miércoles, 17 de marzo de 2021

El personalismo relacionalista (2)

La habitual retórica del personalismo relacionalista, que incluso llega a advertirse en muchos predicadores católicos de la actualidad, tanto obispos como sacerdotes; esa retórica que habla hasta el agotamiento de vivir en la "comunión", en el "amor", y de "ser-para-los-otros", una retórica que debería valorarse rectamente sólo en el plano moral, termina valorándose incorrectamente en el plano ontológico, o sea, no en el plano del actuar de la persona, sino en el del ser o esencia de la persona; olvidándose que sólo Dios es su actuar. Esta indebida asimilación de la persona humana a la persona divina, tiene amargas consecuencias.

----------Sólo en Dios coincide el ser con el actual. En cambio, la sustancia humana no actúa por sí misma, como tal, sino sólo a través de una facultad de actuar, por lo tanto a través de un accidente; la sustancia humana es sujeto de la acción, pero no es acción; es sólo Dios quien, siendo acto puro, es también pura acción sustancial y subsistente, sustancia desprovista de accidentes. La pretensión de una sustancia finita de actuar por sí misma es, al fin de cuentas, la pretensión de ser como Dios.
----------En el hombre, en cambio, la acción (y por lo tanto también el relacionarse con los otros, la sociabilidad), fundada en la facultad de actuar, se añade a la sustancia (en este sentido es accidente) y puede también faltar. Y no por esto la persona no sigue siendo persona, aún cuando naturalmente está muy claro que la persona se perfecciona moralmente solo en la relación positiva con los otros y con Dios.
----------En el hombre, el actuar implica un pasaje de la potencia al acto, la acción es la actuación de una facultad, cosa que no existe en absoluto en Dios, el Cual, siendo Acto puro de ser, está del todo privado de potencialidad. La impía pretensión de ser como Dios no lleva como resultado o no presupone otra cosa que la confusión entre sustancia y accidentes y la reducción de lo sustancial a lo accidental o bien la hipostatización del accidente. Ahora bien, recordemos nociones metafísicas y antropológicas básicas: ¿qué son, de hecho, la sustancia y el accidente, en el sentido genuinamente filosófico y, por tanto, personalístico?
----------La sustancia no es otra cosa que el ente individual completo que existe en sí mismo y para sí mismo, una esencia individua completa apta para subsistir. De ahí el concepto boeciano de persona como la subsistencia individual de una naturaleza racional (individua substantia rationalis naturae).
----------El accidente, en cambio, no es ciertamente ese algo despreciable, casual y contingente que nos es presentado por una gran parte de la filosofía moderna, como por ejemplo lo hace Hegel. En realidad, el accidente es un ente que se añade a la sustancia desde el exterior o desde el interior, está con ella ligado, la perfecciona, la manifiesta, de ella deriva, en ella se inhiere y por tanto la presupone. Agere sequitur esse, decían los escolásticos: el actuar sigue al ser, es su efecto, su consecuencia.
----------El accidente puede adherir a la sustancia o a la esencia hasta el punto de emanar directamente, indisolublemente y necesariamente de la esencia, para contribuir a constituirla, y de hecho para constituir su parte más noble, aunque sin dejar de ser distinta de ella, como el accidente propio o esencial: tales son las facultades de la naturaleza humana: el entender, el querer, la conciencia, el razonar, el pensar, en suma, todos los actos vitales y del espíritu, que están conectados con la misma naturaleza del hombre (animal racional), así como las cualidades físicas y la cantidad natural.
----------Ahora bien, la naturaleza humana (alma y cuerpo) está de por sí inclinada a razonar, está hecha para razonar; ella posee la razón, pero no es la razón; la razón en ella es una propiedad que se añade a la naturaleza (como facultad del alma), aunque definiéndola como humana. Dios en cambio es una Razón absoluta y subsistente, Acto absoluto de razón, perfectamente idéntico con su esencia o su sustancia.
----------Pero existen también accidentes que más o menos se desvían de la esencia y aparecen cada vez más externos a ella o independientes. Y aquí tenemos los accidentes pasajeros y contingentes, los accidentes en el sentido más estricto de la palabra: lo que puede existir o no existir sin cambio de la sustancia. Por ejemplo que yo me vista de un modo u otro o que me encuentre en un lugar o en otro.
----------Sin embargo, debemos tener siempre presente que existen accidentes que condicionan o generan la sustancia, que la cambian, que la conservan, que la corrompen. En la actividad moral, junto con la sustancia del acto, tenemos las circunstancias, que representan los accidentes.
----------Por el contrario, los accidentes propios son permanentes, inseparables y necesarios para la esencia. En efecto, si los accidentes propios faltan, entonces falta la misma esencia o sustancia. En este sentido, no puede existir una naturaleza humana que no tenga al menos la facultad de razonar, que es su propiedad, su accidente propio, incluso si el acto concreto del razonar es accidental, pasajero, intermitente y transitorio y supone particulares condiciones favorables internas o externas al sujeto.
----------Por lo tanto, no existe ser humano al cual le falten los accidentes esenciales, pero bien pueden faltar algunos de los contingentes. Y no por eso no sigue siendo un ser humano. Y todo accidente, permanente o pasajero, sigue siendo siempre accidente distinto de la sustancia.
----------La capacidad de relacionarse con los otros se funda en el hombre sobre la razón mediante la voluntad. Y la razón a su vez, como se ha dicho, no es la sustancia del hombre, sino que es accidente, aunque accidente o propiedad esencial. Y por lo tanto la razón a su vez se funda sobre la naturaleza humana o sujeto humano. Por eso, en el hombre no existe solo la razón, sino muchas otras dimensiones y facultades. El hombre no es una razón, sino que tiene la razón, entre otras propiedades indudablemente menos especificantes pero no por esto no esenciales. Como se ha dicho, el hombre no es una razón subsistente, un puro pensante, un espíritu puro (res cogitans), sino que la razón está en el hombre o es del hombre, pero no es el hombre.
----------Lo que quiere decir, por lo tanto, que la razón se añade a la sustancia humana para completarla con un atributo esencial (la misma razón) la cual, sin embargo, inheriendo al sujeto humano y no agotando la esencia, es y sigue siendo un accidente, aunque necesario y esencial. La razón ciertamente determina la esencia específica del hombre, distinguiéndolo de los animales y de los puros espíritus; y sin embargo determina un sujeto en el cual la razón subsiste, precisamente el sujeto humano o la persona humana.
----------Pero debemos tener bien claro que definir la razón como un accidente no es en absoluto disminuirla, como algunos temen, porque decir accidente no es otra cosa que una calificación que toca al seresse-in, o sea, subsistir en un sujeto, lo que no prejuzga en absoluto la dignidad de la esencia representada por ese accidente, esencia que muy bien puede ser superior al sujeto mismo al cual se inhiere. Y este es precisamente el caso del hombre, en el cual la razón está sujetada en una sustancia animal (animal racional), la cual es con toda evidencia esencialmente inferior al valor de la racionalidad.
----------Por consiguiente, definir la razón como accidente de la naturaleza humana o del sujeto humano no significa en absoluto considerarla un elemento secundario, de escasa importancia, porque aquí no me refiero al accidente predicable (accidens praedicabile), separable de la esencia, sino al accidente predicamental (accidens praedicamentale), o sea, al ente inherente a un sujeto. En el hombre -lo repito- la razón no es subsistente, sino que es inherente al sujeto hombre. Sólo en Dios la razón es subsistente, es sujeto. Por el contrario, desde el punto de vista de la predicabilidad, o sea, de la esencia o naturaleza humana, la razón es notoriamente el elemento más noble y necesario para constituir la naturaleza humana.
----------El problema de la antropología cartesiana, raíz de la antropología moderna, con su res cogitans, es el de conducir, como extrema consecuencia (lo que ya ha sido notado por ejemplo por Jacques Maritain, Cornelio Fabro y Etienne Gilson, en estudios históricos), a la identificación entre la razón humana y la divina, que será evidentísima y de hecho explícitamente teorizada en Hegel.
----------El hombre, desde el punto de vista de la esencia, es un cuerpo animado por un alma racional, por consiguiente dotada de la facultad de razonar. Pero el hombre que no puede o no quiere ejercitar esta facultad no por esto no sigue siendo un hombre, no sigue siendo una persona, a respetar como tal. Sigue siendo una persona subsistente en una naturaleza humana, aun cuando en este caso no se manifiesta como tal.
----------El relacionalismo vuelve subsistente o sustancial el accidente, como por ejemplo la acción, el hábito o la relación. Surge la consecuencia que aquellos individuos que no se relacionan ya sea porque no son capaces o porque no quieren, no son ya considerados personas, por lo cual pueden, en principio, ser eliminados. Piénsese en los embriones, en los discapacitados, en los enfermos mentales, en los ancianos, en los agonizantes, en los marginados, en las personas improductivas.
----------O el sujeto, no distinguiendo su naturaleza de su actuar, cree poder gozar de una libertad ilimitada que le consienta manipular la naturaleza propia o ajena, sin tener cuenta alguna de los caracteres esenciales o de los derechos y de las leyes de la naturaleza de los otros o de los deberes de la propia naturaleza. Este tipo de personalismo está en la base de esa soberbia que lleva al sujeto a creerse un dios, dominante sobre los demás, desvinculado de cualquier ley objetiva y autor él mismo de la ley con la cual gobierna su propia vida.
----------O bien a la inversa, el personalismo relacionalista vuelve accidental lo sustancial, por ejemplo subordinando totalmente la persona al sistema social, como ocurre en las varias formas de totalitarismo, o bien al individual gobernante, como ocurre en las dictaduras personales. El relacionalismo relativiza la persona, niega su carácter absoluto y por lo tanto implica un relativismo ético.
----------Solo en Dios el ser es idéntico al actuar, por lo cual en Él el actuar no se agrega como accidente a la sustancia divina, sino que Dios es al mismo tiempo pura sustancia y pura acción. A Dios no se añade nada, porque Él es ya Todo. Pero en la criatura humana, de por sí finita, se da una distinción real entre la sustancia o naturaleza humana (animal racional) y los accidentes (facultades y potencias). Y esto se debe a que el actuar humano puede existir como puede no existir, mientras la sustancia permanece. Es necesario entonces admitir la existencia de inclinaciones, facultades y poderes realmente distintos de la sustancia, que explican cómo y por qué la sustancia permanece mientras el actuar se desarrolla.
----------Sólo en Dios (y aquí la Fe ayuda a comprender una verdad de razón) como bien nos explica el dogma de la Santísima Trinidad, única Sustancia divina sin accidentes, se da una triple relación subsistente, que es precisamente las tres Personas divinas, por tanto no un sujeto distinto de su relacionarse, como ocurre en nosotros, sino un sujeto que es purísima relación de paternidad, de filiación y de espiración.
----------Por consiguiente, una vez bien aclarado qué es el accidente, no se debe temer ubicar las facultades sobre el plano de lo accidental, obviamente el propio y esencial, para evitar el riesgo gravísimo o la instrumentalización de la persona o, por el contrario, de la arrogancia prometeica propia del superhomismo (nietzschiano o el que sea) o del panteísmo de quien se cree un pequeño dios.
----------Los relacionalistas, influenciados por René Descartes, no tienen en cuenta el hecho de que en el personalismo tomista el alma es realmente distinta de las facultades, la persona como sustancia es realmente distinta de sus potencias como accidentes. Sin embargo, es la pura verdad, y de una importancia imprescindible, si queremos trabajar eficazmente -y el ejemplo de los santos y de las sociedades cristianas aquí han hecho escuela- por la solución de los males que nos afligen y por la edificación del verdadero humanismo cristiano.

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