Ha pasado para nosotros ya más de un año (catorce meses en Argentina) en que hemos entrado en esta nueva etapa de nuestra vida en la que convivimos con una enfermedad o con el peligro de una enfermedad, de la cual existen escasas certezas incluso entre los científicos investigadores. Sin embargo, sobre la actual pandemia, hay una explicación que se ubica en un plano en el que sí, efectivamente, existen certezas. Lamentablemente quienes deberían estar brindando esas certezas, hoy hacen silencio.
Duda, sospecha, opinión, certeza y fe
----------Partiré de simples nociones de teoría del conocimiento, las cuales si bien exigirían precisiones y explicaciones tal cual las propongo aquí de modo rudimental, entiendo que pueden bastar a los lectores para comprender el concepto de certeza de fe sobrenatural, con el que contamos los cristianos.
----------Acerca de la actual pandemia del coronavirus manejamos más o menos información, es decir, un conjunto de datos que intentan expresarnos lo que es esta enfermedad, su origen, su modo de contagio, sus exigencias preventivas, su nocividad, sus consecuencias, su tratamiento terapéutico, etc. Este conjunto de información, estos datos de conocimiento, pueden clasificarse en cinco planos o niveles de diverso valor: la duda, la sospecha, la opinión, la certeza y la fe. Intentaré explicarlos de un modo sencillo.
----------La duda es la suspensión del juicio. La sospecha es la suspensión del juicio con tendencia a una de las partes. La opinión es la adhesión del entendimiento a una verdad, con temor de equivocarse. La certeza es la adhesión firme del entendimiento a una verdad, sin temor de errar. Finalmente, la fe (fe no necesariamente sobrenatural, sino que puede ser meramente natural) es la adhesión firme del entendimiento a una verdad, sin temor de errar, fundado en el testimonio de la persona que nos habla.
----------Si pregunto cuál ha sido el origen de este microorganismo (o lo que quiera que sea o como quiera se entienda la realidad que produce la enfermedad que actualmente se ha extendido como pandemia sobre todo el mundo), una persona que no haya estudiado la cuestión ni esté informada al respecto, me contesta: no lo sé. Vale decir, tiene ignorancia o carencia de ciencia (tiene nesciencia, que sería el término preciso).
----------Otra persona que ha procurado leer lo que ha estado a su alcance, o informarse por los medios o por las redes, y examinando las diferentes soluciones o respuestas a la pregunta sobre el origen o causa de esta enfermedad: si ha sido un accidente de laboratorio, o si ha sido una evolución natural de organismos presentes ya en la naturaleza, etc., con las respectivas probabilidades de cada una de las soluciones, no se inclina a ninguna; vale decir, esta persona duda, no pasa de la duda, suspende el juicio de su entendimiento.
----------Una tercera persona, sin decidirse por ninguna de las soluciones o respuestas propuestas a la pregunta sobre la causa origen del coronavirus, se inclina a una de ellas, tiene por ella cierta simpatía, vale decir, esta persona tiene sospecha sobre una solución, sin decidirse.
----------Aparece una cuarta persona y movida de algunas razones cree que el nuevo y letal virus se ha producido accidentalmente en un laboratorio de una ciudad en China, desde donde gradualmente se ha ido extendiendo por contagio a gran parte de la población de todo el planeta, con posibilidad de que aún siga extendiéndose todavía más, porque todavía no ha podido ser controlado con plena efectividad. Esta persona opina, tiene opinión; pero no deja de reconocer que las otras sentencias o respuestas tienen a su favor buenas razones; por lo mismo abriga algún temor de equivocarse, y no excluye la duda prudente.
----------Acaso llegará algún día que vendrá una quinta persona, que presentará pruebas evidentes, con evidencia intrínseca, que resuelvan la cuestión sobre el origen del coronavirus a nivel fáctico, o sea, sobre el hecho que ha dado origen a este letal microorganismo: el entendimiento de esa persona se adhiere firmemente a la verdad, al menos en el nivel científico experimental, y tendrá certeza (científica).
----------Ahora bien, existe un plano superior al nivel de las causas científico-experimentales, que es siempre el plano de las causas segundas: es el plano de las causas primeras (o últimas, según se mire) de la realidad, a cuyo conocimiento accedemos por la filosofía, un conocimiento sobre el cual el hombre logra evidencia no inmediata o intrínseca, sino evidencia mediata, a través del recto y lógico proceder de la razón natural, que produce también certeza. Naturalmente, este conocimiento es fatigoso, exige un esfuerzo que no todos pueden realizar, y se corre el riesgo del error a cada paso, dadas las limitaciones de la razón humana.
----------Sin embargo, tal como lo enseña el Concilio Vaticano I, la divina Revelación también ofrece el conocimiento de muchas verdades que, si bien en sí mismas podrían en absoluto ser conocidas por la sola razón natural, dado el estado de naturaleza humana caída consiguiente al pecado original, Dios ha querido darlas a conocer al hombre, a través de la virtud sobrenatural de la fe, que es la firme adhesión del entendimiento a las verdades por Dios reveladas, entendimiento movido por la obediencia de la voluntad a adherirse a Quien no se engaña ni puede engañarnos. Y por esta razón, puede también venir a nuestro encuentro una sexta persona, un cristiano, quien con la certeza que le proporciona su fe, y aún más, quizás munido de evidencias mediatas que ha conseguido a través del recto razonar de la filosofía, responda a la pregunta sobre la causa origen del coronavirus: el coronavirus ha sido creado por Dios.
Olvido de la Metafísica y de la Teología de la Creación
----------Es de lamentar que precisamente quienes deberían ofrecer esas certezas, es decir, los pastores, hoy no estén confirmando a sus rebaños en la Fe de la cual ellos han sido constituidos, por mandato apostólico, en Maestros, como Obispos sucesores de los Apóstoles que son. También ellos hablan de la pandemia en sus mensajes, homilías y cartas a sus sacerdotes y laicos, pero a lo más se reducen a análisis experienciales, psicológicos o sociológicos (como mostraré con ejemplos en notas de los próximos días), sin brindar las certezas que la filosofía y la divina Revelación nos ofrecen sobre lo que actualmente vivimos.
----------A mi modesto entender en este tipo de expresiones de los pastores, podría presuponerse mala formación u olvido de básicas nociones filosóficas y teológicas, sobre todo de Metafísica y de Teología de la Creación y de la Providencia divinas. He pensado, entonces, de un modo que quizás alguno juzgará del todo desatinado o cuanto menos incongruente o inútil considerando la actual pandemia, presentar a los lectores algunos pensamientos sobre la teología de la creación, que considero pueden ofrecernos más allá de su aparente carácter escandaloso, un verdadero consuelo o tónico para el espíritu.
----------Estas consideraciones, basadas en la razón, aun cuando para alguno puedan parecer paradójicas, naturalmente no pretenden sustituir u ofrecer algo mejor que lo que se está haciendo contra la enfermedad con los recursos humanos y los de la fe: súplicas a Dios de que nos libere, aceptación serena de la enfermedad, con espíritu de fe, en descuento de nuestros pecados, ocasión para hacer penitencia y retornar a Dios, plegarias por los vivos y por los muertos, estímulo para una mayor solidaridad humana hacia los que sufren, incitamiento a la investigación por parte de los científicos, esperanza de que la enfermedad termine pronto.
----------Sin embargo, tales consideraciones juegan su papel indispensable para comprender y afrontar la situación con lucida y fundada racionalidad, que no sustituye, sino que acompaña y sostiene la fe. Desde los tiempos de Boecio [477-524] (De consolatione philosophiae) sabemos que también la sana filosofía nos ofrece una insustituible ayuda para afrontar los males de la vida, para hacernos comprender el sentido de lo que está sucediendo y su por qué, para saberlo referir a Dios, al darnos paciencia, calma y serenidad, al hacernos mantener los nervios en su lugar y el ánimo firme. Por ello, todo lo que en esta coyuntura pueda servir de cualquier modo honesto para afrontar provechosamente el problema, debe ser bienvenido.
---------Prestemos, por lo tanto, la debida atención al leer las siguientes reflexiones filosóficas, y no temamos hacer el necesario esfuerzo intelectual abstracto, para captar verdades saludables, las cuales, en cuanto espirituales, trascienden inmensamente lo sensible y lo concreto. Me permito pedirles a los lectores que traten de seguir con confianza mis razonamientos, aunque sean a veces laboriosos, fatigosos, pero siempre, así lo pretendo, rigurosos. Traten de seguirme, estimados lectores, dejando a un lado los necios prejuicios contra la metafísica: si lo hacemos así, entonces seremos abundantemente recompensados, y con creces. La intención que me guía es ponernos en contacto con Dios, el ipsum Esse per Se subsistens, como lo llama santo Tomás de Aquino en base a Ex 3,14, Dios, Que es a Quien ahora más que nunca necesitamos.
----------Es cierto, por otra parte, que la abstracción metafísica no es fácil, porque apegados como los hombres estamos a esta tierra, tendemos a ser hombres "carnales" como dice san Pablo ("El hombre puramente carnal no valora lo que viene del Espíritu de Dios: es una locura para él y no lo puede entender, porque para juzgarlo necesita del Espíritu", 1 Co 2,14). En efecto, tal abstracción, como enseña el gran teólogo dominico del siglo XVI, el cardenal Tomás de Vio Cayetano [1469-1534], es el tercer grado de una abstracción intelectual, que es la culminación de un proceso abstractivo, que parte de un primer grado simplemente físico, que es ordinario y cotidiano del conocimiento de las cosas materiales.
----------La abstracción metafísica le es particularmente necesaria al teólogo, ya que todos los conceptos teológicos se sitúan en el plano del espíritu. Y es precisamente para penetrar la esencia del espíritu, que el pensamiento abstracto es absolutamente necesario. Sin embargo, debemos saber que la abstracción de lo particular para captar lo universal es un acto espontáneo del intelecto honesto, abierto a las cosas del espíritu y a la luz de la fe. La abstracción metafísica es practicada, al menos inconscientemente, por todos los fieles católicos, cuales quieran que sean sus dotes intelectuales y su grado de cultura.
----------Por consiguiente, no es absolutamente necesario que conozcan explícitamente el funcionamiento de la abstracción, tal como es expuesto, por ejemplo, por el cardenal Cayetano. No es necesario ser metafísicos para tener una inteligencia metafísica, sino que es suficiente el funcionamiento a pleno régimen de la razón natural, que todos los sanos de mente poseen, que todas las personas cuerdas tienen. La señal de que un intelecto carece de ese tipo de abstracción, es el hecho de que abrace una herejía.
----------La herejía, en efecto, es el signo en el hereje de que su inteligencia metafísica no funciona como corresponde. La herejía, de hecho, es causada, desde el punto de vista moral, por la soberbia, pero desde el punto de vista intelectual, es causada por el error o por la ignorancia en metafísica, que la Sagrada Escritura llama "estulticia", "necedad", tontería o ceguera mental, porque a lo que en Aristóteles es la metafísica corresponde lo que en la Escritura es la "sabiduría" (el hebreo hokmàh, y el griego sofía). La fe, en efecto, sobre un determinado punto dado de la doctrina católica, se extingue, si una determinada proposición de fe es corrompida o por la ausencia o por la falsificación de la inteligencia metafísica.
----------Pero si nosotros queremos, como debemos, devenir esos hombres "espirituales", de los cuales habla san Pablo ("El hombre espiritual, en cambio, todo lo juzga, y no puede ser juzgado por nadie", 1 Co 2,15), que no son otros que los cristianos, es necesario mirar hacia arriba, hacia lo alto, "elevar nuestro ingenio", como dice siempre el card. Cayetano, porque el Padre de Jesucristo está en los cielos y no en la tierra.
----------Es necesario entonces que aprendamos a abstraer de lo concreto, de lo sensible, de lo imaginable, de lo emotivo, de la materia, de la historia, del devenir, del movimiento, del espacio y del tiempo, para poder captar la esencia de Dios como Espíritu, que es inmaterial, suprasensible, eterno, inmutable, impasible, más allá del devenir, de la historia, del espacio y del tiempo.
----------Por otra parte, es muy cierto que la vida moral y por lo tanto nuestro mismo destino eterno, nuestra salvación, se juega sobre el plano de lo concreto, porque la puesta en práctica o la desobediencia a la ley moral sucede mayoritariamente en esta tierra, en la existencia concreta, sensible y material, en el aquí y ahora, en el espacio y en el tiempo. Pero permanece cierto siempre que nuestra voluntad aplica o no aplica en lo concreto una ley que, en su universalidad, en su carácter absoluto, y en su inmutabilidad, es concebida por medio del proceso abstractivo del intelecto.
----------Por lo contrario, una conducta que actúe en lo concreto partiendo de lo concreto y no de lo abstracto y universal, sea esa conducta buena o mala, no es la conducta propia del hombre en cuanto tal, que actúa en base a un principio universal o pensamiento abstracto, aunque sea erróneo, sino que es la conducta de los animales, los cuales no hacen preceder a su actuar un razonamiento y por consiguiente un concepto abstracto, sino que actúan bajo el impulso concreto del instinto. Algo similar al comportamiento animal ocurre en el hombre, cuando actúa bajo el impulso de la pasión: no da libre escucha a un concepto abstracto -acaso equivocado- sino que se deja llevar por el impulso concreto de la pasión.
Aunque no seamos filósofos, la metafísica es necesaria para la fe
----------Es necesario en la Iglesia devolver el debido honor a la dignidad y el respeto por la metafísica como dimensión esencial de la inteligencia de la fe. Las más altas inteligencias católicas de los últimos decenios, en su obra filosófica y teológica, han demostrado drásticamente estos dos axiomas: 1) si no hay metafísica no hay fe; 2) puede existir la metafísica sin la fe católica, pero no puede existir la fe católica sin la metafísica.
----------Es un deber también para el intelectual católico mostrar la necesidad de fundar metafísicamente no solo la teología dogmática, sino también la teología moral, como supo expresar en alguna ocasión el entonces cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien también subrayó la necesidad de que la teología moral tenga un fundamento metafísico.
----------No me es posible, ciertamente, en la brevedad de este artículo extenderme con la libertad que pudiera hacerlo en un tratado o en curso filosófico de Metafísica o en el tratado teológico De creatione; sino tanto solo indicar algunos argumentos, para señalar a los lectores que Dios ha creado criaturas para nosotros repugnantes e incluso dañinas, pero que esto no significa en absoluto un signo o señal de malevolencia hacia nosotros, porque Dios es bondad infinita y ha mostrado su infinito amor por el hombre no solo creándolo, sino redimiéndolo después de la caída, enviando al mundo a su Hijo encarnado, quien con el sacrificio de la cruz ha satisfecho por nosotros al Padre obteniéndonos su perdón y la remisión de los pecados y, como si esto no bastara, la condición o estado de hijos de Dios, herederos de la vida eterna.
----------La metafísica (que es la cumbre de la filosofía, y la filosofía propiamente dicha) demuestra que si bien ciertas criaturas son dañinas o nocivas para el hombre, esto no quiere decir que ellas, en el contexto de la creación, no desempeñen una función positiva, la cual es desconocida por nosotros, al contribuir al orden y a la armonía del universo, bajo el gobierno de la divina Providencia.
----------El hecho de que estas criaturas obedezcan a Dios según las leyes que Dios mismo ha dado a su naturaleza y a su acción, debe hacernos entender que si Dios, sabiduría, poder, bondad, providencia y también misericordia infinitas, las ha creado, esto quiere decir que la peligrosidad y el daño que podamos recibir de estas criaturas, debemos considerarlos sí como una desgracia, pero una desgracia que nosotros, con nuestro ingenio y nuestra industriosidad, podemos enderezar a nuestra ventaja y favor, según el conocido proverbio popular "no todos el mal viene para perjudicar", mientras nada impide a Dios sacar de la mala acción de esas criaturas un mayor bien para nosotros, bien, que la metafísica, obra de la simple razón, no sabe por sí sola imaginar, pero a la cual da espacio, confiando en la bondad, en el poder y en la misericordia de Dios.
¿Por qué la naturaleza nos es hostil?
----------Este espacio abierto por la metafísica es colmado por la divina Revelación, la cual nos dice que la naturaleza nos es hostil a causa del pecado original; pero que, si nosotros aceptamos tal hostilidad como descuento por nuestros pecados, en unión con la cruz de Cristo, nos reconciliamos con el Padre, obtenemos el perdón de los pecados, el estado de hijos de Dios y la vida eterna.
----------También el coronavirus ha sido creado por Dios y obedece a las leyes que Dios le ha dado. ¿Pero con qué fin Dios lo ha creado? También el coronavirus concurre a la belleza de la naturaleza. ¡Sí, pero mientras tanto nos asesina! Sí, porque debemos pagar las consecuencias del pecado original.
----------Naturalmente esto no quiere decir que Dios no quiera que destruyamos el coronavirus, al contrario, de hecho Él quiere positivamente que lo destruyamos, y nos concede las fuerzas y los medios físicos y morales para derrotar a este enemigo mortal. Sin embargo, hay que señalar claramente que Dios también ama las cosas que a nosotros no nos gustan. Por consiguiente, surge la pregunta: ¿Dios quiere o no quiere nuestro bien?
----------En esta situación podría parecer que la voluntad de Dios sea contradictoria, pero en realidad ella sigue dos direcciones, ambas para nuestro bien: 1) una voluntad divina condicionada por la existencia del pecado, la cual voluntad pone el coronavirus entre las penas consecuentes al pecado original, penas de las cuales debemos tomar ocasión para hacer penitencia por nuestros pecados; y 2) la voluntad de que lo venzamos, que es la voluntad divina incondicionada y absoluta, que es la voluntad de liberarnos del mal.
La metafísica hace la necesaria contribución racional para realizar la liberación del mal
----------Por otra parte, para comprender el beneficio que nos aporta la metafísica en el problema del mal, es necesario ante todo tener presente que depende de la metafísica la definición general de la esencia del mal, de su causa y de su remedio. Por supuesto, esto no quiere decir que sean suficientes las fuerzas de la razón para eliminar el mal. Sin embargo, la metafísica, aplicada luego a la moral, muestra que el hombre puede y debe desempeñar una parte esencial, aunque no suficiente, en la obra de la victoria sobre el mal.
----------El mal, en efecto, para la metafísica, es la privación del bien debido (privatio boni debiti), aquello que ya Aristóteles llamaba stèresis: no la simple negación o ausencia del ser y del bien, sino una verdadera y propia falta o defecto de algo que debería estar allí y no está ahí, de algo que debería existir y no existe. Pongamos un ejemplo: tener ojos para el hombre es la negación de un tercer ojo. Nada de malo. Es solo el signo de la finitud. Pero tener uno solo es un mal, porque falta el otro.
----------Además, la metafísica distingue el mal de pena del mal de culpa. El primero es el mal padecido de parte de un agente hostil externo, contra la propia voluntad, por ejemplo, un mal sufrido o un terremoto o una enfermedad. El segundo es el mal querido, es decir, el pecado, la desobediencia a la ley divina.
----------Lo que en este punto puede decir la metafísica es que tanto el padecer el mal (el mal de pena, o sea, el sufrimiento) como el hacer el mal (el pecado o mal de culpa) no pueden tener su causa primera en la Causa primera del universo, es decir, Dios, infinitamente bueno, pero sí la tienen en una criatura capaz, con su voluntad, de hacer o el bien o el mal, es decir, o bien el hombre o bien el ángel.
----------Por la metafísica sabemos que la Causa primera mueve a la buena acción dos órdenes de causas segundas, las libres, es decir, el hombre y el ángel, y las deterministas, o sea la naturaleza y el universo físico. Estas segundas causas obedecen siempre a Dios, por lo cual obran siempre el bien, mientras que las primeras, con su voluntad, pueden sustraerse al querer divino y obrar el mal.
----------Es cierto también que en la naturaleza reina la muerte y la corrupción, pero se trata de fenómenos siempre regulados por las leyes divinas, que a los ojos de la pura metafísica no implican un mal, aunque sí impliquen el hecho del sufrimiento. Pero en cuanto actuación de leyes naturales, son males solo para el individuo sufriente, pero no para el orden general y completo de la naturaleza.
----------La metafísica se limita a decir que la Causa primera, por su poder y bondad, puede quitar el mal o directamente o sirviéndose de las causas segundas libres, es decir, del hombre. La naturaleza, en cambio, en cuanto regulada y movida por Dios, es solo benéfica.
----------La metafísica nos proporciona el concepto del mal, pero solo como un posible, que, si existiera, sería contingente. Por consiguiente, el mal en cualquier caso no es necesario y, siendo contingente, puede ser eliminado. La metafísica plantea solo la posibilidad del mal, porque Dios crea solo cosas buenas y la metafísica considera solo aquello que Dios hace.
----------La existencia del hecho del mal (su existencia fáctica) y, por lo tanto, el problema concreto del mal, son captados en cambio por la común experiencia humana y por la historia. En este punto la metafísica no tiene más nada que decir e interviene la Revelación, la cual nos instruye sobre el origen, las consecuencias y los remedios del mal, que efectivamente ha sucedido. El conocimiento de cómo y con cuáles medios el hombre puede y debe liberarse del mal y de lo que Dios hace para tal fin es el objeto de la teología moral.
----------La metafísica, por lo tanto, acerca de la solución del problema de cómo liberarse del mal, no da un aporte resolutivo, como el que proviene de la fe, sino sólo preparatorio, que en cualquier caso sigue siendo necesario, útil y consolador. En efecto, en una visión puramente metafísica de la creación, prescindiendo de la caída original, como es de la que aquí hablamos, el mal no existe de hecho, sino que puede existir y si debiera existir, podría ser eliminado. Y esto es ya mucho respecto a las concepciones maniqueas, dualistas, cíclicas, dialécticas o gnósticas, donde el mal o es absolutizado o es un factor necesario o lógico de lo real o se disuelve en el bien o incluso es principio de la esencia divina.
El ente finito no tiene en sí la razón de su existir
----------Ahora bien, el bien creado no tiene derecho a existir; Dios no está obligado a crearlo, pero lo crea por libre elección. Y también cuando existe, no existe necesariamente, sino solo contingentemente. Sin embargo, el bien tiene derecho a existir, una vez que existe, por lo cual Dios quiere que exista y lo mantiene en existir. Tampoco el mal tiene derecho a existir, pero en un sentido completamente diferente. El mal no tiene derecho a existir, en cuanto no debe existir y si existe, debe ser suprimido y por lo tanto Dios no quiere que exista.
----------En este punto, debemos reconocer que los hombres, aunque no seamos filósofos, comenzamos a ser verdaderamente sabios, es decir, metafísicos, sólo cuando, aunque interesándonos por aquello que las cosas son, nos sorprende aún más que las cosas existan, ¡aun cuando no tengan el derecho a existir!
----------La metafísica (sin necesidad de ser filósofos) nos hace salir aún de nuestros legítimos intereses y nos hace mirar la belleza de la creación, aun cuando ella contiene el coronavirus. No creemos que Dios en esto se olvide de nosotros para sacrificarnos a la naturaleza, como pensaba Spinoza. Para el panteísta debemos olvidar nuestros intereses vitales, para gozar de la belleza de la Totalidad o de la divina Naturaleza, porque las muertes del coronavirus sirven a la gloria de esta divina Sustancia o Totalidad.
----------¿Acaso he pretendido en este artículo decirles esto mis queridos lectores? ¡Para nada! Como buenos cristianos, sabemos bien que Dios enjuga las lágrimas incluso del niño abandonado por su madre: "aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá" (Sal 26,10). Esta es la metafísica cristiana. La belleza del universo, aunque sea con el coronavirus, es la belleza de una naturaleza que Dios ha creado para nosotros, pero que por ahora conserva las huellas de la ofensa que le hemos infligido con el pecado.
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