Hoy los modernistas se vanaglorian de haber encontrado el método correcto de la pastoral a implementar con los homosexuales. Aunque hay que mejor decir que a ellos ni siquiera les va bien el término "pastoral", porque, a su decir, huele mas bien a paternalismo y pedantería. Prefieren los términos de acogida, escucha, inclusividad y acompañamiento, que saben a igualdad y fraternidad y ni siquiera insinúan la idea, inaceptable para ellos, de que debemos dar a los homosexuales una dirección heterosexual, diferente de la que ellos ya persiguen. [En la imagen: fragmento de "Huída de Sodoma en llamas", representando a la mujer de Lot convertida en estatua de sal, mosaico del siglo XII de la Catedral de Monreale, en Palermo, Sicilia, Italia].
Una sobreestimación de la virtud de castidad ha favorecido una reacción orientada hacia la lujuria
----------La castidad, según una cierta tradición ascética, es llamada "virtud angélica", como si el modelo de la castidad no fuera un sujeto compuesto de alma y cuerpo, sino un puro espíritu. La importancia de la castidad viene enfatizada más allá de toda medida y deviene la "bella virtud", la virtud por excelencia y, en consecuencia, el pecado sexual aparece como el más horrible de todos.
----------En esta visual de tipo angelista, la pureza moral es por antonomasia la castidad, olvidando así que para los ángeles el ser castos ni siquiera es un problema, dado que ellos no tienen cuerpo. Los ángeles no sienten ningún placer sexual simplemente porque no tienen sexo.
----------Pero la castidad no es no sentir nada; la castidad no es una forma de anestesia sexual: no es un vivir o un actuar como si no fuéramos sexuados; no es un acantonar o dejar de lado o ignorar el sexo como si metiéramos en el desván una herramienta que ya no nos sirve. Nuestro pensar, intuir, concebir, sentir, imaginar, querer, actuar, siempre están inevitablemente coloreados de sexualidad masculina o femenina, lo queramos o no lo queramos. Y esto vale también para los homosexuales, porque ellos en la raíz y en el fondo originario de su naturaleza, creada por Dios, siempre siguen siendo varón o mujer. La tendencia homosexual no es para nada innata o eventualmente podría tratarse de un defecto congénito que, con una oportuna y adecuada educación, aunque no pueda eliminarse por completo, puede ciertamente disminuir.
----------La realización sexual, por ende, no puede permitir ni siquiera un verdadero y propio cambio de sexo, como algunos hoy afirman. Pero el problema puede ser que el sujeto tendencialmente homosexual, encuentre su verdadero sexo innato, masculino o femenino, eliminando esas superposiciones o solapamientos o deficiencias o malformaciones psicofísicas accidentales y patológicas con las cuales a venido al mundo.
----------Maravilla la ingenuidad del Catecismo de la Iglesia Católica, el cual, condenando obviamente el pecado de sodomía y explicando de ello el por qué, afirma que la "génesis psíquica de la homosexualidad sigue siendo en gran medida inexplicable" (n.2357). ¿Pero qué nos están ofreciendo la ciencia médica y la psiquiatría?
----------Es un punto discutible del Catecismo de la Iglesia Católica, porque este circundar las causas de la homosexualidad con un cierto halo de misterio, no favorece ciertamente la obra educativa, ni tampoco la de la medicina y de la psiquiatría. Parece ser la huella de esa mentalidad del pasado, que hacía del homosexual un pecador especial y misterioso, sui generis, un pecador por antonomasia, fuera de los esquemas comunes, diferente a todos los otros, la oveja negra de la sociedad y de la Iglesia, arrojándolo a una enorme humillación y penosa marginación, si no era un personaje destacado, que en otros aspectos podía presentarse en sociedad con la frente en alto. ¿Cómo se puede curar una enfermedad si no se conocen las causas? La homosexualidad, en su aspecto patológico, no es una especie de enfermedad trascendental impenetrable para la medicina: es una enfermedad como las otras y debe ser tratada como todas las otras.
----------Por otra parte, la verdadera castidad conlleva una operación diuturna y metódica de armonización del sexo con el espíritu, operación a veces ciertamente crucificante, pero siempre serena y fructuosa, por la cual el espíritu somete a sí al sexo, lo convierte en base del espíritu (mens sana in corpore sano) y lo hace expresión de los pensamientos, de los sentimientos y de la voluntad.
----------La castidad es la moderación racional del placer sexual, que de por sí es bueno y creado por Dios como concurrente, en su lugar y bajo el espíritu, a la creación de nuestra felicidad, que no reside en el alma separada, sino en su conjunción final con su cuerpo en el momento de la resurrección de los muertos.
----------Cuando se habla de pureza, en el lenguaje tradicional, se entiende la castidad. Los "puros de corazón" de las bienaventuranzas evangélicas serían los castos. Esta es la tradición que se remonta a Orígenes y a Evagrio Póntico en los primeros siglos del cristianismo. Pero en realidad, se trata de una tradición ascética reprochable y hoy superada, pues la pureza del corazón es una pureza que, antes de referirse al cuerpo, se refiere al corazón, es decir, a lo íntimo de nuestro pensar y de nuestro querer, lo más profundo de nuestra conciencia, donde verdaderamente decidimos sobre nosotros mismos y nuestro destino ante Dios.
----------Debemos reconocer que existen, ciertamente también, casos de frigidez sexual, en los cuales la sensibilidad sexual está casi ausente e incluso parece repugnante. La razón no llega a conciliar el sexo con la vida espiritual, de modo que lo ve como si fuera un enemigo, de modo que, en lugar de ser utilizado y moderado al servicio de la virtud, el sexo viene sin más rechazado y reprimido como enemigo de la virtud, la cual viene, por tanto, separada del sexo y concebida no como moderación de la pasión, sino como rechazo de la pasión y ejercicio únicamente de la voluntad, como ocurre en los ángeles.
----------Las tentaciones más sutiles y peligrosas, como nos enseña nuestro Señor Jesucristo, no vienen desde fuera, no tanto del cuerpo y del sexo, sino desde dentro, del "corazón", como dice Jesús, de nuestro propio espíritu pervertido por el pecado original. Ciertamente, la castidad puede consistir a veces en la renuncia y en el desviar la mirada, pero sobre todo en el saberla usar y disfrutar castamente, en el saber mirar, en el saber ver en el cuerpo femenino el signo de la sabiduría y de la belleza divinas. La sobreestimación de las tentaciones que provienen de la carne respecto de las que provienen del espíritu puede esconder un sutil materialismo, más allá de un espiritualismo quizás bien intencionado, pero poco iluminado.
----------Por lo tanto, a la luz de esas antes mencionadas ideas rigoristas del pasado (aún sostenidas por algunos pasadistas), podemos comprender el horror extremo por la sodomía y la gran severidad contra los homosexuales presente en la misma Escritura y, como he dicho, hasta el día de hoy en un ambiente que conserva esta severidad. Ha sucedido frecuentemente que el desprecio por el pecado conducía al desprecio por la persona, con el resultado de ignorar en ella la imagen de Dios y, por tanto, de ofender a Dios.
----------Todavía en el Catecismo de San Pío X, la sodomía, llamada "pecado impuro contra natura", figura entre los "cuatro pecados que se dicen clamar al cielo". Así dice en el n.967: "¿Cuáles son los pecados que se dicen clamar al cielo? - Los pecados que se dicen clamar al cielo son cuatro: 1°, el homicidio voluntario; 2°, el pecado impuro contra el orden de la naturaleza; 3°, la opresión del pobre; 4°, la defraudación o retención injusta del jornal, del trabajador". Ahora bien, estos cuatro pecados mencionados por el viejo Catecismo de principios del siglo XX, son pecados contra el prójimo. Y no se entiende por qué este Catecismo no ha citado también los pecados contra Dios, que son los más graves, como la herejía, la impiedad, el agnosticismo, el sacrilegio, la idolatría, el politeísmo, el ateísmo, el panteísmo, el cisma, la apostasía, etc.
----------Pero, como es frecuente, modernismo y pasadismo se encuentran. Y así, paradójicamente, esta concepción rigorista del Catecismo de San Pío X está de acuerdo con el generismo al separar la voluntad de la persona respecto de la sexualidad, como si esta última no fuera parte de la persona, sino como si fuera un objeto extrínseco indiferente a la vida de la persona como sujeto libre, con la diferencia de que mientras en el rigorismo el sexo es rechazado, en el generismo es manipulado. Pero está claro que en uno y otro caso el sexo no es considerado tal como fue creado por Dios y parte integrante de la persona.
----------Este enfoque rigorista (vigente hoy en el pasadismo filo-lefebvriano) ha suscitado la reacción contraria, a la cual asistimos hoy. La Sagrada Escritura cita varias veces a Sodoma como ejemplo de ciudad castigada por su corrupción moral. Sin embargo, hoy hay quienes quisieran sostener que ella no ha sido castigada por la presencia de los sodomitas, sino por no haber acogido a los inmigrantes; o bien hay quienes sostienen que Sodoma no habría sido realmente castigada, sino sólo amenazada de castigo.
¿Qué pastoral hay que aplicar para los homosexuales?
----------Hoy los modernistas se vanaglorian de haber encontrado el método correcto de la pastoral para los homosexuales. Aunque hay que decir que a ellos ni siquiera les va bien el término "pastoral", porque, a su decir, huele a paternalismo y pedantería. Prefieren los términos de acogida, escucha, inclusividad y acompañamiento, que saben a igualdad y fraternidad y ni siquiera insinúan la idea, inaceptable para ellos, de que debemos dar a los homosexuales una dirección heterosexual, diferente de la que ellos ya persiguen.
----------En cambio, como dice repetidamente el jesuita James Martín, debemos respetarlos y acogerlos en su diversidad. La diversidad, dice él, es un bien, no es un mal. Ciertamente, esto es verdad. Pero el problema es aclarar si el homosexual es sólo alguien diferente o un sujeto con una orientación anormal. En efecto, si resultara ser anormal, nosotros, para su bien, deberíamos estimularlos y ayudarlos, en la medida de lo posible, y tolerarlos en su fragilidad, para entrar en la norma. Pero el problema es que ideas como las de Martin suponen la concepción rahneriana de la naturaleza humana, según la cual ella no está dada de antemano, no es fija, definida, universal e inmutable desde la creación del ser humano, precedente y presupuesta a nuestra libre elección, sino que la naturaleza es plasmable y manipulable también tecnológicamente por nuestra voluntad según cómo entendamos lo que para nosotros es bueno.
----------Por otra parte, debemos reconocer ciertamente que la homofobia existe y es condenable. ¿Pero qué se entiende por este término? Ella no consiste, como creen los generistas, en el simple advertir que Dios ha querido al hombre varón y mujer, porque esta es una advertencia saludable. Vale decir, nadie a buen derecho puede acusar al fiel católico de homófobo si declara, como es su deber, que Dios ha creado al hombre varón y mujer, pues éste es un dogma del cual hoy el cristiano debe convertirse en límpido testigo.
----------En realidad, la homofobia consiste en una actitud, emotiva, y en resumidas cuentas irracional, milenaria y todavía dura de morir, de rechazo violento y rencoroso del homosexual, con la idea de que su pecado sea el máximo de todos los pecados, incorregible e imperdonable, por lo que él debe ser excluido del consorcio civil; y con él no se deben tener relaciones, e incluso puede estar sujeto a la pena de muerte.
----------Algunos hay hoy que, sin embargo, muy lejos de abrazar similares horribles prejuicios, pero conscientes de las verdaderas leyes de la ética sexual, habituados en cualquier caso a una cierta desestima frente a los homosexuales, se preguntan con cierto temor y perplejidad: ¿qué sentido tiene o si trae algún fruto el hecho de que la comunidad eclesial, como viene siendo uso común hoy en día, habitualmente frecuente, acoja, bendiga y apruebe, a las parejas homosexuales que desean una bendición para su unión, quieren educar a los menores adoptados y se muestran disponibles para encargos o servicios parroquiales o diocesanos?
----------Respecto a esta temática, ante todo es necesario considerar que existen parejas homosexuales, las cuales no basan su conducta en un consciente y voluntario rechazo de la ley divina y en la idea de que ellos son libres de decidir sobre su sexo como a ellos les parezca y plazca, o bien existen aquellos que, profesándose creyentes, no son de la idea de que su elección sexual sea permitida por Dios simplemente como orientación sexual diferente de la heterosexual.
----------Hay otros homosexuales que saben que Dios desaprueba su unión, pero ella les atrae tanto, que no pueden evitarlo y están convencidos de que Dios, en su misericordia, los acepta tal como son. Estos últimos pueden ser creyentes convencidos, dispuestos a obedecer a Dios en todo, salvo para sentirse incapaces de obedecerle en el punto de la sodomía, por lo cual practican el sacramento de la penitencia, no se jactan de su estado, y piensan que Dios tenga misericordia de ellos y les perdone. Desaprueban el orgullo gay y no quieren tener nada que ver con ese tipo de homosexuales impíos y perversos.
----------Pues bien, como fácilmente se puede muy bien comprender, son precisamente esta clase de personas homosexuales, las que están más disponibles para tener contactos con la comunidad cristiana, como para poder cultivar una verdadera y propia espiritualidad; son capaces de progreso moral y, aunque no llegan a progresar en el liberarse de su vicio, sin embargo son perseverantes en la práctica de la penitencia, lo que los hace ya agradables a Dios y capaces de perseverar en la gracia.
----------Por consiguiente, es con ellas que la comunidad eclesial actúa su deber de acoger a las parejas gay disponibles al diálogo, por haber reconocido en su amor y vínculo, por cuanto ellos hacen y deciden en armonía con la voluntad de Dios y la vida cristiana, aunque sea claro que la comunidad no puede bendecir y aprobar su unión en sí misma y como tal. Pero podríamos preguntarnos: ¿están estas parejas en comunión con la Iglesia? Hoy la Iglesia más que en otros tiempos distingue diferentes grados de pertenencia.
----------Se trata precisamente del discurso que la Iglesia hace para los hermanos separados: un luterano, un ortodoxo, un anglicano, un lefebvriano, están en comunión con la Iglesia; pero no lo están en forma plena. Quedan lagunas, obstáculos y defectos, que es necesario eliminar a fin de que pueda existir la plena comunión. Los excomulgados, los cismáticos y los herejes, por consiguiente, salvo casos de total apostasía o feroz hostilidad, mantienen alguna conexión con la Iglesia y no están del todo excluidos.
----------Por otra parte, y respóndase a sí mismo el lector: ¿quién de nosotros, aunque seamos católicos convencidos y fervientes, puede considerarse en una tal comunión con la Iglesia, como para no presentar algún defecto, quizás inconsciente? ¿Qué sabemos acerca de aquellos que se consideran íntimamente cercanos a Dios? Nosotros vemos lo externo, el aspecto visible, jurídico, social; ¿pero qué sabemos de todos aquellos motivos válidos ocultos a nuestros ojos, que excusan de una pertenencia visible? Y viceversa, puede suceder también que un teólogo, un obispo o un Papa, jurídicamente sin censura y exteriormente en comunión con la Iglesia, se sustraiga a la comunión eclesial de diversas maneras y medidas, a causa de la soberbia, del orgullo, de la hipocresía, del rencor, de la envidia, de la simonía, de las rivalidades, de la adulación, de las ambiciones, del querer sobresalir, de la crueldad, de la sed de dominio, o del oportunismo.
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