lunes, 15 de noviembre de 2021

Valor de verdad de las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II (4/4)

Para finalizar la serie que he venido publicando estos días acerca de los debates teológicos sobre el valor de verdad de las enseñanzas doctrinales del Concilio Vaticano II, ofrezco hoy una muy breve nota sobre una cuestión lateral que ha surgido entre las mencionadas discusiones.

----------Entre quienes han intervenido durante la última década en los debates teológicos acerca del valor autoritativo de las doctrinas del Concilio Vaticano II hay que mencionar al cardenal Georges Cottier [1922-2016], dominico, y teólogo emérito de la casa pontificia.
----------Leyendo su valioso aporte a este diálogo teológico, me ha parecido muy oportuna la referencia que hace el cardenal Cottier a la contribución que durante las labores del Concilio realizó el teólogo belga Gérard Philips [1899-1972], quien colaboró eficazmente en la redacción de la constitución dogmática Lumen Gentium, acerca de la doctrina de la Iglesia como "reflejo" de la luz de Cristo. De hecho, no es infrecuente la tentación de ciertos ambientes eclesiales actuales de agigantar la autoridad de la Iglesia respecto a su divina Cabeza y Esposo, alejándola con esto mismo de la guía que le viene de Cristo.
----------Por el contrario, y con el debido respeto al ilustre purpurado fallecido hace pocos años atrás, no comparto, por la considero errónea, su convicción de que actualmente la Iglesia "renuncia a todo medio de coerción". El concreto párrafo de la intervención del cardenal Cottier al que me refiero expresa lo siguiente: "Si, como debe ser, la Iglesia se percibe en el mundo como un reflejo de la presencia de Cristo, el anuncio del Evangelio sólo puede realizarse en el diálogo y en la libertad, renunciando a todo medio de coerción, tanto material como espiritual. Este es el camino indicado por Pablo VI en su primera encíclica Ecclesiam suam, publicada en 1964, que expresa perfectamente la mirada del Concilio sobre la Iglesia".
----------Si lo que aquí afirma Cottier fuera verdad, la Iglesia faltaría gravemente a uno de sus deberes esenciales, aunque ciertamente inferior al deber de la clemencia, de la misericordia y del diálogo.
----------La encíclica Ecclesiam suam del papa san Paulo VI, citada por el Cardenal, está explícita y solamente dedicada al diálogo y no refleja toda la doctrina del papa Montini y del mismo Magisterio de la Iglesia. El mismo Santo Pontífice, en otra ocasión, en uno de sus discursos recordó explícitamente que la Iglesia mantiene todavía hoy su poder coercitivo, obviamente en el contexto de la legalidad canónica.
----------El mismo derecho canónico, a propósito del poder coercitivo de la Iglesia, habla de "ius nativum". De lo contrario, ¿qué estarían haciendo los tribunales eclesiásticos y el derecho penal de la Iglesia?
----------La convicción de una cierta tendencia postconciliar aún vigente, según la cual en la actualidad la Iglesia ya no debe irrogar penas, es totalmente errónea y se la hace remontar falsamente al Concilio Vaticano II y al papa san Juan XXIII, quien, en cambio dijo, para ser exactos, que hoy la Iglesia prefiere la misericordia a la severidad y no (como les gustaría a los buenistas) que usa solo la misericordia y nunca la severidad. Es bien sabido que una misericordia sin justicia termina convirtiéndose en connivencia con el crimen y con los criminales, dejando a los ofendidos sin compensación y a los delitos sin reparación.
----------Una de las justas quejas que desde hace cincuenta años han surgido de muchos ambientes del mundo católico es la denuncia de una excesiva indulgencia, por no decir debilidad, en muchos pastores, hasta el límite de la connivencia o de la complicidad hacia doctrinas o costumbres de amplia difusión que no son conformes a la recta fe y degradan el nivel moral de los fieles y en general de la sociedad.
----------Hoy son demasiados los pastores que se escapan cuando llega el lobo o ni siquiera se dan cuenta de que el lobo se ha metido en el redil. Por consiguiente, un poco de energía y de coraje, pagando en persona incluso, no estaría de más, de hecho más bien sería una óptima medida, como está bien demostrado por todos los grandes y santos pastores que ha tenido la historia de la Iglesia.
----------También toda la ruidosa y extraña polémica opositora contra quienes, siendo absolutamente fieles a la divina Revelación tal cual siempre ha sido mediada por el Magisterio de la Iglesia, han hablado a propósito de los castigos divinos cuando ocurren tragedias naturales (como las hemos vivido aquí en Mendoza en varias ocasiones) o recientemente, en los más dramáticos momentos de la pandemia que aún se prolonga, demuestra que una gran parte del mundo católico ha perdido el concepto de la justicia divina, considerando a Dios como un bonachón que deja pasar todo y que no solo cierra uno sino los dos ojos.
----------Es obvio que ciertos sistemas penales de la Iglesia en el pasado son hoy absolutamente improponibles e impracticables, e incluso nos causan horror, porque (y ha tomado siglos, pero esta es la historia) nos hemos dado cuenta (más vale tarde que nunca) de que eran inhumanos y anti-evangélicos.
----------Pero el rechazar estos y el pensar en resolver los problemas doctrinales y morales solo con las cortesías y las dulces palabras son una peligrosa ilusión, una tremenda ingenuidad y una nefasta utopía, por no decir una hipocresía, que denotan el olvido de las consecuencias del pecado original y terminan por dar campo libre y rienda suelta a los astutos y a los prepotentes y dejar sin defensa a los honestos, víctimas de las mentiras y de los abusos, con grave perjuicio para el destino eterno de todos.

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