martes, 30 de marzo de 2021

Los males de la Iglesia: ¿tenía razón el cardenal Martini cuando dijo: "la Iglesia nunca ha estado tan bien como lo está hoy"?

Viviendo ya los días de la Semana Santa, en los que contemplamos el misterio del mal, fruto del pecado, que se descarga incontenible sobre Nuestro Señor Jesucristo en su pasión y muerte de cruz, contemplemos el misterio del mal en la Iglesia, peregrina aquí en la tierra, Iglesia que, a ejemplo de Cristo, debe vivir también su pasión y su cruz. "En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo" (Rom 8,29), "coherederos somos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con el" (Rom 8,17).

----------En uno de sus últimos artículos para Il Corriere della Sera, el cardenal Carlo Maria Martini [1927-2012] afirmaba que nunca "la Iglesia ha estado tan bien como lo está hoy", y entre las que él veía como pruebas de su afirmación refería que "tenemos grandes teólogos, como por ejemplo Karl Rahner". Aquella frase de quien fuera cardenal arzobispo de Milán, "nunca la Iglesia ha estado tan bien como lo está hoy", fue repetida por el papa Francisco, aunque sin nombrar al cardenal Martini, al inicio de su pontificado, en su discurso al clero romano en septiembre de 2013. El Papa tampoco nombró a Rahner.
----------Quienes han seguido habitualmente este blog, podrán quizás recordar varias referencias a las obras de Karl Rahner [1904-1984]. Ahora bien, quien conozca verdaderamente a Rahner y lo evalúe en base a las enseñanzas de la Iglesia y de la sana razón, encontrará en aquel juicio que hace casi una década hacía el famoso cardenal arzobispo de Milán, no ciertamente una prueba a favor de Rahner, sino una prueba en su contra, considerando que durante cincuenta años el famoso teólogo jesuita alemán ha sido de muchas maneras refutado por una multitud de estudiosos perfectamente católicos, comenzando por los propios teólogos alemanes, sus paisanos. Pero a pesar de la fundada y abundante refutación que se ha hecho de los errores filosóficos y teológicos de Rahner, su fama, como sabemos, todavía está muy extendida en muchos ambientes eclesiásticos. Sin embargo, conviene una vez más tener en cuenta que, si bien el nombre de Rahner no ha sido indicado como su autor, muchas de sus enseñanzas han sido condenadas por los Papas del postconcilio, aunque debe reconocerse que la autoridad romana no ha intervenido hasta el presente de manera significativa y adecuada para condenar explícitamente sus errores como "rahnerianos", salvo, en su momento el venerable papa Pío XII, con una censura que hoy está completamente olvidada.
----------Efectivamente, en la época de Pío XII [1939-1958], Rahner escribió de manera inoportuna e inapropiada acerca de la virginidad de Nuestra Señora (lo cual es dogma de fe) y, en consecuencia, recibió de la Santa Sede la prohibición de escribir sobre este tema. Por otra parte, la encíclica del papa san Juan Pablo II Veritatis Splendor contiene, por supuesto, una clara condena del error rahneriano consistente en la distinción entre "categorial" y "trascendental", distinción y conceptos que se encuentran típicamente en Rahner, pero no solo en él, y tampoco san Juan Pablo II menciona explícitamente a Rahner. Por mi parte, estoy convencido de que ha llegado el momento (¡y esto ya desde hace tiempo!) de hacer una crítica más amplia y más radical de los errores rahnerianos, pero mencionando expresa y puntualmente el nombre del autor. Solo así los fieles recibirán una clara indicación, y los seguidores de Rahner no encontrarán escapatorias.
----------El padre Cornelio Fabro [1911-1995], uno de los máximos teólogos y filósofos católicos del siglo pasado, denunció a Karl Rahner como uno de los mayores responsables del desastroso derrumbe ("sconquasso" decía él) en el campo teológico, trastorno ruinoso que, en efecto, siguió al Concilio Vaticano II, aunque el Concilio naturalmente esté completamente exento de la responsabilidad de haber avalado los errores de Rahner y, por lo tanto, sea del todo inmune a su influencia negativa.
----------Ahora bien, debería ser para todos evidente (al menos para los pastores) que una crisis de la teología (núcleo de la formación eclesiástica) no deja de tener presupuestos y consecuencias en la vida de la Iglesia y del Pueblo de Dios. En efecto, el pensamiento teológico en la Iglesia es el que da la medida cierta del común clima cultural y, sobre todo, en su aspecto o vertiente moral, ejerce una notable influencia sobre los fieles y refleja la conducta misma de los teólogos, aún cuando es verdad que el elemento que en última instancia es el determinante del clima moral-doctrinal de la vida concreta de la Iglesia está dado no por los teólogos, sino por el modo como los pastores (los obispos y, por extensión, sus presbíteros y diáconos) guían la Iglesia. Son los buenos pastores los que forman el buen rebaño, aunque se puede dar el caso que algunos buenos pastores no sean seguidos por el rebaño o que el rebaño, y no por culpa suya, tenga malos pastores.
----------Por consiguiente, también la influencia de los teólogos sobre los fieles está esencialmente vinculada a la conducta de los pastores, ya que incluso los teólogos, más allá de su cultura teológica, no son en el fondo y al fin de cuentas sino sólo fieles, básicamente iguales a los demás, aun cuando siempre ocurre que algunos de ellos se extralimitan, y pretendan conocer respecto de los datos de fe más que el propio Magisterio.
----------Habiendo dicho lo anterior, sin embargo, debe también reconocerse con franqueza, que también suele suceder que el Magisterio, aunque siempre siga siendo el depositario y mediador de la verdad católica, carece frecuentemente de esa prudencia y de esa fuerza pastorales que le permita intervenir a tiempo, con prontitud, inmediatamente, y sobre todo eficazmente, para proteger o liberar al Pueblo de Dios de las insidias y trampas de los malos teólogos, o para cuidar y curar (tanto al Pueblo de Dios como a los mismos teólogos, también miembros del Pueblo de Dios) de la pandemia del error y de la mentira en materia de fe.
----------Pero naturalmente, si fuera en realidad cierto que es el pastor "quien primero -como decía el cardenal Martini en sus últimos días- siente en su conciencia las mismas objeciones del incrédulo y convive con ellas sin más ni más", entonces, debemos convenir que le será muy difícil si no imposible al pastor tener esa fe convencida, clara y sólida que le permita llevar a cabo esta obra de rescate, de socorro, de asistencia, y de misericordia en favor de los fieles perdidos, desorientados, confundidos, o engañados, o incluso le será aún más difícil tener el coraje de advertir y corregir a los rebeldes. Y además, si "la duda -como dice el cardenal Gianfranco Ravasi- entra en el constitutivo mismo del acto de fe", entonces... ¡estamos perdidos!, estamos como al principio, y el pastor ciertamente no estará de ninguna manera a la altura de su tarea y de su responsabilidad de esclarecer y dar certeza a sus fieles. Como ya lo he dicho en otras ocasiones refiriéndome a este tema, la duda en materia de fe no es un "perro guardián", sino un perro al que le faltan los dientes, que para cuidar la casa sirve lo mismo que un gato, sirve lo mismo que la gatita que se ha aquerenciado en el convento y que viene a pedirme de comer todos los mediodías. ¡La duda no puede ser guardiana de la fe!
----------Ahora bien, viniendo ya a la cuestión planteada en el título de esta nota: ¿tenía razón el cardenal Martini cuando dijo: "la Iglesia nunca ha estado tan bien como lo está hoy"?... A simple vista, a una mirada humana superficial, tratando de huir de cualquier extremismo en el juicio, hay quien pudiera decir que hoy a la Iglesia no le va tan mal. De hecho, y sin hacer en este momento ningún juicio de valor moral sobre los claroscuros del listado meramente cuantitativo y material que haré a continuación, hay que decir que la Iglesia está esparcida por todo el mundo, tiene representaciones pontificias en unos ciento ochenta Estados frente a las veintena que tenía por ejemplo a principios del siglo XX, la Santa Sede goza de un considerable prestigio moral entre los órganos representativos políticos a nivel de la comunidad mundial, hace sesenta años la Iglesia celebraba un Concilio grandioso, con un número de Padres conciliares que nunca antes se había registrado en la historia, posee un número de Cardenales que nunca se había alcanzado anteriormente, dispone de variados medios de comunicación que le permiten comunicarse en todo el mundo, es intensa la actividad ecuménica, lo mismo el diálogo con los no cristianos y con los no creyentes, dispone de numerosas instituciones académicas en todos los niveles, mantiene sus estructuras organizativas diocesanas, parroquiales, caritativas y misioneras, administra un considerable patrimonio económico (el IOR), y en definitiva, no tenemos particulares o llamativos conflictos intra-eclesiales, salvo el notorio entre los extremistas del modernismo y del pasadismo (conflicto al que me he referido abundantemente en este blog), pero, al fin de cuentas no material ni públicamente tan graves conflictos como aquellos que hemos tenido en siglos pasados (piénsese por ejemplo en la crisis donatista o arriana de los primeros siglos o en las guerras de religión de los siglos XVI-XVII).
----------Sin embargo, ¿esa mirada superficial es la correcta? El caso es que es necesario reconocer que existen también hechos de por sí gravísimos, que deberían constituir un llamado de atención, una campana de alarma, manifestativos de que en realidad las cosas no van bien, hechos como por ejemplo, en la pasada década, la dimisión del papa Ratzinger, o la previa traición de Paolo Gabriele, con todo aquello que escondía y que a pesar de los años aún no ha llegado totalmente a la luz; la ambición y el arribismo o carrerismo en los cargos eclesiásticos tanto en la Curia Romana como en otros ámbitos eclesiales, la corrupción sexual del clero que ha explotado públicamente en los últimos años con denuncias que llegan a los más altos vértices de la estructura eclesial, la caída espantosa de las vocaciones, la insidia y las trampas de la masonería, la escasez en Occidente de conversiones al catolicismo, e incluso las apostasías masivas y públicas, los cristianos cruelmente perseguidos por el Islam y por el comunismo, la impresionante propagación de las herejías incluso entre prelados, la generalizada flagrante indisciplina y la desobediencia en materia de ética cristiana (pensemos por ejemplo en la ética sexual) o en la práctica litúrgica, la nulidad y vacío de contenidos que a menudo se esconde bajo la etiqueta de "católico", etc. Todos estos hechos vienen a ser ignorados o minimizados o interpretados en un sentido engañosamente tranquilizador, incluso por los Obispos, cuando no se los interpreta en sentido decididamente positivo. No es que a mí me resulte más o menos fácil redactar el elenco de los que me parecen los males de la Iglesia actual, sino que simplemente me lo estoy preguntando, y te lo estoy preguntando, amable lector: ¿cuáles son los males que tú adviertes en la Iglesia de hoy? ¿O bien, acaso compartes aquel parecer del cardenal Martini: "la Iglesia nunca ha estado tan bien como lo está hoy"?...
----------En lo único sobre lo cual se ha insistido, al menos a nivel de los medios de comunicación social, aunque siempre con la sospecha de morbosa curiosidad y con evidente intención de desacreditar al sacerdocio y a la Iglesia, ha sido sobre el fenómeno de la pedofilia, como si esto también no fuera la consecuencia de una crisis de fe y de identidad en los mismos sacerdotes, seducidos por las numerosas herejías en circulación, de las cuales en cambio ¡no se habla en absoluto!
----------Pero, ¿por qué, entonces, aquel falso optimismo del cardenal Martini y de otros hoy?
----------Permítanme intentar responder en la segunda parte de esta reflexión, mañana.

2 comentarios:

  1. Por favor, padre Filemón, me gustaría que e explicara algo más acerca de un punto de su nota.
    Es cierto que parece exagerado, o francamente equivocado, decir como el cardenal Ravasi que "la duda entra en el constitutivo mismo del acto de fe", o decir como el cardenal Martini que el cristiano (o el pastor! parece decir incluso él) "siente en su conciencia las mismas objeciones del incrédulo y convive con ellas sin más ni más". Pero, ¿no le parece a Ud. que a veces pueden surgir dudas en la fe, incluso en el creyente mejor intencionado y más fiel al Magisterio?

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  2. Por supuesto, queida Herminia, ambos son puntos de vista erróneos, aunque existe alguna manera muy benévola de entender las opiniones de esos dos cardenales. Te prometo que pronto, Dios mediante, publicaré una nota acerca del constitutivo esencial del acto de fe, que podrá aclararte este punto.
    Que pases una fructífera Semana Santa y Pascua.

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