viernes, 5 de noviembre de 2021

Desde las dudas hacia las certezas: ¿qué decir sobre la validez o invalidez de las ordenaciones sacerdotales de homosexuales? (3)

Muchos homosexuales carecen de los requisitos mínimos requeridos para la validez del Sacramento del Orden, a partir de la libertad y de la verdad.

Quien no conoce la verdad no puede ser libre para ser discípulo de la Palabra
   
----------En el Evangelio de san Juan hay una sentencia de Nuestro Señor Jesucristo que hemos leído muchas veces: "Si vosotros permanecéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos: conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8,31-32). Ante esta afirmación, que a su modo es también admonición y advertencia, sería necesario que en teología nos interroguemos seriamente acerca del vínculo inescindible que existe entre verdad, libertad y sacerdocio ministerial.
----------El varón con tendencias homosexuales, dentro del mundo eclesiástico, no puede ser libre, porque no puede ser él mismo. Y quien no es él mismo no puede conocer la verdad y devenir instrumento de la verdad, porque creer que esto sea posible sería como afirmar que el hombre tiene el poder de cambiar el mal en bien y de traer la gracia redentora a través del pecado. Sólo Dios puede cambiar el mal en bien, lo cual es algo solo parcialmente comprensible para el intelecto humano, dado que eso sigue siendo en su totalidad un misterio inexplicable, encerrado precisamente en el gran misterio de la divina gracia.
----------Dios puede, en efecto, llegar a servirse incluso de una acción impía de Satanás, para hacer que el supremo mal obrado por el Príncipe de las Tinieblas pueda cambiarse por divina voluntad y por divina intervención en supremo bien, pero el hombre no puede hacer, a través de su propia frágil naturaleza corrompida por el pecado original, cambiar el supremo mal en supremo bien, ni puede, menos que menos, servirse de una acción malvada del demonio para cambiarla en una acción de bien.
----------Quien no conoce la verdad porque para vivir debe rebajarse y sumergirse en la clandestinidad, y por ende en la sempiterna mentira auto-defensiva, no puede ser fiel a la Palabra, y por lo tanto no puede ser un discípulo de Cristo. De tal modo, puede solo renovar dentro de la Iglesia el drama luciferino de la traición de Judas, y todo precisamente gracias a la sagrada imposición de las manos de ciertos obispos malvados, que de tal modo revelan ser no apóstoles de Cristo, sino apóstoles del mysterium iniquitatis.
----------Sabemos bien que Nuestro Señor Jesucristo ha instituido el Sacerdocio para los hombres y no para los ángeles. Por lo tanto, el sacerdote, a pesar de tener por misterio de gracia una dignidad superior a la de los ángeles, puede ser pecador, y caer como tal en un acto de pecado y un estado de pecado más o menos grave. Puede también el sacerdote cometer pecados gravísimos, pero lo cierto es que un pecado mortal, el cual en todo caso es un ente accidental, cometido por un sacerdote pecador, en su forma y en su profunda e íntima sustancia, es algo completamente diferente de quien decide en cambio estructurar el sagrado ministerio sacerdotal sobre el estado de pecado derivado de una carencia de libertad que necesita defender con la mentira perpetua, no pudiendo en tal modo conocer la verdad y, por tanto, ser fiel a la Palabra, prescindiendo del propio pecado y de la propia humana naturaleza de pecador. Actuar de este modo y "construir" el propio "ser sacerdotal" sobre elementos tan malvados y perversos, significa ante todo no tener la idea básica y la percepción basilar de lo que realmente sea el sacerdocio católico y, por tanto, estructurar el don del misterio de gracia del Sacerdocio ministerial de Cristo sobre el mysterium iniquitatis.
----------Al tratar un tema de tanta delicadeza como el que aquí tratamos, hay que tener cuidado de no caer, ni siquiera de modo involuntario, en los errores que fueron típicos de la herejía donatista, condenada por el Concilio de Cartago en el año 411. Los donatistas, en efecto, sostenían la aberrante teoría de que los sacramentos administrados por sacerdotes indignos, en razón de su estado de pecado, eran sacramentos inválidos. Este pensamiento herético no desapareció en absoluto en el siglo V, a tal punto que santo Tomás de Aquino dedica a este tema varias cuestiones en la III parte de su Summa Theologiae.
----------El cuestionamiento que aquí hago respecto a la validez del Sacramento del Orden conferido a varones con tendencias homosexuales no pone ni siquiera remotamente en discusión la validez de los Sacramentos celebrados y administrados por sacerdotes indignos y pecadores, cuya validez está dogmática y canónicamente fuera de discusión. La cuestión que pretendo plantear, tanto a nivel teológico como canónico, es si el Sacramento del Orden Sagrado, recibido por ciertos sujetos particulares y bajo ciertas condiciones particulares, es realmente válido, dado que los Sacramentos requieren, para su validez, de unos requisitos mínimos.
----------¿Qué pasaría si estos requisitos mínimos, en parte o en su totalidad, estuvieran de hecho ausentes? En tal caso, ¿se puede hablar de válida consagración sacerdotal a través del Sacramento del Orden? O dicho con un nuevo recurso al ejemplo que antes he dado: ¿por qué después de la sagrada ordenación del famoso castrado Orígenes, la legítima autoridad eclesiástica le interdictó de las sagradas órdenes, mientras que la misma autoridad eclesiástica, en los siglos venideros, en cambio, ha encubierto, protegido, a menudo mimado y llevado adelante del mejor modo un ejército de castrados mentales?
----------La respuesta a la pregunta que acabo de plantear es sencilla, y es la siguiente: porque la autoridad eclesiástica nunca se ha detenido a reflexionar sobre el hecho de que Orígenes, antes de llegar al gesto extremo, es decir, castrarse físicamente, ya había estado castrado mentalmente mucho tiempo antes. Por lo tanto, su castración física es sólo la consecuencia de una castración mental previamente madurada.
----------Reitero que la cuestión que aquí planteo no son los Sacramentos, indudablemente válidos, celebrados, confeccionados y administrados por sacerdotes indignos y pecadores, sino la validez objetiva, en la plena sustancia, del Sacramento del Orden recibido por algunos sacerdotes privados de esos requisitos mínimos exigidos para su validez, partiendo de la exigencia fundamental de la fe.
----------Con buena paz y el debido respeto hacia quienes siguen jugando con fuego fingiendo que el problema dogmático no existe, la triste experiencia mantenida con el gran ejército de eclesiásticos homosexuales que asola a la Iglesia, sobre todo en los más altos niveles de la jerarquía, confirma cuán alto es el número de varones con manifiestas tendencias homosexuales que sin duda carecen de algunos o de todos los requisitos mínimos exigidos para la validez del Sacramento del Orden Sagrado; requisitos fundamentales que son precisamente el hombre, el cristiano, el creyente, y por lo tanto, la falta de la correcta percepción sustancial y formal del Sacerdocio católico de parte tanto del ordenante como del ordenado.
----------En efecto, la gran mayoría de estos sujetos, son manifiestamente herejes, decididos, arrogantes y obstinados propagadores de herejías, las cuales son en general herejías filo-luteranas y modernistas. Por cierto, dejo aquí de lado a otros sacerdotes homosexuales que, siendo cismáticos del ámbito tradicionalista, con otros condicionamientos sociales, son propagadores de otro tipo de errores y herejías. 
----------Darius Oko [n.1960], conocido sacerdote y teólogo polaco, define a estos sujetos como homoherejes, es decir, se trata de varones afectados de homoherejía: "La homoherejía es un rechazo del Magisterio de la Iglesia católica sobre la homosexualidad. Los sostenedores de la homoherejía no aceptan que la tendencia homosexual sea un trastorno de la personalidad. Cuestionan que los actos homosexuales sean en contra de la ley natural. Los defensores de la homoherejía están a favor del sacerdocio para los gay. La homoherejía es una versión eclesiástica del homosexualismo", afirmó en una entrevista reciente.
   
Ser hombre varón y ser creyente: dos requisitos fundantes
   
----------Por lo que acabo de decir líneas arriba, a continuación me centraré principalmente en estos dos elementos requisitorios: el hombre varón y el creyente cristiano, como presupuesto fundante e imprescindible del Sacramento del Orden Sagrado; y por consiguiente, la ausencia de herejía y la plena conciencia de la verdadera naturaleza sustancial y formal del Sacerdocio católico.
----------Es obvio que un hombre varón homosexual manifiesto, uno de esos "beatamente" ordenados durante las últimas décadas, repetidamente definido como "...es solo un poco afeminado, pero porque es un alma sensible... un místico...", de hecho está impedido de recibir el sacramento del Orden Sagrado, porque la tendencia homosexual arraigada debe ser considerada, en el sentido del canon 1040, un impedimento perpetuo (la llamada irregularidad para recibir las Órdenes) impedimento perpetuo frente al cual ningún obispo y ninguna autoridad eclesiástica puede conceder dispensa, porque sería como si la Congregación para las Causas de los Santos decidiera dispensar de la santidad a un candidato a la canonización.
----------Supongamos un caso: un candidato al Orden Sagrado tiende a ceder al pecado de lujuria praeter naturam, plenamente consciente del pecado, recordando estar en error y, por lo tanto, dispuesto a buscar la gracia y el perdón de Dios, recayendo luego en el mismo pecado, aún incluso de modo peor que antes, pero volviendo de nuevo a buscar la gracia y el perdón, consciente del pecado y del mal.
----------Ante todo, un sujeto de este género, muestra estar dotado de conciencia cristiana y, por tanto, del sentido del bien y del mal. Ciertamente, un sabio formador o un piadoso confesor, puede valorar cuán oportuno sea conducir o no al Orden Sagrado a un pecador que no llega a corregirse; y en tal sentido podría valorar la oportunidad de aconsejarle que ante la eventual imposibilidad de controlarse, fuera oportuno esperar, antes de aceptar voluntariamente ser constituído y ubicado por su obispo en el Orden Sagrado.
----------Pero prescindiendo de su pecado y de la gravedad del mismo, sigue siendo indiscutible que ese hombre es ante todo un varón, un creyente con conciencia moral capaz de discernir el bien del mal, consciente de lo que es el Sacerdocio católico y lo que conlleva y exige. Por lo  tanto, cuando este varón, incapaz de poner freno y control sobre sí mismo, se entrega al vicio de la lujuria praeter naturam, será consciente del mal, del error, del hecho de que ello no es conforme al estado de vida sacerdotal.
----------Es habitual para algunos sacerdotes ser confesores de otros sacerdotes, y al desarrollar este ministerio no faltan casos de encontrar a cohermanos que hayan tenido relaciones pecaminosas con mujeres en violación de sus sagradas promesas; así como también es posible encontrarse frente a otros sacerdotes que, de una manera aún más seria y peligrosa, tuvieran una relación estable con una mujer.
----------Y tanto en el primer caso como en el segundo, se viven tales situaciones con gran malestar, desagrado, sentimiento de culpa y plena conciencia del propio pecado, de modo muy particular los segundos, que tienen la a veces llamada "amante fija". He conocido a varios de estos sacerdotes que, sin embargo, por misterio inescrutable de la gracia, aún viviendo en estado de grave pecado mortal, en el ejercicio de su sagrado ministerio, eran auténticos modelos de piedad sacerdotal, dedicados alma y corazón al mejor cuidado del Pueblo de Dios, así como eficaces y preciosos instrumentos de la divina gracia.
----------Pero es completamente diferente el discurso que debemos hacer acerca de aquel sujeto con tendencias homosexuales estructuradas sobre una personalidad ya arraigada, a lo cual se une inevitablemente también el elemento de la herejía. El homosexual consciente de ser tal, decidido a seguir siéndolo, y que sin más ni más elige la Iglesia como tranquilo refugio y el Orden Sacerdotal como un medio para hacer una veloz carrera, muestra ante todo tener una conciencia profundamente viciada, una incapacidad para distinguir el bien del mal, rechazando a priori las enseñanzas morales de la Iglesia católica, de su doctrina y de su magisterio; y a todo esto une -como decía en las líneas anteriores- esa falta de sinceridad derivada de la imposibilidad de ser él mismo, que le obligará a vivir en la mentira y en el engaño a lo largo de toda su vida.
----------A esto hay que añadir que muchos de estos varones homosexuales, por cierto muy lejos de sentirse en vergonzoso pecado mortal, están en cambio íntimamente convencidos de que no son ellos los que están en el error, sino que la que está en el error es la Iglesia, juzgada por ellos culpable de indicar como malo lo que para ellos es en verdad bueno, convencidos que lo que la Iglesia define como ilícito e ilegítimo, ya que es altamente pecaminoso para la salud eterna del alma, y ​​en especial para el alma de un sacerdote, en realidad no es ni ilícito ni ilegítimo ni pecaminoso, sino que es bueno y bello.
----------Personalmente he conocido sacerdotes con tendencias homosexuales evidentes que no dudaban en rechazar los documentos y las exhortaciones que sobre esta materia ha emanado repetidamente la Iglesia incluso con las relacionadas condenas hacia ciertos desórdenes. Al respecto, soy testigo de haber escuchado a formadores de varios seminarios afirmar que la homosexualidad no puede constituir impedimento para el Sacerdocio. Incluso he escuchado a sacerdotes definir la homosexualidad y su práctica como "una variante natural de la sexualidad humana", y, en particular, soy testigo de haberlos escuchado lanzar truenos, fuegos, centellas y llamas sobre la moral sexual según ellos "retrógrada" y "represiva" llevada adelante por el papa san Juan Pablo II y por el cardenal Joseph Ratzinger, luego papa Benedicto XVI.
----------En ámbito del confesionario he tenido que debatir con penitentes afectados de pulsiones homoeróticas (que tratan de contener como mejor pueden) que me han refirido, escandalizados, el modo como los habían "guiado espiritualmente" sus confesores. Uno de tales penitentes refirió que un sacerdote le dijo que "expresar la propia homosexualidad no es pecado, porque la homosexualidad está en el orden de la naturaleza y es una natural variante de la sexualidad humana; y no podemos imponer a los homosexuales a vivir en castidad, porque impedir que una persona exprese la propia afectividad amorosa sería inhumano".
----------Este tipo de "guías espirituales", sacerdotes que a veces ellos mismos son también manifiestamente homosexuales, forman parte incluso del equipo de formadores de seminarios diocesanos, o son profesores de dogmática o moral en estudios teológicos de órdenes religiosas, y no raramente son a quienes sus propios obispos, "con visión de futuro", les confieren los más delicados encargos y oficios.
   
El núcleo de una cuestión muy simple
    
----------La cuestión que en esta serie de notas llevamos adelante es, pues, simple: si la sagrada ordenación de sujetos en los cuales de hecho falta el requisito del hombre, del creyente, además de la percepción misma del sacerdocio católico, debe ser considerada válida, del mismo modo deberíamos considerar válidas las sagradas ordenaciones de sujetos que sostienen la legitimidad de la herejía arriana, que bajo varios aspectos podría ser menos grave respecto a los candidatos a las órdenes sagradas o a los sacerdotes que juzgan la homosexualidad como una "natural variante de la sexualidad humana".
----------Este es el motivo por el cual considero que en ámbito de teología dogmática sacramental se puede avanzar y sostener una hipótesis que es todo menos infundada: la sagrada ordenación de estas personas es inválida, tanto como sería inválida la de un hereje que niega en modo decidido la naturaleza hipostática de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y que una vez admitido en el Sagrado Colegio Sacerdotal, tratará de difundir como correcta su herejía. En uno y en otro caso (ya se trate del hereje arrriano o del homohereje) nos encontramos ante una expresión de herejía diferente en la forma pero similar en la sustancia, tal como para hacer de esta irregularidad un impedimento perpetuo.
----------Por lo tanto, reitero que, si bien se puede consagrar sacerdote en modo legítimo y valido a un gran pecador, no se puede sin embargo consagrar sacerdote a uno que carece del fundamental requisito de hombre y de creyente y que pretende ser elevado al Orden Sagrado con propósitos malignos y perversos, porque una cosa es caer en pecado grave, y otra cosa muy diferente es considerar en cambio que es algo bueno y justo una conducta desordenada y aspirar al sacerdocio con propósitos malos y perversos.
----------Si bien estoy propenso a pensar que las ordenaciones de sujetos de este tipo no sean válidas en sí y de por sí, ni siquiera abro (dada la extraordinaria delicadeza del tema) el doloroso capítulo acerca de la validez de las consagraciones episcopales de aquellos que de modo similar no son hombres, no son creyentes, y no tienen la correcta percepción de la plenitud del sacerdocio apostólico; por no hablar de aquellos que, aún siendo el receptáculo de todos los peores vicios, sin embargo llegaron al episcopado a través del chantaje y el terrorismo psicológico ejercido sobre las autoridades eclesiásticas.
----------Habiendo expresado lo anterior, considero superfluo repetir ahora lo que ya he sostenido y explicado sobre la delicada cuestión acerca del concepto erróneo del sacerdocio propuesto por Rahner, cuya teorías gnoseológicas y heréticas se enseñan hoy en los principales centros de formación eclesiástica. Al respecto, remito a mis notas anteriores: El sacerdocio católico, los sacerdotes cismáticos, las concepciones heréticas del sacerdocio y la validez de las ordenaciones: I parteII parte y III parte.
   
El misterio de la gracia de Dios, el "supplet gratia" y el "supplet Ecclesia",
no son ni una escapatoria ni una panacea
   
----------Un punto más, para finalizar por hoy. Considero que no podemos jugar ni con el misterio de la gracia de Dios ni con esa gran escapatoria, o si preferimos, panacea, del supplet gratia y del supplet Ecclesia, porque nada puede suplir la gracia de Dios, y mucho menos la Iglesia, donde falta completamente la naturaleza de la sustancia a través de la cual y sobre la cual obra la gracia sacramental.
----------O para decirlo recurriendo de nuevo a un ejemplo: una hostia añeja, en la cual permanece toda la materia del pan, y un vino de baja calidad y de sabor desagradable, en el cual sin embargo permanece toda la materia del vino, a través de la sacramental transubstanciación, devienen de todos modos e indudablemente, en su metafísica esencia, y por el supremo misterio de la fe, Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Pero un scon o un bizcocho de mantequilla y una bebida de naranja, en cambio, nunca pueden llegar a ser Cuerpo y Sangre de Cristo, porque falta esa materia de la cual depende por divina voluntad la subsistencia de la sustancia metafísica, puesto que, para ser transubstanciada, deben contarse con las precisas materias del pan y del vino, no con una cualquier materia de alimentos sólidos y de bebidas líquidas.
----------¿Acaso alguien puede remotamente pensar que donde falta la materia que da vida a la esencia de la sustancia, puedan verdaderamente suplir la gracia de Dios, o pueda incluso, menos que menos, suplir la Iglesia? Y si ese fuera el caso, ¿por qué san Agustín de Hipona habría perdido tiempo y energías preciosos en escribir y darnos el tratado De natura et gratia? Por no hablar de todas las maravillosas especulaciones posteriores que sobre este tema hemos recibido de santo Tomás de Aquino.
----------La gracia obra, claro que sí, y obra siempre, pero obra sobre la naturaleza que existe, no obra sobre esa naturaleza que no existe o que no está definida, porque pensarlo, o peor aún, sostenerlo, significaría alterar y falsificar el misterio mismo de la Creación y con ello el de la Redención.
----------El misterio de la gracia de Dios transforma en la metafísica substancia, a través de la obra encomendada a nuestras manos, el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, aunque permaneciendo, ya sea a la vista, ya sea al olfato, ya sea en la forma visible, ya sea en el gusto, las especies o accidentes visibles y exteriores del pan y del vino, que sin embargo devienen Cristo verdaderamente presente de manera sustancial con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.
----------La gracia de Dios, que también es capaz de todo, no puede de ninguna manera transformar en la metafísica sustancia, en cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo, un bizcocho de mantequilla y un jugo de naranja, porque Dios no puede contradecirse a sí mismo, porque "Hoc Est Enim Corpus Meum", lo ha dicho Él sobre el pan, e "Hic Est Enim Calix Sanguinis Mei", lo ha dicho Él sobre el vino. Y nadie puede variar estos elementos accidentales de los cuales depende, por divina voluntad, la esencia metafísica misma de la sustancia, ni siquiera afirmando... supplet gratia, o peor aún, supplet Ecclesia.
----------Y si en esta serie de notas, en este discurso, que he intentado dentro de mis posibilidades fuera para todos los lectores lo más preciso y claro posible, he dado como ejemplo el más inefable de los misterios donados por Nuestro Señor Jesucristo a su Iglesia, la Sacratísima Eucaristía, es precisamente porque el sacerdote es objeto y sujeto eucarístico, y al sacerdote le es requerido, praeter natura, una precisa forma y, por tanto, una precisa sustancia, que surge de la forma mentis de su ser vir, del animus sacerdotalis; y porque la ausencia de estos elementos no puede ser de ninguna manera suplida.
----------La gracia de Dios obra sólo sobre lo que está ahí, no sobre lo que no está y no puede de ninguna manera estar; y esto lo explica y lo enseña de modo claro la Parábola de los Talentos (Mt 25,14-30). Por lo tanto, a través del Sacro Orden Sacerdotal, se produce una transformación ontológica y el sacerdote asume un nuevo carácter, que es indeleble y eterno. Pero si un sacerdote mide un metro y medio de estatura, la gracia santificante y transformante de Dios no puede cambiarlo, ni lo cambiará jamás en un basquetbolista de 1.90 de altura descalzo. O para comprenderlo mejor aún: un asno, en el sentido figurado del término, también puede convertirse en Santo, también puede convertirse en el santo patrono venerado por los sacerdotes de la Iglesia católica, pero no puede ser cambiado en un vigoroso varón árabe, porque asno es y asno permanece, prescindiendo de aquello que pueda ser el heroísmo de sus virtudes.
----------Tanto san Agustín de Hipona como santo Tomás de Aquino han aclarado sin equívocos el principio de que gratia naturam perficit sed non supplet (la gracia no suple sino que perfecciona la naturaleza). Y cuando la naturaleza no existe, partiendo de la naturaleza del hombre, del varón viril, requerida para el acceso al Sacro Orden Sacerdotal, ¿qué sucede? ¿Quién puede… suplir? El único que puede suplir es el hombre que se ha puesto en el lugar de Dios, si no es peor aún: se ha puesto en el lugar de Satanás.
----------Quisiera concluir (al menos por el momento) con una pregunta paradójica, pero a veces hay que reconocer que puede haber mucha objetividad en la paradoja o en la hipérbole. Esta es la pregunta: en el caso de que un sujeto, perteneciente ocultamente a una secta satánica, quisiera devenir sacerdote para consagrar válidamente la Santísima Eucaristía destinada luego a las más impías profanaciones, sirviendo de tal modo a su congregación luciferina, ¿se puede, en tal caso, hablar de válida ordenación?
----------Pues bien, teniendo en cuenta ese ejemplo, ¿alguien quisiera explicarme qué diferencia existe, entre un satanista que aspira al sacerdocio con propósitos malvados y sacrílegos, y un homohereje que por otros tantos propósitos malvados y sacrílegos también aspira al sacramento del Orden Sagrado?
----------Pues bien, aquí mismo explico cuál es la diferencia: el satanista cree de verdad en la Santísima Eucaristía entendida como presencia real del Cristo vivo y verdadero, mientras que en la gran mayoría de los casos los homoherejes, no creen precisamente en la presencia real de Cristo vivo y verdadero. Lo prueba el hecho de que en sus homilías y discursos hablan de todo menos de "presencia real". Se llenan la boca con términos como "banquete", "convite", "fiesta de la alegría", "encuentro del amor"... 
----------Al lenguaje metafísico, despreciado por los homoherejes, y al término de transubstanciación, definido por ellos como obsoleto, prefieren ese lenguaje modernista o filo-luterano de consubstanciación, con la consecuencia de que sus celebraciones eucarísticas, rebosantes de abusos litúrgicos y libres arbitrios de todo tipo, parecen liturgias calvinistas, cuyo fundamento es precisamente la negación de la "presencia real", representada por Juan Calvino precisamente en el estar de pie durante las "palabras de la Última Cena". Y al hacer esto, los homoherejes evitan la palabra "sacrificio vivo y santo". Distribuyen la Eucaristía como si fueran cupones de regalo de pan ázimo, no tratan con sacro respeto los vasos sagrados, no proceden a su adecuada purificación, no favorecen en modo alguno el culto eucarístico.
----------A esto hay que añadir que muchos de nuestros ceremonieros estéticos (porque desde hace treinta años a esta parte encontrar en el ámbito de los liturgistas un heterosexual es como buscar una aguja en un pajar) también han abolido las patenas para la Comunión de los fieles, pero en compensación han instituído en su lugar la patena de plata sobre la cual depositar el santísimo solideo del obispo, mucho más importante que la recolección de los fragmentos eucarísticos. Y aún hay más: comprobado está que los obispos homoherejes, a través de sus sacerdotes homoherejes, son los que enseñan al Pueblo de Dios a estar de pie con la cabeza en alto durante la Plegaria Eucarística, y son también los fautores de la eliminación de los bancos con reclinatorios de muchas iglesias (y santuarios arquidiocesanos), sustituidos a veces por butacas de cine, porque para golpear a la Iglesia en el corazón y desacralizarla, es necesario golpear ante todo la Eucaristía, en lugar de seguir la clara advertencia paulina: "para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: Jesucristo es el Señor" (Flp 2,10-11).
----------He aquí explicada la diferencia que existe entre un satanista y un homohereje: el satanista es un creyente, el homohereje no lo es. Y quien quiera meditar sirviéndose de estas modestas reflexiones, medite, pero hágalo rápido, bien y no pierda tiempo, porque la casa sigue ardiendo...

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