martes, 30 de noviembre de 2021

El nuevo Covid Ómicron y la pandemia del buenismo

La pandemia del buenismo es una plaga que sufrimos desde hace décadas, mucho antes de la actual pandemia del Covid-19, aunque esta segunda pandemia ha vuelto mucho más notoria la primera peste.

¿Predicar sólo propedéutica al Evangelio o el Evangelio completo?
   
----------Días atrás, el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, con motivo del Encuentro Nacional para la Custodia de la Creación, destacó en un videomensaje que "nuestra casa común es como una hermosa madre que nos acoge en sus brazos y como una hermana con la que compartimos la existencia", y que "la palabra clave es juntos: juntos, debemos hacer frente a las amenazas a nuestra casa común", pues "el cambio climático, la desertificación, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son algunos de los retos sin precedentes que nos amenazan a nosotros y a la vida del planeta". Y al final, habló de relaciones que cualquiera, sin mucho reflexionar, asociaría a relaciones de causa-efecto: "No podemos esperar más. Hay demasiados rostros humanos que sufren ahora esta crisis medioambiental y climática..., la pobreza, la contaminación y las pandemias... Es hora de abordar este importante reto educativo, cultural y ético que tenemos ante nosotros".
----------La vaga referencia al "reto ético", si se lo interpreta con benevolencia, libera al Cardenal de cualquier acusación de horizontalismo o antropologismo que alguien pudiera sentirse obligado a hacer a su mensaje. Al fin de cuentas, este Cardenal es también Obispo, sucesor de los Apóstoles, a quien también Nuestro Señor Jesucristo ha dicho: "id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Mc 6,15). Sin embargo, puede entenderse que le estaba hablando también a "líderes de diferentes tradiciones religiosas y eminentes científicos", como él mismo indicó, no necesariamente a creyentes, y mucho menos a católicos y, frente a ellos, la "predicación del Evangelio", lo entendemos, podría tener su gradualidad, sus pasos, su propedéutica. Pero, aún así, se mantiene la pregunta que hoy es la vexata quaestio: la actual pandemia, ¿es sólo consecuencia de una "crisis mediambiental y climática" fruto del "cambio climático, la desertificación, la contaminación y la pérdida de biodiversidad"? ¿O es consecuencia de algo bien distinto a eso?
----------Las altas temperaturas entre nosotros, el último mes del año, las fiestas, las vacaciones, la revocación de la dispensa del precepto dominical que han decretado varios Obispos, parecen haber dado un nuevo color a la pandemia que... ¿se está yendo, ha terminado? Pocas cosas desearíamos más. Sin embargo las noticias que nos llegan de otras regiones del mundo nos mantienen alertas ante la realidad: países del primer mundo decretan su cuarto o quinto confinamiento (entre ellos Austria, nada menos), y la aparición de la letal variante Ómicron, desde el continente africano, amenaza llegar también a nuestro país.
----------Como bien sabemos, la esperanza cristiana va mucho más allá del plano de las aspiraciones terrenales. Por lo cual, es razonable que nos preguntemos si, ante la perspectiva de que también entre nosotros debamos hacer frente a nuevos "retos educativos, culturales y éticos", al decir del cardenal Parolin, consecuencia de una pandemia que no ha terminado ni parece que terminará a mediano plazo, el mensaje de nuestros Pastores se mantenga en el mismo nivel antropologista, psicologista, sociologística, en el que se ha mantenido estos dos años, o bien si ellos asumirán plenamente su deber de cumplir, como sucesores de los Apóstoles, lo que les ha mandado Nuestro Señor: "id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura".
   
La pandemia del buenismo

----------Uno de los aspectos principales no doctrinales sino comportamentales del actual renacido modernismo es aquello que desde hace algunos años los católicos fieles a la Iglesia y a su Magisterio llaman "buenismo". ¿De qué se trata? Indudablemente está en juego la palabra "bondad" y, por lo tanto, podríamos decir, "caridad", "justicia", "misericordia" y términos similares. Excepto que aquí lo que hay es una perfecta falsificación de estos supremos valores según los mecanismos, los métodos y las modalidades que a continuación trataré de explicar para quienes aún no tuvieran plena consciencia de este peligroso fenómeno que está causando un grave daño a la Iglesia y en consecuencia a toda la sociedad.
----------Naturalmente, en lo que aquí brevemente voy a explicar no me basaré en simples opiniones personales, sino en los datos de la divina Revelación, a partir de la Escritura y la Tradición, tal cual nos llegan a través del bimilenario Magisterio de la Iglesia hasta las propias enseñanzas del papa Francisco, quien también ha hablado varias veces de "la tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los 'buenistas', de los temerosos y también de los así llamados progresistas y liberales".
----------El buenismo tiene orígenes lejanos, pero también un pretexto reciente. Los orígenes lejanos son la actitud de Lutero hacia Dios. Como saben todos los que conocen su vida, Martín Lutero [1483-1546], oprimido por sus malas inclinaciones, anhelaba "sentir un Dios misericordioso" y albergaba angustia, terror y odio por la perspectiva o la eventualidad de ser alcanzado por la justicia divina, que él, con mirada distorsionada, consideraba como crueldad y, por lo tanto, una injusticia hacia él. De ahí el odio que sentía por el Dios justo que le recordaba sus pecados y lo amenazaba con el castigo.
----------El Dios del actual buenismo está ya aquí, en el Dios de Lutero: un Dios puramente "misericordioso", que perdona y salva a todos no obstante sus pecados y que no castiga a nadie, porque esto sería hacerles violencia, sería crueldad, sería injusticia, y sería negación de la "bondad" divina. Excepto por el hecho de aquí está la perfecta hipocresía: el Dios de Lutero es "misericordioso" con el pobre Lutero, pero no ciertamente con el Papa y con los Cardenales, no ciertamente con los teólogos escolásticos, tomistas y aristotélicos, a los cuales Lutero augura, con un odio implacable que lo ha acompañado durante toda la vida, el ser atormentados eternamente por todos los demonios en lo más profundo del infierno.
----------En cambio, el buenismo de hoy, indudablemente originado de aquella hipocresía de Lutero, se remite directamente, como es bien sabido, malinterpretándolo, al famoso discurso introductorio al Concilio Vaticano II pronunciado por el papa san Juan XXIII, a quien los buenistas llaman el papa "bueno", como si incluso un san Pío X o un san Pío V no hubieran sido Papas buenos. En tal discurso, como todos saben, el papa Juan prospectaba un nuevo estilo de Iglesia, una Iglesia más evangélica, la cual, en su relación con el mundo moderno y en su propio interior, "prefiriera el ejercicio de la misericordia al de la severidad", cosa que, por lo demás, ha estado siempre en las costumbres de los santos pastores, incluso cuando estaban obligados, siempre por el bien de la Iglesia y de las almas, a ejercitar la máxima severidad.
----------Excepto que los buenistas entendieron estas palabras del papa san Juan XXIII como la pura y simple abolición de toda justicia divina, de toda severidad o coerción jurídica, de toda sanción penal, incluida la misma condenación infernal, sosteniendo que en el infierno no existe nadie, porque si hubiera alguno, Dios no sería bueno y sería negada la voluntad divina universal de salvación. En suma, se tendría o bien un Dios bueno pero impotente o bien un Dios omnipotente pero no bueno. No es el caso aquí de refutar estas falsedades, cosa que también ha sido hecha recientemente por los teólogos que conocen su oficio.
----------A diferencia de Lutero, quien creía en el infierno, en los demonios y en la existencia de los condenados, amenazando el infierno para aquel que no aceptaban sus herejías, los buenistas de hoy, considerándose incluso más buenos que Lutero, niegan todas esas cosas, pero no por eso el alma de los buenistas está libre del desprecio, del odio, de la envidia, de la prepotencia y del más estrecho e intolerante espíritu inquisitorial hacia aquellos católicos (incluso si fuera el papa Francisco), los cuales, en fidelidad a la Iglesia y al dogma, con respeto y caridad, les recuerdan esas verdades que ellos niegan, como señalé en un artículo que apareció recientemente en este blog: ¿Se siente el Papa bajo la inquisición modernista?
----------Los buenistas (la mayoría de ellos adoctrinados por las herejías del modernismo buenista de Karl Rahner) enseñan que "todos se salvan" en base a una fe "atemática", en la cual puede haber todo y lo contrario de todo, en virtud de la "autotrascendencia hacia Dios" que constituye la esencia del hombre y a causa de la posesión ineliminable de la gracia, incluidos los ateos, los impíos y los incrédulos de todo tipo.
----------El Evangelio, para ellos, es puro y exclusivo anuncio de "misericordia" para todos sin condiciones, pues todos son perdonados y salvados, porque todos en el fondo son buenos, están en buena fe, todos son de recta intención y de buena voluntad, y nadie hace el mal voluntariamente, sino que todos son excusados de todo ​​y todos son proyectados hacia Dios, aunque sea inconscientemente o "atemáticamente".
----------Claro que de la justicia divina los buenistas no hablan o, como Lutero, la consideran cosa repugnante y ofensiva de la misericordia divina. Ellos se consideran "hombres del diálogo", "motores de sinodalidad en la Iglesia", abiertos a todos, respetuosos de lo "diferente", tolerantes, comprensivos. Los buenistas más impulsados o extremistas, influenciados por el panteísmo alemán y por el panteísmo hindú, llegan a decir que todos en el fondo son Dios, por lo cual no tienen nada que temer, no obstante sus pecados, a los cuales pecados, por tanto, no se les debe dar ninguna importancia, porque hay que considerarlos como un simple polo dialéctico del eterno contraste entre bien y mal, contraste presente también en Dios.
----------El vicio de fondo del buenismo, como ha sido señalado varias veces por agudos estudiosos, como por ejemplo Romano Amerio [1905-1997] o Antonio Livi [1938-2020], está dado por la pretensión de ejercitar la caridad despreciando la naturaleza y las exigencias de la verdad. Para los buenistas la verdad no es adaequatio intellectus ad rem, y por lo tanto, para el creyente, humilde obediencia a la Palabra de Dios mediada por el Magisterio de la Iglesia, sino que es la subordinación de los otros a sus intereses, lo que conlleva por tanto el respeto humano, la adaptación supina a las modas del momento, la estima de los ídolos del momento o la búsqueda espasmódica del éxito, pensando así ser "modernos" y agradar al prójimo.
----------Los buenistas son "buenos" con todos, tienen sonrisas para todos, para ellos todos son amigos, a los cuales comunicar su afecto y sus confidencias: ya se trate de ortodoxos, o de protestantes, o anglicanos, o judíos, o musulmanes, o agnósticos, o escépticos, o ateos, o panteístas, o budistas, o masones, o libertinos, o materialistas, excepto para aquellos católicos normales fieles a Roma, que se permiten criticar su falso ecumenismo confusionario y el espíritu de diálogo oportunista e inconcluyente.
----------Los superiores y los prelados buenistas, ya sea docentes, obispos, párrocos, etc. exigen a sus súbditos obediencia absoluta a su línea de pensamiento, mientras que ellos mismos son los primeros en desobedecer al Magisterio y al Papa, quizás con el pretexto de la "implementación del Concilio" o de la exigencia de ser "modernos". Por supuesto, mencionarán al papa Francisco en todas sus homilías y mensajes, pero omitirán referirse a todo aquello que en las enseñanzas del papa Francisco no esté de acuerdo a la línea de pensamiento buenista de ellos. Para ellos la "Iglesia" no es una comunión sobrenatural para vivir en el respeto de la Palabra de Dios interpretada por el Magisterio de la Iglesia en vista de una vida eterna ultraterrena, sino sólo un ambiente sociopolítico, de este mundo (ya que, como dice el liberacionista Gustavo Gutiérrez, "no hay otros mundos"), con sus luchas de poder, ambiente en el cual hacerse valer o hacer valer el propio partido y ejercer sobre los demás (los "hermanos") el propio poder y satisfacer las propias ambiciones.
----------Para ellos, la Iglesia no está en lucha a vida o muerte contra potencias malignas de carácter espiritual (el demonio), sino simplemente contra límites u obstáculos terrenos a sus propias ambiciones o contra gente atrasada y obstinada, como por ejemplo los "conservadores", que según los modernistas son todos los que no son de los suyos, gente insoportable y de la cual no se sabe cómo hacer para liberarse, pues desgraciadamente es gente que está amparada por Roma, ella también anclada en el preconcilio.
----------El ángulo desde el cual los buenistas miran al prójimo, que ellos llaman hipócritamente "los pobres", no es la atención a las necesidades, a los sufrimientos, a las exigencias o a las aspiraciones interiores de sus almas, no es la preocupación por liberarlos del pecado, de los vicios, de la mentira y de Satanás, sino simplemente la posibilidad de desarrollar hacia ellos servicios que tengan un retorno, tratar con ellos a veces con dureza o astucia de asuntos sobre todo económicos o acuerdos políticos, que sean ventajosos, bajo el color de tratar del bien común, especialmente económicamente, para el propio instituto o para la propia comunidad o para la parroquia o para la diócesis o para la facultad teológica a la que se pertenece.
----------Los buenistas y en general los modernistas corresponden a los fariseos, escribas y sumos sacerdotes de la época de Nuestro Señor Jesucristo. Su método es sustancialmente el mismo: agradar al mundo en lugar de a Dios, fingir ser santos sin serlo. Como ellos, los buenistas trastocan la escala de los valores: ponen en el primer puesto lo que vale menos, sacrifican lo más por lo menos para aparecer lo que no son. En este particular aspecto, la pandemia del buenismo afecta a todos, progresistas y tradicionalistas, incluídos los lefebvrianos y filo-lefebvrianos, que jamás hablarán de la pandemia como eventual castigo divino de los pecados de sus propios fieles (en todo caso, la pandemia será castigo a Roma o a los "católicos conciliares"), no vaya a ser que sus fieles queden disgustados de ser tratados como pecadores, más o menos con la misma actitud por la cual jamás los escucharán predicar del "qué difícil será para los ricos..."
----------Y eso es así porque desde la época de los fariseos, escribas y sumos sacerdotes de la época de Nuestro Señor Jesucristo, sólo han cambiado los contenidos: mientras que en la época de Cristo se apreciaba el tradicionalismo, el ritualismo, el rigor y el legalismo, hoy en día generalmente se admira el progreso, la libertad, el espontaneismo, la tolerancia, el pluralismo, el "diálogo" o la "sinodalidad". Al igual que entonces, a estos hipócritas lo que les interesa es el éxito, la carrera, la fama y el honor, y no poner a Dios en el primer puesto, los hipócritas de los tiempos de Cristo se mostraban ejemplares en los valores antes mencionados, valores apreciados entonces, mientras que los hipócritas de hoy se muestran ejemplares en los valores hoy apreciados. Pero a los unos como a los otros no les interesa para nada todos esos valores, excepto en cuanto sirven para obtener un éxito mundano y la afirmación de su ego, que para algunos se asemeja al "Yo Absoluto" de Fichte o de Giovanni Gentile, un "Yo absoluto" que es Dios mismo.
----------Como bien sabemos, Nuestro Señor Jesucristo pagó con su vida, su controversia con estos hipócritas, sin ahorrarles sus acusaciones, amenazas e invectivas, no ciertamente por odio hacia ellos, sino más bien, siguiendo el ejemplo de los antiguos profetas, en la tentativa, lamentablemente infructuosa, por sacudir su conciencia y ablandar su "corazón endurecido". Ese fue el "reto ético" (para usar la misma expresión del cardenal Parolin) asumido por Nuestro Señor. ¿No debemos asumir este mismo "reto ético"?
----------Algunos hoy, incluso miembros de mi comunidad, con las mejores intenciones, y con modales dulces y tono amigable, me dicen: "¡Limítate a enunciar la verdad, mira lo positivo y deja estar lo negativo, no hagas críticas a tal cual o a tal otro!". Por cierto, parecen consejos sabios y, a veces, los adopto con convicción. Pero sería un poco como si alguien aconsejara al médico a limitarse a hacer prescripciones para mantenerse en buena salud evitando curar las enfermedades. ¿Qué diríamos de ese médico?
----------Ciertamente, los males del físico no tienen en nuestro ánimo el mismo efecto que los males del espíritu. Si un médico de confianza nos dice que tenemos determinada enfermedad, sabiendo que se puede curar, recibimos la noticia con alegría y con un sentido de liberación y de esperanza. Pero si un sacerdote o un obispo o un teólogo hace una observación en materia de fe o de moral a algún otro teólogo o párroco orgulloso, lo que ocurre es que se encabritan y quizás se lamentan de haber sido "difamados". Existen superiores modernistas que llegan al punto de prohibir al teólogo normalmente católico de criticar al equivocado, que puede caer incluso en la herejía, mientras lo dejan libremente difundir sus errores entre la gente.
----------Es bueno que por ahora ponga punto final a esta reflexión. De este breve examen del buenismo y de los buenisrtas vemos cómo se trata de una verdadera desgracia para la Iglesia. Es necesario oponer resistencia con todas las fuerzas, recurriendo a la oración, a la ayuda de Roma y de los buenos pastores, para impedir que esta su obra escandalosa avance, y para defender a la Iglesia de los daños que el buenismo le causa.

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