jueves, 25 de marzo de 2021

¿Cómo debemos comportarnos con el papa Francisco?

He observado que algunos lectores de este blog siguen manifestando serias dificultades para aceptar en la obediencia de la fe el misterio de la realidad divina y humana del lugar y oficio del Romano Pontífice en la Iglesia. De ahí que me ha parecido oportuno y conveniente reformular viejos pensamientos, con algunos matices y agregados. La realidad divina y la realidad humana de la Iglesia, y asimismo la realidad divina y humana del Papado, son, ambas, un misterio; y no es que la realidad divina sea más o menos fácil de aceptar que la realidad humana. Ambas, realidad humana y realidad divina de la Iglesia y del Papado, son difíciles de aceptar humanamente; sólo es posible aceptarlas divinamente, o sea, con esa participación del conocimiento divino que nos da la virtud infusa de la Fe teologal. Espero que mis siempre modestas argumentaciones, como la que sigue, puedan ser de utilidad para los lectores, no obstante lo sucinto de su exposición, sin mayores detalles. Les adelanto que en esta nota me concentraré en la aceptación de la realidad humana del Papado.

----------No son pocos los fieles católicos que, en el ámbito de la guía espiritual manifiestan desde dudas hasta sufrimiento, turbación y variado grado de conmoción ante las actitudes y directivas pastorales y de gobierno de la Iglesia, asumidas por el actual Pontífice. Hoy, de hecho, si bien muchos aprueban, y algunos hasta el punto del entusiasmo, y en el límite de la incorrecta papolatría, la obra del papa Francisco, entretanto existen otros que están descontentos y algunos casi escandalizados, hasta el punto de correr el riesgo, como los luteranos, de perder la fe en el mismo Papado, lo que sería sumamente peligroso para su alma.
----------Por otro lado, no me dirijo (al menos directamente) en esta nota a quienes atacan de modo sistemático al actual Pontífice, demostrando de este modo que, o bien no saben distinguir entre el oficio petrino que es ejercido indefectiblemente en su función magisterial y las eventuales defecciones en su función pastoral o de gobierno, o bien no distinguen entre Cátedra Petrina y el hombre que la ocupa, o bien han perdido la recta fe en el Papado. Hacia ellos me queda, naturalmente, mi compasión y mi deber de orar por su conversión.
----------A quienes en estos apuntes me dirijo es a aquellos buenos católicos, que honran y respetan al papa Francisco como verdadero Papa; esos católicos que están siendo probados pero no vencidos; que sufren amarguras pero en el fondo conservan la serenidad; que están desorientados, pero sin haber perdido el camino; disgustados pero todavía sabiendo encontrar la dulce presencia del Señor a través de su Vicario en la tierra; sufrientes, pero también consolados; cansados, pero recuperándose con renovada esperanza; católicos que parecen estar a punto de ceder, pero he aquí que se aferran con todas sus fuerzas a Cristo.
----------Digámoslo sin medias tintas: el problema de los problemas hoy es, efectivamente, el papa Francisco. Con el Papa actual, la Iglesia está sufriendo, mientras que el mundo está feliz (o al menos eso se notaba antes de la pandemia, en encuentros públicos y viajes apostólicos). Es necesario saber encontrar en el papa Francisco lo positivo, ante todo como maestro de la fe, donde no puede equivocarse. No faltan sus valiosos documentos, sobre todo las encíclicas. Importante es la Carta Gaudete et exultate, especialmente la condena del pelagianismo y del gnosticismo. Pero incluso la controvertida exhortación Amoris Laetitia, si es interpretada correctamente, no presenta dificultades doctrinales. Si se la lee con atención, en realidad no da permiso de Comunión a los divorciados vueltos a casar, sino que lo pone solo como hipótesis en la nota 351. Y su tan vapuleada última encíclica, Fratelli tutti, es perfectamente ortodoxa y pastoralmente oportuna si se tiene en cuenta la distinción entra fraternidad cristiana sobrenatural y fraternidad humana natural, que no aceptan ni comprenden los críticos del fundamentalismo fijista, aunque tampoco se sienten contentos de esta encíclica los neo-modernistas, por su clara condena al rahnerismo al indicar en su última parte los valores absolutos o no negociables.
----------Ahora bien, es necesario, con el papa Francisco, ir más allá de su apariencia modernista y relativista y descubrir el Evangelio que él predica, aunque a menudo de forma ambigua y equívoca. Por otra parte, tiene el defecto de no decirlo todo, y eso no hace bien, porque demuestra respeto humano. Parece que tuviera temor a los juicios del mundo y a las críticas de los que detentan el poder en el mundo y en la sociedad civil. El papa Francisco deja de lado aquellas partes del Evangelio que podrían dar lugar a fastidio.
----------Sin embargo, acogemos con gratitud los aspectos positivos tanto de su enseñanza y práctica pastoral como aquellas partes del Evangelio que él predica. Naturalmente, no podemos acusarlo de falsificar el Evangelio, como hizo Lutero con León X, porque nosotros mismos nos pondríamos del lado de la herejía. La suya no es herejía sino negligencia dictada por un excesivo respeto por el mundo y sometimiento a las ideologías dominantes. Está claro que la herejía es pecado contra la virtud de la fe (imposible en el Romano Pontífice, por voluntad expresa de Nuestro Señor Jesucristo), mientras que la negligencia es, hablando in genere, pecado contra la virtud de la caridad, y este pecado es en efecto posible en un Romano Pontífice.
----------Intentemos hacer un elenco de estas doctrinas olvidadas o descuidadas: la independencia de Dios respecto del mundo, la inmutabilidad e impasibilidad divinas, la identidad del Dios severo del Antiguo Testamento con el Dios misericordioso del Nuevo Testamento; la necesidad de la justicia junto con la misericordia; la historicidad del relato bíblico de Adán y Eva; la hostilidad de la naturaleza como castigo del pecado original; la transmisión por generación de la culpa original; el valor satisfactorio, expiativo y reparador de la redención de Cristo; la Santa Misa como renovación incruenta del sacrificio de Cristo; la transubstanciación eucarística; el efecto mortal del pecado; la importancia de la ascesis; la noción de verdad; la relación de la gracia con el libre albedrío; los méritos conseguidos mediante las buenas obras; la salvación solo para los que observan los mandamientos; la gracia ofrecida a todos pero no otorgada a todos; el perdón solo para aquellos que se arrepienten; la distinción entre mal de culpa y mal de pena; la fe como conocimiento intelectual; la inmutabilidad de la verdad dogmática y de la ley moral; el significado del pecado de herejía; la distinción entre fraternidad-filiación natural humana y fraternidad-filiación sobrenatural cristiana; el deber de los hermanos separados de entrar en comunión con la Iglesia Católica; el primado del cristianismo sobre las otras religiones; la evangelización como finalidad del diálogo interreligioso; la distinción entre la guerra justa y la guerra injusta; la predestinación de los elegidos; el primado de la Iglesia sobre el mundo y sobre el Estado; las condiciones para pertenecer a la Iglesia; la advertencia que nos llega de los condenados del infierno; el purgatorio; la condena de la sodomía, del comunismo, de la masonería, del modernismo, del rahnerismo; la recta y auténtica interpretación del Concilio Vaticano II, en contraposición con la modernista y la que era moda en el '68.
----------En realidad, se necesitaría una nueva santa Catalina, que reclamara al Papa el cumplimiento de su deber, como hizo con el terrible Urbano VI, que por la dureza de su conducta hacia los Cardenales provocó el cisma de Occidente. En cuanto al papa Urbano, Catalina dijo que se olvidó de la misericordia en nombre de la justicia, a Francisco, Catalina le diría que se olvida de la justicia en nombre de la misericordia.
----------Santa Catalina de Siena [1347-1380] dice, dirigiéndose también al papa Urbano VI [1378-1389], que un vicio recurrente en los Superiores es el amor propio, por el cual el Superior, careciendo de humildad y embriagado por su poder, por un lado se excede en su tendencia a mandar, mientras que por otro lado es también demasiado permisivo, pues no reconoce sus propias faltas, no escucha las dudas, las quejas o los reclamos, le gusta que le halaguen, no acepta críticas y desprecia a los adversarios, mientras que por el contrario no corrige sino que trata con suavidad a los sujetos equivocados o desviados, por temor a perder su favor, y renuncia a hacer justicia para no tener problemas con los poderosos. Creo que Catalina le daría hoy a Francisco las mismas advertencias y le haría las mismas exhortaciones.
----------Catalina, además, como hizo con el papa Urbano VI, que dividió la Iglesia provocando el cisma, invitaría al papa Francisco, custodio de la unidad de la Iglesia, a hacer obra de pacificación al interior de la Iglesia y, en particular, a esforzarse por la reconciliación entre lefebvrianos y modernistas, corrigiendo los defectos de los unos y de los otros, para aunar las buenas cualidades de cada una de las dos partes, de manera de unir conservación y progreso, tradición y renovación, fidelidad y reforma.
----------Sin embargo, para tener el ascendiente y la credibilidad necesarios para alcanzar este preciosísimo objetivo, le diría al papa Francisco que debe estar verdaderamente por encima de las partes, custodio y guardián irreprensible e incorruptible de los valores comunes y universales, en el respeto de la diversidad, juez y árbitro ecuánime e imparcial, padre de todos y no de una sola parte.
----------A tal fin, diría Catalina de Siena, es necesario que el papa Francisco deje de maltratar a los lefebvrianos y de acariciar a los modernistas y les llame a todos hacia sí mismo (vínculo de unidad) como a niños amados a vivir en la concordia y en la paz como buenos hermanos bajo el único padre. Los lefebvrianos deben aceptar las doctrinas del Concilio Vaticano II y los modernistas deben interpretarlas no como les plazca, sino de acuerdo con la interpretación de la Iglesia y del Catecismo.
----------Por lo demás, santa Catalina de Siena le suplicaría al papa Francisco, siempre para moderar su protagonismo, que renuncie a deseos de grandeza, que renuncie a dar idea de que quiere rehacer la Iglesia de nuevo, descuidando la Tradición, en una búsqueda exagerada y unilateral de lo "nuevo", haciéndose pasar por Papa "revolucionario", iniciador de un "punto de inflexión epocal". Le recordaría las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, de que todo el que quiera ser grande en la Iglesia debe amar la humildad. Si quiere ser grande, y puede serlo, debe hacerse pequeño, es decir, humilde, al servicio de sus hermanos en la verdad, incluso a riesgo de su vida, y no concentrarse en la búsqueda del éxito personal.
----------Catalina le propondría al papa Francisco ejemplos de Papas Santos, como san Juan XXIII, san Pablo VI y san Juan Pablo II, y en todo caso excelentes Predecesores, como el papa Benedicto XVI. Ciertamente, Catalina exhortaría al papa Francisco a seguir adelante (sin renunciar en absoluto a elegir una línea diferente y personal) la reforma promovida por aquellos Papas, en lugar de pensar en Lutero o en 1968.
----------Catalina reconocería que uno de los signos más evidentes del mal gobierno eclesial del papa Francisco, es el de no haberse opuesto un freno suficiente a la impresionante y cada vez mayor propagación de la negligencia sexual y la lujuria, en todas sus formas, incluso las más abominables, cubiertas en modo inadecuado bajo el apelativo de "clericalismo", al cual el Papa no ha dejado de recurrir.
----------Aquello que probablemente Catalina le diría al Papa es que desaprueba su condena de la pedofilia, al no ir acompañada de una igualmente necesaria y enérgica batalla pastoral contra la sodomía. En realidad, en teoría, el papa Francisco la ha condenado. Y no podía no hacerlo, si no quería caer en la herejía.
----------Pero lo que resulta gravemente reprobable, es su familiaridad de trato con personas o círculos sodomíticos, así como las inquietantes noticias que sobre el propio Papa se desprenden del memorial de mons. Viganò en 2018 (cuando todavía Viganò no había mostrado los cismáticos signos de pérdida de equilibrio y de cordura, que hoy son manifiestos) noticias acerca de las cuales toda la Iglesia habría esperado una respuesta o un comentario de parte suya, mientras que la indiferencia y distancia con las cuales Francisco ha tratado ese documento da la impresión de un alma avergonzada, que quiere pasar por alto, precisamente aquello en lo que se le pide claridad y sinceridad. Si así lo hiciera no haría sino que le apreciáramos más.
----------No faltarían quienes, para justificar a Francisco -reconocería Catalina- citarían el ejemplo de Jesús que frecuentaba a los pecadores. De acuerdo. Pero Jesús luego los exhortaba a la conversión y a la penitencia; les reprochaba, les corregía, les advertía, les amenazaba. Pero, ¿qué hace Francisco? Un hermoso diálogo, una bello trato cordial, el aprecio de la "diversidad", y luego todo parece ser como antes. Los pecadores continúan alegremente sus vidas, como si nada hubiera pasado. No es éste, advertiría Catalina, el ejemplo de Cristo, que, efectivamente, a veces, aceptaba salir del "diálogo" y ser maltratado por sus adversarios. Y ella hacía lo mismo.
----------Ciertamente Catalina reconocería que el Papa se encuentra ante una situación eclesial desastrosa madurada en los últimos cincuenta años. Por cuanto respecta al problema específico de la ética sexual, se ha verificado una serie de renunciamientos o concesiones morales en los moralistas católicos, que han comenzado con la admisibilidad de la masturbación y de las relaciones prematrimoniales a fines de la década de 1960, pasando a la admisibilidad de los anticonceptivos en el '68. En la década de 1970 el divorcio, el aborto y la fecundación artificial. La difusión de las convivencias en las décadas de 1980 y 1990. El útero en alquiler en los años '90. La difusión de la pedofilia y de la sodomía desde el 2000. Las "uniones civiles" desde 2016 y los matrimonios homosexuales en la actualidad. ¿Y qué más llegará ahora?
----------La tarea urgente, por lo tanto, es la de proponer un concepto de la sexualidad humana que sea más elevado al que había existido hasta el Concilio Vaticano II, y que ha sido propuesto por la "teología del cuerpo" del papa san Juan Pablo II, el cual amplía la mirada sobre el sexo humano más allá de la actual condición de fragilidad y miseria de la naturaleza caída y redimida, hacia la condición protológica de reciprocidad ("esta vez es carne de mi carne", Gn 2,23) y de la unidad o comunión ("los dos serán una sola carne", Gn 2,24); y de aquí hacia la condición escatológica de la resurrección.
----------De tal modo, finalmente se supera, con el Concilio y sus desarrollos en la doctrina de san Juan Pablo II, la antropología platónica, que durante milenios ha estado en el corazón del ideal de la castidad. Primero en el platonismo y luego en su versión cristiana, que fue el origenismo, sustituida por la antropología aristotélica, más acorde con la antropología bíblica y armonizable con el dogma de la resurrección, mientras que en el platonismo esto no sucede. De hecho, en Platón es evidente el primado del espíritu sobre el cuerpo y, por tanto, sobre el sexo; y este orden corresponde ciertamente a la verdad de la naturaleza humana.
----------Pero luego Platón entiende el cuerpo y por lo tanto el sexo como una fuerza hostil o al menos ajena o incongruente al espíritu, de modo tal que el deseo sexual se opone al deseo de Dios. De ahí el voto de castidad que, en la abstinencia sexual, hace posible la unión con Dios. Pero el precio de esta operación, en Platón, es muy alto: el sexo debe ser extinguido. Ahora bien, todo esto supone la negación de la resurrección del sexo, que en cambio aparece bastante clara en las enseñanzas de san Juan Pablo II.
----------Frente a la antropología y moral platónicas, en cambio, para Aristóteles, el hombre es un animal racional, por lo cual el sexo entra en su esencia humana, aunque la primacía pertenece a la razón, es decir, al espíritu. A diferencia de Platón, que concibe al hombre como un espíritu que guía accidentalmente un cuerpo, en vista a liberarse de él, la antropología aristotélica concede pleno espacio a la resurrección del cuerpo y, por lo tanto, del sexo. Por eso, en consideración a la resurrección, la Iglesia ha preferido, a través de Santo Tomás de Aquino, la antropología aristotélica a la antropología platónica.
----------La ética sexual que emerge, por tanto, de la enseñanza de san Juan Pablo II es una concepción más alta de la sexualidad humana, una relación suya más estrecha con Dios, su verdadera y propia finalización en Dios: creada por Dios, está destinada a la resurrección, en la eterna visión celestial de Dios del alma bendita. Así, el voto de castidad no apunta a la extinción del sexo, sino al contrario, a su ennoblecimiento. Así, mediante una oportuna ascesis y la práctica de la abstinencia sexual, prepara el sexo para la resurrección.
----------Estoy convencido de que la actual propagación de la lujuria se debe en gran parte a una reacción impulsiva, irracional y exagerada a una práctica de la castidad fundada en una idea de concupiscencia, por la cual la justa lucha contra la concupiscencia acaba por confundirse con una lucha contra el sexo, un bien humano en sí mismo noble e indispensable, creado por Dios y destinado a la vida eterna.
----------De ahí el equívoco de combatir el sexo junto con la concupiscencia, que es simplemente su corrupción: equívoco o malentendido característico del origenismo, que ha sido por cierto condenado por la Iglesia, pero que en todo caso durante largos siglos ha producido ese rigorismo dualista, que sobrevive aquí y allí todavía hoy, aún después del Concilio Vaticano II, y que hay que eliminar, sin por ello por supuesto caer en el epicureísmo freudiano de la idolatría del sexo hoy imperante.
----------La diferencia entre la castidad y la lujuria no reside en el hecho de que la primera extingue el sexo y la segunda lo exalta, sino que reside en la relación entre espíritu y sexo: la castidad pone al espíritu por encima del sexo; mientras que la lujuria pone al sexo por encima del espíritu.
----------Llegados a este punto hay una grave cuestión, que parece desanimarnos en nuestro trabajo de proponer al Papa la "cura Catalina". De hecho, hay una gran diferencia entre la actitud de Urbano VI hacia Catalina y la del actual Papa hacia aquellos que, como por ejemplo nosotros, inspirándonos en Catalina, le proponemos una cura o tratamiento similar al que ella le propuso a Urbano VI: que el papa Urbano deseaba escuchar el parecer de la Santa, mientras que Francisco parece escuchar más bien a los modernistas.
----------¿Qué debemos hacer entonces? Por lo pronto, ya es algo ciertamente bueno y útil que aquellos que están descontentos esclarezcan entre sí con objetividad lo que está mal con el papa Francisco, evitando absolutamente cualquier forma de rencor y, como Catalina, movidos sólo por la caridad. Una vez aclaradas estas cosas, usarán la "cura Catalina", siempre que el Papa quiera escuchar.
----------Y con esto, mis queridos lectores, hemos llegado a la conclusión. Hemos visto lo que hoy probablemente santa Catalina de Siena podría decirle al papa Francisco. Por lo demás, y si pretendemos seguir el ejemplo de santa Catalina, y su particular vocación monástica, habrá que recordar que esa vocación no implica tanto la predicación, sino más bien la ofrenda generosa de uno mismo por la Iglesia, por las almas y por el Papa, en el silencio, en la liturgia, en la lectio divina, en la meditación, en la contemplación, en la adoración, en la oración, en la soledad, en la penitencia, fiel a la Cruz, mientras el mundo pasa: Stat Crux, dum volvitur orbis.

3 comentarios:

  1. Fr. Filemón: ¿Cómo explicará lo dicho por el Papa Francisco el día de ayer sobre que María NO ES CORREDENTORA?
    Sinceramente no comprendo cómo puede seguir negando lo que evidentemente el Papa se esfuerza en afirmar. ¿Dirá que no es una cuestión de fe y se trata de un error teológico?

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  2. Acabo de ver su respuesta en el artículo sobre María Corredentora.
    Ya me parecía que esa iba a ser su "solución". Cuando el papa dice algo contrario a la tradición, es una simple opinión teológica personal. Brillante. Con ese ardid soluciona usted todos los problemas.
    Viendo que esa siempre será su estrategia, dejaré de perder mí tiempo y los dejaré tranquilos con su recurso infalible para justificar todo.

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  3. Estimado Anónimo/a de las 10:49 y de las 11:02,
    "Cuando el papa dice algo contrario a la tradición" dice Ud.
    Pero, ¿qué entiende ud. por "tradición"? Porque da la impresión que allí engloba muchas cosas que no necesariamente otro católico como Ud. debería compartir.
    Si Ud ha podido leer con serenidad y buen ánimo por comprender mis argumentos, el artículo sobre María Corredentora, es poco más lo que yo puedo decirle. Sin embargo me animo a sugerirle:
    1) Esfuércese por identificar conceptualmente el concepto de Redención.
    2) Infiera, como es lógico, que el Redentor solamente puede ser el Hijo de Dios. Y nadie más.
    3) Luego, trate de identificar conceptualmente el concepto de co-redención y de "corredentor". Nadie puede ser corredentor en sentido propio, pues ya Ud. ha identificado que el Redentor sólo puede ser un Dios verdadero y Hombre verdadero que pague la infinita ofensa causada a Dios por el pecado. Por ende, de nuevo, ¿en qué sentido pueden ser los hombres, todos los hombres, "co-redentores"? Sólo en modo participativo, y absolutamente distante del sentido en que "per se" lo es sólo Jesucristo. En este sentido, analógico, se puede decir que los hombres pueden ser "corredentores" o "colaboradores" o "participadores" o "cooperadores" en la obra de la Redención del único Redentor.
    4) ¿Es legítimo el concepto de co-redención, en sentido analógico y participado? Sí, es legítimo. ¿A quien le puede corresponder? A todos los hombres, en la medida que libremente se asocien con sus sufrimientos "en Cristo" al único y propio acto de Redención obrado por Jesucristo.
    5) Pues bien, si todos los hombres pueden llegar a ser corredentores (lo cual no es un dogma, sino una opinión teológica que Ud. y yo haémos deducido de la fe mediante nuestra razón), María lo ha sido en modo único, por todo lo que Ud. y yo sabemos que hizo Nuestra Señora.
    6) Pues bien, el Concilio Vaticano II, al hablar de María, quiso expresar el mismo concepto de co-redención, pero sin usar la palabra corredentora, sino usando el de cooperadora, colaboradora. Y no usó el término corredentora por las razones expuestas en mi nota.
    7) El Papa, igualmente, sabe mejor que Ud. y yo que María ha colaborado, cooperado como nadie en la obra de su Hijo, pero él, lo mismo que otros Papas, no cree que deba usarse el término corredentora, y está en su derecho a hacerlo, porque no es un dogma. ¿Acaso Ud. hubiera tratado de hereje a Tomás de Aquino en el siglo XIII por ser de la opinión teológica de que no se podía hablar en el caso de María de Inmaculada concepción? ¿Negaba el concepto? No. No lo negaba. Pero como no podía armonizarlo con otras verdades dogmáticas, era de la opinión teológica de que no podía hablarse de Inmaculada Concepción. Si Tomás de Aquino hubiera vivido seis siglos después, habría defendido, sin embargo, el dogma de Pío IX.
    El mismo san Pio X, dan devoto de María como corredentora, no llegó a definir esa doctrina teológica como dogma. Ni san Juan Pablo II tampoco, siendo él partidario de llamar a María corredentora.
    Dicho esto, soy de la opinión de que llegará el día en que el título de corredentora será dogmatizado.

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