Finalizamos hoy con esta pequeña serie en la que indagamos acerca de la relación entre las opiniones del teólogo y el juicio del Magisterio en cuestiones doctrinales. Al término de nuestra reflexión ofrecemos una pequeña guía para la labor teológica en caso de encontrar proposiciones sospechosas de herejía.
Communiter veritatem quaerere.
----------Terminábamos ayer nuestra segunda nota mencionando a dos tomistas modernos, Yves Congar y Jacques Maritain, quienes, sobre todo después del Concilio Vaticano II, asumieron una oportuna apertura pastoral y kerigmática en la labor teológica, no solo ofreciendo su propia contribución, sino también no escatimando críticas a la autoridad, cuando ello fuera legítimo y útil.
Dos ejemplos que no deben seguirse
----------En cambio, dos ejemplos que no deben seguirse son los de Martín Lutero y Karl Rahner. Ambos podrían quizás, en un primer momento, darnos la impresión de estar movidos por un ansia de reforma y de renovación, una aspiración de mayor libertad espiritual y simplicidad evangélica, de querer extraer algo así como el núcleo, el jugo, la sustancia, lo esencial de la vida cristiana, liberándolos de la exterioridades, de las vanidades y de la esclavitud del mundo, en una ardiente confianza en Dios, una fuerte entrega a su profesión de servidores de la Palabra de Dios, en lucha contra las fuerzas del "hombre viejo", a la escucha del Espíritu Santo, en la entrega al bien y a la reforma de la Iglesia, a la promoción de una vida cristiana mejor, y a la salvación de las almas, que les empuja a una actividad intensísima y prodigiosa.
----------Sin embargo, considerando más de cerca la vida y las obras de estos dos famosos teólogos, vemos una gran diferencia con santo Tomás de Aquino. En efecto, es necesario decir con franqueza que tanto Lutero como Rahner, aunque por motivos diferentes, no pueden constituir un buen ejemplo acerca de cómo el teólogo debe relacionarse con el Obispo o con el Papa, por lo cual su teologar no respeta las normas que ya he expuesto referentes a la relación entre la opinión del teólogo y el juicio del Magisterio en materia de doctrina.
----------Por cuanto respecta a Lutero, es necesario decir en efecto que su famoso gesto de protesta en la cuestión de las indulgencias podía expresar la preocupación del teólogo en comunión con el Obispo; pero en lo íntimo de Lutero durante algunos años se había estado agitando un secreto rencor contra la tradicional doctrina de la necesidad de las obras para obtener la salvación, predicada por el Magisterio pontificio.
----------En efecto, ya en 1515 se había producido la famosa "experiencia de la torre" (Turmerlebins), de la cual Lutero afirma que "las puertas del cielo se le habían abierto", porque estaba convencido de que Cristo le había prometido salvarlo prescindiendo de cualquier obra que hubiera hecho por su propia voluntad.
----------Ahora bien, ya en las 95 tesis comienza a infiltrarse este rencor, pronto a desahogarse como un león dormido, destinado a aumentar, para destruir poco a poco, en el curso de los años siguientes, casi todas las enseñanzas del Magisterio pontificio, dejando intactos sólo los dogmas fundamentales de la fe.
----------El motivo de fondo de este resentimiento parece que se le revela con total claridad a Lutero en la condena por parte de la Bula Exsurge Domine de la siguiente convicción suya, que para él era el fundamento de toda la eventual consolación que lograba experimentar en su vida espiritual: "Si creemos y confiamos en que nosotros conseguiremos la gracia, esta sola fe nos vuelve puros y dignos" (n.15).
----------En este punto, el Papa se le aparece a Lutero como enemigo de su salvación, como alguien que, en lugar de abrirle, en realidad le cierra las puertas del paraíso del cielo. De ahí el odio de Lutero contra el Papa de Roma. Es claro que en estas condiciones la colaboración del teólogo con el Magisterio se rompe. El teólogo ya no evalúa las doctrinas que elabora o explicita sometiéndolas al juicio del Magisterio, sino que el Magisterio mismo deviene objeto de desprecio y de condena. Si antes el teólogo en comunión con el Magisterio está en escucha de ese mismo Espíritu Santo, que asiste al Magisterio, ahora Lutero cree poseer solo él el Espíritu Santo contra el Papado, al que considera "fundado por el diablo".
----------En cuanto al método teológico de Karl Rahner, al principio parece muy diferente al método de Lutero. En Rahner, ciertamente, no encontramos nada de aquella furiosa agresión de Lutero contra el Papado. Pero esto no quiere decir que Rahner no sepa instilar el veneno y demoler la verdad católica por medio de astutos sofismas, fingiendo, de modo hipócrita, ponerse al servicio de la Iglesia de la reforma conciliar.
----------Mientras Lutero corta limpio con el Papado y se distancia del Papa y de toda la estructura eclesial romana, Rahner durante toda su vida, fingiendo honrarlo, ha estado siempre a su lado, lo ha seguido paso a paso, pero minándolo, corroyéndolo y vaciándolo desde dentro, como una carcoma, que parece dejar intacta la mesa que ha consumido, al punto que luego basta solo con tocarla, para que se desmorone.
----------La obra maestra de este enfoque del Papado, en mi opinión, es el modo con el cual Rahner entiende la infalibilidad pontificia, fingiendo oponerse a Hans Küng, pero en realidad confirmando su herejía mediante una solapada perversión del concepto mismo de la verdad. En efecto, Rahner distingue entre un "estar en la verdad", y el "poseer proposiciones verdaderas" (Rahner, Lehmann e Löhrer rispondono all’"Infallibile?" di Küng, ediciones Paulinas, Roma 1971, p.35). El estar en la verdad sería "esa suprema y libre decisión y situación fundamental, en la cual se está en la verdad". Se trata de su famosa "experiencia trascendental atemática y preconceptual", que caracteriza, según Rahner, al espíritu humano auto-trascendente hacia Dios.
----------Pues bien, según Rahner, es posible que el hombre, no obstante estar fundamentalmente en la verdad, "acepte muchas proposiciones erróneas y no se dé cuenta de la contradicción con esa suprema y libre decisión" inefable y trascendental. Pero eso, según Rahner, no importa; pues el hombre está de todos modos en la verdad en esa forma preconsciente, experiencial y no conceptual, que Rahner llama "trascendental". Aplicando esta distinción, se entiende a dónde quiere llegar Rahner: su intención es llegar a decir que el Papa es infalible en sentido trascendental, pero no en sentido categorial y temático.
----------Ahora bien, el problema es que, como ya lo he explicado varias veces, la así llamada "experiencia trascendental de la verdad" no existe, sino que es una invención del hegelismo heideggeriano de Rahner. Ahora bien, Rahner quisiera llegar a decir que Paulo VI es infalible en sentido trascendental, pero no en sentido categorial. ¿Pero no es este un modo refinado de burlarse de la infalibilidad pontificia? En este punto, son más íntegros y francos Lutero y Küng, los cuales dicen: el Papa puede equivocarse y basta.
----------Por lo tanto, Rahner se equivoca al distinguir un Magisterio irreformable de un Magisterio reformable. Según explica la carta apostólica Ad tuendam fidem, del papa san Juan Pablo II y la Nota instructiva de la Congregación para la Doctrina de la fe, adjunta a la mencionada Carta, los tres grados de autoridad del Magisterio son irreformables, en el sentido de que en todos ellos, es decir, en los tres, la Iglesia enseña la verdad, no se equivoca, aunque en el segundo grado no se proponga definir y en el tercero no se proponga declarar en modo definitivo o para siempre.
----------Mencionemos otra diferencia. Mientras que el método de Lutero es el de la destrucción barbárica, el método untuoso y serpenteante de Rahner es el de la astuta falsificación bajo la apariencia de una alta sabiduría y de una experiencia mística e inefable del misterio cristiano. El estilo es casi siempre ampuloso, grandilocuente, pesado, complicado, aunque no faltan las frases eficaces, las expresiones profundas y geniales, a diferencia del estilo cortante, colorido, popular, paradojal, emotivo, plástico y potente de Lutero. Rahner, a diferencia de Lutero, mantiene mayoritariamente el lenguaje católico e incluso científico, pero lo usa para revestirlo de contenidos existencialistas, inmanentistas e historicistas, donde el gnosticismo se alterna con el agnosticismo, gnosticismo y agnosticismo cercanos a Hegel y no alejados de Lutero.
----------Menciono una diferencia más. Es cierto que tanto Lutero como Rahner se presentan como sostenedores y reformadores de la teología. Lo hacen, aparentemente en un mundo muy diferente, pero el sentido que ellos le dan a esta reforma es sustancialmente el mismo: sustituir el magisterio pontificio por su teología. Ahora bien, la diferencia es que Lutero lo hace de manera abierta, violenta y belicosa, arrolladora como un huracán, lleno de insultos y calumnias contra sus adversarios y contra el Papa de Roma.
----------Rahner, en cambio, actúa con extrema astucia, cálculo, circunspección y duplicidad, pero no menos peligrosamente, porque al final hace un trabajo aún más destructivo de cuanto ha hecho Lutero, ya que en Lutero permanece la certeza de la verdad de la Palabra de Dios y queda a salvo la estructura de fondo realista y conceptual del cristianismo, mientras que en Rahner la experiencia atemática de la verdad, desprovista de formulación dogmática o conceptual, que es para él relativa, cambiante y subjetiva, aparece como una confusa neblina otoñal, donde, bajo el pretexto del "Misterio inefable y sin nombre", está todo y lo contrario de todo, ese famoso Absoluto de Schelling, que es "una noche donde todas las vacas son negras".
Los deberes y las tareas del teólogo y del Obispo
----------Uno de los deberes del teólogo es el de contribuir, en la medida de lo posible y con los medios que encuentre a su disposición, a hacer avanzar el conocimiento y la profundización de la Palabra de Dios, tanto en el campo dogmático como en el campo moral. El teólogo está llamado a mostrarnos nuevos e insospechados aspectos del misterio divino, por lo cual mejora nuestra contemplación de los atributos divinos y del misterio Trinitario. Y también está llamado a mostrarnos nuevos y mejores modos de cumplir los mandamientos divinos y hacer de manera más perfecta y santa la voluntad de Dios.
----------Sin embargo, la propuesta o la nueva tesis teórica o moral del teólogo puede parecer en un primer momento irracional y escandalosa, incluso falsa y herética, en contraste con la Sagrada Escritura, el dogma, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. ¿Qué hacer, entonces?
----------En tal caso es bueno que otros teólogos expertos y competentes hagan una atenta y cuidadosa verificación para dar una evaluación, mientras que es bueno, en principio, que el Magisterio conceda una razonable libertad de comparación y de discusión, para que así emerja la verdad y se pueda llegar a comprender si se trata de una sana novedad o de una desviación de la verdad.
----------Es necesario ver desde cuales premisas ha partido el teólogo, vale decir, sobre cuales bases o fuentes se ha fundado para llegar a las conclusiones aparentemente anómalas o disruptivas que aparecen al término de su desarrollo. Es necesario verificar si estas premisas o bases son válidas o no. Y si los principios son válidos, es necesario ver si la deducción ha sido correcta. Es necesario comprender lo que el teólogo sospechoso intenta decir, porque podría expresar mal cosas que son en sí correctas.
----------¿Y quién debe hacer, sobre todo de acuerdo con el derecho o ley canónica, esta verificación? En principio, las personas más calificadas y competentes para realizar esa verificación, son los colegas teólogos, sobre todo si son docentes de la misma disciplina teológica, y debe hacerla también la autoridad eclesiástica competente, comenzando por el Superior religioso del teólogo, si se trata de un religioso, o bien por el Ordinario del lugar donde reside el teólogo, o bien por el Rector de la Facultad donde enseña el teólogo.
----------En la actualidad existe un clima eclesial y teológico anormal, de alardeada "misericordia" y de proclamado "diálogo", pero en realidad lo que existe es un clima de absoluta hipocresía, de prejuicios, de facciosidad sectaria, de delación y de intimidación, que va a la par de la crasa incompetencia de quien pretende juzgar y condenar, por lo cual en este clima envenenado sucede a menudo que las sospechas, por parte de ciertas autoridades o de ciertos teólogos, que son sospechas de desobediencia, de falta de comunión eclesial o incluso de falsedad o difamación o indignidad moral, recaen precisamente sobre algunos pocos teólogos o fieles laicos, los cuales, a cuenta y riesgo propio, tienen el coraje de denunciar, y con fundados motivos, los errores, los escándalos o las herejías de ciertos colegas (usualmente modernistas), mientras que a la inversa, contra ellos, sostenidos por los poderosos y fuertes que gozan de un gran éxito intraeclesial, no se toman medidas de ningún tipo. Se trata de verdaderas y propias injusticias, que deben ser corregidas.
----------No faltan quienes sostienen que un particular teólogo no puede declarar herética la proposición o la doctrina de otro determinado teólogo, antes de que la autoridad eclesiástica local o romana se haya pronunciado oficialmente y autoritativamente. Pero entonces, ¡oh casualidad!, los que esto sostienen son precisamente los que apoyan las mismas herejías que propagan aquellos cuyas doctrinas son señaladas como herejías por los teólogos a quienes ellos les gustaría silenciar y acusar de presunción. Cicero pro domo sua.
----------Pero esto no corresponde en absoluto a la legítima facultad y responsabilidad del teólogo (me refiero al teólogo particular y privado), el cual, si bien ciertamente no tiene el derecho, ni el deber, ni la facultad, de expresar o formular un juicio oficial y definitivo en materia de herejía o en una causa de herejía, lo cual pertenece al juez diocesano o al juez romano, y al término de un regular proceso o juicio ordinario, sin embargo, en base a su competencia como teólogo, nada ni nadie le impide formular, después de atento examen, incluso como consultor de la acusación o del acusado en el proceso, un juicio, opinión, o parecer, cierto o probable, concerniente al ser o no ser herética la determinada proposición de un colega suyo teólogo, vivo o difunto, haya o no haya dado su parecer sobre el asunto la autoridad eclesiástica.
----------Ciertamente, es necesario decir que el teólogo no tiene la obligación ni el carisma sacramental de la vigilancia y del discernimiento, que son exclusivamente propios del Obispo. Sin embargo, el teólogo debe sentirse un ayudante y un colaborador del Obispo en el vigilar contra las insidias y las seducciones del error, sobre todo si en la diócesis ese teólogo tiene funciones oficiales al respecto, porque el Obispo no puede saberlo todo y tiene necesidad de estar informado. Y la persona más cualificada para informarle es el teólogo, aunque, cuando la herejía es evidente y notoria, y no es necesaria particular meticulosidad o rigor crítico para reconocerla, esta tarea puede ser desarrollada por cualquier fiel.
----------O bien se puede dar el caso de aparecer esos paladines y abanderados del "respeto por el otro" y del "pluralismo teológico", que se hacen pasar por humildes incompetentes a la hora de juzgar, pero que en realidad son cruelmente ambiciosos y falsamente modestos, los cuales, instrumentalizando la fe para sus propios intereses, deseosos de escalar y de emerger, y de tener así un "puesto bajo el sol" en la Iglesia, se pliegan ante las ideas, no importa que sean heréticas, de aquellos poderosos, de quienes esperan obtener gracias, prebendas y favores, y tal vez una cátedra de docencia en la Facultad teológica.
Lo que el teólogo debe hacer al encontrar sospecha de herejía
----------Lo primero que el teólogo debe hacer, cuando encuentra una presunta herejía o sospecha de herejía, es considerar la proposición sospechosa desde un punto de vista exclusivamente teorético o especulativo. Es decir, determinar solamente si se trata de una proposición verdadera o falsa, absteniéndose de cualquier juicio sobre la culpabilidad o no de esta herejía. Es cierto que la herejía es pecado mortal; pero si el sujeto ha caído en ella sin soberbia y obstinación, sino sólo por ignorancia y porque se ha engañado en buena fe, él es inocente ante Dios, aunque la proposición herética pueda causar graves daños a la Iglesia.
----------En un segundo momento, si el hereje revela ser manifiestamente un hombre hipócrita, ambicioso, pretencioso propagandista, desleal, astuto, impío, envidioso, arrogante, apegado al éxito, prepotente y cruel, el teólogo, recordando el deber de la caridad y de obrar por la salvación de las almas, puede intentar tocar la conciencia del hereje, para inducirlo al arrepentimiento. Sin embargo, esta tarea es aún más competencia del Superior o del Obispo al que está sujeto el hereje. Es en este punto que el Obispo, velando por el bien del rebaño, puede pensar en medidas coercitivas o punitivas previstas por el derecho canónico.
----------Tanto para el teólogo, discípulo de la fe, como más aún para el Obispo, maestro de la fe, es importante, y de hecho necesario, para permanecer en el camino de la verdad, saber discernir y distinguir, en la visión católica de la realidad de Dios, del mundo, del hombre y de la Iglesia en cada tiempo, lo que es absolutamente verdadero, Palabra de Dios, que no puede cambiar, porque es inmutable, y solo puede ser profundizado, reforzado, mejor conocido y mejorado, de aquello que es aparentemente inmutable en un determinado período histórico, incluso desde siglos y milenios, y que sin embargo, en la mirada profética de quien sabe discernir, puede ser superado, corregido y abandonado por una etapa más avanzada de la reflexión teológica y aún más por la enseñanza magisterial, porque no está necesariamente conexo con la verdad de fe o con el derecho divino, y porque en definitiva es expresión contingente y pasajera de la precedente costumbre eclesial, cuyo ordenamiento depende del poder jurisdiccional del Papa (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo, del 24 de mayo de 1990, n.24).
----------Así, para poner aquí un ejemplo que es muy claro, durante siglos y milenios ha prevalecido en la Iglesia una opinión sobre la mujer, que parecía en su conjunto inmutable, pero que era en realidad una amalgama de elementos inmutables y de otros elementos caducos y contingentes; pero a nadie le había venido nunca en mente hacer un cribado serio y conservar los primeros y dejar de lado los segundos.
----------El Magisterio de la Iglesia nunca pensó en abordar de frente la cuestión y dejó que permaneciera durante largos siglos de dominio común, incluso entre los teólogos, la vieja concepción, hoy superada, de la inferioridad y fragilidad fascinante y tentadora de la mujer. Fue necesaria una gran filósofa, teóloga, monja, santa y profetisa como Edith Stein [1891-1942], hija de Israel, para abrirnos los ojos, preparando, ya en los años 30 del siglo pasado, lo que habría de ser el luminoso magisterio que desde Pío XII llega al papa Francisco.
----------El teólogo, en suma, puede indudablemente llegar a conclusiones ciertas, pero debe siempre distinguir bien sus propias falibles opiniones de los contenidos ciertos e inmutables del Magisterio de la Iglesia, no importa que sean de primer grado (nuevos dogmas definidos para ser creídos con fe divina), o de segundo grado (verdades o datos naturales conexos con el dogma, para ser creídos con fe eclesiástica), o de tercer grado (datos de doctrina auténtica en materia de fe y moral, para ser acogidos con religioso obsequio por el intelecto y por la voluntad). En todos y cada uno de estos tres grados la Iglesia enseña siempre una verdad cierta, indiscutible e irreformable, es decir, nunca se equivoca.
----------Gran calamidad para el teólogo, en cambio, y para quien lo escucha, es absolutizar presuntuosamente sus propias ideas (como lo ha hecho Karl Rahner), y relativizar las enseñanzas del Magisterio inequívoco de la Iglesia, como si esas enseñanzas fueran el efecto de la ignorancia o de un particular teología, quizás superada, incapaz de comprender las altas razones del teólogo, como expresaba Rahner.
----------El teólogo, por otra parte, puede muy bien anticipar proféticamente la doctrina del Magisterio, pero debe someterse a las decisiones del Magisterio de su propio tiempo, aun cuando sean contrarias a sus conclusiones o puntos de vista. Un ejemplo en este sentido nos viene dado por el Siervo de Dios padre Marie Joseph Lagrange [1855-1938], quien, si bien anticipó la moderna exégesis bíblica católica histórico-crítica, aceptó serenamente la humillación de renunciar a ella por intervención de sus Superiores, sólo para ver al final de su vida los inicios de su triunfo, que fue un ascenso continuo, primero con Benedicto XV y luego con Pío XII, hasta alcanzar plenitud con el documento de la Pontificia Comisión Bíblica "La interpretación de la Biblia en la Iglesia" del 15 de abril de 1993. Vir oboediens loquetur victorias.
----------Por otra parte, el teólogo debe colaborar con el Papa ante todo en las materias concernientes a la fe y la moral; pero no le está prohibido, en cuanto miembro de la Iglesia, que vive en el tiempo y entre los asuntos humanos, expresar opiniones o críticas al Romano Pontífice acerca de su conducta moral, su pastoral, su modo de gobernar la Iglesia y su relación con el mundo de la política. Lutero se valió de esta facultad y, tomando impulso del escándalo de las indulgencias, protestó contra la codicia y la opresión de la Curia romana por medio de los Obispos-príncipes contra el pueblo alemán. Incluso hoy el teólogo mantiene esta facultad hacia el Papa actual, aunque, por supuesto, las razones de la crítica son muy diferentes.
----------Por lo demás, el teólogo debe ser consciente de su propia falibilidad. No le está prohibido (al contrario, le conviene) hacer cada tanto un check-up de sus propios conocimientos, para verificar si está en plena consonancia con el Magisterio. En estas verificaciones, tal vez solicitadas por colegas teólogos, él puede quizás descubrir que se estaba equivocando. Asimismo, cuando siente el impulso de criticar a otro teólogo, debe preguntarse si por casualidad no será él mismo quien está equivocado.
----------Si Lutero en los inicios de sus críticas al Papa hubiera tenido la humildad de escuchar los consejos, las invitaciones, las llamadas y las críticas de sus Superiores, Obispos y colegas teólogos, seguramente no habría caído en las herejías en las cuales luego cayó por su orgullo y su terquedad. Pero también Rahner demostró una soberbia y arrogancia similares, cegado por el éxito, favorecido por Superiores complacientes o ingenuos, y demasiado confiado en sus indudables cualidades intelectuales.
----------Rahner, sin embargo, a diferencia de Lutero (quien se fue de la Iglesia golpeando la puerta), procediendo con pasos sigilosos, tuvo la astucia de dañar la Iglesia desde su interior (el "humo de Satanás") permaneciendo religioso y sacerdote, y de hecho pasando por hombre piadoso y místico, por eso sin que muchos se dieran cuenta, y hoy que vemos los desastrosos frutos del rahnerismo en el terreno moral, todavía muchos no se dan cuenta de cuáles son los orígenes del mal y, como aquellos que hoy son como el Don Ferrante de manzoniana memoria (en aquella obra tan leída por el papa Francisco), los buscan en el "clericalismo" o en las desigualdades sociales o en los gobiernos de derecha y cosas por el estilo.
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