Ayer, en la primera parte de esta reflexión, nos preguntábamos: ¿por qué este falso optimismo? ¿Por qué este optimismo de los que afirman, como lo hacía el cardenal Carlo Maria Martini, que "nunca antes la Iglesia había estado tan bien como ahora"?... No es tan difícil dar respuesta a esta pregunta.
----------¿Por qué este falso optimismo? Sencillamente, porque en muchos e importantes sectores de la estructura eclesial están en el poder los mismos que son la causa de los males de la Iglesia: los modernistas, o neo-modernistas, si queremos distinguirlos de aquellos del tiempo del papa san Pío X, cuyas herejías ya han sido condenadas, aunque hoy han revivido con nuevos rostros. Como estos neo-modernistas hoy son muchos y poderosos, entonces es lógico que para muchos de los que mandan todo está bien. Famoso es el dicho que circulaba, quizás no sin una cierta ironía, poco antes del estallido de la Revolución Francesa: "Tout va très-bien, Madame la Marquise!". Poco después, ya sabemos lo que sucedió. Para los modernistas en el poder todo está bien y, por consiguiente, las cosas deben quedar como están, de lo contrario, ¿cómo podrían conservar ellos el poder y pretender ser los benefactores y reformadores de la Iglesia? ¿Cómo podrían avanzar directos y raudamente a ocupar y seguir ocupando los altos puestos que con tanta tenacidad, tantas callejuelas o vías transversales, y tantos trucos y artificios, han logrado conquistar para sí?
----------En cambio, los fastidiosos, los inoportunos, los "profetas de calamidades", los pelmazos, los disidentes, los alborotadores, los que se lamentan siempre por todo, serán sin duda los antimodernistas, opositores al "progreso" y al "Concilio" (progreso y Concilio no auténticos, sino tal como los entienden los neo-modernistas), estancados en un pasado que ya se ha acabado o ansiosos por retornar a aquellas antigüedades y vetusteces que la historia ya ha barrido del camino. Así hablan los neo-modernistas.
----------Claro que también los modernistas sostienen que en la Iglesia existen males e injusticias que hay que eliminar: también ellos hablan de una "reforma de la Curia Romana", sostienen que el Papa todavía tiene demasiado poder, que se necesita más Evangelio y menos dogma, dar más espacio a los laicos y a las mujeres, abolir la pompa y sanear la mala administración del Vaticano, abolir la liturgia "sacral" e incentivarla como fiesta popular, liberar a la Iglesia de la connivencia con la derecha, aumentar y fortalecer la colegialidad episcopal, dar mayor liberalidad en la ética sexual, dejar mayor libertad de pensamiento para los teólogos, oprimidos por la Inquisición romana, con lo cual en particular se referían hace diez años atrás al cardenal Ratzinger, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
----------No estoy diciendo que en esto esté todo equivocado. Haciendo un sabio discernimiento, se podría encontrar algún punto bueno y verdadero. Pero es evidente que se trata de un enfoque que sustancialmente agravaría los males en lugar de disminuirlos o eliminarlos. El caso es que los modernistas parten de un concepto erróneo de Iglesia, influenciado o por el fideísmo subjetivista protestante o por el naturalismo y racionalismo masónico y por eso, aunque también ellos hablan de reforma y de supresión de los males y escándalos, en la práctica el contenido de sus juicios, de sus críticas y de sus propuestas no coincide en absoluto y de hecho es lo contrario de cuanto piensan los verdaderos católicos, fieles al Papa y al Magisterio, los cuales ciertamente desde hace cincuenta años lamentan una grave crisis en la Iglesia, pero no por supuesto en base a los criterios usados por los modernistas. De hecho, los mismos neo-modernistas, aunque no siempre son llamados con este preciso nombre sino con otros ("secularistas", "relativistas", "progresistas", "innovadores", "contestatarios", "subjetivistas", "magisterio paralelo", etc.) son considerados por los buenos católicos y por el mismo Magisterio como los mayores responsables de los males y de los sufrimientos de la Iglesia, de sus conflictos internos, de su "autodemolición" como dijera el papa san Pablo VI, del ecumenismo inconducente y engañoso, de la parálisis de las misiones y de la mismísima disminución de los católicos, que se pasan a otras ideas o religiones aun cuando conserven el nombre de católicos.
----------Por supuesto, los neo-modernistas no se expresarán como lo hiciera el papa san Pablo VI, que hablaba del famoso "humo de Satanás" ingresado en la Iglesia, dado que ellos no creen en el demonio; aunque tal vez aceptarían en cambio la frase igualmente famosa del entonces cardenal Ratzinger: la "sporcizia nella Chiesa", la inmundicia, la porquería en la Iglesia. Pero el punto es siempre que los modernistas no entienden la "sporcizia", como la entienden el papa Benedicto y los verdaderos católicos, los cuales no parten de un concepto y de un modelo de Iglesia influenciado ni por la masonería ni por el protestantismo, sino desde ese modelo que nos llega ofrecido por Nuestro Señor Jesucristo en la interpretación de la Iglesia Católica, es decir, una Iglesia que ciertamente tiene intereses humanos pero sobre todo divinos y sobrenaturales, y por lo tanto está regulada por una verdad revelada y divina, verdad de fe, interpretada por la Iglesia en su Magisterio indefectible y regulada por una consecuente moral que no se agota en la filantropía o en la simple ética natural de los derechos humanos (con todo el respeto debido a estos valores), sino que se eleva a finalidades y propósitos muy superiores: la remisión de los pecados, la vida de gracia de los hijos de Dios, la vida eterna, la comunión de los santos, la práctica de los sacramentos y de la oración, la imitación de Cristo, la vida según el Espíritu en la comunión con los pastores instituidos por Cristo bajo la guía del Sucesor de Pedro.
----------Es necesario, por consiguiente, darse cuenta tanto de la cualidad de la "sporcizia" a eliminar, como de su cantidad. Está claro que la Iglesia aquí abajo, por permisión de Dios, también mantiene una cierta cantidad de "sporcizia" en los mismos santos, un poco como nuestro organismo fisiológicamente produce materiales que periódicamente deben ser y son expulsados. Es evidente que en todas las ciudades existe un servicio urbano de eliminación de inmundicia. Pero una cosa es la situación de cualquier ciudad en Suiza por ejemplo, y la cualidad y la cantidad de su basura, y otra cosa muy distinta es la situación de una ciudad como Buenos Aires en sus arrabales e incluso más allá de sus arrabales. Existen situaciones límite que son tan graves que se vuelven verdaderamente intolerables, y que deben y pueden absolutamente ser remediadas.
----------Es esta ciertamente la "sporcizia" a la cual aludía el cardenal Ratzinger, poco después papa Benedicto XVI, en el famoso Via Crucis del 2005. Por cierto, está claro que una Iglesia absolutamente pura no existe ni puede existir en esta tierra, sino que sólo la Iglesia celestial es pura. Incluso los santos en esta tierra, tal como nos enseña la moral católica, cometen a menudo e inevitablemente al menos pecados veniales y todos, por virtuosos que sean, tienen defectos permanentes, que son consecuencia del pecado original, que llevan consigo toda la vida, aún cuando alcancen algunos incluso los más altos grados de santidad. Por lo tanto, hay una acumulación continua de "sporcizia" que debe ser eliminada periódicamente por necesidad vital.
----------El pecador, por consiguiente, no es simplemente y solo el que se encuentra con esta inmundicia, sino el que no se preocupa por mantenerse limpio y no la elimina. Y el santo no es la persona impecable y perennemente limpia, sino el que, en la medida en que está en él la posibilidad, evita ensuciarse y se limpia cuando está sucio. La diferencia aquí abajo no es tanto entre "justos" e "impíos" (esto concierne sobre todo al más allá), sino entre pecadores impenitentes y pecadores arrepentidos.
----------Los neo-modernistas no, por supuesto que no. Ellos, en cambio, son perfeccionistas, son los eternos utopistas ilusos, son hijos de Jean Jacques Rousseau que no creía en el pecado original, o incluso peor, son herederos de Giuseppe Mazzini o de Camillo Benso conde de Cavour o de Abraham Lincoln o de George Washington, masónicamente convencidos de que el hombre puede alcanzar el máximo progreso con las solas fuerzas de la razón y de la voluntad, sin necesidad de la gracia. O bien son tan sobrenaturalistas que, herederos del idealismo alemán o del panteísmo de la India, como los rahnerianos, creen que el hombre, siendo implícitamente Dios, no tiene más que explicitar su esencia divina y con eso todo está hecho.
----------Es muy importante, para evaluar los verdaderos males de la Iglesia y reconocer su importancia, su cuantía y cualidad, partir de un correcto modelo de Iglesia, que nos viene ofrecido de modo importante y autorizado por los documentos del Concilio Vaticano II, así como por las grandes enseñanzas del beato papa Pío IX o del papa Pío XII. Grandes eclesiólogos que yo recomiendo son también los cardenales Charles Journet e Yves Congar, además de los clásicos del siglo XX, como Beni-Cipriani o De Groot y Schultes. Y, por supuesto, no debemos olvidar el Catecismo de la Iglesia Católica, al alcance de todo simple fiel católico.
----------El propio Jacques Maritain tiene un excelente libro referido a la eclesiología, De l'Église du Christ. La personne de l'église et son personnel (París 1970, no tengo conocimiento si existe versión en español). Recomendable es también el famoso Informe sobre la fe del cardenal Ratzinger, que contiene un análisis lucidísimo y valiente, que retoma los análisis eclesiológicos del papa san Pablo VI, y sigue aún vigente en la actualidad. Pues bien, en estas obras tenemos los criterios correctos para juzgar y valorar.
----------La Iglesia es santa, y si es cierto que en ella está presente la "sporcizia", esta no la afecta en su esencia, en sus fundamentos, en su doctrina, en su moral, en sus medios de salvación, en sus fines escatológicos. La Iglesia no debe corregirse desde fuera ni desde arriba con la presuntuosa actitud gnóstica de quienes pretenden poseer una superior ciencia divina, sino que ella tiene por sí misma, a través de la presencia de su Señor y de su Espíritu, todos los medios necesarios y suficientes para purificarse y progresar.
----------Ciertamente, solo la Iglesia del cielo es totalmente santa; mientras que la Iglesia terrenal, sufriente y luchando contra el Dragón, contiene, al menos visiblemente, y a menos que nos engañemos, pocos santos; está todavía en camino, peregrina, y en medio de los peligros de esta vida. Sin embargo, nos toca a nosotros saber reconocer a estos santos y asociarnos a ellos, aunque fueran escasos en número, marginados y despreciados por los poderosos de este mundo, no importa. A esos buenos discípulos se han dirigido las palabras del Señor: "no temáis, pequeño rebaño, porque el Padre se ha complacido en daros su Reino".
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