miércoles, 3 de marzo de 2021

Discernir el verdadero "espíritu" del Concilio

El pasado mes de febrero ha sido bastante agitado, con algunas expresiones de ansiedad más allá de la habitual, en los ámbitos del tradicionalismo abusivo, o del pasadismo como suelo llamarlos. No me refiero, naturalmente, al sano tradicionalismo, que es algo legítimo y necesario en la Iglesia, tanto como lo es el sano progresismo, que es necesario distinguir debidamente del modernismo, que es una herejía; sino que me refiero a esas otras corrientes heréticas, efectiva o virtualmente extra-eclesiales, como lo son las corrientes lefebvrianas y filolefebvrianas en general, que han podido propagarse algo más (comparativamente hablando) en estos últimos años, gracias a los servicios de la red internet.

----------Es indudable que en las últimas décadas, en las que la comunicación global se ha vuelto masiva y popular gracias a artilugios tales como los ordenadores portátiles y hogareños, las tablets y los teléfonos celulares (artefactos que para el común de los mortales se han vuelto tan vitales y necesarios como una heladera o una cocina), los diversos movimientos del conservadurismo extremo en la Iglesia, que en otros tiempos dependían para su difusión de periódicos impresos y revistas en papel, de escasísima circulación, hoy se hayan propagado en nuevas capas de fieles católicos, que también reciben su mensaje contestatario. Esto no quita el hecho de que siempre sigan siendo una minoría no realmente significativa en el pueblo católico, pero los medios digitales mencionados, accesibles a cualquiera, sin requerir instrucción o preparación profesional para su uso, ha permitido que estas corrientes, más o menos "protestantes" hacia la Iglesia real, institucionalizada, cuya cabeza visible es el Papa, sean una minoría muy ruidosa, tan ruidosa como lo eran aquellos sectores modernistas, contestatarios del pontificado de Benedicto XVI, casi una década atrás.
----------Estos días, alguno de mis cofrades me ha sugerido precisamente esa analogía con los últimos años del pontificado de Benedicto, en los que arreció la "protesta" modernista, y que algunos interpretan fue una de las razones de su sorpresiva renuncia (aunque el papa emérito lo ha vuelto a negar en una entrevista de días atrás). Mi interlocutor me ha sugerido que quizás así como la oposición modernista en los últimos años del pontificado de Benedicto pudo influir en el Cónclave que terminó eligiendo a Jorge Mario Bergoglio para el solio pontifico, del mismo modo la oposición y el actual "ruido" tradicionalista pretendería influir en los electores del próximo Papa. Por cierto, los temas acerca de la eventual renuncia del papa Francisco, o de las tendencias del próximo cónclave, o de las características que tendría el próximo Papa, o de lo que debería hacer o no hacer el próximo Papa, son temas recurrentes, repetitivos, que alcanzan los límites del hartazgo en los artículos y notas que surgen de los sectores del tradicionalismo pasadista. Pero la idea de que en el próximo cónclave las cosas podrían repetirse, aunque en sentido contrario a lo sucedido en el cónclave anterior, me parece más fantasiosa que la más fantasiosa de las actuales producciones cinematográficas hollywoodenses de extrema ficción. Sea lo que sea de estas elucubraciones (a las que son afectos también algunos blogs argentinos), lo cierto es que, por una parte, por más ruido que los pasadistas hagan, siguen siendo una minoría en verdad no significativa en la Iglesia y, por otra parte, parece que no se repetirá lo de la renuncia papal, tal como lo ha expresado el papa Francisco en una entrevista de días atrás, de modo que la lotería y las ansias de los tradicionalistas tendrán que esperar hasta la muerte del actual Romano Pontífice (Dominus conservet eum et vivificet eum et beatum faciat eum in terra et non tradat eum in animam inimicorum ejus).
----------Pues bien, volviendo a lo sucedido el pasado mes de febrero, llamo hoy la atención de mis lectores sobre algún libro aparecido en Italia acerca del Concilio Vaticano II (que en lugar de libro, es en realidad una colección de artículos ya publicados) de varios autores, todos de tendencia lefebvriana o filolefebvriana, salvo un par de ellos como para salvar las apariencias, y de algunos artículos de blogs y páginas de internet de pasadismo particularmente "protestante" o contestatario hacia el Papa. Me refiero aquí a autores católicos, vale decir, que permanecen (al menos visiblemente, en las apariencias) en el seno de la Iglesia. Porque a ellos habría que agregar, aunque ya alejados de la Iglesia, los medios oficialmente lefebvrianos, como las diversas webs de noticias de la FSSPX, que si bien en años recientes mantenían en su "protesta" hacia Roma y el Papa cierta diplomacia y modos respetuosos, ahora sin embargo comparten los mismos niveles de sarcasmo, ironía o befa, de los más bajos y oscuros sitios de extremo anti-bergoglianismo o sedevacantismo.
----------Ahora bien, entre todo ese cúmulo de publicaciones, he podido leer algunos artículos interesantes. Contienen muchas justas observaciones y constataciones, entre las cuales enumero las siguientes: 1) la actual difusión del modernismo, siempre creciente, y encaramado incluso en vértices de poder en la Iglesia católica, con lo cual acrecienta su posibilidad de difusión cada vez mayor; 2) la excesiva exaltación del Concilio Vaticano II hecha por los últimos Papas, lo cual es hasta cierto punto comprensible, porque el propósito de los pontífices ha sido la proclamación de la auténtica interpretación del Concilio, desvirtuada sobre todo por la interpretación rahneriana y modernista en general, que es la que se ha propagado en gran medida en el pueblo católico; 3) la falta de intervención de los obispos contra las desviaciones morales y doctrinales en clero y laicado; 4) la observación de que algunos textos conciliares son ambiguos y se prestan a una interpretación modernista, lo cual debería ciertamente hacer explicable el actual desprecio por el tomismo.
----------Sin embargo, persiste en los autores de esos artículos la equivocada convicción de que el Concilio Vaticano II ha caído en errores doctrinales y se consideran ellos munidos con el derecho de poder expresar libremente un juicio de tal género por el simple hecho de que las doctrinas del Concilio en materia de fe no serían "dogmáticas" porque no están definidas como tales, olvidando que la Iglesia enseña la verdad católica también cuando no declara explícitamente que lo hace. Al respecto, se debe recordar que la única condición es que la materia tratada por el Concilio sea de fe o próxima a la fe o en todo caso esté vinculada a verdades de fe ya definidas explicitándonos el contenido, que es precisamente el caso del Concilio Vaticano II.
----------Es francamente lamentable que estos autores se obstinen en sostener que el Concilio se ha equivocado sobre puntos que tocan al menos de manera indirecta o implícita la fe. Naturalmente, no creo que esta sea la actitud del verdadero católico. El Concilio Vaticano II puede haber cometido errores en sus disposiciones pastorales, pero no es admisible que nos enseñe lo falso en la doctrina, cuando Nuestro Señor Jesucristo ha asegurado la infalibilidad de su Iglesia en este campo relacionado con la salvación.
----------La obstinada actitud de estos autores acaba comprometiendo la credibilidad y la autoridad de sus análisis, por bien intencionados que estén, análisis que, por otra parte, son muy agudos y muy verdaderos cuando se refieren a la gravísima crisis de fe que se padece actualmente en la masa de fieles católicos. Pero el remedio no es acusar de error al Concilio Vaticano II, el remedio es exactamente lo opuesto: el remedio es asumir la verdad del Concilio al ver su continuidad con la Tradición, y a su luz derrotar al actual monstruo del neo-modernismo, mucho peor modernismo que aquel de los tiempos de san Pío X.
----------Una vez más, es absolutamente necesario distinguir el "progresismo" del "modernismo". Progresar, renovar, desarrollar y avanzar, constituye una ley vital de la Iglesia y de las almas ("renovabis faciem terrae") y, precisamente, el Concilio Vaticano II ha hecho progresar a la Iglesia en la explicitación de la inmutable Palabra de Cristo. Eso constituye precisamente el progreso en la Iglesia. El modernismo, en cambio, es una herejía. ¿O acaso queremos acusar al Concilio Vaticano II de herejía?
----------Si no se reconoce la continuidad del Concilio Vaticano II con la Tradición, y se habla de "ruptura", se termina haciéndoles el juego a los modernistas, que sostienen lo mismo, con la única diferencia de que mientras estos están contentos, los otros están afligidos, pero se afligen por un grave equívoco, un grave malentendido, y esto es desagradable porque hay algunos excelentes teólogos tomistas en sus filas, que, si estuvieran en plena comunión con el Papa, podrían ser una fuerza muy eficaz contra los modernistas.
----------Sin embargo, todos ellos deben escuchar las recientes palabras del papa Francisco: "El Concilio es magisterio de la Iglesia. O estás con la Iglesia y por tanto sigues el Concilio, y si no sigues el Concilio o lo interpretas a tu manera, como quieres, no estás con la Iglesia. A este respecto tenemos que ser exigentes, severos. No, el Concilio no se negocia (...) No, el Concilio es así (...) La actitud más severa, para custodiar la fe sin el magisterio de la Iglesia, te lleva a la ruina. Por favor, ninguna concesión a los que intentan presentar una catequesis que no sea concorde con el Magisterio de la Iglesia". Todos ellos, católicos, si pretenden pertenecer como dicen a la Iglesia católica, deben escuchar estas palabras del actual Vicario de Cristo, así como hace una década atrás, los lefebvrianos, alejados como estaban y siguen estando del cuerpo eclesial, debieron escuchar también las claras, rotundas, firmes e intransigentes palabras del papa Benedicto XVI, cuando les exhortaba a no decir que hay errores en el Concilio Vaticano II. En efecto, las doctrinas del Concilio son infalibles aunque no hayan sido declaradas como tales. Solo se trata de comprenderlas en su verdadero sentido.
----------Esto no significa que todas las doctrinas del Concilio Vaticano II sean infalibles: lo son sólo las dogmáticas (aunque no se definan como tales). Por otro lado, soy de la idea de que en las disposiciones pastorales existen errores (y en esta materia el católico tiene libertad de crítica), errores que se han revelado en estos sesenta años de práctica pastoral postconciliar, errores que deben ser corregidos, sobre todo en lo que se refiere al oficio pastoral del obispo, que es presentado en modalidades que carecen de energía moral e intelectual (el obispo "bonachón", débil con los fuertes y fuerte con los débiles, en nombre de la "caridad" y del "diálogo"), modalidades tales que terminan por favorecer a pastores temerosos, ingenuos, oportunistas y mercenarios, como lamentablemente vemos hoy con frecuencia. Los Obispos deben despertar del sueño. Estos son los obispos hijos del Concilio. Aquí hay un problema que necesita ser solucionado lo antes posible.
----------Finalmente, y para decir tan sólo una palabra sobre un último aspecto del tema tratado, la cuestión sobre el "espíritu" del Concilio, a la que tan reiteradamente se hace referencia, tiene ciertamente un significado propio: se trata tan solo de evidenciar su verdadero espíritu, que es efecto de la asistencia del Espíritu Santo.

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