viernes, 6 de mayo de 2022

Paz entre Rusia y Ucrania: sólo de un auténtico ecumenismo (1/4)

El trasfondo del conflicto Rusia-Ucrania es de carácter religioso, y una de sus fundamentales causas es el falso ecumenismo que en gran medida se ha desarrollado en las últimas décadas, sobre todo caracterizado por un desequilibrio en la relación de los católicos con los protestantes, que ha acabado en muchos casos por provocar un falso catolicismo, como por ejemplo el de Rahner, que es más herético que la ortodoxia oriental. Hoy, por lo tanto, estamos ante un mundo ortodoxo ruso que es más cristiano que nuestro propio catolicismo modernista, el cual refleja el racionalismo cartesiano, defecto típico de Occidente.

La paz entre Rusia y Ucrania vendrá de un ecumenismo sincero y leal
   
----------La promoción del ecumenismo ha sido, ciertamente, una de las grandes y providenciales novedades pastorales del Concilio Vaticano II, una directiva pastoral que por fin ha cerrado un largo período de excesiva severidad y cautela de la Iglesia hacia los cismáticos, los herejes y los apóstatas.
----------Se sabe, en efecto, cómo el Nuevo Testamento recomienda no tener contactos con los herejes (Jud 23; 2 Tes 3,5; 2 Tim 3,5; Tit 3,10). Pero la Escritura y sobre todo el Evangelio muestran también en el ejemplo de Cristo cual premura y preocupación se debe tener por ellos y por su salvación. Por eso el modelo no es el del fariseo que estaba alejado del pecador, porque veía en él sólo la tentación y no al hermano, sino que el modelo es el del médico que contacta y toca al hermano infectado, pero teniendo cuidado del contagio.
----------Ahora bien, en siglos pasados ha ocurrido que la Iglesia ha visto de modo excesivo en el pecador o en el hereje a la persona tentadora y peligrosa que hay que evitar, aunque estuviera la Iglesia al mismo tiempo animada por el deseo de corregirlo e inducirlo a retornar a su seno. Sin embargo, sucedía que esta obra era cumplida con excesiva prisa y exigencias, que no tenían en cuenta los obstáculos involuntarios o las lentitudes, que son naturales en el pecador, sino que se recurría fácilmente a las solicitaciones y a las amenazas, por lo cual se obtenía un efecto contraproducente o conversiones fingidas o por conveniencia. A este modo de actuar el papa Francisco lo llama "proselitismo", efecto del "clericalismo".
----------La prisa o la presión en el solicitar a los no-católicos entrar en la Iglesia católica era ocasionada antes del Concilio Vaticano II también por una incorrecta interpretación del dogma según la cual se afirmaba que fuera de la Iglesia católica no hay salvación. El Concilio, a primera vista, parece haber entrado en contraste con este dogma declarando que "la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios" (constitución dogmática Lumen Gentium, n.16).
----------Pero, vistas las cosas con serenidad y profundidad, no es nada difícil disolver la aparente contradicción, simplemente con advertir que estos "auxilios necesarios para la salvación" deben ser asumidos y comprendidos precisamente como una pertenencia invisible e inconsciente a la Iglesia católica.
----------La separación sistemática y la ausencia de contactos con los no-católicos a la larga producía fácilmente efectos nocivos tanto para los católicos como para los demás, efectos que corrían el riesgo de alimentar desprecio, rencor, resentimiento, desconfianza, ignorancia, prejuicios y excesiva rigidez.
----------Ahora bien, el Concilio Vaticano II, con su decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, se ha tomado sustancialmente mucho más en serio la obra de la catequesis, de la predicación, de la misión y de la evangelización, mostrando cómo esta obra es más compleja de lo que hasta ahora se había creído y practicado, y en particular ha destacado el aspecto del diálogo con los no-católicos, no-cristianos y ateos, con el fin de reconocer el bien existente en ellos y para liberarlos del mal.
----------Era precisamente este aspecto del diálogo (piénsese en el ejemplo de Cristo) el que hasta entonces no había sido suficientemente considerado. Al mismo tiempo, el Concilio no ha renunciado en absoluto a promover la tradicional y esencial actividad misionera encaminada a inducir a los no-católicos a convertirse a Cristo o a la plena comunión con la Iglesia católica. Simplemente ha reforzado la base o punto de partida, base constituida por una mejor comprensión de los dogmas que han permanecido en común, porque es sólo sobre esta base, es decir, haciendo referencia a estos dogmas, vividos en la caridad, que nosotros los católicos podemos adquirir junto a los ortodoxos orientales esa credibilidad y esa autoridad, que los inducirá, por lógica consecuencia (so pena de incoherencia doctrinal) a aceptar las verdades todavía hoy rechazadas.
----------Es desde hace mucho tiempo (también en este mismo blog) que por mi parte vengo señalando un modo de hacer ecumenismo que calla y no persigue el propósito último y propio del ecumenismo, tal como ha sido delineado por el decreto Unitatis redintegratio del Concilio Vaticano II.
----------En estos sesenta años desde la finalización del Concilio ha habido indudablemente un ecumenismo sano y constructivo, el cual sin embargo se ha mantenido firme en la común toma de conciencia de los puntos que han permanecido en común con los hermanos separados, se reza juntos, se han abolido ciertas expresiones demasiado polémicas, se han redimencionado algunos juicios históricos demasiado sesgados o partidistas, se ha profundizado en el recíproco conocimiento de la historia pasada y de las respectivas posiciones doctrinales, se han quitado inveterados prejuicios, se han extinguido viejos rencores, nos hemos perdonado mutuamente los agravios del pasado, se insiste sobre la importancia de trabajar juntos por la dignidad del hombre, por la causa de la fraternidad universal, por la justicia y por la paz, y por el respeto a todo lo creado.
----------Salvo que, sin embargo, habiendo hecho todo ese precioso trabajo, no estamos todavía en el corazón o médula o núcleo, o en la que puede llamarse la obra más específica y más importante del ecumenismo, el cual consiste, como dice el Concilio, en el obrar por ambas partes en modo tal que los hermanos separados no estén más separados, sino que, sobre la base de los elementos de Iglesia, que ya poseen, vengan tanto por su propia iniciativa como porque son ayudados por los católicos, a "aquella unidad que Cristo quiso dar a los que regeneró y vivificó en un cuerpo y en una vida nueva y que manifiestan la Sagrada Escritura y la Tradición venerable de la Iglesia. Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la plenitud total de los medios salvíficos" (Unitatis redintegratio, n.3).
----------El Concilio define a los hermanos separados como pertenecientes a "no pocas comunidades, que se han separado de la plena comunión de la Iglesia, a veces no sin responsabilidad de ambas partes" (ibid.). Estos hermanos no están totalmente separados, sino que lo están sólo en parte. Están en comunión con la Iglesia católica, pero no totalmente: se trata de una comunión imperfecta.
----------El Concilio dice que: "quienes creen en Cristo y recibieron el bautismo debidamente, quedan constituidos en alguna comunión, aunque no sea perfecta, con la Iglesia católica" (ibid.). Y sin embargo, en estas comunidades existen "ya en cuanto a la doctrina, y a veces también en cuanto a la disciplina, ya en lo relativo a la estructura de la Iglesia, no pocos obstáculos, a veces muy graves, que se interponen a la plena comunión eclesiástica, que el movimiento ecuménico trata de superar" (Ibíd.). Es necesario resaltar este punto: el Concilio reconoce que estas comunidades tienen "defectos" o "carencias" (ibíd.).
----------Sin embargo, "el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de las comunidades separadas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que ha sido confiada a la Iglesia católica" (ibid.). Por consiguiente, "todos los que de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios tienen que incorporarse totalmente a la Iglesia para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra" (ibid.).
----------El Concilio luego hace un elenco de todos aquellos que son los temas, los métodos, las modalidades y los medios de la obra a cumplir por el ecumenismo. Y concluye: "Todo esto, realizado prudente y pacientemente por los fieles de la Iglesia católica, bajo la vigilancia de los pastores, conduce al bien de la equidad y de la verdad, de la concordia y de la colaboración, del amor fraterno y de la unión; para que poco a poco por esta vía, superados todos los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesiástica, todos los cristianos se congreguen en una única celebración de la Eucaristía, en orden a la unidad de la una y única Iglesia, a la unidad que Cristo dio a su Iglesia desde un principio, y que creemos subsiste indefectible en la Iglesia católica a través de los siglos, y esperamos crezca cada día más hasta el fin del mundo" (n.4).
----------La frase "la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica" significa que la Iglesia de Cristo es la Iglesia católica. En el primer caso tenemos el predicado de la subsistencia (o existencia), que se refiere a la Iglesia como persona mística, esposa de Cristo. En el segundo caso tenemos el predicado de la esencia, con el cual se define la esencia de la Iglesia. La Iglesia de Cristo es una persona mística, es subsistente; también la Iglesia católica es subsistente. Ahora bien, es única la subsistencia de la Iglesia de Cristo y de la Iglesia católica. Por tanto es única la esencia: la Iglesia católica es la Iglesia de Cristo y viceversa.
----------Para el ecumenismo, el Concilio ha trazado un camino, ha establecido las etapas. Ciertamente, cada paso que se cumple debe hacerse con recta intención, aprovechando la ocasión favorable, sin precipitación, pero también sin lentitud ni tergiversaciones. No se debe guardar silencio sistemáticamente sobre aquellas verdades o aquellos dogmas, que en este momento son contrapuestos o malinterpretados por los hermanos separados, sino que es necesario mantenerse siempre a la espera de que llegue el momento adecuado, evitando dar el paso cuando se puede proceder, y un cierto respeto humano, cuando juzgamos que esté en juego su salud espiritual o el honor de Dios o que ellos estén dispuestos a aceptar la verdad.
----------En la obra ecuménica se debe guardar silencio solo si estamos ciertos y seguros de que el hermano separado malinterpretaría o no entendería o su conciencia estuviera insuperablemente obstaculizada para aceptar el mensaje. No se debe exagerar en el deseo de ser agradables y de no disgustar. Y, si estamos constreñidos, no debemos temer que se nos opongan o incluso que se ofendan.
----------El propósito del ecumenismo presentado por el Concilio Vaticano II es muy claro: es el ingreso de todos los hermanos separados en la Iglesia Romana, después de haber eliminado las lagunas, los obstáculos y las carencias o defectos que todavía impiden su plena comunión con Roma, porque la Iglesia de Cristo, la Iglesia católica, es una e indivisible, por cuanto está compuesta por muchas Iglesias locales o diócesis encabezadas por el obispo, sucesor de los apóstoles bajo la guía del Papa, Sucesor de Pedro.
   
Los defectos del falso ecumenismo
   
----------Un momento en el cual el ecumenismo se estanca es aquel en que los hermanos separados insisten en sus errores, no dan muestras de reconocerlos y más bien quisieran convencernos de tener ellos la razón y empujarnos a caer en sus propios errores. Otro momento de empantanamiento es cuando nosotros mismos quedamos presa de un indiscreto deseo de éxito o engañados por un falso irenismo, por los cuales, aunque se presenta la ocasión de hablar, no lo hacemos por temor a ser mal recibidos.
----------A este tipo de falso ecumenismo se lo podría llamar ecumenismo retórico o en broma ("cincischiante" lo llamó un amigo italiano), ecumenismo balbuceante, en juego, escabullente, que da rodeos y vueltas, o incluso tergiversante o reticente, en cuanto que su balbucear retórico es la contínua repetición de frases hechas, de clichés, de elogios recíprocos; un proceder confuso, laberíntico, no concluyente, hecho de lugares comunes, discursos humosos o nebulosos, rutinarias y aburridas repeticiones, frases y deseos predecibles, reticencias, intenciones abstractas, proclamas genéricas; en fin, una verdadera pérdida de tiempo.
----------Ese falso ecumenismo, retórico y balbuceante ("cincischiante") es ese dialogar fin en sí mismo, ese irse por las ramas, por el cual los dos dialogantes giran continuamente sin fin en torno a la cuestión sin encararla nunca de frente, sino limitándose a suplicar al Espíritu Santo que conceda la "anhelada unidad". Es, a decir verdad, una hipocresía y un modo de tentar a Dios, ya que Dios ciertamente ayuda, pero ayuda cuando nosotros hemos hecho todo lo que está en nuestro poder para resolver el problema y no cuando nos escabullimos o escondemos la cabeza como el avestruz, para no desagradar al otro.
----------Por supuesto, la plegaria en común entre católicos y no-católicos es ciertamente algo bueno, pero ella tiene sentido y vale, cuando de nuestra parte hacemos lo que está en nosotros. No podemos descargarnos en la oración para quedar exonerados del hacer aquello que podemos y debemos hacer.
----------Los discursos y los procedimientos inconcluyentes, meramente retóricos, divagantes y tergiversantes, ambiguos y escabullentes, las zalamerías y las afectadas reverencias, crean un clima falso y empalagoso, generan el equívoco, hacen perder tiempo, arriesgan la banalidad, el irritante disparate y el vacío, impiden la capacidad crítica, avanzan a fuerza de frases hechas y lugares comunes, repiten hasta el hastío las mismas fórmulas convencionales, entumecen y debilitan nuestra facultad de razonar, viven en las abstracciones, carecen de sabiduría y de profetismo, se caracterizan por el oportunismo y por el respeto humano, carecen de resultados prácticos y de perspectivas a futuro y terminan en vacíos y banalidades.
----------Pero lo que todavía es peor es la reticencia, el disimulo y el callar cuando se necesitaría decidirse a recordar a los hermanos separados, con toda caridad y prudencia, pero con absoluta y caritativa franqueza, esas "lagunas", esos "impedimentos", esas "carencias" y "defectos", que se deben remover, para que ellos puedan llegar a la plena comunión con nosotros. En cambio, por desgracia, por la ingenuidad y la falta de preparación de los católicos, el ecumenismo parece haberse convertido en un instrumento en manos de los hermanos separados, porque nos convencemos de que no son ellos los que deben entrar en plena comunión con Roma, sino que somos nosotros los católicos los que debemos pensar como ellos.
----------Una concepción falsa de la finalidad del ecumenismo, concepción seductora, pero antitética al verdadero ecumenismo, es la que concibe el cristianismo no como expresado en una única Iglesia, la Romana, sino expresado en una pluralidad de Iglesias o comunidades diferentes, recíprocamente complementarias, todas al mismo nivel fraterno, sin que haya ninguna (como es el caso de la Iglesia Romana), que pretenda tener el primado sobre las demás y mandar a las demás, por tanto sin una única cabeza terrena -el Papa- sino solamente un pueblo de Dios bajo la única cabeza celestial, Cristo y la moción del Espíritu Santo.
----------Tal concepción falsa del objetivo del ecumenismo, supone que las divisiones entre cristianos no hayan nacido, como dice el Concilio, del hecho de que algunas comunidades se han separado de la Iglesia de Roma, como sarmientos de la vid, sino que estas divisiones habrían nacido del hecho de que la Iglesia misma ha perdido su unidad y se ha despedazado en varios fragmentos, como si fuera un jarrón que se ha roto. ¿Qué hay que hacer entonces? Según esta concepción, no es que los hermanos separados deban entrar en la Iglesia Romana, como si ella hubiera permanecido íntegra, porque también ella es un fragmento entre los demás. Se trata, en cambio, de juntar los pedazos entre sí y recomponer el jarrón.
----------Ahora bien, ¿quién hace este trabajo? Según ellos, este trabajo de "recomponer el jarrón roto" lo hace el ecumenismo, pero no bajo la guía de Roma, que es un mero fragmento entre los otros, similar a los otros, desprovisto de una verdadera universalidad, sino bajo la guía del Espíritu Santo, que es el verdadero factor de la reconciliación, de la concordia y de la unidad en la diversidad. Según estos ecumenismos, no es que las diversas comunidades cristianas deban formarse todas sobre el modelo de la Iglesia Romana, porque cada una tiene su propia irrepetible identidad, y cada una debe respetar la diversidad de la otra.
----------En base a estos principios, la expresión plena y adecuada del cristianismo no es la Iglesia católica, sino el conjunto o federación de las Iglesias católica y no-católicas, en cuanto cada una daría su propia contribución original a la edificación del entero conjunto, más o menos como ocurre en una comida a la canasta en una excursión parroquial, donde los participantes ofrecen esa porción de comida que han traído de casa, o como un zoológico que resulta de la recolección de diferentes especies de animales, o como un parlamento, donde cada partido da, en la diversidad e incluso en la oposición, su contribución al bien común. Pero según el Concilio, como hemos visto, las cosas no son así en absoluto. Las comparaciones evangélicas y más adecuadas son en cambio aquellas de la vid y los sarmientos y la parábola del hijo pródigo.
----------La tesis de que la expresión plena y adecuada del cristianismo no es la Iglesia católica, sino el conjunto o federación de las Iglesias católica y no-católicas, es la tesis sostenida por Edward Schillebeeckx [1914-2009] en Los Hombres, Relato de Dios (ediciones Sígueme, Salamanca 1995): "El cristianismo no se puede considerar la única verdadera religión por encima de todas las otras" (p.252); el cristianismo "no es el poseedor de una verdad absoluta" (p.245); el juicio expresado por el Concilio acerca del primado del cristianismo sobre las demás religiones con la constatación de que "los elementos de bien que en ellas pueden ser individuables se ven presentes en modo eminente en el mismo cristianismo" (p.250), es definido por él como "imperialismo", por el cual "las otras religiones son ipso facto despojadas de su identidad" (p.250).
----------Schillebeeckx afirma que el cristianismo no debe ser juzgado como "la mejor religión entre todas las otras" (p.252); "hay más verdad religiosa en todas las religiones puestas juntas que en cada individual religión. Y esto también vale para el cristianismo" (p.254). Claramente Schillebeeckx confunde la divina revelación, donde la primacía es ciertamente del cristianismo, con la literatura religiosa de las otras religiones, obra simplemente humana, donde podemos sin problemas conceder que hay muchas cosas que no se encuentran en la Biblia o en la Tradición cristiana, las cuales cosas, sin embargo, no añaden nada a los contenidos de la revelación cristiana, sino que más bien, a lo sumo, son una participación en ella.
----------Por consiguiente, en esta impostación o enfoque federalista, la Iglesia es concebida como un conjunto de Iglesias. Se trata de una concepción no alejada de la ortodoxa oriental o la anglicana (de la cual proviene la comparación del jarrón roto). Esta concepción hace la apariencia de ser liberal e igualitaria, pero en realidad niega la naturaleza y la estructura verdadera de la Iglesia. Esta concepción ha encontrado el favor de la masonería, casualmente nacida en Londres, porque es la masonería la que se considera a sí misma como la fautora de la unidad del género humano, por lo cual no tolera rivales, no soporta que las religiones tengan esta pretensión de universal obligatoriedad y las acepta sólo si están por debajo de ella, como diferentes expresiones, todas sobre el mismo plano, de la práctica religiosa de la humanidad.
----------Lo que amarga aún más en este falso ecumenismo es la tendencia entre los católicos a dejarnos influenciar más por los protestantes que por los ortodoxos orientales, cuando es sabido que los protestantes están mucho más lejos de nosotros que los ortodoxos orientales, los cuales, si bien rechazan el primado del Romano Pontífice y el famoso Filioque, arduamente podrían ser llamados herejes, y tradicionalmente los consideramos cismáticos, a buena razón. Por el contrario, es evidente que el protestantismo está infectado por la herejía, pero no sólo por la teórica herejía: ya que el nacido del idealismo alemán desemboca en el panteísmo hegeliano, del que luego surge Marx, mientras que el elemento en él de ateísmo prometeico conduce a la nitzscheana "voluntad de poder", raíz de la doctrina del nazismo.
----------Por tanto, es necesario denunciar esta forma de falso ecumenismo, por la cual se ha prestado demasiada y mala atención a los protestantes, subestimando la utilidad del diálogo con los ortodoxos, cuando todos saben que los ortodoxos están mucho más cercanos a nosotros los católicos, que lo que lo están los protestantes. Este vicio es muy antiguo y precede al surgimiento del ecumenismo. Se verificó ya con el modernismo condenado por el papa san Pío X. ¿Qué es en efecto el modernismo sino una contaminación protestante del catolicismo?

8 comentarios:

  1. Marino Sessarego6 de mayo de 2022, 15:34

    Estimado padre Filemón,
    haciendo referencia al párrafo:

    "Era precisamente este aspecto del diálogo (piénsese en el ejemplo de Cristo) el que hasta entonces no había sido suficientemente considerado. Al mismo tiempo, el Concilio no ha renunciado en absoluto a promover la tradicional y esencial actividad misionera encaminada a inducir a los no-católicos a convertirse a Cristo o a la plena comunión con la Iglesia católica. Simplemente ha reforzado la base o punto de partida, base constituida por una mejor comprensión de los dogmas que han permanecido en común, porque es sólo sobre esta base, es decir, haciendo referencia a estos dogmas, vividos en la caridad, que nosotros los católicos podemos adquirir junto a los ortodoxos orientales esa credibilidad y esa autoridad, que los inducirá, por lógica consecuencia (so pena de incoherencia doctrinal) a aceptar las verdades todavía hoy rechazadas".

    Aquí usted menciona sólo a los "ortodoxos" (orientales), suppongo a causa del contexto del tema que está desarrollando, sobre el ecumenismo entre rusos y ucranianos.
    Supongo que esto mismo que usted dice puede valer para cualquier otra obra ecuménica con cismáticos, por ejemplo con los luteranos o con cualquier comunidad protestante o con los lefebvrianos.
    A propósito, quisiera preguntarle también sonre estos últimos, porque en mi opinión, el diálogo con los lefebvrianos (en cisma desde 1988) es también una tarea ecuménica. ¿No es cierto?
    Este es un aspecto que no siempre viene expresado cuando se habla de este tema.

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    1. Estimado Marino,
      efectivamente, podríamos considerar a los lefebvrianos como hermanos separados, o sea según el criterio del ecumenismo. Pero, el diálogo con ellos se vuelve difícil por el hecho de que tienen un tono de superioridad, como para pretender corregir al Papa y al Concilio de supuestas herejías modernistas.
      Sin embargo, yo creo que el buen católico, que desea la comunión y la paz en la Iglesia, debe hacer todo el esfuerzo posible por salir a su encuentro, recoger los elementos positivos de su crítica, y no cesar de exhortarlos a la plena comunión con la Iglesia de Roma y con el papa Francisco.

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  2. Notable. De meridiana claridad es el pasaje: "El trasfondo del conflicto Rusia-Ucrania es de carácter religioso, y una de sus fundamentales causas es el falso ecumenismo que en gran medida se ha desarrollado en las últimas décadas, sobre todo caracterizado por un desequilibrio en la relación de los católicos con los protestantes, que ha acabado en muchos casos por provocar un falso catolicismo, como por ejemplo el de Rahner, que es más herético que la ortodoxia oriental. Hoy, por lo tanto, estamos ante un mundo ortodoxo ruso que es más cristiano que nuestro propio catolicismo modernista, el cual refleja el racionalismo cartesiano, defecto típico de Occidente".
    Creo que el autor del artículo da en el clavo del profundo núcleo religioso que está en la médula del actual conflicto Rusia-Ucrania. El pasaje citado da razón de las expresiones del patriarca Cirilo acerca del actualmente corrompido catolicismo del occidente europeo.

    Respecto a lo apuntado por el señor Marino Sessarego, me parece interesante. Y, por cierto, no veo que hoy la Iglesia actúe de manera "ecuménica" con los hermanos separados lefebvrianos. ¿Qué se ve en nuestras diócesis y parroquias cuando se hacen jornadas de oración ecuménicas, como por ejemplo para la Jornada de Oración por la Unidad de los Cristianos? ¿Se invita a los lefebvrianos, como se invita a los luteranos, a los metodistas, a los anglicanos, etc.? ¿Que los lefebvrianos rechazarían seguramente tales invitaciones? ¡No importa! ¡Pero hay que invitarlos! ¿O no son ellos también "hermanos separados"?
    Por cierto, las relaciones con la FSSPX, en lugar de ser abordadas por el Dicasterio de la Fe, ¿no deberían ser abordadas por el Dicasterio para la Unidad de los Cristianos?

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    1. Estimado M. Argerami,
      me ha complacido notar, por su comentario, cómo Ud. ha comprendido bien mis pensamientos, y está de acuerdo con ellos.
      Sí, ciertamente, podríamos llamar a los lefebvrianos "hermanos separados". Sin embargo, por cuanto los lefebvrianos rechazan las doctrinas del Concilio Vaticano II y, por tanto, la pastoral pontificia que de esas doctrinas es derivada, se distinguen claramente de los demás hermanos separados, en cuanto no reconocen la autoridad del Papa.
      En cambio, los lefebvrianos pretenden ser católicos y reconocen (al menos en línea de principio) al Sucesor de Pedro. Por eso creo que no es conveniente ponerlos en relación con el Dicasterio para la Unidad de los Cristianos.
      Puedo entender que ellos hayan sido referidos a la Congregación para la Doctrina de la Fe, por el hecho de que su posición respecto a las doctrinas del Concilio se remonta al rechazo de la infalibilidad pontificia, que es ese carisma en base al cual el Papa aprueba las doctrinas de un Concilio.

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  3. Estimado padre Filemón,
    noto, en mi humilde opinión, una cierta incoherencia en los términos que usted usa al referirse a los lefebvrianos. Y espero expresarme con el debido respeto.
    Usted, al final de su excelente artículo, se refiere al: "lefebvrismo de la Iglesia católica".
    Sin embargo, ello parece estar encontradicción con su respuesta a Marino Sessarego, cuando usted dice que: "nosotros podemos considerar a los lefebvrianos como hermanos separados, o sea según el criterio del ecumenismo".
    Los lefebvrianos, al igual que los protestantes, y los ortodoxos orientales, no son católicos, sino cristianos no-católicos (aunque las tres comunidades en distinto grado de cisma y distinto nivel de herejía). De modo que, si lo entiendo bien, no puede hablarse de un "lefebvrismo de la Iglesia católica".

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    1. Estimado Anónimo,
      como dije en mi respuesta a Marino Sessarego, considero que los lefevrianos podrían ser considerados "católicos", un título al cual ellos se sienten muy apegados. Si he dicho que ellos son "hermanos separados", no me refiero a esta expresión en el significado usual, es decir, refiriéndome a los no católicos, como los ortodoxos orientales y los protestantes en general.
      Sin embargo, he considerado que podía usar la expresión "hermanos separados" para los lefebvrianos, porque Benedicto XVI les ha dicho que, mientras no acepten las doctrinas del Concilio, no pueden considerarse en plena comunión con la Iglesia Romana. Por lo tanto, para hablar con precisión, ellos propiamente son cismáticos y, en cuanto rechazan las doctrinas de un Concilio Ecuménico, se pueden considerar, al menos, como "próximos a la herejía". Esto no ha impedido al papa Francisco el conceder a sus sacerdotes administrar el Sacramento de la Penitencia en ocasión del Año Santo de la Misericordia.

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  4. Con todo respeto, padre Filemón, me resulta extremadamente difícil compartir su pensamiento (en su respuesta a M.Argerami) cuando usted dice que los lefebvrianos "se distinguen claramente de los demás hermanos separados que no reconocen la autoridad del Papa".
    Pero: ¿los lefebvrianos reconocen la autoridad del Papa en hechos concretos o lo hacen sólo en palabras?
    Por eso considero irrelevante que "los lefebvrianos pretenden ser católicos y reconocen (al menos en línea de principio) al Sucesor de Pedro", tal como usted dice.
    Quizás sea que usted, ocupado en otros trabajos, no tenga la oportunidad de conocer la vida cotidiana, el día al día, y los detalles de las comunidades lefebvrianas en sus capillas y prioratos. Esto haría comprensible la postura suya a nivel de principios.
    En cambio, en mi caso, por motivos familiares y porque soy responsable de algunos miembros de mi familia que participan en la vida de una comunidad lefebvriana, sé muy bien lo que sucede. Podría darle a Ud. muchos ejemplos que demuestren lo que digo (pero quizás le aburriría), ejemplos de cómo este "reconocimiento de la autoridad del Papa" se queda solo en la retórica (quizás hipócrita), pero no tiene ninguna consecuencia en la práctica.
    Hace unos días, por ejemplo, escuché del prior de una de sus casas que "San Pío X fue el último Papa canonizado". Entonces, ¿dónde está aquí el reconocimiento de la autoridad del Papa que canonizó a San Juan Pablo II, a San Juan XXIII y a San Pablo VI? Le puedo asegurar que no hay ningún eco de las iniciativas pastorales del Papa Francisco en sus capillas y prioratos, en ninguna de sus comunidades, los temas y obras que al Papa le preocupan y que como Pastor universal y Maestro propone a la Iglesia, no tienen ningún eco entre los lefebvrianos (la consagración de Rusia y Ucrania a María fue una comprensible excepción en fatimitas como son los lefebvrianos). Los temas de la Iglesia sinodal, la fraternidad humana, la Iglesia en salida, la nueva evangelización, la acogida de los inmigrantes, la salida a las periferias, el cuidado de los más pobres, en fin, todas las iniciativas pastorales, misioneras y catequísticas del Papa no tienen eco en las comunidades lefebvrianas. ¡Y el Papa nunca es nombrado, excepto para criticarlo! Se lo puedo asegurar.
    Entonces, ¿son católicas estas comunidades?
    Por lo tanto, no, en realidad los lefebvrianos no reconocen la autoridad del Papa, por mucho que la declamen de sus labios.

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    1. Estimado Raúl,
      por cuanto respecta a la relación de los lefebvrianos con la institución pontificia, ciertamente ellos, como católicos, la aceptan como verdad de fe.
      Sin embargo, los lefebvrianos no tienen suficiente estima por la autoridad pontificia, como lo ha querido Jesucristo, porque admiten la posibilidad de que un Papa sea verdaderamente Papa, y a la vez que pueda ser hereje.
      Por ejemplo, reconocen que el papa Francisco es Papa, pero lo consideran un modernista, por lo cual se niegan a aceptar su magisterio.
      En este sentido se puede decir, como dice usted, que aceptan al Papa de palabra, pero no en los hechos.

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