Tras la lectura y análisis de los artículos de L'Osservatore Romano, que hemos hecho ayer y los días anteriores, podemos preguntarnos: ¿a qué ha quedado hoy reducido el otrora prestigioso periódico del Vaticano?
----------Tengo vivo un querido recuerdo de lo que sucedía cuarenta años atrás. En aquella época el Obispo le asignaba indefectiblemente a un viejo y sabio párroco alguno de sus nuevos presbíteros, para que lograran la mejor experiencia durante sus primeros años de sacerdocio. En esos tiempos en los que aún ni se nos ocurría soñar con internet y los diarios digitalizados, el buen cura párroco tenía por costumbre regalar a su joven vicario recién ordenado, lo que él consideraba el mejor regalo que podía hacerle: un año de suscripción a L'Osservatore Romano. El buen cura sabía que en aquellas hojas, pulcramente impresas, prolijamente dobladas, enfajadas y mataselladas, que salían de Roma, llegaba la Palabra de Cristo a través de su única mediación auténtica, la voz de Pedro y sus Sucesores, junto a las noticias más fidedignas de la Santa Sede.
----------Pero hoy por hoy, ¿qué ha venido a ser L'Osservatore Romano? ¿Acaso hoy un cura párroco podría sentirse tranquilo al ver a su vicario leyendo ingenuamente un diario que se ha vuelto venenoso panfleto político propagador del más letal modernismo de nuestros días, el de perfil rahneriano? Nadie niega en Rahner la existencia de lados positivos y también importantes, sobre todo en la fase juvenil de su pensamiento. Incluso él parecía ser una promesa de la teología, hasta que fue infectado por el veneno heideggeriano.
----------Nadie niega en Rahner la genialidad y la vivacidad de su pensamiento. Nadie niega en él la propuesta de interesantes iniciativas pastorales. Nadie niega su prodigiosa capacidad de trabajo. Pero precisamente de esto mismo se ve claramente que Rahner no ha apuntado a la calidad, sino a la cantidad, cosa reprobable en las obras del espíritu. Santa Teresa del Niño Jesús ha escrito mil veces menos de cuanto ha escrito Rahner, sin embargo es Santa y Doctora de la Iglesia: cosas que Rahner jamás llegará a ser.
----------Debo decir, con gran dolor y estupor, que esos elogios incondicionales y engañosos hacia Rahner degradan a L'Osservatore Romano. Artículos como los que hemos analizado ayer y días anteriores (Dimensión ignaciana, de mons. Ignazio Sanna, y Una visión optimista de lo humano, de Giorgia Salatiello) degradan al diario de la Santa Sede, de imparcial y objetivo "observador", cabal heredero histórico de una apreciadísima tradición periodística, intérprete tradicionalmente autorizado, equilibrado juez de los acontecimientos, portavoz e informador de los actos de los Papas y de la vida de la Iglesia, al bajo y miserable nivel de un panfleto partidista, que debe hacer propaganda sin escrúpulos a su candidato para poder ganar las elecciones.
----------No hay ninguna duda que el presentar a Rahner solo en este tono laudatorio, sin sombra de crítica, muestra inmediatamente el partido tomado por estos articulistas, cuando todos sabemos que es absolutamente lícito hacer criticas a los mismísimos Doctores de la Iglesia si llega el caso, y cuando desde hace sesenta años los mejores teólogos católicos vienen conociendo perfectamente las imposturas rahnerianas.
----------Este modo de proceder parece, por tanto, querer burlarse de quienes han desenmascarado con agudas críticas sus errores, e intentar incrementar el número de los católicos engañados por Rahner, con el resultado de aumentar más que eliminar los males de la Iglesia y poner al Papado en las condiciones de no llegar a disciplinar a un catolicismo prepotente, hipócrita y rebelde, y sofocar los conflictos intra-eclesiales provocados por los rahnerianos, con el resultado de arrojarse en contra la burla de los enemigos de la Iglesia y de la religión, que se preguntan con qué cara la Iglesia pretende presentarse como luz del mundo y maestra de fraternidad universal, cuando en su interior existe un continuo litigio y el desencadenarse del odio y de la venganza.
----------Está hoy absolutamente claro que no se debe tener miedo de hacer, como ya han hecho tantos estudiosos en estos sesenta años, un análisis crítico realista de la teología de Karl Rahner, porque, por graves que sean los males que ella provoca, hay remedio para todos ellos en la perenne sabiduría de la verdad católica y de la sana razón. Para curar una enfermedad no se deben minimizar sus proporciones, sino que es necesario mirar a la cara objetivamente la realidad, de lo contrario las medidas y procedimientos adoptados resultan ineficaces. Y si por añadidura ni siquiera se ve la enfermedad o se la esconde con el pretexto de que en otros aspectos el paciente está bien, la cosa irá todavía a peor.
----------Lamentablemente es esta la miserable operación realizada por los citados articulistas: presentar un Rahner piadoso, santo, humilde y manso cordero, conciliador, místico, devotísimo de san Ignacio de Loyola, promotor del humanismo católico, profeta del futuro de la Iglesia, guardando silencio sobre todos sus errores y los problemas que su pensamiento ha provocado y provoca en la Iglesia.
----------Ante tamaña mentira, presentemos resumida y claramente la verdadera propuesta rahneriana. Intentaré hacer un bosquejo, a modo de guía inicial para la posterior profundización de los lectores que se sientan interesados y capaces para la tarea. Tratemos de exponer brevemente cómo y por qué Rahner ha mistificado el verdadero sentido de las doctrinas conciliares, procurándose una falsa fama de intérprete del Concilio Vaticano II, y provocando en la Iglesia desde hace ya sesenta años la polémica reacción de quienes, engañados por su falsa interpretación, creen estar golpeando al Concilio, mientras que en realidad, sin advertirlo, golpean con toda razón y justicia a Rahner. Con esto no excluyo en absoluto que también haya quienes se oponen al Concilio, aunque capten su verdadero sentido y fantaseen con un Concilio "modernista" y Papas postconciliares "modernistas". Aquí Rahner no está involucrado y puede ser citado por ellos a modo de pretexto.
----------Pues bien, la categoría fundamental del pensamiento rahneriano es lo que él llama "experiencia trascendental". Se trata de un desarrollo del cogito cartesiano o bien de la autoconciencia cartesiana, por lo cual el contenido de este cogito, que es experiencia espiritual personal, según expresa declaración de Rahner, es, en una inescindible unidad, mi yo, el ser, Dios y la gracia de Dios, o bien su misericordia perdonadora.
----------Esta experiencia no es recabada a posteriori de la experiencia de los sentidos, sino que es a priori, porque precede a la experiencia sensible y, como dice Kant, es la "condición de posibilidad". Rahner, siguiendo a Heidegger, también la llama Vorgriff, que significaría "precomprensión", es decir, entendida como comprensión a-temática del ser, previa a la conceptual, propia de la metafísica. Heidegger la llama Vorverständnis (en su obra, de 1929, Kant y el problema de la metafísica, donde se ve que la Vorverständnis heideggeriana deriva del trascendental kantiano, que a su vez es una explicitación del cogito cartesiano).
----------Ahora bien, si queremos expresar franca y abiertamente, sin vanas indulgencias ni espejitos para alondras (ni resúmenes de profesor haragán para seminaristas indolentes), y en los mismos términos rahnerianos, la propuesta filosófico-teológica rahneriana, debemos decir a clara letra que: ha sido la de hacer de la experiencia trascendental a priori y preconceptual de la gracia perdonadora un existencial sobrenatural necesario del espíritu en la evolución histórica del mundo, así como del devenir de Dios, misterio incomprensible, horizonte de la trascendencia de la autoconciencia de la persona, que en la libertad de la muerte determina y plasma o configura la propia naturaleza delante Dios. Y ahora intentemos explicar esto.
----------Se trata de lo que ya el papa san Pío X, al definir la concepción modernista del conocimiento de Dios, describe como "sentimiento" conceptualmente inexpresable, que surge "sin ningún verdadero acto previo de la mente", por lo tanto a priori, "de la necesidad de la divinidad". Tal sentimiento, como lo describe san Pío X, nace "en el subconsciente, donde su raíz permanece oculta e incomprensible" (encíclica Pascendi, nn.10-11).
----------Por eso, para la construcción ideológica rahneriana, Dios es conceptualmente "incognoscible" y, en consecuencia, el concepto dogmático, dice Rahner, es tan sólo un "idolito" construido por nosotros ante el Misterio innombrable, incomprensible, inexpresable, inefable y silente. De ahí que cada época histórica tenga sus propios "idolitos": es la mutación del dogma, siempre relativo, nunca absoluto.
----------La cristología de Rahner, basada en la concepción hegeliana de Dios que deviene hombre y del hombre que deviene Dios, confunde lo sobrenatural con lo trascendental, la naturaleza humana con la naturaleza divina, y conduce al mismo tiempo al panteísmo y al ateísmo: panteísmo por el cual el hombre se hace Dios; ateísmo, por el cual el hombre niega a Dios para afirmarse a sí mismo.
----------En Rahner, como en Lutero, falta el problema de la liberación del pecado y, por lo tanto, las obras prescritas por Cristo y por la Iglesia a fin de obtener el perdón divino y conquistar el reino de Dios son devaluadas o se vuelven insignificantes o simplemente facultativas.
----------No es necesario expiar, no es necesario purificarse, no es necesario abstenerse, no es necesario hacer renuncias, ofrecer sacrificios, hacer penitencia, esforzarse por alcanzar la virtud, porque no somos castigados, sino que somos solo objeto de la divina misericordia; no es necesario pedir perdón, porque ya estamos perdonados o al menos estamos seguros de salvarnos porque Cristo nos lo ha prometido: es suficiente creer en esta promesa. Solo hay que hacer experiencia de la gracia y del inefable amor que Dios tiene por nosotros. En una fórmula breve: ya no existe la ascética, sino solo el mística.
----------Los sacramentos, según Rahner, no son signos que confieren la gracia o que producen la gracia por ellos significada, sino que son signos que manifiestan y expresan la gracia ya recibida.
----------La fe en Nuestro Señor Jesucristo tiene un carácter originariamente trascendental, en el sentido de que no surge (como lo ha enseñado siempre la Iglesia) de la obediente escucha del Evangelio, principio de la cristología categorial, que corresponde a la predicación eclesial, y es la explicitación conceptual, en los dogmas cristológicos, de la experiencia cristológica trascendental que ya ha tenido lugar. La fe trascendental y preconceptual en Cristo, común a todos los hombres y en principio suficiente para la salvación, es aquella precisamente del famoso rahneriano "cristiano anónimo". Permanece de todos modos que para Rahner, la explicitación conceptual constituye la expresión suprema de la revelación cristiana.
----------Por consiguiente, la evangelización, para Rahner, no es el anuncio de una verdad previamente desconocida a quien es evangelizado, sino que es el conducir al evangelizado a la toma de conciencia explícita de la verdad trascendental ya atemáticamente e inconscientemente experimentada. La gracia no es conferida a quien no la tiene y no se puede perder, sino que todos estamos siempre en gracia sin saberlo, "todos somos hijos de Dios". La Iglesia no salva al mundo, sino que la Iglesia es aquella parte del mundo que es consciente temáticamente del hecho de que el mundo ya está salvado, y así sucesivamente.
----------De allí se comprende que la ética rahneriana no implica la aplicación o puesta en práctica en lo concreto de una supuesta ley moral natural universal y objetiva, en la cual Rahner no cree, sino que la ética, según él, está suficientemente fundada sobre la decisión personal existencial, por la cual el yo determina el propio ser y existir y plasma la propia naturaleza libremente, según su voluntad.
----------De modo que la ética rahneriana rechaza como ilusoria la idea de una ley natural universal, comprensible por todos, válida siempre y para todos, fundada en una naturaleza humana fija y definida, igual para todos, basada en la razón y la fe y enseñada por el Magisterio de la Iglesia.
----------Rahner, por consiguiente, no admite criterios de justicia objetivos, universales e inmutables. No admite el derecho natural, sino solo el derecho positivo. La ley no es igual para todos, sino que varía según los tiempos y los lugares. Por tanto, el juez no juzga en base a una ley preestablecida a él, sino que la ley es lo que él decide, cada vez por vez, de acuerdo con las circunstancias. Ética de la situación.
----------Por esta razón, Rahner, dado su subjetivismo gnoseológico, no es capaz de fundar una auténtica fraternidad humana, fundada sobre una verdad humana universalmente conocida y practicable, sino que, llevado como él está a concebir los más profundos contrastes doctrinales como inevitables, y a ser escéptico de la posibilidad de un común, inmutable y cierto conocimiento de la verdad, en consecuencia ve como cosa normal la ausencia de valores no negociables e inviolables, así como la ausencia de intereses vitales objetivos y comunes, y por lo tanto aparecen según él como inevitables y como expresión de la libertad de la persona, la violencia, la conflictividad social, el subjetivismo, el egoísmo y el individualismo.
----------Rahner se presenta a sí mismo como el continuador de la reforma querida por el Concilio. Pero después su modo de entenderla no es el de los Santos, sino el de Lutero: desprecio por el Magisterio, por la Tradición y por la teología escolástica, interpretación subjetivista de la Escritura, convicción de estar siempre guiados por el Espíritu Santo y de salvarse sin mérito. Además de estas ideas de Lutero, Rahner también asume la concepción modernista de la modernización de la Iglesia como asunción acrítica de los errores de la modernidad.
----------Digamos, finalmente, una palabra sobre el estilo de Rahner. Su modo de expresarse en períodos literarios largos, solemnes, oscuros y complejos, compuestos de muchas frases dependientes, aclaraciones, reservas, limitaciones, incisos, hipótesis, alusiones, con el modo de comportare de quienes expresan vacilantes una experiencia mística inefable o con el tono solícito de hacerse pasar por consejero de los Obispos, da la impresión de encontrarnos frente a un pensador profundo y prudente; pero luego, al final de una lectura siempre fatigosa y agotadora, de la cual al principio parecía poderse derivar intuiciones o certezas bien fundadas, nos damos cuenta de que en realidad pone en duda verdades ya conocidas y da por cierto lo opinable.
----------Al final de este examen que ha intentado ser fidedigno de los textos rahnerianos, la inquietante pregunta que nos viene a la mente es la siguiente: pero Rahner, con toda su cultura, con la esmerada formación recibida en la Compañía, con todas sus dotes intelectuales, con todas las oportunidades que ha tenido de ser corregido por hombres más sabios que él, con todas las refutaciones de sus errores hechas por sabios teólogos durante su larga actividad teológica, ¿es posible que nunca se haya dado cuenta de que estaba equivocado? ¿Con qué cara se considera católico y fiel discípulo de San Ignacio de Loyola?
----------¿O bien, la cruel y amarga alternativa que cuesta imaginar, es que el mal que Rahner ha hecho lo ha hecho intencionadamente y responde bajo inofensivas apariencias, a un muy preciso, furtivo, y secreto plan masónico de demolición de la Iglesia, de la moral y de la religión? Es la diabólica posibilidad que deriva también de los hechos, pero... no nos toca juzgar en tal ámbito. Remitámonos aquí al juicio de Dios.
Estimado Padre: A Ud. le sorprende que L'Osservatore Romano no mantenga una distancia crítica al presentar el pensamiento de Rahner, pero mi temor es que a estas alturas, entre los teólogos (y los hombres de Iglesia en general) sea IMPOSIBLE algún pensamiento crítico, en el sentido de dar una valoración a proposiciones y doctrinas que se presentan como católicas. Y esto es porque ya no existe, no digo una ortodoxia, sino ni siquiera, precisamente, la POSIBILIDAD de una tal doctrina, que sea norma, y medida de valoración. La filosofía anti-metafísica ha corrompido la teología; le ha sustraído la capacidad (y el deber) de captar la Verdad, de captarla como la Verdad es en sí, quiero decir, y no de "construirla" con la propia voluntad y con la propia existencia, como enseña el pensamiento moderno. Esto lo he aprendido del padre Fabro, de alguno de mis viejos profesores en la facultad, hace años, y también de usted, padre; y (aunque espero que en esto me equivoque) también he aprendido que sin una "restauración tomista" en los seminarios y en las universidades pontificias, una filosofía católica no renacerá (sobre teología no me atrevo a pronunciarme, pero, privada de su "ancilla", ¿cómo hará para defenderse?).
ResponderEliminarGracias por su batalla, casi solitaria...
Querido padre Filemón,
ResponderEliminarComo simple fiel que soy, más bien lego en filosofía y teología, hoy es realmente difícil entender quién tiene razón entre los teólogos. Sin embargo, me asombra que esto suceda en puntos fundamentales que parecían sólidamente establecidos. Yo diría que esto sucede si se olvida el Magisterio de la Iglesia (o no si no se lo quiere recordar). Se oyen voces de todos los colores y melodías. Personalmente, leo el Catecismo, las encíclicas y también su blog y unos pocos más... Claro que, si un Rahner se pone a decir que todo cambia según el tiempo y las épocas, y los conocimientos en los que se vive, uno no puede evitar la sensación de hundirse en arenas movedizas, ¡otra que estar sobre la roca!
Querido Ross,
ResponderEliminargracias por tus observaciones, con las que estoy totalmente de acuerdo. Yo tengo confianza en que habrá un renacimiento tomista, como ya ha sucedido varias veces en los pasados siglos, cuando la Iglesia ha tomado nota de fuertes crisis doctrinales, como por ejemplo ha sucedido con la reforma protestante, en el siglo XIX, que ha dado lugar a la encíclica Aeterni Patris, y en la época de san Pío X con su batalla contra el modernismo.
Recordemos también que el propio Concilio Vaticano II ha recomendado a santo Tomás, como maestro para nuestro tiempo.
Por lo tanto, también hoy, en el que parece triunfar el modernismo, debemos tener confianza de que santo Tomás desde el cielo nos obtendrá una renovación del pensamiento teológico en verdadera fidelidad al magisterio de la Iglesia.
Estimado capitán Hastings,
ResponderEliminaresta anarquía y este desorden en el campo teológico es un mal que se arrastra desde hace décadas, bajo el pretexto del pluralismo y de la libertad de pensamiento. Se necesitaría que los obispos estuvieran más vigilantes, cada uno en su propia diócesis, sobre todo teniendo cuidado de encomendar los seminaristas a docentes fieles al magisterio, porque el hombre es como una plantita, que si crece bien derecha desde el principio surge un buen árbol, pero cuando ya un árbol está malo, entonces no hay nada que hacer, aunque esta comparación no se sostiene del todo, porque, teniendo cada uno de nosotros libre albedrío y siendo continuamente solicitados por la gracia, siempre se tiene la posibilidad de convertirse y la Cuaresma sería el período más adecuado.