lunes, 29 de marzo de 2021

A propósito de la Corredentora. ¿Qué ha querido decir el Santo Padre en la Audiencia General del miércoles 24 de marzo? (3)

Acerca del concepto de la corredención y del título de María corredentora hemos visto hasta ahora: 1) que se trata de un título con una ilustre tradición precedente, 2) que la corredención es un rol subordinado a la redención, 3) que en el fondo, todo cristiano es un corredentor, y 4) que deben tenerse en cuenta algunas precisiones y aclaraciones, que nosotros hemos hecho en la nota de ayer. Hoy vamos a terminar esta serie de notitas con dos puntos finales, diciendo: 5) que el concepto de redención es analógico y participativo, y 6) que es necesario ayudar a los luteranos a comprender este atributo de María

----------De modo que un quinto punto en nuestra reflexión consiste en aclarar que el concepto de redención es analógico y participativo. Y esto es algo fundamental, que debemos tener bien presente: el concepto de redención no es unívoco, sino analógico y participativo. Redención no se dice en un único sentido o en un único modo, sino a diversos niveles y en diferentes sentidos. En efecto, mientras que el concepto analógico es poli-sentido, el concepto unívoco es mono-sentido.
----------Decir que la noción de redención es una noción analógica y participativa, quiere decir que es una noción graduada, sujeta a grados de perfección, con significados proporcionalmente similares entre sí, que van de un mínimo a un máximo. La noción de redención no es una noción unívoca como por ejemplo el comprar o el vender. No se vende ni se compra más o menos. O se vende o no se vende. O se compra o no se compra (como aquel viejo cuento de la que de ningún modo podía estar, como ella decía, "medio embarazada", o estaba embarazada o no lo estaba). Igualmente por cuanto respecta, por ejemplo, a la noción del crear divino; no existen grados de creación: la creación existe o no existe.
----------En el diálogo ecuménico, es decir, el diálogo con nuestros hermanos cristianos protestantes, no debemos ser aquiescentes respecto al insuficiente concepto luterano de redención, de sabor monofisita, sino que debemos tratar de corregir con toda caridad pero también con franqueza a nuestros hermanos luteranos, los cuales, con el pretexto de que la redención es obra divina, están erróneamente apegados a un concepto unívoco de redención, noción falsa que ve la redención como si se tratara de un absoluto monolítico e imparticipable y, por consiguiente, no admitiera grados inferiores y analógicos de participación o semejanza.
----------Con el pretexto de que es sólo Nuestro Señor Jesucristo en cuanto Dios quien redime al hombre, los luteranos no conceden al hombre y por lo tanto ni siquiera a Nuestra Señora parte alguna en la obra de la redención, no conceden ninguna colaboración humana. Su principio de la sola gratia es de tal modo extremista, al punto de no conceder parte alguna a la naturaleza, para ellos totalmente corrupta.
----------El sexto punto que debemos tratar es precisamente la necesidad de ayudar a los luteranos a comprender este atributo de María. Aquello que falta en ellos, como es sabido, es la percepción de nuestra colaboración humana en la obra de la gracia por medio del libre albedrío, de la sana razón, de las virtudes humanas, de las buenas obras y del mérito. Lo que debemos tratar de obtener de nuestros hermanos separados, es el reconocimiento de la necesidad, para salvarnos, de nuestra libre y voluntaria contribución a la obra de nuestra propia redención. Desde la gracia del niño de la Primera Comunión, hasta la gracia de la Virgen Santísima, es siempre la misma gracia que le permite al hombre ser corredentor y colaborador de la obra de Nuestro Señor Jesucristo, aunque esto obviamente suceda en grados diferentes.
----------Por supuesto, la obra de redención de la humanidad es ciertamente en sí misma una acción divina, de por sí incomunicable como lo son los atributos divinos. Sin embargo, es incomunicable pero no in-participable. Es cierto que el hombre en gracia no deviene Dios, sino que sigue siendo una criatura, sin embargo, es una criatura enriquecida de una vida divina, que le hace actuar en modo sobrenatural.
----------Si bien la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo no está sujeta a grados, sin embargo, la maravilla y el milagro de la gracia son precisamente los de hacernos "partícipes de la naturaleza divina" como leemos en 2 Pe 1,4, la maravilla y el milagro consisten precisamente en que la gracia es la comunicación de una vida divina sujeta a grados, porque Dios, en su bondad y misericordia, ha querido que el hombre pudiera ser partícipe por grados y colaborador y, por lo tanto, libre instrumento de esta obra divina.
----------El modo como esto puede suceder no lo sabemos, por más que nos esforcemos hasta el agotamiento intentando comprender cómo una vida divina como la gracia no sea Dios mismo, sino un don suyo, un don creado, que recibimos en el alma y que incluso podemos destruir a causa del pecado. Sin embargo, esta vida sobrenatural es un hecho que nos es asegurado por la Revelación y es también, aunque de modo conjetural, un dato de la experiencia cristiana, un hecho, que al menos se puede ver en los efectos maravillosos y milagrosos de la presencia de la gracia en el alma del justo.
----------Por último, podría acaso venir ahora alguien y objetar a todo lo que acabo de decir en las notas de estos días: es cierto que el título de Corredentora ha sido usado por otros Papas; pero lo que ocurre (me dirá el objetor) es que cada Papa hace avanzar el conocimiento de los misterios de la fe, por lo cual podemos creer que esta idea de los Papas precedentes ha sido superada por la posición del papa Francisco, pues así como ningún Papa piensa hoy en las Cruzadas o en la pena de muerte para los herejes, así y por consiguiente ya no sea el caso hablar de Corredentora, también para no disgustar a los luteranos, que la rechazan.
----------Pero en realidad, este no es el caso, las cosas no son así. No es que en sentido absoluto sea mejor negar la corredención que afirmarla. Y el papa Francisco ni siquiera sueña con censurar un atributo mariano que tiene a sus espaldas una tradición secular tan insigne. Simplemente él expresa un parecer, su opinión, que podemos aceptar como no aceptar. No se trata de doctrina, sino de lenguaje pastoral más conveniente.
----------No es una cuestión de verdadero y de falso, sino de conveniencia o menos conveniencia en el actual clima ecuménico, porque el título de Corredentora, en sí mismo certísimo, debe ser sin embargo explicado porque se presta a equívocos, que es necesario disipar para hacer resplandecer una verdad de la Tradición, que un día podría quizás ser dogmáticamente definida, como sucedió con los demás dogmas marianos.
----------Y así, de este modo, creo que ya va siendo hora de poner punto final a esta reflexión mariológica que nos ha llevado tres notitas que modestamente pongo a consideración de mis siempre benevolentes lectores, a quienes les agradezco la paciencia de leerme. Me consuela, sin embargo, el poder ser de utilidad para ellos, que saben, por supuesto, que esto no es una clase de teología, y menos un tratado completo de mariología; sino simplemente una plática entre amigos católicos, que tratamos de comprender lo que obedientemente creemos con nuestra fe, la cual, al fin de cuentas es eso: obediencia ayudada por la gracia, obediencia a la divina Revelación, que no tiene por qué ser una obediencia ciega, pues Dios no nos niega el intentar comprender, aunque nunca lo logremos en plenitud, sino hasta la visión del paraíso del cielo.
----------La filosofía y la teología son cosa ardua, y enseñarlas y aprenderlas no es algo que pueda resolverse en un tris tras o un batir las palmas, como les decía en una nota anterior. Y al respecto, vale tener presente que en la actual crisis que padecemos en la Iglesia, también la filosofía cristiana y la teología están patas para arriba, al punto de que no faltan quienes osen dar cursos de filosofía o teología con videítos en internet ¡y hasta pretendan cobrar por la estafa! No es así; ni la filosofía ni la teología pueden transmitirse en tres simples notitas como las mías de estos días o en un puñado de videítos por Youtube. Como decía Castellani: "la teología no puede enseñarse en una pocas clases", y cuando a mediados de los '70 un grupo de amigos le propuso dictar un curso de teología, él se negó, y con buenas razones, y terminó dando unas cuantas charlas, que se reunieron luego en un librito al que le pusieron por título: Catecismo para Adultos. 16 Lecciones sobre el Verbo Encarnado, que recomiendo. Aunque a la hora de recomendar pequeños compendios de teología o un "cursillo de Teología nuclear" como llamó Castellani a sus 16 charlas, yo podría recomendar también la obrita que tradujo en su momento del alemán monseñor Enrique Rau, el que fuera obispo de Mar del Plata, y que publicó el Club de Lectores, de Buenos Aires, a fines de los años cuarenta y le pusieron por título: Breve Teología para Laicos, del benedictino abad León von Rudloff. Quizás todavía pueda hallarse en alguna librería de segunda mano.

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