jueves, 4 de noviembre de 2021

Desde las dudas hacia las certezas: ¿qué decir sobre la validez o invalidez de las ordenaciones sacerdotales de homosexuales? (2)

Es doloroso y humillante ser testigos, desde hace décadas, de las escaladas a la cima de ciertos homosexuales notorios, manifiestos y evidentes, muchos de los cuales hoy son profesores de heresiología en las universidades pontificias, consultores y miembros de dicasterios, empleados del servicio diplomático de la Santa Sede, obispos diocesanos, rectores de seminario, vicarios generales diocesanos y así siguiendo...

Alguien con tendencias homosexuales no cumple con el requisito básico para ser sacerdote
   
----------Mediante el sacramento del Orden Sagrado se confiere la participación en el Sumo Sacerdocio de Cristo según la modalidad transmitida por la sucesión apostólica. El sacerdocio ministerial se distingue del sacerdocio común de los fieles que deriva del Bautismo y de la Confirmación. Ambos, sacerdocio común de los fieles y sacerdocio ministerial, "aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro" (Lumen gentium 10). Es propio y específico del sacerdocio ministerial ser "una representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor" (san Juan Pablo II, exhortación apostólica Pastores dabo vobis, 1992, 15, 4). Esto permite ejercer la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo en la función pastoral de predicación y de gobierno, así como operar in persona Christi en el ejercicio del ministerio sacramental. Dicho esto, es evidente que los primeros dos imprescindibles presupuestos para conferir el Sacramento y, por lo tanto, requisitos para la validez del Sacramento, son el hombre y el cristiano.
----------El libro IV del Código de Derecho Canónico, en la parte I, que trata de los Sacramentos, esquematiza las "irregularidades y otros impedimentos" para recibir el sacramento del Orden (cc.1024-1052). A continuación, el Código hace un detallado elenco de elementos obvios, por ejemplo, no puede ser ordenado sacerdote un loco o un afectado por enfermedad psíquica, un apóstata, un hereje y un asesino, o quien se haya mutilado gravemente y dolosamente a sí mismo o a otro o haya intentado quitarse la vida, etc.
----------Sin embargo, debió esperarse hasta el año 2005, después de que ejércitos enteros de homosexuales hubieran sido admitidos a las sagradas Órdenes en las décadas precedentes, con resultados que con el tiempo revelaron ser devastadores para toda la Iglesia universal, para ver finalmente promulgado por la Congregación para la Educación Católica (competente en su momento para los seminarios, hoy lo es en cambio la Congregación para el clero), un documento que lamentablemente ha quedado escondido o acallado en muchas casas de formación, documento en el cual se habla en modo claro y preciso acerca de los criterios de discernimiento vocacional respecto a las personas con tendencias homosexuales de cara a su admisión al Seminario y a las Sagradas Órdenes.
----------En definitiva, después de que por años y años se ha consentido que los fieles dijeran en el confesonario "saliendo de casa me resbalé", de pronto ellos han tomado coraje y han dicho a clara voz y sin vacilaciones, sin ningún eufemismo, que "me resbalé" significa adulterio. Del mismo modo, después que por años y años se ha seguido yendo adelante hablando confusamente del tema que nos ocupa, la autoridad de la Iglesia ha procedido a declarar, sin alusiones indirectas ni eufemismos, que una persona con claras tendencias homosexuales no está calificado ni cumple con el requisito básico para devenir sacerdote.
----------Ahora bien, en mi opinión, el problema no es tanto el hecho de que una personalidad estructurada en arraigadas tendencias homosexuales, no tenga los requisitos para convertirse en sacerdote, por supuesto que no tiene los requisitos. En mi opinión, el problema es diferente y mucho más grave. La pregunta que me hago y que ahora le pido que se haga al lector, consiste en que si, a pesar de la carencia de requisitos que son fundamentales y fundantes para el sacerdocio, esta persona deviene sacerdote, esa sagrada ordenación, además de ser manifiestamente ilícita, ¿no es acaso también inválida?
----------Más allá de la "letra muerta" de las diversas exhortaciones emanadas por la Sede Apostólica sobre la no admisión a las sagradas órdenes de personas con tendencias homosexuales, hay algo todavía peor: en las décadas precedentes (pero lamentablemente también hoy) se ha procedido tranquilamente a la ordenación sacerdotal de sujetos con tendencias homosexuales manifiestas, escondidos tras la ilusoria certeza de que lo que importaba era que no practicaran la homosexualidad.
----------Esta afirmación ("lo que importa es que los homosexuales no practiquen la homosexualidad") es hecha repetidamente e implementada por no pocos obispos y rectores de seminario, quienes aunque conscientes de la evidente carencia de testosterona masculina por parte de muchos de sus seminaristas, aunque perfectamente conscientes de sus tendencias homosexuales y también conscientes de la vida disoluta que algunos o muchos de los candidatos al sacerdocio ministerial seguían viviendo durante las diversas pausas vacacionales fuera del seminario, pensaban que podían resolver el problema escondiéndose detrás de la hoja de parra del concepto surreal de que... "lo importante es que no practican la homosexualidad".
   
La homosexualidad practicada y la homosexualidad psíquica
   
----------Es un inmenso error pensar que un desorden psicológico pueda tranquilamente y sin problemas permanecer latente con tal y mientras no se convierta en acto físico; y esto es un descomunal error porque, como han explicado una y otra vez los especialistas en estas cuestiones hoy extensamente difundidas en la sociedad, la homosexualidad practicada físicamente es solo la punta del iceberg de la homosexualidad mental.
----------Y también desde hace décadas ha quedado bien explicado, con lógica y conocimiento de causa, que frecuentemente los homosexuales psíquicos, reducidos por auto-represión a la castidad, en su pensar, actuar e interactuar pueden ser mucho peores, pero sobre todo mucho más nocivos para la Iglesia que aquellos que practican la homosexualidad a nivel físico, porque estos segundos, al menos se desahogan, cosa que los hace, al menos en parte, menos malos. Por el contrario, los reprimidos tienden por su propia naturaleza a ser no solo malos, sino a menudo verdaderamente malvados y crueles en su forma de pensar y actuar.
----------Seguramente muchos confesores podrán testimoniar lo mismo que yo: en las largas conversaciones que he tenido, en foro interno y externo, durante mis años de sagrado ministerio, con homosexuales animados por sinceros y profundos sentimientos cristianos, la frase que se me expresó con más frecuencia, en tonos a veces dramáticos, al estar ellos transidos de profundo sufrimiento interior, ha sido: "...es más fuerte que yo, no llego a controlarme, aunque me empeñe con todas mis fuerzas a huir de las ocasiones".
----------La homosexualidad, que en la actualidad ha sido casualmente desclasificada del elenco de las "enfermedades", sigue siendo, de todos modos, una perturbación muy profunda y compleja de la personalidad humana. Incluso si en opinión de los expertos del denominado "nuevo orden clínico", la homosexualidad ya no es hoy catalogable como enfermedad, gracias a las fuertes presiones que sobre ellos ejercen los potentes lobbies homosexualistas, de hecho sigue siendo cierto que existen, y también en considerable número, homosexuales que de ninguna manera aceptan las pulsiones de la propia libido, por ellos mismos definidas como "perturbación" y "desorden", por lo cual no dejan de pedir ser ayudados. Y la solicitud de ayuda, a menudo, ya de por sí es una solicitud de cura, que como respuesta merece un ofrecimiento de cura o tratamiento para aquello que hoy está definido justamente como una no-enfermedad.
----------Recuerdo una conmovedora conversación que tuvo lugar durante la confesión sacramental con un penitente de cuarenta años que me dijo textualmente: "¿Cómo es que hoy es posible curar incluso muchas formas de cáncer, incluidas las graves si se detecta a tiempo, pero no esta 'enfermedad' que me ha consumido el alma desde que tuve apenas 15 años?". Y como nos enseña san Agustín de Hipona: "El dolor existe" -por lo tanto se manifiesta- "sólo en las naturalezas buenas" (La Naturaleza del bien, 19).
----------Las pulsiones sexuales que con un término hoy devenido tabú eran definidas como praeter naturam, son en cambio mucho más controlables que aquellas que son contra naturam, que tienden a ser por su propia complejidad incontrolables, o en todo caso muy difíciles de controlar.
----------Y dado que, lo que hasta aquí he expresado, no son hipótesis sino datos de hechos clínico-científicos, pregunto: ¿cómo se ha podido dejar a la dirección de los seminarios y noviciados religiosos, a rectores, a formadores y a padres espirituales que, aunque conscientes de las tendencias homosexuales de muchos de sus seminaristas y novicios, pensaban resolver y dar por cerrado el problema (incluso con el sello de bendición de sus obispos y de sus superiores mayores) a través de un... "siempre que no practiquen la homosexualidad"? ¿Y todo esto (cosa en sí gravísima e infame) aun sabiendo que estos homosexuales serían colocados como "zorros en gallinero" dentro de un ambiente eclesiástico, todo masculino?
----------¿Cómo pudieron los obispos perfectamente conscientes de las manifiestas tendencias de algunos de sus seminaristas, incluso referirse al asunto con cínicas bromas (oídas por mí mismo), del tipo: "No todos pueden ser perfectos, también hay elementos con defectos de fabricación, lo importante es que no causen escándalo. Por otro lado, la Iglesia también necesita mano de obra no cualificada". Ya... y luego hemos visto, hasta el trágico ajuste de cuentas, lo que ha sucedido cuando los "mano de obra no cualificada" ambiciosos y puestos en carrera, han dado su golpe dentro de la Iglesia, ¡destrozando la construcción, golpeando a palos por la espalda, a los profesionales ingenieros, arquitectos y maestros mayores de obra!
----------¿Son acaso estos los presupuestos y las condiciones a través de los cuales un Obispo puede imponer las manos, recitar la oración consacratoria y ungir con el sagrado crisma a un nuevo presbítero, afirmando que en la Iglesia... también se necesitan ciertos "obreros no cualificados"?
   
No hay diferencia entre las ordenaciones simoníacas y las ocurridas
por intercambios de favores sexuales perversos y por consecuentes extorsiones
   
----------De fuentes que merecen de mi parte el mayor crédito, amigos sacerdotes italianos, sé que en varias ocasiones han informado a las autoridades competentes de la Santa Sede, con las correspondientes referencias y pruebas, acerca de casos de Obispos que bajo chantaje han ordenado sacerdotes homosexuales flagrantes; y que si bien eran conscientes de su pésima conducta moral y de la muy difícil posibilidad de corrección, si no los hubieran ordenado sacerdotes, habrían provocado escándalos inenarrables que habrían cubierto de fango sus diócesis, dado que los primeros en entregarse a las prácticas homosexuales eran precisamente sus formadores y varios presbíteros de particular relieve del presbiterio diocesano.
----------Pues bien, me pregunto y pregunto a quien está en situación de deber y de autoridad para cumplir y también para hacer cumplir el deber ser: si varios Concilios de la Iglesia han declarado no ser válidas las sagradas ordenaciones sacerdotales y las consagraciones episcopales producidas a través de simonía, es decir, a través de comercio de dinero, ¿cuanto más inválidas son, las sagradas ordenaciones o consagraciones episcopales, obtenidas a través de chantaje, a fin de mantener ocultos los ilícitos intercambios de carácter sexual en virtud de los cuales no se ha podido decir que no a aquellas ordenaciones?
----------Al lector poco informado o poco memorioso, le recuerdo que el término simonía deriva del episodio que se narra en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 8,9-24), en el cual Simón el Mago, quien tenía fama de ser un sanador, le pidió a los Apóstoles que le otorgaran, contra pago, el poder taumatúrgico conferido por el Espíritu Santo y, por eso mismo, fue maldecido por el apóstol san Pedro.
----------Y también me pregunto y pregunto a quien corresponda: ¿un Obispo que ordena a un nuevo presbítero bajo chantaje y que como tal está privado de libertad, en cuanto está bajo coacción, acaso administra válidamente el sacramento del Orden? ¿O tal vez debemos considerar que pagar en dinero o chantajear a través del dinero entregado, es algo ilícito, y por lo tanto como tal condenado incluso por los Concilios ecuménicos de la Iglesia, mientras que, en cambio, pagar o chantajear a través de servicios sexuales, prestados y ofrecidos, es en cambio para considerar algo totalmente lícito a los fines sacramentales y canónicos de la validez del Sacramento del Orden? Y habiendo dicho esto, pregunto: ¿pueden los dones de la gracia del Espíritu Santo pasar y producir efecto a través de una acción pecaminosa tan sacrílega?
----------Un ejemplo de lo referido: el papa Urbano II [1088-1099], en el año 1093, decretó la invalidez de todas las ordenaciones simoniacales excepto las de los clérigos que desconocían la simonía de sus ordenaciones. La condena de la simonía es decretada por varios Concilios de la Iglesia, comenzando por el Concilio de Calcedonia en el año 451 hasta el Concilio de Trento celebrado en el siglo XVI.
----------El Catecismo de la Iglesia Católica considera la simonía un pecado grave contra el primer mandamiento del Decálogo, a la par de las acciones pecaminosas del tentar a Dios y el sacrilegio. Según el vigente Código de Derecho Canónico, la renuncia a un oficio hecha por simonía, no es válida y la prestación simoníaca de un oficio eclesiástico es nula ipso iure; y también se prevén sanciones canónicas, como la suspensión o el interdicto, contra el otorgamiento o la recepción simoníaca de un sacramento (canon 188).
----------Cabe agregar también que la experiencia nos demuestra que los sujetos en cuestión, una vez elevados al sagrado Orden Sacerdotal, lejos de apaciguarse y sobre todo de contentarse, han seguido utilizando sus venenos mortales para ser ubicados en puestos de máximo relieve dentro de las diócesis, para obtener títulos académicos eclesiásticos del todo inmerecidos, para llegar a ser profesores de heresiología en las universidades pontificias, para ser enviados a pavonearse en la Pontificia Academia Eclesiástica, consecuentemente para devenir obispos diocesanos, nuncios apostólicos, algunos incluso cardenales.
----------Todo esto dicho para reiterar los daños inmensos que puede derivarse de ese principio de auto-destrucción que está vigente hoy, puesto en marcha por personas que, como aquel antes mencionado Obispo, afirman: "No todos pueden ser perfectos, también hay elementos con defectos de fabricación, lo importante es que no causen escándalo. Por otro lado, la Iglesia también necesita mano de obra no cualificada".
----------Llegados a este punto, también debe recordarse que en las promesas que nosotros hacemos ante el Obispo y la asamblea del Pueblo de Dios, nos comprometemos a mantenernos célibes, por tanto castos, vale decir, a renunciar a las relaciones sexuales con esas maravillosas creaturas que son las mujeres. ¿O tal vez resulta que alguno piensa que en ello no se está prometiendo no practicar la homosexualidad si nos afectan manifiestas tendencias homosexuales? Porque en tal caso, según la impía lógica de ciertos Obispos y de sus formadores encargados del cuidado de los seminarios, sería bueno revisar el rito romano de la Ordenación Sagrada de los diáconos y de los presbíteros, y si es necesario incluyendo esta forma de solemne promesa: "Prometo, en cuanto homosexual, no practicar la homosexualidad y mantenerme célibe, consciente de que el celibato implica la castidad tanto con las mujeres como, sobre todo, con los hombres".
----------No se puede tranquilizar la conciencia limitándose a públicas y severas proclamas, si de hecho después los sacerdotes gay aumentan en proporción a la presencia de Obispos que razonan con una psicología homosexual latente. O para decirlo crudamente: algunos seminaristas que entre los años 1970s y 1980s encabezaron la "pía cofradía" en el seminario, hoy son Obispos, y desde que comenzaron a serlo, lo primero que hicieron fue rodearse de sujetos afines, emplazados siempre y rigurosamente en los puestos clave de las diócesis, incluídos los seminarios. Y estos sujetos, que se protegen y se reproducen entre sí, han acabado creando lobbies de poder tremendamente potentes dentro de la Iglesia.
----------Y hoy ni siquiera podemos decir que no existan documentos redactados en tonos claros y precisos, por ejemplo: "...la Iglesia, aún respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay" (Instrucción de la Congregación para la Educación Católica acerca de los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al Seminario y a las Órdenes sagradadas, del 4 de noviembre de 2005, aprobada por el papa Benedicto XVI el 31 de agosto de 2005).
----------El motivo por el cual este, como otros documentos, son tratados como letra muerta, hasta el punto de que hoy en día, en varios seminarios más parecidos a los gay village que a las casas de formación católica, un heterosexual nunca se atrevería a acercarse, creo haberlo explicado a claras letras. Es similar al modo como podría desarrollarse un tumor y se siguen extendiendo sus metástasis.
----------Me parece superfluo seguir explicando el sentido y los motivos del dolor y de la cristiana humillación que durante los últimos treinta años de la historia de la Iglesia, todos aquellos que todavía tenemos al menos dos dedos de frente, venimos siendo testigos de las escaladas a las cimas de la estructura eclesial, de ciertos homosexuales notorios, manifiestos y evidentes, muchos de los cuales hoy son profesores de heresiología en las universidades pontificias, consultores y miembros de dicasterios, empleados del servicio diplomático de la Santa Sede, obispos diocesanos, rectores de seminario, vicarios generales diocesanos y así siguiendo...

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