domingo, 23 de mayo de 2021

La pandemia y nuestra fe: ¿Dios envía el mal?

Para muchos mendocinos estos días son los últimos de su peregrinar por esta tierra. La epidemia del coronavirus se abate más letal que nunca sobre esta región de nuestra patria: enfermedad, intertidumbre, agonía, muerte, y tal vez desconsuelo y falta de esperanzas para los que quedan. ¿Y Dios? ¿Qué papel juega Dios en todo este sufrimiento? ¿Acaso es Dios quien envía el mal?... Volvamos hoy a plantear estas cuestiones, y tratemos de repetir las palabras del justo Job: "Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?" (Jb 2,10).

----------Si Dios es infinita bondad, ¿acaso puede Él enviar el mal? La Sagrada Escritura (tanto Antiguo como Nuevo Testamento) dice claramente que Dios envía castigos, desgracias y flagelos, que ciertamente son males, pero males de pena, no males de culpa. Sin embargo hoy hay algunos a quienes no basta decir que Dios no nos empuja al pecado, sino que pretenden, contra la explícita enseñanza de la Biblia (y de la Iglesia que la lee), que Dios no quiere o no sea causa ni siquiera de los males de pena, es decir, del castigo del pecado.
----------Ahora bien, debemos recordar que, ciertamente (siempre de acuerdo a la Sagrada Escritura enseñada por el Magisterio de la Iglesia) Dios, de por sí, no quiere el sufrimiento y la muerte de nadie, sino que quiere la vida y la felicidad de todos. Pero como al mismo tiempo quiere la justicia, y la justicia requiere que el pecado sea castigado, en este sentido se puede decir que Dios, aunque de mala gana (si así se me permite decir), permite el sufrimiento, quiere el mal de pena o castigo, incluso la misma condenación eterna.
----------Sin embargo, debe precisarse que la causa originaria y directa de la pena del pecado, no es Dios, sino el propio pecador, quien, con su pecado, que de por sí es causa de muerte, se atrae junto con su necedad, la pena del pecado, pena lógica e inevitable, porque es efecto intrínseco de la esencia del pecado.
----------Es lo que sucede cuando, de modo similar, alguien que toque los cables de alta tensión, no puede no morir. Un pecado sin pena (castigo) no existe, porque de otro modo no sería un mal sino un bien. El pecado de hecho se define esencialmente como acción punible. Ni siquiera Dios puede hacer que el pecador, consciente de lo que hace, no sienta turbación en su conciencia en culpa, que es precisamente el castigo inmediato, intrínseco, inevitable y propio del pecado, consecuente a su esencia.
----------Como enseña el Magisterio de la Iglesia, sobre la base del Nuevo Testamento, no existe solo un castigo intrínseco al pecado, sobre el cual ni siquiera Dios puede intervenir, de otro modo el pecado no sería pecado, sino también un castigo consecuente al pecado, extrínseco al pecado, sobre el cual Dios puede operar con mitigaciones o extinciones, castigos que pueden ser temporales, propios del pecado venial, y eternos para el pecado mortal. La sociedad civil, en cambio, impone solo penas temporales, que, en los casos más graves, se extinguen con la muerte del castigado. Los delincuentes de la sociedad civil pueden escapar a la pena, pero no los que pecan ante Dios, sin arrepentirse y convertirse.
----------Tal vez, como nos enseña la Biblia, Dios espera un cierto tiempo para castigar, a fin de que el pecador se convierta. Él envía entonces alguna desgracia como eventual advertencia. Pero si no se convierte y no repara debidamente sus pecados, Dios lo castiga o con la pena del infierno o con la del purgatorio.
----------Por consiguiente, los castigos divinos no son solo aquellos intrínsecos al pecado mismo, sino que, aparte de la eternidad de la pena infernal, son, como también ocurre en la sociedad civil, penas temporales. Pero por otra parte Dios, como enseña la Iglesia, dispone penas temporales post mortem en el purgatorio, penas que pueden ser abreviadas o extinguidas por el sufragio ofrecido por la oración de los fieles y por los sacerdotes con la celebración de Santas Misas o con la piadosa práctica de las Santas Indulgencias.
----------Por consiguiente, es cierto, como dice Job, que Dios envía desgracias y sufrimientos, que pueden ser consecuencias de nuestros pecados o de pecados de otros o ser daños que nos vienen de la naturaleza, y que en cualquier caso, incluso entre aquellos de nosotros que son los más inocentes, por ejemplo los niños, son al menos consecuencias del pecado original. Sin embargo, nada impide que un alma santa, como ha sucedido muchas veces en la vida de los Santos, si Dios lo inspira, se ofrezca como víctima, en unión a la Víctima divina para la salvación del pueblo sufriente y desviar de sí el rayo de la ira divina. 
----------Observamos por otra parte que aceptar de Dios los bienes es cosa razonable y espontánea, al menos para aquellos que saben razonar, ya que Él, bondad infinita, es causa primera de todo bien material y espiritual. En cambio, tomar o recibir o aceptar de Dios también los males que nos suceden y que claramente no nos llegan ni de nosotros mismos ni de nuestro prójimo, como puede ser una calamidad natural o una epidemia, es más difícil y de hecho parecería imposible, o una ofensa a Dios, como si fuera malo.
----------Job comprende que si Dios, bondad infinita, permite o incluso envía el sufrimiento, debe existir un sapientísimo y misterioso motivo de justicia, de bondad y de misericordia, que al hombre se le escapa. Sin embargo, es cierto para Job, que Dios, en su omnipotencia, sabe recabar del mal un mayor bien. Sabe por otra parte que Dios premia al inocente y lo libera del sufrimiento. Job ha intuido que propiamente al enviarle el sufrimiento Dios lo liberará del sufrimiento. Pero Job no comprende todavía cómo.
----------Por otra parte, más allá de sus amigos los cuales están todavía firmes al principio, en sí correcto, pero insuficiente, que si uno sufre es porque ha pecado, Job va más allá e intuye que Dios puede hacer sufrir también al inocente, ciertamente por un plan de amor, del cual no alcanza por ahora a ver sus contornos y finalidad, para después beneficiarlo más que antes, si soporta con paciencia y confianza. Sabe que Dios es como un buen médico que puede curar al paciente causándole dolor. Aquello que a Job no le es todavía claro, es cómo esto puede suceder. Sin embargo, esto solo nos lo hará comprender Jesucristo.
----------Job de hecho todavía no sabe que el sufrimiento del inocente, pero también el del pecador arrepentido, sufrimiento aceptado con confianza y amor por las manos de Dios, puede tener un valor purificador, educativo, expiatorio, satisfactorio y redentor, como lo hará de hecho comprender Cristo con su enseñanza y su sacrificio.

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