lunes, 24 de mayo de 2021

El paraíso terrenal según el dogma de la Iglesia (1/5)

El dogma del paraíso terrenal es un tema poco tratado en la actualidad: prácticamente no se predica de él en las homilías de la Misa, a juzgar por las actuales guías homiléticas y por lo que he podido comprobar durante años; y es poco tratado también en los cursos de teología, incluso en los cursos de lo que se supone ser Teología Sistemática, en los seminarios y casas de formación. Considero que reflexionar sobre el dogma del paraíso terrenal, como lo haremos esta semana en varias notas, aunque sea sumariamente, nos ayudará a comprender algo más acerca del sentido de esta pandemia que estamos sufriendo.

El dogma del paraíso terrenal: un tema olvidado
   
----------El relato genesíaco sobre la creación del mundo y del hombre nos instruye sobre aquello que Dios ha hecho desde el inicio de su obra creadora y sobre el comportamiento originario del hombre en su relación con Dios. También nos informa sobre una rebelión primordial del hombre (el pecado original), a la cual Dios ha respondido con el preavisado castigo, pero al mismo tiempo, apiadándose de la miseria en la cual el hombre era precipitado, prometiendo su misericordia perdonadora y salvadora, que sería revelada en el momento justo con el envío del Hijo a dar su vida para la remisión de los pecados y la adquisición de la vida eterna.
----------Es necesario tener presente que el ambiente o entorno físico de nuestros antepasados, nuestros primeros padres, Adán y Eva, entorno que el hagiógrafo llama "jardín del Edén", pertenece a un plano o nivel físico trascendente, que escapa a nuestra ciencia falible porque ella se encuentra corrompida por el pecado, y por lo tanto desproporcionada para comprender la naturaleza del mencionado ambiente incontaminado por el pecado. De manera similar, el ojo humano mortal no era proporcionado para reconocer al Señor resucitado, y fue necesaria una especial condescendencia del Señor para que esto pudiera suceder.
----------Pues bien, valiéndonos de los resultados de la ciencia moderna, intentemos volver a leer el relato de la creación y de la caída del hombre en su ambiente o entorno originario para ver mejor lo que pudo haber sucedido. El autor sagrado, que ha puesto por escrito antiquísimas tradiciones probablemente en los años 2000-1700 a.C., por una parte pone de manifiesto una sublime sabiduría metafísica y teológica al narrarnos aquello que sustancial o esencialmente Dios ha hecho y la respuesta ingrata y desafortunada dada por el hombre. Pero, por otra parte, lo hace con instrumentos expresivos primitivos, atrasados, de los cuales él se ha servido, aunque para nosotros hoy resultan tremendamente ingenuos.
----------Por lo tanto, aquello que caracteriza el famosísimo relato de la creación del hombre son sustancialmente dos datos de contenido ubicados a una abisal distancia formal el uno del otro: 1) por una parte, una visión del mundo físico, que a nosotros nos parece enormemente ingenua y atrasada, después del vertiginoso aumento de los descubrimientos científicos de la edad moderna; y 2), por otra parte una intuición sorprendentemente profunda de los orígenes y de la naturaleza del universo, de la creación de los ángeles y del hombre, así como de su naturaleza, de su relación con Dios y de su destino, lo que para el creyente es testimonio de que el autor misterioso de estos textos antiquísimos sea el portador de una divina revelación.
----------Sin embargo, lo interesante al respecto es que, mientras que el conocimiento físico en el curso de estos milenios ha estado sujeto a un inmenso progreso (tanto científico como filosófico), las intuiciones cosmológicas, antropológicas, morales y teológicas del autor sagrado han permanecido sustancial y esencialmente las mismas o sujetas a un muy limitado progreso respecto al progreso de la ciencia física.
   
Ciencia moderna y concepciones antiguas
   
----------Los descubrimientos fehacientes de la ciencia moderna, pero también las diversas hipótesis que se han propuesto sobre puntos aún obscuros, interpelan ciertamente al biblista y plantean problemas que en el pasado no existían. En efecto, en el curso de la edad moderna se ha descubierto que el universo es infinitamente más grande e inmensamente más antiguo de cuanto se pensaba en la Antigüedad. El universo, en efecto, parece haber surgido hace unos catorce mil millones de años, la tierra, con nuestra galaxia, cuatro mil millones, la vida en la tierra, hace 250 millones de años y el hombre hace alrededor de 300.000 años atrás. A pesar de su carácter aún hipotético, estos datos gozan en la actualidad de cierto consenso científico.
----------Por otra parte, la ciencia hoy considera con buen fundamento, como bien se sabe, que el universo está en expansión, y que ha surgido y se ha desarrollado a partir de un núcleo inicial de materia concentradísima y cargada de inmensa energía, la cual habría imprevistamente explotado para irradiarse a velocidad incalculable en todas las direcciones. Se trata de aquello que, como también sabemos, viene llamándose "big bang". Esta hipótesis de ninguna manera contradice la doctrina creacionista enseñada por la Sagrada Escritura.
----------Además, lo que la ciencia también ha aclarado es el hecho sorprendente, verdadero signo de la divina Providencia, de que el clima de la tierra está perfectamente adaptado a la vida humana, cuando en el universo existen temperaturas frías o calientes en los cuerpos celestes, que bastaría con un infinitesimal influjo suyo sobre nosotros, para que todos nosotros estuviéramos inmediatamente destruidos.
----------Por otra parte, la ciencia ha descubierto que la energía del universo, después de haber alcanzado un ápice, está en continua e irrefrenable degradación, por lo que llegará un momento en el cual ella estará completamente agotada. Esto presenta una coincidencia con la doctrina cristiana del fin del mundo.
----------Sin embargo, hoy también sabemos que el mundo podría también ser destruido por una guerra nuclear, aunque es claro que aquí también encontramos una sorprendente coincidencia con la predicción de san Pedro de "los elementos que, consumidos por el calor, se desintegrarán" (2 Pe 3,10), cuando obviamente el Apóstol nada sabía de las consecuencias de las explosiones y de las armas atómicas.
----------Y esto, por lo demás, coincide con la advertencia de Nuestro Señor Jesucristo acerca de su Venida final, que puede suceder imprevistamente, de un momento a otro. En efecto, nada nos garantiza que la humanidad, que dispone, como es bien sabido, de armas tales para poder autodestruirse, no pueda repentinamente manifestarse tan necia y tonta como para perecer en un conflicto atómico por ella misma desatado.
----------Por otra parte, por cuanto respecta a la paleo-antropología, frecuentemente existen dudas de que los hallazgos de restos fósiles sean verdaderamente restos de hombres o no más bien restos de simios. Muy raros son los descubrimientos fósiles que, mostrando a su alrededor ya sea manufacturas o símbolos o restos de la tumba, dan la certeza de su pertenencia al hombre. A menudo se encuentran simples fragmentos, de los cuales es muy problemático derivar certeza científica de que se trata de hombres y no de simios.
----------Nos preguntamos, además, qué sentido puede tener un universo tan vasto del cual apenas podemos vislumbrar sus límites, con cuerpos celestes distanciados entre sí de modo incalculable, inalcanzable, además de ser cuerpos celestes destructivos para el hombre, cargados de energías de inimaginable potencia, pero que nosotros no podemos en absoluto disfrutar por medio alguno. Al mismo tiempo, sin embargo, vienen a ser descubiertos ciertos planetas que al menos en principio y en teoría ofrecen posibilidades de ser habitados. Nos preguntamos, por otra parte, qué sentido puede haber tenido la larguísima historia de los animales prehistóricos hace decenios de millones de años, y qué significa la evolución de los simios hacia formas humanoides, hasta llegar al umbral de la aparición de la especie humana.
----------Probablemente estos fenómenos quieren significar que Dios ha querido preparar al hombre con una evolución ascendente partiendo de las formas más elementales de la vida hasta alcanzar aquellas formas simiescas y antropoides, las cuales han preparado inmediatamente la creación del hombre. Desde este punto de vista, se puede aprobar la teoría teilhardiana de la evolución del hombre, que en tal sentido se puede conectar o coordinar armónicamente con la misma narración bíblica de los Seis Días.
----------Sin embargo, hay que decir que el autor sagrado ignora absolutamente todo esto. En la antigüedad cristiana se pensaba que el mundo había sido creado 6.000 años antes de Cristo. Se creía que las especies vivientes, plantas y animales, eran las mismas especies que Dios había creado al principio. El cielo estrellado era concebido como la bóveda de una enorme cúpula en la cual las estrellas estaban fijadas, más o menos al modo como son fijadas en las cúpulas de nuestras iglesias las decoraciones que las embellecen.
----------El cielo parecía, ciertamente que sí, vasto y majestuoso, pero en general se lo consideraba un cielo a la medida del hombre, pues servía de guía de ruta para los navegantes, además de ser un espectáculo maravilloso para contemplar y meditar, pues se lo veía como símbolo de cualidades divinas, luminosidad, estabilidad, orden, armonía, infinitud, belleza, cualidades llamadas precisamente "celestiales". Tanto es así que todavía santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, tomaba ad litteram el relato de los seis días de la creación.
----------El autor sagrado no nos dice qué relación tenían Adán y Eva con el cielo sideral, pero hay que pensar que en el Edén ellos podrían ser los dominadores. Sin embargo, es probable que el hagiógrafo, a causa del atrasadísimo conocimiento astronómico de su época, tuviera una sobreestimación del cielo sideral, conforme a la idea que de él tenían los Antiguos, idea todavía presente en santo Tomás de Aquino, el cual creía que el cielo estaba dividido en dos espacios, uno debajo de la luna y otro arriba.
----------En el cielo sublunar, el cual llega hasta nuestra tierra, todo cuerpo viviente o no viviente es un cuerpo corruptible, en cuanto que, según el hilemorfismo aristotélico, su materia puede perder su forma sustancial, sustituida por otra. En cambio, los cuerpos astrales contenidos en el cielo supralunar o "empíreo" (el que Platón llamaba hiperuranio) poseían una materia tan perfecta, que no podía perder su forma, por lo que eran considerados cuerpos incorruptibles. Es interesante, entonces, cómo santo Tomás de Aquino, creyente en la resurrección final, aplica esta teoría a los cuerpos resucitados, mientras los paganos de la Antigüedad no tenían la más mínima idea de la resurrección del cuerpo humano después de la muerte.
----------Hoy, en cambio, ante estos espacios infinitos y tinieblas impenetrables, y estas dimensiones gigantescas, experimentamos sí, naturalmente, interés y admiración, pero también consternación y temor. Sí, por supuesto, son signos de una naturaleza maravillosa, pero también una naturaleza atemorizante. Una naturaleza corrompida por el pecado original. Recordemos que el autor sagrado ni siquiera conocía la esfericidad de la tierra, sino que se la imaginaba como un inmenso disco plano, cuya redondez estaba limitada por el horizonte, que, a su vez, estaba firmemente anclado al mar universal (Sal 24,2; 136,6; 1 Cr 16,30; Job 38,4). Las columnas o fundamentos de la tierra servían de soporte (Sal 75,4; Job 9,6; Ez 38,12). Pero se ignoraba su base. La Palestina o Jerusalén, indistintamente (Ez 38,12; 5,5), eran el único elemento inmóvil en el incansable agitarse de todo el disco terrestre (Ecl 1,4). Los manantiales brotan de las aguas del abismo (Gn 7,11; 8,2), situados bajo el gran disco terrestre (Gn 49,25; Ex 20,4; Dt 33,13), y alimentan los ríos de la tierra, hasta que vierten su abundancia en el mar (Ecl 1,7). Y allí en el fondo, bajo el mar universal, las antiquísimas tradiciones de los judíos ubicaban la morada de los muertos, el reino de los que ya habían partido al más allá (sceòl).
----------Un dato interesante es que en la cosmología bíblica, el agua asume un aspecto diferente al agua de la ritualidad religiosa y de la alimentación. En el primer caso, el autor sagrado no tiene problemas en reconocerla creada por Dios junto con el mar. Ella envuelve la tierra, con el agua subterránea que hemos visto y las aguas que están por encima de la bóveda celeste, responsables de las lluvias por medio de las nubes. Ciertamente, en el Edén las aguas no eran más que beneficiosas y estaban al servicio del hombre.
----------Sin embargo, la antigua mentalidad hebrea reflejada en el autor sagrado, nutre una especie de repugnancia hacia aquello que él llama las "grandes aguas" (cf. Ez 1,24; 26,19; 43,2; 2 Sam 22,17; Sal 18,17; Sal 32,6; Sal 124,4; Ct 8,7; Is 43,2; Jer 10,13; 51, 55; Ap 1,15; 14,2; 19,6), que aparecen ya en el capítulo 1 del Génesis: las aguas son puestas junto a las "tinieblas del abismo", aún cuando el Espíritu del Señor "aleteaba" o "se cernía" sobre ellas, para significar que las dominaba. En la obra ordenadora del universo, "Dios dijo: 'Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme'. Y así sucedió. Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas" (Gen 1,9-10).
----------Pero el antiguo hebreo mantiene la mencionada repugnancia y casi el miedo al mar. El judío no ha sido jamás un navegante como lo fueron por ejemplo los vikingos o los ingleses. Jamás ha tenido miedo de expandirse por el mundo, pero siempre por vía de tierra. Este retraimiento o reticencia hacia el mar recorre toda la Biblia e incluso reaparece en el Apocalipsis: Juan prevé en la resurrección final "un nuevo cielo y una nueva tierra, pero el mar no existe más" (Ap 21,1), como si estuviera diciendo: ¡oh, finalmente nos hemos liberado! Es una cosa bastante extraña, que ciertamente no debe ser considerada como Palabra de Dios, sino que denota, como cada tanto sucede en el texto bíblico, los límites de la mentalidad humana del hagiógrafo. Quizás en esta reticencia hacia el mar ha contribuido la presencia desoladora del Mar Muerto.
----------Hoy conocemos la tierra de una manera inmensamente más avanzada y detallada de cuanto se la pudiera haber conocido en los tiempos del autor sagrado. La conocemos, por supuesto, en su belleza y en sus ventajas para el hombre, pero también en su banalidad, por no hablar de su miseria, sordidez, e inmundicia. En cambio, el hagiógrafo puede permitirse imaginar el Edén como si fuera un lugar espléndido en esta tierra, a la manera como se expresan hoy las agencias de turismo, que hablan precisamente del "paraíso" de Hawai o de las Baleares. Así: "De Edén nace un río que riega el jardín, y desde allí se divide en cuatro brazos. El primero se llama Pisón: es el que recorre toda la región de Javilá, donde hay oro. El oro de esa región es excelente, y en ella hay también bedelio y lapislázuli. El segundo río se llama Guijón: es el que recorre toda la tierra de Cus. El tercero se llama Tigris: es el que pasa al este de Asur. El cuarto es el Eufrates" (Gen 2,10-14).
----------La ciencia de la paleontología, como bien sabemos, ha demostrado una evolución en el pasado desde especies más antiguas de simios muy diferentes al hombre hacia otras especies más recientes con aspecto o apariencia casi humana, tanto que se les ha llamado "homínidos" o "antropoides". Después de estas especies, según los hallazgos de restos fósiles, he aquí que aparece el hombre, aunque con aspecto simiesco, tanto que en algunos casos es difícil saber con certeza si se trata de un simio o de un hombre, siendo por otra parte imposible la existencia de una especie intermedia entre los simios y el hombre.
----------No he querido citar bibliografía, para no prolongarme demasiado. La crítica del darwinismo en defensa del creacionismo, cuenta con abundante bibliografía, incluso reciente. Mientras que, en cuanto a la reconciliación entre evolucionismo y fe, me gustaría al menos citar la labor de monseñor Fiorenzo Facchini (n.1929), autor de varios libros sobre el tema, situando el origen del hombre incluso hace dos millones de años. Me parece demasiado. Es cierto que el Espíritu Santo asegura que la tradición de la revelación divina se mantenga íntegra. Solo que para demostrar que los restos fósiles son humanos, es necesario que estén acompañados de manufacturas. ¿Y en qué modo la memoria oral o escrita de la experiencia edénica podría haberse conservado  en los descendientes de Adán y Eva? ¿Dónde están los documentos? ¿Cuáles manufacturas o mensajes escritos se pueden conservar durante dos millones de años, considerando los medios técnicos primitivos y corruptibles de una humanidad supuestamente tan antigua? Hay que decir que mons. Facchini construye sobre datos que pueden sí tener ellos dos millones de años de antigüedad, pero que no ofrecen garantías seguras, científicamente ciertas, de ser auténticos productos del hombre.
----------Líneas arriba afirmé que es imposible la existencia de una especie intermedia entre los simios y el hombre. El motivo de esto está dado por el hecho de que el hombre está animado por una forma espiritual simple, que no puede ser el resultado de una evolución precedente, sino que, por el contrario, no puede ser creada de otra manera más que inmediatamente por Dios. Esto implica, al fin de cuentas, que no puede existir un alma intermedia entre la del hombre y la del simio.
-----------Nuestro conocimiento de la historia de la tierra y de los orígenes del universo y del hombre han aumentado desmesuradamente en los últimos siglos, y es necesario, y en cierto modo urgente, una labor de reinterpretación del dato bíblico, la cual, respetando siempre el dato de fe, como nos ayuda a hacer el Magisterio de la Iglesia, nos haga comprender mejor, más profundamente y con mayor exactitud cuanto la Sagrada Escritura nos revela sobre estas importantes materias.
----------Intentaré dar, modestamente, algunas pautas para desarrollar esa tarea, y en la segunda nota (la de mañana), comenzaremos por preguntarnos ante todo qué cosa ha sido en realidad el Paraíso Terrenal.

4 comentarios:

  1. Padre: en cuanto a Santo Tomás no recuerdo que fuera literalista sino que se limitaba en el relato de la creación a emitir la opinión de los padre de la Iglesia mostrando sobretodo la diferencia entre San Agustín y el resto de los Padres. En cuanto a forzar el relato de la creación para que sea más acorde a las teorías científicas se corre el peligro que no sé en 50 años si esas teorías caen por otras nuevas la Revelación quede desacreditada. Hay muchos que intentan conciliar ciencia y relato biblico pero sin tener en cuenta que a veces son planos distintos.

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    1. Estimado juanm:
      Respondo a tus objeciones:
      1) Santo Tomás de Aquino no se limitó meramente a mencionar o "emitir la opinión de los padres de la Iglesia mostrando sobre todo la diferencia entre San Agustín y el resto de los Padres", como tú dices. Es cierto, como he dicho, que Santo Tomás no se aparta de la interpretación literal del hexamerón, tal como se había hecho en la Iglesia antes que él; y es cierto también, como tú das a entender, que él ha estudiado cuidadosamente las opiniones o conjeturas de los Santos Padres acerca del capítulo 1 del Génesis. Pero Tomás no simplemente las menciona, como tú sugieres, ni tampoco elige una sobre otra, como algún otro puede suponer; sino que, en vez de eso, Tomás muestra dónde las opiniones de los Padres concuerdan con la lectura literal del relato genesíaco, y donde no concuerdan, muestra aquello que debe ser descartado, y también muestra los motivos por los cuales podemos aceptar diferentes opiniones en los puntos donde de hecho se pueden tener diversas opiniones. Y luego de hacer ese análisis de las lecturas de los Padres, el Aquinate hace su propia lectura, siempre teniendo por base el sentido literal del relato de los seis días.
      2) Respecto a tu segunda objeción, te sugiero que releas mi artículo, pues yo jamás he dicho que haya que "forzar el relato de la creación para que sea más acorde a las teorías científicas". Jamás yo podría decir eso, y jamás el Magisterio de la Iglesia, y la teología que le es consecuente, podría aceptar "forzar" (como tú dices) el texto sagrado, ni armonizarlo con las "teorías científicas" (como tú también dices). Se trata, en cambio, tanto en exégesis bíblica como en teología bíblica (siempre católicas, es decir, guiadas por las enseñanza del Magisterio) de discernir el dato revelado, de lo que es su expresión histórica, y tratar de descubrir su armonía con las certezas (¡las certezas!) que va obteniendo la ciencia con su trabajo. Y cuidado: se trata de las ¡certezas! Una cosa son las certezas de la ciencia, y otra cosa son las "teorías" como tú mencionas. Yo también he mencionado en mi artículo las distintas "hipótesis" científicas, pero las distinguí claramente de las certezas científicas (nuevos conocimientos científicos, y, por ende, ciertos).

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  2. Padre Filemón,
    Una reflexión suya muy sugestiva y adaptada a nuestra mentalidad actual. Continuaré leyendo lo que siga...
    Nadia

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