viernes, 12 de noviembre de 2021

Valor de verdad de las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II (1/4)

¿Cuál es el estado actual de las discusiones acerca de la interpretación de las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II? Obviamente, me refiero aquí a las discusiones teológicas, vale decir, a los debates que se desarrollan en ámbito católico, pues "el tiempo del libre debate" ha terminado entre los Padres conciliares al clausurarse el Concilio, y ahora sólo puede estar en vigencia el debate teológico "en sintonía con la voz del Romano Pontífice", como supo decir monseñor Luigi María Carli, en correcta postura católica.

Introducción y presupuestos
   
----------Desde los primeros años subsecuentes al Concilio Vaticano II surgieron discusiones en torno a la interpretación de sus documentos finales (sus constituciones, decretos y declaraciones), lo cual ha sido un fenómeno normal luego de todo Concilio ecuménico en la Iglesia, pues cualquier documento, cualquier texto, cualquier expresión humana que se proponga transmitir una verdad (con mucha más razón una verdad divinamente revelada) es algo que debe ser interpretado. De esta necesidad de interpretación no queda excluída ni siquiera la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, pues si bien en esa Palabra transmitida a sus Apóstoles está cerrada e inmutable la divina Revelación, sin embargo, no está nunca cerrada su interpretación, vale decir, su progresivo conocimiento, cada vez en mayor profundidad y claridad, gracias a la acción del Espíritu Santo que a través de los siglos conduce a la Iglesia "hasta la verdad plena" (Jn 16,12).
----------Ciertamente esos problemas interpretativos que históricamente se han producido luego de todo Concilio, han sido bastante más pronunciados en el caso del Vaticano II, al menos por dos razones: primero, por los objetivos, y segundo, por el lenguaje, que se había propuesto esta asamblea del episcopado universal reunida cum et sub Petro. Los objetivos del Concilio, señalados al ser convocado por el papa san Juan XXIII indicaban la preocupación por anunciar la divina Revelación de un modo más comprensible a un mundo ya muy distinto al de los concilios inmediatamente anteriores (Vaticano I y Trento), lo que conllevaba el formal propósito de dialogar con el mundo moderno, para cribar el trigo y la paja en la modernidad, rechazando sus errores y reconociendo sus valores y verdades. El lenguaje que la misma asamblea conciliar se propuso utilizar para hacer ese anuncio, debía ser un lenguaje más parenético que académico, prefiriendo un lenguaje de benevolente comprensión de los valores y verdades de la modernidad antes que un lenguaje condenatorio de sus errores.
----------Es indudable que las discusiones acerca del valor de verdad de las doctrinas nuevas de los documentos del Vaticano II, es decir, las discusiones sobre la interpretación de su valor de verdad vinculante para toda la Iglesia, nacieron durante el desarrollo mismo de la asamblea episcopal, en debates en que estuvieron muy vivas algunas posiciones de sectores minoritarios, de extremos renovadores o extremos conservadores. Pero tales discusiones entre los Padres conciliares llegaron a su fin una vez concluído cada debate y promulgado por el Papa cada uno de sus documentos finales.
----------Monseñor Luigi María Carli, quien había pertenecido a un grupo conservador, el Coetus Internationalis Patrum, que por supuesto quedó disuelto tras el Concilio, expresó con claridad lo que acabo de decir: "No me preocupa la etiqueta que pueda haberse aplicado a mi nombre en tiempo de libre debate, durante el desarrollo del Concilio... La voz aislada de un obispo, vale poquísimo. Si hace coro con la de otros, mucho. Si resulta en sintonía con la voz del Romano Pontífice, que Jesús ha querido vicario de su amor pastoral, y maestro universal de su verdad, muchísimo" (Tradizione e progresso nella Chiesa dopo il Vaticano II).  
----------Como fácilmente se advierte, mons. Carli separa bien los dos momentos: el de la elaboración de los textos conciliares ("tiempo de libre debate"), y el de los documentos finales del Concilio, tiempo de la obediente "sintonía con la voz del Romano Pontífice". Esto fue entendido y practicado por la totalidad de los Padres conciliares, a excepción de puntuales e individuales casos que dieron lugar, lamentablemente, a los conocidos cismas postconciliares, tanto formales como virtuales.
----------Por lo tanto, al abordar este tema, que desarrollaré en un puñado de notas, lo primero que debe tenerse en cuenta es que hace ya casi sesenta años que ha terminado el "tiempo de libre debate", y que para un católico que haga honor a su nombre no puede haber hoy más posibilidad que vivir a fondo la obediente "sintonía con la voz del Romano Pontífice", que se ha expresado en la promulgación de los documentos finales del Concilio Vaticano II y que se ha venido expresando, en docencia magisterial esclarecedora de las viejas y nuevas doctrinas enseñadas por el Concilio de nuestro tiempo en la voz de los Papas del post-concilio, san Paulo VI, Juan Pablo I, san Juan Pablo II, Benedicto XVI y el actual Romano Pontífice.
----------Por otro lado, lo segundo que debemos tener presente al abordar la cuestión del título de esta serie de artículos, es que aquí nos referimos a debates teológicos, con lo que esencialmente ello implica: la inteligencia de la fe, en sus diversos grados autoritativos vinculantes y en su correspondiente respuesta por parte del fiel creyente. No se trata, por lo tanto de discusiones fuera del ámbito eclesial, es decir, fuera del ámbito propiamente católico, como hoy suelen ser tan habituales en internet, en sitios web y blogs, con foros de discusión, entre personas sin competencia teológica, quienes a sesenta años de finalizado el Concilio, todavía creen estar viviendo el "tiempo de libre debate", y frecuentemente parecen no tener problemas en desviarse tranquilamente de la obediencia de la fe, cayendo en las peores herejías ya bien conocidas.
   
Un debate resumido en dos preguntas
   
----------Me parece útil, al inicio de esta pequeña serie de notas que iré publicando en días sucesivos, presentar a modo de avance sintético, lo que en mi opinión puede resumir el estado actual de las discusiones teológicas acerca de la interpretación del Concilio Vaticano II. Considero que el nudo de los debates teológicos, sobre todo en la última década, puede ser resumido en dos preguntas:
----------Primera pregunta. En los documentos del Concilio Vaticano II, ¿se contienen enseñanzas definitivas (es decir, "de fide tenenda": infalibles por cierto, aunque de segundo grado) que son "nuevas", es decir, que no están contenidas en el precedente Magisterio de la Iglesia, definido y definitivo, incluso si (va de sí mismo) no sean incompatibles (no puede ser de otro modo) con dicho Magisterio anterior?
----------Segunda pregunta. Si la respuesta a la pregunta anterior es afirmativa, ¿cuáles son, entonces, tales nuevas enseñanzas, tales nuevas doctrinas?
----------Al plantear estas dos preguntas, doy por supuesto que el lector ha leído y conoce bien lo expresado por el papa san Juan Pablo II en la Carta apostólica Ad tuendam fidem, y Nota doctrinal ilustrativa de la Congregación para la Doctrina de la Fe (documentos a los que varias veces me he referido en este blog).
----------Pues bien, a dichas dos preguntas, por mi parte podría responder brevemente así:
----------Respuesta a la primera pregunta. Es precisamente así. En el Concilio Vaticano II existen doctrinas nuevas, vale decir, desarrollos o explicitaciones o clarificaciones de doctrinas dogmáticas precedentemente definidas. No se trata solo de la repetición de doctrinas ya definidas. Ahora bien, dado que debe sostenerse que cuando la Iglesia realiza estas deducciones no puede equivocarse, es necesario entonces sostener que también las conclusiones extraídas de esos principios sean absolutamente verdaderas.
----------Las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II pertenecen al segundo grado, en cuanto que, aunque tratándose de doctrinas "definitivas", no son declaradas como tales. Estas últimas son sólo las del primer grado, que sin embargo están ausentes del Vaticano II. Son definitivas en cuanto tratan de materia de fe o próximas a la fe. El saber rastrearlas no siempre es fácil y esta tarea pertenece a la investigación teológica, y aquí las opiniones de los teólogos son diferentes. El punto de orientación pueden ser ciertas posiciones del Magisterio postconciliar, como por ejemplo (y sólo para dar un simple ejemplo) la aclaración que el Magisterio ha hecho acerca de la cuestión del "subsistit" ("la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica").
----------Respuesta a la segunda pregunta. Acerca de la cuestión acerca de cuáles son estas doctrinas o puntos nuevos definitivos, depende de los argumentos utilizados: para algunos teólogos hay más claridad, para otros menos. Por mi parte, después de años de estudiar los documentos del Concilio, he llegado a ciertas conclusiones y tengo para mí suficientemente en claro cuáles son estas doctrinas nuevas del Vaticano II, aunque exponerlas aquí en detalles excedería los objetivos de este artículo. Creo que es suficiente con dar algunos ejemplos de estos puntos nuevos: el concepto de liturgia, el concepto de Revelación, la relación entre Escritura-Tradición, el conocimiento implícito de Dios, el concepto de Iglesia, la colegialidad episcopal, la definición de laicado, el concepto de libertad religiosa, el concepto de la vida religiosa, el ecumenismo, la validez de las religiones no cristianas, la relación Iglesia-mundo, la relación María-Iglesia.
   
El grado autoritativo de las doctrinas nuevas del Concilio
   
----------En cuanto a las discusiones acerca del grado autoritativo (según Ad tuendam fidem) de las doctrinas nuevas del Vaticano II, yo diría que es cierto que no existen definiciones de primer grado ("doctrinas definidas", "de fide credenda" o de "fe divina"), pero existen definiciones de segundo grado ("doctrinas definitivas", "de fide tenenda" o de "fe eclesiástica"). Y se trata de doctrinas nuevas. Ciertamente, esto debe ser demostrado a nivel teológico. Pero no puedo hacerlo aquí, porque no tendría espacio, obviamente. De todos modos, en este blog ya me he referido a algunas de esas doctrinas nuevas, y he explicado sus fundamentos, su sentido y significado, y su armonía y continuidad con el Magisterio precedente.
----------Ahora bien, así como para la Ad tuendam fidem las doctrinas definitivas son infalibles como las definidas, se sigue de ello que las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II son infalibles, es decir, perennemente y absolutamente verdaderas, inmutables e irreformables, porque reflejan esa Palabra de Dios, de la cual Cristo ha dicho: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán".
----------Lo que no quiere decir que en el transcurso de la historia la Iglesia no conozca siempre cada vez mejor estas divinas Palabras o enseñanzas, pero entonces no son esas Palabras las que cambian, sino que somos nosotros los que cambiamos progresando en el conocimiento de esas mismas Palabras, cuyo significado siempre sigue siendo el mismo. Esto es lo que se llama "progreso dogmático", cosa que ocurre normalmente en todo Concilio ecuménico de la Iglesia y también ha ocurrido en el Vaticano II.
----------Por el contrario, las doctrinas de carácter pastoral, vale decir, las que están vinculadas o bien al derecho o bien a la política, también pueden cambiar radicalmente, como por ejemplo (y otra vez para dar un mero ejemplo) una cierta concepción de la libertad religiosa no de tipo teológico, sino político-estatal, como han observado justamente doctos teólogos y canonistas en años recientes.
----------La posición católica, que aquí expongo, se distingue tanto de la postura de los lefebvrianos, como de la postura de los modernistas: para los primeros lo nuevo del Concilio no es infalible, es más, de hecho según ellos es erróneo, porque es un nuevo que falsifica la Tradición. Para los modernistas, lo nuevo, que es verdadero en cuanto nuevo, está en contradicción con lo antiguo, que es falso en cuanto antiguo.
----------Para los modernistas, la verdad está solo en el presente; no es inmutable. Será falso mañana aquello que hoy es verdadero y viceversa, y es verdadero hoy lo que ayer era falso y viceversa. Esto es el relativismo dogmático: "veritas filia temporis". Pero esta es una herejía ya condenada por Pío X. Por eso son merecidamente llamados "modernistas". No es exacto llamarlos "progresistas", porque el verdadero progreso existe y debe existir en el dogma y en la Iglesia, así como en la sociedad, en las costumbres y en la cultura.

2 comentarios:

  1. Padre Filemón,
    en general aprecio sus artículos, de variada temática y de gran profundidad, pero lo que extraño un tanto es que Ud. nunca menciona fuentes, a veces lo hace citando a algunos pocos autores, pero en general no.
    Por ejemplo, aquí usted dice que en las últimas décadas, o en la última década, se ha producido un "debate teológico" acerca de la interpretación de "las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II", o bien habla de "doctos teólogos y canonistas en años recientes". Me gustaría saber (y no es sólo por mera curiosidad) quienes han sido o son los "teólogos" participantes en esos debates.
    Gracias.

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    1. Estimado Silvio,
      en teología especulativa no importa quien lo dice, sino lo que se dice, y si lo que se dice es conforme a la divina revelación tal cual nos es enseñada por el Magisterio.
      En el debate sobre el valor de verdad de las "doctrinas nuevas" del Vaticano II vienen interviniendo muchos teólogos, junto a otros profesionales de otras ciencias (sociología, derecho canónico, historia...) de menor importancia e incidencia en el tema. Podría hacer muchos nombres, entre ellos: Gherardini, Lanzetta, Cavalcoli, de Mattei, Radaelli, Morini, Martinetti, Rhonheimer, Valuet, Ceccanti, Zagloba, Arzillo, Agnoli, etc.
      Pero, repito, no importa quien lo dice, sino el valor de verdad de lo que se dice.
      Además, en un tema donde los ánimos se dejan llevar tan fácilmente por sectarismos o partidismos (tradicionalismo y progresismo) es mejor en lo posible no hacer nombres, pues los nombres suelen generar simpatías y antipatías que para el lector pueden ocultar la objetividad.

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