viernes, 26 de marzo de 2021

¿Qué relación tiene el Papa con la doctrina de N.S. Jesucristo?

Como decía ayer, vengo observando, no sin conmiseración, que algunos lectores de este modesto blog siguen manifestando serias dificultades para aceptar, como buenos católicos, en la obediencia de la fe, el misterio de la realidad divina y humana del lugar y oficio del Romano Pontífice en la Iglesia. Me permito, entonces, hoy profundizar en este tema que ya hemos tratado, pero enfocándolo ahora desde un nuevo punto de vista, a partir de la pregunta: ¿qué relación existe entre el Papa y la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo? Pues bien, al tratar de responder a esta pregunta, nos encontramos con dos principios de la doctrina católica en aparente contradicción entre sí. Trataré de explicarme.

----------Uno de los principales problemas que atormenta a muchos católicos en la actualidad es el de tener ideas claras sobre la consideración que nosotros, los fieles, debemos tener hacia las enseñanzas del Romano Pontífice en relación con la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo.
----------Existe en efecto un doble problema. 1) El primero podría formularse así: ¿qué valor tiene la interpretación que el Papa da de la doctrina de Jesucristo? 2) Y el otro, con la siguiente pregunta: ¿con qué criterio interpretar lo que dice el Papa acerca de o en relación a la doctrina de Jesucristo?
----------Ahora bien, es cierto que para nosotros los católicos el Papa es, en la Iglesia, quien con su autoridad docente nos aclara definitivamente la verdad sobre ciertos puntos de la doctrina de Cristo, puntos en torno a los cuales no alcanzamos a ponernos de acuerdo sobre cual sea la interpretación correcta.
----------Sin embargo, existen otros, que se consideran católicos, que sin embargo sostienen que los dogmas de la Iglesia o las enseñanzas doctrinales de los Concilios, sancionados o proclamados por los Papas, no son sentencias definitivas e irreformables, tales como para poder expresar verdades inmutables y universales, porque no existen verdades universales e inmutables, sino que la verdad es relativa a los tiempos y a los lugares, por lo cual la misma doctrina de Cristo en estos 2000 años ha estado sujeta a un cambio de significado y a diversas interpretaciones. Quienes sostienen esto son los modernistas, o neo-modernistas.
----------Esto implica que hoy por hoy, a juzgar por lo que dicen los modernistas, no obstante las incontables enseñanzas de los Papas acerca de la palabra y las obras de Nuestro Señor Jesucristo, y de las más refinadas herramientas exegéticas actuales, no somos ya capaces de saber qué es lo que ha dicho verdaderamente Cristo, sino que debemos contentarnos con lo que hoy creamos (subjetivamente) que pudo haber dicho.
----------El caso es que estos sedicentes católicos, los neo-modernistas, a menudo se proclaman a sí mismos amigos íntimos y devotos entusiastas del papa Francisco, pero no se preocupan en absoluto de discernir cuando el Papa habla en los documentos oficiales como infalible Maestro de la Fe, Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro, Pastor universal de la Iglesia, Testigo de la Sagrada Tradición, e intérprete autorizado de la Palabra de Dios, y cuando, en cambio, el Papa solamente expresa pareceres u opiniones personales discutibles o habla como doctor privado o habla improvisadamente, sin medir ni valorar bien sus palabras, de manera no tan reflexiva y extemporáneamente, tal vez en forma bromista o irónica, como haría uno cualquiera de nosotros, sin tener en tales ocasiones ninguna pretensión de ser intérprete infalible de la Palabra de Dios.
----------Debemos tomar debida cuenta que ellos, los neo-modernistas, no hacen este discernimiento por el simple hecho de que a ellos el papa Francisco les agrada tal como es, sin ninguna distinción entre los casos que actúa como Maestro de la Fe y aquellos en los que actúa como opinador privado, porque se han dado cuenta de que pueden instrumentalizarlo a su favor, o sea que en sus discursos informales e improvisados, como por ejemplo en las entrevistas periodísticas o en los twits, usa cada tanto ciertas expresiones o ciertos slogans que a ellos les convienen, tanto que se esfuerzan por encontrarlos incluso en los documentos oficiales, al punto de hacer decir al Papa lo que él no intenta decir y no puede en absoluto jamás decir, o sea, acerca de herejías. Esa es la actitud de los modernistas, pero no hace falta aclarar que también se lo creen los lefebvrianos, que tampoco hacen la distinción mencionada, y terminan catalogando al Papa de hereje modernista, con la diferencia de que mientras a los modernistas les agradan las supuestas herejías del Papa, a los lefebvrianos les desagradan. Por supuesto, ambos, modernistas y lefebvrianos, parten de un erróneo presupuesto que es en sí mismo una herejía: creer que el Papa puede ser un hereje modernista y enseñar herejías.
----------Pero mantengámonos por el momento en el caso particular de los modernistas. Ellos, dado que no creen en el valor absoluto y perenne del dogma, de la moral, de la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Tradición, porque no creen ni siquiera en la verdad, no se preocupan en absoluto de verificar si cuanto dice el Romano Pontífice es o no es conforme a estos datos, ni se preocupan en absoluto en distinguir las enseñanzas oficiales de las no oficiales, sino que a ellos les basta con interpretar al Papa como si fuese uno de los suyos, es decir, un modernista o un rahneriano.
----------Su admiración por el papa Francisco es sólo un disfraz, una pura ficción: en realidad, en su soberbia gnóstica y en su impiedad, lo desprecian y lo consideran un ser pobre, intelectualmente limitado, utilizable para sus planes masónicos, un hombre ambicioso sediento de éxito, que ellos pueden maniobrar como quieran, como el zorro con Pinocho en la famosa novela de Carlo Collodi.
----------Ahora sí, pasemos a considerar a los pasadistas. En la actualidad, al partido antes mencionado, de clara impostación modernista, se contrapone ferozmente y obstinadamente desde hace sesenta años, como todos sabemos, la reacción rigidísima de un partido opuesto de otros sedicentes católicos, los cuales, declarando haberse dado cuenta "a la luz de la Tradición" que los Papas del postconcilio son traidores de la "Tradición", modernistas y herejes, están convencidos de que el último Papa que ha regido dignamente la Iglesia ha sido el venerable Pío XII [1939-1958]; después del cual los Papas siguientes habrían sido incapaces de gobernarla y, de hecho, habrían permitido que los lobos devastaran el rebaño de Cristo.
----------Hipócritamente, los pasadistas, en particular los lefebvrianos, dicen seguir creyendo en el Papa, pero no lo demuestran en los hechos concretos, y habiendo rechazado la guía de los Papas del postconcilio y del papa Francisco, según ellos solo hay que recurrir directamente a Cristo, al Espíritu Santo, a la Virgen y a numerosos videntes, porque, por medio de ellos, la Iglesia, ahora presa de la apostasía total, puede volver a ser como era antes del Concilio Vaticano II, cuyos decretos deberían ser derogados.
----------Una cosa curiosa es que con los pasadistas se repite algo que muchas veces se ha visto en la historia: aquellas herejías que en distintas épocas han negado el lado humano, visible, público, institucional de la Iglesia peregrina y militante, fantaseando por ejemplo con una Iglesia del Espíritu, o con "la Roma eterna", también han caído en tendencias apocalípticas de errado cuño. Precisamente, en la actualidad, para los más radicales entre los pasadistas, entonces, habríamos llegado ahora a la inminencia del Retorno de Cristo, que hará justicia de Francisco, falso Papa e instrumento del anticristo, y de sus secuaces modernistas, salvando de la condena de la Iglesia corrupta, de la "nueva  Iglesia conciliar", como ellos dicen, a quienes se consideran el pequeño resto que ha permanecido fiel "a la Iglesia y a la Misa de siempre".
----------De hecho, ellos, los pasadistas lefebvrianos, filolefebvrianos y afines, afirman ser el último pequeño grupo de católicos fieles a la Tradición, que ha escapado de la apostasía general que ha involucrado también al Papa, por lo cual se sienten capaces, junto con Cristo, de salvar a la Iglesia de la falsa Iglesia de Bergoglio surgida desde el Concilio Vaticano II, habiendo transcurrido ya hasta ahora sesenta años durante los cuales los Papas han estado difundiendo y defendiendo las ideas de un Concilio herético.
----------Ahora bien, el problema, la alternativa angustiosa y aparentemente insoluble, reducida a lo esencial y expuesta en términos simples, suena así: como católicos ¿es a la luz del Evangelio que debemos juzgar las ideas de un Papa, o es a la luz de las palabras del Papa que debemos interpretar el Evangelio?
----------Este problema hace surgir otros dos: 1) ¿Podemos estar tan seguros de conocer tan bien el Evangelio o la Tradición como para poder juzgar la enseñanza de un Papa? Y a la inversa: 2) ¿Debemos tomar como buena cualquier interpretación que el Papa dé del Evangelio, incluso aquella que él exprese, aunque sea públicamente, pero en charlas informales, entrevistas, discursos improvisados, opiniones personales, bromas, frases ambiguas o poco o nada claras, que pueden ser interpretables en sentidos opuestos o que son expresadas con términos frecuentemente impropios?
----------Daremos respuesta más abajo a los dos problemas relacionados. Mientras tanto, sabemos bien qué respuesta ha dado Martín Lutero [1483-1546] a la alternativa desde la cual hemos partido. Como Lutero no llegó a resolver la antinomia antes mencionada, rompiendo el aparente círculo vicioso, él se convenció de que entre el primer cuerno del dilema y el segundo, debemos elegir el primero, seguros de que: como hijos de Dios, iluminados por la fe, poseedores del Espíritu Santo, como pueblo santo de Dios, estamos autorizados y, de hecho, debemos, escuchando al Espíritu Santo, juzgar las enseñanzas de los Papas y de los Concilios y de la misma Tradición a la luz del Evangelio, único heraldo y contenedor de la purísima y clarísima Palabra de Dios. Y así nació el principio luterano, y protestante en general, de la "sola Scriptura".
----------Por el contrario, es evidente que la opción asumida por Lutero es incorrecta, porque está evidentemente en contraste con el encargo dado por Nuestro Señor Jesucristo a Pedro de ser infalible intérprete de su doctrina. Por lo tanto, si queremos ser verdaderos cristianos, no basta con ser luteranos, sino que debemos ser católicos, es decir, aceptar al Papa como definitivo e infalible intérprete del Evangelio.
----------Pero entonces, ¿cómo se deshace la contradicción? ¿De dónde debemos partir? ¿Partiremos del Evangelio y juzgaremos entonces al Papa, o bien partiremos del Papa y comprenderemos el Evangelio? Pero, si ya sé lo que dice el Evangelio, ¿qué necesidad tengo de la interpretación del Papa? ¿Y cómo hago para saber que el Papa es infalible? ¿Y cuándo el Papa es infalible? ¿Es digno el Papa de confianza?
----------Por otra parte, si sé que el Papa es el intérprete del Evangelio, pero en cambio no creo, al igual que los modernistas, en una verdad absoluta, sino que todo deviene y cambia, todo es relativo, entonces no me interesa saber cuándo el Papa es falible y cuando es infalible. Depende de los puntos de vista y de los climas históricos. Acepto el Evangelio como el Papa lo interpreta y no me pongo a preguntar si se trata de enseñanzas oficiales o no oficiales; no me pongo a preguntar sobre los grados de autoridad ni cosas por el estilo. Me atengo a lo que dice el Papa: si me gusta, lo tomo; si no, lo dejo. Así actúan los modernistas, subjetivamente.
----------Desde el punto de vista modernista, lo que me interesa es que el papa Francisco me agrada, lo veo en sintonía con mis gustos y mis comodidades, veo que algunas de sus expresiones no claras se pueden interpretar en el sentido de mis intereses, así que no tengo problemas en sentirlo como un líder internacional simpático y permisivo de la Iglesia en la cumbre de los tiempos modernos.
----------Pero es evidente que un verdadero católico no puede razonar de este modo. Por eso el verdadero católico busca resolver la antinomia. Y de hecho ella se puede resolver, como veremos abajo.
----------En tanto, para irnos encaminando ya a la solución de esta antinomia, ante todo digamos que en el patrimonio doctrinal conservado por la Tradición eclesial y transmitido por la Iglesia, existe una colección bien ordenada y completa de verdades de fe claras y ciertas a disposición de todos: son los artículos del Credo, los dogmas de la Iglesia, sean doctrinas definidas o doctrinas no definidas, las palabras y la doctrina claras de Nuestro Señor Jesucristo contenidas en el Nuevo Testamento, todo un conjunto de doctrina de fe o próxima a la fe, en armonía con la sana razón, incluso si es evidentemente superior a la razón.
----------Pues bien, el caso es que precisamente estas sacrosantas y divinas verdades salvíficas contenidas en el Catecismo, son accesibles a todos los fieles, los cuales, viviendo en gracia de Dios, están dotados de ese discernimiento espiritual e infalible, que es llamado sensus fidelium, que permite a cada uno de ellos (y hay que decir que esta es la parte de verdad contenida en Lutero) discernir y valorar, teniendo en cuenta los grados de autoridad y de la materia tratada, de fe o solo humana, si en una particular circunstancia o documento oral o escrito el Papa como Papa anuncia el Evangelio, o bien, en cuanto hombre falible, expresa solo un personal parecer, una opinión privada, incluso estando eventualmente equivocado.
----------Pero, en el extremo polo opuesto, la actitud de creer, como lo creen los ultratradicionalistas, pasadistas lefebvrianos y filolefebvrianos, que un Papa, en el ejercicio oficial de su Magisterio, pueda ser culpable de error en materia de fe o de moral, quiere decir creer que el Magisterio de la Iglesia no es en absoluto ni en modo alguno infalible, quiere decir creer que un Papa o un Concilio ecuménico pueden ser herejes, mientras que necesariamente devendría juez infalible el simple e individual fiel, que se considera (aún sin la garantía de ningún mandato recibido de Cristo) iluminado directamente por el Espíritu, de acuerdo curiosamente con la seguridad dada por Lutero: "todo cristiano es Papa". Pero Lutero, ¿con qué autoridad dice eso?
----------Por consiguiente, se infiere la paradójica conclusión: parece que en la concepción de Lutero el único en poder equivocarse sea precisamente ¡el Papa! De aquí se ve curiosamente cómo los ultratradicionalistas vienen a sumarse a los luteranos, con la diferencia de que mientras los luteranos y protestantes en general se gobiernan por el principio de la sola Scriptura, los pasadistas y lefebvrianos en particular se rigen por el principio de la sola Traditio. La diferencia es sólo accidental, la simetría es total.
----------Los dos principios anteriormente mencionados dicen por lo tanto lo siguiente: 1) El Papa es el único intérprete infalible de la doctrina de Jesucristo, y 2) La enseñanza del Papa debe ser juzgada a la luz de la doctrina de Jesucristo. Ahora bien, aquí la impresión que tenemos es la de encontrarnos ante un proceso lógico circular ilegítimo, un círculo vicioso, porque por una parte el pensamiento parte de un principio para llegar a una conclusión (del Evangelio a la interpretación del Papa), pero simultáneamente parte de la conclusión, la cual, sin embargo, tomada como principio, llega a una conclusión que es el mismo principio del cual el pensamiento ha partido (de la interpretación del Papa al Evangelio).
----------El resultado es que los dos procesos se anulan entre sí y al final el pensamiento es anulado porque se anula a sí mismo, contradiciéndose, y sin hacer hacer a la razón ningún proceso, sino devolviéndola al punto de partida, de modo que al final tenemos un discurso que no dice nada.
----------No es que no exista un movimiento circular de la razón. Existe, como bien lo sabemos por lo que hemos estudiado en Lógica y Gnoseología en los primeros años de nuestro cuatrienio filosófico; pero lo absurdo del círculo vicioso, como parece que sea aquí el caso, está dado por el hecho de que la razón avanza y retrocede al mismo tiempo. Sería como si se afirmara que un automóvil al mismo tiempo va de Mendoza a San Rafael y de San Rafael a Mendoza. El círculo virtuoso está dado en cambio cuando una tesis se sucede a la otra. Este es el proceso de la reflexión o de la autoconciencia, en el cual la razón, habiendo salido hacia lo real externo, vuelve en sí misma con el concepto de lo real externo.
----------Por lo tanto, los dos procesos de ida y vuelta pueden permanecer juntos sin contradecirse y, de hecho, completándose recíprocamente. Similarmente aquí por cuanto respecta a la relación del Papa con el Evangelio. Los fieles deben habituarse a recorrer ora un camino ora el otro, porque ambos desde puntos de vista diversos, tienen su propia necesidad para una plena comprensión de la Palabra de Dios.
----------Para aclarar el discurso que hasta aquí he ofrecido, debemos basarnos sobre dos principios:
----------1) Uno, que nos hace presentes que las verdades del depósito revelado son de tres tipos:
----------a) En primer lugar, existen en el depósito revelado las verdades morales y teológicas de carácter racional evidentes o demostrables, indiscutibles, claras, universalmente conocidas y comprensibles para todos, que no tienen necesidad de ninguna interpretación.
----------b) Existen también las palabras del Señor que a primera vista parecen contrarias a la razón y a la moral. Aquí está involucrada la función hermenéutica clarificadora de la enseñanza pontificia.
----------c) En tercer lugar, existen verdades cuya ilimitada riqueza permite que las tesis que las expresan sean continuamente mejoradas gracias a un progresivo conocimiento de su contenido, como ha sucedido por ejemplo en el progreso dogmático a lo largo de los siglos y en particular en el progresivo conocimiento del misterio de Cristo desde Nicea a Calcedonia y en sucesivos Concilios hasta el Vaticano II. También aquí está claro que la hermenéutica pontificia está involucrada con las enseñanzas dogmáticas, definidas o no.
----------2) Según el segundo principio: es necesario distinguir en el magisterio pontificio los grados de autoridad: a) una cosa son las definiciones dogmáticas y el magisterio pontificio oficial ordinario en materia de fe y de moral. Y aquí el Papa no se equivoca. Y otra cosa, b) son las doctrinas u opiniones, incluso en materia de fe, que el Papa expone de manera informal o como doctor privado. Está claro que aquí puede equivocarse. En este ámbito, por consiguiente, el Papa puede ser juzgado a la luz de la Sagrada Escritura, de la Sagrada Tradición, del Magisterio precedente, de la historia y de la razón natural.

2 comentarios:

  1. Querido padre Filemón:
    Al leer su preciosa contribución me viene a la mente otro elemento, del que nunca he encontrado confirmación en ninguna parte hasta ahora, al menos en todo lo que he leído. Me refiero a la diferencia entre la enseñanza pública del romano pontífice como pastor et doctor omnium christifidelium, y sus opiniones como doctor privatus. He indagado sobre esto, por medio de los nuevos medios de comunicación, pero no he dado con nada. Tengo la impresión, y me gustaría que alguien expusiera sobre el tema de forma clara, que en esta era del Twitter y de las llamadas redes sociales, las fronteras entre las dos formas de expresión del Papa se han difuminado o confundido dramáticamente. En una era pre-telemática o pre-digital, es claro que era posible discernir de modo seguro cuando un Papa se expresaba en forma privada o en forma pública. Ahora bien, creo que urge una reflexión teológica precisamente sobre este aspecto: ¿cómo distinguir al doctor privatus del pastor et doctor público, en una época en la que un estornudo viene publicado en las redes sociales y se convierte en algo de dominio público?
    Gracias de nuevo por todo su trabajo y que el Señor le bendiga.

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  2. Querido Ross,
    traes a la luz una cuestión muy importante. ¿Cuál es la diferencia entre el Papa, como doctor privado, y el Papa, como maestro de la fe? Podemos enumerar algunos puntos:
    En primer lugar, mientras el Papa, como doctor privado, expresa sus opiniones, que pueden ser también cuestionables, discutibles o incluso erróneas, eventualmente con un lenguaje improvisado, extemporáneo e impreciso, el Papa, como maestro de la fe, se expresa en documentos oficiales de variados niveles, los cuales, partiendo desde abajo son las homilías, las audiencias generales, las cartas pastorales, los documentos postsinodales hasta las encíclicas y, en muy raras ocasiones, las definiciones dogmáticas. Por lo demás, en estos documentos el lenguaje es cuidadosamente elaborado con la ayuda de sus colaboradores, de modo tal que sea el más claro, el más preciso y el más inequívoco posible.
    En segundo lugar, para hacer la distinción en cuestión también es necesario distinguir los documentos oficiales, donde el Papa trata de materia de fe y de moral, de acuerdo con los grados antes mencionados, y los documentos no oficiales, en los que el Papa puede hablar sobre temas de fe y de moral, pero no goza de una tal autoridad que no sea posible formular objeciones sobre ellos.

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