martes, 4 de mayo de 2021

¿Qué conducta debemos tener los católicos hacia el Papa?

Un vaticanista, uno de tantos sedicentes "católicos", escribía hace poco: "Roma no tiene Papa. Aunque el Papa está físicamente allí, en realidad no está porque no es el Papa. Está, pero no cumple su tarea de sucesor de Pedro y vicario de Cristo. Está Jorge Mario Bergoglio, no hay Pietro". Es tan sólo una expresión, una entre muchas, de las que hoy propalan quienes, travestidos bajo el nombre de "católicos", han devenido topadoras cuyo objetivo (consciente o inconsciente) es demoler la Iglesia a pedazos, convertirla en ruinas, creyéndose ellos mismos los verdaderamente fieles, los elegidos e iluminados para restaurar (dicen unos) o para transformar (dicen otros) esta Iglesia Católica que es hoy barca que naufraga, en la verdadera Iglesia de Cristo. Las oscuras siluetas de los espectros de Lutero o de Lefèbvre aparecen tras los pasos de los actuales autodenominados "reformadores" y "restauradores", falsos católicos cuyo disfraz queda expuesto ante el misterio que expresan aquellas palabras imperecederas de Nuestro Señor dirigidas al perecedero barro del hombre: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella".

----------Tras el pontificado del papa Benedicto XVI, actual papa emérito, quien como bien se sabe sufrió la incomprensión de no pocos sectores siempre obstinados en alentar los conflictos en el interior de la Iglesia, asistimos actualmente, transcurriendo ya el noveno año del pontificado del papa Francisco, a una dolorosa y amarga contraposición entre sus adversarios declarados y sus falsos sostenedores, es decir, entre los enemigos desembozados y los que se muestran fans del Papa, ambos grupos contumaces en sus posiciones extremistas, rebeldes, porfiados y tenaces en mantenerse en sus erróneas actitudes; ambos sectores desprovistos de caridad, privados de discernimiento y de equilibrio y, por eso mismo, carentes de la actitud justa y correcta, que el católico debería tener hacia el Sumo Pontífice. Pero es como para dudar que algunos o muchos de ellos sean verdaderamente católicos, o no más bien cismáticos o herejes, considerando su estado de ánimo envenenado y pasional, y sobre todo lo erróneo de sus criterios de valoración.
----------El propio Santo Padre, en las ocasiones en que ha mostrado mayor claridad de conceptos (no siempre ha sido así en estos ocho años) ya ha identificado y denunciado a los dos sectores. Para representar la oposición entre estos dos partidos el Papa ha utilizado, de modo muy simple, la imagen del contraste entre los demasiado indulgentes y los demasiado exigentes. Desde el inicio de su pontificado ha usado una imagen evangélica extremadamente eficaz: "La tentación de transformar la piedra en pan para romper un ayuno largo, pesado y doloroso (cf. Lc 4, 1-4), y también de transformar el pan en piedra y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (cf. Jn 8, 7), es decir, transformarlo en 'cargas insoportables' (Lc 11, 46)".
----------Siguiendo la línea de pensamiento del Papa, por un lado está, pues, "la tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los 'buenistas', de los temerosos y también de los así llamados 'progresistas y liberales'. La tentación de bajar de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer allí, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en lugar de purificarlo y conducirlo al Espíritu de Dios. La tentación de descuidar el 'depositum fidei', considerándose no custodios sino propietarios y dueños". En estas frases del papa Francisco, aún cuando usa expresiones que deberían ser clarificadas (como los términos "buenistas", "progresistas" y "liberales") es meridianamente clara la efectiva alusión a los modernistas y a los rahnerianos.
----------Por otro lado, "la tentación del endurecimiento hostil, es decir, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos aún aprender y alcanzar. Desde los tiempos de Jesús, es la tentación de los celantes, los escrupulosos, los diligentes y de los así llamados -hoy- 'tradicionalistas', y también de los intelectualistas. (...) ¡La tentación de descuidar la realidad utilizando un lenguaje minucioso y un lenguaje pulido para decir muchas cosas y no decir nada!. Los llamaban 'bizantinismos', creo, a estas cosas...". En cambio, es evidente aquí la referencia a monseñor Lefèbvre y sus actuales seguidores.
----------Quienes ceden a la primera de las tentaciones, son los modernistas, actualmente disfrazados de fans del papa Francisco, siempre aduladores, siempre manipuladores. Quienes ceden a la segunda tentación, son sus desembozados enemigos, los fijistas, lefebvrianos o filolefebvrianos, usurpando el nombre de católicos y romanos, alardeando de ser la verdadera Iglesia, el remanente, el resto fiel, frente a la hoy -según dicen- apóstata Roma. Ambos, al fin de cuentas, enemigos del Papa, ambos cismáticos, los primeros implícitamente, los segundos explícitamente; ambos sosteniendo posiciones heréticas, de variadas maneras.
----------Más allá de la oposición frontal, manifestada en la superficie, entre ambas clases de sedicentes "católicos", oposición que se expresa en el odio de los enemigos y en el fanatismo adulador de los amigos, una cosa reprobable tienen en común ambos sectores: la pretensión de conocer y de establecer ellos cual es la verdadera Iglesia y cuáles son o deben ser los deberes del Papa, ya sea para oponerse a la Iglesia guiada por el actual Pontífice y llenarlo de acusaciones calumniosas (los ultraconservadores), o para instrumentalizar a la Iglesia en su ventaja y fingir una falsa devoción al Papa (los modernistas).
----------Ninguna de las dos partes, en realidad, conoce y aprecia verdaderamente cuáles son los deberes y competencias del Papa y por eso ninguna de las dos partes está en grado de emitir un juicio sabio y prudente, no distinguiendo, como no distinguen, en qué cosa el Papa puede ser criticado y en qué cosa debe ser obedecido, dónde es que puede equivocarse el Romano Pontífice y donde es que no puede equivocarse, en qué cosa lo podemos corregir y dónde, en cambio, es él quien nos corrige a nosotros, qué cosa debemos esperar del Papa y qué cosa el Papa no está de ninguna manera obligado a darnos, hasta qué punto debe llegar nuestra confianza hacia el Papa y donde en cambio tal vez él no merezca confianza.
----------Algunos ven en el Papa defectos que no existen y no saben apreciar sus lados buenos; otros toman sus defectos por virtudes y no saben comprender y apreciar su servicio específico e insustituible como vicario de Cristo. Algunos quisieran hacerle correcciones fuera de lugar, inapropiadas, y faltarle el respeto tratándolo con altivez y arrogancia. Los otros lo adulan y lo exaltan a más no poder, con criterios mundanos y políticos, aprovechándose de sus lados débiles y distrayéndolo de su misión espiritual.
----------El resultado es que los primeros lo irritan y, si tienen alguna razón, no obtienen nada. Los segundos, zorros astutísimos, intrigantes exponentes de los potentados de este mundo, lo rodean con todo celo, satisfaciéndolo en todo con la máxima premura y cuidado, alejando del Papa a quien se atreva a criticarlo y mostrándose muy sabios consejeros, como el zorro con Pinocho.
----------Claro que no voy a negar yo que conducirse con el papa Francisco no es nada fácil porque, por una parte, humanamente es una persona que no inspira confianza en aquellos que buscan la sana doctrina, la sabiduría y la santidad; pero por otra parte, continúa inspirando confianza desde un punto de vista sobrenatural como Vicario de Cristo, que lo es, por supuesto. Quien tiene una verdadera fe católica se siente como lacerado, desgarrado: siente que debe apoyarse precisamente en aquel que parece hacerle perder el terreno o que parece movernos el piso bajo los pies. Siente que debe fiarse en aquel que no le inspira confianza. Siente que debe escuchar a aquel que lo escandaliza. Siente que debe buscar paz en aquel que lo perturba. Siente que debe pedir una caricia a aquel que lo abofetea. Siente que debe pedir luz a aquel que lo confunde. Siente que debe imitar a aquel que le da el mal ejemplo.
----------"¡Pero esto es tontería!", me dirán los lefebvrianos. "No -respondo yo-: ¡es una experiencia de fe!". Los modernistas, fuertes y muy rozagantes por su éxito mundano, no sienten esta contradicción, no experimentan este sufrimiento, porque a ellos les agrada el Papa precisamente por sus defectos humanos o pastorales, reduciendo la misión del Papa a la de un jefe de pueblo o un líder de izquierda.
----------Pero esto quiere decir que ni los lefebvrianos ni los modernistas saben juzgar al Papa con equidad y con criterio de fe. En efecto, si un Papa no es juzgado con un criterio de fe, no se comprende quién es el Papa, qué cosa debe hacer el Papa y por qué existe el Papa. La aparente paradoja que he mencionado anteriormente, se disuelve solo distinguiendo la razón de la fe, distinguiendo lo natural de lo sobrenatural, distinguiendo lo humano de lo divino. En suma, es necesario distinguir el tesoro de la vasija de barro, como enseña san Pablo: "nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios" (2 Co 4,7).
----------Si Francisco tiene defectos en su humanidad y en su modo de cumplir su tarea como Papa, de hacer el Papa, sin embargo, es realmente Papa. Lo digo con toda franqueza: quien no sepa hacer esta distinción, corre el riesgo de perder su propia alma. Quien cae en la tentación de ver en Francisco a un superhombre o quien cae en la tentación de ver en él al Anticristo no ha entendido nada acerca de quién es Francisco ni de quién es el Papa. Quien no logra ver esto, arriesga perder la fe, arriesga perder su alma.
----------Existen dos grandes campos de la actividad del papa Francisco, el pastoral y el doctrinal.
----------El primero, ámbito pastoral, es muy amplio y complejo, lleno de cuestiones oscuras, difíciles y opinables, donde un Papa, aunque asistido por el Espíritu Santo, puede errar o incluso faltar gravemente, como es atestiguado en los Papas del pasado: es el campo de la conducta personal, del gobierno de la Iglesia, de la elección de los colaboradores, de los nombramientos episcopales y cardenalicios, de la administración de los bienes de la Iglesia, de la gestión de la Curia Romana, del legislar, de la moderación de la vida religiosa, del hacer justicia, de la disciplina de la liturgia, de las representaciones pontificias, de la relación con los Estados.
----------El segundo, ámbito doctrinal, es más simple y sencillo, y mucho menos extenso, pero de mayor responsabilidad e incluso más importante para el bien de la Iglesia que el primero, porque toca las bases doctrinales y dogmáticas de la esencia misma de la Iglesia, del cristianismo y de la salvación del hombre: el anuncio del Evangelio, la difusión y la defensa de la sana doctrina, la promoción de las ciencias eclesiásticas, in primis de la teología, la educación católica y la formación del clero, el diálogo ecuménico, el diálogo interreligioso y el diálogo con los no creyentes, la actividad misionera y evangelizadora.
----------El campo pastoral o de gobierno, está muy diversificado y requiere para cada área o sector especiales habilidades o competencias. Por consiguiente, se entiende cómo ningún Papa, incluso el más santo, el más prudente y el más sabio, no puede llegar a todas partes y ocuparse de todo, por eso durante toda la historia de la Iglesia, en cada pontificado se dan lagunas y errores en este campo. Por consiguiente debemos ser cautos y modestos al evaluar la conducta del Papa, porque frecuentemente él, con más informaciones que nosotros, puede evaluar las cosas mejor que nosotros, que nos encontramos en un rincón de la tierra, mientras él tiene informaciones de todo el mundo. En cualquier caso, todo aquel que se sienta o sea competente o esté informado no debe tener miedo de intervenir y así ayudar al Papa, porque así multiplicamos sus ojos, por así decirlo.
----------Más accesible, en cambio, a nuestra capacidad de juicio y de examen es el campo magisterial de la actividad del Papa, porque la materia es mucho menos vasta, y no es difícil adquirir una cierta competencia, aunque aquí también la pluralidad de disciplinas requiera competencias o habilidades especificas.
----------Aquí, en la actividad magisterial del Papa, como referencia para dar una valoración, tenemos la Sagrada Escritura, el Magisterio precedente, la Sagrada Tradición, los buenos teólogos y exegetas, sobre todo santo Tomás de Aquino, los artículos de fe y los dogmas ya definidos. Sin embargo, el controlar, como hacen algunos, si un discurso u homilía del papa Francisco es conforme al dogma o se tengan dudas de que lo sea, no parece responder a esa actitud de confianza en la competencia de un Papa que se le exige al auténtico fiel católico. Por otro lado, puede suceder que un Papa, al dar una interpretación personal, no tradicional, a algún versículo de la Escritura en un discurso o en una homilía, no sea infalible.
----------En conclusión, podemos decir que podemos ayudar al Papa en su ministerio de dos modos:
----------Primero. Es necesario acoger y retomar sus enseñanzas, recibirlas, interpretarlas, difundirlas, explicarlas, defenderlas, desarrollarlas e imitar su estilo de apostolado y su pastoral en cuanto tienen de bueno.
----------Segundo. Donde y cuando tengamos alguna observación que hacer hacia su labor gubernativa o hacia sus decisiones pastorales, es bueno que también expresemos públicamente, con modestia, respeto y espíritu de colaboración,  nuestras observaciones, nuestras críticas y nuestras sugerencias, porque no está excluido que él o quien por él o uno de sus sucesores lo tengan en cuenta.

4 comentarios:

  1. La mejor explicación que yo he recibido de la situación de la Iglesia desde hace ocho años hasta hoy.
    Nuevamente agradecido con usted, padre Filemón.

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  2. Padre Filemón:
    Desde hace algún tiempo temo el cisma en la Iglesia católica, pero como también se puede entender en este artículo, un cisma no en dos sino en tres partes: los lefebvrianos, los modernistas y un pequeño resto.

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  3. Querido Cristero Argentino,
    gracias por el consenso.

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  4. Querida Herminia,
    Los cismas son dos y no tres.
    Cisma de hecho quiere decir "separación del Papa y de la Iglesia". Pero el "pequeño resto" o "pequeño remanente" es el de los verdaderos fieles, en comunión con el Papa y con la Iglesia, aunque sean críticos hacia el Papa, aunque haciéndolo de la manera correcta, y sobre aquello que es posible criticar a un Papa, aunque siempre con buenas razones y sin exagerar.
    Los dos cismas son los siguientes:
    1) El cisma más grave, por la dificultad de diagnosticarlo, por la capacidad de seducción, de extensión y de fuerza intimidatoria es el de los modernistas y sobre todo de los rahnerianos, que contagian también a parte del actual episcopado y bloquean la intervención del Papa, como probablemente han hecho con Benedicto XVI.
    2) El otro cisma, menos grave, oficialmente declarado por la Iglesia, que reúne a un número mucho menor de seguidores, salvo ciertas fuerzas que se encuentran en las sombras, es el de los lefebvrianos, que surgieron como reacción a aquellas que erróneamente ellos han considerado ser infiltraciones modernistas en el Concilio e infidelidad a la Tradición. Durante cincuenta años los lefebvrianos han estado atrapados en esta falsa creencia y por ahora parece no haber forma de persuadirlos de que están equivocados. De este modo y por estas razones, han caído en el cisma, porque acusan de modernismo al Concilio y a los Papas del postconcilio.
    Los lefebvrianos, pobres presos de su ya viejo error, confunden las propias doctrinas conciliares con la falsa interpretación difundida por los rahnerianos, por la que condenan indiscriminadamente al Concilio y a los rahnerianos. Tienen razón al rechazar a Rahner como hereje, pero están equivocados al rechazar las doctrinas del Concilio.
    Ya ni me acuerdo del momento en que me di cuenta por primera vez de esto, y por décadas lo he estado defendiendo junto con muchos otros estudiosos del tema. Por supuesto, reconociendo y salvando siempre la buena fe de muchos fieles lefebvrianos, atrapados en su ingenuidad y simpleza. Por esto mismo, se puede suponer que si Roma se despierta del sueño como Sansón, considerando los desastres que ha causado el rahnerismo, y decide con valentía y sin respeto humano condenar a Rahner, obtendrá además de la ventaja de purificar la Iglesia de buena parte de los modernistas, incluso que muchas personas honradas entre los fieles lefebvrianos regresen al redil, abandonando el cisma en el que viven.

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