lunes, 17 de mayo de 2021

El primado de la divina misericordia sobre la divina justicia

Podemos entender con recta fe el primado de la divina misericordia sobre la divina justicia punitiva, pero solamente a condición de que comprendamos correctamente la misericordia divina y la justicia divina como dos atributos divinos complementarios en la relación de Dios al hombre: quien no entienda la divina justicia no tendrá un recto concepto de la misericordia divina, y a la inversa, sólo quien comprenda el supremo acto de justicia cumplido por Dios en Jesucristo Crucificado, podrá comprender rectamente su divina misericordia.

----------Desde hace algunas décadas, tanto en las homilías de la Santa Misa, como entre los más usuales tópicos de la predicación actual, tanto en los discursos de los Obispos y del Papa (y hablo no sólo del papa Francisco, sino también de los pontífices inmediatamente predecedentes), como en las publicaciones católicas, se habla continuamente de la "divina misericordia". Ciertamente hay que reconocer que a veces se habla de este tema con mucha propiedad y de modo útil u oportuno, pero lo que sucede más a menudo con este tema de la divina misericordia, repetido una y otra vez, continuamente y casi en cualquier ocasión, se ha vuelto rutinario, molesto, empalagoso y casi obsesivo. Y esto es así también porque sucede que este atributo divino, separado o incluso en contraste con los demás atributos de Dios, a veces incomprendidos, no es entendido bien y suscita reacciones contraproducentes o favorece el laxismo moral.
----------Digo por un lado que suscita reacciones contraproducentes, en cuanto que se nos pregunta: pero si Dios es misericordioso, ¿por qué tantas desgracias, tantos dolores, tantos sufrimientos, tantas injusticias? Y hoy más que antes, porque la pregunta es: si Dios es infinitamente misericordioso, ¿por qué la pandemia? Por otro lado, digo que favorece el laxismo moral, en cuanto que desde muchos ámbitos nos viene la idea de que Dios, siendo misericordioso, no castiga nunca sino que perdona siempre, aunque cuando no se esté arrepentido, y la idea de que salva a todos. De ahí la convicción de muchos de poder seguir pecando libremente, sin darse a las buenas obras, siendo suficiente, según ellos, con "creer" que se alcanzará la salvación. Un Dios que castiga sería un dios cruel y vindicativo, un dios pagano, no cristiano. A lo sumo, podría ser el Dios del Antiguo Testamento, pero no ciertamente el Dios del Nuevo Testamento.
----------Ahora bien, es inútil, o más bien dañoso, hablar continuamente de "misericordia", si se la entiende de ese modo. La misericordia, como enseña santo Tomás de Aquino, es el más grande de los atributos operativos divinos, es el que más manifiesta su divinidad. Por eso, para el hombre, el ser misericordioso, es el mejor modo de imitar la santidad de Dios. Por eso el Salmista dice: "Feliz el que se ocupa del débil y del pobre: el Señor lo librará en el momento del peligro. El Señor lo protegerá y le dará larga vida, lo hará dichoso en la tierra y no lo entregará a la avidez de sus enemigos" (Sal 41,2-3).
----------En efecto, la misericordia divina supone ciertamente la infinita sabiduría divina que la proyecta, supone el infinito amor ("Dios es Amor" dice san Juan), y la infinita bondad que se dona libre, gratuita y generosamente, supone un corazón infinitamente compasivo, que comprende profundamente el sufrimiento y la situación de miseria de la criatura, supone la omnipotencia creadora, que suscita de la nada el remedio, la curación, la liberación, el perdón, la salvación, la felicidad para la amada criatura.
----------Ciertamente en nosotros los hombres la misericordia implica un estado emotivo, una capacidad de conmovernos y, como dice san Pablo, de "sufrir con el que sufre", lo que supone un sujeto dotado de una sensibilidad física, como somos nosotros, y que en Dios, como hace notar santo Tomás de Aquino, Quien es purísimo Espíritu, es impensable, si no queremos convertirlo en un dios pagano a la manera de un Dionisos. Esto no quiere decir que Dios, sin necesidad de sufrir Él mismo, no sepa muy bien e infinitamente mejor que nosotros, con su intelecto, lo que es el sufrimiento, y esto es suficiente para que Dios sepa lo que debe hacer para aliviar o quitar nuestro sufrimiento o quitar la culpa del pecado.
----------Pensar que Dios deba sufrir para poder comprender y quitar el sufrimiento sería un poco como si pensáramos que un médico, para poder curar de una enfermedad, debiera estar a su vez afectado por esa enfermedad. Por supuesto, sabemos bien que ya los Padres de la Iglesia hablan del sufrimiento de Dios, pero esto no debe ser entendido en referencia a la naturaleza divina, sino sólo a la humanidad de Cristo según las modalidades expresivas de la "comunicación de los idiomas" (communicatio idiomatum).
----------La misericordia, desde un punto de vista humano, es el sentimiento de cualquiera que tenga un mínimo de buen corazón, aun cuando no sea cristiano o no creyente. Pensemos en la famosa parábola del buen samaritano. Pero la misericordia divina tiene, por así decirlo, una "divina inventiva", es un poder de curación y de salvación infinitamente superior a las simples fuerzas de la más heroica misericordia humana.
----------La divina misericordia es una misericordia que salva de la miseria humanamente irreparable del pecado original y de nuestros propios pecados personales. En efecto, para la Sagrada Escritura, el pecado (mortal) es un daño de tal modo grave que nos hacemos a nosotros mismos, que por nosotros mismos no podemos reparar o remediar. Es en cierto sentido, en cuanto ofensa a Dios infinito, un mal infinito (aunque, propiamente hablando, un mal infinito no existe), aunque el acto con el cual cometemos el pecado, en cuanto acto de nosotros, que somos finitos, es un acto finito. Pero las consecuencias penales son en cierto modo infinitas, en cuanto el castigo del pecado mortal es la pena eterna del infierno.
----------Por esto, para la Biblia, solo la misericordia divina puede perdonar el pecado, porque, siempre según la Escritura, el pecado comporta una "muerte" del alma y nosotros no podemos evidentemente resurgir de la muerte por nosotros solos, una vez que estamos muertos. Sólo Dios creador y omnipotente, Dios de la vida, puede por consiguiente hacernos resurgir de la muerte y devolvernos esa vida de gracia que habíamos perdido con el pecado. Pero a condición de que estemos arrepentidos, al menos por cuanto respecta a los adultos. Los niños que no tienen culpas personales son evidentemente dispensados ​​de esta conditio sine qua non y no por esto no pueden ser también ellos objeto de la divina misericordia (cf. por ejemplo, lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica, n.1261, a propósito de los niños muertos sin el Bautismo.).
----------Y por lo demás, siempre depende de su divina misericordia suscitar en nuestro corazón el arrepentimiento y el deseo de retornar a ese Padre bueno a quien hemos ofendido. Sin embargo, nosotros debemos corresponder libre y voluntariamente a estas inspiraciones y a estos impulsos divinos, porque si no lo hiciéramos, frustraríamos la misericordia divina y ella sería sustituida por la severidad de su justicia hacia nosotros, que puede alcanzar, si no nos convertimos, incluso hasta la pena eterna del infierno o, al menos, si morimos en gracia pero no completamente purificados, a la pena temporal del purgatorio.
----------Y así llegamos a un concepto teológico importantísimo, hoy lamentablemente olvidado, incomprendido o despreciado, que es el de la justicia divina, la cual, en la medida en que puede parecer en contraste con la misericordia, en realidad, bien entendida, debe ser indisolublemente asociada al atributo de la misericordia, precisamente a fin de saber verdaderamente qué cosa es la misericordia y qué cosa es la justicia. La Biblia afirma esta conjunción en clarísimas letras, por ejemplo, con estas palabras: "porque en él está la misericordia, pero también la ira, y su indignación recae sobre los pecadores" (Sir 5,6).
----------Es necesario precisar que la idea de la misericordia divina puede ser alcanzada por una simple teología natural o, en todo caso, no cristiana. De hecho, también el Dios del Antiguo Testamento y del Corán, incluso el Brahman del hinduismo, es un Dios clemente, piadoso y misericordioso, que concede gracia y perdona. En cambio, la idea cristiana y ya bíblica de la divina misericordia, como he dicho, revela recursos en Dios, que sería absolutamente impensables para una simple teología racional.
----------Por el contrario, el divino atributo de la justicia no debería ser difícil de entender por la simple razón, si hoy no fuera tan escaso el sentido religioso, incluso en ambientes católicos infectados de protestantismo, ya que no se llega hoy a concebir un Dios justo que no sea malo y cruel, por lo cual, en nombre del Dios "bueno" y "misericordioso", se rechaza el Dios justo que castiga.
----------Tratemos entonces, estimados lectores, de definir qué cosa es verdaderamente la "justicia divina punitiva". La justicia divina o castigadora, a diferencia de la misericordia, que es un poder proveniente de Dios y, en su infinitud, propia sólo de Dios y característica, como he dicho, de su infinita bondad, es una virtud divina que no se define en relación a Dios sino en relación a la conducta del hombre. Tratemos de aclarar este enunciado, del cual hoy no se dice palabra, motivo por el cual surgen los equívocos y los malentendidos que llevan a rechazar como anticristiana la idea de la justicia punitiva.
----------Ante todo, está fuera de duda que la Sagrada Escritura se expresa de manera antropomórfica (y esto para que nosotros, los hombres, podarnos entender las cosas de Dios, pero lamentablemente son a veces precisamente los antropomorfismos los que nos desvían de su correcta interpretación) como si Dios fuera un juez o un padre "ofendido" y "airado" por el pecado, por lo cual "manda los castigos" contra los pecadores rebeldes e impenitentes, un poco como Júpiter que manda desde el cielo relámpagos y centellas.
----------Pero la misma Sagrada Biblia, en otros pasajes, aclara que en realidad el así llamado castigo es una justa pena, incluso hasta la misma muerte, que el pecador se tira necesariamente sobre sí mismo con su culpa, sin que Dios, por así decir, "mueva un dedo", por lo cual Dios no es responsable en absoluto no solo por el pecado -cosa blasfema- sino tampoco por el mal de pena (castigo), cosa que apenas se puede concebir de manera metafórica, quizás para hacer entender a los niños del catecismo aunque sea algo de la justicia divina comparando a Dios con el papá indignado por la travesura del hijo.
---------Otro dato importante que debemos tener en cuenta respecto de la misericordia divina es su gratuidad y el hecho de que ella es fruto de un libérrimo acto del arbitrio divino, de ahí el dicho bíblico que hoy escandaliza a muchos no bien formados en teología: "Haré misericordia a quien yo quiera hacer misericordia" (Ex 33,19). Esto quiere decir que, aunque la misericordia divina potencialmente sea infinita, de hecho, considerando el destino de los hombres individuales, ella, por grande que sea, siempre tiene una medida o, en virtud de la justicia divina, también puede faltar por completo.
----------En otras palabras (y aquí sé que toco una especie de tabú en la teología y en la pastoral actual) el funcionamiento concreto de la divina misericordia está conectado con aquello que tradicionalmente, retomando el lenguaje de san Pablo y del Concilio de Trento, se llama el misterio de la predestinación (un tema olvidado desde hace muchísimo tiempo) o de la elección divina (notemos, por ejemplo, que en el Canon Romano en cierto punto el celebrante pide a Dios por sí mismo y por los fieles presentes el poder ser contados entre los "elegidos") de quienes llegan, precisamente por misericordia, a la salvación. Este tema ha sido dejado de lado en concomitancia (y esto es comprensible) a la falsa convicción hoy difundida por los rahnerianos ("cristianismo anónimo"), según la cual todos somos salvados. Si este fuera el caso, es evidente que la tesis de la predestinación, la cual prevé que no todos se salvan, pierde su sentido. En cambio, según la fe de la Iglesia, sabemos que no todos se salvan, por lo cual la doctrina de la predestinación, que durante muchos siglos de todos modos ha sido fe en el pueblo de Dios, debería ser de nuevo enseñada, para que podamos tener una idea ortodoxa de la conjunción de la misericordia con la justicia.
----------Noten los lectores que he dicho que la justicia divina se define en relación a nosotros. Pero, ¿qué quiere decir esto? No ciertamente que nosotros debamos enseñarle a Dios lo que es justo. Aquí me refiero no a la justicia divina en general que, en última instancia, como había entendido bien Martín Lutero en el pasaje de Rom 3,21, coincide con la misma misericordia. Esta "justicia" (justicia que justifica) es en efecto la misericordia que justifica al pecador, perdonando su pecado y concediéndole la gracia.
----------Me refiero, sin embargo, a aquello que la tradición teológica llama justicia punitiva, la cual, como ya he dicho, no consiste en un acto positivo fuente de pena (castigo) proveniente de Dios, por lo cual el mismo concepto bíblico de "ira divina" es claramente metafórico como el concepto bíblico de "compasión", en cuanto es evidente que tanto una cosa como la otra (como enseña santo Tomás de Aquino) suponen un mundo de pasiones, que como he dicho, en Dios purísimo Espíritu es absolutamente impensable. Por lo cual, incluso la así llamada ira divina no significa otra cosa que el castigo que el hombre mismo se arroja sobre sí mismo con sus manos al cometer el pecado. Un poco como si dijéramos que la cirrosis hepática es el "castigo" de una persona que voluntariamente no se modera en el beber vino.
----------Una última consideración, y muy importante, vinculada a lo que acabo de decir. Y aquí podemos prolongar el discurso también a nivel de la teología natural. En efecto, tomemos en consideración ahora no solo la obra de la redención sino también la obra de la creación. Debemos recordar a este respecto, como enseña nuestra fe, que una y otra obra son efecto de la más libérrima voluntad divina, como para decir que Dios, si hubiera querido, hubiera podido también no crear el mundo, y con mayor razón la obra misma de la redención, y no por esto a Él le hubiera faltado nada de su divinidad, ni de su bondad, ni de su felicidad, dado que la esencia divina es la totalidad de todas las perfecciones.
----------Esta consideración nos hace comprender qué es exactamente la divina misericordia, o sea, como he dicho, ella es el efecto de un acto totalmente libre por parte de Dios. Es como decir que, en rigor de justicia, como observa santo Tomás de Aquino, Dios, después del pecado original, hubiera podido dejar a nuestros primeros progenitores y a la entera humanidad en el estado de miseria que se habían merecido por el pecado. Sin embargo, ha sido sumamente conveniente que Dios haya tenido piedad o misericordia de nosotros, en virtud de su infinita bondad, donándonos el divino Redentor, Jesucristo, Nuestro Señor.
----------A partir de lo cual nosotros comprendemos cuán errónea es cierta doctrina de la creación y de la redención que presenta estos actos divinos no como efecto de una libre elección divina, sino como propiedad de la misma naturaleza divina y, por lo tanto, como algo en cierto modo necesario para que Dios sea Dios. La expresión extrema de esta visión monista y panteísta, como se sabe, es el pensamiento de Hegel. Pero, lamentablemente, algo de este género parece estar presente o al menos presupuesto también en el famoso axioma (Grundaxiom) rahneriano según el cual "la Trinidad inmanente" (= o sea la Trinidad en Sí Misma) "es la Trinidad económica" (= o sea la Trinidad que pone en acto la obra de la salvación).
----------Ahora bien, es necesario observar que si Karl Rahner intenta decir con el mencionado axioma que la Trinidad en Sí Misma es aquella misma que ha obrado la salvación, el discurso está bien y no hay nada que objetar; pero lamentablemente parece poder encontrarse en este axioma una punta o insinuación de hegelianismo debido a que el axioma también parece identificar la Trinidad en Sí misma con la Trinidad salvadora, lo que evidentemente vendría a negar la libertad de la obra divina de la salvación y vendríamos a concebir la creación y la redención como un elemento intrínseco a la misma divinidad.
----------Sin embargo y lamentablemente, una preocupante confirmación de este erróneo y nefasto enfoque hegeliano en Rahner está dada por la bien conocida doctrina rahneriana según la cual todos los hombres se salvan, la cual es una doctrina que bien se puede relacionar precisamente con esta concepción de un dios que no es Dios sino en la medida en que obra la salvación.
----------En base a estas consideraciones, debería aparecer claro el primado de la misericordia divina sobre la justicia, por el hecho de que Dios no deja al hombre en la miseria justamente consecuente al pecado, sino que precisamente, por su piedad y su misericordia, le dona a Jesucristo Redentor, quien con su sacrificio cumple esa obra de justicia que consiste en la expiación del pecado y, por tanto, obtiene del Padre misericordia para los pecadores. Además, con Cristo, a la obra de la misericordia que quita el pecado, se añade esa gratuita, imprevisible, estupenda e infinita benignidad divina, la cual concede al hombre siempre en Cristo la gracia, es decir, la condición de la filiación divina, aquella que los Padres griegos han llamado la "divinización".

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