miércoles, 5 de mayo de 2021

El Papa: el tesoro y la vasija de barro. Nuestro Señor Jesucristo, y el Papa como su vicario, nuestros maestros

En mi artículo de ayer traté de transmitir a los lectores la necesidad que tenemos en cuanto católicos de considerar al Romano Pontífice no sólo con razonable equidad, sino sobre todo con una mirada de fe. Ni los modernistas ni los lefebvrianos saben juzgar al Papa con equidad y con criterio de fe. En efecto, si un Papa no es juzgado con un criterio de fe, no se comprende quién es el Papa, qué cosa debe hacer el Papa y por qué existe el Papa. También en mi nota de ayer expresé que todas las paradojas que aparentemente puede presentar un Papa se disuelven distinguiendo la razón de la fe, lo natural de lo sobrenatural, lo humano de lo divino. En suma, es necesario distinguir el tesoro de la vasija de barro, como enseña san Pablo: "nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios" (2 Co 4,7). Permítanme los benévolos lectores insistir algo más en este misterio de tesoro y vasija de barro, que somos todos los cristianos y que también, de modo particular, es el Romano Pontífice.

Jesucristo, y el Papa como su vicario, nuestros maestros
   
----------Nuestro Señor Jesucristo nos comunica sus enseñanzas tanto en sus propias palabras, las que nos son reportadas por los Santos Evangelios, como por medio del Papa, autorizado y designado por el propio Jesucristo para ser el intérprete de su enseñanza bajo la asistencia del Espíritu Santo. Esto quiere decir que el Romano Pontífice nos explica y nos clarifica qué cosa ha querido decir Jesucristo cuando algunas de sus palabras quizás no nos son claras, o acaso nos producen dificultad, o podrían ser mal comprendidas o incomprendidas por nosotros. Por otra parte, el Papa nos pone en guardia contra las falsificaciones de la Palabra de Dios, contra los "falsos Cristos" y, por consiguiente, en modo especial, contra el Anticristo.
----------Presupuesto eso, por consiguiente, no puede haber engaño más grave del demonio que presentarnos al Papa como Anticristo, engaño del cual, como sabemos, fue víctima Martín Lutero y con él todos los herejes. De hecho, en la historia de la Iglesia no existe hereje que no alimente odio hacia el Papa. Y también hoy, lamentablemente, escuchamos aquí y allá lanzar esta horrible e impía acusación contra el papa Francisco, precisamente por boca de algunos que se llaman católicos, y en una época en la que los mismos protestantes han renunciado a un lenguaje tan ofensivo. Sin embargo, me temo que algunos de ellos miran benévolamente al papa Francisco porque se muestra demasiado indulgente y casi admirado con ellos.
----------Nosotros, los católicos, disponemos de dos grupos de documentos escritos que son las fuentes originarias de la verdad católica: 1) el Evangelio y 2) el Magisterio Pontificio. Cuando digo Evangelio, me refiero al Nuevo Testamento y a las profecías cristianas presentes en el Antiguo Testamento; y cuando digo Magisterio pontificio, me refiero a la expresión y codificación viva de la Tradición apostólica. Pero el Magisterio pontificio ha venido formándose y acrecentándose durante dos milenios, desde san Pedro hasta el actual Papa con la puesta por escrito de las enseñanzas orales de los Sumos Pontífices y de los Concilios, los cuales, además de explicarnos las palabras del Señor, han acogido y reconocido como veraces y fuentes de la divina Revelación los documentos de la tradición oral de los apóstoles, subsecuentemente explicados, comentados y desarrollados por los Padres, por los Doctores y por los Santos.
----------De este rico patrimonio doctrinal los Romanos Pontífices, a lo largo de los siglos hasta hoy, con la ayuda de los Concilios y la asistencia del Espíritu Santo, han ido gradualmente extrayendo, recabando y determinando, los puntos principales y fundamentales de la divina Revelación o Palabra de Dios surgida de los labios de Nuestro Señor Jesucristo y registrada en la Sagrada Escritura y en la Sagrada Tradición apostólica.
----------Estos puntos fundamentales, que resumen en sustanciosos conceptos y breves expresiones las verdades fundamentales de la fe cristiana, han sido elaborados y fijados para siempre desde los siglos primero y segundo de nuestra era, partiendo de las enseñanzas del Antiguo Testamento, y con la ayuda del Nuevo Testamento, y constituyen los artículos de fe recogidos en el Símbolo de la Fe o Credo.
----------Por otro lado, aquellas verdades de fe que han sido aclaradas o explicitadas por los Sumos Pontífices en los siglos subsecuentes hasta hoy y por ellos definidas y formuladas definitiva e infaliblemente con la asistencia del Espíritu Santo, por sí solos o junto a los Obispos en un Concilio, en conceptos inmutables, constituyen los dogmas de la fe, para ser creídos con fe divina por parte de todos los creyentes.
----------La enseñanza del Romano Pontífice es una enseñanza infalible e irreformable sólo cuando en su magisterio ordinario o extraordinario, simple o solemne, cotidiano u ocasional, es una verdadera enseñanza, es decir, no se trata de una broma ocasional o de una manifestación casual o de un discurso improvisado o de un slogan o de un movimiento impulsivo o de una opinión subjetiva, sino que se trata de una proposición bien pensada, ponderada, reflexionada y meditada, con un significado inequivocable, expresada en un lenguaje adecuado, apropiado y preciso, concerniente a materia de fe o de moral.
----------Y entonces pueden darse dos casos: 1) o bien la enseñanza de un nuevo dogma de la fe, y entonces es el caso en el cual el Papa pronuncia solemnemente, eventualmente en un Concilio, una definición dogmática; 2) o bien se da la enseñanza de dogmas ya definidos o de una doctrina de fe tradicional. Tal enseñanza es impartida todos los días por la Iglesia, es decir, por el episcopado esparcido por el mundo en comunión y bajo la guía de Pedro. El mismo pueblo de Dios, como dice el Concilio Vaticano II, es infalible en el creer, cuando en unión con los pastores, profesa la propia fe sobre todo en el momento de la liturgia.
----------Por lo tanto, dado que el Romano Pontífice en sus discursos no siempre es infalible, puede suceder que él, no en los documentos de más alto nivel, sino en las homilías o en las audiencias o en las entrevistas en el avión, ya sea por deseo de novedad o de éxito o para no contrariar a algún poderoso o para condescender a los aduladores o porque está desconcertado o confundido por filosofías profanas o por exegetas poco o nada fiables o por límites de su inteligencia o porque no sabe expresarse, puede suceder, repito, que él no se exprese de modo conforme al Evangelio o a la Tradición o al magisterio pontificio precedente.
----------Por eso, el fiel, también él asistido por el Espíritu Santo, bien formado en la doctrina católica, debe seguir con confianza los discursos del Papa, porque comúnmente contienen enseñanzas tradicionales sabias y útiles; pero al mismo tiempo debe ser vigilante, estar atento, porque, comparando las palabras del Papa con los dichos de Nuestro Señor Jesucristo o con el magisterio precedente o con el de los buenos teólogos y exegetas, puede quizás tomar conciencia de una disonancia: en cuyo caso está claro cual debe ser su elección. Podría decir lo que Aristóteles dijo de su maestro Platón: "amicus Plato, sed magis amica veritas".
----------Sin embargo, es necesario evitar el error de Martín Lutero [1483-1546] y el error de Marcel Lefebvre [1905-1991], errores análogos, de un mismo género. El error de Lutero es el de querer evaluar o valorar la enseñanza de los Papas únicamente remitiéndose siempre y sólo directamente al Evangelio, vale decir, a la Escritura y a la exégesis bíblica, rechazando la Tradición, en la convicción de estar siempre, en cuanto fieles individuales, iluminados por el Espíritu Santo, considerando la propia conciencia como regla absoluta de la verdad. Este es el error de los protestantes, idéntico a nivel genérico con el de los lefebvrianos, quienes habiendo partido de la herejía de acusar de modernismo al Concilio Vaticano II, valoran la enseñanza de los Papas del postconcilio únicamente remitiéndose siempre y sólo directamente a una supuesta Tradición, pero no la verdadera, rectamente entendida, sino la que ellos subjetivamente han reducido y fijado.
----------Esta errónea convicción, tanto de los protestantes como de los lefebvrianos, de estar siempre iluminados por Dios, es fruto de la soberbia, y nos expone a ser engañados por las más peligrosas mentiras del demonio, precisamente como lo demuestran la teología y la vida de Lutero, cuya cacareada lucha y victoria contra el demonio, identificado en el Dios del Papa, se resuelve en el convertirse en perverso instrumento del demonio. Es la misma condición de todos los herejes y cismáticos de la historia de la Iglesia.
----------En cuanto a los modernistas de la actualidad, los neomodernistas del postconcilio, parecerían ser ellos los más fieles y leales al papa Francisco. Se declaran amigos y fans del Papa. Algunos de ellos son considerados por los medios de comunicación como "estrechos colaboradores" del Papa. Algunos creen que los modernistas consideran al Papa infalible en todo. Ahora bien, es cierto que son entusiastas de él, hasta el fanatismo: lo consideran un Papa profético, iniciador de un "giro epocal", un "punto de inflexión histórico" como dicen ellos, un Papa revolucionario, líder de la izquierda internacional, transformador del mundo, autor de lo que llaman el "nuevo paradigma", el Papa de la misericordia, de la paz y de la libertad.
----------Ahora bien, sin embargo, y para poner las cosas en su lugar, debemos recordar que en realidad los modernistas no creen en absoluto en la infalibilidad pontificia, porque los modernistas no creen en la esencia sobrenatural del carisma petrino y, si vamos más a la raíz, fundamentalmente no creen en la inmutabilidad de la verdad. En realidad, los modernistas aprecian del papa Francisco solo cuanto les resulta agradable a ellos, o sea, en todo aquello que en él les parece a ellos estar de acuerdo con el modernismo.
----------Pero sabemos bien lo que ocurre cuando el papa Francisco testifica, aunque sea mínimamente, a favor de ciertos dogmas, o a favor de ciertos valores tradicionales (pensemos, por ejemplo, en el infierno o el demonio o la indisolubilidad del matrimonio o la condena de la eutanasia, o la condena del aborto y de la sodomía, o de la pandemia como una prueba), e inmediatamente los verás graznando o ignorándolo o contradiciéndolo o incluso insultándolo, como han hecho con los últimos dignísimos Papas que precedieron al Papa actual.
----------Esta fingida devoción de los neomodernistas actuales por el papa Francisco, me parece aún peor, aún más abominable, que el antipapismo abierto y desembozado de Lutero o de los lefebvrianos (el de ellos también antipapismo real, burdamente disfrazado por su tan cacareada devoción por una inexistente "Roma eterna"). El enemigo abierto y frontal es menos peor que el falso amigo, porque al menos con aquel sabes con quién estás tratando, mientras que, en cambio, con los fingidos amigos confiamos precisamente en quien en realidad nos está apuñalando por la espalda (que eso es, sin más, la hipocresía). Por lo tanto, con razón dice el proverbio "de los amigos me cuide Dios, porque de los enemigos me cuido yo".
----------Es necesario que seamos siempre muy prudentes y modestos en los juicios que hacemos acerca de las enseñanzas del Papa. La primera cosa que hay que hacer es intentar una interpretación benévola, mirando el contexto y esforzándonos por comprender el modo de expresarse del Papa. Si la interpretación benévola falla o no alcanza, es bueno pasar por alto el punto, y recoger lo positivo. ya que no es bueno intentar acomodar las cosas cuando el error es manifiesto, haciendo decir al Papa aquello que no dice.
----------Es necesario, por otra parte, saber apreciar el progresismo del papa Francisco, porque refleja el enfoque o impostación progresista del Concilio (digo progresismo, que es actitud legítima y necesaria, tan necesaria en la Iglesia como el legítimo y auténtico tradicionalismo; por lo tanto, digo progresismo y no modernismo, el cual es herejía). Por ello, cuando el papa Francisco habla de libertad religiosa o de ecumenismo o de diálogo interreligioso o de diálogo con el mundo, es necesario evitar citar en contrario ciertas posiciones del magisterio preconciliar, como por ejemplo aquellas del beato Pío IX o de san Pío X o de Pío XI, como si el Papa actual entrara en conflicto con un magisterio que se supone inmutable o insuperable. Es necesario convencernos de que el Concilio Vaticano II, al igual que todos los concilios ecuménicos de la historia, acrecienta y explicita la enseñanza anterior de los Papas, sin contradecirlos ni negarlos en absoluto.
----------Es cierto por otra parte que el papa Francisco, precisamente sobre estos temas, tiene una actitud pastoral que parece recordar el modernismo y el rahnerismo, una pastoral que parece improntada o marcada por el liberalismo, el relativismo, el buenismo, el horizontalismo y el secularismo, o que parece influenciado por la ideología masónica o marxista o por la herejía luterana.
----------Digo "parece", pero no digo que efectivamente sea así, porque sería demasiado grave en un Papa, por lo cual no es posible que el papa Francisco, asistido como está por el Espíritu Santo, sea tan inatento o imprevisor o distraído, o influenciable, o ingenuo o necio como para dejarse seducir a cada momento por esos abominables errores. Pero debemos reconocer, objetivamente, que es cierto que en estos años ha habido modernistas, masones, luteranos, islámicos, comunistas, judíos, ateos, sodomitas e inmorales que lo han estado rodeando hasta ahora, y le han hecho y hacen grandes elogios y lo adulan, calificándolo como el primer Papa de la historia que ha entendido qué es el progreso, el diálogo y la libertad.
----------Un defecto del papa Francisco (todo así lo indica) es el de dejarse instrumentalizar o manipular (que lo haga acaso conscientemente no disminuye la gravedad del hecho). Francisco no se preocupa de desmentir las interpretaciones instrumentales e interesadas, que lo presentan por aquello que en el fondo él no es y no puede ser nunca como Papa, Vicario de Cristo. De tal modo, por un lado mientras los modernistas regodeados, arrogantes, y altaneros, creen que él está de su parte, por otro lado muchos católicos, quizás demasiado propensos a la sospecha, permanecen doloridos, indignados, perturbados o escandalizados.
----------En conclusión, el secreto para comprender el misterio de la relación del magisterio del papa Francisco con el magisterio de Cristo es ascender de Francisco a Cristo y descender de Cristo a Francisco: Francisco nos explica a Cristo y nos eleva hacia Cristo, mientras que desde lo alto de la Palabra de Cristo podemos juzgar la palabra de Francisco. Considerando a Cristo, verificamos y nos damos cuenta de cómo Francisco nos conduce a Cristo. No nos escandalicemos de Francisco, si no queremos escandalizarnos de Cristo.

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