viernes, 20 de mayo de 2022

El exorcismo más difícil (1/4)

Dos frases de la Biblia para enmarcar debidamente esta reflexión: "El Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio" (1 Jn 3,8). "Os exhorto, hermanos, a que os cuidéis de los que provocan divisiones y escándalos, contrariamente a la enseñanza que habéis recibido" (Rom 16,17).

Comprendamos el significado de la herejía
   
----------Comencemos por decir que hasta antes del Concilio Vaticano II, la autoridad eclesiástica y los teólogos hablaban a menudo de herejía. Sin embargo, el último Concilio no usa nunca esa palabra. Desde entonces, el término casi ha desaparecido del lenguaje eclesial y teológico. Sin embargo, ha permanecido en el Código de Derecho Canónico y en el Catecismo de la Iglesia Católica, y la identificación y represión de las herejías sigue siendo una de las tareas de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
----------Pero es evidente que en los últimos años, el término ha reaparecido tímidamente, aunque no sé con cuánta propiedad o corrección. Sin embargo, esta reaparición, en sí misma, es ciertamente un hecho positivo, porque entretanto no es que hayan cesado las herejías, sino que se han incrementado.
----------La necesaria tarea, en todo caso, es recuperar el significado auténtico de la palabra herejía; pero sobre todo aclarar y profundizar el concepto de herejía, para ver cómo afrontar hoy el problema de la herejía. Por cierto, no faltan en los últimos años excelentes libros dedicados a esta cuestión, obra de competentes teólogos, fieles al Magisterio de la Iglesia. De modo que lo que haré en el presente artículo, dividido en cuatro partes, será limitarme a retomar y sintetizar lo ya tratado por otros, agregando modestamente aquí y allá algo de mi propia cosecha, pero con particular referencia a la causa y la forma demonológica de la herejía.
----------En primer lugar, la definición nominal de herejía, palabra que proviene del griego hairesis, (αιρεσις). El verbo griego haireo significa elijo. Por lo cual hairesis es elegido (algo). Por ende, en nuestro ámbito, el hereje es aquel que, ante la Palabra de Dios, o ante el conjunto de las verdades o artículos o dogmas de fe, no acepta confiadamente como verdadero todo del maestro o predicador, en virtud de su autoridad; sino que examina los datos ofrecidos o propuestos y, en base a su criterio, hace una elección: aquello que es conforme a su criterio o le parece verdadero, lo acepta; lo que en cambio es contrario, lo descarta.
----------En esta actitud que está en la base de la herejía (y que la misma  etimología de la palabra ya sugiere) se advierte de inmediato un criterio sumamente moderno (modernista se diría): el principio de inmanencia. El criterio de esta actitud de elección personal, es el propio sujeto, no es la confiada obediencia a la autoridad. En esta actitud no hay una verdadera fe, por lo menos una fe plena e incondicionada, como es aquella que se merece el predicador que habla en nombre de Dios. Sino que existe la pretensión de saber más que él y, al fin de cuentas, más que Dios, cuya Palabra el predicador anuncia. Existe, por lo tanto, la soberbia.
----------De la definición etimológica pasemos ahora a la definición real. En sentido lato, el concepto de herejía, reducido a lo esencial, es muy simple. La herejía no es otra cosa que la negación o falsificación de una verdad de fe, teológica o moral, o bien la falsificación de una verdad divinamente revelada en la Escritura o en la Tradición. Puede tratarse de una verdad del Antiguo Testamento o de una verdad del Nuevo Testamento.
----------En el Antiguo Testamento se le llama "mentira", especialmente en Jeremías; Jesús sigue usando este término a propósito del demonio: "El demonio no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44). El término herejía (háiresis) aparece en el Nuevo Testamento, referido en su mayoría al error contra la doctrina cristiana ya establecida: Hch 5,17; 24,14; 1 Cor 11,19: haireseis, Tit 3,10: hairetikòn. La traducción de la Biblia de mons. Armando Levoratti, que es la versión utilizada por la CEA, traduce mal la Primera Carta a los Corintios con "divisiones", con "partidos" y con "faccioso", lo que sugiere clara antipatía por el término correcto. Hairesis, sin embargo, también puede significar partido, secta, corriente (Hch 15,5).
----------Me viene ahora a la memoria que en una entrevista de hace algunos años atrás, el padre Bruno Cadoré [n.1954], quien fuera el Maestro General de la Orden de Predicadores desde 2010 a 2019, ha definido la herejía como un "hacer decir a Dios aquello que Dios no ha dicho". Se trata de una definición muy bella y clara en su concisión, de sabor tanto bíblico como ecuménico, que abarca el error en la fe tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, tanto la falsa profecía como el falso dogma.
----------En fin, lo que quiero señalar y dejar en claro, es que estas definiciones sirven desde un punto de vista meramente especulativo, en cuanto la herejía es ante todo una cuestión concerniente a la verdad: la distinción entre proposiciones verdaderas y proposiciones falsas en el campo de la fe. La herejía, desde este punto de vista, es tomada en consideración por la teología dogmática, una de cuyas tareas es la de refutar la herejía, además de demostrar la falsedad de una proposición en base a la verdad contraria.
----------Pero además de lo especulativo, la herejía tiene también una connotación moral: la herejía, en cuanto rechazo a la verdad de fe, es un pecado. Por lo tanto, es necesario distinguir aquí la herejía formal o intencional de la herejía material o preterintencional. La primera, llamada también herejía voluntaria, es el acto de aquel que sabe que una determinada proposición es de fe, pero así y todo o la rechaza o la falsifica.
----------Ahora bien, la herejía formal, en cuanto consiste en el rechazo voluntario a la verdad de fe, es una culpa grave, porque la verdad de fe es un medio esencial para conseguir la salvación, por lo cual, si viene negada o falseada, impide al hombre alcanzar la eterna beatitud. Así, de manera similar, en la biología humana, si en la sangre viene a faltar un componente esencial, esta carencia causa la muerte del individuo.
----------Para ser más precisos, la herejía formal es un pecado de soberbia, por el cual el intelecto, movido por una mala voluntad, se cierra a la verdad salvífica, y se apega a su subjetivo juicio heterodoxo, que le agrada, aunque sea falso, consintiendo a las viciosas tendencias de la naturaleza. La voluntad, en lugar de someterse a lo verdadero, se eleva por encima de la verdad, como si lo verdadero dependiera de la propia voluntad. En cambio, la herejía material es una proposición objetivamente contraria a la fe, pero quien la pronuncia no sabe, por ignorancia invencible, que se trata de herejía; la cree, en buena fe, o verdad de fe o legítima opinión. El sujeto quiere ser ortodoxo y fiel al Magisterio de la Iglesia. Tanto es cierto esto que, si viene a ser corregido, acepta con gusto la corrección. Por lo tanto, el hereje material es del todo inocente.
----------Ahora bien, de la connotación moral de la herejía desciende y se deriva su connotación jurídica. De ahí que la herejía, en sentido canónico, es el rechazo voluntario y obstinado, en el bautizado ya instruido en la fe, de una proposición de fe solemnemente definida por el Magisterio, el así llamado "dogma". Por lo tanto, está muy claro que el rechazo de la verdad de fe en el catecúmeno no es herejía, sino simplemente incredulidad. De modo similar, el pecado contra la fe, que cometieron aquellos que no quisieron creer en la predicación de nuestro Señor Jesucristo durante su vida en esta tierra, no fue herejía, sino incredulidad.
----------El dogma es una proposición de fe solemnemente establecida o definida por el Magisterio extraordinario de la Iglesia (Papa o Concilio Ecuménico) como interpretación o explicación del dato revelado en la Biblia o en la Tradición. Claro que esta definición de dogma corresponde sólo al sentido más estricto, o canónico, vale decir, a lo que se llama "dogma definido". Conviene acerca de este punto, repasar lo establecido por la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de la Professio Fidei, Anexo a la Carta Apostólica Ad tuendam Fidem de san Juan Pablo II del 29 de junio de 1998.
----------Al respecto, la oposición a una proposición del Magisterio de la Iglesia, que no tenga las notas del dogma definido (en cuyo caso tenemos la herejía), puede estar sujeta a dos grados inferiores, el primero, que es el inmediatamente inferior: el "rechazo de verdades de la doctrina católica" (Nota ilustrativa, op.cit., n.6), si el objeto de la oposición es "una doctrina atinente al campo dogmático o moral, que es necesaria para custodiar y exponer fielmente el depósito de la fe" (ibid.); y el segundo, el grado ínfimo: "el rechazo de todas las enseñanza en materia de fe o de moral, presentadas como verdaderas o al menos seguras" (ibid., n.10.).
----------El hereje ofende a la comunidad, daña el bien común, crea divisiones, suscita conflictos, propaga el odio y las rivalidades, perturba el orden público, el recto vivir, la concordia y la paz de la comunidad, atenta a la autoridad, instiga a la rebelión. Fácilmente el hereje atrae adeptos o seguidores por su capacidad de seducir y de instrumentalizar o de envolver para procurar daño a las instancias positivas presentes en la comunidad. Por todo ello, para la ley de la Iglesia la herejía es un delito (crimen) previsto por el Código de Derecho Canónico, pasible de sanciones penales: "A los mentirosos se les hará callar" (Sal 63,12).
----------Los motivos de tales sanciones canónicas al hereje, son fáciles de comprender. Difundiendo la falsedad, el hereje divide a la Iglesia y apaga entre las almas la concordia y la caridad, virtudes que, a la inversa, son el fruto de la verdad comúnmente o universalmente compartida, en observancia a las exhortaciones del Apóstol: "Os exhorto, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que os pongáis de acuerdo: que no haya divisiones entre vosotros y viváis en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir" (1 Cor 1,10); lo que naturalmente no excluye la libertad de pensamiento, el pluralismo y la variedad de las opiniones, siempre que no sean afectados o puestos en cuestión los valores comunes.
----------La herejía provoca el cisma, pero se puede dar también cisma sin herejía, al menos en el plano teórico, aunque en la práctica esto ocurre muy raramente, si es que en realidad puede ocurrir. El cisma es un pecado contra la unidad y el amor por la Iglesia, es decir, contra la caridad eclesial y la obediencia al Romano Pontífice, en la disciplina eclesial: es un acto de autoseparación de la comunión eclesial. Sin embargo, no está dicho que una ruptura con la Iglesia corresponda siempre a una excomunión canónica.
----------El hereje, más que dividir la Iglesia, la cual es de por sí una e indivisible, se separa, con sus seguidores, de la Iglesia, según la consigna de Lutero. "¡Los von Rom!" (¡separémonos de Roma!). La obra de Martín Lutero, en efecto, no está animada por una instancia o exigencia de unión, de conciliación y de concordia en la Iglesia, como la de otros auténticos reformadores, sino más bien por una instancia de purificación y reforma de la Iglesia en la primera parte de su vida como católico, y más tarde, caído en la herejía, se convenció (erróneamente) de haber encontrado la verdadera Iglesia del Evangelio contra la Iglesia Romana.
----------En esta perspectiva, Lutero se hizo instigador del odio implacable contra el Papado, por lo cual, considerando que el Papa es el principio, el custodio y el garante en la tierra de la unidad y de la concordia en la Iglesia, él puso todas sus fuerzas por la división y la discordia en la Iglesia, obra del diàbolos, el divisor. El paradigma que muestra esta nefasta actitud de Lutero se ha repetido, y es fácil advertirlo en los demás herejes y cismáticos en la historia posterior de la Iglesia, hasta llegar a nuestros días.
   
¿Cómo reconocer la herejía?
   
----------Es necesario, en primer lugar, tener presente que así como hay grados de intensidad de la luz a partir de la oscuridad, así una luz que se encuentra en su máxima intensidad puede disminuir gradualmente hasta apagarse por completo. Así es para la fe. Así como existe una educación en la fe, por la cual el catecúmeno aprende y aumenta el conocimiento de fe y adquiere certeza en el creer, así por el contrario el hereje desvaloriza, relativiza, altera, deforma y corroe el patrimonio doctrinal de la fe y, con argumentos capciosos, engañosos, seductores y sofísticos, "con esa astucia para enseñar el error" (Ef 4,14), pone en crisis, debilita y corrompe en el creyente la firmeza, la certeza y lucidez, empujándolo hacia la herejía y hacia la oscuridad.
----------La herejía es un rechazo del dato de la divina Revelación, llamada Revelación pública, para distinguirla de la privada. La primera es la revelación del mensaje de la salvación hecha por nuestro Señor Jesucristo a los apóstoles, para transmitir al mundo (tradición apostólica). La segunda es una determinación carismática del contenido de la primera, vinculante no universalmente, como la primera, sino sólo para el vidente y para sus discípulos, por ejemplo el mensaje de las apariciones de Fátima o de Lourdes.
----------La fe católica está sustancialmente sujeta a dos grados de motivación: el grado máximo es la fe divina o teologal, que tiene por objeto el dogma definido, la Palabra de Dios o el artículo del Símbolo de la Fe, y está motivada por la autoridad de Dios revelante; la oposición a esta fe es la herejía verdadera y propia.
----------Por debajo, como nivel mínimo de la fe, está la fe en la autoridad de la Iglesia, llamada fe eclesiástica o católica. Es la fe, por la cual llegamos a la fe divina y aceptamos los contenidos de esta fe, es decir, el dato revelado en sí mismo (la Palabra de Dios) o el dato revelado expresado en el dogma. La corrupción de esta fe es la proposición próxima a la herejía (haeresi proxima o haeresim sapiens).
----------La confianza en la Iglesia docente, por ende, es aquello que nos lleva a acoger con fe su Magisterio, con el obsequio religioso de nuestra inteligencia, aunque este acto de fe no comprometa la fe divina, en cuanto tal, en cuanto el Magisterio, en tal caso, aunque enseñando la doctrina católica tanto en campo dogmático como moral, se abstiene de definiciones dogmáticas solemnes (como ocurre, por ejemplo, con las enseñanzas doctrinales del Concilio Vaticano II, las cuales implican dogmas no definidos).
----------También es necesario distinguir la certeza de fe de la certeza teológica y, de manera correspectiva, la herejía, que está en contra de la certeza de fe, del error teológico, que está en contra de la certeza teológica. A este respecto, es necesario notar que una teología o filosofía defectuosas, o sea conteniendo errores, sobre todo en un sujeto virtuoso, no excluye la existencia en ese sujeto de una fe manifiestamente recta y robusta, como ha ocurrido en casos históricos bien conocidos, por ejemplo en los casos del beato Juan Duns Scoto, de Francisco Suarez o del beato Antonio Rosmini, por citar solo algunos.
----------Pero lo usual es que una filosofía errónea es fuente de herejías. En el caso de Lutero, por ejemplo, es evidente el influjo del pensamiento de Guillermo de Ockham, por lo demás reconocido por el mismo Lutero ("sum occamisticae factionis") y el desprecio por la sana filosofía de santo Tomás de Aquino. La concepción luterana de la voluntad divina, que predestina sin razón ("sola Fides") y sin ley ("ex lege") tanto a la salvación cuanto a la perdición, sin tener en cuenta en absoluto las obras y los méritos del hombre ("sola gratia"), irremediablemente pecador ("pecca fortiter"), una voluntad falsamente misericordiosa, nada tiene que ver con el Dios bíblico, sino que se resiente claramente del Dios despótico e irracional de Ockham.
----------La herejía es aquella proposición que más se opone a la verdad de fe, a la Palabra de Dios, al dogma, objeto de la fe teologal. Por debajo de este grado máximo de oposición, tenemos los siguientes grados de oposición decrecientes a la verdad de fe: proposición próxima a la herejía, errónea, temeraria, peligrosa, escandalosa, ofensiva a los piadosos oídos, mal sonante, mal expresada, ambigua.
----------El error teológico no se opone directamente a la fe, por lo cual no debe ser confundido con la herejía. Sin embargo, si este error es grave (causado, por ejemplo, por una gnoseología o una metafísica idealista), puede poner en peligro el dogma y constituir una proposición próxima a la herejía. Por eso, la Iglesia puede condenar falsas filosofías, como lo ha hecho, por ejemplo Pío XII en la encíclica Humani generis. Y a la vez, inversamente, puede recomendar una determinada filosofía como la de santo Tomás de Aquino, como particularmente adecuada para interpretar el dogma o el dato revelado y fiel al Magisterio de la Iglesia.
----------En cambio, una opinión teológica errónea, ya sea en campo dogmático o en campo moral, no pone absolutamente en peligro el dogma, porque está por su naturaleza privada de certeza y versa sobre una materia legítimamente discutida. La opinión teológica constituye la razón del pluralismo teológico y de la variedad de las escuelas o tendencias teológicas aprobadas o permitidas por la Iglesia. Del debate de las opiniones contrarias puede en un determinado punto salir a la luz una verdad de fe, que la Iglesia puede elevar al rango de dogma, como ha sucedido, por ejemplo, para el dogma de la Inmaculada Concepción de María. O bien puede ocurrir que la Iglesia abandone una opinión que haya sido aceptada desde largo tiempo atrás, y quizás arraigada y difundida, como ha sucedido por ejemplo para la antigua doctrina del limbo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n.1261) o para la antigua creencia de la superioridad del hombre sobre la mujer.
----------No es siempre cosa simple reconocer la existencia y la cualidad de una herejía, porque ella suele estar bien escondida bajo la apariencia o disfraz de la verdad o de la Palabra de Dios. El diablo no es tan incauto o desprevenido como para revelárnosla de frente, porque la rechazaríamos inmediatamente, salvo que fuéramos de esos tontos o satanistas, que consideran al demonio como maestro de sabiduría.
----------La tarea u oficio de aclarar, determinar y establecer que una determinada proposición es herética, le corresponde en última instancia al Romano Pontífice o a quién sea designado por el Papa o por el Concilio Ecuménico, lo cual normalmente ocurre después de una específica investigación canónica o de un proceso canónico contra el supuesto hereje, proceso dirigido a aclarar la cuestión.
----------Habiendo aclarado ello, sin embargo, también hay que decir que cualquier fiel culto, es decir, instruído y prudente, está, al menos en línea de principio, capacitado para juzgar por sí mismo en materia de herejía, recurriendo al Catecismo de la Iglesia Católica. En este ámbito específico, el obispo y el teólogo tienen una responsabilidad de discernimiento, de guía y de ayuda ante los fieles.
----------Sin embargo, a diferencia del juicio que frente a la herejía es realizado ya sea por el Romano Pontífice o por el Concilio ecuménico, juicio que es infalible e irreformable, en cambio el obispo y el teólogo se pueden equivocar. Por consiguiente, ese católico que, para poner un ejemplo, hoy sostuviera que el Concilio de Trento se ha equivocado al condenar a Lutero, y viene a defender a Lutero en sus herejías, se convierte a su vez en hereje. Por otra parte, famosa sigue siendo la condena que el arzobispo de París hizo a algunas proposiciones de santo Tomás de Aquino, condena que luego fue anulada por el Papa.
----------De cualquier modo, mientras la condena hecha por el obispo posee autoridad canónica y no requiere, de por sí, motivaciones teológicas, éstas pueden corresponder al teólogo, quien, en todo caso, tiene la facultad de señalar la herejía al hereje aduciendo pruebas en base a un propio prudente juicio.

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