martes, 18 de mayo de 2021

Monseñor Mestre y la pandemia como castigo correctivo (1/2)

Acerca del tema que consideraremos en estas dos notas existen textos muy iluminadores en la Sagrada Escritura, y basta que mencionemos sólo dos: "el castigo que nos da la salvación recayó sobre él" (Is 53,5) y "no hay remisión de pecados sin derramamiento de sangre" (Heb 9,22), cuya comprensión católica es muy clara y definida en el Magisterio de la Iglesia. Monseñor Gabriel Mestre, obispo de Mar del Plata, cuenta con reconocida competencia bíblica. Intentemos, pues comprender correctamente sus últimas desafortunadas expresiones.

Monseñor Gabriel Mestre: Dios corrige, reprende y castiga
   
----------En la liturgia del Novus Ordo Missae, para el 21° Domingo del Tiempo Durante el Año del Ciclo C, en la segunda lectura, se recurre al siguiente pasaje de la Carta a los Hebreos: "Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos: 'Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes. Porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo'. Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre? (...) Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella. Por eso, que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean. Y ustedes, avancen por un camino llano, para que el rengo no caiga, sino que se cure" (Heb 12,5-7.11-13).
----------He transcripto el pasaje bíblico según la clara y precisa versión del padre Armando Levoratti [1933-2016], quien fuera querido y respetado profesor de Sagrada Escritura en el Seminario Mayor San José de La Plata. Se trata de un texto sumamente apropiado para meditar en esta gran "prueba" que constituye para nosotros, como ha dicho recientemente el papa Francisco, la presente prolongada pandemia. Las razones están a la vista: el pasaje expresa que Dios nos "reprende", nos "corrige", nos "castiga", hace que tengamos que "sufrir", y el sagrado texto nos dice que todas esas son señales de su "amor" hacia nosotros, sus hijos. Si esta enseñanza la podemos aplicar a todas y a cada una de las situaciones de nuestra vida, ¿con cuánta más razón no deberíamos aplicarla a lo que estamos viviendo durante la actual pandemia?
----------A propósito del mencionado pasaje de la Carta a los Hebreos, quiero llamar la atención de los lectores sobre el buen comentario espiritual-homilético que sobre este texto ha hecho monseñor Gabriel Antonio Mestre, Obispo de la diócesis de Mar del Plata, quien es ya bien conocido por su libro "Los tres puntitos de cada domingo", obra de homilética o de "reflexiones breves para acompañar la Lectio Divina con los textos bíblicos de la Liturgia dominical", cual se expresa en la edición. A fines del año pasado fue publicado el volumen correspondiente al Ciclo B, y es de esperar que sean publicados los comentarios a los textos de los domingos de los Ciclos A y C. Se trata de una meritoria labor que el prelado marplatense lleva haciendo desde hace varios años, y publicando sus reflexiones dominicales en diversas páginas de internet.
----------Mons. Mestre comienza por decir que en los pocos versículos del pasaje citado líneas arriba "aparece cinco veces la raíz corregir-corrección. Aplicado a Dios con respecto a los hombres y acompañado por otras palabras que refuerzan la idea: reprender y castigo. ¿Cómo se entiende? Hoy en día las palabras corrección y reprender, y, sobre todo castigo, son muy poco populares y se han eliminado de la mayoría de los esquemas educativos sistemáticos o caseros. Pero esto no debe ser así. La corrección, el reprender e incluso el castigo, bien entendido, son categorías bíblicas que debemos recuperar".
----------Como frecuentemente ocurre con muchos textos bíblicos, es necesario hacer las debidas distinciones para no adjudicar a las palabras de la Biblia inapropiadas ideas o conceptos modernos; y en tal sentido el Obispo continúa diciendo: "Evidentemente que hay que quitar de entrada cualquier mala comprensión de estos términos que lleven a justificar el abuso y la violencia en sus diversas formas (física, psicológica, moral), el maltrato, el desprecio o la minusvaloración de personas o grupos. Nunca jamás se puede aceptar esto". Pero inmediatamente el Obispo señala que si bien no se pueden aceptar esas incorrectas comprensiones de las palabras usadas por el pasaje bíblico, en cambio, debe ser aceptado el sentido de corrección del Señor, con los implicados sentidos de reprensión y castigo, como antes ha dicho el prelado.
----------En efecto, de inmediato mons. Mestre insiste y subraya el preciso sentido de la corrección, como obra del amor de Dios hacia nosotros sus hijos, y dice: "Pero sí hay que aceptar la corrección del Señor. Dios nos corrige porque nos ama. Quiere que transitemos por la verdad y el bien, cuando nos apartamos nos reprende para que volvamos al camino. Es verdad que nos cuesta, nos disgusta la corrección, pero a la larga nos hace bien, mucho bien. Dios nos corrige no para maltratarnos y humillarnos sino para rescatarnos y salvarnos. Para que crezcamos como verdaderos discípulos suyos. Dios corrige y reprende con misericordia".
----------Pero si el Obispo marplatense, en su reflexión, consideraba oportuno llamar la atención sobre las cinco veces que aparece repetida la raíz "corregir-corrección" en el citado pasaje de la Carta a los Hebreos, entonces debemos también nosotros considerar oportuno y conveniente llamar la atención de las repetidas veces (cuéntelas el lector) en que el propio mons. Mestre insiste con esos mismos términos en su comentario; e incluso sigue repitiendo los mismos términos en sus sugerencias finales, como para que en sus lectores y oyentes no haya ninguna duda en absoluto de lo que el Obispo quiere transmitir como mensaje:
----------"Aceptemos de buena gana la corrección del Señor y aprendamos de Él a corregirnos los unos a los otros con verdadera actitud de misericordia. Corregir en la familia, en el grupo, en el ambiente con compasión, para rescatar al hermano. No para despreciarlo y humillarlo sino para que vuelva al camino del Evangelio. ¿Me dejo corregir por el Señor? ¿En qué situaciones, en qué circunstancias? ¿Cómo me 'afecta' la corrección del Señor? ¿Tengo miedo de usar las palabras corrección y reprender?; ¿las entiendo bien? ¿Tengo responsabilidad educativa sobre otras personas? ¿Tengo que corregirlas? ¿Cómo lo hago? ¿Qué surge de mi corazón? ¿Deseos de venganza, desprecio o búsqueda de ayuda, rescate, sincero cambio de vida del que está equivocado?". No hay entonces duda alguna: el mensaje que mons. Mestre ha querido transmitir ha sido el del carácter de correctivo (en la reprensión y en el castigo) del obrar de Dios hacia nosotros. Lo cual es un dato bíblico innegable, como incluso bien lo dice el propio Obispo: "la corrección, el reprender e incluso el castigo, bien entendido, son categorías bíblicas que debemos recuperar".
----------Antes de pasar al siguiente punto en nuestra reflexión, conviene señalar un dato que quizás pueda sorprendernos. En la presentación que hizo mons. Mestre del primer volumen de sus "Los tres puntitos de cada domingo", dijo que "no es un libro de comentarios bíblicos, no tiene esa ambición. Fueron primero prédicas de homilías y luego las hicimos texto como memoria bíblica que ayude a iluminar la vida para hacerla servicio en la cotidianeidad". Es difícil no pensar que las "ambiciones" hayan sido confundidas.
----------A mi modesto entender, es mucho menos ambicioso (y, por cierto a mí me resultaría personalmente mucho menos interesante), un texto de exégesis o crítica bíblica de su autoría, por competente que sea el biblista Gabriel Mestre para cumplir esa respetable tarea. En cierto sentido, el libro de homilética que él ha escrito (del cual es un ejemplo el pequeño pasaje de su comentario, que aquí he publicado) es mucho más valioso para la Iglesia, en particular para el Pueblo de Dios, y para su propio rebaño diocesano, que cualquier trabajo exegético o de crítica bíblica científica que acaso él pudiera elaborar.
----------Y considero que ello es así porque debemos recordar que "entre los principales oficios de los Obispos se destaca la predicación del Evangelio... porque ellos son los maestros auténticos, o sea los que están dotados de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de ser creída y ha de ser aplicada a la vida, y la ilustran bajo la luz del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación cosas nuevas y viejas, la hacen fructificar y con vigilancia apartan de su grey los errores que la amenazan" (Concilio Vaticano II, constitución dogmática Lumen gentium n.25).
   
Los Obispos y la tentación del lenguaje políticamente correcto
   
----------Mons. Mestre titulaba aquella reflexión sobre Hebreos 12,5-7.11-13: "Dejarnos corregir por el Señor" y lo hacía el domingo 25 de agosto de 2019, movido supongo por la libertad, y a la vez por la responsabilidad, de su oficio de Obispo, sucesor de los Apóstoles, "maestro auténtico" de la fe, como dice el Concilio. Sin embargo, un año y medio después de aquellas reflexiones, las cosas parecen haber cambiado. Tras pocos meses de escribir aquel texto, estallaba la epidemia del Covid en China, y luego la enfermedad ingresaba a Europa a través de Italia, y poco después este mal se extendía por todo el mundo y se lo calificaba de pandemia.
----------En los primeros días de abril de este año, el Obispo era entrevistado por un medio informativo de la ciudad de Mar del Plata, y se le hacía la siguiente pregunta: "Pasamos un año de pandemia, ¿Qué enseñanza nos deja esta crisis de cara al futuro?". El Obispo respondió así: "Estoy totalmente convencido que la pandemia es una verdadera enseñanza y no un castigo divino, como plantean algunos sectores más fundamentalistas. Es una situación dolorosa, compleja, difícil. Desde la fe pedimos ser liberados, pero como dice el papa Francisco, a la luz de esta situación, o salimos mejores o salimos peores. (...) La pandemia tiene que ser una oportunidad de aprendizaje". Luego estas expresiones fueron publicadas en varios medios.
----------Aparentemente, el discurso del prelado marplatense tiene marcadas diferencias respecto a lo que él decía en su mensaje de tan solo año y medio atrás. Por supuesto, en el lapso de tiempo que media entre una y otra expresión, ha sobrevenido la pandemia del coronavirus, con sus efectos letales, hoy vividos en nuestro país en su punto más alto de gravedad y dramatismo. En su comentario de agosto de 2019 transmitía a su grey el claro mensaje de la Palabra de Dios, indicando que las situaciones dolorosas de nuestra vida deben ser miradas como señales del amor misericordioso de Dios que a través de la reprensión y el castigo, nos corrige para salir de ellas mejores. Pero al parecer, en abril de 2021, ya no alcanza a "aceptar de buena gana la corrección del Señor" como el propio Obispo pedía a su grey un año y medio atrás. ¿Qué ha sucedido para que el discurso cambie? ¿Acaso las situaciones históricas hacen cambiar la esencia de aquella "Palabra que no pasa" como la llamó Nuestro Señor Jesucristo? ¡Blasfemia de solo pensarlo!
----------Por lo tanto, francamente y dicho con el mayor respeto, da la impresión (al menos solo la impresión) que a mons. Mestre le resulta hoy difícil aplicar aquellas, sus primeras enseñanzas generales acerca del obrar correctivo de Dios hacia el hombre, a la actual situación generada por la pandemia; parece resultarle difícil aplicar al caso particular del sufrimiento que está causando el coronavirus las mismas categorías generales de corrección, reprensión y castigo de Dios que, con elogiable libertad y responsabilidad apostólicas, no había tenido problemas en proclamar año y medio atrás para todas las circunstancias de la vida humana, que deben ser aceptadas con esa mirada de fe con la que debe aceptarlas un cristiano.
----------Al respecto, habría que hacer algunas puntualizaciones:
----------Primero. Parece que hoy, en la actual situación de "diálogo entre Iglesia y mundo" (para usar la misma forma de expresarse del Concilio Vaticano II), no sea tan fácil para los Obispos superar los modos y estilos de lo que suele llamarse el "lenguaje políticamente correcto", a fin de mantenerse fieles, por ejemplo, a esa libertad y responsabilidad de su oficio de Pastores de la grey que les ha sido encomendada. El propio mons, Mestre reconocía un año y medio atrás, antes de la pandemia, que "hoy en día las palabras corrección y reprender, y, sobre todo castigo, son muy poco populares y se han eliminado". Ahora bien, no se trata, por supuesto, de hacer cuestión de palabras, de discutir sobre palabras, sino de tener siempre en claro que lo esencial son los conceptos, las nociones, las ideas, que expresan verdades. Lo importante es transmitir verdades, y en particular para un Obispo, por lo tanto, si es necesario usar otras palabras distintas a las habituales, porque el sentimiento actual rechaza esas palabras, ¡pues úsense otras! con tal de transmitir siempre las mismas verdades, que de eso se trata y es lo necesario.
----------Recientemente noté esa misma inclinación por el "lenguaje políticamente correcto" en una reflexión para el inicio de la pasada Cuaresma grabada por el Arzobispo de Rosario, mons. Eduardo Eliseo Martín. Aún en la brevedad de su reflexión, me parecen excelentes sus pensamientos grabados en vídeo y difundidos en varios sitios de internet. Sin embargo, se observa claramente el modo como mons. Martín sucumbe enseguida al "lenguaje políticamente correcto", ni bien inicia su reflexión: "Comenzamos hoy el camino cuaresmal, este camino penitencial. La palabra penitencia, sin embargo, nos remite a nuestra infancia... cuando nuestros padres, cuando habíamos cometido alguna travesura, nos ponían en penitencia, y entonces parece que la palabra penitencia está vinculada al castigo, pero en realidad la palabra penitencia significa conversión...".
----------Por el contrario, hay que decir a clara letra que la palabra penitencia está vinculada al castigo, es decir a algún mal de pena, carga, dolor, sufrimiento, ayuno, molestia, claro que libremente asumido, en descuento de los propios pecados y de los del prójimo. Y sé que mons. Martín sabe bien todo esto. De hecho luego, en el mismo mensaje cuaresmal, sugiere a sus oyentes la aceptación de las contrariedades de la vida como una de las formas de penitencia para sacar provechoso fruto de la cuaresma. ¿Y qué son las contrariedades de la vida, sino dolor, carencias, sufrimiento, displacer, en fin, variadas formas de "mal de pena" presente inevitablemente en nuestra vida? ¿Qué son sino formas de "divina corrección, reprensión o divino castigo correctivo", como correctamente decía mons. Mestre en su mensaje? Por lo tanto, ¿por qué razón, ahora, esa negativa a usar la palabra castigo? ¿Por qué ese pudor, ese recelo, esa aprensión, ese escrúpulo, ese temor?
----------Segundo. Parece que tampoco es tan fácil hoy para un Obispo distinguir lo que son las expresiones del Papa como Maestro de la Fe de lo que son las opiniones personales del papa Francisco, cuando habla como doctor privado o como opinador particular. Los lectores que cotidianamente siguen mis notas saben bien que repetidamente ya he indicado que este es uno de los problemas que generan los modos pastorales del actual Romano Pontífice, quien, según mi modesto parecer, debería difundir menos públicamente sus opiniones personales sobre todo tipo de temas, incluso sus opiniones teológicas.
----------Y considero eso una necesidad ante todo porque para el común de los fieles parece resultar difícil distinguir la voz del Papa cuando habla como Maestro de la Fe, a la cual le debemos obediencia, porque cuando habla cumpliendo este oficio es Maestro infalible de la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, y la voz del Papa cuando habla como mero opinador privado, que son las ocasiones en que él es falible, puede equivocarse y, de hecho, a veces se equivoca, como ya repetidamente lo hemos notado. Pero esta dificultad parece afectar hoy no sólo a los fieles comunes, sino también a los Pastores, que parecen considerar también "lenguaje políticamente correcto" someterse incluso a las opiniones personales del Papa, sobre tal o cual tema, por el mero hecho de que el Papa haya expresado sus opiniones privadas. ¿En dónde quedan, entonces, aquellas libertad y responsabilidad que son elogiables en todo Obispo?
----------Tercero. Finalmente, para una correcta solución de la cuestión que hemos planteado, debe notarse el diverso valor magisterial de las expresiones de mons. Mestre. Sus expresiones de agosto de 2019 son claramente magisteriales. Naturalmente, no estoy diciendo aquí que un Obispo individualmente goce de infalibilidad, que es carisma particular del Romano Pontífice, sino tan solo cuando el Obispo enseña la Verdad de Nuestro Señor Jesucristo en comunión de doctrina de fe con el Romano Pontífice y el Colegio Episcopal. Sin embargo, es evidente que en sus expresiones de agosto de 2019 se dirigía a su Iglesia diocesana, a los fieles, a sus sacerdotes, a sus laicos comprometidos, y lo hacía como "maestro auténtico" de su Iglesia diocesana, como dice el Concilio. Por el contrario, en sus expresiones de abril de 2021, respondía meramente a una requisitoria periodística. Es evidente el diverso valor docente. Sin embargo, no podemos eludir el problema: el Obispo, quizás atrapado por las circunstancias, improvisando, o tomándole por sorpresa la pregunta del periodista, se expresa de un modo desafortunado: "Estoy totalmente convencido que la pandemia es una verdadera enseñanza y no un castigo divino". Intentemos explicarlo.
   
----------(En esta primera nota no he pasado más allá del planteamiento de la cuestión; mientras que en la segunda nota, mañana, intentaré explicar los conceptos que están en juego y resolver la cuestión). 

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