sábado, 21 de agosto de 2021

¿Se siente el Papa bajo la inquisición modernista?

Hoy la situación en la Iglesia es crítica, pero pocos la entienden: sólo el Romano Pontífice, y unos pocos más. Los modernistas creen que ya están a pocos pasos de la deseada meta, pero tendrán una amarga desilusión, porque nunca el Vicario de Cristo cederá a la herejía. El Papa, ahora, debe sacar lo mejor de una mala situación, con los pocos colaboradores que tiene a su disposición, para liberar a la Iglesia del modernismo, y así estimularla de una vez por todas a seguir el camino de la verdadera implementación del Concilio.

----------Si nos fijamos en la historia de lo que ha ocurrido en estos últimos sesenta años, es ahora posible advertir un gradual y sistemático fortalecimiento, en el interior mismo de la Iglesia, de esa corriente neo-modernista (pariente de la corriente modernista de la época de san Pío X), cuyas finalidades son cada vez más claras, porque, por lo demás, son objetivos que esta corriente expresa hoy abiertamente, sintiéndose a estas alturas segura de poder dominar toda la estructura eclesial y reducirla a sus metas.
----------Como se ha podido comprobar ahora, a partir de estudios históricos recientes, todo ha comenzado con la infiltración de elementos cripto-modernistas, que estaban bien organizados a nivel mundial, especialmente entre los peritos del Concilio Vaticano II, personajes que en su mayoría habían sido censurados en su momento por el papa Pío XII, un pontífice siempre vigilante de estos peligros, pero que bajo el pontificado del papa san Juan XXIII, engañando al mismo Romano Pontífice, tuvieron estos elementos, mediante oscuras y astutas maniobras, la posibilidad de colaborar oficialmente en las labores del Concilio.
----------De modo que, si se mira bien, se ha tratado de una verdadera y propia venganza de aquel nunca adormecido modernismo, el cual, como he dicho, en su momento había sido condenado por el papa san Pío X. Pero en esta oportunidad, hace de esto sesenta años atrás, el modernismo pensó que había llegado el momento de renacer, aprovechándose del hecho de que uno de los propósitos principales del Concilio, por expresa declaración del papa Juan, era el de un diálogo o encuentro con la modernidad.
----------Obviamente, el Romano Pontífice entendía el proyecto conciliar como una confrontación o encuentro crítico, sobre la base del precedente inmutable patrimonio de la doctrina católica, teniendo en cuenta los errores ya condenados. A la luz de tal sacro e intangible patrimonio se debía hacer un cribado sabio, prudente y valiente, para asumir lo positivo y rechazar lo negativo, de modo similar a como el organismo sano, cuando se alimenta, asume lo que lo nutre y evacua los elementos inútiles o dañosos.
----------Naturalmente, los elementos del renacido modernismo que habían logrado estar presentes en el Concilio, tuvieron que actuar con suma circunspección, con la máxima cautela, para evitar ser descubiertos, pero varias veces tuvieron la audacia de proponer abiertamente sus planes, cosa que naturalmente suscitó la oposición de los miembros más sabios y equilibrados de la asamblea conciliar, por lo que que aquellos planes revolucionarios y corruptores lograron ser frustrados. Y al fin y al cabo, ¿cómo hubiera podido ser de otra manera, dada la presencia en el aula conciliar de la luz del Espíritu Santo?
----------Así sucedió que los neo-modernistas, trabajando de todos modos como peritos teólogos asesorando a obispos particulares o a enteras asambleas episcopales nacionales, terminaron por dar una contribución positiva a las labores conciliares, sin que les haya sido posible hacer desviar, como a ellos les hubiera gustado, la barca de Pedro, sino, por el contrario, permitiendo al Concilio ese enfoque típicamente progresista o, por así decirlo, sanamente progresista, que ha sido uno de los méritos principales del Concilio Vaticano II y por el cual ha permanecido en la historia: hacer avanzar a la Iglesia en el conocimiento de la verdad y en el desarrollo de la santidad, algo por lo demás obligatorio para todo buen católico, guiado por Cristo "a la plenitud de la verdad". El Concilio nos enseña así a ser modernos, pero al mismo tiempo nos preserva, precisamente con una sana modernidad, de las diabólicas trampas del modernismo.
----------Pero, ahora la pregunta es: ¿qué ha sucedido después del Concilio? Las cosas son ahora bien conocidas por todos: estos neo-modernistas, que entonces se hacían llamar a sí mismos "progresistas" para darse una etiqueta aceptable, comenzaron gradualmente, todavía cautelosamente, pero con extrema determinación, a salir al descubierto, aprovechándose de un clima de ingenuo optimismo que se había extendido en el episcopado mundial, el cual en general se había convencido de que había llegado la era del diálogo y del encuentro de la Iglesia con el mundo moderno. Por esta razón se bajaron las defensas y aquel obispo que aún recordaba la necesidad de vigilar y estar atento al error, comenzó a ser visto o como un fastidioso "profeta de calamidades" o como un atrasado, un superado por la historia y un detenido en el preconcilio, un cerrado al soplo del Espíritu Santo, que ya habría iniciado un "nuevo Pentecostés" en la Iglesia.
----------En tal modo, gradual pero irresistiblemente, en gran parte a causa de una carencia de discernimiento y como consecuencia de una falta de intervención por parte del episcopado, temeroso de ser considerado como retrógrado o reaccionario, se comenzó a crear, clandestinamente, una especie de iglesia en la Iglesia, en cuanto que, si en el inmediato postconcilio se dio la famosa "contestación" o desprejuiciada "protesta" de la juventud desenfrenada, de individuales sacerdotes que huían hacia el matrimonio, de religiosos estrafalarios y ruidosos, y de teólogos rebeldes, sobre todo en las así llamadas "comunidades de base", un fenómeno bárbaro que despertó unánime desaprobación por su evidente inmundicia, hasta que se llegó incluso al terrorismo rojo de los años '70 (bien conocido entre nosotros, los católicos argentinos, en lo que Carlos Sacheri llamó la "iglesia clandestina"), en cambio, desde los años '80, los modernistas cambiaron de táctica.
----------Mantuvieron en sustancia los principios revolucionarios y subversivos que habían animado el '68, pero, a fin de atraer la estima del episcopado y de los católicos normales, comenzaron a fingir una engañosa moderación con afectado desprecio por los extremistas, pero en realidad reforzando una acción subversiva, ahora más insidiosa y peligrosa, de demolición y falsificación de la Iglesia católica con la intención de sustituirla por una falsa "iglesia" de marca gnóstica y masónica, como he denunciado en varias ocasiones.
----------De esta manera, el neo-modernismo comenzó a infiltrarse, no solo en el bajo clero, entre los religiosos y entre la gente, sino también en el alto clero y en los ambientes de la cultura católica, sobre todo entre los teólogos y los exegetas, y finalmente, en años recientes, entre los Obispos y los Cardenales. El objetivo de los modernistas, ya declarado por el famoso Ernesto Bonaiuti de la época de san Pío X, era y es el de "convertir a Roma". Se repite así el diseño de antiguos herejes, como por ejemplo el de Giordano Bruno, que llegó a Italia desde el extranjero con la intención de convencer al Papa de sus teorías. Así se ha creado esa especie de "magisterio paralelo" del cual hablaba el papa san Paulo VI: la clara meta era sustituir a los obispos por los teólogos y los exegetas, según una perspectiva, por lo demás, de origen protestante.
----------Hoy un Giordano Bruno probablemente enseñaría en alguna Facultad Pontificia, claro que con alguna precaución, y sólo causaría alguna sorpresa (aunque no demasiada) en reducidos ambientes de fieles, o bien sería invitado a hablar en el Cortile dei Gentili, del cardenal Gianfranco Ravasi. Sin embargo, sabemos de qué trágico modo terminó luego Giordano Bruno, y, por supuesto, debemos lamentarlo.
----------Lo que intento decir es que, hoy por hoy, los modernistas, que han alcanzado posiciones de poder un poco por todas partes, se sienten en el deber de ejercer también ellos, como alternativa a la Congregación para la Doctrina de la Fe, considerada por ellos actualmente superada y preconciliar, un poder coercitivo que a sus ojos refleja verdaderamente la voluntad de Dios y la voz del Espíritu Santo. Vale decir: los actuales modernistas se han configurado como una verdadera inquisición, con todo su poder.
----------En tal modo, y a estas alturas, muchos de nosotros, católicos, fieles al Magisterio y al Romano Pontífice, comenzamos a pagar el precio, pues en realidad ha dado inicio una nueva inquisición que, si bien ya no dispone de instrumentos físicos de tortura como en otras épocas, no obstante se vale de las artes psicológicas más refinadas para difamar, calumniar, marginar y destruir moralmente a aquellos pobres católicos que no desean más que servir a Nuestro Señor Jesucristo y a las almas, en la fidelidad a la verdadera Iglesia y al Papa y seguir contando con la ayuda y la eficacia de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
----------Entre la Congregación para la Doctrina de la Fe y la inquisición modernista existen semejanzas, pero en realidad son más grandes las diferencias, y de hecho los contrastes son, digamos, más radicales: entrambas se proponen defender una doctrina; entrambas, si es necesario, recurren a la coerción. Sin embargo, mientras la C.D.F. defiende la fe contra la herejía, la inquisición modernista defiende la herejía contra la fe. En cuanto a los métodos disciplinares, la diferencia radica en el hecho de que mientras la C.D.F. goza de la plenitud del derecho y, por lo tanto, actúa abiertamente, a la luz del sol, según el Derecho Canónico, en el respeto de las normas aprobadas por la Iglesia, la inquisición modernista carece de fundamento jurídico, y a causa de esto no duda en recurrir a la violencia y a medidas injustas, aunque al mismo tiempo los modernistas se enorgullecen de ser los hombres del diálogo, del pluralismo y de la apertura a la diversidad.
----------Así que lo que verdaderamente sucede hoy es que la fuerza adversa más temible a la que tiene que hacer frente la Congregación para la Doctrina de la Fe, es este abrumador contrapoder modernista, el cual se vale de estructuras internas a la propia Iglesia. Esta es la estructura clandestina más peligrosa, que es necesario abatir a fin de que todo el Pueblo de Dios (o sea, jerarquía y laicado fieles) sea protegido de la herejía, y la Congregación para la Doctrina de la Fe pueda desarrollar eficazmente su propia labor.
----------Ciertamente, la barca de Pedro, la Iglesia conducida por el Romano Pontífice, parece estar enfrentando una lucha desigual. Los poderes demoníacos están hoy desenfrenados, con la propagación de lo que san Pablo llamó "doctrinas diabólicas" y demonios disfrazados de ángeles de la luz (2 Corintios 11,14). El caso es que, como muchos hoy no creen en la existencia del demonio, faltan las defensas adecuadas, por lo cual muchos se convierten, quizás sin darse cuenta, en los instrumentos de Satanás, aunque se trate de Obispos o Cardenales. Solo el Papa resiste, y no podría ser de otra manera, pero sus verdaderos colaboradores son pocos: un puñado de héroes asediados por fuerzas que parecen prevalecer.
----------El sueño de los modernistas es el mismo que las viejas fantasías de Giordano Bruno y de Ernesto Bonaiuti: poder convencer (es decir, engañar) al Romano Pontífice. Pero este designio satánico (como cuando el demonio intentó hacer caer a Nuestro Señor Jesucristo), designio que es el máximo plan de la impiedad, del sacrilegio y de la ilusión, será frustrado por Dios, si los modernistas persisten, con un terrible castigo. Nosotros también estamos cerca del Vicario de Cristo, hoy sufriendo por la traición de algunos de sus propios colaboradores. Sostengámoslo, obedezcámoslo a cualquier precio por encima de cualquier superior que nos ordene lo contrario o nos dé un mal ejemplo, y escaparemos a la masacre.
----------Los modernistas son soberbios, arrogantes, prepotentes, seguros de sí mismos: ¡ay de quienes los desobedecen!, porque impregnados a veces de doctrinas idealístico-panteístas, se consideran o la divinidad o en todo caso una aparición ("teofanía") de la misma divinidad, sujetos de la "mirada divina", como en Hegel o Severino, mientras que para ellos el Papa, el Magisterio y la Congregación para la Doctrina de la Fe cuentan como el dos de triunfo, vale decir, nada. Pero preguntémonos: ¿acaso este estado de cosas está destinado a durar mucho tiempo? ¿Acaso el Dios del Cielo se limita solo a mirar o se ha olvidado de su Iglesia, del grito de los pobres y de los oprimidos y de la salvación de la humanidad?

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