lunes, 8 de noviembre de 2021

Toda desventura es un castigo divino, pero "lo que parece un castigo, se revelará una gracia, una nueva demostración del amor de Dios por nosotros" dice el papa Francisco (1/3)

Sorprende que habiendo pasado ya varios días, no haya sido vertido al español el texto de la homilía del Santo Padre del pasado 4 de noviembre, en que nos ha propuesto, con palabras mejor expresivas de nuestra Fe, una manera (distinta a la manera meramente humana) de mirar la desventura, la desgracia, el sufrimiento y la muerte, particularmente en este tiempo de pandemia.

El papa Francisco y la mirada cristiana hacia la desventura
   
----------Con palabras sentidas y de sugestivas implicancias, que se adentran en el misterio de la Creación y Redención (algo no siempre advertible para quien se queda en la literalidad del discurso), el papa Francisco ha expresado este 4 de noviembre, en la homilia de la Misa en sufragio de los cardenales y de los obispos fallecidos a lo largo de este año, una reflexión que parece tener mucho de testimonio personal:
----------Comienza el Santo Padre por referirse a la primera lectura de la Misa, en la que "escuchamos esta invitación: 'Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor'. Esta actitud no es un punto de partida, sino de llegada. De hecho, se llega al final de un camino, un camino accidentado, que ha hecho madurar. Se llega a comprender la belleza de confiarse en el Señor, que nunca falla a sus promesas".
----------Todos, como el autor del Libro de las Lamentaciones, hemos podido madurar en esta pandemia, y el Papa, que en esta homilía se refiere a la pandemia que sufrimos desde hace casi dos años, también parece hacernos una confidencia: "la confianza en Dios... proviene de la experiencia y madura en la paciencia, ...y para que esto suceda es necesaria una larga transformación interior que, a través del crisol del sufrimiento, lleve a saber esperar en silencio, es decir, con paciencia confiada, con alma apacible. Esta paciencia no es resignación, porque se alimenta de la espera del Señor, cuya venida es segura y no defrauda".
----------De inmediato, el Santo Padre vuelve a referirse a la pandemia como tiempo de prueba, tal como lo había hecho en la homilía de la Misa Crismal del pasado jueves santo, expresando ahora: "Queridos hermanos y hermanas ¡qué importante es aprender el arte de esperar al Señor! Esperándolo dócil y confiadamente, ahuyentando fantasmas, fanatismos y clamores; preservando, especialmente en tiempos de prueba, un silencio cargado de esperanza. Así es como nos preparamos para la última y más grande prueba de la vida, la muerte. Pero primero están las pruebas del momento, está la cruz que tenemos ahora, y por la cual le pedimos al Señor la gracia de saber esperar allí, allí mismo, su salvación que viene".
----------Refiriéndose siempre al texto de Lamentaciones, el papa Francisco dice luego que "viviendo el dolor, quien está cerca del Señor ve que Él desencripta el sufrimiento, lo abre, lo transforma en una puerta a través de la cual entra la esperanza", y esto "no ocurre porque los problemas hayan desaparecido, no, sino porque la crisis se ha convertido en una misteriosa ocasión de purificación interior".
----------Deberían tomar nota de estas frases los buenistas, que durante esta pandemia han hecho malabarismos para invertir el sentido de la Escritura y negándose a expresar ni siquiera lo que aquí expresa el Papa, ellos, precisamente, tantos obispos y sacerdotes que tan dispuestos están siempre a repetir como loros los discursos del Papa cuando, en la ambigüedad que suelen tener en la superficie, pueden ellos manipularlos hacia sus propósitos ideológicos buenistas y misericordistas, pero que se han preocupado bien de no citar al Santo Padre cuando meses atrás se ha atrevido a hablar de "prueba" para referirse a la pandemia. ¿Acaso podemos esperar que lo citarán ahora que habla de "castigo"? Por cierto, llama poderosamente la atención que vayan pasando los días y el texto de esta homilía todavía no aparezca en castellano.
----------"El pasaje a través de la prueba, si es vivido al calor de la fe, a pesar de su dureza y las lágrimas, hace que nosotros renazcamos y nos encontremos diferentes al pasado... La prueba renueva, porque hace caer mucha escoria y nos enseña a mirar más allá, más allá de las tinieblas, a tocar de primera mano que el Señor verdaderamente salva y que tiene el poder de transformar todo, incluso la muerte".
----------"Dios nos deja atravesar cuellos de botella no para abandonarnos, sino para acompañarnos. Sí, porque Dios acompaña, sobre todo en el dolor, como un padre que hace crecer a su hijo manteniéndose cerca de él en las dificultades, sin sustituirlo... El dolor sigue siendo un misterio, pero en este misterio podemos descubrir en modo nuevo la paternidad de Dios que nos visita en la prueba".
----------"Dios nos deja atravesar cuellos de botella": prestemos atención a lo que dice el Papa: es Dios mismo el que nos somete a prueba, Él es el que lo permite, y en tal sentido lo quiere. Se advierte la diferencia con lo que el Papa predicaba al inicio de la pandemia: ya no se trata de una naturaleza airada o vengativa, ya no es un sufrimiento en el que Dios no tenga nada que ver; ahora el Papa habla de un sufrimiento al que Dios mismo deja que nos enfrentemos, que experimentemos, para que el sufrimiento nos purifique.
----------Aunque más no sea como "fotocopiadoras" del papa Francisco, tal cual vienen siendo tantos obispos y sacerdotes en sus discursos desde hace más de ocho años, ¿podrán al menos (no hay mal que por bien no venga) "fotocopiar" en sus homilías lo que en esta homilía ha dicho el Papa?... "Hoy, ante el misterio de la muerte redimida, pidamos la gracia de mirar con otros ojos la adversidad. Pidamos la fuerza para saberla habitar en el silencio sereno y confiado que aguarda la salvación del Señor, sin quejarnos, sin murmurar, sin dejarnos entristecer. Lo que parece un castigo, revelará ser una gracia, una nueva demostración del amor de Dios por nosotros... El cristiano no disminuye la gravedad del sufrimiento, no, sino que mira al Señor y bajo los golpes de la prueba confía en Él y reza: reza por los que sufren..."
---------Ciertamente, el papa Francisco sigue expresándose a su modo, es decir, no deja de ser ambiguo, induciendo consciente o inconscientemente al equívoco, escasamente preciso en su forma de expresarse, pero aún así, no deja de transmitir también el sentido verdadero: todos los sufrimientos del hombre son un castigo, un castigo del pecado; y si no lo son en concreto por pecados personales, al menos lo son como castigo del pecado original. Es dogma de fe que en su origen el ser humano gozaba de inmortalidad, y es doctrina común que en aquel estado original estaba libre del sufrimiento. Tales dones fueron perdidos por el pecado original, y es dogma de fe, como lo es que todos los hombres que, por vía de generación natural descienden de Adán (excepto la Madre de Dios) vienen al mundo manchados por la culpa, el pecado original.
---------Completemos entonces y aclaremos lo que el Romano Pontífice ha expresado en esta homilía: "Lo que parece un castigo...", y también lo es, porque así lo dice el libro del Génesis y es dogma de nuestra Fe, pues todas las desventuras que sufrimos en este estado de naturaleza caída son el castigo del pecado de nuestros primeros progenitores y pueden ser, eventualmente, de nuestros pecados personales, "...revelará ser una gracia, una nueva demostración del amor de Dios por nosotros...", pues Nuestro Señor Jesucristo, al asumir en lugar nuestro, el castigo por nuestros pecados, ha transformado el sufrimiento-castigo en un medio de redención, porque Cristo, dice el Papa, "desencripta el sufrimiento, lo abre, lo transforma en una puerta a través de la cual entra la esperanza" de nuestra salvación.
---------Reflexionemos un poco más extensamente sobre todo esto.
   
El buenismo: la histeria en lugar de la teología
   
----------Desde hace algunas décadas está en aumento en la Iglesia la corriente buenista o misericordista que, malinterpretando las palabras de san Juan XXIII sobre la Iglesia de hoy, que prefiere la misericordia a la severidad, se esfuerza por difundir un concepto de Dios que es solo misericordioso y nunca severo, que premia pero no castiga, y que salva a todos sin que ninguno vaya al infierno.
----------Un Dios que aprueba el bien, pero también el mal, entendido simplemente como "diverso" (et-et y no aut-aut). Un Dios, se podría decir, del doble juego y del oportunismo. Con este Dios se está siempre a flote, como el obispo Taillerand, que pasó serenamente del Ancien Régime a la Revolución, de la Revolución al Directorio, del Directorio a Napoleón y de Napoleón a la Restauración.
----------El Concilio Vaticano II ciertamente reacciona a algunos siglos durante los cuales la Iglesia, con la Reforma Tridentina, había asumido en su pastoral un estilo de severidad, que había provocado excesos. Precisamente, el papa san Juan XXIII quiso dar un giro a esa pastoral, encaminado a acentuar el momento de la misericordia. En estos cincuenta años de aplicación de la reforma conciliar, la corriente buenista (cuyo jefe y fundador es Rahner, con un sistema que se inspira en el idealismo alemán, cuya alma es un entrelazado dialéctico indisoluble de bien y de mal, por lo cual su ética conjuga el más disoluto y laxista buenismo con la más despiadada crueldad), corriente buenista dominante en la Iglesia hasta la actualidad, ha extremado y exacerbado de tal manera este principio de la misericordia hasta el punto de delinear una pastoral de sola misericordia y un Dios de sola misericordia, aboliendo el momento de la severidad. Se ha buscado cancelar el concepto de mal de culpa, es decir, del pecado, para reducir todo el problema al mal de pena, al sufrimiento. Ya no hay heridores, sino solo heridos. Todos los hombres están en gracia y todos son salvados.
----------Pero nos estamos dando cuenta de que una conducta humana y divina marcada solo por la dulzura y nunca por la dureza, por la sola misericordia y nunca por la justicia, solo por el perdón y nunca por el castigo, se invierte en su opuesto de la más despiadada crueldad y de la más odiosa hipocresía. ¿Por qué esto? Porque el buenista, al proponerse una aplicación sistemática de la misericordia en cualquier situación, no dispone de un criterio objetivo y seguro para separar el momento de la misericordia del de la severidad.
----------Sin embargo, dado que en cualquier caso, tampoco el buenista no puede renunciar del todo a la severidad, si no quiere ceder en todos los frentes y ser una perfecta caña batida por el viento, sucederá que a veces el buenista será severo, y a veces el buenista será blando, según sus caprichos; pero no tiene criterio: usará dulzura cuando sea necesario ser severos, y severidad cuando sea necesario ser benignos.
----------Si el buenista o misericordista es un superior, será una verdadera desgracia para los súbditos. Cuando gobiernan personas de tal género, prosperan los astutos y los malhechores, con la convicción de ser perdonados y comprendidos, por lo cual continúan oprimiendo a los débiles, seguros de su impunidad, mientras que a los débiles, si no son santos que resisten y se ofrecen por los pecadores, se sienten impulsados ​​al desánimo, al odio hacia los superiores, a la blasfemia y a la pérdida de la fe.
----------Por otra parte, la pretensión del buenista de sentirse siempre únicamente objeto de la misericordia divina, y nunca de la severidad, anula la apreciación de esa misericordia que se pretende exaltar. En efecto, cuanto mayor es la misericordia, mayor es la desventura o desgracia de la cual ella nos libera. Estamos más agradecidos con un cirujano que nos salva la vida que con un dentista que nos extrae un diente cariado.
----------Pero si con la misericordia se niega la desventura terrible del pecado y de su castigo, si se sofoca o se ignora la conciencia de su gravedad y de nuestra incapacidad para liberarnos del pecado con nuestras propias fuerzas, es evidente que se convierte en superflua, inútil y vana la misericordia divina, gracias a la cual con el sacrificio de Cristo hemos sido precisamente liberados del pecado y del infierno. La misericordia quita el castigo y lo transforma en redención. Si el castigo no existe, no existe la misericordia.
----------El buenista, el misericordista de nuestro tiempo, olvida que todos nosotros, a causa de las consecuencias del pecado original, nacemos no en comunión con Dios, sino en contraste con Él, no hijos de Dios, sino hijos del diablo, no merecedores de ternura, sino de la ira divina (Ef 2,3). La vida espiritual no comienza con ninguna "experiencia de Dios atemática y preconceptual" (Rahner), sino con la humilde experiencia sensible de las cosas externas. Por consiguiente, todo el problema de la vida presente no es ante todo la toma de conciencia del ser salvados y perdonados por Dios, sino el de pagar por nuestros pecados y ser liberados de la ira divina para convertirnos en objeto de la divina misericordia.
----------¿Y este inmenso beneficio de quién lo obtenemos? Ciertamente: de Nuestro Señor Jesucristo, con su sacrificio. Por eso los misericordistas, que quisieran ignorar la trágica situación de partida de nuestra vida y se imaginan que son hijos amados de Dios desde el seno materno, quitan al sacrificio redentor de Cristo toda su razón de ser, todo su sentido, todo su valor, toda su utilidad y toda su finalidad.
----------¿Cuál es el vicio o defecto de fondo que subyace a estas distorsiones? La falta de distinción entre la acción buena que procura prosperidad y la acción mala, que procura daño. En definitiva, la distinción entre justicia y pecado, con la tentativa absurda de reducir todo a la acción humana en realidad sólo a las acciones buenas, negando la existencia del mal, como dice un panteísta de hoy: "todo está bien tal como está". El castigo no existe porque no existe el pecado. De ahí la convicción de que todos los hombres son bienintencionados, tienen buena voluntad, están orientados hacia Dios, están en gracia y se salvan.
----------Es necesario decir, en cambio, que misericordia y severidad se regulan, se limitan, se complementan y se contrabalancean mutuamente. "Dios castiga y usa de misericordia" (Tb 13,2). Pero la misericordia prevalece sobre la severidad: "Fuiste un Dios paciente para ellos, mientras castigabas sus pecados" (Sal 99,8). La misericordia supera la justicia, llega donde la justicia no puede llegar, porque mientras la justicia da lo debido y según el mérito, la misericordia dona gratuitamente más allá de lo debido y del mérito.
----------La misericordia se refiere a la promoción absoluta y máxima del bien: cancela la culpa, levanta de la miseria, dona más allá del mérito. La justicia se refiere al bien y al mal según los méritos y tiene dos formas fundamentales: la benevolencia, que premia a los buenos, y la severidad, que castiga a los malos.
----------La conducta de Dios hacia el hombre y la del hombre hacia otro hombre se resumen en estas dos fundamentales líneas de conducta, benevolencia y severidad, cuya raíz y razón primera es el principio primero e inextirpable de la moral natural, conocido por todos, católicos, cristianos no católicos, no creyentes y paganos: procura el bien y huye del mal. De aquí surgen la misericordia y la justicia.
----------Sin embargo, el ejercicio de estas dos virtudes es diverso en Dios y en el hombre. Dios es siempre misericordioso, a menos que sea el hombre quien rechace su misericordia al negarla al prójimo. El hombre, en cambio, tiene la posibilidad de ejercitar o no ejercitar la misericordia. En el primer caso se salva, en el segundo se condena. Y por lo tanto entra en juego la justicia.
----------La raíz primera del misericordismo es, por lo tanto, la tentativa más necia de cancelar la idea del pecado, como si la bondad humana fuera igual a la de Dios, y de identificar el mal con el bien. Pero el resultado no puede sino ser, como de hecho es, uno solo: cambiar el criterio de juicio acerca del bien y del mal por referencia a la ley divina a la referencia a la propia voluntad. Y eso es exactamente lo que hacen los buenistas, más allá de todos los pretextos que ellos hipócritamente presentan.
----------Sin embargo, dado que misericordia y justicia son opuestas la una a la otra, así como el bien se opone al mal, la misericordia y la justicia no pueden ser practicadas simultáneamente, sino solo en sucesión, como la calefacción y el aire acondicionado y, por lo tanto, deben ser practicadas a veces una, a veces la otra, cuando sea necesario. La misericordia impide que la severidad se convierta en crueldad. La severidad impide que la misericordia se convierta en permisivismo.
----------Dos cosas llaman la atención en estos buenistas: la primera es que la sola idea de un Dios que castigue no sólo no suscita en su mente un asentimiento espontáneo, no sólo no suscita en ellos, en el caso que no estuvieran convencidos, objeciones equilibradas y razonadas, como conviene a hombres razonables y católicos acerca de una cuestión de tanta importancia, sino que suscita una reacción psicoemotiva, impulsiva, irracional e inmediata, como la que tendríamos si alguien nos diera un golpe o nos pisoteara.
----------En las publicaciones o discursos de los buenistas y misericordistas no existe una verdadera y propia discusión teológica o científica del tema, sino que aparece una neta y categórica negación, acompañada eventualmente de una serie de prejuicios, argumentos ineptos e insuficientes, falsos pretextos o argumentos sofísticos o falsamente bíblicos. Para ellos, sus adversarios no son ni siquiera tomados en consideración, o bien, si son citados, no saben qué responder a sus argumentaciones fieles a la doctrina de la Iglesia y a la Sagrada Escritura, se desahogan o desfogan con los insultos o con la difamación.
----------Frente a personas como los buenistas, por lo tanto, no nos encontramos frente a interlocutores normales que se sitúan con objetividad en el plano del debate de las ideas, prescindiendo de los títulos académicos que puedan tener, sino frente a reacciones emotivas de tipo neurótico, que parecen más bien objeto de interés no del teólogo sino del psicoanalista. En efecto, es el típico estado de ánimo no de quien razona, sino de quien es víctima de una idea fija, por no decir obsesiva, probablemente originada en un trauma infantil, y que ahora se ha convertido en cómodo pretexto para la pereza, inercia o pasividad del pensamiento, por lo que no hay razón ni autoridad que sirva para sacarle esa idea fija de la cabeza.
----------Durante mucho tiempo (y esto lo saben quienes me conocen más allá de lo que ahora vengo escribiendo en este blog), me he ocupado de las ideas de los buenistas, considerándolas con atención y respeto. Muchas veces he señalado y aclarado sus equívocos, he corregido sus falsas interpretaciones de la Escritura. Pero con ellos, todo eso no ha servido para nada. Sin embargo, esos fracasos no me hacen perder la confianza de contar con la escucha de quienes quieren razonar y quieren ser fieles a las verdades de fe. En cambio, renuncio a pedir la escucha de aquellos a quienes noto que están cerrados en sus prejuicios y en su indispuesta y altanera pedantería. Con la arrogancia de quien ha decidido vivir preso en su burbuja ideológica no se puede dialogar. En este aspecto, los modernistas buenistas son iguales a los tradicionalistas fijistas.
----------La segunda cosa de los buenistas, verdaderamente asombrosa y que parece increíble, si no fuera verdadera y no estuviera como ella está ante nuestros ojos, es que entre estos señores, los buenistas, existen obispos, cardenales, exegetas, teólogos y moralistas, los cuales, con la máxima desenvoltura y seguridad, nos garantizan que su tesis está respaldada por la Biblia, cuando desde hace 2000 años la Iglesia dice que es exactamente lo contrario. Pero, de todo esto, seguiremos reflexionando con más detalle en la nota de mañana...

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