viernes, 12 de marzo de 2021

Subrayando ideas acerca del Concilio Vaticano II, en respuesta a varios comentarios de lectores algo desorientados

Han sido ya numerosas las ocasiones en las que me he referido, en este mismo blog, a cuestiones tales como la auténtica interpretación de los documentos del Concilio Vaticano II, la aplicación para ellos de la "hermenéutica de la continuidad en la reforma" enseñada por el papa Benedicto XVI, la falsificación rahneriana de las doctrinas del Concilio y presentada como auténtica, la infalibilidad de las doctrinas del Concilio aún cuando no se definan dogmas, la falibilidad de las directrices pastorales del Concilio y, en efecto, la existencia de errores pastorales en el Concilio, etc. Tales artículos figuran entre los más visitados y leídos del blog y, a juzgar por los comentarios que regularmente me llegan, siguen causando interés o son materia de controversia entre algunos lectores. Pues bien, dedico esta pequeña notita de hoy a aclarar algunas de mis ideas, subrayar otras, reformular afirmaciones, en un esfuerzo por guiar a esos lectores algo desorientados.

----------En primer lugar, estoy de acuerdo con las observaciones que me hace una regular visitante de este blog, fiel amiga, respecto a los análisis que, acerca del Concilio Vaticano II, han sido realizados por el recordado padre Roger Thomas Calmel OP [1914-1975], aunque debo aclarar, sin embargo, que en las puntuales citas y referencias manifestadas por mi amable lectora, el padre Calmel no hace, hablando en general, cuestión de contenidos, sino de modos expresivos, de método y de lenguaje (lo cual, a decir verdad, es una observación que debe aplicarse a la mayoría de los escritos del fraile dominico sobre el Vaticano II).
----------En segundo lugar, por el contrario, diría que la misma lectora pisa demasiado cuando habla de "nudos presentes en los documentos del Concilio, nudos que es necesario resolver para tener las ideas claras" y cuando dice que la pastoralidad del Concilio "ha contaminado la doctrina". Acerca de esto, siempre es el mismo problema: ¿cómo pueden suceder tales cosas en la doctrina de un Concilio ecuménico que en nombre de Nuestro Señor Jesucristo y con la asistencia del Espíritu Santo nos ayuda a profundizar y aclarar el sentido de la divina Revelación y por lo tanto el sentido de la Escritura y de la Tradición?
----------Todos mis habituales lectores conocen bien lo enemigo que soy del modernismo, pero me da la impresión que algunos de ellos no terminan de darse cuenta de que el remedio del modernismo está precisamente en esa sana modernidad que nos es enseñada por el Concilio, el cual, hay que subrayarlo, no ha querido asumir la modernidad como un todo indiscriminado, sino solamente los aspectos sanos y asumibles. Es cierto que los modernistas pretenden remitirse al Concilio para difundir sus herejías. ¡Pero debemos darnos cuenta de que son impostores! El Concilio nos enseña a ser sanamente modernos, pero no modernistas. Ser moderno en el sentido de progresar en la verdad y en el bien no es un pecado, sino un preciso deber prescrito por el Evangelio. Ya he tratado suficientemente de la diferencia entre modernidad y modernismo.
----------No debemos hacer como los pasadistas (lefebvrianos y filolefebvrianos), que caen en el error dogmático (herejía) de tomar la falsificada interpretación que del Concilio hacen los neomodernistas rahnerianos como si fuera la auténtica y por eso acusan al Concilio de modernista. ¡Esto es imposible si mantenemos nuestra recta fe en la Palabra de Cristo! ¡Acusar de herejía al Concilio y a los Papas del postconcilio es en sí mismo una herejía! Por lo demás, y hablando en general, los pasadistas son nostálgicos del pasado que confunden Tradición con tradiciones y modernidad con modernismo; por eso terminan atacando el sano progresismo, que es legítimo y necesario en la Iglesia, como es sano y legítimo el sano tradicionalismo. Existe un sano progreso, existen sanas innovaciones que no están en absoluto en contraste con la Tradición, sino que son un desarrollo y una explicitación en la continuidad. Y este es precisamente el caso del Concilio, como vienen repitiendo los Papas desde el fin del Concilio. ¿O acaso es que los Papas se equivocan en materia de fe?
----------¿O es que el Concilio mismo ha caído en el error? ¿Debería corregirse? Si se tratara simplemente de cuestiones pastorales, la cosa es posible. Ya lo he dicho y aclarado suficientemente: así como todo Concilio ecuménico, reunido con el Papa y bajo el Papa, es infalible en materia de fe y moral, asimismo es falible en sus directrices pastorales y de gobierno. De hecho, personalmente soy de la opinión de que el Concilio Vaticano II ha cometido serios errores en cuestiones pastorales, errores que se han puesto de manifiesto en estas últimas cinco décadas, y que hay que corregir. Pero, ¿puede un Concilio estar equivocado cuando, aunque sea indirectamente y no explícitamente, toca el dogma o la doctrina de fe, como lo ha hecho el Vaticano II?
----------En tercer lugar, otro lector me recuerda la doctrina dogmática definida por el Concilio Vaticano I acerca de la infalibilidad del Papa, pero aplicada al Concilio Vaticano II. Ahora bien, esa cita del dogma de la infalibilidad pontificia no es pertinente en este caso. Invito a ese lector, y a los que tengan problemas para entender esto, en cambio, a tener presente que la Instrucción del papa san Juan Pablo II Ad tuendam fidem de 1998 está munida con un comentario de la Congregación para la Doctrina de la Fe donde se presentan tres grados de autoridad de las doctrinas: el primer grado es el de los dogmas definidos como tales (sólo aquí entra la infalibilidad pontificia tal como fue definida por el Vaticano I). Aquí la Iglesia declara definir, por lo cual la infalibilidad de la doctrina es evidente. Pues bien, el Concilio Vaticano II no tiene enseñanzas de este nivel. Sin embargo, existen otros dos grados inferiores de autoridad de las doctrinas. También aquí se trata de materia de fe o conexa a la fe. Aquí la Iglesia puede explicitar o profundizar verdades de fe precedentemente definidas. En el segundo grado, la Iglesia no declara que quiere definir y, sin embargo, se trata de doctrinas "definitivas". En el tercer grado ni siquiera se habla de doctrinas definitivas y sin embargo se trata siempre de doctrinas verdaderas.
----------En cuarto lugar, respecto a la infalibilidad del Concilio Vaticano II en su enseñanza de la doctrina dogmática o conexa al dogma (aunque no defina dogmas) es precisamente donde tienen problemas algunos de mis lectores. Ahora bien, como han declarado los últimos Pontífices, el Vaticano II no ha sido solo pastoral, sino también doctrinal, es decir, ha tocado temas de fe o conexos a la fe, haciendo progresar el conocimiento: por ejemplo, se da un concepto de Revelación que hace avanzar el conocimiento que de ella se tenía en el Concilio Vaticano I. Pues bien, mis lectores estarán de acuerdo en que se trata de materia de fe.
----------¿Doctrina infalible? preguntan algunos lectores desorientados, pues caen en el error lefebvriano de querer aplicar al Vaticano II la acotada definición de infalibilidad pontificia del Concilio Vaticano I. La respuesta es: sí, doctrina infalible. ¿Y por qué no? ¿Qué quiere decir "infalible"? Que no puede "fallar", no puede estar equivocado o no podrá en el futuro ser falsificado. Ahora bien, ¿acaso les parece que un Concilio, tratando de materia de fe, puede darnos enseñanzas "falibles", es decir, que pueden o podrán inducirnos al error? ¡Ni siquiera pensarlo! Y no importa que aquí la Iglesia no declare que quiere definir.
----------En quinto lugar, y para eliminar las dudas de otro concreto lector, para saber que se trata de enseñanzas infalibles basta controlar de qué tipo es la materia: si se trata de materia de fe, no podemos en absoluto pensar que un Concilio nos enseña lo falso, de lo contrario deberíamos pensar que cuando Nuestro Señor Jesucristo ha prometido a los apóstoles aquel Espíritu que habría conducido a la Iglesia a la plenitud de la verdad, la ha engañado. ¿Acaso podríamos nosotros, como católicos, suponer una cosa semejante?
----------En sexto lugar, en lo que se refiere a los pasajes de carácter pastoral del Concilio Vaticano II que personalmente considero discutibles o incluso erróneos, evidentemente no hay espacio aquí para enumerarlos. Me gustaría remitirme a cuanto he dicho sobre el tema, pues francamente creo haber sido suficientemente claro y franco sobre esta cuestión. En particular, entre otras varias publicaciones, remito al lector a mi nota La pastoral del Concilio Vaticano II: progresos y retrocesos, del pasado mes de enero.
----------En séptimo lugar, deseo responder en especial a otro lector que me cita largos textos escritos por el profesor Roberto de Mattei, en los que, en resumidas cuentas, el historiador italiano cae en el mismo error lefebvriano (citado líneas arriba) de aplicar el acotado dogma de la infalibilidad pontifica del Vaticano I al Vaticano II. Ante esta cuestión, debo repetir una vez más (y no me cansaré de hacerlo): existe un documento del papa san Juan Pablo II, la Instrucción Ad tuendam Fidem de 1998, que contiene un comentario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que actualiza y explica mejor las indicaciones de la constitución Pastor Aeternus, del Vaticano I, acerca de la cuestión de la infalibilidad de las doctrinas pontificias y conciliares.
----------Lamentablemente, el profesor Roberto de Mattei sostiene, de modo erróneo, que una doctrina "no infalible" no está necesariamente "equivocada". Esto es incomprensible. Si una doctrina no es infalible, quiere decir que es falible o que en el futuro puede ser falible o errónea o falsificada, o cambiada o abrogada. Al menos este es el significado elemental de las palabras, que recabamos del diccionario. Y el historiador italiano, además, no comprende que la Ad tuendam Fidem hace una distinción que no se encuentra en la Pastor Aeternus (lo que obviamente no quiere decir que la contradiga) y la distinción es entre declaración de infalibilidad e infalibilidad de hecho. Podríamos decir: infalibilidad explícita e infalibilidad implícita.
----------La carta e instrucción Ad tuendam Fidem sitúa la mencionada declaración de infalibilidad (referencia a la Pastor aeternus) sólo en el grado máximo de autoridad de las doctrinas. Y en esto estamos todos de acuerdo que en el Concilio no existen pronunciamientos a este nivel. Pero el mismo documento establece otros dos grados, los cuales, no por ser inferiores, por esto niegan la infalibilidad, si por infalibilidad se entiende que "no puede estar equivocado ni ahora ni en el futuro". Es cierto que el mencionado documento de 1998 no pone en juego el término infalibilidad en esos niveles inferiores, sino que usa términos equivalentes: en el segundo grado se habla de "definitividad" o "inmutabilidad", mientras que en el tercero se habla de "verdad". Lo que quiere decir -y esta es la novedad de la Ad tuendam Fidem respecto a la Pastor aeternus- que puede haber una infalibilidad pontificia explícita (primer grado) y otra implícita (segundo y tercer grados).
----------Ahora bien, dado que también en los grados inferiores se trata de materia de fe, y la autoridad en mérito (pontificia) es evidentemente deputada para tratar de materia de fe, no se ve cómo aquí las enseñanzas podrían ser falibles o falsificables o mutables, lo que simplemente significa que no están equivocadas y en tal sentido son "infalibles", si queremos que las palabras conserven el sentido que nos es dado por el diccionario.
----------Por lo demás, yo les preguntaría a todos aquellos que critican las doctrinas (no la pastoral) del Concilio Vaticano II del modo como lo hace el profesor Roberto de Mattei: si se insiste en predicar al pueblo de Dios que las doctrinas del Concilio "no son infalibles", ¿qué entiende el buen católico con su normal buen sentido común basado en el vocabulario sino que son falibles? ¡Claro que el historiador italiano no se toma el trabajo de explicar que las doctrinas del Concilio no son infalibles pero no están equivocadas! Me viene en mente la idea de Rahner que dice que Dios es inmutable, pero es mutable.

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