin explicar a quién sería necesario resistir (o a quien hacer la contrarrevolución), pero dejando entender a quién. También en este caso, lo que viene realizando desde hace años Burke, va mucho más allá del legítimo derecho de crítica.
----------El caso es que no es infrecuente, lamentablemente, que los fieles (tanto sea el clero como el laicado) no lleguen a ser capaces de distinguir el ámbito de la legítima crítica del de la ilegítima. Puede el lector revisar este blog, y encontrará muchos casos en los que respetuosamente he disentido con opiniones personales del Papa expresadas fuera del ámbito de su magisterio de fe, o con algunas de sus directrices pastorales o de gobierno, por considerarlas imprudentes o carentes de la debida justicia, siempre aclarando que aún en tales casos, el Papa merece la obediencia de todos los fieles de la Iglesia.
----------Recuerdo que años atrás, en la época en que se desarrollaron los Sínodos sobre el Matrimonio y la Familia, que dieron lugar a la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, a menudo fui respetuosamente crítico dialogando con un obispo sobre sus posturas en materia moral. Y ese Obispo, un gran hombre y sobre todo un hombre de Dios, se sentía complacido de discutir conmigo precisamente sobre aquellos puntos en los que en ocasiones yo podía no estar de acuerdo, porque se trataba de una especulación teológica basada en la disputatio teológica, según los estilos y la tradición de la escolástica clásica.
----------Recuerdo que en aquellos diálogos, mis críticas a la exhortación apostólica postsinodal del 2016, eran críticas al estilo del lenguaje, a los numerosos y en mi opinión inútiles sociologismos, a varios pasajes ambiguos, poco claros y sujetos a diferentes interpretaciones. Vale decir, estamos aquí en el ámbito del legítimo ejercicio del pensamiento crítico, que dejaría de serlo si criticara, incluso indirecta o solapada o subliminalmente, a aquellos mencionados Sínodos sobre el Matrimonio y la Familia y a la misma doctrina contenida en la exhortación final publicada por el Sumo Pontífice bajo el título de Amoris laetitia.
----------Porque lo cierto es que la exhortación Amoris laetitia es una exhortación que dejaba abiertas hipótesis de discusión sobre temas aún por definir, sin que de hecho se hubiera modificado la disciplina sacramental previa establecida por san Juan Pablo II en la exhortación Familiaris consortio, por ejemplo en lo que respecta a la admisión a los Sacramentos a los divorciados vueltos a casar. En aquellos años (y hasta hace un par de meses atrás), los obispos (como el Obispo con quien yo dialogaba), sacerdotes y fieles que afirmaban la licitud de esta admisión, diciendo que estaba contenida y otorgada en Amoris laetitia, lo afirmaban falsa y erróneamente, incurriendo en grave error y engañando (consciente o inconscientemente) a los fieles.  También he criticado por ello en este blog a mons. Víctor Fernández, cuando todavía era arzobispo de La Plata, porque, de hecho, en Amoris laetitia no se sancionaba ningún permiso en ese sentido. Hoy, por supuesto, las cosas son distintas, como ya lo he aclarado en otro artículo de este blog.
----------De modo que es de vital importancia para el fiel católico saber distinguir el ámbito en el cual el Papa no puede ser criticado (y mucho menos corregido), y el ámbito donde al fiel no le está prohibida una sana y fraterna crítica, siempre en espíritu de filial obediencia y colaboración con el Romano Pontífice. Al respecto, me viene ahora a la memoria que el cardenal Carlo Caffarra dio una solemne lección en 2017 a algunos de estos figurones de hoy que deambulan de conferencia en conferencia llamando a la "resistencia" y a la "contrarrevolución". Caffarra impartió esta solemne lección con una de sus memorables declaraciones, hecha después de que algunos intentaran presentarlo como un antagonista del papa Francisco. El hecho se produjo luego de que el cardenal Caffarra firmara junto a otros tres cardenales (otro de ellos era Burke), una serie de dubia dirigidos al Papa referentes a algunas dudas que ellos tenían respecto a la exhortación Amoris laetitia.
----------Debe reconocerse que aquellos dubia no habían sido planteados del modo enteramente correcto, pues no eran simples preguntas filiales, sino que aparecían como planteamientos doctrinales al Papa, lo cual sin duda ofendió mucho a Francisco, que lamentablemente optó por no responder a lo planteado, pero sin tomar ninguna decisión disciplinar contra los cuatro prelados. No hace falta que aquí recordemos que los sectores cismáticos lefebvrianos y filo-lefebvrianos aprovecharon el vuelo de la perdiz para llevar agua para su molino, y la prensa, tanto la modernista, como la pasadista, no tardó en presentar a Caffarra con el perfil de un filo-lefebvriano más, en oposición al Papa, los modernistas para criticarlo, y los pasadistas para elogiarlo. Pero el benemérito cardenal arzobispo de Bologna, rechazó las acusaciones, con estas memorables palabras que dejaban en claro que en él no había nada de lefebvriano ni que pudiera asimilarse a lo actuado por Burke:
----------"Discúlpeme por la broma: me hubiera gustado más si se dijera que el arzobispo de Bologna tiene una amante que si se dijera que tiene un pensamiento contrario al del Papa. Porque si un obispo tiene un pensamiento contrario al del Papa, se debe ir, pero precisamente tiene que abandonar su diócesis. Porque conduciría a los fieles por un camino que ya no es el de Jesucristo. Por lo tanto, se perdería a sí mismo eternamente y correría el riesgo de cargar con la pérdida eterna de los fieles. Ser considerado contra el Papa es algo que me ha amargado profundamente, porque es una calumnia. Y ello porque no sólo el Papa nunca ha hablado sobre esto, sino que cuando ha hablado ha pedido un debate. Y el debate es verdadero si todas las voces pueden hablar. ¡Yo he nacido papista, he vivido como papista y quiero morir como papista!".
----------Volviendo ahora a nuestros días, y en referencia a las citadas últimas decisiones pastorales del papa Francisco respecto a los dos prelados estadounidenses sancionados, francamente creo que el Santo Padre, en esta concreta coyuntura, todo sea considerado, ha sido incluso hasta demasiado bueno, tanto con el obispo Strickland como con el cardenal Burke. Quizás personalmente no lo habría sido en el mismo grado, pues me siento inclinado a considerar a un Obispo o a un Cardenal que han puesto en discusión repetidamente, de manera claramente pertinaz, la recta custodia de la doctrina de la fe por parte del actual Sumo Pontífice, como pasibles tal vez de correcciones disciplinares que deberían ser ejemplares.

11 comentarios:

  1. Filemon, sin estar con usted de acuerdo en la total corrección de la doctrina de Bergoglio, debo concordar con usted en que Roma no puede quedarse de brazos cruzados cuando un cardenal o un obispo pretende corregir al papa.
    Pero, dicho eso, mi pregunta es: porqué el Papa sanciona a los tradicionalistas y no lo hace con los progresistas?

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    1. Estimado don Benja,
      en primer lugar, si usted, con la expresión "doctrina de Bergoglio", se refiere a expresiones que el Papa actual ha tenido en cuanto doctor privado, vale decir, en cuanto se trata de opiniones personales (basadas en su formación teológica o filosófica o científica experimental, etc.), estoy con usted de acuerdo, no tienen por qué ser necesariamente correctas, y con el debido respeto y consideración del Santo Padre, podríamos disentir de ellas a nivel teórico.
      Ahora bien, si en cambio por "doctrina de Bergolio", usted se refiere a la enseñanza del papa Francisco en cuanto Sumo Pontífice, maestro de la Fe y de la Verdad revelada, para todos los cristianos y para la humanidad, entonces no puedo concordar con usted, pues en el plano de su oficio como Maestro de la Palabra de Cristo, el Papa no puede ser acusado de error ni corregido.
      Ahora bien, en el plano pastoral o de gobierno de la Iglesia, el Papa es falible, y puede cometer errores. De hecho, en la misma enseñanza de la Palabra de Cristo, puede optar por modalidades o estilos pastorales que lo vuelven poco claro, o pasible de ser interpretado de modo equivocado. En tal sentido, el deber del fiel católico es siempre interpretar al Papa en el buen sentido, en el recto sentido de la Verdad natural y de fe, precisamente porque el católico cree en el dogma que antes le he mencionado: que el Papa no puede, en cuanto Papa, enseñar el error.
      En segundo lugar, concuerdo con usted en que la Santa Sede no puede quedarse "de brazos cruzados" como dice usted, cuando en la Iglesia se difunde el error. Sin embargo, como he explicado muchas veces en mi blog, es comprensible que la actitud de la Sede Apostólica ante los errores del actual neo-modernismo (particularmente rahneriano) sea diferente a su actitud hacia los errores del pasadismo filo-lefebvriano (aunque podría y debería esperarse del Papa un mayor equilibrio frente a las dos expresiones extremistas, cismáticas y heréticas que hoy afligen a la Iglesia).
      En tercer lugar, debo hacer una observación al mal uso de expresiones como las que usted usa: hay sanos "tradicionalistas" en la Iglesia, más sensibles a la obra de conservación de la Sagrada Tradición, y hay sanos "progresistas" en la Iglesia, más sensibles a la obra de la renovación, absolutamente imprescindible en la Iglesia. Por tanto, la cuestión a la que se refiere la pregunta final de su comentario, habría que hacerla no usando los términos de "tradicionalistas" y "progresistas", sino usando los términos correctos de "modernistas" y "pasadistas" (o indietristas).
      Pues bien, es cierto que es de desear en el Romano Pontífice un mayor equilibrio ante unos y otros cismáticos. Pero también hay que reconocer que el Papa no ha dejado de asumir fuertes actitudes hacia las que hoy se manifiestan como mayores reverberancias del modernismo, por ejemplo el caso del Camino Sinodal de los católicos alemanes, ante los cuales la Santa Sede se mantiene firme en su oposición ante ciertas iniciativas alemanas.

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  2. Estimado padre Filemón: me parece que su artículo, muy claro por cierto, quizás necesite ser completado por otras explicaciones sobre la extension y las fronteras de ese universal y pleno poder del Papa, en el gobierno de la Iglesia.
    Sobre esa cuestión ha sido publicado en "La Brujula cotidiana" un largo estudio de la canonista Geraldina Boni, que señala los límites de la potestad papal:
    https://brujulacotidiana.com/es/el-poder-del-papa-un-servicio-a-la-transmision-de-la-fe

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    1. Estimado Sergio,
      puedo comprender su necesidad de mayores explicaciones, en el plano teológico, de las afirmaciones dogmáticas acerca del primado de gobierno del Romano Pontífice, enseñadas por el Concilio Vaticano I, confirmadas por el Concilio Vaticano II y por el Catecismo de la Iglesia Católica, y por otros documentos pontificios.
      Sin embargo, yo he aclarado en el inicio de mi artículo, que no iba a comentar tales afirmaciones dogmáticas, cosa que sí se hace en teología, en concreto en el plano escolático, por ejemplo, cuando en el seminario se enseña a los candidatos al sacerdocio el Tratado De Ecclesia. No he querido entrar aquí en tales explicaciones teológicas. Quizás en algún futuro artículo, si se da la ocasión y la necesidad, lo hagamos.
      Por lo demás, le agradezco el link que me ha señalado. He leído el artículo de Geraldina Boni, y veo que no hace más que confirmar lo que el dogma expresa acerca del primado de gobierno de Pedro y de sus sucesores, aunque lo explica luego a nivel canónico, en un desarrollo no fácil de seguir para los no especializados en derecho de la Iglesia. Pero, efectivamente, Boni confirma lo que en mi artículo modestamente he señalado acerca del poder de gobierno, pleno, universal e inmediato del Papa, aunque ella, naturalmente y correctamente hace hincapié en la afirmación de que ese poder no es de carácter "absolutista", sino obviamente en orden al bien del Pueblo de Dios.

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  3. Se expresa en el artículo que: "algunos dicen que Francisco no me cae simpático, otros dicen que gobierna mal la Iglesia, otros que se expresa de manera ambigua, mientras que ciertos opinionistas se rasgan las vestiduras llorando por la persecución..."

    En honor a la verdad, también hay quienes dicen que Francisco no es Papa, y no lo dicen por un capricho infantil, sino sobre la base de sólidas argumentaciones canónicas.
    No me puedo explicar entonces por qué, en todo este espectro de opiniones que van desde lo relativo hasta lo absurdo, usted, padre Filemón, haya decidido no mencionar en lo más mínimo también esta última teoría extravagante, ni siquiera como la más absurda de todas.
    Sin embargo, usted tuvo mucho cuidado en dejar bien en claro desde el inicio de su artículo la suprema Verdad de que Francisco es el legítimo sucesor de San Pedro Apóstol.
    Discúlpeme, pero ¿qué necesidad había de precisar lo obvio, o es que hay alguien que lo niegue? ¿Alguien nos oculta algo?
    ¿Será que en la exuberante jungla modernista algún explorador aventurero ha descubierto un tabú aterrador, o un tema intocable en lo bergoglianamente correcto? ¿Por qué ciertos discursos están ahora de tal manera prohibidos como para desaconsejar incluso la refutación por parte de audaces comentaristas como usted? ¿O acaso estamos ahora en la fase de: "quien toca los cables, muere"? Sin embargo, esto mismo que no debe decirse sería el argumento más papista de todos, no contra un Papa, sino en defensa del papado.

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    1. Estimado Fernando,
      concuerdo con usted en que también, desde el mismo inicio del pontificado de Francisco, ha habido algunos que han afirmado que no es un Papa legítimo, o que no haya sido lícitamente elegido y que, por tanto, en realidad no es Papa. Incluso, en vida aún el Papa emérito, Benedicto XVI, estos tales decían que el verdadero Papa no era Francisco, sino que lo seguía siendo Benedicto, diciendo que en realidad Benedicto no había renunciado. Estos argumentos, o similares, con alguna que otra diferencia, eran sostenidos por ejemplo por el padre Minutella y por sus seguidores. Pero no sólo por ellos. De alguna manera, también todos ellos, por el motivo de sustentar posiciones pasadistas o indietristas, se relacionan (en cierto modo) con aquellos pasadistas que desde el inmediato postconcilio, han venido afirmando la condición de sede vacante, por el hecho de considerar que desde Juan XXIII en adelante, no han existido Papas verdaderos, al suponer que hayan caído en la herejía (cosa que los católicos de fe auténtica sabemos que es imposible). Han sido y son los así llamados sedevacantistas. Actualmente, el obispo cismático Carlo Maria Viganó y sus seguidores, también hablan de la ilegitimidad de Francisco en cuanto Papa.
      Debe entender usted que se trata de ínfimas minorías sectarias, cismáticas, y heréticas. Estos grupúsculos existen desde el mismo inicio del Cristianismo, y podemos suponer que siempre existirán en mayor o menor medida, haciéndose notar más o menos (hoy algo más ruidosas, nos parecen, por el hecho de la libertad y la facilidad con las que cualquiera puede decir cualquier cosa en los medios de comunicación globales que hoy existen).
      ¿Pero -le pregunto- acaso le debemos dar semejante importancia a estos grupos?
      En absoluto, por más que a veces sean ruidosos, alcen sus voces, y parezcan ensordecernos con sus gritos desaforados y sin fundamento.
      Por tal razón no he mencionado a estos grupúsculos en la lista que he hecho en mi artículo, precisamente, porque se trata de una lista referida a aquellos que, dando por presupuesto que Jorge Mario Bergoglio es verdadero Papa, sin embargo, tienen hacia él algun tipo de reparo, como las dificultades que he mencionado.
      Ahora bien, si en mi artículo he indicado "lo obvio", como usted bien dice, vale decir, que Francisco es verdadero Papa, simplemente ha sido para que el lector recuerde sacar todas las consecuencias dogmáticas que de esa su condición de verdadero Papa, se derivan, en particular la consecuencia de que el Papa, cuando nos enseña y nos explica la Palabra de Cristo, no puede equivocarse y, por ende no puede ser acusado de error, ni puede ser corregido (como han pretendido Burke y Strickland).

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  4. Cuando un Papa pone en discusión tu misión de padre, diciendo que no se tienen hijos como conejos, entonces, si se me permite, respondo al Papa que así ¡¡nos confunde!!
    Primero porque al momento de unirme en matrimonio el párroco nos regaló Familiaris Consortio y Humanae Vitae, y segundo porque a cada uno su ministerio, su competencia, como usted dice, P. Filemón, no soy teólogo, ni sacerdote, ni papa, pero soy madre católica, y algunos de sus comentarios los podría objetar.
    Entonces, si el papa Francisco no fuera siempre tan ambiguo, podríamos entender mejor el mensaje que intenta difundir: Con 8 embarazos, 6 hijos, un marido y una suegra que cuidar, nunca he tenido mucho tiempo para leer encíclicas y demás documentos del Papa, pero veo la televisión, las noticias y también converso con amigos y vecinos y gente que encuentro en las compras y en la cola del supermercado, donde, créanme, no se habla de nada de todo lo que se trata aquí.
    Entonces si los primeros en discutir al Papa son los sacerdotes, los obispos, los cardenales y los monseñores, disculpen pero ¿quién nos guía a los laicos?
    Llevo muchos años en la Renovación Carismática Católica, porque el párroco nos propuso este camino, pero ahora mis hijos desprecian la iglesia (no se equivocan, ¿no?) con la confusión que existe con sacerdotes homosexuales, obispos excomulgados, cardenales con amantes y descendencia… EL PAPA QUE NO SE ENTIENDE QUÉ QUIERE HACER Y DECIR… Si usted me lo permite, le diré que he tratado siempre de ser una buena madre católica, pero no me siento en este momento muy sostenida en mi tarea por el Papa. Creo que ¡¡STRICKLAND ESTÁ ESCUCHANDO SU CONCIENCIA!! como muchos otros. Luego, después que hayamos pasado a la otra vida, sabremos si somos ovejas o cabras...

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    1. Estimada María,
      estoy de acuerdo con usted en que el modo de expresarse del papa Francisco no siempre es completamente claro, y a veces puede producir, sin intención suya, efectos de confusión y equívocos entre sus oyentes. Sin embargo, dado que el fiel católico sabe, por dogma de fe, que el Papa no puede enseñarnos error cuando nos transmite la Palabra de Cristo y nos la explica, entonces, debe ser interpretado del modo correcto, vale decir, en armonía con el dogma católico y la doctrina de la Iglesia.
      En segundo lugar, me pone contento que cuando usted contrajo matrimonio haya recibido de su párroco dos documentos del Magisterio de la Iglesia tan importantes para entender hoy el matrimonio y la familia cristiana, como son la exhortación Familiaris Consortio de san Juan Pablo II y la encíclica Humanae Vitae, de san Paulo VI. No deje de leerlas y profundizar en sus verdades, las cuales, por cierto, no están (ni podrían estarlo) doctrinalmente en contradicción con los posteriores documentos del Magisterio de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, como por ejemplo es la exhortación Amoris laetitia, del papa Francisco.
      Veo, por lo que me cuenta, que usted ha conformado y conforma, junto con su marido, un matrimonio generoso con la vida y la propagación de la vida humana. Dios premiará sus esfuerzos.
      Comprendo lo que usted me dice acerca de quienes discuten al Papa y, por tanto, confunden a los laicos que serenamente viven como católicos, sin plantearse estos problemas, ni necesitan planteárselos, sino que viven con sencillez la obediencia al Magisterio de la iglesia en unidad con el Papa. Pero tenga en cuenta que, precisamente, esos sacerdotes y laicos que le discuten al Papa arrogantemente, y pretenden corregirlo en lo que respecta a la doctrina católica, se equivocan. Porque el Papa puede ser falible en todas las virtudes, menos en la Fe. Y por lo tanto, él siempre nos enseña la recta fe. Por consiguiente, nadie puede poner en discusión las enseñanzas del Papa referidas a la Fe y a la moral cristiana.
      Estoy también de acuerdo con usted en que debemos pensar que mons. Strickland no esté actuando de mala fe, sino que él intenta seguir su conciencia. Sin embargo, si éste es el caso, ello no quita que está a la vista que su conciencia no es recta, porque objetivamente se equivoca, lo mismo que el cardenal Burke (y no sólo ellos), en pretender corregir al Papa en ámbito doctrinal. En ello hay soberbia y arrogancia, probablemebnte instigada por el demonio.

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  5. Un Pío Pontífice se debería preocupar por mantener la fe y la verdad de Jesucristo aún a costa de ser asesinado, física y popularmente. Un Pío Pontífice tendría siempre el Espíritu Santo que lo sostendría y lo ayudaría, y buenos hermanos que lo ayudarían en la difícil tarea del papado. Si, sin embargo, las mesas redondas sirvieran para mezclar las cartas, para confundir, para desunir en lugar de unir, para dar poder a simpatizantes laicos y líderes de movimientos dudosos, entonces no sólo sería apropiado señalar al Sumo Pontífice sus enfermedades y malos afectos, sino también sufrir por la verdad. Muchos son los que sufren, clérigos y laicos, y el Santo Padre podría evitar mucho sufrimiento si hablara claro y límpidamente, y enviara a casa a los comodones del Vaticano, como quería hacer Juan Pablo I y luego vimos lo que le pasó. Y el Padre Amorth también lo dijo en una entrevista.
    Todos estamos en las manos de Dios y pobres somos nosotros a quien tenemos que escuchar.

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    1. Estimado Rubén,
      estoy de cuardo con usted en que el oficio del Sumo Pontífice es la custodia y explicitación de la Fe, en cuanto Verdad o Palabra de Cristo, que el Papa debe proclamar no sólo a los fieles católicos, sino a toda la humanidad que no está en comunión plena con la Iglesia.
      Sin duda el papa Francisco cumple también su oficio, y al cumplir su oficio de Maestro de la Verdad no puede enseñarnos el error, porque si afirmáramos tal cosa, estaríamos acusando de mentiroso al mismo nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha garantizado que Pedro (y sus sucesores) confirmarian nuestra fe.
      De ahí que usted mismo afirme, con toda razón, que el Pontífice tiene "siempre consigo al Espíritu Santo que lo sostiene y lo ayuda". Y esto en dos sentidos: de un modo infalible cuando enseña la Palabra de Cristo. Pero también cuenta con una gracia especial del Espíritu Santo para cumplir su deber de destado, vale decir, su oficio pastoral de guiar a la Iglesia y a la humanidad al Reino de Dios, aunque en este caso, esta ayuda del Espíritu Santo no sea infalible, pues el Papa puede no ser completamente dócil a esta gracia particular. Por ejemplo, cuando al enseñar infaliblemente la Palabra de Cristo, sin embargo no la enseña de un modo completamente claro.

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