martes, 2 de marzo de 2021

La esencia de materia y espíritu, y sus relaciones

Recientemente, como suele ocurrir de tanto en tanto con insistencia, surgen noticias de la supuesta "rehabilitación" católica del padre Pierre Teilhard de Chardin [1881-1955], aquel jesuita que ya en 1923 inicia sus enfrentamientos con la Santa Sede y se ve obligado a abandonar la docencia. Pero, comienzo por adelantar que no trataré aquí de Teilhard de Chardin, sino de algunas cuestiones metafísicas de imprescindible comprensión para quien quiera juzgar filosófica y teológicamente la obra del sacerdote francés.

----------Pues bien, uno de los grandes temas que desde siempre han interesado al pensamiento filosófico en Occidente y en Oriente es la cuestión sobre la esencia del espíritu y de la materia y las relaciones que entre si existen. Las cuestiones relativas a la materia y al espíritu se muestran difíciles pero extremadamente importantes, no solo para tener una visión general de la realidad, sino también para comprender la relación del mundo con Dios, así como la esencia y el destino del hombre, ente compuesto de alma y cuerpo.
----------Algunos filósofos modernos, quizás cansados ​​y desanimados por las infinitas discusiones y los continuos disensos que desde siempre y en todas partes han afectado a este tema, consideran que el problema ya no es de actualidad, también porque en la filosofía moderna y en particular en la filosofía contemporánea, se juzga que son temas de género demasiado abstracto y se prefieren asuntos más concretos. Para usar un lenguaje bíblico, estos temas se consideran más bien un "insípido maná" y se prefieren las "cebollas de Egipto". Pero con esto se traiciona la vocación misma del filósofo, cuya mente debe ser capaz de expandirse, extenderse y elevarse hacia los valores más ricos, universales y duraderos, para poder iluminar y confortar a la luz de esos valores, el difícil camino del hombre en la historia, impidiéndole el encogerse, empobrecerse y perderse en mezquinos intereses con la excusa de lo concreto y de la practicidad.
----------Sobre esta materia, la fe católica nos da luces maravillosas, aunque se trata de horizontes que de por sí son proporcionados a las fuerzas de la sola razón y, por lo tanto, de la sola filosofía. Pero como esta temática está estrechamente ligada al problema de la salvación y de la finalidad del cristianismo, he aquí que la divina revelación, a través de la doctrina de la Iglesia, socorre con su ayuda al hombre para guiarlo en estas cuestiones hacia la verdad y, por consiguiente, hacia la virtud.
----------Una primera verdad que nos viene de la Biblia es que Dios, purísimo espíritu, es el creador del "cielo" y de la "tierra", es decir, del espíritu finito y de la materia cósmica, y del hombre mismo, compuesto del "fango de la tierra" (cuerpo) y del "soplo divino" (alma), mientras que todo el resto del mundo es material, sin poderse elevar a la dignidad del hombre animado por el aliento divino (espíritu).
----------Esta verdad muestra inmediata y claramente dos cosas importantes: 1) Por una parte, la conveniencia del espíritu con la materia, en cuanto creada por el divino Espíritu y, por lo tanto, reflejo de su sabiduría y de su poder, así como en la materialidad de una estatua está el reflejo del espíritu del escultor. 2) Pero, por otra parte, aparece la inmensa diferencia entre el espíritu y la materia: el Espíritu, en cuanto es Espíritu divino, es increado y eterno; la materia, en cambio, es creada.
----------Desde un punto de vista general, el espíritu es en varios modos infinito, mientras que la materia es finita; aquel, inmutable, incorruptible, ésta, mudable, corruptible y contingente; aquel, universal, esta particular; aquél, ente simple; esta, ente compuesto; aquel, por encima del tiempo y del espacio; esta, inmersa en el tiempo y en el espacio; aquel, dotado de acción inmanente e interior (intelecto, conciencia y voluntad); esta, capaz sólo de una acción física, transitiva, proyectada hacia lo externo; aquel, capaz de penetrarlo todo ("intus-legere") y hacerlo íntimamente e inmaterialmente propio; esta, sí en contacto con lo otro, pero solo en cuanto a lo exterior y superficialmente; el espíritu, puramente inteligible, la materia, también objeto del sentido; aquel, ente viviente; esta, eventualmente también privada de la vida. Mientras que un rastro del espíritu puede estar presente en la materia, el espíritu puede existir por su propia cuenta, sin materia. La materia, finalmente, dice determinismo, el espíritu en cambio dice libertad.
----------Sin embargo, espíritu y materia pueden coexistir armoniosa y pacíficamente; ambos son inteligibles, sabiamente organizados y capaces de una acción sensata; ambos tienen su propia bondad, producen el bien y tienen un fin bueno. En cuanto originados por el mismo Dios creador, están finalizados ambos en Él. El placer corporal bien puede representar o ser un símbolo de los gozos del espíritu, aun cuando estos son muy superiores. La acción de la materia se asemeja a la del espíritu, aunque mucho menos poderosa, tanto que para poder entenderla nos es útil usar como comparación esta, pero este hecho denota también la superioridad del espíritu sobre la materia y cómo el espíritu tiene el deber y la responsabilidad de guiar y regular la materia, sobre todo en nuestra vida humana, resultante de una naturaleza compuesta de alma y cuerpo. Acerca de esta relación materia-espíritu, como he dicho, la doctrina católica nos proporciona luces muy importantes, que ahora intentaré resumir en los siguientes puntos:
----------1) La existencia de Dios, purísimo espíritu, creador y ordenador de la materia, por lo tanto primado del espíritu sobre la materia (Génesis); cuerpo masculino y cuerpo femenino son creados por Dios y están hechos para coexistir, y por lo tanto no son malvados ni consecuencia del pecado (contra Orígenes).
----------2) Dios creador de las sustancias espirituales (ángeles) y del hombre compuesto de espíritu y cuerpo (Concilio Lateranente IV); en el Credo tenemos la dualidad visibilia et invisibilia; por lo tanto, es deber del hombre anteponer los valores espirituales a los materiales; y, en suma, a Dios, purísimo espíritu como fin último del hombre; la materia, por lo tanto, está en armonía con el espíritu: condena del dualismo maniqueo que enseña la enemistad del espíritu con la materia; si, como dice Pablo, la "carne" se opone al "espíritu", aquí el Apóstol no se refiere a la distinción alma-cuerpo, sino que usa términos bíblicos para significar la rebelión de las pasiones a la razón en el hombre pecador.
----------3) El alma humana, espiritual, es forma sustancial del cuerpo (definido por el Concilio de Vienne, de 1312); lo que quiere decir que el alma no da una ulterior forma a una materia ya formada por una presupuesta forma corporis, como pensaban algunos teólogos franciscanos del siglo XIII, sino que da forma sustancial a la sola, nuda y pura materia del cuerpo humano, la así llamada "materia prima", la cual es sujeto primero y fundamental de las transformaciones sustanciales, pero que no existe sola, sino siempre y solo informada por una forma o sustancial o accidental.
----------4) El alma humana, junto con el cuerpo, forma un único y mismo individuo humano; pero ella es inmortal, mientras el cuerpo, después del pecado original, es corruptible (muerte) (enseñado por el Concilio Lateranense V, de 1513). Por eso, el alma, en la ultratumba, puede existir o subsistir por sí separadamente del cuerpo, pero en vista de la resurrección del cuerpo al fin del mundo (dogma del papa Benedicto XII, de 1336); por tanto, la salvación final no es del alma que se libera del cuerpo (como enseñaba Platón, el gnosticismo, y las doctrinas de la India), sino el alma que reasume su propio cuerpo; cada alma tiene su propio cuerpo (masculino o femenino), por lo que la doctrina de la reencarnación es falsa.
----------5) Consecuencias morales. El hombre, con el socorro de la gracia y purificándose de los pecados, debe sabiamente gobernar su propio cuerpo, luchar contra el demonio y contra la concupiscencia resultante del pecado original, saber renunciar a aquellos bienes materiales que se oponen a los bienes espirituales, dominar razonablemente las pasiones, aspirar a la perfección de la vida espiritual, dejarse guiar por el Espíritu Santo, aspirar a la vida eterna (todo enseñado por el Concilio de Trento).
----------Surge de todas estas verdades, que el cristiano vive, ya desde ahora y como miembro de la Iglesia, sobre todo interiormente, el inicio de la futura resurrección en el Reino de Dios. Sin embargo, aspirando siempre a los bienes del espíritu, debe animar evangélicamente los valores materiales, temporales y terrenos (economía, familia, sociedad, cultura, progreso), colaborando junto con todos los hombres de buena voluntad en la salvación del mundo operada por Nuestro Señor Jesucristo. El esfuerzo ascético es siempre necesario, considerando las consecuencias del pecado original y de los pecados personales, pero la gracia de Cristo permite ya desde ahora pregustar un anticipo, en cuerpo y alma, de los primeros frutos, las primicias, de la cruz del Salvador (tal como enseña el Concilio Vaticano II). Hombre y mujer estarán presentes en la resurrección, porque en ella habrá una cierta recuperación del plan originario de la creación (Gn 2), que prevé la relación hombre-mujer (tal como ha sido explicitado por el papa san Juan Pablo II).
----------En toda esta compleja y difícil materia la Iglesia, a lo largo de los siglos, se ha preocupado de ponernos en guardia contra errores recurrentes de diversa índole, que a continuación enumeraré brevemente y que siempre son de actualidad. Las condenas más importantes son del siglo XIX y sobre todo del Concilio Vaticano I, precisamente porque nunca como en aquel período el pensamiento filosófico se ha equivocado en esta materia con errores que retomaban el antiguo paganismo, como si toda la enseñanza cristiana de los siglos precedentes hubiera pasado en vano. Son esos errores los siguientes:
----------I) Materialismo: el espíritu, si existe, tiene origen a partir de la materia en evolución y es producido a partir de la materia eterna, por lo cual es esta la que guía al espíritu y no al revés. El espíritu es material. En el hombre no existe nada inmortal, ni siquiera el alma. Al momento de la muerte, el individuo se disuelve totalmente y para siempre (condenado por el Concilio Vaticano I).
----------II) Panteísmo idealista: todo es Dios, todo es espíritu, todo es pensamiento, por lo cual la materia es absorbida por el espíritu. Al momento de la muerte el individuo humano se disuelve en Dios. La materia es espiritual (condenado por el Vaticano I, por el beato Pío IX, y por san Pío X).
----------Relacionada con estos errores, hoy está de moda una antropología que se hace pasar por "bíblica", claramente de origen protestante, que considera la distinción alma-cuerpo como falsa e inficionada por el "dualismo griego" (Von Harnack, Bultmann) o el "cartesiano". Con el pretexto de que la visión bíblica comporta la unidad del individuo humano, ha surgido un monismo que confunde cuerpo y alma, a veces quizás con el pretexto de la doctrina paulina del "cuerpo espiritual". Se ve al cuerpo como un aparecer del alma (así, por ejemplo en Rahner) y se ve el alma como resultado de la evolución del cuerpo (así por ejemplo en Teilhard, o actualmente en el italiano Mancuso). Pero esta tesis confusionaria es prácticamente la mezcolanza de los dos errores anteriores, materialismo y panteísmo idealista. Aquellos que reducen el espíritu al cuerpo, hacen fácilmente la operación inversa de reducir el cuerpo al espíritu.
----------Ahora bien, las consecuencias morales de estos errores son las siguientes:
----------A) Por cuanto respecta a la visión materialista, la prevalencia de los intereses materiales sobre los espirituales, con la consecuencia de un empobrecimiento de la vida espiritual y el surgimiento de tendencias egoístas. El sujeto, rechazando el primado del espíritu, renuncia al esfuerzo ascético, desprecia el espíritu de sacrificio y se deja dominar por las pasiones y por los impulsos. Faltando el discernimiento espiritual, asume una actitud conformista dejándose llevar por la corriente de sujetos similares a él. No se preocupa de su propia alma, sino que sólo atiende a fines terrenales y seculares, quizás ilusorios y contrarios a las normas de la justicia y de la caridad. Todo lo cual conduce al ateísmo.
----------B) Por cuanto respecta en cambio al enfoque idealista-panteísta, el sujeto, sobreestimando el poder de su espíritu, se siente autorizado a emerger sobre los demás oponiéndose implacablemente a quienes lo obstaculizan o se interponen en su camino y se vuelve sediento de gloria y de consenso, cosas que por otra farte no le faltarán, ya que estos sujetos a menudo son efectivamente inteligentes, capaces y astutos. Sobrevalorando el poder del espíritu sobre la materia, estará a favor de pautas morales, que, quizás en nombre de la ciencia o de la libertad, favorezcan determinadas prácticas en las que la corporeidad viene manipulada al arbitrio del hombre o instrumentalizada por puro placer subjetivo. Tales sujetos también pueden fingir cierto rigor ascético, pero siempre en vista de su propia autoafirmación y para conquistarse un nombre entre las masas. Despreciando la materia, evita ocuparse de las necesidades materiales de los demás; sin embargo, hace una excepción para con su propio yo, tomándose mucho cuidado de sus propios intereses materiales, pero sólo porque los considera manifestaciones y sostén de su yo, que es momento del Espíritu absoluto. El nombre de "Dios" en la boca de estos sujetos no vale nada. En realidad, son cripto-ateos. Su dios es su propio yo.
----------Si, por el contrario, consideramos las sabias indicaciones que nos vienen de una sana filosofía, confirmada por la doctrina del Magisterio de la Iglesia, nos daremos cuenta de que ellas son la base del pensamiento y de la vida de las personas verdaderamente virtuosas y sobre todo de la vida de los santos, que son aquellos que indican el camino de la verdadera grandeza del hombre y sobre todo, para nosotros los católicos, el mejor modo para acceder al Reino de Dios.
----------Finalmente, y como nota aparte a cuanto acabo de decir, no piensen los lectores que estas cuestiones metafísicas sean solamente competencia de filósofos con tiempo y ganas para estos temas. Considerarlo así ha significado en estos cinco decenios de postconcilio un daño terrible para la Iglesia, lo cual se advierte en el actual estado de la formación sacerdotal, fruto de carencias muchas veces irremediables en los años de preparación en los seminarios y casas de estudios. Ningún sacerdote o laico comprometido en la misión evangelizadora de la Iglesia puede ignorar estas cuestiones, y comprenderlas, al menos en un cierto grado, vale decir, al menos estando bien informado de las enseñanzas del Magisterio sobre estos temas. Es de lamentar que hoy no sean pocos (sacerdotes y laicos) que sin ninguna competencia filosófica y teológica se sienten con derecho a abrir un blog o página en internet, y discutir con falso perfil académico, y visible soberbia, sobre estas cuestiones, pero manifestando absoluta ignorancia sobre básicas y fundamentales cuestiones de filosofía, sin el dominio de las cuales es mejor que en lugar de un blog, y para salvación de su propia alma, opte mejor por abrir una pizzería.

2 comentarios:

  1. Estimado padre,
    Soy simple lego en la materia (no soy filósofo, ni teólogo, ni científico, aunque tampoco pizzero, y no tengo intención de abrir una pizzería), pero aún así, siempre tengo algunos problemas con el espíritu. Se habla de espíritu y de espiritualidad, dando por supuestos estos conceptos. Quienes están convencidos que sin el cerebro no se puede pensar e introducen un ente como el espíritu, para salir ilesos de la navaja de Occam deberían explicarme en qué relación está este espíritu con la materia (el cerebro): ¿es inmaterial? ¿el pensamiento tiene un costo energético cero, o funciona consumiendo energía física?
    Si es así, entonces necesariamente depende de las leyes físicas, y entonces estamos en el monismo, el cual puede ir desde las posiciones fisicistas hasta las tentativas más o menos sofisticadas por superarlas, aunque de todos modos sigue siendo monismo, por lo cual la palabra "inmaterial" es evidentemente impropia o inadecuada.
    Pero si no es así, entonces estamos ante un ente que con razón puede ser considerado inmaterial, como el alma, como dicen los creyentes (y aquí la posición es clara y legítima en el contexto de una creencia en lo sobrenatural) o algo que opera movido por ese algo que mueve a los entes filosóficos (y aquí el asunto se vuelve nebuloso y requiere explicación)...

    ResponderEliminar
  2. Estimado señor Martínez,
    he leído su comentario. Enhorabuena, debe ser Ud. una persona que anhela la verdad, o más bien un conocimiento lógico y coherente entre todo el caos actual de expresiones de variado género, y enunciados más o menos aceptables o inaceptables.
    Me vengo ocupando de estas cuestiones e investigaciones desde hace muchos años, aunque tan sólo recientemente las vengo haciendo un poco más publicas, o accesibles a un gran público. Me he ocupado de estos temas tanto en su modalidad científica, como en sus modalidades filosóficas o teológicas, preocupándome siempre por la distinción y autonomía de los diversos ámbitos del saber humano.
    Si Ud. tiene verdadero interés sobre estas cuestiones, yo podría ser un poco más detallado en mis artículos, dependiendo de sus preguntas específicas, a las que responderé oportunamente, tanto si me las formula aquí en el foro del blog, o a mi correo particular.
    Y gracias por leer mi artículo.

    ResponderEliminar

Comentarios sin debido respeto hacia la Iglesia y las personas, serán eliminados. Se admiten hasta 200 comentarios por artículo.