martes, 19 de diciembre de 2023

La grieta por donde entró el humo de Satanás (2/2)

Cristo nos envía, ciertamente que sí, a todo el mundo, pero no para proclamar un mensaje que esté destinado necesariamente a agradar al mundo, aunque el mensaje sea altamente social, ecológico o humanista, sino para enseñar con claridad y sin equívocos, todas las cosas precisas que Él nos ha mandado enseñar, ni una cosa más y ni una cosa menos, sin poner la excusa de que en la época de Jesús no había grabadoras, o que hoy los tiempos han cambiado. [En la imagen: fragmento de "El Ángel caído", óleo sobre lienzo, obra de Alexandre Cabanel, de 1847, conservado y expuesto en el Museo Fabre, Montpellier, Francia].

La Iglesia es la Lumen gentium
   
----------Ahora bien, sin embargo, nos deja entender Valli en su libro de 2017 Come la Chiesa finì, las cosas no son así en absoluto tal como las imagina el antiguo marcionismo que ha resucitado en el actual buenismo y misericordismo. Nuestro Señor Jesucristo no es simplemente un santón entre otros. El marcionismo-rahnerismo es una droga que adormece la conciencia y, como decía el viejo Catecismo de San Pío X, nos engaña ilusionándonos de podernos salvar sin mérito. La verdadera Iglesia, la que no tendrá fin, es algo completamente diferente y es mostrada por la doctrina del Concilio Vaticano II.
----------Así, el libro de Valli bien podría titularse "Cómo la Iglesia debe recomenzar", así se deja entrever, entre líneas de su finísima ironía, su gran amor por la Iglesia, un amor lógicamente acompañado por el dolor y por el desconcierto, así como cuando se ama a una persona, no se puede evitar entristecerte por sus males. Pero en el caso de la Iglesia, sabemos que ella tiene la fuerza para vencer el poder de las tinieblas.
----------De hecho, uno de los grandes documentos del Concilio Vaticano II, es su Constitución Dogmática -lo que quiere decir preeminentemente doctrina infalible- sobre la Iglesia, Lumen gentium, deseada por el papa san Paulo VI, por lo cual en aquel momento las enseñanzas del Concilio, hasta entonces en cierto modo sólo pastorales por voluntad de san Juan XXIII, adquirieron también un aspecto dogmático. Este es el punto de referencia de Valli. Quien no haya entendido esto, entonces no ha entendido nada de su libro.
----------Recordemos lo que dice el exordio de la Lumen gentium (n.1): "El Concilio desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia". Y es la certeza que tiene Valli de esta indefectible tarea de la Iglesia, que funda su existencia para la eternidad, que le permite paradójicamente hablar de una Iglesia que "termina", casi como para desafiar y burlarse de ese poder satánico, hoy encarnado por la masonería, que él está seguro será derrotado. Pero este poder, del que Satanás es maestro, no es otro que el del mundo, o mejor dicho de "este mundo", del cual Satanás es el "príncipe" (Jn 12,31; 14,30; 16,11).
----------En efecto, según la Sagrada Escritura, no es el mundo como tal el que es malo, sino todo lo contrario; el mundo es inmensamente bueno, en cuanto ha sido creado por Dios y mantenido providencialmente en su existencia; y si no fuera tal, por tanto amable, Jesús no habría dicho: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito" (Jn 3,16). En cambio, es malo este mundo, en cuanto esclavo del pecado, de la muerte y de Satanás. En tal sentido Juan nos manda "no amar al mundo" (1 Jn 2,16).
----------Éste es el mundo del cual el cristiano no puede ser amigo (St 4,4), mundo por el cual es odiado (1 Jn 3,13), porque no le pertenece, mientras que sería amado por el mundo si le perteneciera (Jn 15,19) y se dejara engañar por el mundo, si cediera a sus atractivos, a sus halagos y a sus seducciones o se asustara ante sus amenazas. De este mundo se debe huir (2 Pe 2,20), combatir (1 Tim 6,12) y vencer (Jn 16,33). Y precisamente con vistas a ser luz y salvadores del mundo. El "fin del mundo", por tanto, no es otro que el fin de este mundo. Pero el mundo verdadero y sano está destinado a resucitar y a vivir por la eternidad.
   
Iglesia y mundo
   
----------Por ello el n.40 de la Gaudium et spes, que habla de una "relación mutua entre Iglesia y mundo" -debemos decirlo con franqueza y conocimiento de causa- es un discurso incompleto y engañoso, porque parece que Iglesia y mundo sean como las dos partes de la humanidad, al mismo nivel, con recíprocas cualidades, llamadas sólo a dialogar y a colaborar tranquilamente entre sí para el bien de la misma humanidad.
----------Esta visión, llevada hasta sus extremas consecuencias, conduce a la identificación de la Iglesia con el mundo, que es la desafortunada concepción del modernismo. Esta visión tendencialmente masónica, quizás de inspiración rahneriana, debe ser corregida con la doctrina dogmática de la Lumen gentium. A propósito, cabe señalar que la Gaudium et spes, a diferencia de la Lumen gentium, es una simple constitución pastoral, por lo tanto no exenta de error, no error doctrinal, sino pastoral.
----------Desgraciadamente el Concilio se olvida en el capítulo antes mencionado -y sólo aquí en todo el Concilio, que quede claro- hablar de la corrupción del mundo, de la trascendencia de la Iglesia en relación al mundo, de la superioridad de su fin respecto al del mundo, del poder y del deber que tiene la Iglesia de ser luz y salvación del mundo, así como de su capacidad de darle al mundo una paz que el mundo no puede dar.
----------El n.40 de la Gaudium et spes olvida, en definitiva, a la Lumen gentium. Esta ha sido la fisura o grieta por donde ha penetrado el "humo de Satanás", es decir, han surgido ese deletéreo secularismo y esa progresiva pérdida del sentido de lo sagrado y de lo Trascendente, que están en el origen del fascinante, desastroso y devastador modernismo que, con el pretexto del progreso y de la reforma, está sacudiendo a la Iglesia hasta en sus cimientos. De este modo, para el neo-modernismo, la Iglesia ya no está al servicio de Dios, sino al servicio del mundo, porque un más allá de este mundo no existe. El poder que interesa no es el espiritual, el de la caridad, sino el mundano, la afirmación de sí en el mundo.
----------Así, lo Eterno ha sido reemplazado por la Historia, la contemplación ha sido sustituida por la acción; la liturgia ha sido sustituida por la fiesta de la comunidad; la religión ha sido transformada en política, la psicología ha reemplazado a la  espiritualidad, y la sociología a la moral. La caridad hacia Dios ha desaparecido y lo que queda es un insulso, arbitrario y no mejor especificado "amor al prójimo", el cual, estando privado de la referencia a Dios, peca por exceso o por defecto, mientras que el mundo ultraterreno de lo divino ha desaparecido y el único mundo es este mundo. Ya no el temor de Dios, sino el temor de los hombres.
----------Lo que interesa ya no es la gloria que viene de Dios, sino la que viene del mundo. Ya no el éxito entre los buenos, sino el éxito mundano. Lo sagrado ha sido profanado y lo profano ha sido sacralizado. El diálogo, a menudo hipócrita e inconcluyente, se ha absolutizado y ha sido puesto en lugar de la afirmación de la verdad, mientras que la ley moral pierde su absolutidad y viene relativizada.
----------Como ya observaba Jacques Maritain en 1966 en su inolvidable Le paysan de la Garonne: "hemos caído de rodillas ante el mundo". Se vive bajo el terror de ser "superados". Y ha surgido el ídolo del "mundo moderno", un nuevo dios, ante el cual Satanás quiere que nos postremos. Lo nuevo se convierte en bueno por el simple hecho de ser nuevo; lo tradicional, lo perenne, el querer conservar lo bueno y ser fieles a ello es tomado por fundamentalismo. Para los modernistas, conservar el Evangelio es conservadurismo, mientras que ellos se preocupan más que nunca por conservar sus abultadas cuentas bancarias.
----------Hoy, el modernismo buenista y misericordista, con gran fuerza y más audaz que nunca, después de una incesante escalada que ha durado medio siglo, ha llegado hoy al umbral mismo de la Sede de Pedro. Está a sólo un paso -así lo cree- de instaurar un papado modernista y así poner término a la Iglesia. Pero Valli tiene, con razón, sus dudas de que esto pueda llegar a suceder alguna vez.
----------Que la Iglesia hoy esté tranquila -si excluimos a un pequeño grupo de alborotadores- y que de hecho nunca haya estado tan bien como hoy, como opinaba el cardenal Carlo Maria Martini, es de hecho la ilusión de los modernistas, que tienen en sus manos grandes porciones del poder. De hecho, es precisamente la típica ilusión de quienes detentan el poder, creer que las cosas van bien, porque van como ellos quieren, al menos mientras duran. En este punto se plantea la necesidad de una verdadera reforma de la Curia Romana.
----------El Papa, a los ojos de los modernistas, pasa por ser un gran Papa reformador, pero su idea de reforma no parece clara: en ciertos aspectos sigue siendo la de 1968, cuando la gente gritaba "¡viva el cambio!", "¡abajo la conservación!". Pero hoy, después de cincuenta años de cambios a menudo irreflexivos y descriteriados, las personas sabias sienten la necesidad de recuperar muchos valores no negociables neciamente abandonados. Por consiguiente, la reforma hoy -la verdadera reforma conciliar- se impone como recuperación de estos valores. Y en cambio, lamentablemente, el Papa, sobre todo en la primera mitad de su pontificado (podemos decía que hasta 2018) ha insistido demasiado en esta mentalidad de 1968. Ciertamente el Papa ha dado un giro, pero no es tan fácil ni sencillo revertir lo que muchos han malentendido antes.
----------A los modernistas, naturalmente, esto no les parece cierto; y desde los inicios de su pontificado se han lanzado sobre este Papa para convencerlo de crear un papado modernista-luterano-masón, que no tiene nada que ver con la reforma conciliar, salvo por la posible conexión con el desafortunado n.40 de la Gaudium et spes, que hemos recordado poco antes entre estas líneas. De hecho, el Papa debería haber corregido la tendencia utópica y excesivamente optimista de ese capítulo, mientras que, por desgracia, ha exagerado su alcance, y esto explica su tendencia mundana, que con razón Valli le reprocha en su libro.
----------Me viene ahora a la memoria el discurso del papa Francisco a la Curia Romana a fines de diciembre de 2017, cuando el Papa deploraba la formación de conspiraciones. Pues bien, "la" conspiración es precisamente la que hemos mencionado anteriormente, de la cual parece que el Papa no sepa. Es la tentativa diabólica de secularizar, restringir, encoger, profanar, vaciar y desacralizar la Iglesia a fin de reducirla a las míseras medidas del mundo, bajo el modelo de Amnesty International o de Green Peace o de los Boy Scouts.
----------Este es el complot del cual el Papa debería preocuparse para protegerse a sí mismo y a la Iglesia de estas conspiraciones de Satanás. El peligro verdadero, para la Curia Romana, para el Papa y para la Iglesia; el verdadero "cáncer", los verdaderos "traidores" y los "infieles", digamos incluso los herejes y los apóstatas, no son tanto los ruidosos e inquietos lefebvrianos (que, por supuesto, también deben convertirse) y mucho menos los sanos conservadores, que deben colaborar con los sanos progresistas; sino que el verdadero peligro son los modernistas buenistas y misericordistas, que son la longa manus de la masonería, de los comunistas y de los luteranos dentro de la Iglesia y de la Curia Romana.
   
Apacienta a mis ovejas
   
----------El indudable deber de aceptar los valores del mundo no debe ser pretexto para mundizar a la Iglesia; el indudable deber de ser modernos no debe ser un pretexto para favorecer el modernismo; el indudable deber de promover el progreso no debe ser pretexto para ofender a los conservadores; el deber de evitar el conservadurismo, la rigidez y el estancamiento no debe ser pretexto para denigrar a quienes quieren ser fieles a la verdad inmutable y la absolutidad de la ley moral; el deber de acoger no puede separarse del distinguir quienes lo merecen y quienes no lo merecen: una cosa es acoger en casa a un necesitado y otra cosa es acoger a un ladrón. El deber de apreciar lo diferente no debe ser pretexto para no corregir al hereje.
----------El respeto hacia las otras religiones, no nos exime del deber de corregir sus errores. El deber de socorrer la miseria material, no debe hacernos olvidar el deber más importante de curar las enfermedades del espíritu. Con los míseros, los humildes y los arrepentidos se debe ser misericordiosos, pero con los astutos, los obstinados y los arrogantes se debe ser severos. El deber de practicar el ecumenismo no debe ser un pretexto para favorecer el sincretismo, el relativismo y el indiferentismo. El deber de apreciar el pluralismo no debe ser pretexto para descuidar la unidad y la universalidad -katholikòs- de la fe. El deber de procurarnos colaboradores fieles debe ir acompañado del discernimiento entre aquellos sinceros y los impostores y aduladores.
----------Y sin embargo, el Papa conoce bien su deber. Lo que sucede es que solamente ha estado, sobre todo en la primera mitad de su pontificado, abstraído por el vértigo del éxito y del poder. Es necesario entonces que permanentemente le recordemos y le digamos: ¡sic transit gloria mundi! "¡La escena de este mundo pasa!" (1 Cor 7,31). Arrepiéntete y pon en obra los talentos que Dios te ha dado, de modo especial pon por obra tu oficio petrino, que Cristo te ha dado no para representarte a ti mismo, sino para representarlo a Él, no para crear tu Iglesia, sino para servir, proteger y custodiar a Su Iglesia.
----------En 2018, tras leer Come la Chiesa finì, hubiera sugerido a Valli que en sus siguientes escritos propusiera los términos de una verdadera reforma, que consiste en el re-orientar a la Iglesia desde su mirada hacia la tierra a una mirada vuelta hacia el cielo. De la mirada de las gallinas a la mirada del águila. Lamentablemente hoy, seis años después, Valli, si no cambia su rumbo, no es un hombre capaz de tal obra, inmerso como está el pobre en la nociva ideología lefebvriana viganoiana, lejos de la plena comunión con la Iglesia.
----------Pero que hoy Valli sea incapaz de hacer obra católica, no quita que deban existir otros que la cumplan en los términos mencionados, ayudando al Papa. Es en esta óptica, desde esta perspectiva, que debemos apelar a la conciencia del Santo Padre y tener confianza en que él nos escuche. En efecto, un Papa debería imitar a los Santos Pontífices que le han precedido y no a los teólogos de moda o a los profetas que "anuncian la paz sólo cuando sus dientes tienen algo que morder" (Mi 3,5). Y eso no quiere decir que el papa Francisco no tenga modelos actuales frente a él. Se podría decir, con cierto humor, que tiene muchas opciones para elegir, pudiendo llegar hasta los Pontífices del siglo XIX, si no queremos retroceder aún más.
   
La relación del Papa con Cristo
   
----------Es cierto que durante buena parte de su pontificado, el papa Francisco ha parecido haber relajado su relación con nuestro Señor Jesucristo, en comparación con lo que sucedía con los Papas precedentes. De ahí el descuido en el cumplimiento de su deber de Vicario de Cristo. En cambio, ha parecido muy preocupado por mantener e incrementar una relación con la gente y con el mundo, no importara cual relación fuera, mientras que esta relación siguiera existiendo. Pero el mandato de Cristo no es éste y, por algunas señales que hemos venido recibiendo del Romano Pontífice en estos últimos años, parece haber dado un benéfico giro.
----------Cristo nos envía, ciertamente que sí, a todo el mundo, pero no para proclamar un mensaje que agrade al mundo, aunque el mensaje sea altamente social, ecológico o humanista, sino para enseñar con claridad y sin equívocos, todas las cosas precisas que Él nos ha mandado enseñar, ni una más y ni una menos, sin poner la excusa de que entonces no había grabadoras, o que hoy los tiempos han cambiado.
----------Por tanto, el Romano Pontífice está encargado por nuestro Señor Jesucristo, con la asistencia del Espíritu Santo, de enseñar el Evangelio a todas las naciones, a todos los hombres ("a todos, todos, todos"), de interpretar infaliblemente la Palabra de Dios, de custodiar, explicar y defender el depósito de la fe, de convertir y llamar a los pueblos a Cristo, de enseñar a los hombres de buena voluntad los deberes inderogables de la ley moral natural y los derechos humanos. Esto, con sus vaivenes y sus luces y sombras, Francisco lo sabe.
----------Por otra parte, el Papa ha recibido de Cristo el poder de "atar y desatar" (potestas clavium), es decir, el poder de mandar y de legislar, es decir, permitir o prohibir en el ámbito de los sacramentos, de los sacramentales, del derecho canónico y de la conducta de los fieles en el nombre de la Ley de Cristo.
----------Tiene la potestad de sumo sacerdote, es decir, de santificar y purificar al santo pueblo de Dios, de gobernar y guiar en nombre de Cristo a la Iglesia hacia el Reino de Dios, y el sagrado oficio de "instaurare omnia in Christo", como recitaba el viejo lema del papa san Pío X.
----------El Papa tiene el deber de estar pleno de caridad para con todos, sean santos o pecadores, justo y misericordioso, de ser "siervo de los siervos de Dios", según el lema del papa san Gregorio Magno, de escuchar humildemente a los profetas o a los videntes, inspirados por el Espíritu Santo, que humildemente lo llaman a sus deberes, incluso si hubiera entre ellos alguna pobre joven no educada y vulgar pueblerina como una Catalina de Siena, y finalmente el deber de ofrecerse con Cristo en sacrificio de suave aroma al Padre en la Santa Misa y en las cruces cotidianas por la salvación de la humanidad.
----------Este Papa, que a los ojos del mundo y de los modernistas aparece como un "gran reformador" (Walter Kasper), un Papa "revolucionario" (Eugenio Scalfari), un Papa "profético" (Marco Tarquinio), el Papa que "resuelve viejos conflictos de siglos y milenios" (Alberto Melloni), el "padre de los pueblos" (Nicolàs Maduro), el "Papa de la modernidad" (Raniero La Valle), "el apologeta de la conciencia" (Arturo Sosa); el "Papa de la libertad" (Enzo Bianchi), el Papa de la "Iglesia espontánea y relajada" (Timothy Radcliffe), el "protector de los homosexuales" (Andrea Grillo); el "patrono de la familia" (Vincenzo Paglia), el "defensor de los refugiados" (Nunzio Galantino), el "líder de la izquierda internacional" (Oscar Madariaga), "el enemigo de Trump y de los capitalistas" (Antonio Spadaro); el "Papa de la misericordia" (Raniero Cantalamessa), el "hermano de los masones" (Gianfranco Ravasi), "el amigo del Islam" (Al-Fayyed)…
----------Pero en realidad de verdad, Francisco I, prescindiendo de todos sus innegables méritos, es el Papa que, encontrándose en el deber de gobernar una Iglesia agitadísima y sometida a una crisis de fe de una gravedad nunca antes vista en la historia, parece que a veces no haya alcanzado a controlar la situación, a tal punto que, un dignísimo Cardenal, que ha ocupado puestos altísimos en la Santa Sede, parece haberle dicho claramente en un dramático coloquio cara a cara que se dice tuvo lugar años atrás: "¡tú estás destrozando la Iglesia!". Ante lo cual -si esto realmente hubiera sucedido como se narra- el Santo Padre, después de un momento de indignación, parece haber tenido el modo y la oportunidad de reflexionar, para invocar del Espíritu Santo esa sabiduría y esa fuerza que lo harán capaz, en el tiempo sólo conocido por Dios largo o breve que aún permanezca al timón de la barca de Pedro, de hacer avanzar la Iglesia hacia el Reino.

2 comentarios:

  1. Valli, después de haber sido durante años uno de los más realistas (¿y quizás también demasiado ingenuo?) servidores del rey, ahora ha sido enrolado entre los ciegos soldados de las tropas tradi enfrentadas a las tropas no menos ciegas de los soldados progre, que según los tradi están llevando a cabo la demolición del Magisterio y de la Iglesia. ¿Qué tenemos que esperar ahora? Después de este elogio a Valli y a su libro, ¿ahora tenemos que considerar que usted, padre Filemón, está en connivencia con el enemigo?

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    1. Estimado Anónimo,
      permítame distinguir dos partes en su breve intervención.
      Su primera parte la puedo compartir, al menos en su substancia. Comparto su juicio acerca de que hoy existen en la Iglesia, ante la vista de la inmensa mayoría de católicos auténticos y unidos al Romano Pontífice, dos minorías revoltosas y ruidosas que aguijonean a todos los católicos haciendo proselitismo, por un lado los modernistas y por otro lado los pasadistas (a diferencia suya, yo no los llamo progres y tradis, porque existen sanos progresistas y sanos tradicionalistas). Y efectivamente, Aldo Valli, luego de años de ser un buen católico, amante de la Iglesia y del Papa, hoy ha sido apresado por los venenos del lefebvrismo y del viganoismo (intoxicación de la cual, según mi parecer, Valli no es absolutamente consciente).
      Por cuanto respecta a la segunda parte de su intervención, no me considero afectado por su acusación de "estar en connivencia con el enemigo". Pues, si usted ha leído bien mi artículo, en sus dos partes, habrá podido comprobar que me refiero a un libro de Valli de 2017, al que considero su último libro católico (al menos hasta ahora, aunque no podemos desesperar de su conversión). Y además claramente he declarado lo que pienso sobre el Valli actual.

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