domingo, 21 de noviembre de 2021

La promesa de obediencia del sacerdote diocesano

El día de ayer hubo ordenaciones presbiterales en la Arquidiócesis de Mendoza. Buena ocasión para recordar las promesas y reflexionar acerca de los compromisos que se asumen ante Dios y la Iglesia. Me permito aquí reflexionar sobre el modo de vivir la obediencia sacerdotal en nuestros tiempos.

El sacerdote diocesano promete ser célibe, predicar la verdad y obedecer al obispo
   
----------A diferencia del así llamado clero regular, es decir, a diferencia de los sacerdotes que son miembros de una determinada comunidad religiosa, los sacerdotes del clero secular, o sea, los sacerdotes que sirven en una determinada diócesis, no hacen votos de castidad, pobreza y obediencia. Sin embargo, hacen varias promesas en el día de su ordenación, promesas que tienen un alcance similar.
----------1. Colaborar con el Obispo: "¿Estás dispuesto a desempeñar siempre el ministerio sacerdotal con el grado de presbítero, como buen colaborador del Orden episcopal, apacentando el rebaño del Señor y dejándote guiar por el Espíritu Santo?". El Obispo es el pastor principal de una región en particular, la diócesis. Los presbíteros están llamados a ser sus colaboradores, que lo ayudan en su misión pastoral.
----------2. Predicar la Verdad de la Fe católica: "¿Estás dispuesto a realizar el ministerio de la Palabra, preparando la predicación del Evangelio y la exposición de la fe católica con dedicación y sabiduría?". Al presbítero se le confía el predicar la Fe católica a su rebaño, transmitiendo la Verdad del Evangelio según la exposición católica de la fe: fieles a la interpretación del Magisterio de la Iglesia católica.
----------3. Celebrar la liturgia fiel y piadosamente: "¿Estás dispuesto a presidir con piedad y fielmente la celebración de los misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación, para alabanza de Dios y santificación del pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia?". El presbítero promete cumplir con las normas y directrices de la Iglesia respecto a la sagrada liturgia, especialmente la Santa Misa, que deberá celebrar con gran reverencia, respeto y piedad, así como los demás Sacramentos, especialmente el sagrado ministerio del sacramento de la Penitencia.
----------4. Guardar el sagrado celibato: "¿Quieren ante Dios y ante la Iglesia, como signo de su consagración a Cristo, observar durante toda la vida el celibato por causa del Reino de los cielos y para servicio de Dios y de los hombres?". Esta promesa la hace en realidad el presbítero en su ordenación diaconal, pero se aplica al resto de toda su vida como sacerdote. Tiene un carácter "sagrado", indicado por su motivación.
----------5. Orar sin cesar: "¿Estás dispuesto a invocar la misericordia divina con nosotros, en favor del pueblo que te sea encomendado, perseverando en el mandato de orar sin desfallecer?". Esto le recuerda al sacerdote su compromiso con la oración, compromiso asumido por primera vez en su ordenación diaconal, cuando prometió, bajo grave obligación, rezar la Liturgia de las Horas diariamente.
----------6. Imitar a Nuestro Señor Jesucristo: "¿Quieres unirte cada día más a Cristo, sumo Sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre como víctima santa, y con él consagrarte a Dios, para la salvación de los hombres?". Promesa englobante de todo lo demás, que insta al sacerdote a imitar a Nuestro Señor Jesucristo en todas sus virtudes, y consagrarle toda la vida, hasta la muerte si fuera necesario.
----------7. Obedecer al propio Obispo: "¿Prometes respeto y obediencia al obispo diocesano y a tu superior legítimo?". Esta es la promesa final que hace un sacerdote, y se hace ritualmente de manera más solemne que las demás. El presbítero se arrodilla ante su Obispo y coloca sus manos entre las manos del Obispo. Es un signo recordatorio físico y una promesa de obedecer al Obispo y a sus sucesores.
----------Todas y cada una de las promesas realizadas en la ordenación presbiteral merecen ser meditadas en profundidad, y bien pudieran constituir la materia de reflexión para un necesario retiro espiritual antes de la ordenación. En el presente artículo me referiré exclusivamente a la séptima promesa, de gran importancia, y que en nuestros tiempos, sobre todo en estas últimas decadas, ha adquirido particulares matices.

La cuestión de la obediencia en dos períodos del post-concilio
   
----------El retorno del modernismo que caracteriza estos cincuenta años desde la clausura del Concilio Vaticano II se puede dividir en dos períodos que manifiestan la tenacidad, la fuerza y el poder de persuasión que tiene esta conspiración contra la Iglesia que actúa en su mismo interior haciendo, como supo decir el papa san Paulo VI, que la Iglesia esté llevando a cabo una "obra de autodemolición".
----------El primer período está caracterizado por el famoso '68: la protesta alborotada, revolucionaria y descarada, que al mismo tiempo se desarrolló en paralelo con la difusión salvaje y descontrolada entre seminaristas, jóvenes, sacerdotes, religiosos y teólogos, de doctrinas heréticas en campo dogmático y moral. Los obispos, desconcertados y para no hacer la figura de "profetas de calamidades" o de conservadores preconciliares, en su mayoría han dejado hacer, a veces con la fórmula ad experimentum ("veamos cómo va"), como si la verdad de una doctrina dependiera del éxito que encontrara.
----------Así como en muchos casos el éxito se ha producido, aquello que antes era un "probar si funciona" se ha estabilizado, se ha convertido en un hecho descontado e indiscutible. Y el caso fue que los que han intentado oponerse, cualquiera que fuera su autoridad o competencia, tal vez en nombre del Magisterio precedente o de la Tradición, fueron puestos en burla pública como "anticonciliares".
----------La desobediencia al Magisterio y sobre todo al Papa mismo, ya sea de manera abierta o ya sea secretamente manifestada, frecuentemente en nombre de un no mejor precisado "espíritu del Concilio", comenzó a convertirse en una costumbre generalizada tanto entre los fieles, intelectuales y pueblo, como entre el clero, los teólogos y los moralistas. Y nació entonces el así llamado "disenso católico", y fue el momento en que el papa san Paulo VI comenzó a hablar repetidamente del "magisterio paralelo".
----------Las ideas heréticas y neo-modernistas, sobre todo de carácter filo-protestantes, comenzaron a circular libremente, y a ser enseñadas tranquilamente e impunemente en las escuelas de la Iglesia y en las publicaciones impresas de muchas así llamadas casas editoriales "católicas". El escándalo y la perturbación de los fieles piadosos y ortodoxos era considerado con irrisión, befa, e irónica compasión por los modernistas (los así llamados "progresistas") cada vez más seguros de sí mismos y con la certeza de ser ellos la nueva Iglesia del futuro y de la modernidad, "en el corazón del mundo", la "Iglesia de los pobres", la "Iglesia de abajo", la "Iglesia del diálogo", guiada directamente por el Espíritu Santo, la Iglesia verdaderamente evangélica y atenta a la "Palabra de Dios" y a los "signos de los tiempos".
----------Siempre en este primer período, que estoy describiendo, ha existido la posibilidad por parte de los modernistas, cada vez más dominantes en los medios de comunicación social, habiendo penetrado en las familias, en la escuela, en la cultura, en las universidades, en los ambientes de trabajo, en las parroquias, en los movimientos laicales, en los ambientes académicos y de la educación católica, en los seminarios y en los institutos religiosos, de formar a toda una generación de nuevos sacerdotes, nuevos religiosos, nuevos líderes, nuevos obispos y hasta nuevos cardenales y todo ello ante una debilísima resistencia por parte de los buenos pastores y de la propia Santa Sede, ella misma debilitada y contaminada por infiltrados altamente recomendados por prelados ambiciosos y de muy dudosa ortodoxia.
----------¿Cuál ha sido el resultado catastrófico? Hoy lo tenemos ante nuestros ojos en medida creciente y se lo hubiera podido imaginar y, de hecho, fue imaginado y previsto por los más clarividentes (los "profetas de calamidades"; deberíamos decir mejor: los ignorados "centinelas") o, digamos más simplemente, fue previsto por aquellos dotados de buen sentido común: el resultado ha sido que poco a poco por los modernistas, por los falsos maestros dejados libres para esparcir sus errores, habría de surgir como de hecho ha surgido toda una categoría o generación de detentadores del poder eclesiástico a varios niveles, más o menos implacables o convencidos, muchos oscilantes y doblejueguistas, imbuidos de sus ideas y por tanto capaces no sólo de difundir ideas modernistas, sino de hacerlas aplicar, bajo pena de sanciones disciplinarias en nombre de la "obediencia" o incluso la persecución contra quienes han querido o quieren permanecer fieles al Magisterio de la Iglesia; penas aún más severas contra quienes no sólo se mantienen fieles a la sana doctrina, sino que revelan y denuncian, sobre todo si son estudiosos o teólogos, con nombres y hechos, así como con pruebas y precisas acusaciones, los errores y las fechorías de los modernistas, los cuales son muy hábiles en el esconder la insidia bajo las apariencias de lo verdadero, por lo cual se irritan muchísimo hacia quienes advierten a los fieles del peligro oculto y utilizan tonos de reclamo hacia los difusores e inventores del error.
----------Siempre que pueden, se esfuerzan por ignorarlos, sobre todo si no tienen seguidores, pero cuando se dan cuenta de que los fieles abren los ojos, pasan a las amenazas y a la violencia. Ha surgido así una especie de inquisición a la inversa: los herejes no sólo son hoy bien vistos, sino que incluso tienen la audacia, como ya ha sucedido en el siglo XVI en los países católicos invadidos por los protestantes, gracias al nefando poder obtenido, para obstaculizar o bloquear a quienes defienden la sana doctrina y quieren defender al pueblo de Dios de la epidemia de los errores, mentiras y falsedades, origen de todo desorden moral. A menudo los pastores, a causa de una insuficiente formación teológica, aunque sean buenos y celosos, se limitan a la condena de los errores morales, sin darse cuenta, y de hecho incluso a veces hostigando en buena fe o por temor, a aquellos teólogos que ponen en luz la raíz teorética-dogmática del error.
----------Pero lo ridículo o tragicómico, que revela la refinada hipocresía de estos modernos fariseos que son los actuales modernistas, es el "escándalo" (genuino escándalo farisaico) por el cual sus cándidas almas están perturbadas al ver o conocer a católicos valientes que se atreven a resistir u oponerse a prelados, docentes, formadores, superiores u obispos que quisieran hacerlos callar o convencer de errores, dando así órdenes o impartiendo prohibiciones inválidas y, por tanto, inaplicables, y olvidando la orden perentoria de la Sagrada Escritura: "no poner bozal sobre al buey que trilla", similar a criminales funcionarios de la sanidad que quisieran impedir a los médicos atender y sanar a los enfermos.
----------Ellos son los primeros en desobedecer la verdad y las directivas del Evangelio y al Romano Pontífice, y se atreven a dar órdenes en contraste con la sana doctrina o los principios morales y jurídicos de la Iglesia. Son aquellos mismos que en el '68 o en las huellas del '68 gritaban contra los "aristócratas" o la "oligarquía" y contra el "autoritarismo", se sentían autorizados a desafiar al Papa y a los obispos, porque, al decir de ellos, eran una expresión del rigorismo dogmático, de la "Iglesia de los ricos", del despotismo y de la teocracia medieval, de la "era constantiniana", del "triunfalismo barroco", del legalismo farisaico, de la inquisición, de la sexofobia, etc. Ahora, en cambio, piden obediencia absoluta y quien los contradice es parangonado a quien desobedeciera un precepto divino, admitiendo que ellos sigan creyendo en el verdadero Dios y no se hayan hecho un dios para sí mismos, según la sublime intuición de un cierto gnosticismo panteísta.
----------Claro que actualmente ya hemos entrado así en el segundo período, en el cual asistimos cada vez con mayor frecuencia a hechos cada vez nás desconcertantes y escandalosos, en los cuales sobre todo están envueltos obispos y superiores: algunos han sido los que prohibieron la celebración del vetus ordo en tiempos de la libertad concedida por Benedicto XVI, otros gestionan seminarios en los cuales a santo Tomás de Aquino se lo ha sustituído por Rahner, algunos impiden el ingreso al seminario a los jóvenes bien intencionados o los obligan a adaptarse si quieren avanzar en la carrera, mientras allanan el camino a los aspirantes modernistas incentivándolos en su ambición, algunos son abiertos sostenedores de herejías y promueven a quien las comparte, otros persiguen en variados modos a los católicos que no quieren más que ser católicos, algunos protegen a los docentes modernistas y reprimen a los ortodoxos. Se ha llegado al punto de favorecer causas de beatificación sólo porque reflejan un modelo de modernista, y de obstaculizar vergonzosamente otras causas sólo porque causan fastidio a los modernistas (ejemplos hemos tenido aquí en Argentina).
----------¿Qué ocurre con la obediencia en estas situaciones? ¿Acaso no se ha pervertido su significado? ¿De qué vale obedecer a los superiores que, a su vez, desobedecen a la Iglesia y al Papa? ¿Es posible que al desobedecer al Papa no suceda nada, mientras que el desobedecer a un superior modernista sea una cosa terrible? Por otra parte, sucede que siendo extendido y prestigioso el modernismo, el seminarista, el sacerdote, el teólogo que resisten a los abusos del superior modernista haga la figura del desobediente.
----------El poder de los modernistas es hoy tan fuerte y la seducción que ellos ejercen tan insidiosa e influyente, que es necesaria una gran dosis de coraje para resistir a su prepotencia y arrogancia, a la vez que es necesario un muy fino discernimiento para reconocer los peligros.
   
Algunas sugerencias prácticas para vivir la obediencia sacerdotal
   
----------En todo caso, antes de decidir si continuar o no en el cumplimiento del propio deber en fidelidad a la Iglesia contra la voluntad del Obispo, o contra el abuso de poder de algún superior, es necesario ante todo evaluar con prudencia y seguridad la entidad y la cualidad de dicho abuso de poder y calcular de antemano, con un margen al menos de probabilidad, si la resistencia a la injusta disposición les ocasiona daños mayores o menores respecto a aquellos daños que puedan sufrir los fieles.
----------De modo general, la llamada "resistencia al tirano" está justificada por la perspectiva de proteger o salvaguardar el bien común incluso a un alto costo personal. Un santo Tomás Moro o un santo Tomás Beckett han aceptado la muerte cuando se han dado cuenta de que su obediencia al rey habría procurado a la Iglesia inglesa un daño superior del que habrían ellos de sufrir al renunciar a su propia vida.
----------Hay que saber que la salvación de las almas, sobre todo si son muchas, es un bien superior a los propios intereses personales, incluso si estuviera en juego la vida misma. Sin embargo, no se puede establecer una regla para todos los casos. En principio, por ejemplo, un estimado y conocido teólogo que fuera víctima de abuso de poder por parte de sus superiores, puede dar buen ejemplo tanto adaptándose y sometiéndose, como negándose a someterse; depende de las circunstancias, que deben ser bien calculadas.
----------Tenemos sobrados ejemplos en los Santos ya sea en uno como en el otro caso, en una como en otra alternativa. Algunos soportan pacientemente, aceptan todas las humillaciones o continúan hasta el martirio; otros, valiéndose de su buen derecho, conscientes de su inocencia y seguros de estar al servicio de la Iglesia, rechazan decididamente el injusto tratamiento. Tenemos aquí, por ejemplo, el caso de san Juan de la Cruz, quien huyó de la cárcel buscado por sus superiores, rebeldes al Papa.
----------Y si se trata sólo de penas menores, como el destierro o la difamación o la pérdida de los propios bienes, el aislamiento o el encarcelamiento o cosas similares, podría ser conveniente aceptar estas cosas con la esperanza, que a veces se tendrá, de poder ser rehabilitados y reanudar libremente la propia misión. Tenemos de esto muchos ejemplos en la vida de Santos y de heroicos pastores y testigos de Cristo.
----------En efecto, pueden darse situaciones que en realidad no son tan dramáticas, ya sea porque la opción de obedecer no causa un gran daño a los fieles o porque no causa gran daño al testimonio de la fe. De modo que en ciertos casos es de sabios y prudentes, y no de cobardes o viles, resignarse a la violencia, si ésta no causa demasiado escándalo a los buenos y no causa demasiado perjuicio al perseguido.
----------En efecto, podría verificarse, en el caso de resistencia, que el perseguido venga a encontrarse por cuanto respecta a un eficaz ejercicio de su apostolado, en condiciones peores respecto a aquellas que podría mantener obedeciendo al superior. Por eso vemos cómo en la historia santos teólogos u obispos o predicadores se han adaptado, obedeciendo sin rebelarse, a diversas medidas injustas, no en nombre de la obediencia, sino por motivos de conveniencia a fin de no sufrir maltratos mayores.
----------Sucede así que el verdadero obediente, es decir, quien obedece ante todo a Dios y a la Iglesia, haga hoy, como he dicho, la figura del desobediente en este clima de tal confusión que ya no distingue a quién pertenece y a quién no pertenece a la Iglesia, porque los modernistas han difundido un falso concepto de Iglesia en base al cual han logrado, o con el engaño, o con la astucia o con la fuerza, imponer su poder haciendo la figura aparente de los renovadores del cristianismo y de las vanguardias de la Iglesia.
----------La actual arrogante bravuconería y la impía audacia que guía a los neo-modernistas en el desprecio de la verdadera obediencia al Magisterio de la Iglesia y al Romano Pontífice, y en la ilusión de ser los vencedores, serán en cambio los factores del debilitamiento de su poder, porque la Providencia divina soporta, claro que sí, a los malvados, pero no más allá de un cierto límite. Ella los tolera porque engendran a los Santos: "si no hubiera perseguidores, dice santo Tomás de Aquino, no existirían los mártires".
----------Pero como Dios quiere salvar a todos, mientras los modernistas ponen a muchos en riesgo de ser dañados, ciertamente Dios no permitirá que se prolongue este estado de cosas y con su poder de justicia y de misericordia hará en modo de que la suerte de la Iglesia pueda serenarse, para que ella, sin que por eso esté exenta de la cruz, pueda sin embargo caminar menos afligida por el sendero de la historia.

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