sábado, 6 de noviembre de 2021

Desde las dudas hacia las certezas: ¿qué decir sobre la validez o invalidez de las ordenaciones sacerdotales de homosexuales? (4)

¿El no del papa Francisco a la admisión de los homosexuales a los seminarios? El drama de la decadencia moral del clero surge de la falta de adecuada formación, la cual ha llevado a que hoy termináramos con un lobby gay, verdadero ejército de homosexuales y adláteres, dentro del cuerpo eclesiástico.

Las orientaciones pontificias existen desde hace muchas décadas
   
----------En esta última nota, resumen y conclusión de la serie desarrollada estos días, comencemos por recordar que en el ya lejano 1935, el papa Pío XI publicó un importante documento, con verdadera visión de futuro, acerca del sacerdocio católico: la encíclica Ad Catholici Sacerdotii, en la que advierte y pone en guardia contra esas formas de devastadora superficialidad y de omisión de responsabilidad por parte de los obispos y de los formadores en seminarios, a los que nos referimos en artículos previos. Con tal propósito, el Papa indica cuánto debemos evitar "aquella falsa misericordia que sería una verdadera crueldad no sólo para con la Iglesia, a quien se daría un ministro inepto o indigno, sino también para con el mismo joven".
----------A tal efecto, en la parte dedicada a la "selección de candidatos", escribe el papa Pío XI: "Todo este magnífico esfuerzo por la educación de los aspirantes a ministros del santuario de poco serviría si no fuese muy cuidada la selección de los mismos candidatos, para los cuales se erigen y sostienen los seminarios. A esta selección deben concurrir todos cuantos están encargados de la formación del clero: superiores, directores espirituales, confesores, cada uno en el modo y dentro de los límites de su cargo. Así como deben con toda diligencia cultivar la vocación divina y fortalecerla, así con no menor celo deben, a tiempo, separar y alejar a los que juzgaren desprovistos de las cualidades necesarias, y que se prevé, por lo tanto, que no han de ser aptos para desempeñar digna y decorosamente el ministerio sacerdotal. Y aunque lo mejor es hacer esta eliminación desde el principio, porque en tales cosas el esperar y dar largas es grave error y causa no menos graves daños, sin embargo, cualquiera que haya sido la causa del retardo, se debe corregir el error, tan pronto como se advirtiere, sin respetos humanos y sin aquella falsa compasión que sería una verdadera crueldad no sólo para con la Iglesia, a quien se daría un ministro inepto o indigno, sino también para con el mismo joven, que, extraviado ese camino, se encontraría expuesto a ser piedra de escándalo para sí y para los demás, con peligro de eterna perdición" (n.53). Y a continuación dice:
----------"No será difícil a la mirada vigilante y experimentada del que gobierna el seminario, que observa y estudia con amor, uno por uno, a los jóvenes que le están confiados y sus inclinaciones, no será difícil, repetimos, asegurarse de si uno tiene o no verdadera vocación sacerdotal" (n.54).
----------En el primer artículo de esta serie, publicado días atrás (¿Qué ha sido del lobby gay eclesiástico?), comenzamos a referirnos a ese fenómeno que desde hace algunas décadas se padece en la Iglesia: la tirana existencia de algunos grupos de clérigos homosexuales ubicados en lugares equivocados haciendo un daño inconmensurable. Los hechos escandalosos han ido creciendo en varios países del mundo, y de estos son cada vez más conscientes no sólo las autoridades jerárquicas, sino todos los fieles de la Iglesia. Se trata de pecados cometidos por clérigos dedicados a la práctica de la homosexualidad, o a los acosos sexuales que van desde la efebofilia hasta el horrendo crimen de la pedofilia, y sobre estos hechos hemos tratado de reflexionar en las notas anteriores desde el punto de vista teológico y canónico acerca de cuáles pueden ser las causas de un fenómeno tan aberrante y contra naturam (nota 1, nota 2, nota 3).
----------No repetiré aquí todo lo explicado en aquel primer artículo; de modo que invito al lector a su relectura, si es su deseo encontrar ya adelantadas allí las conclusiones a las que hemos llegado más en detalle tras la siguientes tres notas publicadas después, hasta el día de ayer. De todos modos, me parece útil subrayar algunos conceptos ya expresados, y sacar de ellos más explicitaciones.
   
La difusión de una situación que ha salido de todo control
   
----------He indicado que un dato preocupante en este drama es la actitud inadecuada o imprudente de los Obispos, quienes, en los casos particulares que les toca abordar, o son reticentes o minimizan o encubren las nefandas acciones o toman medidas ineficaces. Pero se pone peor: cuando un cuerpo es invadido por metástasis y los "oncólogos" (es decir, en nuestro ámbito, los obispos y los formadores a la vida sacerdotal y religiosa), en lugar de bombardear las células cancerosas con quimioterapia, protegen las células enfermas en detrimento de las sanas, esta situación termina con el surgir, en los espíritus rectos y honestos, de ese imperativo de conciencia según el cual uno se ve obligado a aconsejar a los aspirantes al sacerdocio y a la vida religiosa que no ingresen en absoluto en muchos seminarios y noviciados.
----------Y de esta situación somos testigos y, a nuestro modo, también protagonistas en nuestra calidad de confesores y de directores espirituales. De hecho, precisamente en el ejercicio de la confesión o de la dirección espiritual, nos hemos visto obligados reiteradamente a aconsejar a jóvenes profundamente sanos y animados por una auténtica vocación, que no ingresen a determinadas instituciones, muchas de las cuales se reducen a ser auténticos refugios para homosexuales, gay village; o bien se trata de lugares directamente manejados o en último caso indirectamente influenciados por homosexuales mismos y, por consiguiente, protegidos desde el exterior por ese numeroso, devastador y poderoso lobby de eclesiásticos condicionados por tendencias homosexuales o por una psicología homosexual (aquellos llamados gay friendly), en razón de lo cual asistimos hoy a un proceso cada vez más extendido de homosexualización del clero católico.
----------En aquel primer artículo de esta serie ya he indicado las líneas generales que, a mi criterio, podrían dar solución a este drama: una solución educativa y una solución pastoral.
----------Como ya lo he dicho, la verdadera solución educativa es que cada Obispo en su diócesis, antes de admitir a un candidato a la formación al sacerdocio, verifique verdadera y seriamente que, ante todo, en el candidado esté presente una dosis abundante de testosterona masculina con la correspondiente psicología masculina que la acompaña, porque la presencia de un varón sano, es el primer basilar e imprescindible presupuesto para comenzar a formar un candidato con vistas al sacerdocio ministerial.
----------Luego, habiendo examinado todo lo relativo a la selección de los candidatos, el Obispo debe considerarse y actuar como el primer responsable por impartir una formación seria y llevar a cabo una diligente supervisión o vigilancia sobre el seminario y sobre su clero, a fin de que el candidato a las sagradas órdenes esté protegido y defendido de las ideas malsanas y cultive la sana doctrina, clarifique bien el altísimo valor de la vocación sacerdotal y se enamore con todo el corazón, con ardiente deseo de perfección y de santidad, de estar totalmente al servicio de las almas y de la Iglesia. El sacerdote verdaderamente convencido y enamorado de su propia vocación y misión, está todo y sólo absorbido por las cosas de arriba y no por las de esta tierra. Está movido por el Espíritu y no tiene tiempo para satisfacer los deseos de la carne.
----------En segundo lugar, la verdadera solución pastoral pasa por la educación de la voluntad y de las emociones, así como por el fortalecimiento del apego al bien, por el estímulo del odio al pecado, y por la voluntad de enmendarse y de corregirse. Como he dicho, si san Pablo dice que la caridad "todo lo cubre", entiende referirse a esa delicadeza del padre que no quiere arrojar a su hijo al ludibrio, no lo quiere humillar. Sin embargo, lo quiere corregir. Es un padre, por tanto, que, si es necesario, sabe llamar, reprochar, amenazar, castigar. Ejerce así la verdadera caridad. De lo contrario, se cae en esa peligrosa falsa misericordia estigmatizada por el papa Pío XI en la citada encíclica, dedicada al sacerdocio y la formación al sacerdocio.
----------La caridad ciertamente está dispuesta a cubrir allí donde sea posible, útil, lícito y necesario, donde hay para excusar o tener paciencia. Pero ciertamente no en el sentido de encubrir u ocultar el pecado para que no sea corregido y castigado. La verdadera caridad y la verdadera misericordia no deben cubrir el mal, sino revelarlo a los que están en el deber y al mismo pecador. Dios no cubre los pecados dejándolos como tales, como creía Martín Lutero, sino que los cubre por misericordia mientras espera quitarlos.
   
No perder de vista la posibilidad de ser fautores de ordenaciones inválidas
   
----------Como ya me he expresado en las tres notas que anteceden a ésta, acerca de este escabroso tema, y a partir de los análisis tanto de la conducta como de las ideas del clero y de los obispos, ante todos estos hechos, ha surgido inevitablemente una atroz sospecha, no privada de fundamento, aunque no siempre acompañada de pruebas precisas, no obstante lo cual se llega a la conclusión de que en muchos casos las ordenaciones de estos sacerdotes y de estos obispos, fundadas ​​sobre la falsa concepción del sacerdocio, son inválidas. Tomar a la ligera esta posibilidad, significa carecer de un verdadero concepto de la esencia de los Sacramentos instituídos por Cristo, algo ya muy explicitado por el Magisterio.
----------Por otra parte, es necesario decir con absoluta y humilde franqueza que el desconcierto moral, que está en el origen del fenómeno de la homosexualidad que se ha difundido entre los sacerdotes, es a su vez causado por el concepto rahneriano del actuar humano, que no se basa en la aceptación de los fines esenciales de la naturaleza humana, porque Rahner, como ya he explicado, ni siquiera acepta la idea de una naturaleza humana objetiva, cuya felicidad dependa de la obediencia a una ley natural inmutable, establecida por Dios Creador; sino que según Rahner, el hombre y cada uno de nosotros es libre de determinar cómo le parezca y le plazca los contornos concretos y, por tanto, el actuar de la propia naturaleza.
----------De ahí, en el sistema rahneriano, la consecuencia de que en el campo sexual el sujeto individual es libre de elegir su propia orientación sexual no en base a una finalidad de la actividad sexual inherente a la naturaleza, es decir, independiente del sujeto, sino en base a la búsqueda del placer sexual, obtenido con medios creados por el sujeto mismo, diversos de sujeto a sujeto y todos lícitos, siempre que complazcan al sujeto. De tal modo no existe ya una regla universal para distinguir la buena acción del pecado. Por consiguiente, ya no puedo decir que un determinado fulano de tal cometa un pecado de sodomía o de efebofilia o de pedofilia, sino que debo decir que su acto es simplemente diferente del mío, un acto que no debo condenar, sino respetar. Todo esto ha llevado a un concepto aberrante y diabólico de una así llamado Iglesia de la "acogida" o de la "inclusión" que alberga en sí misma todas las llamadas "diversidades", después de haber disminuido el pecado y cambiado su mismo nombre al pecado, llamándolo precisamente "diversidad", vale decir, "diversidades" que se deben acoger y valorizar, no importa que se trate de herejías o desórdenes sexuales.
----------Está claro que, cuando se da espacio a una moral de estas características, las lamentaciones, los lloriqueos, por los escándalos, por la efebofilia y por la pedofilia de los sacerdotes, son en realidad lágrimas de cocodrilo e hipocresías. De hecho, casi todos son escándalos que podrían haberse evitado. Tras la inevitable explosión de los escándalos, las lamentaciones de quienes hasta hace poco tiempo atrás cubrían y protegían a los fautores de ciertas conductas, pero que ahora se rasgan sus vestiduras en público gimiendo "¡no sabíamos!" o "¡nunca lo hubiéramos imaginado!", no sirven de nada ni convencen a nadie. 
----------Huelga decir que lamentarse es sólo grave hipocresía, agravada aún más por el hecho de que, no pocas veces, este ejército de lloronas episcopales y presbiterales, muchas veces ni siquiera se limitaban a cubrir de forma decidida y obstinada estas inmoralidades, sino que a menudo han hecho todavía peor: muchas veces han golpeado, condenado al ostracismo y marginado a los pocos sacerdotes que con determinación y coraje han denunciado ciertas situaciones antes de que estallara el escándalo público. 
----------Conozco a un par de sacerdotes que podrían contarnos mucho sobre este asunto, pues en varias ocasiones, siempre por su cuenta y riesgo, señalaron situaciones que debieron ser tomadas a tiempo y decididamente cortadas, antes de dejarlas fermentar y luego dejarlas explotar, con el consiguiente lamento público de las mismas autoridades eclesiásticas que, a pesar de haber sido bien informadas a tiempo, lejos de hacer algo, respondieron luego en las entrevistas: "no sabíamos", "nunca nos hubiéramos imaginado", "la autoridad eclesiástica, o un obispo diocesano no puede tener todo y a todos bajo control"...
----------No hace falta seguir con la descripción de un panorama que todos conocemos. Basta con lo expresado. Por supuesto, no todas las diócesis son lo mismo, y no en todas el cáncer se ha desarrollado en el mismo grado. A la vista de todos están las soluciones y remedios que han producido buenos frutos: son los remedios que las directrices pastorales de los Romanos Pontífices han venido repitiendo desde hace décadas (mencioné sólo a Pío XI). Por consiguiente, es necesario que el educador ponga abundantemente a disposición del educando los medios de la gracia, proponga el ejemplo de los Santos, se dé él mismo como ejemplo de virtud, lo eduque en el estudio de la Escritura, en la oración, en la íntima unión con Cristo sumo Sacerdote, en la comunión con la Iglesia y con el Papa, en las obras de la caridad fraterna y de la misericordia.
----------En las notas previas he recordado las luminosas y sabias directivas del Concilio Vaticano II acerca de la formación del clero. Debemos reconocer honestamente que en estos cincuenta años en los cuales se habrían debido poner por obra esas sabias directivas, el Concilio ha sido simplemente befado precisamente por aquellos, los rahnerianos, que se consideran sus continuadores. Así ha sucedido que en lugar de la reforma conciliar, ha surgido un tipo de modernismo que es peor que el de los tiempos de san Pío X. Es necesario rehacer todo desde el principio y retornar a aquellas directivas, de lo contrario las cosas irán de mal en peor.
   
La negativa del papa Francisco a la admisión de homosexuales al seminario
   
----------Es probable que el lector recuerde que el papa Francisco, hablando a puertas cerradas a los Obispos de Italia reunidos en asamblea plenaria del 21 al 23 de mayo de 2018, les recomendó no aceptar candidatos al sacerdocio que manifiesten claras tendencias homosexuales.
----------Pues bien, con el debido respeto y la más profunda reverencia al Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro, no se puede sino sonreír con dolor ante estas, sus palabras, que una vez más denotan y sugieren incapacidad para captar la verdadera magnitud del drama y, por tanto, negativa a ir decididamente a la misma raíz del grave problema. En efecto, la solución no es evitar la admisión del ejército de homosexuales que siguen siendo admitidos en seminarios y noviciados a pesar de los repetidos reclamos y de los varios documentos publicados por los dicasterios de la Santa Sede en años recientes. El problema se resuelve destituyendo a los obispos pertenecientes al lobby gay geclesiástico, que de hecho son incansables protectores del clero homosexual, así como incubadores de nuevos sacerdotes igualmente homosexuales.
----------¿Acaso el Romano Pontífice, hablando del modo como les habló a los obispos de Italia en 2018, no se da cuenta de que negar la admisión al seminario a un homosexual es sólo el acto final, o por así decirlo, la punta del iceberg? Para resolver el problema deben ser antes que nada neutralizados todos aquellos obispos y miembros de la Curia Romana que pertenecen al lobby gay y que los protegen en todos los sentidos y de todas las maneras, sobre todo en detrimento de los buenos sacerdotes y de las buenas vocaciones.
----------Para cerrar esta serie de notas, que han constituído un discurso largo y complejo en sí mismo, se podría formular públicamente al papa Francisco una pregunta sobre la cual meditar, a saber: Santidad, ¿acaso nunca ha notado en Ciudad del Vaticano y en los varios Dicasterios de la Curia, excluyendo a los hombres sanos, extraordinarios y de confianza que son miembros de la Gendarmería Pontificia, y también de la Pontificia Guardia Suiza, entre los numerosos empleados laicos, gran parte de los cuales son dignos padres y madres de familia, que sin embargo existe también un número considerable de jóvenes contratados directamente y ubicados en varios puestos de empleo por el simple hecho de ser los boys de diversos prelados de Su Santidad? ¿Cómo es posible no llegar a darse cuenta de esto? Porque se trata de algo muy evidente en el reducido espacio de ese pequeño Estado soberano que ocupa apenas un kilómetro cuadrado de territorio.
----------Por lo tanto, el mero "recomendar" no admitir a un homosexual en el seminario, es solo la parte final de una labor que actualmente es imposible de hacer, si antes el Papa no golpea a fuego y espada a ciertos obispos y poderosos cardenales. Por el contrario, decir a los Obispos de Italia reunidos en asamblea que no se debe admitir al seminario a personas de las que incluso solo se sospecha de tendencias homosexuales, sería como rascar con una cucharita de café la punta de un iceberg.

2 comentarios:

  1. El autor de este artículo y los anteriores de la serie, parece omitir todas las ocasiones en Bergoglio se ha mostrado, más que ambiguo, más bien complaciente o simpatizante con posiciones proclives a la práctica de la homosexualidad. Una de esas ocasiones fue aquella fotografía a principios de 2019 junto a un grupo de activistas LGBT, llevados a Roma en peregrinación por el arzobispo de Westminster, Vincent Nichols. Sin hablar de otras varias ocasiones...

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    1. Estimado Anónimo,
      recuerdo bien aquella fotografía de 2019.
      El papa Francisco, a lo largo de estos casi nueve años de pontificado, ha mostrado, de modo siempre cada vez más claro, la incoherencia entre su enseñanza y su pastoral. No reconocer esto es negar la realidad.
      Está claro que, como maestro de la fe, no puede legitimar la sodomía, de lo contrario sería herético, lo cual es impensable, dada la infalibilidad del Papa en la docencia en materia de fe y moral.
      En cambio, en su oficio pastoral y de gobierno (en lo cual es falible) él muestra de modo claro faltar gravemente, al dejar que la gente crea o sospeche, con sus palabras ambiguas y equívocas, su desleal y astuta reticencia, su oportunista negligencia y, sobre todo con su conducta hacia los sodomitas, su voluntad de no quererlos corregir en absoluto, dando por el contrario toda la impresión, aunque falsa, de aprobar su conducta.
      Para agravar su duplicidad y lenguaje pastoral deshonesto, después del hecho y de las inevitables discusiones que surgen, el Papa evita siempre aclarar con franqueza su posición, lo cual debería hacer sin respetos humanos ni temor de desagradar al mundo, y elude su deber de reafirmar los sanos principios de la doctrina y de la pastoral, a fin de disipar dudas, sospechas y temores, para evitar el escándalo y la turbación en los fieles católicos y en los honestos no-católicos, permitiendo así a los sodomitas creer que él haya abolido la prohibición de la sodomía, comprometiendo su propia credibilidad, suscitando indignación, dividiendo a la Iglesia y poniendo en crisis la misma fe de muchos fieles.
      Puede Ud. consultar en este blog el modo como repetidas veces he explicado este doble modo de considerar al Romano Pontífice, según su doble campo de acción: magisterial, en el que es infalible, y pastoral, en el cual puede equivocarse y pecar.

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