miércoles, 18 de mayo de 2022

La Comunión eucarística con los hermanos separados

En el ámbito de la obra ecuménica con los hermanos cristianos separados de la Iglesia, ya sea por el cisma o por la herejía, la Comunión eucarística es ciertamente una meta a alcanzar para el creyente no-católico, pero es una meta que debe ser alcanzada solamente cumpliendo las condiciones necesarias, que requieren el ingreso pleno en la Iglesia Católica, que es la única Iglesia de Cristo.

El Camino Sinodal de la Iglesia en Alemania sigue siendo preocupante
   
----------Las más recientes noticias acerca del desarrollo del Camino Sinodal en Alemania no dejan de causar gran preocupación, ya sea desde el punto de vista teórico como práctico, pues, por un lado, se mantienen vivas las serias sospechas de herejía y, por el otro lado, sigue vivo el creciente peligro de una división cismática. Pero así como, ante lo que viene sucediendo con los católicos alemanes, advertimos la presencia de enemigos que atentan contra la unidad de la Iglesia en la fe y en la caridad, también debemos permanecer firmes en la convicción de que el Espíritu Santo no abandona a la Iglesia, que tiene en el Sucesor de Pedro la roca a la que el Señor ha garantizado su asistencia hasta el fin de los tiempos.
----------Lo ha recordado también el cardenal George Pell el pasado mes en una entrevista, precisamente en referencia al Camino Sinodal alemán: "Sin duda el Santo Padre hablará, tendrá que hablar sobre este asunto para clarificar y reiterar la Tradición. Tengo gran confianza en el Sucesor de Pedro. A diferencia de las iglesias ortodoxas y protestantes, la Iglesia Católica tiene un instrumento que creemos es instituido por Dios: Pedro, la roca. El papel especial del papado es mantener la pureza de la Tradición Apostólica y mantener la unidad de la Iglesia en torno a esa Tradición. Así que confío en que el Santo Padre hablará".
----------En el presente artículo quisiera profundizar al menos en algunos aspectos fundamentales referidos a uno de los puntos en debate en el Camino Sinodal de la Iglesia en Alemania, un punto que últimamente ha sido puesto curiosamente en sordina, pues en las más recientes crónicas se insiste en cuestiones tales como el lugar de las mujeres en la Iglesia, el celibato sacerdotal o la práctica de la homosexualidad. Son los temas hoy más candentes en torno al sínodo alemán, temas que, naturalmente, afectan a fundamentales elementos de la fe y de la vida católica. Pero,por mi parte quisiera referirme aquí a otra cuestión: la imposible comunión eucarística con los luteranos, un tema que el sínodo alemán insiste en seguir promoviendo.
----------Al respecto, me viene ahora al recuerdo que en los primeros meses del 2018 se hizo pública en los medios una carta del cardenal Willem Jacobus Eijk, arzobispo de Utrecht, quien explicaba por qué motivo la Iglesia no puede admitir a los protestantes a la Comunión eucarística. Pues bien quisiera retomar y desarrollar en este artículo aquellas mismas sabias consideraciones del Cardenal Primado de Holanda, pero a partir de las condiciones que son necesarias para acceder a la Comunión eucarística. 
   
La Comunión eucarística y las condiciones para acceder a ella
   
----------La Comunión eucarística es la expresión máxima y el alimento principal de la comunión con la Iglesia del fiel católico, que es aquel cristiano que, entre todos los otros hermanos separados, goza de plena y perfecta comunión con la Iglesia católica. El acceso a la Comunión eucarística supone, por tanto, que el fiel haya cumplido un suficiente camino espiritual de preparación y de iniciación al misterio eucarístico, que es aquel gracias al cual el creyente alcanza la más íntima comunión con Dios y con la Iglesia posible sobre esta tierra. Quien quiera acercarse a la Comunión eucarística debe, por tanto, tener una recta fe en el Misterio eucarístico; debe saber con certeza Quién es Aquel que desea recibir en su corazón. Debe creer que bajo las especies del pan y del vino se esconden las sustancias del cuerpo y de la sangre del Señor, gracias a las palabras de la consagración. El cuerpo y la sangre del Señor son ofrecidos por el sacerdote en la Santa Misa, en sacrificio de impetración, de satisfacción y de alabanza al Padre en nombre de la Iglesia.
----------El creyente debe saber que en la Santísima Eucaristía está el Cristo total, Cabeza y cuerpo místico, que es su Esposa la Iglesia. En la Eucaristía, por tanto, está contenido todo el bien de la Iglesia, la fuente y la cumbre de su vida, la pregustación y la prenda de la gloria futura. En la Eucaristía están contenidos todos los misterios de la salvación, que por tanto es necesario conocer y aceptar con fe, para poder alcanzar la salvación. Ciertamente, es de tal manera alto este misterio y nosotros estamos tan abajo en esta tierra que, ¿quién de nosotros puede decir que se siente verdaderamente digno de recibir la Eucaristía?
----------Por eso mismo, antes de recibir la Eucaristía en la Santa Misa, proclamamos humildemente, pero con confianza: "Oh Señor, no soy digno de que Tú entres en mi casa; pero dí una sola palabra y seré salvado". Así, la Eucaristía es ciertamente una medicina, pero es sobre todo lo que san Agustín de Hipona llamaba el "alimento de los fuertes". En efecto, la Eucaristía no sólo presupone que el fiel esté ya en gracia de Dios, sino que le da un suplemento de fuerza en la lucha contra el pecado y contra Satanás, bajo el patrocinio de María, tipo y modelo de la Iglesia, Mujer mesiánica y apocalíptica que junto a su Hijo, sostiene a la Iglesia en la lucha contra el mal a lo largo de la historia, hasta la victoria final de la Parusía.
----------Aunque sea cierto que nunca podamos sentirnos plenamente dignos de comer el cuerpo del Señor, sin embargo el apóstol san Pablo distingue un modo digno de un modo indigno de asumir la Eucaristía (1 Cor 11,28), dependiente de nuestra voluntad y que por lo tanto está en nuestro poder cumplir.
----------Santo Tomás de Aquino, el Doctor Eucarístico, al comentar las advertencias que san Pablo da en el citado pasaje a quienes desean acercarse a la Comunión, nos hace presente la deplorable eventualidad de alguien que asume indignamente el cuerpo del Señor. Tal eventualidad se verificaría en el caso de alguien que asumiera la Eucaristía "no con mente devota" (Commento a I Cor 11, 27-29, in Super Epistulas Pauli Lectura, vol.I, lectio VII, n.689, Marietti, Torino 1953, p.363). Esta "falta de devoción" (indevotio), explica el Aquinate (Ibid.), "puede ser pecado mortal, acompañado de desprecio por el sacramento".
----------Esta indignidad, señala santo Tomás de Aquino, puede nacer de la "voluntad de acceder a la Eucaristía en estado de pecado mortal, que, sin embargo, no viene quitado por la penitencia. Esto sucede gracias a la contrición, que quita la voluntad de pecar, con el propósito de confesarse y de satisfacer, en cuanto a la remisión de la culpa y de la pena eterna" (Ibid., pp.363-364). Al hacerlo así, el penitente obtiene "la reconciliación con los miembros de la Iglesia" (Ibid.). Pero si el pecador no acepta el sacramento de la penitencia y no se reconcilia con la Iglesia católica, ¿qué sentido tiene su acceder a la Comunión?
----------El Aquinate precisa: "Este sacramento es un alimento espiritual. Pero no es alimentado sino quien está vivo. Y por tanto ello no compete a los pecadores, que no viven en gracia" (Ibid.). Ahora bien, si (como cree Martín Lutero) el sacramento de la penitencia y las obras de penitencia no son necesarias para que el fiel cristiano se encuentre en gracia, sino que solamente basta la fe del creyente de ser salvado, por lo cual el pecador permanece en el pecado o bien obtiene la gracia aunque permaneciendo en pecado (simul iustus et peccator), ¿con qué cara se atreverá a acercarse a la Comunión no arrepentido y no purificado? Además, observa santo Tomás, "la Eucaristía es el sacramento de la caridad y de la unidad eclesial. Pero dado que el pecador está privado de la caridad y está merecidamente separado de la unidad eclesial, si accede al sacramento, comete una falsedad al significar una caridad que no posee" (Ibid.). El hereje y el cismático se han separado o viven separados de la unidad, efecto de la caridad que edifica y santifica la Iglesia.
----------Naturalmente, casi no hace falta recordar que las consideraciones y argumentos desarrollados en su tiempo por santo Tomás de Aquino en torno a las condiciones necesarias para acceder a la Santísima Eucaristía se aplican hoy no sólo a los luteranos (cristianos que aparecerían en la Iglesia más de dos siglos después de la muerte del Aquinate), sino a todos los que actualmente viven en herejía y cisma.
   
Los protestantes se han vuelto indignos de la Eucaristía
   
----------Es necesario recordar que la rebelión de Lutero y Calvino contra la Iglesia ha destruído algunos puntos fundamentales de doctrina y de praxis, como la Eucaristía y otras verdades de fe estrechamente conectadas, como el primado del Romano Pontífice y el Magisterio de la Iglesia, el sacramento del Orden, la Santa Misa, la Sagrada Tradición, el sacramento de la Penitencia, las buenas obras, la posibilidad de vencer la concupiscencia, los méritos, el valor de la razón natural y el libre albedrío.
----------A la vista, nuevamente, del Camino Sinodal alemán, nos preguntamos: ¿cómo es posible que se quisiera, por lo tanto, por parte de algunos, que estos hermanos separados pudieran desear sinceramente, legítimamente y con conocimiento de causa, la Comunión o que a ellos se les pueda dar la Comunión, cuando no creen en absoluto o falsamente en lo que la Comunión eucarística significa e implica, y su separación de Roma fue motivada precisamente por el rechazo de esos puntos? Ciertamente, algunos de ellos pueden estar en buena fe: ¿pero entonces, no le corresponderá al ministro católico aclarar las cosas con ellos?
----------Ciertamente, mientras el sacerdote distribuye la Comunión en el curso de la Misa, puede suceder, sin que él lo sepa, que se presente un no-católico o un falso católico. ¿Estará en buena fe? ¿Estará en  mala fe? ¿Qué puede saber el ministro? Por lo tanto, puede y debe dar tranquilamente la Comunión, encomendándolo a la misericordia de Dios. Responderá el fiel delante de Dios, si está en culpa. A menos que se presente alguno de quien el sacerdote sepa con certeza que desprecia la Eucaristía; en cuyo caso debe tener la oportuna sabiduría para alejarlo con toda circunspección, firmeza y caridad. Pero tales casos son extremadamente improbables, sobre todo si el sacerdote es conocido por su celo hacia la Eucaristía.
   
Prudencia pastoral de la Iglesia
   
----------Los sacramentos son medios de salvación en los cuales obra conjuntamente el hombre con Dios, por lo tanto en su administración la Iglesia siempre tiene en cuenta estos dos factores; pero en el evolucionar de los tiempos y en la variedad de las situaciones humanas, ella, con prudencia pastoral, según lo que considere mejor, a veces promueve mayormente la acción humana, y a veces da mayor espacio a la gracia divina. En efecto, la Iglesia sabe que, si en la obra de la salvación es ordinariamente necesario el concurso de las fuerzas humanas del intelecto y de la voluntad, a veces, como por ejemplo en los niños o en los recién nacidos o en los embriones, ellos no son todavía capaces de ejercitar el intelecto y la voluntad. Sin embargo, como Dios quiere la salvación de todos y la salvación es don de la gracia, Dios dispone que estos pequeños seres, aún incapaces de ejercer la razón, se salven por la sola intervención de la gracia. Sin embargo, dado que la gracia actúa ordinariamente a través del sacramento, de ahí ha surgido la costumbre de la Iglesia de bautizar a los niños.
----------Por cuanto respecta al acceso a la Comunión, en los comienzos del cristianismo existía una larga iniciación, que se concluía con la declaración del catequista de que el catecúmeno, ordinariamente adulto, era ya idóneo para acceder a la Comunión. Pero san Pío X, como es sabido, quiso que desde la infancia los fieles, aunque siempre preparados, pudieran ser admitidos al divino banquete.
   
Altísima dignidad de la Comunión eucarística
   
----------La Comunión es la cumbre y la fuente de la entera vida de la Iglesia y del católico, "fons et culmen totius vitae christianae" dice el Concilio Vaticano II, por lo cual quien no disfruta de esta plenitud de comunión, se encuentra claramente en una condición interior que es desproporcionada para la recepción del sacramento, es decir, carece de la suficiente o adecuada receptividad o disponibilidad para poder asimilar convenientemente un alimento sobrenatural, como es el pan eucarístico, el cual, por tanto, si es asumido con buenas disposiciones, nutre divinamente el alma; pero si faltan tales disposiciones, y el sujeto aún así se atreve a asumirlo, "come y bebe", como dice San Pablo, "su propia condenación" (1 Cor 11,29).
----------En efecto, la comunión con la Iglesia está sujeta a diversos grados de perfección, grados más o menos plenos, los cuales son tanto más elevados, cuanto mayores y más numerosos son los elementos de Iglesia que son hechos propios por el cristiano. En tal modo se pasa de un grado mínimo, por debajo del cual falta toda comunión visible, como por ejemplo es la condición de los no-cristianos o ateos, a un grado máximo, de comunión total, plena y perfecta, que es la del fiel católico. En medio hay muchos grados intermedios de comunión imperfecta y parcial, los cuales grados de comunión pueden ser más o menos cercanos a la plena comunión, que son los grados en los cuales se encuentran los hermanos separados.
----------Tomemos dos ejemplos de estos grados inferiores de comunión: los disidentes orientales, los así llamados "ortodoxos", y los luteranos. Si quisiéramos parangonar la Iglesia Romana o la Sede de Pedro al centro de un círculo ideal, que representa la superficie o ámbito o espacio del ser cristiano, o bien la superficie o área de la Iglesia visible, podríamos decir que alrededor del centro se dan círculos concéntricos, que gradualmente, partiendo de un círculo de mínima extensión, se suceden siempre cada vez más amplios hasta constituir la circunferencia máxima, la más alejada del centro, circunferencia que representa la plenitud de todo cuanto la Iglesia contiene en su perfección y la constituye en su esencia firme, inmutable e incorruptible, querida e instituida por Cristo, esa esencia y esa integridad, que nunca, bajo la guía de Pedro y del Espíritu Santo, podrá ser engañada, alterada, contaminada, envenenada, disminuida, desintegrada, reducida, falsificada o destruida por las potencias del infierno. Dicha circunferencia representa la extrema frontera de la Iglesia visible. Quien se encontrara más allá de esta frontera, estaría enteramente fuera de la Iglesia visible, aunque, si es honesto y está en buena fe, podría pertenecer a la Iglesia invisible o (lo que es lo mismo) pertenecer invisiblemente e inconscientemente a la Iglesia visible. O bien la imagen de los círculos concéntricos podría representar los diferentes grados de pertenencia a la Iglesia de otro modo. El círculo mínimo, el más próximo al centro, es decir a la Sede de Pedro, representaría la plenitud de la comunión eclesial. Pero, a medida que pasamos gradualmente a círculos cada vez más amplios y alejados del centro, tendríamos los grados decrecientes de menor pertenencia, propios de los hermanos separados, hasta que, habiendo llegado al círculo máximo, tendríamos el mínimo de pertenencia, más allá del cual se está fuera de la Iglesia visible.
   
La Comunión eucarística está conectada a la plena pertenencia a la Iglesia
   
----------Ahora bien, por propia voluntad de nuestro Señor Jesucristo, la plena pertenencia a la Iglesia requiere una serie de requisitos y condiciones, por lo cual faltando incluso uno solo de ellos, nadie puede estar en plena comunión y, por consiguiente, no puede salvarse, por el hecho de que la salvación se obtiene acogiendo todas las verdades de fe y todos los medios de la salvación, así como un organismo viviente sólo vive si en él funcionan todos los órganos vitales. Esto no impide a la misericordia divina, sin embargo, el salvar también a aquellos que, sin culpa, se encontraran, no digo en un grado inferior de comunión, sino incluso totalmente por fuera de los límites visibles de la Iglesia, hasta aquellos que, como dice el Concilio (Lumen Gentium, n.16), ni siquiera hubieran alcanzado un conocimiento explícito de Dios, lo cual, sin embargo, no significa ateísmo, como erróneamente cree Rahner, ya que ¿qué sentido tiene que un ateo desee conscientemente y voluntariamente el paraíso del cielo, que consiste en la visión de Dios?
----------Por otra parte, debemos recordar que la cuestión de la Comunión a los protestantes es muy diferente a la de la Comunión a los ortodoxos orientales, aunque en uno y otro caso falte en el hermano separado aquella plena comunión con la Iglesia bajo la guía del Romano Pontífice, garante de la unidad de la Iglesia, comunión que da sentido, autenticidad y significado a la Comunión eucarística, la cual a su vez edifica esta unidad, Comunión eucarística que es por lo tanto precisamente el sacramento de la unidad y de la caridad hacia Dios y con los hermanos, como hemos visto en santo Tomás de Aquino. Por consiguiente, si las Iglesias ortodoxas han conservado el elemento de la apostolicidad y por tanto los Siete Sacramentos, las comunidades protestantes lamentablemente han rechazado ese elemento y lo han perdido, y con ello mismo por tanto han abolido los sacramentos o al menos, aunque sigan hablando de "sacramento" para el Bautismo y para la Cena, han perdido su sentido auténtico, ya que para ellos el sacramento no produce la gracia que es significada por la fórmula sacramental, sino que ésta se limita simplemente a anunciar que la gracia está ya presente.
----------Otros sacramentos, como son los casos del Bautismo y del Matrimonio, no representan tanto la unidad eclesial como la representa el sacramento de la Eucaristía. Por esto, la Iglesia no tiene dificultad en reconocer el Bautismo dado por los protestantes o por los ortodoxos. Así también existe una normativa litúrgico-canónica relativa a los matrimonios mixtos. La actividad ecuménica abraza vastos sectores de la dogmática y de la moral, que son valores cristianos comunes tanto para católicos como para no-católicos. Pero la persistente presencia de herejías en las doctrinas de los hermanos separados impide todavía la communicatio in sacris, la cual requiere la total integridad de la fe, porque por su esencia, representa la máxima expresión de tal integridad, faltando la cual, dicha communicatio sería ficción, profanación y sacrilegio.
----------Los mismos hermanos separados, serios y honestos, son los primeros en rechazar una escenificación de tal tipo, ya que ellos han nacido y se han caracterizado precisamente por el rechazo neto y consciente de aquellas condiciones que hacen posible la práctica de la Comunión eucarística. Por eso, el Derecho Canónico, en el momento en el cual concede en casos especiales la Comunión al no-católico "bien dispuesto", viene a decir que sólo puede recibirla en cuanto que, al menos implícitamente o en la intención, quiera hacerse católico.
   
Una propuesta insensata
   
----------La hipótesis presentada por algunos obispos y, en concreto, por el Camino Sinodal alemán, de que el Papa puede conceder el permiso a ministros católicos para dar ordinariamente, aunque solo en algunos casos de matrimonios mixtos, la Comunión a la parte no-católica o que vaya al encuentro o satisfaga el deseo de esa parte de recibir la Comunión, es una idea incompatible con cuanto afirma san Pablo Apóstol acerca de las disposiciones interiores, morales y canónicas necesarias para recibir en modo conveniente y fructuoso la Comunión eucarística. El Papa, en cuanto Pastor universal de la Iglesia, tiene ciertamente facultad de legislar y disciplinar el ejercicio del culto eucarístico, pero siempre en el ámbito del intangible derecho divino.
----------En efecto, Cristo, dando a Pedro la facultad de "atar y desatar" (Mt ​​16,19), le ha concedido una amplia discrecionalidad y un notable poder legislativo acerca de las modalidades particulares y cambiantes de la administración del Sacramento de la Eucaristía, según circunstancias de tiempo, de lugar y de personas; pero, naturalmente, siempre en el ámbito de la naturaleza, de las condiciones, de las finalidades y de los pre-requisitos esenciales e inmutables de la administración y recepción del mismo Sacramento. Esto quiere decir que el Papa ejerce este poder como Pastor universal de la Iglesia católica y, por lo tanto, hacia todos y sólo los fieles católicos. Obviamente, no ejerce un poder jurisdiccional hacia aquellos cristianos que, por diversos motivos, en diversas formas o grados, se hayan sustraido en el pasado a tal guía pastoral y jurídica o a causa de cismas o de herejías, aunque ello no le impida fijar acuerdos ecuménicos o establecer convenios especiales con los hermanos separados por particulares circunstancias, oportunidades o necesidades pastorales, y precisamente también en el ámbito de la administración de la Eucaristía, sin por ello sin embargo deba causar escándalo ni perjuicio al respeto del Sacramento y a la fe que justifica su existencia.
----------Los motivos que vienen aducidos por ciertos Obispos alemanes para la concesión de la Comunión a los no-católicos son del todo inconsistentes y pretextuosos o engañosos. En efecto, se quisiera invocar la práctica eclesial de la misericordia y de la acogida. Ahora bien, es necesario decir que estas virtudes, aunque tan preciosas en sí mismas, nada tienen que ver con este caso específico y es necesario en cambio invocar las virtudes del discernimiento y de la prudencia, que permiten al ministro verificar si el solicitante está "bien dispuesto", como expresa el Derecho Canónico (cán.844 § 3).
   
Las disposiciones del Derecho Canónico
   
----------El Derecho Canónico afirma que "los ministros católicos administran lícitamente el sacramento de... la Eucaristía a los miembros de Iglesias orientales que no están en comunión plena con la Iglesia católica, si los piden espontáneamente y están bien dispuestos; y esta norma vale también respecto a los miembros de otras Iglesias, que, a juicio de la Sede Apostólica, se encuentran en igual condición que las citadas Iglesias orientales..." (cán.844 § 3). "Si hay peligro de muerte o, a juicio del Obispo diocesano o de la Conferencia Episcopal, urge otra necesidad grave, los ministros católicos pueden administrar lícitamente el sacramento de la Eucaristía también a los demás cristianos que no están en comunión plena con la Iglesia católica, cuando éstos no puedan acudir a un ministro de su propia comunidad y lo pidan espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica respecto a este sacramento y estén bien dispuestos" (cán.844 § 4).
----------Ahora bien, preguntamos: ¿qué quiere decir "bien dispuesto"? Pues bien, equivale a decir, como advierte san Pablo, "de manera digna" (1 Cor 11,27). Lo que quiere decir, ante todo, saber "reconocer el cuerpo del Señor" (1 Cor 11,29), o sea saber ver, con el ojo de la fe, que la hostia consagrada parece pan, pero no lo es: es el cuerpo del Señor. Pero además san Pablo dice que, es necesario "haberse examinado a sí mismo" (v.28), es decir, haber verificado estar en gracia de Dios, convencido de todas las verdades de fe, exento de culpa, animado por la caridad, en comunión con la Iglesia y con el Papa, deseoso de la santidad. Ahora bien, no todas estas condiciones están presentes en los hermanos separados.
----------Sin embargo, de los Cánones del Derecho se desprende que la exclusión de los hermanos separados de la Comunión no debe entenderse de manera absoluta. En casos particularmente graves y urgentes, si están bien dispuestos, es decir, si aceptan la fe católica, pueden recibir la Comunión. Pero esto equivale a decir: "si se convierten al catolicismo", ya que es claro que si en cambio conservan conscientemente y voluntariamente los elementos heréticos o cismáticos que son incompatibles con la Comunión, que requiere la plena comunión con la Iglesia católica, no pueden estar en comunión con Dios. Nuevamente: lo dicho se aplica no solamente al caso de los luteranos, sino a todos los casos de hermanos separados por el cisma y la herejía.
   
Una actitud inoportuna
   
----------Finalmente, en mi opinión, el deseo de recibir la Comunión eucarística por parte de los protestantes o por parte de cualquier hermano separado por el cisma y la herejía, que manifieste tal deseo de recibir la Comunión, no parece estar dictado por motivaciones auténticamente espirituales, porque de lo contrario acompañarían tal deseo con el de convertirse al catolicismo, catolicismo en el cual sólo puede ser comprendida y vivida la Eucaristía; sino que parece dictado por la necesidad puramente psicológica de no sentirse discriminados por los católicos, por una necesidad puramente emotiva de compartir y de sentirse acogidos, y por una idea confusionaria y facilona del ecumenismo, que se hace consistir sólo en una agradable disfrute de la vida en común, prescindiendo de las cuestiones atinentes a lo verdadero y lo falso en la fe.
----------Por otra parte, la dinámica cristiana en el caso de un matrimonio mixto, es ciertamente delicada y requiere una atención pastoral prudente y comprensiva. La pareja está llamada a vivir intensamente los valores comunes cristianos que han permanecido en los católicos y en los hermanos separados. Como prescribe el Concilio Vaticano II en el decreto Unitatis redintegratio (n.3), la parte católica desempeña una función de guía hacia la plenitud de la pertenencia a la Iglesia católica, en el pleno respeto de los valores del protestantismo. La Comunión eucarística es una meta para la parte protestante, pero debe ser alcanzada cumpliendo las condiciones necesarias, que requieren el ingreso pleno en la Iglesia Católica.

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