viernes, 13 de mayo de 2022

La cercanía de los Obispos argentinos con el papa Francisco y la utilidad de expresar una valoración de su pontificado (1/2)

Para algunos publicistas sedicentes católicos, fautores del constante maltrato que en estos tiempos recibe el Santo Padre, y cuya única razón de ser parece consistir en mostrar cada vez más su distancia y rechazo de la Sede Apostólica (peor aún de como lo hizo Lutero en los más acerbos momentos de sus iras antipapales), aquellos que manifiestan su filial obediencia al Vicario de Cristo son "medios adictos y fieles ingenuos", como se ha escrito días atrás. Tales diletantes sectarios deberían saber que lo específicamente "católico" no es "adicción" papólatra, sino "adhesión" al representante de Cristo en la tierra, hoy el papa Francisco.

La cercanía de los Obispos argentinos con el papa Francisco
   
----------La 120° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, presidida por monseñor Oscar Vicente Ojea, ha enviado el pasado 5 de mayo una breve misiva al papa Francisco, haciéndole llegar la "cercanía, afecto y adhesión" del centenar de Obispos reunidos en Pilar.
----------Esa expresada "cercanía, afecto y adhesión" de los Obispos argentinos hacia el Santo Padre, se trasluce claramente ya desde las iniciales frases de la carta: "El Señor te está pidiendo que en estos momentos de la historia de la humanidad seas su mensajero de la paz. Nosotros, que te conocemos, sabemos de tu valentía y tenacidad incansables para trabajar por el bien y la paz entre Rusia y Ucrania y en todo el mundo. Y sabemos que estás cerca de los que sufren la violencia de la guerra y que estás dispuesto hasta a dejar el pellejo si fuese necesario, para que terminen ésta y todas las guerras".
----------No hay duda que se trata de expresiones de verdadero y cercano afecto, y de cariño por ese hermano Obispo a quien los prelados argentinos conocen muy bien, pues antes de llegar al Solio Pontificio ha compartido con ellos durante mucho tiempo el empeño por apacentar el rebaño de la Iglesia que peregrina en Argentina, y luego, por designio de la divina Providencia, ha llegado a ser el padre de todos, el Vicario de Cristo, y Pastor universal de la Iglesia y también de toda la humanidad llamada al reino de Dios.
----------En este artículo, quisiera llamar la atención acerca de uno de los párrafos de la Carta. Me refiero a los conceptos que expresan los Obispos cuando le dicen al Papa: "Nos duele el maltrato injusto a tu persona y a tu misión, sobre todo en nuestro país, maltrato movido seguramente por intereses de poder y hasta por mala intención, que busca manchar tu imagen y confundir a nuestro pueblo. Pero vos sabes bien que ésta es la manera más preciosa y misteriosa que el Señor Jesús tiene de asociarte a su Cruz redentora".
----------Comparto, en sustancia, tal expresión, y particularmente cuando los obispos dicen que el sufrimiento del Romano Pontífice por el maltrato que recibe es "la manera más preciosa y misteriosa que el Señor Jesús tiene de asociarte a su Cruz redentora". Indudablemente, el sufrimiento (mal de pena), que suele ser divino castigo por nuestros pecados (mal de culpa), es también misericordia de Dios hacia nosotros, por permitirnos ser co-partícipes, en Cristo, de la obra redentora cumplida por su divino Hijo.
----------No hay duda que es cierto lo que dicen los Obispos de Argentina: en la presente hora de la Iglesia, hora de pasión, decisiva y dramática, el ataque del demonio se focaliza en el Romano Pontífice, y tales ataques son muy evidentes en el maltrato que el Santo Padre recibe cotidianamente por las redes telemáticas, sobre todo en nuestro país y también en España, y en otros países de habla hispana, no ya de sectores cismáticos, tanto pasadistas como modernistas (que en ellos es actitud frecuente bien conocida), sino desde voces sedicentes "católicas", fautoras sin embargo del constante maltrato que en estos tiempos recibe el Santo Padre, y cuya única razón de ser parece consistir en mostrar cada vez más su distancia y rechazo de la Sede Apostólica (peor aún de como lo hizo Lutero en los más acerbos momentos de sus iras antipapales).
----------Para estos pseudocatólicos, en cambio, quienes manifiestan su filial obediencia al Vicario de Cristo son "medios adictos y fieles ingenuos", como ha dicho uno de ellos hace poco, revelando así, acaso sin darse cuenta, la estrechez de su visión y las carencias de su fe. O sea que, para ellos, si no se ataca al Papa, se es "adicto" al Papa. Tales diletantes sectarios deberían saber que lo específicamente "católico" no es "adicción" papólatra, sino efectiva "adhesión" al representante de Cristo en la tierra, hoy el papa Francisco. Pero eso sí, adhesión en cuanto Romano Pontífice y en todo aquello que lo constituye tal.
----------Por cierto, es particularmente interesante esa expresión en la Carta de los Obispos argentinos, que distingue, en ese maltrato al Papa, su "persona" y su "misión", dos aspectos bien distintos en el Vicario de Cristo, pero advierto que los propios Obispos argentinos deberían sacar algunas lógicas y útiles consecuencias de esa misma distinción que ellos usan. Volveré sobre este tema más adelante.
----------En el análisis y evaluación de la presente situación de maltrato hacia el Romano Pontífice (que tiene puntos de contacto, puntos similares pero también diferentes, al maltrato que recibiera su predecesor, Benedicto XVI hace una década), podemos advertir, en medio de su complejidad, algunas cosas que son seguras y ciertas, y sobre esas certezas quisiera meditar en el presente artículo.
----------Una primera certeza es que ese "maltrato" (para mantenernos en la adjetivación elegida por los Obispos argentinos) verdaderamente existe, tanto a la "persona" del papa Francisco, como al modo que en estos nueve años ha venido desarrollando su "misión". Sin negar, para el fiel católico, la licitud de la crítica tanto hacia la persona del Romano Pontífice, como al modo de desarrollar su misión pastoral, en cualquier caso la crítica sólo es posible hacerla con modestia, respeto y sabiduría, características que frecuentemente hoy están ausentes en infinidad de voces, y por tanto, está justificado que los Obispos hablen de "maltrato".
----------Una segunda certeza es, sin embargo, que debe reconocerse la existencia de una necesidad o exigencia natural, legítima, absolutamente comprensible, de que tanto por parte de los católicos como de los no-católicos, exista la necesidad de hacer una valoración del actual pontificado. Y ello porque valorar la enseñanza y la obra de un Papa es condición esencial, sobre todo para el fiel católico, para actuar como auténtico fiel católico. Esta segunda certeza es en lo que quiero profundizar en el presente artículo.
----------Evaluar el pontificado del papa Francisco (como el de cualquier Papa) es una tendencia lógica y además un deber para el auténtico católico, que se siente movido por la mejor actitud filial hacia el Vicario de Cristo. Y tal valoración, como ya lo he dicho en varias ocasiones, comporta dos aspectos: primero, el católico debe conocer el programa de su pontificado, para así, conociendo el programa que el Papa se ha propuesto para guiar a la Iglesia al reino de Dios, ayudarlo en la medida de lo posible; y segundo, el católico debe conocer las actuales necesidades de la Iglesia y, al respecto, compensarlo en aquello que el Papa no hace. Ahora bien, para cumplir esta doble tarea, se debe examinar y evaluar su pontificado.
----------Por tanto, la pregunta que parece surgir inmediatamente de ello, y que ahora quisiera se me permita plantear es: ¿en qué medida los Obispos argentinos han ayudado a los fieles confiados a su cuidado pastoral a hacer este exámen y evaluación del pontificado del papa Francisco? Espero que en el desarrollo del presente artículo queden claro los alcances de la pregunta que acabo de formular.
   
Utilidad de expresar con sabiduría y modestia un juicio sobre el papa Francisco
   
----------Numerosos son hoy los intentos de dar una valoración del actual pontificado, el cual suscita ciertamente un gran interés y reacciones contrapuestas, que difícilmente y a duras penas llegan a expresarse en un juicio equilibrado y desapasionado, porque usualmente son juicios que carecen de un adecuado criterio valorativo. El clima eclesial que estamos viviendo no lo favorece a causa del hecho de que muchos no saben qué significa ser católico y se atribuyen este título en modo inapropiado, porque en realidad acogen ideas extrañas al verdadero catolicismo, tal como es delineado por el Catecismo de la Iglesia Católica.
----------Muchos, por lo tanto, que se creen o se presentan o son considerados católicos, juzgan el magisterio, las ideas, la pastoral y el gobierno del Papa actual en base a un concepto de catolicismo, de Iglesia y de pontificado, que en realidad se resiente de ideas modernistas, arrianas, nestorianas, docetistas, monofisitas, filoprotestantes, filomarxistas, racionalistas, evolucionistas, freudianas, rousseaunianas, panteístas, idealistas, hinduistas, marcionitas, masónicas, secularistas, preconciliares, contrarreformistas, medioevales.
----------Es claro que aquí me estoy refiriendo solamente a aquellos que son intentos de dar evaluaciones del actual pontificado con pretensiones de ser tenidas en cuenta como expresión de un pensamiento razonable y coherente (por más equivocado o fundado en erróneos criterios o ideológico que fuera). Supongo que no hace falta explicar demasiado, entonces, que no me refiero aquí a ese tipo de críticas amarillistas, que parten de prejuicios humanos, rencores, envidias, mezquindades y miradas facciosas, que incluso en el peor y más burdo de los casos (y no son casos infrecuentes), se fundan en habladurías o chismes que son propalados con inconsciente autoconfesión de un morboso perfil psicológico (¿homosexualidad sólo reprimida, y no tratada de modo conveniente?) no superado por parte de los autores de este tipo de críticas.
----------Dejando de lado tal género de críticas, y refiriéndome sólo a aquellas con un perfil e impostación con intenciones de mayor seriedad, es evidente que la opinión sobre el actual Papa que se desprende de criterios como los que arriba he mencionado, no es capaz de hacer justicia a la persona, a las enseñanzas, a las opiniones, a la línea de gobierno, a la pastoral y a la conducta moral del Sumo Pontífice actualmente reinante. Lo que se advierte que falta, en particular, en estos criterios de juicio, es la distinción en un Romano Pontífice entre aquello que es el oficio petrino de maestro de la fe y de pastor universal de la Iglesia, de su ser simple criatura humana, como todos nosotros, herida por el pecado original y redimida por Cristo, con particulares dotes y defectos, el Papa también, por lo tanto, lo mismo que todos nosotros, discípulo de Cristo, también necesitado de purificarse continuamente de los pecados, falible en sus ideas y en sus opiniones, sujeto también a la ignorancia y al error, en un continuo camino y progreso hacia el reino de Dios.
----------Por otra parte, para emitir un juicio sabio y equilibrado sobre el papa Francisco, es también esencial saber con precisión y objetividad cuál es el significado del Concilio Vaticano II y cómo debemos hoy comportarnos ante este Concilio de nuestro tiempo, porque el papa Francisco es, como lo han sido todos los Romanos Pontífices del postconcilio, nuestro guía en la interpretación y en la recepción de las doctrinas conciliares y en la puesta en práctica de sus directrices y reformas jurídicas y pastorales.
----------Por otra parte, al juzgar al papa Francisco, dada la delicadeza y dificultad de esta tarea evaluativa, que requiere una formación teológica, una experiencia pastoral y un conocimiento de la esencia, de las tareas y de los oficios del Romano Pontífice, sorprende en gran medida que, como por mi parte he podido constatar, quienes se dedican a esta empresa, de por sí muy útil para dar claridad, discernir lo bueno y lo malo, ayudar a los fieles a la comunión y a la obediencia al Vicario de Cristo, quienes -repito- la llevan a cabo, no sean mayoritariamente teólogos o colaboradores del Papa o funcionarios de la Curia Romana u Obispos o Cardenales, sino periodistas, publicistas o filósofos o sociólogos o meros opinionistas.
----------En todo caso, a falta de alguien más adecuado y competente, en mi caso es un placer hacerlo (como lo he venido haciendo repetidamente en este blog) porque es una tarea que se presta como servicio al pueblo de Dios, al que se ayuda en el discernimiento y, por tanto, en la fidelidad al Papa, y se ayuda al Papa mismo, el cual viene sostenido en su ministerio, se le señalan dificultades y problemas, se le exponen dudas, se le presentan peticiones, se le sugieren iniciativas y propuestas, y se le procura una corrección fraterna.
   
En busca de un centrado y equilibrado retrato del papa Francisco
   
----------A lo largo de estos nueve años de pontificado del papa Francisco se han escrito muchos libros con la intención de retratarlo, textos más o menos equilibrados, más o menos centrados y, a veces, más o menos desenfocados. He leído unos cuantos de ellos desde el 2013, incluso uno publicado en Roma este mismo año 2022, texto muy meritorio, de los mejores que he leído, pero no mencionaré a ninguno en esta ocasión: hacer nombres en este tipo de cuestiones puede originar susceptibilidades y prejuicios, lo cual quisiera evitar en este artículo, al desear una mirada más complexiva y objetiva del Papa actual.
----------El retrato que se debería hacer del papa Francisco, como el retrato de cualquier retratista que se precie, debería destacar las luces y las sombras. No se trata de producir una fotografía retocada, sino de una que refleje la realidad tal y como es. El buen biógrafo y retratista del Papa, en cuanto buen católico, debería acercarse al Papa con amor, reconocimiento, gratitud, respeto y con filial franqueza y sinceridad. Debería saber lo que puede criticar y lo que no puede criticar. Debería saber hasta dónde se puede llegar y cuál es el límite que no se puede sobrepasar. El buen biógrafo y analista no instrumentaliza al Papa, no lo trae para su lado, no lo adula; no lo hace un modernista o un rahneriano (como quisieran tanto los modernistas como los pasadistas); no lo convierte en un hereje; no pone su magisterio en discontinuidad con el magisterio pontificio precedente; sino que debería considerarlo un innovador, claro que sí, pero no un subversivo; no debería perseguirlo despiadadamente a la búsqueda exclusiva de sus defectos, sean éstos verdaderos o presuntos.
----------Teniendo en cuenta la división de fondo que hoy subsiste en el seno de la Iglesia entre modernistas y pasadistas, un verdadero retrato o biografía del papa Francisco, o mejor y siendo más preciso, un análisis de su pontificado, no podría prescindir de su referencia a la Tradición, foco de grandes y ardorosas polémicas en la actualidad. No hay duda que el retrato del Papa actual debería pintarse sobre el trasfondo del actual conflicto "modernismo vs pasadismo". Y nótese que no digo "modernismo vs tradición", tal como suelen plantear hoy algunos ideológica y facciosamente, manipulando el término "tradición".
----------Al indicar el conflicto basilar modernismo vs pasadismo, destacando los opuestos extremismos que hoy y desde hace sesenta años vienen afligiendo a la Iglesia, me aparto claramente de aquellos que con el término "tradición" no pretenden referirse a la Sagrada Tradición, en cuanto fuente de la divina Revelación junto con la Sagrada Escritura, sino que se refieren a esos católicos, a esos ambientes, a esos grupos, a esas sectas, que están anclados en un pasado eclesial y doctrinal superado por la Iglesia renovada y por las doctrinas más avanzadas del Concilio Vaticano II y del postconcilio. Estos católicos, por su irrazonable apego a ese pasado, pueden ser llamados "pasadistas". También se los podría llamar atrasados o anacrónicos.
----------Paralelamente, en el polo opuesto del actual conflicto eclesial de fondo, el modernista es quien entiende erróneamente la modernidad como un valor absoluto, olvidando que la modernidad también tiene errores e incluso horrores, por lo cual el modernista, en lugar de juzgarla a la luz del Evangelio, toma del Evangelio sólo aquello que le agrada a la modernidad y descarta el resto como superado o equivocado. El modernista pretende ser el intérprete del Concilio Vaticano II, mientras que en cambio le da una interpretación modernista, al tiempo que los pasadistas rechazan el Concilio creyendo que sea modernista.
----------Ahora bien, es ciertamente un deber para los católicos de nuestro tiempo el ser modernos, y de esto no podemos dudar si queremos vivir la realidad del presente y no vivir en la ficción de una burbuja. Pero ser modernos coincide con el aceptar las doctrinas del Concilio, que precisamente proponen una Iglesia sanamente moderna y toman de la modernidad cuanto está de acuerdo con el Evangelio.
----------Tanto los actuales modernistas como los actuales pasadistas son la extremización respectivamente herética y cismática de dos factores normales de la dinámica eclesial y doctrinal católica, respectivamente el progreso o renovación y la conservación o fidelidad, que son dos tendencias o sensibilidades naturales y necesarias. En su extremización esos factores se vuelven incompatibles entre sí. En cambio, reconducidos a sus propios límites, se reclaman el uno al otro, son recíprocamente complementarios.
----------Al analizar el actual pontificado, resulta de fundamental importancia evitar la vigente tendencia a confundir los términos, por un lado, progresista con modernista y, por otro lado, conservador con pasadista. En todo caso, si en los actuales análisis sobre el pontificado de Francisco, su autor tiende a confundir tales términos, entonces, para entender a quién exactamente se está refiriendo, se hace necesario mirar el contexto. Lo importante es no confundir los conceptos, evitando entrar en inútiles cuestiones de palabras.
----------Progresar en el conocimiento de la verdad, en el bien y en la virtud, es un preciso deber. En tal sentido, la Iglesia es promotora de progreso doctrinal y moral. En tal sentido, el católico es un progresista. En cambio, para indicar el falso progreso que implica la transgresión de la ley moral o de los mandamientos de Dios o de la Iglesia, creo que no debe usarse el término "progresista", sino el término "modernista".
----------Y así, deben ser denunciados como falsarios aquellos modernistas que quisieran abolir o cambiar la ley moral en nombre de un falso progreso o renovación y que, por tanto, acusan de conservadurismo y pasadismo a aquellos católicos que, bien lejos de la postura pasadista, lo único que recta y legítimamente quieren es permanecer fieles a las normas inmutables de la moral y en consecuencia al Magisterio mismo de la Iglesia, suprema e infalible maestra en el guiar al hombre a la santidad y a la eterna salvación.
----------Pero con estos procedimientos hipócritas y fraudulentos, ya no tenemos aquí un sano progresismo, sino un verdadero y propio modernismo, similar a aquel que en su tiempo fuera condenado por el papa san Pío X. Por lo tanto, grave error de los modernistas es el confundir por conservadurismo o pasadismo al católico auténtico, que solamente quiere conservar la ley moral y ser fiel a ella en la práctica, como lo es en las intenciones constantes de la Iglesia, custodia infalible del depósito revelado, que contiene también los preceptos supremos de la ley moral, de por sí inmutable, aun cuando la ley moral, en las individuales personas y a lo largo de la historia, pueda y deba ser conocida y practicada cada vez mejor. Esto demuestra hasta el punto de la evidencia cómo conservación y progreso se reclaman entre sí, porque la vida moral consiste en el hacer progresar el conocimiento y la práctica de esa ley moral que debe ser conservada en su inmutabilidad.
----------Progresar en la fe vivida no significa en absoluto cambiar, quitar o añadir, sino explicitar, aumentar, enriquecer, desarrollar, clarificar. La Palabra de Dios es una realidad viviente y la vida quiere decir crecimiento, expansión y aumento. "La caridad que no crece no es caridad" decía san Agustín.
----------El católico que progresa, es decir, el verdadero progresista, hace progresar lo que conserva, y conserva lo que hace progresar. Por lo tanto el progresar supone el conservar. Está claro que los valores a conservar y desarrollar son siempre los mismos: la Palabra de Cristo no pasa. Y, sin embargo, siempre debe ser mejor conocida y cada vez debe ser mejor practicada. En cambio, los pasadistas siguen el ejemplo del evangélico siervo negligente (Mt 25,26), quien, en lugar de hacer fructificar el talento recibido, lo entierra.
----------Por el contrario, más bien creo que habría que evitar usar el término "tradicionalista", por las confusiones que hoy genera. Se usa ese término a veces para indicar al pasadista, sostenedor de un concepto erróneo de tradición (Mt 15,2; Mc 7,3), y a veces para indicar al conservador o simplemente al católico respetuoso de la tradición (1 Cor 11,2). El conservar lo que debe ser conservado es estricto deber; el conservar lo que debe dejarse atrás es una tontería o necedad o estupidez, que se puede llamar conservadurismo.
----------También el término "conservador" puede generar confusiones. Indica a veces quien custodia el depósito de la tradición, oficio necesario y precioso (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,12), pero a veces el término "conservador" indica quien quiere conservar cosas ya superadas, inútiles o en desuso. En tal sentido, san Pablo recomienda olvidar el pasado (Flp 3,13) y habla de "cosas viejas que han pasado" (cf. 2 Cor 5,17), mientras que es necesario estar abiertos a lo nuevo proveniente del Evangelio (Jn 13,34; 2 Cor 3,6; Heb 10,20) y del Espíritu Santo (2 Cor 5,17; 1 Cor 5,7; Col 3,10; Gal 6,15; Ef 2,15; 4,24; 2 Pe 3,13; Ap 3,12; 21,5).
----------Ahora bien, proponiéndome ofrecer algunas líneas directrices que pueden ser útiles a quien pretenda expresar una valoración del pontificado del papa Francisco, siempre teniendo como telón de fondo el conflicto basilar modernismo vs pasadismo, entiendo que podría ser conveniente reseñar (tal como lo hacen algunos recientes análisis del actual pontificado) diez puntos candentes, paradigmáticos respecto a ese grave conflicto, relativos a diez esferas de pensamiento y de acción, que afectan a todos los ámbitos principales de la vida de la Iglesia y, en consecuencia, de la acción del papa Francisco: la teología; devoción mariana; la familia, el problema de la ideología del género; los divorciados vueltos a casar; el ecumenismo; el comunismo; la inculturación; la fraternidad universal; y la liturgia. Lo veremos en la segunda parte de este artículo.

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