viernes, 19 de marzo de 2021

¿Qué decir del conservadurismo y del progresismo en la Iglesia? Son dos categorías periodísticas, pero no del Magisterio

Vuelvo a proponer un tema de candente actualidad, con una reflexión que había publicado hace un año atrás en tres pequeñas notitas que ahora actualizo en una sola: el tema de la actual división entre los dos bandos o partidos que laceran la Iglesia, con gran daño de quienes están en el medio de esta amarga disputa: los simples fieles verdaderamente católicos, obedientes al Vicario de Cristo. Presento el tema esta vez refiriéndome a las categorías de "progresistas" y "conservadores", dos categorías que jamás se han convertido en propias del lenguaje del Magisterio de la Iglesia.

----------¿Qué valor tienen estas dos categorías periodísticas, que han estado en los principales medios de comunicación durante cincuenta años, y que nunca se han hecho propias del lenguaje del Magisterio de la Iglesia? En realidad, reflejan una visión superficial y extremadamente aproximativa de las cuestiones morales y doctrinales, confundiendo el debate y la problemática eclesiales con las controversias y las contrastantes y efímeras corrientes y opiniones del mundo político.
----------Como intentaré demostrar en este artículo, se trata de dos categorías absolutamente inadecuadas y engañosas con respecto al problema doctrinal que se ha vuelto hoy gravísimo en la Iglesia. Son una especie de hipócrita cortina de humo con la que desde hace más de cincuenta años los modernistas y los enemigos de la Iglesia, abiertos u ocultos, han logrado imponer a la opinión pública con una potentísima propaganda, con la connivencia de la debilidad o la imprudencia de las autoridades eclesiásticas en diversos niveles, para difundir impunemente sus errores y sus vicios morales en la Iglesia.
----------Por eso, parece que ha llegado la hora de decir basta, y de desenmascarar de una vez por todas a los impostores, recuperando la sabiduría, la honestidad, la seriedad, la precisión y la claridad del lenguaje de la Iglesia, atestiguada en la historia de dos mil años de cristianismo y basado sobre el mismo sentido común, que advierte la necesidad fundamental de distinguir, en las cuestiones vitales, no tanto el conservar del progresar, que son dos cosas ciertamente respetables aunque no decisivas, cuanto ante todo de distinguir en las cuestiones fundamentales de la vida de la Iglesia lo verdadero de lo falso, el bien del mal, la justicia del pecado. Es admisible en el lenguaje, cuando el tema o la oportunidad lo imponen, un cierto estilo indeterminado, diplomático o esfumado o matizado; pues no se puede proceder siempre a golpes de hacha, lo cual comporta el riesgo también de resultar ofensivo (como dice Jacques Maritain, en Le paysan de la Garonne), esto es cierto, pero también es cierto que la costumbre hoy difundidísima de la ambigüedad sistemática, de la deslealtad habitual, de ese decir y no decir que irónicamente viene llamado lo políticamente correcto, es cosa repugnante y fuente de infinitos males en la Iglesia, lo cual es hoy evidente.
----------Es cierto que estas categorías engañosas (conservadores y progresistas, o bien conservadurismo y progresismo), son en sí mismas no ilícitas, sin embargo, son favorecidas por esa ala del mundo y de la teología católica que hoy es muy poderosa, que se pavonea narcisistamente del título de "progresista" marginando con condescendencia, altiva indulgencia e intolerancia apenas disimulada, a todos los que en la Iglesia no comparten su modernismo, desde los extremistas lefebvrianos y sedevacantistas hasta los católicos más puros, rectísimos y fieles e incluso a los progresistas como Jacques Maritain [1882-1973] o Yves Congar [1904-1995]. Precisamente, este progresismo, para ellos, no es todavía suficiente, dado que se sienten de tal modo en la avanzada, de tal modo adelantados hacia la Iglesia del futuro, que ellos consideran al propio Concilio Vaticano II y al pontificado posterior como superados y todavía ligados a los restos del pasado. Así, por ejemplo, el cardenal Carlo Maria Martini [1927-2012], pocos meses antes de su muerte, declaró en el Corriere della Sera que la Iglesia de Ratzinger se había quedado dos siglos retrasada.
----------Es útil recordar que el papa Francisco, en su notable discurso en la clausura de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, el 18 de octubre de 2014, condenó a los "progresistas", usando esa ambigua categoría periodística, pero es evidente que se refería a los modernistas, los cuales durante cincuenta años han resucitado y logrado sobrevivir hasta ahora como parásitos de la Iglesia, figurando como los primeros de la clase, y cosechando el éxito escondiéndose bajo el honorable título de "progresistas". 
----------En efecto, es indudable que el Concilio Vaticano II ha tenido un carácter progresista, en cuanto ha promovido el progreso de la piedad cristiana, de la eclesiología, de la teología, de la moral, del diálogo con el mundo y de la vida espiritual. Por otra parte, podemos entender por qué los Papas hasta ahora no han hablado de "modernismo" salvo en rarísimas ocasiones; porque todos conservamos el recuerdo dramático del modernismo de la época de san Pío X, quien definió el fenómeno como la "suma de todas las herejías". 
----------Sin embargo, desde hace ya más de cincuenta años, destacados eruditos, estudiosos de primer orden, y pastores autorizados de la Iglesia, como Jacques Maritain, en la obra antes mencionada, o Dietrich von Hildebrand [1889-1977] en El caballo de troya en la ciudad de Dios, o Cornelio Fabro [1911-1995] en La aventura de la teología progresista, o el cardenal Giuseppe Siri [1906-1989] en Getsemani. Refexiones sobre el movimiento teológico contemporáneo, o el cardenal Pietro Parente [1891-1986] en La crisis de la verdad en el Concilio Vaticano II, o el cardenal Alfredo Ottaviani [1890-1979], señalaron proféticamente el retorno de un modernismo que se verificó inmediatamente después del Concilio.
----------Es cierto que también estuvo en esa misma honorable lista monseñor Marcel Lefèbvre [1905-1991]. Sin embargo, desgraciadamente, cayendo en un gravísimo equívoco, enseguida acusó al propio Concilio Vaticano II de modernismo, lo cual es en sí mismo es un error en la fe, una verdadera herejía (al menos material), error que se ha ido profundizando y formalizando en sus seguidores: la actual FSSPX.
----------Por eso la palabra "modernismo" es sin duda aterradora. Sin embargo, tras un análisis cuidadoso de la situación actual de la Iglesia y de la teología en nuestros días, las cosas están precisamente así. Naturalmente, no debe decirse que esta enfermedad del espíritu afecta a todos los pacientes al máximo grado; sin embargo, sabemos que para hablar de neoplasia maligna no es necesario que el organismo se encuentre en metástasis, sino que es suficiente una presencia inicial que, gracias a una pronta intervención, puede ser también eliminada. Por tanto, es legítimo utilizar el apelativo de "modernista" incluso para temas en los que sólo se encuentran rastros de esta grave enfermedad del espíritu.
----------Por consiguiente, lo importante es no confundir el progresismo con el modernismo. El progresismo, como he dicho repetidamente, es un aspecto del todo normal y yo diría obligatorio de la sana vida cristiana. "La caridad, dice san Agustín, si no progresa, no es caridad". Y el propio san Pablo exhorta a todos a tender con todas las fuerzas y a avanzar continuamente hacia la perfección.
----------Por su parte, la Iglesia, asistida siempre por el Espíritu Santo hasta la consumación de los siglos, avanza, progresa, continuamente en la historia hacia la plenitud de la verdad. El modernismo, en cambio, es un falso progresismo; es un intento engañoso y equivocado que, pretendiendo referirse dolosamente, maliciosamente, al Concilio, quiere modernizar la vida cristiana a través de una asunción acrítica de la modernidad en su totalidad, la cual, modernidad que en lugar de ser juzgada por el Evangelio, pretende ella misma juzgarlo.
----------El progresismo legítimo, por lo tanto, puede ser la expresión de una sana propensión a lo nuevo, efecto de una libre elección o preferencia completamente normal de ciertos fieles dentro de la Iglesia, que están más interesados ​​que otros en el elemento dinámico, evolutivo y propulsor hacia la plenitud de la verdad y la virtud. Nada malo en todo eso, de hecho, por el contrario, es un gran bien. Un precioso servicio, ciertamente no exento de riesgos, que vale la pena correr para sugerir nuevos caminos, proyectos de búsqueda y de realización, para favorecer el avance de la Iglesia en la historia hacia la plenitud escatológica.
----------Sin embargo, indispensable y vital, tanto en la Iglesia como en la teología, es por otra parte también un cierto elemento u oficio de legítima conservación, custodia, guarda, oficio de tradición, en cuanto se trata de profundizar, esclarecer, explicitar, desarrollar, mejorar, hacer crecer y progresar un patrimonio, un depósito perenne, podríamos decir un tesoro divino, incorruptible, inmarcesible e inmutable de valores teóricos y morales, valores "no negociables", como suele decirse, universales y absolutos, revelados, ordenados y fundados por Nuestro Señor Jesucristo y confiados por Él a los Apóstoles y a sus sucesores. En esta luz san Pablo ordena a Timoteo: "Guarda el depósito" (1 Tm 6,20).
----------Este legítimo y necesario oficio de conservación, evidentemente no consiste en permanecer apegados a costumbres, instituciones, cosas, doctrinas del pasado que, habiendo agotado ya su función, o bien se mostraron dañosas, o ya no sirven más, o ya no tienen nada más que dar y, de hecho, se vuelven peligrosas: se trata del "tradicionalismo" condenado por el Papa en aquel mencionado discurso del 2014. Este "tradicionalismo" (que confunde Tradición con tradiciones) no sería fidelidad a la Tradición, sino atraso, obsolescencia e impedimento para aquel progreso, "un palo en la rueda" como suele decirse, o incluso un veneno, como sería por ejemplo consumir un alimento caducado o "poner bozal al buey que trilla" (1 Cor 9,9). No se trata del sano tradicionalismo, sino de lo que yo llamo pasadismo. Por lo tanto, así como hay que distinguir el sano, legítimo y necesario  progresismo de su deformación herética, el modernismo en sus variadas formas, también hay que distinguir el sano, legítimo y necesario tradicionalismo de su deformación herética: el pasadismo lefebvriano y filo-lefebvriano en sus diversas formas.
----------Por consiguiente, es urgente aportar algunas modificaciones a un cierto modo de expresarse sobre estas cuestiones. Para darme a entender, un buen ejemplo a considerar es lo que puso de manifiesto el gran debate que tuvo lugar el año 2014 en torno a lo sucedido y a las conclusiones del Sínodo de Obispos sobre la familia. Acerca de ello, es necesario hacer algunas puntualizaciones. La gran prensa modernista y masónica en aquel momento se complacía en presentar la corriente del cardenal Walter Kasper como "progresista" y cercana o vecina al Papa, mientras que la otra corriente, que tenía como cabezas visibles los que se convirtieron en famosos cinco cardenales, incluyendo entre ellos al cardenal Gerhard Ludwig Müller, por entonces todavía prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fue calumniosamente, o al menos inapropiadamente, hecha pasar como "conservadora" y contraria al Papa, el cual era presentado como "progresista".
----------Aquella malvada campaña de prensa, dentro y fuera de la Iglesia, sucedida en el 2014 y continuada en los años siguientes, significó y significa cambiar las cartas sobre la mesa, como suele decirse, de forma pérfida y desleal, de modo traicionero e injusto. Pongamos, por lo tanto, las cosas en su lugar. Aquellos cinco cardenales, que en la oportunidad citada no hicieron más que recordar los valores esenciales y dogmáticos del matrimonio y la familia, no fueron ni son en absoluto ni en modo alguno "conservadores", sino perfectos católicos. Mientras que el cardenal Kasper y sus amigos, en cambio, con sus mal ocultos presupuestos relativistas e historicistas, no deberían ser llamados "progresistas", sino sobre todo modernistas.
----------Al Papa, entonces, que está obviamente super partes gracias al carisma de Pedro y como Maestro de la Fe, si queremos precisamente darle una calificación, podríamos asignarle como máximo la de progresista, pero no al modo de Rahner o de Kasper o de Küng, sino al modo del papa san Pablo VI, o al de Maritain o al de Congar, ciertamente no, por lo tanto, un modernista, con el debido respeto a los modernistas que quisieran apoderarse de él. Porque incluso un Romano Pontífice es libre de preferir una determinada corriente teológica o de expresar su propia línea cultural personal, que nada tiene que ver con su oficio de infalible doctor universal de la Iglesia, más allá de todas las opiniones o posibles tendencias teológicas.
----------Por consiguiente, y siempre me estoy refiriendo como ejemplo a lo sucedido en las polémicas del 2014 en torno al Sínodo de Obispos, si allí existía alguien contra el Papa, maestro de la fe, más allá de sus alardeadas y inatendibles declaraciones de representar al Papa, era y es el propio Kasper; y si existía alguno con el Papa, maestro de la fe, era el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Müller. Por lo tanto, no se venga a decirnos tonterías. Los periodistas improvisados teólogos, antes de escribir tonterías, se deberían dejar instruir por quienes saben un poco más de teología que ellos.
----------Una última consideración que debemos hacer es que el problema del modernismo es en sí mismo mucho más serio que el del pasadismo, o conservadurismo o lefebvrismo; por no decir que el primero es mucho más difícil de resolver que el segundo, porque mientras que los lefebvrianos y afines, pasadistas en general, constituyen una pequeñísima minoría, y por lo tanto de muy escaso poder intra-eclesial, los modernistas, después de una incansable labor de escalada hasta los vértices eclesiales, que se ha prolongado durante cincuenta años, ahora han logrado conquistar un poder enorme en la Iglesia y en la jerarquía misma.
----------Se comprende entonces fácilmente cómo, mientras resulta relativamente fácil intervenir frente a los pasadistas (lefebvrianos, ultra-conservadores y abusivos tradicionalistas), es mucho más difícil eliminar el modernismo, dado que en él están involucradas las propias autoridades que deberían intervenir. Es, como ha dicho humorísticamente un buen periodista, muy sagaz, como poner los ratones para vigilar la fábrica de queso. De tal modo es hoy muy evidente la injusticia que se está produciendo, mucho más evidente con el papa Francisco que en los tiempos de Benedicto XVI. Son los así llamados "dos pesos y dos medidas". Ejemplos llamativos y paradigmáticos son, por una parte, la persecución producida a los Franciscanos de la Inmaculada y, por otra, la impunidad y la continuidad del enorme éxito de los cuales todavía disfruta el rahnerismo, que perduran aún después de cincuenta años, no obstante la oposición y denuncias de ilustres teólogos.
----------De hecho, hay que considerar que, si bien por un lado los pasadistas lefebvrianos tienen al menos respeto por la inmutabilidad del dogma en su verdad (aunque rechazan erróneamente el progreso dogmático, y se mantienen obstinadamente en su error dogmático respecto a la Iglesia institución, y a las prerrogativas del Papa y los Concilios), los modernistas rahnerianos y afines son todavía mucho peores, a causa de su relativismo y evolucionismo dogmático, que los lleva a destruir todos los dogmas y socavar los cimientos de la fe, conduciendo a las almas a la apostasía y a la inmoralidad, más allá de todo su simulado catolicismo. ¿Acaso una "fe", por ejemplo, como aquella predicada por el cardenal Martini, en la que el ateísmo es intrínseco, o como la preconizada por el cardenal Ravasi, que llevaría consigo la duda, o la fe "atemática" de Rahner, o la la fe no como doctrina sino como "encuentro" o "experiencia", acaso esa fe, digo, es verdadera y recta fe?
----------El remedio o por lo menos un importante remedio a este clima de falsedad y de injusticia, por el cual, según una eficaz expresión del cardenal Raymond Leonard Burke, sentimos el "mal de mareo" en el barco de la Iglesia que parece sin timonel en medio de la tempestad, parece ser de parte del Magisterio, una decidida, sabia y valiente reanudación del auténtico y genuino lenguaje doctrinal y pastoral, que siempre ha distinguido a los grandes guías líderes de la Iglesia, a los grandes reformadores y a los santos pastores y maestros, aquella sabiduría pedagógica, catequética, terapéutica, sanadora y evangelizadora de la Iglesia, inspirada por la Palabra de Dios, guiada por el Espíritu, sabiduría educadora que sobresale sobre cualquier otra escuela de teología, de espiritualidad y de perfección moral y de virtud de la humanidad.
----------En particular, es necesario que hoy la Iglesia vuelva a hablar de la distinción entre la herejía y el dogma, entre la ortodoxia y la heterodoxia, es decir, en sustancia, esencialmente, entre lo verdadero y lo falso en el campo de la fe, así como es normal que el médico hable de enfermedad y de salud. ¿Cuál es ese médico que no se atreve a decirle al enfermo que está enfermo? Hay demasiado escrúpulo en las autoridades y entre los pastores para hablar con absoluta franqueza del error, de la herejía, como si esto pudiera ofender a quien está en el error. Por supuesto, es necesario saber hablar, pero saber hablar es en realidad toda una ventaja para quien está en el error y para quienes son engañados por él. Hoy en día hay cientos de miles, por no decir millones de católicos o en todo caso de personas engañadas por los herejes.
----------No sirve de nada pretender simular no ver la caótica situación, o limitarse a leves condenas o denuncias vagas y genéricas, que no alcanzan a inquietar a nadie, sino que más bien empeoran la situación de quienes se mantienen en el error, y acaban dando vía libre a los impostores para que sigan dañando. Parece que el Magisterio durante mucho tiempo haya sido presa de una excesiva consideración por los descarriados, por quienes están en el error, a tal punto que esto luego da un vuelco en su propio detrimento.
----------En realidad, el Magisterio de la Iglesia no debería tener nunca temor de afectar o disgustar, o castigar llegado el caso, a teólogos o pastores aunque se trate de teólogos o pastores famosos o populares, incluso aunque sean cercanos a la misma Santa Sede o pertenecientes a la misma Curia Romana o a Facultades pontificias. La franqueza con la cual los cardenales fieles han criticado en varias ocasiones, en defensa del Magisterio de la Iglesia, a los co-hermanos que se equivocan, es ejemplar y reconfortante.
----------Era hora que los buenos Cardenales de la Romana Iglesia salieran al descubierto. Por supuesto, los modernistas se lamentan de que Roma es demasiado severa. Pero esto es muy bien comprensible y no debemos tenerlo en cuenta. La denuncia del error sirve precisamente para corregir al que está equivocado, mientras que una consideración excesiva, un lenguaje impreciso y genérico, demasiado blando e indulgente, no es misericordia, sino que al final es connivencia con el error, con evidente daño del equivocado.
----------Un lenguaje tímido, "políticamente correcto", acomodaticio balbuceante y tergiversante o engañoso, muestra en realidad falta de convicciones, o bien deseos de aplausos, y no genera ningún respeto, no sirve para moderar a los arrogantes, y de hecho suscita solo la risa o la compasión. Las cosas deben ser llamadas por su nombre. Claro que hay que tener cautela antes de calificar una proposición como herética; pero si tomamos consciencia con certeza de tal proposición o enseñanza es herética, se debe decir que es herética.
----------Ciertamente es necesario a veces, e incluso habitualmente, ser suave y delicado en las intervenciones, tener paciencia y saber esperar. Pero cuando existe deber de sacudir una conciencia adormilada o jactanciosa, se necesita energía y severidad. Las expresiones alusivas y eufemísticas, los circunloquios, la paráfrasis o perífrasis, sin son elevadas a sistema, son absolutamente ineficaces para mostrar los males y para corregir las costumbres y las ideas erróneas, como lo demuestra ad abundantiam la experiencia de quienes se dedican a la educación, a la formación del prójimo o a la guía de las almas.
----------El Timonel de la barca está durmiendo. No es necesario despertarlo, para no sentirnos reprochados de tener poca fe. Sabe Él cuándo y cómo intervenir. En todo caso, depende de Él despertarse. En cuanto a nosotros, continuamos remando, por ineficaz que nos parezca nuestra acción. Si la barca corriera realmente el peligro de hundirse, Él se encargará de calmar las aguas.

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