Los pasadistas (lefebvrianos o filolefebvrianos) afirman defender al Papa (a la "Roma eterna" dicen ellos), pero en realidad defienden un Papa que no existe y una Iglesia que no existe, al separarse herética y cismáticamente del Papa y de la Iglesia reales. A su vez, los modernistas (también heréticos y cismáticos) afirman defender al Papa, pero se trata de un Papa imaginado por ellos, al que ellos consideran haber creado o al que intentan instrumentalizar. De estos segundos me ocupo en estas tres notas (véase aquí la primera, y aquí la segunda) analizando un artículo de Francesco Cosentino, aparecido el año pasado en Settimana News.
La escasa religiosidad del papa Francisco
----------Francesco Cosentino dice en su artículo de Settimana News: "El papa Francisco no es un Papa religioso. Así es. No le interesa defender un rol y marcar los espacios de una institución, ni tener el control religioso de las conciencias ni delimitar el poder religioso con respecto al poder civil y político. Su discurso no es específicamente religioso porque él sabe que en el corazón del Evangelio no está la religiosidad hipócrita de los escribas y de los fariseos, sino el amor a Dios y al prójimo".
----------Aquí el pobre Cosentino comete un desastroso desliz y descubre cándida y vergonzosamente, seguro de la aprobación de los modernistas y de las izquierdas, la falsedad de su criterio de juicio. La piedad religiosa y el respeto por lo sagrado, donde lamentablemente el papa Francisco es efectivamente carente, deben ser, después de la suprema virtud de la caridad, la principal virtud del Romano Pontífice, Vicario de Jesucristo, Sumo Pontífice de la Nueva Alianza, Papa, supremo custodio de los sacramentos y moderador de su administración, y de modo especial de la Sacratísima Eucaristía, primer liturgo del sacrificio eucarístico, fons et culmen totius vitae christianae (como dice el Concilio Vaticano II). Sin embargo, es necesario reconocer que el Papa ha tenido algunos gestos de indulgencia hacia la cismática Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (los lefebvrianos), sobre todo en ocasión del Año Santo de la Misericordia en 2016.
----------Ahora bien, la diligente práctica de la liturgia y de la plegaria por parte de un Romano Pontífice no tiene nada que ver con no sé qué "defender un rol y marcar los espacios de una institución, ni tener el control religioso de las conciencias". Reconozco, por supuesto, que el papa Francisco rechaza tales abusos clericales. El grave equívoco de Cosentino es el de identificar con mentalidad masónica la religiosidad ut sic con estos abusos. Confundir, como hace Cosentino, la virtud de religión con la "religiosidad hipócrita de los escribas y de los fariseos" es el viejo, odioso e hipócrita sofisma, de quienes quisieran rechazar un valor porque existe su corrupción, en lugar de quitar su corrupción en nombre del mismo valor.
----------Preguntémonos acerca de la afirmación de Cosentino. ¿Es cierto que no le interesa al Papa "defender un rol"? Sabemos cómo el papa Francisco ama rebajarse al nivel de los simples fieles, aparecer como hermano entre los hermanos, reducir al mínimo los signos externos de su dignidad pontificia, ama una vida humilde, pobre, sobria y simple, alojamiento modesto, comidas frugales, en común con otros.
----------Ciertamente, hay algo de franciscano en su estilo y régimen de vida y quizás por eso también ha tomado el nombre de Francisco. Casi parece, sin embargo, que él quiera tomar como modelo más a san Francisco de Asís que a los Santos Pontífices que lo han precedido. Y aquí el papa Francisco, y lo digo con franqueza y respeto, parece olvidar la característica humildad que conviene a un Romano Pontífice, vale decir, parece olvidar las características concretas del ejercicio de la virtud de la humildad pontificia que es muy distinto al concreto ejercicio de la virtud de la humildad en un fraile franciscano o en cualquier fraile.
----------El papa Francisco parece no darse cuenta de que al hacer conocer, hacer funcionar y defender su oficio petrino, la humildad no sale negada, sino afirmada, por lo cual todo Papa tiene el sacrosanto deber de hacer conocer, esclarecer y defender su rol ante el mundo, como han hecho en su tiempo todos los Papas de la historia. Cosentino cree estar haciendo una alabanza al Papa y en cambio no se da cuenta de que alaba un defecto, porque no es un signo de humildad que al papa Francisco no le interese defender su rol de Papa, sino que es una huida de su propia responsabilidad como Pastor universal de la Iglesia.
----------Debemos recordar que hay valores, recabados del Evangelio, que solo el Romano Pontífice puede enseñar. Hay metas tan elevadas que solo el Papa puede indicar. Hay errores y vicios morales que solo el Papa puede corregir. Hay problemas tan arduos, que solo el Papa puede resolver. Hay conflictos tan profundos, que solo el Papa puede curar. Hay virtudes, enseñadas por el Papa, que solo el católico puede testimoniar. Existe una fuerza de gracia divina, en virtud de la potestas clavium del Romano Pontífice, una gracia que, en el nombre y con el poder de Nuestro Señor Jesucristo, solo el Papa puede comunicar.
----------Este es el oficio y el carisma del papa Francisco, como lo ha sido y debe seguir siendo de todo Papa. Es aquí donde Cosentino deambula en la niebla y en las tinieblas, y se va por las ramas sin ir al grano, y de hecho hace daño al Papa, no obstante toda su voluntad de exaltar y defender al papa Francisco de sus "enemigos". Pero es una voluntad poco iluminada y temeraria, peligrosa, que acaba por hacer daño al Papa en lugar de beneficiarlo. Al fin de cuentas, el Papa debe defenderse precisamente de gente como Cosentino, y los verdaderos enemigos del Papa son precisamente los sujetos como Cosentino.
El papa Francisco está demasiado ligado a la política
----------La Iglesia, ciertamente, no es una asociación puramente religiosa ni un simple oratorio, pero no se reduce tampoco a ser una ONG, o una asociación filantrópica o de beneficencia. La Iglesia indica al mundo un humanismo sobrenatural, que trasciende este mundo y prepara ya desde ahora un mundo futuro feliz, que es el mundo de la resurrección y de los hijos de Dios, que viven eternamente.
----------Cosentino afirma, como cualidad del Papa, que no está preocupado por "delimitar el poder religioso con respecto al poder civil y político", distinción que implica una serie de importantes valores: el distinguir ea quae sunt Caesaris da ea quae sunt Dei, el distinguir el fin y los deberes del Estado del fin y de las tareas de la Iglesia, los deberes y derechos del ciudadano, miembro de la sociedad civil, de la misión del creyente, miembro de la Iglesia. Pero el Romano Pontífice también puede expresar las verdades del orden natural, las verdades que afectan al orden temporal, y esto no es en absoluto signo de clericalismo o de temporalismo, como parece entender Cosentino, sino que es función evangélica preciosísima del Papa, es precioso servicio prestado al propio Estado, que debe estar fundado en la razón y en el derecho natural.
----------Por eso, nada ni nadie puede impedir al Romano Pontífice, allí donde los derechos humanos o las exigencias fundamentales de la justicia social se ven comprometidos en la vida civil (y aquí ciertamente el papa Francisco ha demostrado que no le falta coraje), reclamar a los mismos gobernantes y a las clases dominantes el respeto por la persona humana, sobre todo por los pobres, y por el bien común.
----------Por eso, yo no diría que la falta de delimitación que Cosentino atribuye al Papa como una cualidad sea una verdadera cualidad, sino al contrario, es un defecto, porque induce a un Papa, como ya ha sucedido muchas veces en la historia, a descuidar su misión espiritual para caer en el temporalismo y en el secularismo.
----------Cosentino afirma luego que el Papa: "pone en práctica la vieja lección de Ratzinger, según la cual cuanto más pierde la Iglesia relevancia social y política, tanto más se convierte en la Iglesia de Cristo, despojada de intereses mundanos y preocupada por llevar la novedad del Evangelio al mundo para transformarlo no como fuerza política, sino como levadura de una fuerza de otra naturaleza".
----------Diría que la lección de Ratzinger es siempre válida y que Benedicto XVI la ha puesto en práctica, pero no me parece que se pueda decir lo mismo del papa Francisco. La Iglesia del papa Francisco, no obstante sus buenas declaraciones de principio citadas antes por Cosentino, no me parece en realidad "despojada de intereses mundanos y preocupada por llevar la novedad del Evangelio al mundo para transformarlo no como fuerza política, sino como levadura de una fuerza de otra naturaleza".
----------Me parece, en cambio, que Francisco, como ya he dicho, predica sí el Evangelio con celo, fervor e insistencia, pero lamentablemente predica del Evangelio sólo aquella parte que golpea sobre todo lo social, que puede ser apreciada por los poderes mundanos, aunque es obvio que los grandes egoístas del mundo permanecen indiferentes o irritados por las palabras del Papa. Sin embargo, sucede que con esa predicación válida pero incompleta del Evangelio no puede producir todos los frutos que puede producir, porque su fuerza está bloqueada por un cierto temor que Francisco tiene de meterse contra los poderes mundanos.
----------El papa Francisco tiene un altísimo concepto del amor al prójimo y, por eso mismo, de la dignidad de la política, que es la forma humana más elevada del servicio al prójimo entendido como individuo y como un todo social, y por tanto es sensibilísimo a las injusticias hacia los otros, a su sufrimiento, a las personas marginadas, explotadas, frágiles e indefensas, a las desigualdades, a la falta de libertad, a los problemas de la enfermedad, de la miseria y de la pobreza, a los pecados de egoísmo y de avaricia.
----------Sin embargo, no parece que el papa Francisco tenga tanta sensibilidad respecto a los pecados contra Dios: la incredulidad, la soberbia, la impiedad, el ateísmo, la herejía, la apostasía, la irreligión, la idolatría, el inmanentismo, el panteísmo, el agnosticismo, el relativismo dogmático. Aunque hay que reconocer que ha sido notable su condena del gnosticismo y del pelagianismo.
----------Pero parece que los pecados contra Dios no le perturban tanto como los pecados contra el prójimo. Este es el signo de una estima excesiva por la política a expensas de la religión. Parece que las cuestiones doctrinales no le preocupan tanto y las relega en el mundo de las abstracciones. En cambio, los problemas concretos del prójimo son muy importantes para él. No es una cualidad, sino que es un signo de poca religiosidad; pero aquí Cosentino lo aprueba plenamente.
----------Otro signo de este empantanamiento del papa Francisco en los intereses de la política es su conocida simpatía por los partidos de izquierda y su antipatía por la derecha. Ahora bien, izquierda y derecha son categorías claramente políticas, que, como tales, no pueden ni la una ni la otra definir toda la pastoral de un Romano Pontífice, porque esto significaría que el Papa es Papa solo para los católicos de una parte y no de la totalidad de la comunidad católica, super partes. El Papa debe saber captar el bien existente en las dos partes y favorecer la síntesis, para que las dos partes cooperen entre sí por el bien común.
----------También en el campo de la enseñanza moral, el papa Francisco se revela incapaz de guiar a la Iglesia de modo equilibrado, para así favorecer la síntesis de la misericordia y de la severidad, mientras que en cambio propende a un misericordismo o buenismo, que excluye la severidad y favorece el laxismo moral. Y esto porque, al estar demasiado preocupado por la caída en la rigidez y en el rigorismo, corre el riesgo de rechazar el valor de la firmeza, de la solidez, de la regularidad y de la fidelidad.
----------El papa Francisco tiene el típico defecto de las personas demasiado buenas y demasiado indulgentes, que no saben sintetizar o alternar sabiamente misericordia y severidad, de modo que, cuando llega la ocasión o la necesidad en que la prudencia indica claramente que se debe castigar o ser severo, se dejan llevar por la ira y se vuelven implacables. Lamentablemente, algo de este género le ha sucedido al Santo Padre en algunas ocasiones. Pero Cosentino no parece saber nada al respecto.
----------Así, el Papa habla abundantemente de la divina misericordia y de la gratuidad de la gracia divina, como si les fueran dadas al hombre incondicionalmente, sin la necesidad de procurarse méritos y de realizar obras de justicia, in primis la expiación de los propios pecados en unión con la dolorosa obra reparadora cumplida por Nuestro Señor Jesucristo. El Papa habla demasiado de la confianza en Dios y demasiado poco del temor de Dios. Pero Cosentino se cuida bien de no hacer esta crítica. Para él está bien así como está.
----------Otra laguna de la predicación del Papa, a este respecto, es que habla demasiado poco del pecado original y de sus consecuencias en el hombre y en la naturaleza. Y, por tanto, no habla nunca del origen del mal de culpa y de pena. Por lo tanto, permanece inexplicado el por qué de la malicia y del sufrimiento humanos y de la hostilidad o ingobernabilidad de la naturaleza. Ahora bien, debemos recordar que la obra fundamental de Cristo es liberarnos del pecado, salvarnos del pecado.
----------Si no se esclarece de qué cosa y cómo Cristo nos libera y nos salva, su obra se reduce a ser la de un "hombre-para-los-otros", un gran benefactor de la humanidad, un amigo de los pobres, un mártir de la libertad, un gran guía espiritual, un gran trabajador social y maestro de justicia y de sabiduría, junto a Sócrates, Mahoma, Gandhi, Buda, Shamkara, Confucio, Hermes Trismegisto o Zaratustra.
----------Así, ya no se advierte qué cosa Nuestro Señor Jesucristo ha hecho de especial en comparación con los fundadores de las otras religiones. Se pierde de vista lo que en la obra salvífica de Cristo es divino y que solo Dios podía hacer: el perdón de los pecados, es decir, la recuperación de la gracia perdida y la reconciliación de la humanidad con Dios, aunque aún permanezcan las consecuencias del pecado original.
----------El papa Francisco habla muy a menudo, claro que sí, del misterio de Cristo crucificado y resucitado, testimonio del amor de Dios por nosotros, nuestra vida y nuestra paz, habla del "Dios-con-nosotros", de la misericordia del Padre hacia nosotros y del deber que tenemos de confiar siempre en esta misericordia. Sin embargo, nunca esclarece hasta el fondo que esta misericordia, antes de constituirnos hijos del Padre, Comunidad de hermanos en Cristo, movidos por el Espíritu Santo, santos y vivientes en la caridad, nos libera con la obra de justicia expiatoria, reparadora y satisfactoria con el Padre del pecado original y de todos los pecados, con todas sus consecuencias penales, o sea de sufrimientos, que pueden y deben ser utilizados para hacer penitencia, convertirnos y liberarnos del pecado, del sufrimiento y de la muerte.
----------Como particular y paradigmático ejemplo de lo dicho en el párrafo anterior: la presente pandemia habría sido y sigue siendo una excelente ocasión para hablar de estas cosas evangélicas, saludables, iluminadoras y reconfortantes, y en cambio el Papa no dice casi nada. Apenas si ha dicho hasta ahora que es "una prueba". Pero aquí, en efecto, caería a propósito el discurso sobre los castigos divinos, como medios de penitencia y de conversión, discurso genuinamente evangélico, que lamentablemente en cambio es un discurso que el Papa nunca hace: un silencio reticente, sobre el cual naturalmente Cosentino no tiene nada que objetar. Ni hace falta decir que Cosentino se salta por encima todas estas cosas.
----------Así también, Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio habla con claridad de la existencia de los condenados, verdad evangélica confirmada por la Iglesia. Pero el papa Francisco, en su predicación unilateral, "cortante", parece casi creer que todos son salvos. Sobre esto Cosentino no dice nada.
----------Y de modo similar, el Papa no habla nunca de otro principio genuinamente evangélico, y más bien parece negarlo, y es aquel principio de que el paraíso del cielo, aunque se obtiene por la gracia, es necesario merecerlo con las buenas obras, como manda explícitamente Nuestro Señor Jesucristo: "Si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos" (Mt 19,17). El Papa habla mucho de la gracia, pero poco del mérito.
----------Además, al hablar de las otras confesiones cristianas y de las otras religiones, el Papa se limita a poner en evidencia, por cierto en línea con el Evangelio, los valores que tenemos en común y la necesidad de la colaboración recíproca por el bien de la humanidad; se limita a presentarlas como distintas del catolicismo, pero no señala nunca los errores, por los cuales ellas, como dice el Concilio Vaticano II (en Nostra aetate n.3 y Unitatis redintegratio n.3), no están en posesión, como el catolicismo, de todos los medios de la salvación.
----------Por consiguiente, el Papa parece descuidar la enseñanza evangélica de Nuestro Señor Jesucristo, reafirmada por el Concilio Vaticano II, según la cual para salvarse es necesaria la mediación universal de Cristo, quien sin embargo puede servirse o de la plenitud de la verdad contenida solamente en la Iglesia católica o bien, para quienes no tienen modo de conocer la Iglesia católica, de las verdades parciales contenidas en la confesión religiosa a la cual se adhiere. ¿Cómo es que el Papa no dice nunca estas cosas? Para Cosentino: no hay ningún problema con esto. No las dice porque está bien así. Cada uno es libre de elegir la religión que prefiera, por lo que se salva lo mismo. ¿Pero esto es Evangelio o es Rahner?
----------De este modo tampoco el Papa llega a sintetizar conservación y renovación, tradición y progreso. Parece temer que la estabilidad bloquee el progreso, cuando precisamente lo contrario es lo verdadero: es sobre bases firmes y sólidas, es sobre la "roca" que se puede construir para moverse y avanzar.
----------El papa Francisco insiste demasiado sobre el progreso y sobre la renovación y parece confundir la conservación de los principios morales inmutables y del depósito de la fe con el conservadurismo, que implica herejía y cisma. Es obvio que con el transcurrir del tiempo y la evolución de los eventos, se hace necesario siempre distinguir aquello que se debe conservar de lo que se debe desechar.
----------Cosentino, como buen secularista politizante, ignora completamente los méritos del Papa en el campo de la gnoseología, donde ha hecho clara profesión de realismo contra el idealismo, mientras que en teología moral es el primer Papa en toda la historia del Papado en condenar el gnosticismo, hoy revivido sobre todo en el esoterismo masónico, y el pelagianismo, hoy renacido en el trascendentalismo rahneriano.
----------Novedad del papa Francisco, novedad notable, absoluta y sorprendente en la historia del Magisterio pontificio (signo de una profunda intuición espiritual del Papa) son también las numerosas y útiles enseñanzas prácticas (según la mejor tradición ignaciana) sobre la lucha contra el demonio y las tentaciones demoníacas, enseñanzas que son ya tantas en número, que podrían muy bien formar una encíclica. El Sumo Pontífice parece referirse al actual ataque que Satanás está desatando contra la Iglesia, pero él nos insta a no temer: portae inferi non praevalebunt. En cuanto al pobre Francesco Cosentino, que parece estar durmiendo el sueño de los justos, no parece darse cuenta de nada.
Me parece patético siquiera intentar la defensa de este pontificado. Aún suponiendo que el papa Francisco no haya fallado como Maestro de la Fe en estos ocho años, o sea, aún suponiendo que no haya caído en ninguna enseñanza herética, como es debido creer al católico, y como parece deducirse de todas las interpretaciones benévolas que se hacen de sus palabras, muchas veces escandalosas, provocativas y aparentemente alejadas de la fe, nadie puede dudar que en muchos sentidos, el Papado Romano ha descendido a niveles bajísimos con el actual Papa, en cultura, equilibrio, equidistancia de los partidos internos en la Iglesia, buena educación, nivel teológico, prudencia gubernativa, y hasta caridad y respeto hacia formas pastorales diversas. Todo eso está alejado a años luz de los modos de Bergoglio.
ResponderEliminarEstimado anónimo,
EliminarLa defensa del papa Francisco, es, para nosotros en cuanto católicos, un deber cumplirla, según nuestras posibilidades y circunstancias. Así ha sido siempre y así debe ser siempre. Con cualquier Romano Pontífice. Defenderlo es un deber para nosotros, sus hijos, hijos del padre común, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal.
Claro que hay defensas y defensas del Papa, y por eso he escrito esta pequeña serie de artículos. Hay que saber lo que se debe defender en el Papa, aquello que es necesario defender, para no equivocarse, y defender lo indefendible. Creo que los detalles de esta distinción los he explicado bien en mis notas, y Ud. me hará saber si no ha entendido algo en concreto.
La imagen más sencilla que nos ayuda a entender lo que hay que defender y lo que no hay que defender, es la imagen paulina del "tesoro y la vasija de barro". El Papa es portador de un tesoro, que debe ser defendido; pero lo lleva en una vasija de barro, que a veces manifiesta el tesoro y otras muchas veces lo oculta.
Por consiguiente, hay correctas defensas del papa Francisco, y hay otras que son falsas y contraproducentes. Creo haberlo puesto en claro.
Ahora bien, quien considera que un Pontificado en concreto no puede ser defendido de ningún modo, ese tal ha perdido la fe católica, y ha caído en la herejía, y en el cisma, o bien ha perdido del todo su fe.