Hoy sábado, fiesta de Nuestra Señora de Luján, en este mes de la Santísima Virgen María, y en este año de San José, es ocasión propicia para reflexionar sobre el tema del título: el casto matrimonio entre San José y la Santísima Virgen, como modelo del matrimonio cristiano.
Redescubramos el valor del matrimonio
----------Una necesidad de nuestro tiempo es la reevaluación, o podríamos decir resaneamiento, del matrimonio cristiano, no solo en referencia a la presente condición de la naturaleza humana caída y redimida, sino ampliando la mirada, como lo hizo en su momento el papa san Juan Pablo II en sus catequesis sobre el matrimonio, en referencia a las condiciones protológicas y escatológicas de la pareja humana.
----------Y en efecto, debe ser de ese modo, porque sólo así aparece en toda su grandeza y belleza la dignidad de la sexualidad humana, liberada de los opuestos extremos del laxismo y del rigorismo, en los cuales se cae inevitablemente, si nuestra mirada se ve limitada sólo a las miserias y a las ilusiones de la vida presente. En efecto, se oscila entre el origenismo que frustra la sexualidad, y el freudismo que la convierte en un ídolo. Se oscila entre una castidad sofocante y una lujuria legalizada. Por lo demás, estas dos fuerzas contrarias se provocan entre sí en una dialéctica maldita y angustiosa, fuente de neurosis y de bestialidad.
----------La Iglesia continúa ofreciéndonos maternalmente la verdad sobre el matrimonio y siempre estamos invitados a aceptar sus enseñanzas para salir de este satanismo sexual, en el cual estamos atrapados. Fundamental en esta obra de restauración y resaneamiento intelectual y moral del valor del matrimonio es para nosotros los creyentes, la referencia al matrimonio de San José y de la Santísima Virgen María.
----------Comencemos, pues, por decir que según el Magisterio de la Iglesia, la unión sexual conyugal es expresión del recíproco amor entre los esposos e incrementa el amor entre ellos, conforme a la voluntad divina (según manifiesta el libro del Génesis) de que hombre y mujer sean "una sola carne" (Gén 2,24). Sin embargo, como aclara santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae, III, q.29, a.2, la unión entre José y María fue un verdadero y propio matrimonio, a pesar de su abstinencia sexual.
----------En efecto, santo Tomás de Aquino, para explicar esta verdad, parte del hecho de que en una cosa puede haber una doble perfección: el ser y el actuar; y aclara diciendo que la perfección sustancial y esencial de una cosa no comporta necesariamente el actuar o el producir, sino que puede resolverse simplemente en su ser. Luego aplica esta distinción al caso del matrimonio. Leamos sus mismas palabras:
----------"La perfección de una cosa es doble: primera y segunda. La primera consiste en la misma forma de la cosa de la que obtiene su especie; la segunda se concreta en la operación de tal cosa mediante la cual alcanza de algún modo su fin. Ahora bien, la forma del matrimonio consiste en una cierta unión indivisible de las almas, en virtud de la cual cada uno de los cónyuges se compromete a guardar indivisiblemente fidelidad al otro.
----------Sin embargo, el fin del matrimonio es la procreación y educación de los hijos. Lo primero se logra por medio de la cópula conyugal; lo segundo se logra mediante otras obras del marido y de la mujer, con las que ellos se ayudan mutuamente para criar a los hijos.
----------Por lo tanto, hay que decir que, en cuanto a la primera perfección, el matrimonio de la Virgen Madre de Dios con José fue enteramente verdadero, porque consintieron ambos en la unión conyugal, aunque no expresamente en la cópula carnal, sino a condición de que eso pluguiese a Dios. Por eso el ángel llama a María esposa de José cuando le dice a éste, en Mt 1,20: 'No temas recibir en tu casa a María, tu esposa' (Mt 1,20). Exponiendo este pasaje Agustín, dice en su libro 'De nuptiis et concupiscentia': 'Se llama cónyuge [refiriéndose con esta expresión a la Virgen] en virtud de la fidelidad inicial de los desposorios, a la que no había conocido, ni había de conocer, por la cópula carnal' (L.I, cap.11, PL Migne 44, 420).
----------En cuanto a la segunda perfección, que se logra por el acto del matrimonio, si éste se refiere a la unión carnal mediante la que se engendran los hijos, aquel matrimonio no fue consumado. Por lo que dice san Ambrosio: 'no te inquiete el que la Sagrada Escritura llame a María esposa. La celebración de las bodas no es una declaración de la pérdida de la virginidad, sino un testimonio del matrimonio' (Comentario al evangelio de Lucas 1,27, libro II, PL Migne 15,1635)".
----------De estas palabras de santo Tomás de Aquino, se deriva que el matrimonio es esencialmente una unión espiritual indisoluble y exclusiva entre un hombre y una mujer, que no necesariamente se expresa en la unión o cópula sexual, aunque ordinariamente el fin específico del matrimonio sea la generación y la educación de la prole. Entonces, se puede decir que si se da una legítima generación y educación de la prole, quiere decir que existe el matrimonio; sin embargo, lo contrario no es cierto; porque se puede dar un matrimonio válido y santo, como el de José y María, que sin embargo por motivos superiores se vive en la abstinencia sexual, muy similar a aquello que para los Religiosos es el voto de castidad.
----------Al respecto (y como nota al margen), el matrimonio virginal siguiendo el ejemplo de San José y María Santísima, es un don rarísimo, como son todos los dones más preciosos del Espíritu Santo. De este don se han beneficiado algunas parejas santas, como en el siglo XI san Enrique II Emperador de Alemania [973-1024] y santa Cunegonda de Luxemburgo [975-1040]. Probablemente sea un don del cual también disfrutaron los esposos Jacques Maritain [1882-1973] y Raissa Maritain [1883-1960], aunque ellos no hablan nunca de tal gracia de Dios, ni siquiera a modo de principio. Pero el hecho de no haber tenido hijos, llevando una vida moral convivida durante cincuenta años, fecundísima en valiosas obras literarias, teológicas y filosóficas, de fama mundial, es un indicio cierto de tal hecho, que tiene algo de prodigioso.
----------Sin embargo, es necesario que aclaremos bien, con nociones y distinciones precisas, el significado de la virginidad de María y José, porque, como es evidente, tal virginidad no pertenece al matrimonio común, sino a un matrimonio especialísimo, más único que raro, que, aparte de los casos rarísimos de matrimonios virginales, en cuanto matrimonio virginal no es propuesto por la Iglesia como modelo de matrimonio común. En efecto, la teología moral también ve bien la unión sexual de los cónyuges ancianos no generativos, debido al hecho de que la unión sexual es en ellos, en cualquier caso, expresión de su amor e incremento del mismo amor, aunque no sea generativo, y es una unión precursora de la escatológica unión de amor.
----------En este sentido, quizás no esté fuera de lugar en esta reflexión, una referencia a la cuestión de los divorciados vueltos a casar, aunque un tema que luce tan profano y embarazoso puede parecer inadecuado o en contraste cuando se trata de un tema tan sublime como el matrimonio entre José y María. Pero debemos recordar que la máxima misericordia es hecha a propósito para hacer resurgir al hombre de la máxima miseria. En la Familiaris consortio, el papa san Juan Pablo II dice que los divorciados vueltos a casar son admitidos a los sacramentos a condición de que vivan como hermano y hermana. Por su parte, la exhortación Amoris laetitia del papa Francisco confirma esta enseñanza, pero muestra mayor realismo.
----------Hemos dicho líneas arriba que la convivencia de una pareja sexualmente abstinente, por motivos ascéticos, es un don rarísimo del Espíritu Santo. Nos podemos preguntar cómo puede vivir así una pareja (la de personas divorciadas vueltas a casar) que presumiblemente no dispone de una gracia tan sublime. Naturalmente, esto no quiere decir, como algunos han malinterpretado, que el Santo Padre, en la exhortación Amoris laetitia, por tanto, dé el permiso de Comunión sacramental a las parejas que tienen relaciones sexuales. La famosa nota 351, de hecho, no da ningún permiso efectivo y en vigor, sino que solo insinúa una hipótesis de permiso. Por lo tanto, sigue siendo válida la disposición n.84 de la Familiaris consortio del papa san Juan Pablo II, que excluye de los sacramentos a los divorciados vueltos a casar.
El por qué de la virginidad de José y María
----------La virginidad de José es elegida como consecuencia de la virginidad de María. Pero existe una gran diferencia entre los dos tipos de virginidad, porque mientras la virginidad de María tiene un fundamento teológico, la de José tiene un fundamento ascético. Expliquemos esta distinción. María es esposa de Dios, Quien es purísimo Espíritu asexuado. Por lo tanto, en la esponsalidad de María no puede entrar el ejercicio de su sexo. El Hijo de Dios encarnado no nace, por consiguiente, de una unión sexual, sino por obra del Espíritu Santo. Por otra parte, la condición de la naturaleza humana de María es la del estado de inocencia, en el cual no existía la rebelión de la carne al espíritu, por lo cual no era necesario, a fin de asegurar la libertad del espíritu, renunciar a la actividad sexual, como está prescrito para el voto de castidad.
----------Por lo tanto, Nuestra Señora, teniendo pleno dominio de su espíritu sobre su sexo, no tuvo ninguna necesidad de hacer voto de castidad, como no habían tenido necesidad Adán y Eva en el paraíso terrenal. Ella, sin embargo, quiso seguir siendo virgen porque, en cuanto llena de gracia, y deseosa, como Inmaculada Concepción, de una unión con Dios mayor que la de cualquier otra mujer, y por eso "bendita entre las mujeres", se dio cuenta de que esta unión con Dios requería , por el motivo antes mencionado, la virginidad, sin ni siquiera sospechar ni remotamente de atraer de tal modo la mirada de Dios sobre sí misma y encontrar tanta gracia en Él, que la ha querido su esposa, madre de su Hijo encarnado.
----------En cuanto a José, vivía, por supuesto, como todos nosotros, en el estado de naturaleza caída, consecuente al pecado original, por lo cual él aceptó la virginidad según la función que ella desarrolla en el estado de naturaleza caída, como freno a la concupiscencia y ayuda a la naturaleza redimida para liberarse progresivamente de las consecuencias de la naturaleza caída y de la rebelión de la carne, para así sustituir progresivamente, con la gracia del bautismo y por la práctica de las virtudes, a las fuerzas corruptas del hombre viejo mortificado, por las energías del hombre nuevo de la resurrección.
----------El hecho de que María no imaginara o ni siquiera mínimamente esperara poder convertirse en Madre de Dios, lo atestigua el hecho de que estaba normalmente comprometida con un joven que le agradaba, José, como cualquier chica de este mundo. Y es en este punto que María y José pueden ser ejemplo para los prometidos. He aquí sin embargo, lo sorprendente en ella: que tuvo de Dios la idea de hacer el propósito de permanecer virgen, como emerge claramente de las palabras que dirige al Ángel: "no conozco hombre" (Lc 1,34).
----------De ahí la inaudita voluntad de unir el matrimonio con una unión tan íntima con Dios, como para requerir la virginidad. ¿Pero ya estaba de acuerdo con José? Es posible, porque no es pensable que dos novios prometidos que se aman lealmente no estén de acuerdo en el proyectar su vida de esposos, tanto más si se trataba, como resulta del propósito de María, de un matrimonio tan excepcional y ciertamente inaudito.
----------En cambio, lo que no era en absoluto esperado ni se planeaba, de ninguna manera, en los dos prometidos era que María pudiera devenir Madre de Dios. Es difícil saber por qué motivo María no revela a José el encuentro con el Ángel, y deja que José incluso llegue al punto de meditar en abandonarla en secreto, habiendo descubierto, imaginamos con qué angustia e indignación, que María estaba encinta. Incluso hizo falta una segunda revelación angélica para que José conociera, e imaginamos con qué alivio y sorpresa, la verdad. Quizás María pensó que si le hubiera dicho a José lo sucedido, no la habría creído. Ella prefirió ser juzgada mal antes que aparecer como una exaltada contando hechos increíbles.
----------Ahora bien, un aspecto del matrimonio entre José y María que debe proponerse para nuestra imitación es, ciertamente, la complementariedad recíproca entre los esposos en el compromiso común de cuidar de su Hijo Jesús. No podemos imaginar en esa pareja aquella triste herencia del pecado original que lleva al hombre a dominar sobre la mujer y a la mujer a seducir al hombre, aun cuando indudablemente los esposos debieran adaptarse a las costumbres de la época, que preveían para la mujer una limitadísima actividad social, a lo máximo dentro del ámbito de la familia, y ciertos ritos humillantes, como por ejemplo la llamada "purificación", un largo período de días después del parto, como si parir fuera algo impuro.
Los frutos del matrimonio
----------Ejemplar, para nosotros, en la unión de San José con María Santísima es el hecho de que ellos han aceptado su unión, con las alegrías y los sufrimientos que esa unión ha comportado, como un don de Dios y como voluntad divina ("lo que Dios ha unido"), sin que esto haya excluido del todo, sino que más bien lo ha implicado, el haberse ellos elegido mutuamente y libremente sobre la base de una común y honesta atracción física y espiritual, que era precisamente el signo de la voluntad de Dios.
----------Ejemplar para nosotros en esta pareja es su constante unión con Dios mediante una comunión cotidiana, íntima, ferviente y confiada con Jesucristo. Para nosotros esto significa concretamente la vida sacramental, la comunión con la Iglesia y sus pastores, la práctica de los mandamientos divinos y de las buenas obras, teniendo presente que, cada pareja, siguiendo el ejemplo de la pareja de Nazaret, tiene una propia y concreta, particular e irrepetible forma querida por Dios, diferente de pareja a pareja, y así, junto con esta forma, cada pareja recibe de Dios una correspondiente misión especial al servicio al mundo y a la Iglesia.
----------En lo respecta al bien de la prole, es evidente que la sagrada pareja de Nazaret es para nosotros inspiradora y modelo, aunque debamos hacer las oportunas adaptaciones dejando a un lado lo que les pertenece exclusivamente a ellos, y que para nosotros es tan solo objeto de admiración y de veneración. Los privilegios de la sagrada pareja de Nazaret constituyen fuerzas divinas, por las cuales debemos pedir su intercesión. Digamos, por tanto, algunas cosas sobre este importante tema.
----------En primer lugar, no debemos sentirnos distantes de la pareja de Nazaret por el hecho de que tuvieron un único hijo. Basta con que nos preguntemos quién es este único Hijo. De tal modo, también las familias numerosas pueden tomar ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, aunque José y María tuvieron un único Hijo. Pero debemos considerar la intensa vida social de las familias de la época y en las pequeñas villas o caseríos, por lo cual ellos compartían y casi se intercambiaban sus hijos, los cuales desde pequeños se acostumbraban a una fuerte sociabilidad, mientras que los padres también acogían a los niños de otros padres. Así que ciertamente Jesús niño debió haber fraternizado con niños de su edad, hijos de parientes y de amigos de sus padres, aunque no sabemos casi nada de su infancia, que nos es narrada por los Evangelios apócrifos, pero con poca confiabilidad, de lo contrario habrían sido incluidos en el Canon del Nuevo Testamento.
----------En segundo lugar, debemos tener presente que Nuestro Señor Jesucristo no tuvo hermanos ni hermanas, a no ser en el sentido semítico de hermanos, es decir, de primos de primer y segundo grados. Sin embargo, también debemos tener presente la particular personalidad de Jesús. En efecto, hay que pensar que, en cuanto Verbo Encarnado, su personalidad humana era de una tal riqueza que pareciera de alguna manera múltiple, como ocurre en las más grandes personalidades de la historia, siendo Él el Creador de todos los hombres. Por lo tanto, tener que vérselas nada menos que con Jesús, para sus padres, debía ser una experiencia extraordinaria, como si debieran vérselas con una multiplicidad de hijos.
----------La sagrada pareja de Nazaret también es modelo para nosotros en cuanto respecta a la misión educativa de los padres, aunque aquí también debemos marcar aquí algunas importantes diferencias. Está claro que Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto Hijo de Dios, poseía una humanidad la cual, salvada su determinación como individuo particular de la especie humana, en virtud de la unión hipostática, era absolutamente inocente y dotada de una suprema ciencia y virtudes infusas, aunque, como cada ser humano, extrajera su saber de la experiencia sensible y del aprendizaje, saber y virtudes que estaban sujetos a progreso (Lc 2,40 y 52), y estuviera sujeta su humanidad a las necesidades físicas, al sufrimiento y a la muerte.
----------Ahora bien, podemos hacer aquí varias preguntas. ¿Qué parte, qué rol, han desarrollado José y María hacia un Hijo tan excepcional? ¿Han estado ellos a la altura de su tarea? ¿Cómo han impostado su labor educativa? ¿Han comprendido desde el principio su identidad divina o han comprendido solo de a poco cada vez, y nunca exhaustivamente, la grandeza paradojal del Misterio de este Hijo?
----------El único episodio narrado por los Evangelios que nos ofrece algo de luz en estas cuestiones, es el famoso triduo de Jesús permaneciendo entre los doctores del templo, episodio en el que vemos cómo María todavía no había comprendido plenamente quién era su Hijo, por el hecho de que ella, volviéndose hacia Jesús, llega a llamar a José "tu padre" (Lc 2,48), aunque ella sabía muy bien que no lo había obtenido de una unión con José, sino de una intervención del Espíritu Santo.
----------Este episodio es también una enseñanza para los padres comunes, en cuanto les recuerda que en cada hijo se esconde un misterio divino, una divina llamada, misterio y llamada de los cuales acaso al momento ni siquiera él es consciente, pero que depende de los padres descubrir gradualmente y favorecer, sin imponer por lo tanto al hijo un plan preestablecido, por más bonito que pueda parecerle a ellos.
----------Sin embargo, también Nuestro Señor Jesucristo, ya sea en su más tierna edad, como todo niño de esta tierra, como también en su edad adulta, aunque dotado de la ciencia infusa y de la misma visión beatífica (como dice Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae, III, q.9, art.2 e q.10, art.1), pasaba del no saber al saber, como es atestiguado por muchos episodios del Evangelio, en los cuales se narra que Jesús hace preguntas para estar informado. Por ejemplo, cuando pregunta "¿dónde habéis puesto a Lázaro?" (Jn 11,34); o cuando interroga a los dos discípulos de Emaús: "¿qué comentábais por el camino?" (Lc 24,17); o cuando interroga a Pilato: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?" (Jn 18,34).
----------El no saber o desconocimiento en Jesús, propiamente llamado nesciencia, no debe confundirse con la ignorancia como pena del pecado original, es decir, como ignorancia de las cosas que se deberían saber, sino que se trata de la natural ausencia de contenidos de la mente que no ha comenzado a conocer una determinada cosa cognoscible o por experiencia, o por aprendizaje o por razonamiento. Como es sabido, Aristóteles compara esta mente vacía de contenido con una "tablilla en la que no hay nada escrito", la famosa tabula rasa.
----------Por ende, María y José (y en esto también ellos son claro ejemplo para todos los padres) han instruido gradualmente a Jesús desde la más tierna infancia, enseñándole a hablar y a leer las Sagradas Escrituras, así como las nociones y las normas de la Ley del Señor, los buenos hábitos y las virtudes, los usos y costumbres de la casa y de la convivencia social, la asistencia frecuente al Templo y la plegaria, mientras que José le ha enseñado el oficio de carpintero, sin imaginar lo que Jesús habría dicho y hecho como Hijo de Dios, aunque ciertamente Jesús desde muy tierna edad ha ofrecido a sus padres y a sus contemporáneos de infancia y juventud algún destello de su divinidad y ha realizado obras de caridad, que han maravillado a todos.
----------En cambio, y lo que diré ahora, al final de esta reflexión, tiene mucha utilidad práctica y debe ayudar a evitar actuales confusiones, los padres de Jesús, a diferencia de aquellos de cualquier otro hijo en este mundo, excluyendo a Nuestra Señora, han estado dispensados de una grave obligación que, sin embargo, vincula y ata a todos los padres de esta tierra y que es el corregir a sus hijos en sus malas inclinaciones. María y José no tuvieron obligación de corregir a Jesús, pero en esto San José y María Santísima no pueden ser ejemplo a imitar por los padres ordinarios. Esta obligación, frecuentemente hoy olvidada, es una de las más graves obligaciones de los padres de esta tierra, pero el consuelo es que están siempre en condiciones de cumplirla, con la condición de que sean dóciles a esa ayuda de la gracia que nos llega precisamente de Nuestro Señor Jesucristo.
Fr Filemón:
ResponderEliminarUd dice que "es difícil saber por qué motivo María no revela a José el encuentro con el Ángel, y deja que José incluso llegue al punto de meditar en abandonarla en secreto, habiendo descubierto, imaginamos con qué angustia e indignación, que María estaba encinta. Incluso hizo falta una segunda revelación angélica para que José conociera, e imaginamos con qué alivio y sorpresa, la verdad. Quizás María pensó que si le hubiera dicho a José lo sucedido, no la habría creído. Ella prefirió ser juzgada mal antes que aparecer como una exaltada contando hechos increíbles".
Entiendo que lo toma como una conjetura ante una aparente falta de datos. Sin embargo considero que su conjetura es errónea, porque sí hay datos.
Dice el Evangelio de San Mateo que José era un varón justo. Por ello San Jerónimo dice que si José hubiera pensado mal de la Virgen -siendo varón justo- debió denunciarla, y no tener "lástima". Por lo que lo que sucedió fue que San José no comprendió cuál era su "lugar" en el misterio de Dios y prefirió alejarse en secreto sin exponer a la Virgen, hasta que el Ángel se lo explicó.
Me parece que no es para despreciar la explicación de San Jerónimo y se ajusta más a al Evangelio.
Aquí el texto de San Jerónimo: "José, su esposo, siendo justo y no queriendo delatarla, quiso despedirla ocultamente. Si alguno se une con una meretriz forma un solo cuerpo con ella; y en la ley está prescrito que no sólo los reos, sino los conocedores de los crímenes sean culpables de pecado. Siendo esto así, ¿cómo es que se da a José el nombre de justo? Mas este testimonio es en favor de María, puesto que José conociendo su castidad y admirando lo que había acontecido ocultó con el silencio el hecho cuyo misterio ignoraba".
Querido "El paseador..."
ResponderEliminarHa sido oportuna su cita de San Jerónimo. Le agradezco su intervención.
Efectivamente, lo que Ud. entiende es correcto: lo expresado por mí en el párrafo citado se ubica a nivel de la conjetura personal. Procuro en mis textos distinguir lo que afirmo como expresión de la Revelación y lo que meramente es mi opinión personal. Mis expresiones del texto citado: "es difícil saber" o mi palabra "quizás", no deben dejarle dudas a cualquier lector que lo que estoy diciendo es sólo una conjetura personal.
En tal sentido, cualquier conjetura u opinión puede ser errónea, y sobre mis conjeturas siempre me he sometido en este blog al juicio y comentarios de los lectores.
Dicho eso, entiendo que a Ud. le pueda parecer errónea mi conjetura (que, dicho sea de paso, no es sólo mía). Sin embargo, no veo qué "dato" estaría contradiciendo mi conjetura (supongo que Ud. se refiere a dato revelado).
Fr Filemón: por supuesto que me refiero al dato revelado. Y el dato revelado que considero que su conjetura contradice es el que explica San Jerónimo. El Evangelio de San Mateo dice que José era "justo". Y si era justo debía cumplir la ley. Por eso San Jerónimo, apoyado sobre ese dato, da su explicación.
ResponderEliminarPor ese motivo considero más ajustada al dato revelado la opinión de San Jerónimo que la suya, por más que la apoyen también otros autores.
Solamente eso.
Querido "El paseador..."
ResponderEliminarTratando de comprender las razones de su insistencia, entiendo que Ud. plantea que mi conjetura para tratar de explicarnos la actitud de San José, se opone al testimonio de la Escritura cuando dice que "José era varón justo". No veo el motivo por lo que la conjetura expuesta se oponga a esas palabras bíblicas. Quizás sea porque mis palabras "angustia e indignación" en san José (otra simple conjetura) le parezcan inadecuadas con el calificativo de "varón justo". No sé. En todo caso, hay que recordar que nosotros no somos protestantes para leer las palabras "varón justo" y sacar personales y fundamentalistas conclusiones subjetivas. Sólo consideramos "datos revelados" de la Escritura, como Ud. bien lo sabe, cuando el Magisterio de la Iglesia nos enseña la Escritura.
En todo caso, las consecuencias que saca San Jerónimo en virtud de que José era varón justo, son también conjeturales, y no faltarían quienes pudieran contradecir la conjetura del gran Jerónimo. Yo no soy quien lo vaya a contradecir a san Jerónimo, pero otros podrían contradecir a Jerónimo recordándole que en el caso que planteaba el embarazo de María había tres manera de cumplir la ley para ese "varón justo" que era José. Trataré de explicarlo:
José, "varón justo", es decir, riguroso observador de la Ley (como Ud también lo dice), saca una conclusión: dada la incertidumbre en que él se encuentra, no puede seguir en matrimonio con una joven que, según las apariencias es gravemente infiel a sus solemnes promesas. Incluso el mismo José, siendo representante legal de la familia de David, tampoco tiene derecho de introducir en esa familia a un niño ilegítimo. No le queda, por consiguiente, más salida que romper el contrato nupcial y devolver a María.
Pero he aquí que le asalta sobre este punto, otra incertidumbre. ¿Cómo realizar eso? Existen (no obstante lo que parece decir san Jerónimo) tres modos legales para deshacer este convenio:
1) Denunciar a la delincuente ante los tribunales, produciendo un fehaciente documento del crimen con dos testigos e indicación del lugar y fecha, y se pide sentencia de divorcio firmada por los mismos. La consecuencia era la condenación a muerte de la convicta. ¡Pero esto no se le puede ocurrir a José! Ante todo porque carece de pruebas, y además, porque su afecto a María es sincero y santo, como para valerse de tales medios.
2) Despedir públicamente a su esposa, enviándole, por medio de dos testigos, una carta de repudio con el expreso motivo de la separación. Pero esto también incluye un aspecto infamante, que José quiere ahorrarle a María.
3) Abandonarla ocultamente. Es el tercer medio que le queda. A este efecto basta mandarle un oficio secreto, sin fecha ni indicación alguna de motivos. De este modo, nadie, ni los mismos parientes, lograrán adivinar la razón ni el tiempo de la triste determinación.
Por consiguiente, José, luego de meditarlo, decide optar por esta tercera via, que le parece la más recta, y la más prudente, pues conocía seguramente las solemnes promesas hechas por su esposa (y con ellas seguramente él estaba de acuerdo, aceptando su propio voto de castidad), y porque el suceso, que a sus ojos era un suceso inexplicable, podría entrañar algún arcano superior (el cual, luego, efectivamente, le es revelado por la aparición angélica).
Estimado amigo, no hago, por supuesto, discusiones de palabras (eso hacen los fundamentalistas), ni tampoco quiero hacer, en este caso, discusiones de meras conjeturas. Por supuesto, estoy habituado, como teólogo, a discutir opiniones o conjeturas teológicas, pero, en este caso, no es de mi interés discutir sobre una conjetura que sólo se ubica en el plano de los histórico o de lo supuestamente histórico. Lo que no quita que sea bueno, meritorio, y recomendable, para usted y para mí, meditar en estas conjeturas históricas, porque María y José son, en muchísimos aspectos, modelos de vida para nosotros.