sábado, 16 de diciembre de 2023

Simbología navideña (2/2)

El Pesebre (al igual que el símbolo de la Cruz), no es simplemente un signo de la frágil humanidad, sino también un signo de la profecía con la cual Dios redime al pobre, al marginado, al extranjero, al huérfano, al enfermo, al discriminado, a la viuda, al cojo, al ciego y toma cuidado ante todo y sobre todo de ellos, ¡poniéndolos en el primer puesto! En esto va todo el peso simbólico de los signos que aparecen en Navidad: ni Santa Claus es símbolo de una revolución, ni el Pesebre es símbolo de una contra-revolución. [En la imagen: fragmento de "Adoración de los pastores", óleo sobre lienzo, obra de Gerard van Honthorst, presentado en 1622, conservado y expuesto en el Wallraf–Richartz Museum & Fondation Corboud, Colonia, Alemania].

La Navidad no es campo de revoluciones y contra-revoluciones
   
----------Quisiera hoy agregar otras reflexiones a lo ya expuesto en el artículo publicado ayer, a fin de aclarar algunos conceptos, matizando convenientemente algunas de mis apreciaciones, y para hacerme eco del diálogo mantenido con los lectores, respondiendo además algunas preguntas.
----------Ante todo, dado que algún lector desconocía el hecho narrado por Claude Lévi-Strauss [1908-2009] en su opúsculo Santa Claus en la Hoguera (Le Père Noël Supplicié, artículo aparecido en Les Temps Modernes, n.7, marzo de 1952, pp. 1572-1590), creo conveniente ofrecer en lengua española sus primeros pasajes:
----------"Las fiestas de Navidad de 1951, en Francia, estarán marcadas por una polémica frente a la cual la prensa y la opinión pública se muestran muy sensibles, y que ha introducido en la atmósfera de felicidad habitual de este periodo del año una nota de inusitada amargura. Desde hace varios meses, las autoridades eclesiásticas, por boca de ciertos prelados, han expresado su rechazo a la creciente importancia otorgada, por las familias y los comerciantes, al personaje de Santa Claus; denuncian una inquietante 'paganización' de la fiesta de la Navidad que desvía el espíritu público del sentido propiamente cristiano de esta conmemoración en provecho de un mito sin valor religioso. Tales ataques tuvieron lugar la víspera de la Navidad. Con más discreción sin duda, pero con igual cerrazón, la iglesia protestante ha unido su voz a la de la iglesia católica. En este momento aparecen cartas de lectores y artículos en los diarios que dan testimonio, en sentidos diversos pero generalmente hostiles a la posición eclesiástica, del interés despertado por este asunto. Finalmente, el punto culminante tuvo lugar el 24 de diciembre, luego de una manifestación de la que el corresponsal del diario France-Soir dio cuenta en los siguientes términos: 'Delante de los niños de los Patronatos, Santa Claus fue quemado en el atrio de la Catedral de Dijon, 24 de diciembre (France-Soir):
----------Santa Claus fue colgado ayer en la tarde en las rejas de la catedral de Dijon y quemado públicamente en el atrio. Esta ejecución espectacular se llevó a cabo en presencia de varias centenas de niños de los patronatos; fue decidida con el acuerdo del clero que condenó a Santa Claus como usurpador y herético. Éste fue acusado de paganizar la fiesta de Navidad y de instalarse como un cuclillo tomando un lugar cada vez más importante. Se le reprocha sobre todo haberse introducido en todas las escuelas públicas en donde el Nacimiento ha sido escrupulosamente desterrado.
----------El domingo a las tres de la tarde, el desdichado hombre de barba blanca pagó como muchos inocentes una falta de la cual se habían declarado culpables aquellos que aplaudieron su ejecución. El fuego abrazó su barba y él se desvaneció en el humo.
----------Al final de la ejecución fue publicado un comunicado del cual se presenta enseguida lo esencial:
----------Representando todos los hogares cristianos de la parroquia deseosos de luchar contra la mentira, 250 niños, agrupados delante de la puerta principal de la catedral de Dijon, quemaron a Santa Claus.
----------No se trataba de una atracción sino de un gesto simbólico. Santa Claus fue sacrificado en holocausto. En verdad, la mentira no puede despertar el sentimiento religioso en el niño y no es de ninguna manera un método de educación. Que otros digan y escriban lo que quieran y hagan de Santa Claus el contrapeso del Père Fouettard [personaje imaginario que porta un fuete o látigo con el cual amenaza a los niños]
----------Para nosotros, cristianos, la fiesta de Navidad debe quedar como la fiesta del aniversario del nacimiento de El Salvador.
----------La ejecución de Santa Claus en el atrio de la catedral fue apreciada de diversas maneras por la población y ha provocado comentarios mordaces incluso entre los católicos.
----------Además, esta manifestación intempestiva corre el riesgo de tener consecuencias imprevistas para sus organizadores.
----------El asunto divide la ciudad en dos campos.
----------Dijon espera la resurrección de Santa Claus, asesinado ayer en el atrio de la catedral. Éste resucitará esta tarde, a las 18 horas, en el Palacio de Gobierno. Un comunicado oficial anunció, en efecto, que él convocaba, como cada año, a los niños a la Plaza de la Liberación y que les hablaría desde lo alto del techo del Palacio de Gobierno, donde circulará bajo las luces de los proyectores.
----------El canónigo Kir, diputado-alcalde de Dijon, se habría abstenido de tomar partido en este delicado asunto.
----------Ese mismo día, el suplicio de Santa Claus pasaba al primer rango de actualidad; ni un solo diario se abstuvo de comentar el incidente, incluso algunos -como France Soir ya citado y, como se sabe, el de mayor tiraje de la prensa francesa- llegaron a concederle hasta el editorial. De forma generalizada, la actitud del clero de Dijon resulta reprobable, a tal grado que las autoridades religiosas juzgaron conveniente batirse en retirada, o al menos mantener una posición discreta; se dice, sin embargo, que nuestros ministros estaban divididos sobre la cuestión. El tono de la mayoría de los artículos publicados era el de una sensiblería llena de tacto: es tan bonito creer en Santa Claus, esto no hace daño a nadie, los niños obtienen grandes estímulos y se proveen de gratos recuerdos para la edad adulta, etcétera. De hecho, se rehuía a la cuestión en lugar de responderla, pues no se trataba de justificar las razones por las cuales Santa Claus agradaba a los niños, sino aquéllas que orillaron a los adultos a inventarlo. Sea lo que fuere, las reacciones resultaron ser tan unánimes que no se dudaba que hubiera en ese punto, un divorcio entre la opinión pública y la Iglesia..."
----------Hasta aquí la introducción del opúsculo, luego de lo cual Claude Lévi-Strauss desarrolla su indagación sociológica, con interesantes conclusiones, que son plenamente actuales.
   
El mensaje de los símbolos navideños
   
----------Agreguemos, entonces, algunas ulteriores observaciones a lo dicho en la nota de ayer. No es mi intención considerar ahora el uso instrumental de la Navidad, que algunos políticos y gobernantes sin argumentos, de vez en cuando intentan aprovechar como ocasión para lograr consenso. Ni siquiera es mi intención referirme al ámbito comercial, paralelo, al que se refería días atrás un obispo emérito argentino, cuando hablaba de que en estas semanas "aparecen las consabidas ofertas que aprovechan el espectro de la Navidad para incitar al consumo en el período final del año". Ni siquiera vale la pena detenerse en ello.
----------Dejando tales aspectos de lado, me parece útil, en cambio, considerar atentamente las razones de buen sentido común que algunos, no sólo desde ámbitos eclesiales, sino también civiles, han venido proponiendo como argumento fundamental a favor de la conservación de los símbolos religiosos en lo que se suele llamar "la ciudad posmoderna". Y esto porque me parece que ya es hora de discutir en profundidad esta posición que, por su razonabilidad y verosimilitud, tiende a reducir las dimensiones de la Navidad y su profecía de paz, en una lectura que corre el riesgo de quedar a medio camino entre la mediación política (o comercial, que en cierto sentido es lo mismo) y la insignificancia religiosa.
----------Han aparecido ya no pocos de tales planteamientos, en estos tiempos con ciertas tendencias "de derechas". Recuerdo particularmente un artículo publicado el 3 de diciembre de 2015 en el diario italiano Avvenire, vinculado, como se sabe, a la Conferencia Episcopal Italiana, titulado Laicidad y entornos. Pero ¿quién le teme realmente al pesebre?, firmado por Renato Balduzzi.
----------Balduzzi, en primer lugar, hace referencia a las recurrentes discusiones sobre la exhibición o no de símbolos religiosos cristianos en lugares públicos (en particular las escuelas) y sobre la práctica, en esos lugares, de tradiciones religiosas o de inspiración religiosa. Y el articulista remarca que la resistencia de muchos a estos símbolos y a estas tradiciones, suele argumentarse en base al principio constitucional de la autonomía laica del Estado. Haciendo la salvedad de que el principio de laicidad implica no una indiferencia del Estado hacia las religiones, sino una garantía del Estado para la protección de la libertad de religión, y al respecto (refiriéndose Balduzzi naturalmente al derecho constitucional italiano) teniendo en cuenta que tanto el valor de la cultura religiosa como el de los principios del catolicismo en el patrimonio histórico del pueblo italiano "contribuyen a describir la actitud laica del Estado-comunidad, que se pone al servicio de concretas instancias de la conciencia civil y religiosa de los ciudadanos". Ciertamente, mutatis mutandi, lo que en ese artículo del 2015 se decía para Italia, también podría aplicarse para Argentina.
----------Enseguida Balduzzi trae en apoyo de su argumentación las palabras del quien fuera arzobispo de Milán, el cardenal Carlo Maria Martini, expresando: "algo similar sostenía el cardenal Martini en un discurso de sus últimos años cuando, tras afirmar que para él 'lo más importante es tener el Crucifijo en el corazón', invitaba a 'tener en cuenta las tradiciones', subrayando que 'quien viene de fuera debe aprender a respetar todo esto', y concluía valorando como incongruente e inapropiada la retirada de los mismos de los lugares públicos". ¿Qué podemos decir a esto? ¿Estaríamos nosotros de acuerdo con el cardenal Martini?
----------Concluía Balduzzi su breve nota en el Avvenire, con las siguientes palabras: "Valdría la pena que todos tuvieran siempre presente estos precedentes y estas argumentaciones. Realmente es inverosímil hoy ver en el Crucifijo o en el Pesebre una amenaza o un arma contra quien profesa otras religiones o tiene determinadas convicciones ético-filosóficas, y no más bien el signo humilde, pobre y desarmado de nuestra más profunda humanidad: la invitación a buscar siempre paz y justicia, en espíritu de diálogo y de mansedumbre. La invitación a ser más buenos, es decir, más humanos. Realmente, no hay por qué tenerle miedo a la Navidad".
----------La pregunta que, en cualquier caso, podemos hacernos y debemos hacernos es: ¿por qué la Navidad, naturalmente sin dar miedo, tiene que ser sin embargo inquietante?
----------Si la Navidad no debe producir miedo, sino infundir paz, concordia, respeto, acogida, humanidad, ello se debe no a su cualidad "civil", sino a su significado religioso, como anticipación dramática de la fe pascual. Es como lo dice aquel famoso poema de Lope de Vega, tantas veces musicalizado, que comienza diciendo: "Las pajas del pesebre, niño de Belén, hoy son flores y rosas, mañana serán hiel...".
----------El Pesebre anuncia la paz y la aceptación, la acogida sub contraria specie, hablándonos de un proyecto asesino, de un rechazo, de una falta de reconocimiento. Sin esta fuerte interpretación, los símbolos de la Navidad y de la Pascua, devienen signos civiles de pertenencia, lugares de "identidad" como decía aquella eurodiputada citada en la nota de ayer referida a este tema; en fin, se vuelven adornos, pendientes, colgando del arbolito, o dibujos en remeras y playeras o en agendas escolares. Se trata de un fenómeno inevitable y los eventuales argumentos de un Tribunal Constitucional, cualquiera sea, y en cualquier país, en Italia o en Argentina, que pretendan salvaguardar la posibilidad de que estos símbolos sigan siendo públicos, no salvaguardan en absoluto su significado. Uso y significado no coinciden, en este caso. Sobre ello creo que deberíamos reflexionar, no sólo diplomáticamente -como hacía con razón Balduzzi en su artículo 5 del 201sobre el Avvenire- sino también de manera sustancial, aunque nunca de modo fundamentalista.
----------El sentido del Pesebre y de la Cruz (las pajas del pesebre que son flores y hiel para Lope de Vega) no es simplemente el de un valor humano, sino el de un misterio divino. Por eso la Navidad y la Pascua, aunque no tengan que producir miedo, deben seguir siendo inquietantes, porque exponen la fragilidad de todos los valores humanos y sus contradicciones estructurales, vale decir, su naturaleza paradojal.
----------Ahora bien, es evidente que el Estado, la comunidad civil, en cuanto tal, no puede reconocer inmediatamente la plenitud del mensaje que propone el símbolo. Pero la comunidad cristiana también debe saber que no es posible montar un Pesebre y no querer que los niños tengan igualdad de posibilidades, que en Europa los niños extranjeros se matriculen en la escuela junto a los niños nativos (como ocurre incluso en no pocas y poderosas cadenas de escuelas católicas privadas). Que no se puede montar un Belén haciendo la vista a un costado de los jubilados que bordean la indigencia. Si tú eres párroco en Italia, por ejemplo, no puedes montar un Pesebre y luego declarar que no quieres acoger refugiados. Y si eres párroco en Argentina, no puedes montar un Belén y despreocuparte con total indiferencia de los pobres de tu jurisdicción (hablo de párrocos, no de acomodados capellanes en barrios privados). No se puede defender el Pesebre como hacen los políticos, y luego trabajar para obstaculizar cualquier presencia viva del amor de Jesús a través de la caridad concreta al prójimo, en el territorio que ha sido confiado a mi cuidado pastoral.
----------El Pesebre (al igual que el símbolo de la Cruz), no es simplemente un signo de la frágil humanidad, sino también un signo de la profecía con la cual Dios redime al pobre, al marginado, al extranjero, al huérfano, a la viuda, al discriminado, al enfermo, al cojo, al ciego y toma cuidado ante todo de ellos, ¡poniéndolos en el primer puesto! En esto va todo el peso simbólico de los signos que aparecen en Navidad: ni Santa Claus es símbolo de la revolución, ni el Pesebre es símbolo de una contra-revolución.
----------No pretendo, ni en sueños, que esto sea claro para algunos políticos o gobernantes, quienes en realidad no quieren oír hablar de estas cosas (aunque a veces están obligados a escucharlas en un Tedeum el día de su asunción al cargo). Pero debe quedar claro para las comunidades eclesiales, que anuncian, en las formas pluralistas modernas, el Evangelio de la paz, de la misericordia y de la reconciliación. Lo cual no es nunca simplemente una evidencia civil. En esta diferencia radica la justificación del "hacer pesebres", no para hacer callar a los villancicos civiles que se escuchan por la TV, o para ganar en presencia a los Santa Claus (o para mandarlos a la hoguera, como hizo en 1951 aquel sacerdote "contra-revolucionario" en la catedral de Dijon) sino para hablar con eficacia, para predicar con fruto, para obrar la verdadera evangelización, para discernir con previsión lo que está a las puertas, en fin, para actuar con profecía.

2 comentarios:

  1. Estimado Filemón, usted no le ha dado importancia a la deformación comercial de la Navidad. Sin embargo, hoy, en en Angelus dominical, el Papa Francisco llamó a «defender» la Navidad del «modelo comercial y consumista actual», que consideró un «abuso», durante una audiencia con los artistas del concierto navideño que tendrá lugar esta noche. El pontífice explicó que la Navidad es «quizá la fiesta más rica en cantos populares» que conjugan simplicidad, teología y armonía.
    En este sentido, Francisco dijo a los artistas que cada uno aportarán con sus voces y talento su «propia originalidad» y consideró que eso es «hermoso» porque «diversas voces de varias partes del mundo» cantarán por el nacimiento de Jesús.
    «Lo hacen con estilos distintos, a partir de culturas y lenguas diversas. Porque el Evangelio de la Navidad es único pero no puede ser cantado de modo uniforme», dijo.
    En cambio, subrayó, «la tendencia del modelo tecnocrático es, al contrario, la de homologar y uniformar».
    «El arte es algo distinto y los cánticos de Navidad deben ser cantados con el arte que procede del corazón. Sabemos, lamentablemente, que también la Navidad es víctima de ese modelo comercial y consumista», alegó.
    Y agregó: «Ayúdennos a defenderlo de este abuso. Que por lo menos los cantos navideños conserven esta poesía y esa espontaneidad que les da tanta vida».

    Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    1. Estimado Sergio,
      es probable que al respecto de lo que usted dice, yo no me haya expresado correctamente ni del todo claro.
      Lo que he querido decir es que no consideraba de importancia tratar en este momento acerca de la deformación comercial de la celebración de la Navidad, tal como ocurre entre nosotros, en nuestro país, y en otros países del mundo.
      Mi intención, como usted habrá podido darse cuenta al leer mi artículo es la necesidad de rescatar el significado de los símbolos navideños. Y me estoy refiriendo ante todo al Pesebre, pero no sólo al Pesebre.
      Creo que la significación de armar Belenes ha quedado clara con lo que he reflexionado en el artículo. Pero también mi intención era el desacreditar una nociva actitud "contra-revolucionaria" (como aquella del sacerdote francés que en 1951 quemó un Santa Claus en Dijón), que precisamente considera "revolucionaria" (en el mal sentido) a los símbolos civiles de la Navidad, como por ejemplo el Santa Claus. Porque incluso en el Papá Noel, y todas las costumbres que entorno a ese mito se mantienen, existen valores que están implicados en su significado, y que un pastor no puede pasar por alto, si realmente quiere evangelizar desde la realidad de su pueblo, porque la inculturación es necesaria a la evangelización, y esto la Iglesia lo sabe desde sus inicios.
      Ahora bien, el papa Francisco no ha hablado de esto en el Angelus de este domingo. Y se ha referido, muy correctamente, a que "también la Navidad es víctima de ese modelo comercial y consumista", que es un verdadero "abuso". Naturalmente, no tengo nada que objetar a estas expresiones.

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