jueves, 11 de noviembre de 2021

El lobby gay eclesiástico también tiene su brazo armado teológico. Lo que faltaba: ¡Santo Tomás de Aquino homosexualista!

Los grupos de presión homosexualistas (el llamado lobby gay) insertos en la Iglesia, también han presionado y siguen presionando desde la teología, pretendiendo dar un fundamento teológico, en supuesta armonía con la divina Revelación, al placer homosexual. Incluso no han faltado quienes se han atrevido a afirmar que santo Tomás de Aquino considera lícito el placer homosexual voluntario. ¿Qué hay de verdad en esto?

----------Los grupos de presión en pro de la homosexualidad legalizada son poderosísimos en el mundo que nos toca vivir. Para advertirlo basta con ver la actual difusión de sus ideas y presupuestos en los grandes medios de comunicación y de manipulación de las grandes masas populares y de las conciencias individuales: las redes sociales, la televisión en sus diversas modalidades actuales, la interpretación unívoca (pensamiento único) que se da a las noticias del día a día, los libros y las revistas, áreas todas sostenidas y controladas desde el poder político internacional, y los gobiernos nacionales salvo contadas excepciones.
----------El pensamiento y la práctica homosexualista se ha introducido en la Iglesia desde hace tiempo. En un puñado de artículos de días atrás hemos reflexionado sobre algunos aspectos de lo que se ha dado en llamar el lobby gay eclesiástico, sea cual sea el peso de su existencia en el seno del cuerpo eclesial hoy por hoy, y sean cuales sean las formas que asumen esos grupos de presión a nivel jerárquico. En particular nos hemos referido a la homosexualidad en el clero y en la institución formadora del clero: el seminario. Al abordar este aspecto es inevitable la referencia a la teología. Ahora bien, el caso es que no faltan hoy filósofos y teólogos que en estos últimos años vienen pretendiendo dar fundamento racional en favor de las desviaciones homosexuales, incluso argumentando basarse nada menos que en santo Tomás de Aquino.
----------Hace unos pocos años atrás, el teólogo dominico Adriano Oliva publicó en Francia un libro titulado Amours (Cerf, París, 2015), que de inmediato fue traducido al italiano y publicado con el título: L’amicizia più grande. Un contributo teologico alle questioni sui divorziati risposati e sulle coppie omosessuali, La amistad más grande. Una contribución teológica a las cuestiones sobre los divorciados vueltos a casar y sobre las parejas homosexuales (edición Nerbini, Florencia, 2015).
----------Pues bien, en este libro Oliva no vacila en sostener que santo Tomás de Aquino, quien es considerado por el Magisterio nada menos que el Doctor Communis Ecclesiae, "aborda también la cuestión de la inclinación sexual de una persona hacia personas del mismo sexo, y la considera connatural a la persona tomada en su individualidad". Por supuesto, el autor muestra sus argumentos para lo que afirma.
----------Oliva deduce que, tratándose de placer natural y, dado que santo Tomás de Aquino considera lícito lo que es según naturaleza, Tomás admitiría la licitud del placer homosexual voluntario. Además de esto, se trataría de respetar las exigencias del individuo, como si la heterosexualidad no fuera una obligación para todos y en cambio, quien tiene la tendencia homosexual debe ser libre para poderla actuar. Pero esto, como veremos, no es en absoluto el pensamiento del Aquinate, quien no considera de ningún modo la homosexualidad una opción como cualquier otra, sino un pecado grave "contra la naturaleza".
----------De hecho, el padre Oliva no tiene en cuenta que, para Tomás de Aquino, un placer, para ser considerado lícito, debe ser acorde a la razón, por lo cual no basta con colocarlo en el plano ontológico o psicológico del individuo, sino que es necesario que sea super-individual, es decir, de acuerdo a la razón, correspondiente a las finalidades de la vida humana. Y esto es precisamente el bien moral.
----------El error de interpretación de Oliva radica en creer que Tomás se contente con la consideración ontológica del bien o del placer para aclarar la cuestión de lo lícito y de lo ilícito, que es la cuestión moral, llegando así a reducir lo moral a lo ontológico. Dado que Tomás habla para el homosexual de un placer "natural", basta este simple hecho para que el padre Oliva crea que Tomás legitime el placer homosexual.
----------El padre Oliva basa su interpretación del pensamiento de Tomás de Aquino en algunas consideraciones que el Aquinate hace en la I-II de la Summa Theologiae (q.31, a.7), donde Tomás se pregunta si existen placeres innaturales (non naturales). Y responde que ciertamente existen; y entre estos está precisamente la homosexualidad, que santo Tomás condena a clara letra y sin medios términos como un grave pecado "contra naturaleza". El homosexual, sin embargo, observa el Aquinate (y es aquí precisamente donde Oliva se ha engañado) advierte su tendencia como "connatural".
----------En general, desde el punto de vista psicológico, el placer sensible (delectatio sensibilis), para santo Tomás, es un movimiento del apetito sensitivo, que prueba satisfacción por un acto cumplido o un bien (bonum delectabile) conseguido y poseído. Tal placer se verifica normalmente tanto cuando el sujeto consigue un fin natural o normal, por ejemplo la procreación, como cuando en cambio busca solo el placer por sí mismo, independientemente de la búsqueda del fin natural de la sexualidad, por ejemplo independientemente o en contra de una procreación conveniente y honesta, como sucede en los pecados de lujuria (Summa Theologiae, II-II, q.153). Para Tomás, el placer sensible ha sido creado por Dios en el hombre y en los animales para orientarlos al cumplimiento de los actos y a la consecución de los fines y de los medios de la vida: fundamentalmente la salud, la alimentación y la reproducción de la especie.
----------Existe también un placer espiritual, experimentado por el intelecto, por la voluntad y por la conciencia, que santo Tomás de Aquino llama gaudium, gozo o alegría, el cual, de modo similar al placer físico, pero en modo más íntimo, estable y gratificante, porque precisamente es de la persona, estimula el espíritu al cumplimiento del bien y lo sigue, hasta el punto de caracterizar, en su vértice supremo, la nota propia de la visión beatífica. El animal está guiado en su conducta por la simple atracción del placer y por el escape del dolor. Para el hombre, en cambio, esto no basta, tanto más porque esta dinámica del placer y del dolor, como consecuencia del pecado original, se ha deteriorado, por lo cual sucede que nos complacen ciertos pecados y nos repugnan ciertas acciones honestas. Así sucede que la atracción del placer a menudo nos empuja hacia actos pecaminosos. El hombre, por lo tanto, como enseña santo Tomás, para actuar moralmente bien y virtuosamente, de acuerdo con la dignidad humana, debe moderar con la recta razón, sobre la base de la ley moral, el placer, efecto de las pasiones, en modo tal modo que el placer sea de ayuda y no de obstáculo al cumplimiento de las buenas acciones (Summa Thelogiae, I-II, q.24).
----------La virtud que realiza esta tarea es la templanza (Summa Theologiae, II-II, qq.141-142). El problema que la templanza debe afrontar es hacer en modo que la tendencia o el deseo del placer contribuya al ejercicio de la virtud, lo ayude, lo facilite, lo fortalezca y lo favorezca. La templanza debe favorecer en el momento justo y en el lugar adecuado los deseos y los placeres honestos y frenar o limitar o reprimir por completo los deseos y los placeres malos o inapropiados, fuera de tiempo (como dice el sabio Kohèlet: "Hay un tiempo para abrazar y un tiempo para abstenerse del abrazar", 3,5) o fuera de lugar. Debe saber regular y moderar el placer según las circunstancias y los actos permitidos u ordenados. Santo Tomás de Aquino, por lo tanto, rechaza tanto el principio hedonista: "cuanto más, mejor es", como el rigorismo encratista estoico-origenista: "¡A la muerte con el placer! ¡A la muerte con el sexo!". Los encratistas eran herejes de los primeros siglos (de ellos habla san Ireneo de Lyon en su De haeresibus), que consideraban el placer sexual o incluso el sexo como obra del demonio o al menos como castigo del pecado original.
----------En cambio, sabemos bien que el papa san Paulo VI, en la encíclica Humanae Vitae, de 1968, retomando y haciendo suyos los principios de la ética filosófica tomista, no tiene problemas en decir que el acto conyugal expresa el amor y favorece el amor. Mientras que la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la declaración Persona Humana del 21 de enero de 1976, incluso comienza asumiendo un aspecto válido del freudismo, diciendo que: "en el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual".
----------Está muy claro, por lo tanto, que por ejemplo dos esposos pueden dar libre curso al placer cuando se unen, mientras que si, por el contrario, debiera surgir el placer durante la celebración litúrgica por ejemplo, el placer debe ser inmediata y totalmente reprimido. Para cortar de raíz esta eventualidad, en la liturgia antigua, como explica el propio santo Tomás, estaba prohibido a la mujer celebrar en la Misa la liturgia de la Palabra o predicar en la iglesia (Summa Theologiae, II-II, q.187, a.2). Quizás se podría preguntar qué remedio opone esto a la concupiscencia femenina. Las mujeres eran quizás consideradas más capaces de autocontrol. Quizás sea para mantener a la mujer al reparo del peligro, ya que en la liturgia oriental existe el iconostasio, que oculta a los fieles la vista del celebrante.
----------Pero no nos vayamos tanto del tema, y para permanecer en la cuestión que nos interesa, es decir, de la emotividad o energía sexual, Tomás parangona esta pasión a una especie de energía calorífica. De hecho, se repiten en el habla corriente expresiones como "fuego" o "calor" de la pasión. Son metáforas que transmiten la idea. Por lo tanto, así como el calor debe regularse con el termostato, así también el placer sexual. La razón tiene la tarea, similar a la de un termostato, de disminuirlo, cuando es excesivo, para no caer en la lujuria y de aumentarlo cuando es escaso. En este segundo caso, Tomás habla de insensibilitas, que podríamos traducir por "frigidez" (Summa Theologiae, II-II, q.142, a.1). Esta es temática del matrimonio.
----------Para Tomás, un placer es natural cuando está de acuerdo con la naturaleza. Pero esto puede suceder de dos modos: o bien según la naturaleza física del hombre, como por ejemplo el placer de la comida o el placer sexual; o bien según la naturaleza racional, como por ejemplo el placer de la virtud o del saber. El placer, en cambio, es innatural (non naturalis) o contra natura (contra naturam), cuando no respeta los fines del hombre y por tanto su verdadero bien. Y, por consiguiente, no es según la recta razón.
----------Para el Aquinate, un placer puede ser natural física o moralmente. Por ejemplo, el placer sexual es físicamente natural, si viene de la unión del hombre con la mujer. Pero esto no quiere decir aún que lo sea según naturaleza o según razón, en el respeto de la ley natural, ya que incluso en el adulterio, en la poligamia y en el concubinato se supone que existe una unión sexual normal o natural, y no por ello. el placer que se experimenta es moralmente bueno. En cuanto al placer sexual, puede ser, según Tomás, innatural en dos planos: en el plano de la razón y en el plano de la naturaleza física o animal. Puede ser innatural a nivel de la razón y seguir siendo natural a nivel animal, por ejemplo, el concubinato entre hombre y mujer. O bien, además de ser contra razón, también puede ser contra la naturaleza animal. Y aquí tenemos la homosexualidad, que está en contra de la naturaleza a doble título; contra la razón y contra el plano animal de la persona.
----------Santo Tomás de Aquino admite aquí que existen placeres connaturales según el individuo, precisando sin embargo que, si estos placeres son contrarios al bien de la naturaleza humana (contra naturam hominis), a la cual el individuo pertenece o que él posee, se verifica en el propio individuo una corrupción de su misma naturaleza individual, por lo cual, aunque tales placeres puedan ser agradables para el individuo, son de hecho innaturales también para él, propter aliquam corruptionem naturae in eo existentem, a causa de la naturaleza humana que existe en él. Y Tomás da el ejemplo de aquellos que "por su costumbre se deleitan en comer carne humana, en el coito con las bestias o con los machos" (propter consuetudinem aliqui delectantur in comedendo homines vel in coitu bestiarum vel masculorum).
----------Tomás admite también, y sin dudarlo, que lo que está de acuerdo con la naturaleza, es placentero, y de por sí es lícito y honesto. Sin embargo, el Aquinate nos recuerda que aquellos placeres que, en el individuo, son agradables a su naturaleza individual en cuanto corrupta, no son placeres "simpliciter loquendo", sino sólo "secundum quid", es decir, no pueden ser placeres humanos en sentido pleno y absoluto, bajo todos los aspectos, porque frustran las finalidades de la naturaleza humana. Sino que son placeres sólo como estados emotivos, no ordenados al verdadero bien del hombre. Por eso no son placeres lícitos y honestos, sino prohibidos y pecaminosos. Y precisamente el placer homosexual es uno de ellos.
----------Ahora bien, aquí es necesario prestar atención para evitar un equívoco, del cual lamentablemente el padre Adriano Oliva no parece escapar. De hecho, la impresión que se podría sacar de estas consideraciones de santo Tomás de Aquino, podría ser el siguiente falso razonamiento:
----------Premisa mayor: Es lícito y moralmente bueno aquello que es conforme a naturaleza, aquello que es connatural. Premisa menor: Pero la sodomía, o bien el ejercicio de la homosexualidad, es conforme o connatural a la naturaleza individual del homosexual. Conclusión: Por lo tanto, esta práctica puede ser considerada lícita y buena para ese individuo de acuerdo con sus particulares exigencias o inclinaciones.
----------Excepto que, sin embargo, para santo Tomás, un acto humano es lícito y bueno, si es la aplicación, por parte del individuo, de la norma moral, que es regla universal del actuar, ley igual para todos, porque es ley de la naturaleza humana como tal, naturaleza idéntica en todos; y por lo tanto, todos los individuos, en cuanto miembros de la especie humana, están obligados a observarla. Por eso, un pecado según la especie, para Tomás, es pecado también para el individuo que lo comete.
----------El bien connatural al individuo es regla moral solo si es aplicación de la ley universal. Está claro que la comida que nutre a un anciano de 90 años no puede ser un bien para él del mismo modo que la comida que alimenta a un olímpico de 20 años. Pero tanto uno como otro deben obedecer la ley que ordena a todos nutrirse convenientemente. Ahora bien, la homosexualidad no es simplemente una buena conducta, adecuada al homosexual, diferente de la norma heterosexual, hecha especialmente para el heterosexual. Sino que es una conducta contraria a la ley universal de la naturaleza humana, que incluso el homosexual debe intentar practicar, por mucho esfuerzo que le cueste. Este es el pensamiento impecable del Aquinate.
----------Esto no impide in genere la existencia y la necesidad de ciertas leyes o ciertos privilegios particulares y positivos, establecidos por la autoridad humana, civil o eclesiástica, para ciertos grupos particulares de personas, en particulares circunstancias o en particulares lugares o en particulares períodos históricos. Pero tales leyes son vinculantes sólo si constituyen la determinación de las más amplias, universales e inmutables leyes morales, reguladoras de la conducta de toda persona humana, en cuanto tal.
----------La ley positiva puede y debe, si es necesario, según la prudencia del legislador, regular con clemencia, equidad, gradualidad, sentido de humanidad o tolerancia o con finalidades educativas o reeducativas, de modo a veces excepcional, también la conducta de personas, que no por mala voluntad, sino por límites de la voluntad, por situaciones irresolubles, por causa de fuerza mayor, por obstáculos insuperables, por inmadurez humana, por ignorancia o por objetivas incapacidades físicas, psicológicas o morales, no son capaces de cumplir la ley en todo su rigor y en la altura de las exigencias que esa ley impone.
----------Ciertamente, casos humanos particularmente delicados y dignos de atención por parte de la Iglesia y de la sociedad civil (particularmente de sus autoridades), por las proporciones que hoy están asumiendo, son indudablemente los casos de los divorciados vueltos a casar y los casos de las convivencias de homosexuales. De ambos casos trata el libro del dominico Adriano Oliva.
----------Aunque la sodomía siempre sigue siendo un grave pecado, el Estado hoy se está orientando a conceder un status jurídico o alguna forma de reconocimiento a los convivientes homosexuales. ¿Qué hará la Iglesia? ¿Podrá conceder los sacramentos? Los dos, para estar en gracia de Dios, ¿se deben dejar o pueden vivir juntos? ¿Son capaces de renunciar o la Iglesia debe tolerar su convivencia? ¿Y qué pastoral adoptar?
----------Desde el 2015, año en que se publicó el libro del padre Oliva, ha corrido agua bajo los puentes. Ese mismo año, el sínodo de los obispos, después de un trabajo muy complejo, un examen en profundidad de las situaciones y una discusión densa y animada, con momentos de fuerte tensión, ha visto emerger varias propuestas e iniciativas, que luego fueron examinadas por el papa Francisco. No sé, sin embargo, si los obispos, muy ocupados en aquel momento con el problema de los divorciados vueltos a casar, hayan prestado suficiente atención al problema de los homosexuales convivientes y quizás con hijos adoptados o hijos de un precedente matrimonio o hijos engendrados artificialmente.
----------Posteriormente el Santo Padre emanó la exhortación apostólica Amoris laetitia, la cual, más allá del esclarecimiento sobre muchos aspectos del matrimonio y la familia, no resolvió las cuestiones que aquí nos ocupan. Sin embargo, el Magisterio pontificio ha seguido adelante, y todos esperamos con confianza en las decisiones del Romano Pontífice, sean las que sean, en la certeza de tener una luz, un aliento, un consuelo y la indicación del camino a recorrer para poner en práctica el Evangelio. En tal sentido, como católicos, siempre debemos esperar que el Santo Padre, con la ayuda del Espíritu Santo, tenga la fuerza para recompactar al mundo católico, hoy lacerado entre dos partidos opuestos, el ultraconservador y el modernista.
----------En tal sentido, el Santo Padre ya se ha referido en repetidas ocasiones a la necesidad de que la legislación civil del Estado atienda a la situación particular de esos casos. Lo que no significa equiparar los casos de los divorciados vueltos a casar o de los convivientes homosexuales, al sacramento del matrimonio, de ninguna manera. Al respecto, me animo a publicar el siguiente texto, suponiento que el lector advierta que se trata de meras palabras extemporáneas del Santo Padre, tan sólo expresadas improvisadamente, en la entrevista periodística informal que el Papa ofreció en el regreso de su último viaje apostólico, conteniendo algunas ambiguedades, giros expresivos y hasta ironías y bromas del momento:
----------"He hablado claramente sobre esto. El matrimonio es un sacramento. La Iglesia no tiene el poder de cambiar los sacramentos tal y como los instituyó el Señor. Son leyes que intentan ayudar a la situación de muchas personas, de diferente orientación sexual. Y esto es importante, que ayudemos a la gente. Pero sin imponer cosas que, por su naturaleza, no funcionan en la Iglesia. Pero si quieren vivir juntos -una pareja homosexual- los Estados tienen la posibilidad civil de sostenerlos, de darles seguridad de herencia, de salud. Los franceses tienen una ley al respecto, no sólo para los homosexuales, sino para todas las personas que quieran asociarse. Pero el matrimonio es el matrimonio. Esto no significa condenar a las personas que son así, no, por favor, son nuestros hermanos y hermanas. Debemos acompañarlos.
----------Pero el matrimonio como sacramento está claro. Que existan leyes civiles que, por ejemplo, tres viudas que quieren asociarse en una ley para tener el servicio de salud, para tener luego la herencia entre ellas, pero estas cosas se hacen. Se trata de los Pacs franceses, pero nada que ver con las parejas homosexuales; las parejas homosexuales pueden utilizarlo, pueden usarlo, pero el matrimonio como sacramento es hombre-mujer. A veces, en lo que decía, hay confusión. Sí, debemos, todos por igual, respetar a todos; el Señor es bueno y salvará a todos. No lo digas en voz alta [risas], pero el Señor quiere la salvación de todos. Pero, por favor, no hagas que la Iglesia reniegue de su verdad. Muchísimas personas con orientación homosexual se acercan al sacramento de la penitencia y se acercan a pedir consejo a los sacerdotes, y la Iglesia los ayuda a seguir adelante en sus vidas, pero el sacramento del matrimonio no va".
----------La consulta del pensamiento de santo Tomás de Aquino, en una situación eclesial agitada, confusa y tempestuosa como la actual, se presenta siempre útil, no ciertamente para pedirle soluciones concretas a problemas y situaciones que él no pudo conocer y sobre los cuales en cualquier caso no se ha pronunciado, sino para poner en juego nociones y principios teológicos, antropológicos, morales y psicológicos, por no decir metafísicos, de los cuales no se puede prescindir, para comprender el verdadero sentido de las cuestiones, y encontrar la solución justa, adecuada, en la fidelidad a Cristo y al Magisterio de la Iglesia.
----------Sin embargo, para que Tomás pueda desarrollar en el mundo de hoy su preciosísima misión de Lumen Ecclesiae, como fue definida por el papa san Paulo VI (carta Lumen Ecclesiae al padre Vincent de Couesnongle, Maestro de la Orden de Frailes Predicadores, del 20 de noviembre de 1974), debe ser presentado en su pureza y autenticidad, y por lo tanto, renunciando a hacer de Tomás de Aquino un precursor de Kant, de Hegel, de Severino o de Freud, aunque la amplitud, perenneidad y universalidad de su pensamiento nos permita asumir críticamente cuanto exista de válido en el pensamiento moderno, como ha señalado muchas veces Jacques Maritain (Le Docteur Angélique, Desclée de Brouwer, Paris 1930).
----------Por otro lado, es necesario decir con franqueza que, lamentablemente, el padre Oliva, tal vez creyendo comprender y abordar con caridad la particular situación de los homosexuales, a fin de reconocer su dignidad humana, y proponer una solución ad hoc, ha presentado en cambio una infeliz distinción entre individualidad y especie en el campo moral, concediendo al individuo lo que negado a la especie; y, arriesgando así una ética individualista, que confunde el bien moral (individuo) con el bien ontológico (especie), malinterpreta completamente el pensamiento del Aquinate, haciéndole decir lo opuesto de lo que de hecho dice.
----------El padre Adriano Oliva pasa por alto las claras expresiones de santo Tomás de Aquino con las cuales viene expresamente condenada la homosexualidad, considerándolas Oliva superadas e hijas de su tiempo; mientras que, según este fraile dominico, el verdadero y profundo pensamiento de Tomás daría un aval "metafísico" a la homosexualidad, donde él habla del "bien connatural al individuo", sin tener en cuenta el hecho de que el Aquinate aquí habla explícitamente de naturaleza individual "corrupta".
----------Para el padre Oliva, Tomás escondería, bajo la condena explícita ligada a su tiempo, una real, implícita legitimación de la homosexualidad, basada sobre las exigencias de la dignidad ontológica del individuo. Pero los argumentos del padre Oliva no son convincentes, por lo cual es bueno ceñirse a lo que dice explícitamente Tomás sobre la base del cuadro general de su ética correspondiente a las exigencias del Evangelio. De hecho, de la interpretación del padre Oliva se deriva una sorprendente justificación de la homosexualidad, mientras que el Aquinate en realidad, con argumentos incontrovertibles, demuestra la ilicitud de la sodomía, además en un cuadro teológico y moral, en el cual a cada hombre es dado un espacio para tomar conciencia de la imagen de Dios, que lleva en sí mismo, para reformarla con la gracia de Cristo y abrirla a su misericordia.

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