domingo, 28 de noviembre de 2021

Los dos tiempos del pontificado del papa Francisco: los momentos de preocupación y sus razonables motivos

En un clima de insólita confusión como el que se vive entre los católicos, como nunca antes parece haber vivido la Iglesia en su historia, hay muchos motivos de preocupación, pero no faltan motivos de esperanza; y la persona del papa Francisco, precisamente, es la que focaliza las miradas de quienes indagan los signos de estos tiempos, con una pregunta que puede resumir a todas: ¿qué le está pasando al papa Francisco?

----------Esta es una reflexión en dos partes, una más breve hoy domingo, y otra más extensa mañana lunes. Se trata de un análisis acerca de dos aspectos o dos tiempos que pueden descubrirse en el presente pontificado, que ya va por su noveno año. El título de estos dos artículos puede no ser completamente expresivo de la cuestión que deseo abordar, pero al menos le adelanta al lector que los aspectos que le podrían parecer tal vez sólo parcialmente verdaderos en la nota de hoy, serán compensados, eso espero, por los aspectos que señalaré en la nota de mañana. No he querido expresar mis ideas en un único artículo no sólo por lo excesivamente extenso que él resultaría, sino sobre todo por la trascendencia histórica del hecho que deseo resaltar en el artículo que publicaré mañana, y que ha acontecido hace muy pocos días atrás.
----------Lo primero que considero que debemos tener presente es que nunca antes había existido un Papa como Francisco, que sorprendiera al mismo tiempo tanto por los problemas que crea a muchos en la interpretación de la verdad de fe, como por algunos de sus actos de magisterio o de gobierno de trascendencia histórica nunca realizados por sus predecesores. En este artículo, como he dicho, me referiré sólo a los problemas que ha creado el Papa actual, origen de una preocupación que tiene razonables motivos.
----------Las razones de la preocupación son simples y comprensibles: si una persona que estimamos y amamos comienza a dar signos de infidelidad hacia los valores por los cuales la estimamos y la amamos, obviamente no podemos no preocuparnos, no podemos no preguntarnos de qué puede depender esta decadencia y qué podemos hacer para remediar la situación. Sentimientos similares experimentamos los católicos, hacia el Santo Padre, que con un cierto in crescendo, sobre todo en los primeros cinco o seis años de su pontificado, ha dado signos preocupantes de no cumplir el propio deber de supremo pastor de la Iglesia.
----------Sobre todo en aquellos primeros años de su pontificado, los comportamientos e ideas del papa Francisco han venido a complacer a grandes multitudes, a pastores y teólogos apegados a este mundo, y a un catolicismo sedicente progresista, pero en realidad modernista, así como a ambientes no-católicos.
----------No es que el papa Francisco haya enseñado ni hoy enseñe herejía; en absoluto, y bien sabemos que eso es dogmáticamente imposible. Pero sin embargo él a veces camina al borde del barranco. Pero ¿qué le ha sucedido para actuar a veces de esa manera y generar tanta confusión y perturbación entre los fieles? La respuesta es simple: tal vez se ha dejado llevar del gusto por el poder. Todo el mundo, por tanto, parece tener que depender de su palabra y de su voluntad. Sus fans quisieran convencerlo de que no hay dogma, no hay sacramento, no hay tradición, no hay ley moral, no hay institución de la Iglesia y del Estado que él no pueda cambiar a su voluntad, considerándose siempre bajo el influjo del Espíritu Santo. Se trata indudablemente de un caso que nunca antes había sucedido en la historia de la Iglesia.
----------Pero entonces, si tal cosa fuera posible, ¿dónde estaría, dónde habría quedado, el Romano Pontífice custodio, intérprete y defensor del depósito de la fe, supremo anunciador del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, Sumo Sacerdote dispensador de los sacramentos, celante padre, juez y médico de las almas, guía en los caminos de la santidad hacia el reino de los cielos, garante del orden, del derecho, de la justicia, de la libertad, del progreso y de la paz en la Iglesia, luz de los pueblos y salvación del mundo?
----------A ese respecto, y tal como lo he expresado en repetidas ocasiones, no se puede excluir que el papa Francisco, en estos años, desde el inicio de su pontificado, y todavía actualmente, sea tentado por el demonio, quien es el maestro de esa soberbia que bien sabemos es el pecado capital que conduce a la herejía. Esto podría explicar los frecuentes llamamientos del Santo Padre a luchar contra el demonio, cosa del todo inusual en los Papas, al menos en los Papas de los últimos siglos, sobre todo por las instrucciones concretas que sobre este asunto imparte Francisco, cosa que hace pensar que él habla por experiencia directa.
----------En realidad es mi convicción que nunca en la historia del supremo pontificado, Satanás haya lanzado contra el papado un ataque tan violento e insidioso, y precisamente con respecto al oficio más importante del Papa, que es la custodia de la doctrina de la fe. Tal ataque contra el papa Francisco es la culminación de una acción que Satanás ha instigado en la Iglesia a partir del inmediato post-concilio, al suscitar un renovado modernismo, sobre todo en el rahnerismo, bajo pretexto de la renovación conciliar.
----------Al mismo tiempo, a partir del primer post-concilio, el poder de las tinieblas ha engañado al episcopado instilando entre los obispos la ilusoria convicción de que ya no era necesario vigilar contra las herejías, y que el tiempo de las herejías y de su correspondiente condena había cesado gracias al clima de diálogo iniciado por el Concilio y por la puesta en práctica de la recomendación de san Juan XXIII de buscar aquello que une y no lo que divide (por ejemplo en aquel discurso del 11 de octubre de 1962 a los fieles participantes en la procesión de antorchas con motivo de la apertura del Concilio). Salvo por el hecho de que tal útil consejo, que sirve para crear la paz y la concordia, ha sido entendido como una invitación a desinteresarse de las herejías, por las cuales precisamente surgen las divisiones. La exhortación del papa Juan a no dividir, fue entendida como una incitación a no tener en cuenta aquello que divide y, por lo tanto, a no eliminar lo que divide.
----------He aquí que entonces, de ese modo, el renacido modernismo, no reprimido a tiempo por los obispos, ha crecido continuamente en estos cincuenta años, hasta penetrar en los años '80 en las Facultades Pontificias y con el papa Benedicto XVI en la misma Santa Sede. En este período de tiempo el papado se ha visto progresivamente erosionado y debilitado en la lucha contra el modernismo debido a la falta de apoyo de los obispos, entre los cuales comenzó a penetrar el astuto rahnerismo, falso partidario del episcopado, cuando en realidad lo pone contra el Papa y lo esclaviza a los deseos del laicado. En tal modo, no obstante el valiente y competente cardenal Joseph Ratzinger de la Congregación para la Doctrina de la Fe, crítico personalmente de Rahner, el dicasterio que él dirigió nunca tuvo la fuerza para condenarlo. Sólo san Juan Pablo II en 1993 en la encíclica Veritatis Splendor (nn.65-67) llegó a condenar su doctrina moral.
----------Lo recuerdo una vez más para que el lector no se confunda: un Pontífice puede ser pecador pero no hereje. Por tanto, es necesario aclarar que no puede verificarse el hecho de un Papa herético. Cualquier católico, desde el Secretario de Estado en adelante, puede ser hereje, salvo el Papa. La existencia y, por tanto, la esencia de la Iglesia, sacramento universal de salvación, en su propia inmutable e indestructible identidad y santidad querida y garantizada por Nuestro Señor Jesucristo, depende originariamente en última instancia de la enseñanza dogmática del Papa. Por eso el Concilio de Florencia de 1442 enseña que quien desobedece o se rebela al Papa va al infierno. No se equivovó el papa Bonifacio VIII al decir que la autoridad del Papa es la suprema entre todas aquellas que existen en la tierra, incluidas las autoridades temporales, en virtud del dicho de Cristo: "todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra" (Mt 28,18).
----------Sin embargo, un Pontífice puede pecar de temporalismo o apego al poder en dos modos: ya sea con la pretensión de dirigir políticamente desde la cima de su poder espiritual los asuntos temporales, entrometiéndose en ellos y quitándoles a los gobernantes políticos su autonomía, o bien impostando todo el ministerio pontificio sobre una línea meramente temporal o política, o como máximo antropológica, dejando en sombra el ministerio apostólico y espiritual. Y este, desafortunadamente, parece ser el defecto del papa Francisco. En efecto, nunca en la historia de la Iglesia había sucedido encontrarnos en presencia en ella de herejes que quedan impunes y que se produzca la persecución de los fieles por parte de estas corrientes heréticas ocupantes de puestos de poder. Ciertamente, en la Iglesia siempre ha habido herejes, pero ellos eran regularmente expulsados, o ellos mismos declaraban francamente que ya no se consideraban católicos.
----------En este clima de confuso temporalismo del actual pontificado, no han faltado las críticas al Papa. A ese respecto, el Santo Padre no debería ofenderse tan fácilmente por cualquier crítica que a él se le dirija. Especialmente si quiere referirse, como a menudo parece, al ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, que fue criticado y controvertido por los fariseos; el Papa con demasiada facilidad se siente en esto semejante a Cristo, considerando sin más como fariseos a quienes lo critican, y casi jactándose de ser criticado. Sí, por supuesto, claro que sí: es cierto que hay fariseísmo en las críticas que algunos le hacen, por no hablar del odio y de la mala fe que anima a no pocos de sus detractores, que son precisamente detractores más que lúcidos críticos. Sin embargo, el Papa debería saber distinguir las críticas maliciosas y preconcebidas, de las justas y razonables, las cuales debería tener en cuenta, para no mostrarse orgulloso y susceptible.
----------Sólo he querido pintar a rápidos trazos, a modo de pinceladas de aguafuerte, el nudo del problema en el actual pontificado, la preocupación que genera en muchos para la interpretación de la verdad de fe. Sólo he querido mostrar que los motivos de la preocupación de tantos fieles que aman al Papa en cuanto ellos son fieles devotos de la Cátedra Petrina y en cuanto saben que este hombre, Jorge Mario Bergoglio es, en su realidad humana, indivisible de su realidad divina, y su condición de Vicario de Cristo, Sucesor de San Pedro, Maestro de la Fe y Supremo Pastor de sus almas en camino al Reino de los cielos, son motivos razonables, y que el Santo Padre debería tener en cuenta la razonabilidad de estos motivos de preocupación.
----------No obstante esto, en esta confusión preocupante, en esta emergencia dramática, la divina gracia llega, de todos modos y en cualquier caso, a todos en la Iglesia, a todos, obispos y Papa incluidos, por medio de los laicos, simples fieles, periodistas, intelectuales, hombres de la política, escritores, filósofos, teólogos, profetas y místicos. No faltan sacerdotes y religiosos, instrumentos de la divina gracia, ellos mismos gracias actuales, podríamos decir con total seguridad, fundados en nuestra fe en la Providencia.
----------Lo afirma nuestra fe: la Iglesia es indestructible, no obstante el hecho de que las potencias del infierno se enfurecen continuamente contra ella. Desde hace años, desde aquellos preocupantes primeros años del pontificado de Francisco, me he convencido de que si las cosas continuaban así, debíamos esperar en la conversión del Romano Pontífice y de los obispos, gracias a la acción y a la oración del Pueblo de Dios. Y debemos convencernos de que esto es así por el simple hecho de que todos los miembros de la Iglesia terrena, comprendido el Papa, mientras viven aquí abajo, aunque estén santificados en la Iglesia, siempre corren el riesgo de perderse. Ellos, para santificarse, deben estar en comunión con la Iglesia, incluido el Papa, porque la Iglesia es santa y fuente de la santidad, animada por el Espíritu Santo. El Papa se beneficia de esa santidad de la Iglesia que él mismo administra en los sacramentos por mandato de Cristo. Y el pequeño ejército de los laicos proféticos que salvará a la Iglesia, obviamente también tendrá que alimentarse de los sacramentos, en cuya administración el sumo sacerdote es el Papa.
----------Comunión con la Iglesia, por lo tanto, siempre quiere decir comunión con el Papa, incluso si este último puede estar en pecado mortal y, como tal, interiormente fuera de la Iglesia. Sin embargo, el Romano Pontífice, incluso en estas deplorables condiciones, permanece siempre como suprema y visible Cabeza de la Iglesia, principio de la comunión eclesial, al menos jurídicamente hablando.
----------Por lo tanto, se equivocan no solo los que hablan de un Papa "hereje", sino también aquellos que hablan de un Papa "cismático". Se ve que no saben quién es el Romano Pontífice en la divina estructura de la Iglesia, ni saben qué es una herejía ni qué es un cisma. El cisma es, efectivamente, separarse de la Iglesia, pero con eso mismo del Papa. Ahora bien, el Papa, evidentemente, no se puede separar de sí mismo, ni puede excomulgarse a sí mismo. El Papa es el único católico que no puede ser excomulgado. Aquí, sin embargo, se trata de un hecho jurídico del foro externo. Porque esto no impide, en cambio, que un Papa esté fuera de la Iglesia en fuero interno, en cuanto en estado de pecado mortal. Si la Iglesia es santa, quien no es santo no puede pertenecer a la Iglesia en el alma, sino más bien sólo en el cuerpo. O en todo caso, por un mero hecho jurídico-funcional. Puede seguir siendo Papa, pero ciertamente no lo hará bien y no lo hará como debe.
----------"Del maligno enemigo defiéndeme" (de la oración Anima Christi).

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