¿Qué relación existe entre la opinión o parecer de un teólogo y el juicio del Magisterio de la Iglesia en cuestiones de materia doctrinal? ¿Cuáles son las respectivas competencias del Papa, del Obispo, y del teólogo en materia doctrinal? ¿Cuáles son los límites de la pluralidad y libertad de los teólogos en su ámbito científico, y cuáles son, al respecto, los deberes y competencias de la autoridad eclesiástica? Estas preguntas, y algunas otras, son las que intentaré responder en esta serie de tres pequeños artículos.
Motivos circunstanciales
----------Los motivos circunstanciales que han dado origen a esta trilogía de breves artículos solo son de mi interés, y no tienen por qué ser del interés de los lectores habituales de este blog, que vienen aquí diariamente solo en busca de teología. Pero como este sitio web es un blog, vale decir, una modesta bitácora de desordenadas reflexiones, y no se trata de un texto académico o manual de teología, me gusta de tanto en tanto revelar a mis amigos lectores, pensamientos y sentimientos que son solo personales.
----------Un modesto blog como el presente, no puede sino vivir entre pequeñas alegrías y frecuentes pruebas. Una de las habituales penurias por las que casi cotidianamente atraviesa este website, brota de su perfil teológico; vale decir, no se trata aquí de filosofía de la religión, ni de ideología religiosa, ni de historia, sociología o psicología religiosa (aunque a veces se toquen tales temas), ni mucho menos de cháchara y chusmerío eclesial, cosas de las que abundan otros sitios webs y blogs sedicentes católicos, en los que sus autores desfogan sus traumas y humores. Como aquí se pretende hacer teología, para lo cual no todos los lectores son competentes, puesto que a veces ni siquiera han leído al menos una vez a conciencia el Catecismo de la Iglesia Católica, ocurre que no siempre alcanzan a comprender lo que aquí se quiere transmitir.
----------Por lo demás, hoy, encarcelados como están muchos "católicos" en sus ideologías, tanto tradicionalistas como progresistas, viviendo encerrados en su fantástica burbuja ideológica, se han habituado a ser y a actuar de una manera decididamente voluntarista, sin hacer el más mínimo esfuerzo por utilizar su capacidad de razonamiento. Ellos han decidido voluntarísticamente que su ideología, progresista o tradicionalista, es la verdad, y ¡guay de quien se los discuta! Son absolutamente incapaces de razonar. Y puedo asegurar que es sumamente frustrante hacerle comprender a alguien, que se encuentra preso en su ideología, cosas que es incapaz de comprender, por motivos psicológicos, sociológicos y morales.
----------Los ideologizados progresistas (en realidad modernistas) prácticamente no dan señales de vida en el foro de este blog ni en mi casilla de correo electrónico; no así los ideologizados tradicionalistas, quienes, munidos de su panfleto doctrinario (como el de los fundamentalistas, ya sea mormones, o evangelistas, o testigos de Jehová, que vienen a veces a llamar a la puerta de calle) creen poder rebatir todo cuanto se oponga a su cartilla ideológica. Así pasa frecuentemente con los lectores lefebvrianos o filo-lefebvrianos que frecuentan a menudo este blog. Y en los no raros casos en que esos lectores formen parte del clero, se produce una ulterior controversia, ya que, formados en las penurias de una teología enraizada en la escolástica decadente, para colmo mal comprendida, son incapaces de distinguir incluso la diferencia entre Magisterio y ciencia teológica y, en consecuencia, la relación entre la opinión del teólogo y el juicio del Magisterio en materia doctrinal. Precisamente ésta última, es la cuestión sobre la que versa la presente serie.
Un fatigoso pero fructífero camino juntos
----------La buena relación de los teólogos con el Magisterio de la Iglesia y, sobre todo, con el Sumo Pontífice es una de las más elevadas y útiles actividades que caracterizan a la Iglesia católica, a fin de que los fieles "caminen en la verdad" (3 Jn 4) y sepan cuáles y cuántas son las verdades de fe y sepan defenderse de los errores contrarios, así como un organismo viviente tiene necesidad todos los órganos vitales para poder vivir. Un cardenal Walter Kasper, que dice que no sabemos cuántas son las verdades de fe, es como ese médico que dijera que no sabe cuántos son los órganos vitales del cuerpo humano.
----------Esto, ciertamente, no quiere decir que conozcamos cuáles y cuántas son las verdades de fe con la misma precisión con la cual sabemos cuántos son nuestros dientes, sino solo en el sentido de que existen creencias, acerca de las cuales no está hasta ahora claro si son o no son de fe. Y por eso se discute entre teólogos, porque se podría, en principio, llegar a una doble conclusión: o que no son de fe; y entonces pueden ser abandonadas, como ha sucedido para la creencia en el limbo. O bien que pueden ser elevadas a dogma, como algunos quisieran, por ejemplo, para la doctrina de la corredención de María.
----------Claro que, sin embargo, a causa de la humana fragilidad y también a veces a causa de la malicia, esta relación de los teólogos con el Magisterio, a lo largo de los siglos no siempre ha sido del todo fácil, y se ha producido a veces la ruptura, a veces dramática, con grave daño de los fieles, que han quedado escandalizados, confundidos, divididos, engañados e inducidos al error y al pecado.
----------A veces la autoridad magisterial y disciplinaria ha permanecido sorda a las apelaciones de los teólogos. A veces han sido los teólogos quienes tomaron la iniciativa sin el permiso de las autoridades competentes. Los teólogos suelen encontrar dificultad para someterse. Mientras que la autoridad tiende a imponerse. O bien se da también el caso de una teología repetitiva, ya sea por pereza o porque, mórbidamente conservadora, está demasiado necesitada de seguridad o temerosa de la investigación y del progreso. Y por otro lado, se puede dar una autoridad demasiado permisiva, que se deja llevar por teólogos subversivos.
----------El riesgo del teólogo es doble: ya sea el riesgo de la presunción de hacer de maestro nada menos que del Papa, o bien sea el de condescender a los defectos de su gobierno pastoral, de tal manera de bloquear las reformas y el progreso de la teología y de la Iglesia. También el riesgo del pastor es doble: o bien la excesiva severidad y dureza en la condena de los errores y de los abusos, lo que denotaría falta de caridad y misericordia; o bien el riesgo de la negligencia, del interés privado, pereza, descuido, reticencia, oportunismo, respeto humano, ingenuidad, mundanidad, por lo cual el pastor no interviene para extirpar los errores y para castigar a los culpables o incluso para reformar las costumbres.
----------Una santa Catalina de Siena (basta con leer su Diálogo de la divina Providencia, capítulos 119, 121, 125, 129) nos ofrece preciosas enseñanzas en este campo: por una parte da óptimas sugerencias acerca de los deberes del buen pastor y de cómo él debe divulgar la sana doctrina y extirpar los errores, así como debe dedicarse al progreso y a la reforma de la Iglesia, también a riesgo de su propia vida; mientras que por otra parte ella tiene severos reproches a los malos pastores, a los que acusa de callar para adquirirse la reputación de misericordiosos y liberales, pero en realidad porque, envueltos en los mismos pecados, están bloqueados por su conciencia o porque esperan obtener ventajas y poder por parte de quienes deben corregir. Y a Catalina, como es bien sabido, ni siquiera le falta el coraje y la sabiduría para reclamar al mismo papa Urbano VI al cumplimiento de sus deberes, amenazándolo incluso con el castigo divino.
----------Como sabemos, el paradigma evangélico del buen pastor es el mismo Jesucristo Nuestro Señor, quien es a un mismo tiempo la "puerta" (Jn 10,7), es decir, el que mantiene abierta la conciencia, y lealmente entra en el redil "por la puerta" (Jn 10,2), es decir, entra en la conciencia de los fieles.
----------El "guardián" (v.3) se abre al buen pastor. El guardián es el buen teólogo, es aquel que conoce bien al pastor, que es el Obispo, y también conoce bien a las ovejas, para así poder ponerlas en contacto con el pastor, y así poder poner al pastor en estrecho contacto con ellas, para así conducirlas fuera del redil a fértiles pastos (v.3). El guardián es quien obtiene, por consiguiente, que las ovejas reconozcan la voz del pastor, es decir, aprecien su recta doctrina, para que puedan seguirlo serena y confiadamente (v.4).
----------En la historia de la Iglesia, los Papas y los buenos Obispos siempre han desempeñado honradamente y con dignidad este oficio, a menudo oficio ingrato, pero absolutamente necesario, aunque se debe reconocer -como todos saben- que en el pasado ha existido a gran escala y oficialmente la práctica de un celo y de un método represivo y reeducativo, incluso en los más Santos, un método de una dureza y celeridad, que a veces sabe a arrogancia y a voluntad (tal vez inconsciente) de hacer valer el propio poder.
----------Esta práctica, corriente y habitual en el pasado, salvo la excepción de algunos Santos precursores y particularmente iluminados (como fueron santo Domingo de Guzmán, o san Francisco de Asís o un san Francisco de Sales), no debemos atribuirla a una supuesta intolerancia o propotencia clerical o falta de amor cristiano, según el viejo módulo polémico de la masonería de ayer y de hoy, sino, como puntualizó el papa san Juan Pablo II, conmemorando en el 2000 el cuarto centenario de la condena a muerte de Giordano Bruno, estaba motivada por un grado o nivel si bien hoy superado, sin embargo auténtico y, por lo tanto, honesto, de la conciencia eclesial evangélica y jurídica de la época.
----------Al mismo tiempo en la historia se produce continuamente, en esta habitual y corriente conciencia colectiva, una profundización gradual, muy a menudo fatigosa, a veces contrastada por oposiciones y sufrida, de las exigencias del Evangelio, con la asistencia del Espíritu Santo y la subsecuente, a veces lenta aprobación del Romano Pontífice, después de dudas, de verificaciones y de resistencias. De vez en cuando surge un correspondiente progreso doctrinal y moral, un nuevo ordenamiento jurídico y por lo tanto una nueva concepción de los deberes del Obispo y del Papa en relación a los herejes.
----------Los precursores y profetas de este progreso pastoral, doctrinal y evangélico, es decir, los reformadores e innovadores, a veces pasan por subversivos y escandalosos y pueden parecer a algunos conservadores incluso como herejes. Estos reformadores también pueden ser teólogos, que inician una nueva relación con el Magisterio, relación cuyos términos y condiciones, al principio, pueden parecer poco claros para ambas partes; pero luego, mediante el ejercicio de la caridad, de la humildad y de la prudencia, uniendo a los que empujan demasiado con los que se quedan retrasados, haciendo referencia a la fe común, bajo la guía del Romano Pontífice, con la ayuda del Espíritu Santo, las cosas se aclaran y surge así una consecuente reformulación de las normas jurídicas y pastorales concernientes a la relación teólogos-obispos.
La reforma promovida por el Concilio Vaticano II
----------El abandono y la superación de la mencionada concepción del ministerio doctrinal del Obispo y del Papa, por una mejor labor crítica, por una concepción más abierta a la parte de verdad de las doctrinas heréticas, y más atenta a la dignidad humana del hereje, y para favorecer mejor el arrepentimiento del equivocado, se han producido, como es sabido, con la reforma del Dicasterio de la Santa Sede encargado de la custodia de la doctrina de la fe, reforma obrada por el papa san Paulo VI con el motu proprio Integrae servandae del 7 de diciembre de 1965. Para evidenciar la importancia de la reforma, el Papa cambió el nombre mismo del Dicasterio, que pasó de "Santo Oficio" a "Congregación para la Doctrina de la Fe".
----------El aspecto fundamental de la reforma disciplinar que, en este ámbito de la relación del Magisterio con los teólogos, ha promovido, luego del Concilio Vaticano II, el papa san Paulo VI, ha consistido en el hecho de que mientras anteriormente el dicasterio de la Fe aceptaba las denuncias de sospecha de herejía hechas por un determinado obispo o bien por un determinado teólogo y, considerando con ello al acusado como reo de sospecha de herejía, iniciaba de inmediato un proceso canónico, con el cual lo convocaba en juicio a exonerarse, con la intimación de retractarse, si quería evitar ser sancionado, ahora, en cambio, la Congregación de la Fe ya no cataloga la información recibida bajo el título judicial de la denuncia o de la acusación, sino del simple informe de sospecha de herejía, reservándose el dicasterio el derecho a ponerse en contacto con el autor, que viene a ser informado de cuanto ha llegado a conocer la Congregación; por lo cual, teniendo en cuenta la legítima libertad de pensamiento y el legítimo pluralismo teológico, la Congregación de la Fe desarrolla una preliminar labor de investigación y de interpretación de las reales intenciones y del lenguaje del autor. Luego de lo cual se le pide, no que se disculpe, sino que explique las razones o motivos de su posición teológica, valiéndose eventualmente del patrocinio de algún experto.
----------Después de haber examinado atentamente las posturas del teólogo señalado, eventualmente con la consulta a expertos, y de haberlo escuchado, la Congregación se reserva el derecho de expresar un juicio, que puede ser de no lugar para proceder; o bien, si efectivamente se justifican fundadas sospechas de herejía, el sujeto pasa del status de simple señalado o denunciado al de reo o acusado, por lo que se inicia un proceso canónico regular en su contra. Estas disposiciones han sido confirmadas y explicitadas en el Reglamento para el examen de las doctrinas de la Congregación de la Fe del 29 de junio de 1997.
----------La reforma disciplinar del papa san Paulo VI, como toda reforma dependiente de la prudencia humana, aunque asistida por el Espíritu Santo, tiene sus virtudes y defectos, sus claros y oscuros. Y por eso aquí se aplica el conocido dicho Ecclesia semper reformanda. Si una reforma fuera perfecta, no sería necesario en un momento determinado sustituirla por otra. A estas limitaciones, por no decir defectos, no escaparon ni siquiera los Santos Pontífices Pío V o Pío X, quienes indudablemente fueron santos como lo fueron san Juan XXIII y san Paulo VI. Sin embargo, ¡qué diferencia en sus frutos y consecuencias en cada época!
----------En efecto, es necesario tener presente que también los Santos reflejan la colectiva conciencia moral y jurídica de su propio tiempo y, por otra parte, su acción, por más heroica y poderosa que sea, no puede vencer ciertos obstáculos objetivos, que son propios de una determinada situación eclesial y de un determinado clima histórico, que quizás hayan ellos heredado de los Papas precedentes, y de los cuales ellos personalmente no tengan culpa, sino que más bien son víctimas de la situación que han recibido.
----------Por lo demás, nada ni nadie nos impide detectar también en los Santos defectos psicológico-morales objetivos, de los cuales, sin embargo, ellos, por sus limitaciones humanas, o no son conscientes o no tienen culpa. Por lo cual, esto no impide en absoluto a la Iglesia proclamarlos Santos. "Si iniquitates observaveris, Domine, Domine, quis sustinebit?" dice el Salmista. El mismo Jesucristo no ha podido castigar a los fariseos, a los doctores de la ley y a los sumos sacerdotes por su incredulidad, sino al contrario, él ha sido la víctima.
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