Dos breves textos del Evangelio podrían servirnos de faro en el camino para esta reflexión, que he dividido en dos partes, una hoy y otra mañana: "Que no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42). "Pedid y recibiréis" (Jn 16,24). Ambas frases brotaron de los labios de nuestro Divino Maestro, y deben ayudarnos a responder a la pregunta: ¿cómo debería ser la oración cristiana durante la presente pandemia?
En tiempos de calamidad pública, es más que nunca consuelo la oración
----------La Sagrada Escritura es maestra excelentísima de plegaria y, dado que la plegaria, sobre todo la cristiana, es fuente de gran alivio, paz, paciencia, consuelo y esperanza en las calamidades, he aquí la utilidad de recordar brevemente el sentido y el valor de la plegaria cristiana en este momento de prueba para todos.
----------Es ciertamente reconfortante el hecho de que se estén multiplicando ya sea por intervención de particulares o por obra de los pastores diversas iniciativas de oración colectiva o pública para implorar de Dios Padre, por intercesión de Nuestro Señor Jesucristo y, subordinadamente, de Nuestra Señora y de los Santos, el cese de la calamidad, pidiendo también serenidad y fuerza para la gente, y el eterno descanso para los muertos, así como todo tipo de ayuda para todas las fuerzas humanas comprometidas en esta lucha mortal contra un enemigo poderoso, invisible, oculto, traicionero e implacable, que golpea sin tregua a cualquiera, un enemigo con el cual es imposible lidiar y contra el cual tenemos muchas dificultades para defendernos.
----------La plegaria que nos sugiere la Sagrada Escritura y sobre todo el Evangelio, tiene sin embargo una forma más compleja que aquella que frecuentemente se ve dando vueltas entre la gente, plegaria, esta, que se limita a pedir piedad, misericordia, salud y sanación, pero que descuida un elemento esencial, presente en las verdaderas plegarias bíblicas y cristianas, incluidas las oraciones litúrgicas, o sea el exordio, con el cual el orante, arrepentido de sus propios pecados, y pronto y dispuesto para hacer penitencia, reconoce que los males que lo afligen son la consecuencia de sus pecados y por consiguiente una manifestación de la justicia divina, que en la calamidad está comunicando un mensaje que pide rescate y reparación.
----------Pero bien sabemos que este rescate ya lo ha ofrecido Nuestro Señor Jesucristo al Padre. Por eso, para hacer una plegaria completa, que tenga esperanza de ser escuchada, es necesario apelar a la Pasión del Señor, con la promesa de pagar la deuda del pecado con el ofrecimiento del presente sufrimiento. Solo con esta condición obtenemos misericordia y tenemos probabilidad que Dios aleje el flagelo, tanto más si la oración es dirigida a Dios por toda la Iglesia, como apareció por ejemplo en aquella plegaria que el año pasado, al inicio de la presente pandemia el papa Francisco, Cabeza de la Iglesia, ha hecho por la liberación de la enfermedad, ciertamente en nombre de la Iglesia, a la Virgen en la iglesia Santa María la Mayor, y luego ante el Crucifijo milagroso de la iglesia romana de San Marcello; oración que el Papa ha repetido en varias ocasiones. Es necesario, sin embargo, que toda la Iglesia se una en torno a la plegaria del Papa. Entonces Dios podrá escuchar nuestras súplicas, tal como escuchó las oraciones de la Iglesia, según se narra en el capítulo 12 de los Hechos de los Apóstoles, a fin de que Pedro fuera liberado de la cárcel.
----------Ahora bien, podríamos preguntarnos qué pasará con aquellos que no quieran orar porque son ateos o bien porque son panteístas. En efecto, ¿cómo puede el ateo rezar a un Dios que no existe? De hecho, el ateo pone a la naturaleza o a la humanidad en el lugar de Dios. Mientras que el panteísta, que se identifica con Dios mismo (modestia a un lado), ¿a quién le debería rezar? ¿A él mismo? Pero entonces, podríamos preguntarnos: ¿cómo afrontan ellos la cuestión del sufrimiento, del mal y de la muerte?
----------Ningún problema: se trata de la manifestación de las leyes del Todo, de Deus sive natura, que es el Dios de Spinoza. Como todo es Dios y Dios no es otra cosa que todo lo de la naturaleza, como dice un idealista de hoy: "todo está bien como está", para el cual hablar del sufrimiento, del mal y de la muerte, es propio de quien no sabe ponerse en el punto de vista universal y sublime del Todo o de la Naturaleza o de la Humanidad, punto de vista desde el cual el sufrimiento, el mal y la muerte, del efímero individuo empírico, no son más que el normal recambio de la evolución de la Naturaleza o de la Humanidad. Así deberían pensar los panteístas, si fueran conscientes de sus presupuestos y sacaran sus conclusiones con toda lógica. A propósito de tal recambio: me llegan noticias de ciertos municipios bonaerenses en los que, al hacer crisis el sistema sanitario y no disponer de las suficientes camas en terapia intensiva para todos los enfermos de coronavirus que las necesitan, se ha optado por recibir sólo a jóvenes y descartar a los viejos, quienes vendrían a ser, entonces, el descarte de este "normal recambio de la evolución de la Naturaleza o de la Humanidad".
----------Esta lúgubre fantasía está bien expresada en ciertas poesías difundidas durante la presente pandemia en la web, por ejemplo, en una que he leído de la escritora italiana Mariangela Gualtieri, para la cual: "Es poderosa la tierra. Está viva, de verdad. Yo la siento pensando un pensamiento que no conocemos. ¿Y qué es lo que sucede? Consideremos si no es ella quien se mueve. Si la ley que mantiene bien guiado al universo entero, si cuanto sucede me pregunto si no es la plena expresión de esa ley, que nos gobierna también a nosotros, como a toda estrella y a cada partícula del cosmos. Si la materia oscura fuera este mantener unido todo en un ardor de vida, con el barrendero de la muerte que viene a equilibrar a toda especie".
----------Por lo tanto, la tierra, según la materialista Gualtieri, parece ser la Diosa Naturaleza, quien da la vida y da la muerte, como la Pachamama para las amazónicos o Sciva para los hindúes, una "materia oscura que es un mantener unido todo en un ardor de vida, con el barrendero de la muerte que viene a equilibrar a toda especie". Oscura y monstruosa materia pensante, tenebrosa vida que genera la muerte, y tenebrosa muerte que genera la vida. ¡De modo que ésta es la bella consolación de los ateos y de los panteístas!
----------Sumen los lectores otras poesías semejantes, en estos tiempos de pandemia... "Por eso, no llores la muerte de tu cuerpo, ni llores la muerte de tu alma; tu cuerpo, permanece en el rostro de tus hijos; tu alma, enternece el fulgor de las estrellas", dice el mexicano Jorge Miguel Cocom Pech, en una poesía publicada recientemente. Materialismo, panteísmo, disolución total del individuo en el Todo endiosado.
----------¿Y qué hacen los modernistas en esta coyuntura? ¿Acaso ellos oran? Si oran, entonces oran mal, porque tienen un concepto equivocado de la plegaria. De hecho, teniendo en cuenta sus presupuestos, ellos no la entienden como petición de perdón a Dios, de salvación o de gracia, sino sólo como "agradecimiento", porque ellos se sienten ya en gracia, ya salvados y, de hecho, sienten a Dios desde siempre, desde la más tierna infancia, ya dulcemente presente en su intimidad, originariamente y directamente por Él iluminados mediante una experiencia atemática, inefable, preconceptual y trascendental, como decía Rahner.
----------Ellos, los modernistas de nuestro tiempo, por consiguiente, no tienen que pedir nada porque ya lo tienen todo. Para sentirse bien, a ellos les basta hacer como decía Lutero, creer firmemente que Dios les ha prometido salvarlos. Ellos están convencidos de ser salvados por su simple fe de ser salvados. Por lo tanto deben solo agradecer a Dios que los salvará. ¿Acaso podría Dios fallar en sus promesas?
----------Y con la epidemia, ¿qué pasa con la pandemia? ¿cómo la interpretan los modernistas? ¿Un castigo por sus pecados? Pero, ¿qué castigo, si Dios ha prometido incondicionalmente salvarlos? La pandemia es un simple hecho natural, que hay que tratar con la medicina y ya está, sin que tengan nada que ver Dios o los pecados, que no entran aquí ni son relevantes, porque ya han sido perdonados. ¿Pedirle a Dios que nos libere del mal? Eso lo puede hacer quien tiene una fe inmadura, veterotestamentaria, pero el fiel al Evangelio tiene sólo que agradecer a la misericordia divina, que le ha prometido salvarlo.
Plegaria condicionada y plegaria incondicionada
----------Pasemos ahora a cosas serias. La plegaria en el contexto de nuestras relaciones humanas es un gesto de gran importancia: es un mensaje confiado, humilde e insistente dirigido a alguna persona buena, de quien confiamos o esperamos una ayuda o algo de lo cual tenemos necesidad y que no alcanzamos a procurarnos por nosotros mismos, mientras que sabemos que esa persona nos lo puede dar. La plegaria no es la reivindicación de un derecho, sino que es la petición de una gracia, de un favor. Y para ello, una vez obtenida la gracia, es deber agradecer, es decir, devolver el favor en la ocasión oportuna.
----------Nosotros imploramos a Dios siguiendo el modelo de cómo pedimos a otro hombre, le hablamos a Dios como si estuviéramos hablando con otra persona. Está claro que el orar es convenientísimo en nuestras relaciones con Dios, ya que, si es cierto que podemos tener necesidades de cosas en las cuales los hombres nos puedan satisfacer muy bien, para ciertas necesidades sólo Dios puede ayudarnos.
----------En la oración a Dios hay dos clases de bienes que podemos pedirle: 1) por un lado, están los bienes que son seguramente ordenados a nuestra salvación y 2) por otro lado, están los bienes que se remiten al beneplácito o consentimiento divino.
----------Acerca de los primeros, ellos son ciertamente queridos por Dios, por lo cual si, con las debidas disposiciones, se los pedimos, Dios ciertamente nos los da. Los podemos llamar bienes absolutos, y son bienes que podemos pedir incondicionadamente.
----------En cuanto a los segundos, en cambio, podemos llamarlos bienes relativos: es decir, relativos al hecho de que Dios los quiera o no los quiera. Debemos pedirlos con la condición de que agraden a Dios, porque podría también no quererlos, precisamente en orden a nuestra salvación, cuyos caminos y cuyos medios Él conoce mejor que nosotros. Por lo cual, si no nos los da, quiere decir que era mejor así, aún cuando no sepamos el por qué. Pero Él lo sabe y esto nos debe bastar.
----------Los bienes que Dios seguramente quiere son aquellos que están ciertamente ordenados a nuestra salvación y que, por lo tanto, debemos ciertamente pedir, aunque a veces sean desagradables por naturaleza, difíciles, fatigosos, o requieran sacrificio. Estos bienes Dios no nos los hace esperar, sino que nos los dona inmediatamente, en cuanto mantienen en vida nuestro organismo sobrenatural. En cambio, en cuanto a aquellos de los cuales no sabemos si los quiere o no, nadie nos prohíbe pedirlos. Sin embargo, es necesario que, en caso de incumplimiento, estemos dispuestos a aceptar serenamente las decisiones divinas.
----------Es necesario señalar ahora que el sufrimiento en esta vida es inevitable. Ciertamente debemos hacer todo lo posible para aliviarlo, paliarlo, o para extinguirlo. Pero, por más que hagamos, el sufrimiento siempre vuelve a presentarse. En cualquier caso, por amor o por fuerza, estamos obligados a padecer. La sabiduría y la plegaria cristianas nos enseñan a padecer por amor y con amor. Y como el amor da alegría, he aquí la misteriosa alegría que el cristiano experimenta en el padecer con Cristo por los hermanos y por la propia salvación.
----------Y esto da un gran alivio y una gran paz: saber por qué, para qué y por quién se sufre. Los cristianos sufrimos por amor a Cristo y a nuestros hermanos y por nuestro propio interés, porque uniéndonos a la cruz de Cristo, soportamos toda prueba, somos liberados de las penas, de los castigos, de los pecados y de la muerte. En cambio, aquellos que sufren a la fuerza, porque están forzados y contra su voluntad o de mala gana, en contra de la inclinación misma de nuestra naturaleza, sufren desde ahora las penas del infierno. Ni siquiera los consuela el expediente de Nietzsche, de sabor estoico, de hacer nuestros voluntariamente los golpes del destino, aquello que él llama "amor al Destino", porque esta horrenda distorsión de la voluntad puede conducir a la locura o si puede dar algo de tranquilidad, es sólo la obstinada y trágica altivez del orgullo.
----------Por eso, cuando Nuestro Señor Jesucristo dice respecto al modo como Dios escucha la oración: "todo lo que pidáis en la oración, tened fe en que lo habéis obtenido y les será concedido" (Mc 11,24), se está refiriendo a los bienes necesarios, que llegan a ser conocidos, deseados y esperados en la fe, es decir, como objeto de fe, porque se trata de bienes sobrenaturales revelados, que son precisamente el objeto de la fe. Ahora bien, la fe dice certeza. Y por eso, quien reza sinceramente de este modo, no puede no ser escuchado.
----------Pero ahora detengámonos por un momento sobre esta otra orden o mandamiento del Señor: "Al orar, no habléis mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagáis como ellos, porque vuestro Padre que está en el cielo sabe bien de qué cosas tenéis necesidad, aún antes de que se las pidáis" (Mt 6,7-8). ¿Qué quiere decir con esto Nuestro Señor?
----------No tiene la intención de prohibir una larga repetición de fórmulas en el orar, de lo contrario, Jesús debería estar en contra del rezo del Santo Rosario, como creía Lutero, que en cambio ha sido recomendado por Nuestra Señora en sus más acreditadas apariciones. Pero sabemos que para Lutero las apariciones de la Virgen son supersticiones. Cristo, en cambio, con la expresión "creen que por mucho hablar serán escuchados" o "que van a ser escuchados a fuerza de palabras" se refiere a la idea supersticiosa de que la palabra mágica puede tener una "fuerza" tal de obligar a Dios a hacer aquello que queramos nosotros.
----------Por otra parte, Cristo mismo nos ordena "orar siempre" (Lc 18,1) y "en todo momento" (Lc 21,36). A tal respecto son famosas y utilísimas, sobre todo para ahuyentar las tentaciones y en la lucha contra el demonio, las jaculatorias de los Padres del desierto, aunque obviamente no debemos dedicar tiempo excesivo a la oración, especialmente cuando urgen los compromisos de la caridad fraterna.
----------En efecto, recordemos que el Concilio de Éfeso, del 451, ha condenado como herejes a los llamados euquitas o mesalianos, quienes, bajo el pretexto del Dios "único necesario" (Lc 10,42), y el deber de "orar siempre" (Lc 18,1), eran holgazanes que exageraban en el tiempo dedicado a la plegaria, sustrayéndose a las obligaciones del trabajo, de la vida social y de la caridad fraterna.
----------De los bienes aprendidos en la fe podemos estar absolutamente seguros de que son bienes, por lo cual, si los pedimos, podemos estar ciertos de que nos serán dados, porque son queridos por Dios mismo para nuestra salvación. Que los recibamos es sólo cuestión de la determinación del tiempo y de las diversas circunstancias; pero una cosa es cierta: que se nos darán y más de lo que esperábamos, aunque no en las mismas formas y modalidades que hemos pedido. Supremo entre todos estos bienes es la salvación, que pedimos sobre todo en la Plegaria Eucarística de la Santa Misa.
----------El secreto, por tanto, para ser escuchados, es poder saber lo que Dios quiere para nosotros. Una vez que sabemos esto, lo máximo está hecho: nos resta solamente pedirle a Dios lo que Él mismo quiere. ¿Podemos imaginar que no lo haga? Aquí, entonces, es que la primera plegaria que se debe hacer es la del Padre Nuestro: hágase tu voluntad. El problema en todo caso será más bien saber cuál es esta voluntad. Pero entonces está claro que esto es lo que debe pedirse primaria e insistentemente en la plegaria.
----------Tanto los bienes absolutos o incondicionados, como los bienes relativos o condicionados pueden ser físicos o espirituales. Los absolutos o incondicionados son sobre todo morales o espirituales y de hecho sobrenaturales, primero entre todos la gracia santificante. Los relativos o condicionados, en cambio, son sobre todo físicos, sensibles, temporales o materiales. Los bienes absolutos o necesarios, aquellos seguramente salvíficos y queridos por Dios, objeto de la plegaria incondicionada, son los bienes celestiales, eternos u ordenados al cielo. Pero también bienes espirituales como los sacramentos tienen un aspecto material.
----------En cambio, los bienes relativos o contingentes, que no sabemos con seguridad si son salvíficos, y que remitimos o confiamos a las decisiones divinas, bienes que son objeto de la plegaria condicionada, son bienes exclusivamente terrenos y caducos, fugaces, aunque preciosos. Son sobre todo físicos, pero pueden ser también espirituales, nunca en cambio sobrenaturales o celestiales.
----------Ejemplos de bienes absolutos, a pedir incondicionadamente, son: el perdón y la misericordia divina, los sacramentos, el conocimiento de la Palabra de Dios, la recuperación de la gracia si ha sido perdida, el permanecer en la comunión eclesial, la fidelidad a los propios sagrados compromisos y votos, el aumento de la virtud y de la gracia, si ya se la posee, la fortaleza contra las tentaciones, el dominio del espíritu sobre la carne, la presencia del Espíritu Santo en nuestra alma, la victoria sobre el demonio.
----------Ejemplos de bienes relativos, a pedir condicionadamente, son: la comida, el vestido, la vivienda, el trabajo, la curación de enfermedades propias o de nuestros seres queridos, la conversión de pecadores, la liberación de la compañía de personas molestas, el éxito en el apostolado, buen gobierno y leyes justas en nuestro país, la reivindicación de los propios derechos, la liberación de calamidades naturales, la inmunidad frente a las agresiones de malvivientes, el reparo contra los accidentes de tránsito, etc.
----------(En la segunda parte, mañana, nos referiremos a los presupuestos con que debe contar nuestra oración para ser escuchada por Dios, a las características y modalidades de nuestra oración, y finalmente brindaremos algunos ejemplos bíblicos de oración madura).
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