martes, 16 de marzo de 2021

El personalismo relacionalista (1)

Todos conocemos las gravísimas cuestiones morales que hoy se plantean sobre el terreno tanto de la política como de la Iglesia, de la sociedad, de la economía, de las familias, de los grupos, y de las individuales personas. Se sancionan leyes legitimando uniones contra natura, aborto, eutanasia, género, persecución con el pretexto discriminatorio, y otras aberraciones; la injusticia social, la postergación y la caída en la miseria (no en la pobreza, que puede ser asumida y vivida con dignidad, como decía Péguy, sino en la indigna miseria) de enteras masas humanas, mientras otras naciones o grupos sociales viven en desmesurada opulencia; y esa otra injusticia social que vemos cotidianamente, también en nuestro país, injusticia estructural que constituye la ausencia de toda jerarquía social, lo que suele llamarse la "confusión de las personas", ese descenso de lo auténtico en lo paródico, cuando las personas no están en el lugar que les corresponde.

----------¿Qué hay en el centro de todo este caótico marasmo? ¿Cuál es, en consecuencia, el punto de partida o el punto de apoyo para intentar una razonable solución? Estoy convencido de que todo gira en torno al problema de la persona. Todos los valores mencionados, actualmente en crisis, no son en efecto más que una expansión o una dilatación de la persona. No comparto el punto de vista socialista o comunista según el cual la liberación de la persona depende de una transformación social. De ninguna manera. Porque la sociedad está construida por personas individuales, por eso cada uno de nosotros está llamado responsablemente a dar su propia contribución a la reforma de la sociedad y a la corrección de las costumbres.
----------Indudablemente, un entorno social inadecuado o dañino puede poner a la persona en dificultades desde muchos puntos de vista, puede inducirla al pecado y a la injusticia, puede arrojarla en la miseria y en el sufrimiento. Pero al fin de cuentas, es más decisivo el influjo que la persona ejerce sobre la sociedad que viceversa, porque la sociedad está construida por las personas y no es un ente sustancial del cual los individuos sean los vástagos o los efectos accidentales. Yo soy plasmado o moldeado por la sociedad en la cual he nacido solo con miras a construir a mi alrededor un entorno digno de la persona.
----------Y si es el caso que una sociedad corrupta corrompe al individuo, como es el caso de nuestra sociedad, recordemos siempre el dicho dorado de Nuestro Señor Jesucristo, según el cual el mal que arruina al hombre (el pecado) viene del corazón del hombre y no viene desde afuera, porque si yo no consiento a la tentación, no importa lo tentado que esté, ya que nada ni nadie puede obligarme a pecar si yo no lo quiero.
----------Por lo tanto, lo esencial en la vida humana no es la sociedad, no son las relaciones sociales que nacen de la persona o que llegan a la persona, sino que es la persona misma; la sociedad es efecto y consecuencia de la persona. Filosóficamente se dice que la sociabilidad de la persona es un "accidente propio y esencial". El hombre, como ya decía Aristóteles, es un "animal social", un "animal político", aunque no se resuelva en la política, sino que la trasciende para orientarse hacia Dios. Pero se sabe  que toda forma de colectivismo o totalitarismo social es cuanto menos implícitamente atea.
----------Tenemos necesidad de un sano personalismo. Desde muchos lugares, incluso en el mundo católico, se pretende tener la receta. ¿Pero, cuál es el verdadero personalismo, capaz de respetar la dignidad de la persona, incluso dentro de sus límites, y de afrontar victoriosamente los males de la sociedad y de la Iglesia?
----------Es necesario partir desde muy lejos, nada menos que desde la antigua pero siempre válida distinción aristotélica, hecha propia por santo Tomás de Aquino, del ente en sustancia y accidentes. Esta dualidad suprema, metafísica, nos permite sentar las raíces para la solución del problema, aunque es cierto que, naturalmente, serán necesarias mediaciones y deducciones para alcanzar lo concreto.
----------De hecho, el defecto de un cierto personalismo anunciado como solución al problema es lo que yo llamaría "personalismo relacionalista", el cual confunde precisamente, en la persona humana, la categoría de la sustancia con la del accidente. Ahora bien, la relación pertenece a la categoría del accidente.
----------Por otra parte, es siempre necesario recordar que, si desde el punto de vista de la esencia, la naturaleza humana está compuesta de alma y cuerpo, desde el punto de vista de la subsistencia, la persona humana es efectivamente un compuesto de sustancia y accidentes. Esto es básico y fundamental.
----------Pero el problema es que desde hace algunos siglos, por ejemplo desde los tiempos de Locke, Leibniz y Hume, en torno al concepto de sustancia y accidentes, pululan los equívocos, de modo que estos dos venerables términos del lenguaje filosófico, cuyos conceptos correspondientes han sido indignamente desfigurados, han sido casi excluidos del lenguaje de la moderna antropología o filosofía de la persona.
----------Para el modo de hablar y de pensar corriente en la actualidad, la sustancia es vista a lo más como sustancia química, mientras que se ha olvidado que también existe una sustancia espiritual y que Dios mismo, como enseña el Concilio Vaticano I, es purísima e infinita sustancia espiritual. O bien la sustancia es vista como ignoto soporte de una colección de datos empíricos o temporales (stream of consciousness), que recopilamos para comodidad del lenguaje en un único sujeto lógico o bien ficticio. O bien la sustancia es vista como algo macizo, inerte, estático y "aislado", muerto e impenetrable sostén de cualidades o de fenómenos que al fin de cuentas se mantienen por cuenta propia sin ninguna necesidad de ese indescifrable soporte.
----------Pero las mencionadas concepciones actuales de la sustancia no tienen nada que ver con la realidad de la persona, la cual, a partir de Descartes, como es sabido, se resuelve en la autoconciencia o en una razón subsistente (res cogitans) o bien, con Fichte, en la "libertad ". Hoy otros la resuelven en un fajo de instintos, quizás de carácter sexual (Freud) o en su elevarse sobre los otros (Nietzsche) o en su funcionalidad u orientación social (Marx). Es aquí donde se inserta la concepción relacionalista de la persona, también presente en los ambientes católicos, es decir, la resolución del ser personal en el relacionarse con los otros o con Dios.
----------De ahí que en muchos ambientes católicos asistimos hoy lamentablemente (incluso en la predicación de los Obispos y sus presbíteros, que deberían ser celosos guardianes de estas verdades que tanto afectan a la vida en sociedad) a toda una retórica de la "comunión", del "amor", del "ser-para-los-otros", que ciertamente encuentra su valorización en el plano del actuar moral de la persona, pero no ciertamente en cuanto respecta al ser o a la esencia misma de la persona. Reduciendo en tal modo el actuar de la persona (razón, pensamiento, conciencia, intelecto, voluntad, afectos, relaciones) a su ser, tal vez no se de cuenta de que se está asimilando indebidamente la persona humana a la persona divina, pues sólo en ella coincide el ser con el actuar.
----------Las ulteriores (y en definitiva dramáticas) consecuencias que se infieren actualmente de estos errores, serán explicadas en la segunda parte, mañana.

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